sábado, 12 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 193

LECCIÓN 193

Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que yo aprenda.

1. El aprendizaje es algo que le es ajeno a Dios. 2Su Voluntad, no obstante, se extiende hasta lo que Él no entiende; en el sentido de que Él dispone que la felicidad que Su Hijo heredó de Él perma­nezca incólume, sea perpetua y por siempre en aumento, que se expanda eternamente en la dicha de la creación plena, que sea eternamente receptiva y absolutamente ilimitada en Él. 3Ésa es Su Voluntad. 4Por lo tanto, Su Voluntad provee los medios para garantizar que se cumpla.

2. Dios no ve contradicciones. 2Sin embargo, Su Hijo cree verlas. 3Por eso tiene necesidad de Alguien que pueda corregir su defec­tuosa manera de ver y ofrecerle una visión que lo conduzca de nuevo al lugar donde la percepción cesa. 4Dios no percibe en abso­luto. 5Él es, no obstante, Quien provee los medios para que la percepción se vuelva lo suficientemente hermosa y verdadera como para que la luz del Cielo pueda resplandecer sobre ella. 6Él es Quien responde a las contradicciones de Su Hijo y Quien man­tiene su inocencia a salvo para siempre.

3. Éstas son las lecciones que Dios quiere que aprendas. 2Su Voluntad se refleja en todas ellas, y ellas reflejan Su amorosa bondad para con el Hijo que Él ama. 3Cada lección encierra un pensamiento central, que se repite en todas ellas. 4Su forma es lo único que varía, según las circunstancias, los acontecimientos, los personajes o los temas, los cuales parecen ser reales, pero no lo son. 5Su contenido fundamental es el mismo 6es éste:

7Perdona, y verás esto de otra forma.

4. Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón. 2No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la forma. 3Esta uniformidad es lo que hace que el aprendizaje sea algo seguro, ya que la lección es tan simple que al final no se puede rechazar. 4Nadie se puede ocultar para siempre de una ver­dad tan obvia, que aunque se presenta en innumerables formas, se puede reconocer con la misma facilidad en todas ellas, sólo con desear ver la simple lección que allí se encierra.

5. Perdona, y verás esto de otra forma.

2Éstas son las palabras que el Espíritu Santo te dice en medio de todas tus tribulaciones, todo dolor y todo sufrimiento, sea cual sea la forma en que se manifiesten. 3Éstas son las palabras con las que a la tentación le llega su fin, y la culpabilidad, abandonada ahora, deja de ser objeto de reverencia. 4Éstas son las palabras que ponen fin al sueño de pecado y eliminan todo miedo de la mente. 5Éstas son las palabras mediante las cuales al mundo entero le llega la salvación.

6. ¿No deberíamos acaso aprender a decir estas palabras cada vez que nos sintamos tentados de creer que el dolor es real y la muerte se vuelva nuestra elección en lugar de la vida? 2¿No deberíamos acaso aprender a decirlas una vez que hayamos comprendido el poder que tienen para liberar a todas las mentes de la esclavitud? 3Éstas son palabras que te dan poder sobre todos los aconteci­mientos que parecen tener control sobre ti. 4Ves esos aconte­cimientos correctamente cuando mantienes estas palabras en tu conciencia, sin olvidarte de que son aplicables a todo lo que ves o a todo lo que cualquier hermano contemple erróneamente.

7. ¿Cómo puedes saber cuándo estás viendo equivocadamente o cuándo no está alguien percibiendo la lección que debería apren­der? 2¿Parece ser real el dolor en dicha percepción? 3Si lo parece, ten por seguro que no se ha aprendido la lección, 4y que en la mente que ve el dolor a través de los ojos que ella misma dirige permanece oculta una falta de perdón.

8. Dios no quiere que sigas sufriendo de esa manera. 2Él quiere ayudarte a que te perdones a ti mismo. 3Su Hijo no recuerda quién es, 4y Dios no quiere que se olvide de Su Amor ni de todos los dones que Su Amor trae consigo. 5¿Renunciarías ahora a tu propia salvación? 6¿Dejarías acaso de aprender las sencillas lecciones que el Maestro celestial pone ante ti para que todo dolor desaparezca y el Hijo pueda recordar a su Padre?

9. Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que aprendas. 2Él no deja ningún pensamiento rencoroso sin corregir, ni que ninguna espina o clavo lastime en modo alguno a Su santo Hijo. 3Él quiere asegurarse de que su santo descanso permanezca sereno e imperturbable, sin preocupaciones, en un hogar eterno que cuida de él. 4Él quiere que todas las lágrimas sean enjugadas y que no quede ni una sola más por derramar, ni ninguna que sólo esté esperando el momento señalado para brotar. 5Pues Dios ha dispuesto que la risa reemplace a cada una de ellas y que Su Hijo sea libre otra vez.

10. Hoy trataremos de superar en un solo día miles de aparentes obstáculos a la paz. 2Deja que la misericordia llegue a ti cuanto antes. 3No trates de posponer su llegada ni un sólo día, minuto o instante más. 4Para eso se hizo el tiempo. 5Úsalo hoy para lo que es. 6Dedica, mañana y noche, el tiempo que puedas a lo que éste tiene como propósito, y no permitas que el tiempo que dediques sea menos que el que sea necesario para satisfacer tu más impe­riosa necesidad.

11. Da todo lo que puedas, y luego da un poco más. 2Pues ahora nos levantaremos apresuradamente e iremos a casa de nuestro Padre. 3Hemos estado ausentes demasiado tiempo y ya no quere­mos seguir demorándonos más aquí. 4Según practicamos, pense­mos en todas las cosas con las que nos hemos quedado para resolverlas por nuestra cuenta y que hemos mantenido fuera del alcance de la curación. 5Entreguémoselas a Aquel que sabe cómo contemplarlas de manera que desaparezcan. 6La verdad es Su mensaje; la verdad es Su enseñanza. 7Suyas son las lecciones que Dios quiere que aprendamos.

12. Hoy, y en los días venideros, dedica un poco de tiempo cada hora a practicar la lección del perdón tal como se indique. 2Trata de aplicarla a lo acontecido en esa hora, de manera que la próxima esté libre de todo ello. 3De esta manera, las cadenas del tiempo se desatarán fácilmente. 4No dejes que ninguna hora arroje su som­bra sobre la siguiente, y cuando haya transcurrido, deja que todo lo acontecido se vaya con ella. 5De este modo, permanecerás libre y en paz eterna en el mundo del tiempo.

13. Ésta es la lección que Dios quiere que aprendas: Hay una manera de contemplarlo todo que te acerca más a Él y a la salva­ción del mundo. 2todo lo que habla de terror, responde de esta manera:

3Perdonaré, y esto desaparecerá.

4Repite estas mismas palabras ante toda aprensión, preocupación o sufrimiento. 5entonces estarás en posesión de la llave que abre las puertas del Cielo y que hace que el Amor de Dios el Padre llegue por fin hasta la tierra para elevarla hasta el Cielo. 6Dios Mismo dará este paso final. 7No te niegues a dar los pequeños pasos que te pide para que puedas llegar hasta Él..


¿Qué me enseña esta lección?

En esencia, tan sólo existe un error, a pesar de que pueda adoptar muchísimas formas. A ese error le hemos llamado “pecado” y, como consecuencia de ello, hemos fabricado una realidad falsa e ilusoria que se soporta sobre los frágiles pilares de la culpabilidad y de la separación.

El uso incorrecto de los poderes creadores de los que somos portadores nos ha llevado a proyectar un mundo de necesidad, cuando en verdad somos seres potencialmente perfectos.

¿Qué necesidad tiene el Hijo de Dios cuando en realidad es perfecto?

La respuesta que contesta a esta pregunta debemos buscarla en la capacidad de decidir libremente, en el libre albedrío, que poseemos por ser una condición heredada de nuestro Creador. Decidimos ver un mundo de necesidad con el cual nos identificamos. El nivel de aprendizaje, en el "viaje" evolutivo en el que el Hijo de Dios se encuentra inmerso, era de principiante en el manejo del uso correcto de la Voluntad Creadora. Quedamos identificados con el mundo de la percepción procedente del mundo físico.

Esa desconexión con la Fuente Original propició la creencia en el pecado y en la expulsión del Paraíso en el que evolucionábamos antes de la separación. Nuestro Creador pasó a ser una criatura que causaba temor y a la que se le atribuyó las acciones vengativas que experimentamos en el mundo que proyectamos.

Estamos hablando de un doble error:
  • La creencia en el pecado.
  • La figura de un Dios vengativo.
Ambos errores tienen un mismo origen: el miedo, el sustituto del amor.

Al igual que hablamos de un solo error, podemos hablar de una sola lección, a pesar de que estas adopten diferentes expresiones y rostros. La lección que debemos aprender es la de perdonar, la de amar, o lo que es lo mismo, sustituir la ilusión del miedo.


Al perdonarnos, establecemos de nuevo la verdadera conexión con lo que somos, con la Fuente que nos alimenta, con el Amor que purifica y nos lleva a expresar nuestra inocencia.

El Plan de Salvación dispuesto por Dios para su Hijo se sustenta en un solo pilar. Este pilar es inquebrantable, inexpugnable, impecable. Ese pilar es el perdón.


Ejemplo-Guía: "Todos los caminos llevan a Roma..."

Se trata de una expresión que suele utilizarse en Europa, y más allá de su sentido convencional (en tiempo del Imperio Romano se construyeron más de 70.000 km que conducían a la capital del Imperio, la ciudad de Roma), también tiene un sentido espiritual que aún se conserva, máxime cuando en dicha ciudad se asienta la principal casa de la Iglesia Católica, el Vaticano.

Si Roma, la interpretamos simbólicamente como el "corazón" de la espiritualidad, indicar que todos los caminos nos conducen a él es como referir que todos los problemas tienen una sola solución: la espiritualidad.

Pero no podemos divagar sobre el aspecto actual de este centro neurálgico de la Iglesia católica y verlo como la "fuente" de la verdadera espiritualidad, por mucho que se considere al sumo pontífice, el Papa, como heredero directo de la sangre del Cristo. No es difícil apreciar que nada está más lejos de la realidad.

Pero he querido utilizar esta frase en el sentido de que nos permite comprender que todos nuestros problemas se convierten en los muchos caminos que tomamos en la vida y que, al final, todos conducen a un final común: "Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que aprendamos".

¿Qué lección quiere Dios, el Padre, que aprendamos? La única y verdadera lección que podemos aprender, y con ello ponemos fin a todos nuestros problemas, es el perdón.

Esto es así porque en verdad tan solo hay un solo problema, el miedo o la ausencia de amor. Ese miedo es consecuencia, como ya hemos tenido ocasión de ver, de la creencia en la separación.


Tenemos una única causa, el miedo, y tenemos una única solución, el perdón. 
  • Tengo 24 años. Me acabo de divorciar. No tengo trabajo. No puedo pagar la hipoteca de la casa y mi hija tiene una enfermedad que el seguro no cubre. Pronto perderé mi casa y no tendré dónde ir. Sin dinero, no podré ofrecer a mi hija la oportunidad de que los médicos la curen. Estoy desesperada y no sé qué hacer.
¿Cómo podemos ayudarnos si somos los protagonistas de una situación semejante? 

¿Podemos ayudar a alguien en circunstancias semejantes? 

¿Cómo aplicamos la lección del perdón ante una experiencia como la descrita? 

Vivir una experiencia como la que acabamos de describir desde la visión del ego nos llevará a sentir dolor, miedo, tristeza, desolación, ira, rencor y toda una gama de emociones que nos impedirán ver lo esencial: el pensamiento sigue a su fuente. 

Pensamientos de miedo nos revelarán que nos estamos identificando con el miedo y con la separación. Sin duda, es una experiencia que exige una respuesta de liberación y esta tan solo llegará si, en vez de sentir miedo, odio, rencor, ira, dolor y tristeza, decidimos poner en manos del Espíritu Santo la liberación del miedo, pues el error se encuentra en nuestra mente y no en los efectos que ella nos genera.  

Detrás de toda experiencia de dolor, existe un pensamiento de dolor, lo que significa que existe un pensamiento de miedo, amparado por la creencia en la separación. Si sustituimos esa visión errónea por la visión basada en la unidad, tal vez estemos cambiando nuestra percepción de la pareja, y ello nos permita recuperar el tono de amor que se precisa para mantener una relación estable. Si dejamos de sentirnos víctimas de un sistema social injusto y vemos a los representantes de ese sistema como agentes al servicio de nuestra consciencia, tal vez encontremos el modo de ver satisfecha nuestra voluntad de ser útiles a la sociedad en la que vivimos, y en respuesta a esa entrega, conseguimos un trabajo que nos permite recibir una remuneración económica que ha de permitirnos pagar nuestras deudas y atender las necesidades médicas de nuestra hija. 

Si lo deseas, lo verás, y si lo ves, lo fabricarás y lo experimentarás. 

Pero para alcanzar ese nivel de conciencia, es preciso estar dispuesto a llegar a "Roma-amoR", es decir, es preciso que estemos dispuestos a perdonarnos y a perdonar a los agentes que se convierten en los protagonistas de suministrarnos la lección que debemos aprender. 

¡Perdonaré y esto desaparecerá!

Reflexión: "Todo pesar no es más que una falta de perdón".

viernes, 11 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 192

LECCIÓN 192

Tengo una función que Dios quiere que desempeñe.

1. La santa Voluntad de tu Padre es que tú lo completes, y que tu Ser sea Su Hijo sagrado, por siempre puro como Él, creado del Amor y en él, preservado, extendiendo amor y creando en su Nombre, por siempre uno con Dios y con tu Ser. 2Mas ¿qué sen­tido puede tener tal función en un mundo de envidia, odio y ataque?

2. Tienes, por lo tanto, una función en el mundo de acuerdo a sus propias normas. 2Pues, ¿quién podría entender un lenguaje que está mucho más allá de lo que buenamente puede entender? 3El perdón es tu función aquí. 4No es algo que Dios haya creado, ya que es el medio por el que se puede erradicar lo que no es verdad. 5Pues, qué necesidad tiene el Cielo de perdón? 6En la tierra, no obstante, tienes necesidad de los medios que te ayudan a abando­nar las ilusiones. 7La creación aguarda tu regreso simplemente para ser reconocida, no para ser íntegra.

3. Lo que la creación es no puede ni siquiera concebirse en el mundo. 2No tiene sentido aquí. 3El perdón es lo que más se le asemeja aquí en la tierra. 4Pues al haber nacido en el Cielo, carece de forma. 5Dios, sin embargo, creó a Uno con el poder de traducir a formas lo que no tiene forma en absoluto. 6Lo que Él hace es forjar sueños, pero de una clase tan similar al acto de despertar que la luz del día ya refulge en ellos, y los ojos que ya empiezan a abrirse contemplan los felices panoramas que esos sueños les ofrecen.

4. El perdón contempla dulcemente todas las cosas que son desco­nocidas en el Cielo, las ve desaparecer, y deja al mundo como una pizarra limpia y sin marcas en la que la Palabra de Dios puede ahora reemplazar a los absurdos símbolos que antes estaban escri­tos allí. 2El perdón es el medio por el que se supera el miedo a la muerte, pues ésta deja de ejercer su poderosa atracción y la culpa­bilidad desaparece. 3El perdón permite que el cuerpo sea perci­bido como lo que es: un simple recurso de enseñanza del que se prescinde cuando el aprendizaje haya terminado, pero que es incapaz de efectuar cambio alguno en el que aprende.

5. La mente no puede cometer errores sin un cuerpo. 2No puede pensar que va a morir o ser víctima de ataques despiadados. 3La ira se ha vuelto imposible. a¿Dónde está el terror ahora? 4¿Qué temores podrían aún acosar a los que han perdido la fuente de todo ataque, el núcleo de la angustia y la sede del temor? 5Sólo el perdón puede liberar a la mente de la idea de que el cuerpo es su hogar. 6Sólo el perdón puede restituir paz que Dios dispuso para Su santo Hijo. 7Sólo el perdón puede persuadir al Hijo a que contemple de nuevo su santidad.

6. Una vez que la ira haya desaparecido, podrás percibir que a cambio de la visión de Cristo y del don de la vista no se te pidió sacrificio alguno, y que lo único que ocurrió fue que una mente enferma y atormentada se liberó de su dolor. 2¿Es esto indesea­ble? 3¿Es algo de lo que hay que tener miedo? 4¿O bien es algo que se debe anhelar, recibir con gratitud y aceptar jubilosamente? 5Somos uno, por lo tanto, no renunciamos a nada. 6Y Dios cierta­mente nos ha dado todo.

7. No obstante, necesitamos el perdón para percibir que esto es así. 2Sin su benévola luz, andamos a tientas en la oscuridad usando la razón únicamente para justificar nuestra furia y nues­tros ataques. 3Nuestro entendimiento es tan limitado que aquello que creemos comprender no es más que confusión nacida del error. 4Nos encontramos perdidos en las brumas de sueños cam­biantes y pensamientos temibles, con los ojos herméticamente cerrados para no ver la luz, y las mentes ocupadas en rendir culto a lo que no está ahí.

8. ¿Quién puede nacer de nuevo en Cristo sino aquel que ha per­donado a todos los que ve, o en los que piensa o se imagina? 2¿Quién que mantenga a otro prisionero puede ser liberado? 3Un carcelero no puede ser libre, pues se encuentra atado al que tiene preso. 4Tiene que asegurarse de que no escape, y así, pasa su tiempo vigilándolo. 5Y los barrotes que mantienen cautivo al preso se convierten en el mundo en el que su carcelero vive allí con él. 6Sin embargo, de la liberación del preso depende que el camino de la libertad quede despejado para los dos.

9. Por lo tanto, no mantengas a nadie prisionero. 2Libera en vez de aprisionar, pues de esa manera tú quedas libre. 3Los pasos a seguir son muy sencillos. 4Cada vez que sientas una punzada de cólera, reconoce que sostienes una espada sobre tu cabeza. 5Y ésta te atravesará o no, dependiendo de si eliges estar condenado o ser libre. 6Así pues, todo aquel que aparentemente te tienta a sentir ira representa tu salvador de la prisión de la muerte. 7Por lo tanto, debes estarle agradecido en lugar de querer infligirle dolor.

10. Sé misericordioso hoy. 2El Hijo de Dios es digno de tu miseri­cordia. 3Él es quien te pide que aceptes el camino de la libertad ahora. 4No te niegues a ello. 5El Amor que su Padre le profesa te lo profesa a ti también. 6Tu única función aquí en la tierra es perdo­narlo, para que puedas volver a aceptarlo como tu Identidad. 7Él es tal como Dios lo creó. 8tú eres lo que él es. 9Perdónale ahora sus pecados y verás que eres uno con él.

  
¿Qué me enseña esta lección?

Me pregunto, ¿qué es la vida? 

Desde que nací, he ido identificándome con las percepciones físicas que mi cuerpo me transmite. 

He sentido hambre y mi cuerpo me ha demandado alimentos que sacien mi necesidad. 

Sí, he aprendido, desde muy pequeño, que el mundo en el que vivo y que estoy percibiendo como mi hogar es un mundo de necesidad.
 

Mi cuerpo me demanda alimentos y mis sentimientos me demandan afectos. Sé que debo sonreír para despertar esa misma sonrisa en mis cuidadores; esto parece gustarles y se muestran más amables y felices cuando ven que yo también manifiesto felicidad. Con el tiempo, he aprendido a distinguir que no siempre puedo mantener ese sentimiento de felicidad, y poco a poco, echo en falta las demostraciones de amor de mi familia. 

Me enseñan que es preciso ser el mejor en todo; que, siendo el mejor, puedo llegar lejos; puedo labrarme un futuro de abundancia que me permitirá tener todo cuanto quiera. Yo no dejo de preguntarme: ¿qué puede ser más importante que la sonrisa de mis padres, el abrazo de una madre o el reconocimiento de un padre? Pero esas cosas, me dicen, no me darán de comer en el futuro cercano. 

Sí, he crecido con ese propósito de ser el mejor. La verdad, es muy cansado intentar ser en todo momento el mejor, pues muchas cosas de las que hago no me gustan, pero no me atrevo a decírselo a mis padres, pues se entristecerían y dejarían de reír. 

Reconozco que ya no me río como antes. Algunas veces me cuesta trabajo recordar cuándo fue la última vez que reí. Ahora soy un “hombre de provecho”. Sí, he conseguido ser el mejor. Tengo cuanto quiero. Una hermosa casa; un magnífico coche. Soy director general en una de las empresas más importantes del país. Tengo todo lo que deseo, menos una cosa, que echo verdaderamente de menos: no tengo tiempo para reír. 

Muchas veces me he hecho esta pregunta: ¿Ha merecido la pena pagar tan alto precio por perder aquello que más felicidad me aportaba? ¿Cuánto daría ahora por recuperar las ganas de reír? 

La vida no puede simplificarse como un corto viaje entre el nacimiento y la muerte. Si así fuese, vivir no tendría sentido. Ese tránsito vital en el que el ego ha puesto sus más absurdas creencias es tan solo una ilusión. 

La vida tiene otro sentido mucho más liberador, pero para hacer real esta visión debemos reconocer que el mundo físico no es real y su única función es permitirnos expresar los valores espirituales de los que somos portadores. 

La más elevada función que podemos expresar en este mundo es el perdón, pues esta expresión es la manifestación del amor. Cuando perdonamos, estamos extendiendo el poder liberador del amor. Cuando perdonamos, recuperamos la paz interior, la felicidad y, de nuevo, estamos en condiciones de reír y de expresar nuestra inocencia.


Ejemplo-Guía: "Respira perdón y sabrás lo que es la paz".

Puede que para alguno de los que leáis estas líneas, las juzguéis de una manera u otra, pero os aseguro que son compartidas desde la certeza de que, con que tan sólo dos de nosotros nos pusiésemos de acuerdo en practicar el ejercicio gratuito de respirar "perdón", estaríamos activando el interruptor sagrado que ha de dispensar la luz necesaria para experimentar la verdadera vida.

Como bien sabemos, respirar consiste en dos acciones, la de inspirar (inhalar) y la de espirar (exhalar). Cuando inspiramos, recibimos el oxígeno necesario para la vida física y cuando espiramos, expulsamos el dióxido de carbono. La vida en el mundo físico comienza con el acto de inspirar; sin embargo, ese ser que toma vida en el mundo con ese primer acto ya se encontraba vivo en el interior de la madre y era alimentado directamente por su creador.

Al salir al exterior, esa conexión directa se interrumpe y se produce una invitación a tomar por nosotros mismos el acto de vivir, y para ello, tenemos que inspirar y espirar, es decir, tenemos que hacer uso del acto de respirar.

Mientras que permanecemos en el vientre materno, nuestra madre nos protege, nos alimenta y nos aporta lo necesario para que la vida se manifieste en nuestro ser. En ese estado, no se concibe miedo, culpa, temor, odio o rencor.

Cuando en nuestro ejemplo-guía hemos vinculado al acto de respirar al perdón, lo que pretendo dar a entender es que la vida, la verdadera vida, tan solo será posible cuando, utilizando el mecanismo que empleamos para la vida física, la respiración, conseguimos que todo nuestro ser se impregne de la esencia que nos devuelve al estado original de comunicación con nuestro Creador: el perdón.

Estoy seguro de que tú, al igual que yo, y al igual que el resto de nuestros hermanos, anhelamos experimentar la paz. En mi ingenuidad, me pregunto: ¿quién puede preferir la guerra, el ataque, el terror, a la paz y a la dicha?

Sin embargo, a pesar de que esta pregunta suele tener una misma respuesta, no estamos dispuestos a dar el paso definitivo para hacerla una realidad. Los motivos se encuentran en la raíz que da origen al miedo, en la creencia en la separación.

Respirar perdón exige de nosotros estar dispuestos, en primer lugar, a recibir el perdón, es decir, a llenarnos de él. Tan solo de esta manera podemos compartirlo. No es fácil perdonarnos. Un niño comete un error, se lo recriminamos y, al poco tiempo, ha olvidado la ofensa. Un adulto, un adolescente, recibe un agravio y lo guarda en su interior, colocando como carceleros al orgullo, a la vanidad, al odio, al rencor, etc., para asegurar que estará bien custodiado. Sin embargo, la tendencia natural del prisionero es evadirse, salir al exterior, y cuando se produzca un descuido de sus carceleros, lo conseguirá. Mientras que esto ocurre, en un deseo de ser fieles a nuestra conducta interna, proyectamos nuestros juicios condenatorios sobre aquellos en los que apreciamos nuestra propia conducta reprobada. Pero un día, la vida nos sorprenderá viendo como nuestro prisionero interno se escapa y nos hace conscientes de que durante todo ese tiempo habíamos ocultado nuestra verdadera personalidad.

La lección de hoy nos recuerda una vez más que nuestra función en este mundo es perdonar. No es posible gozar de la dicha de la paz mientras que no nos hayamos perdonado y mientras no perdonemos a los que hemos condenado.

Busquemos en nuestro interior dónde se encuentra ese prisionero que nos priva de la libertad. No tienes que ir a ningún psicólogo ni terapeuta, aunque si lo prefieres, puedes hacerlo. Recuerda que no nos encontramos separados de los demás. Cada uno de nosotros es para el/los otros un espejo donde poder identificarnos. Si tienes dificultad para encontrar aquello que debes perdonar, analiza tu comportamiento, tus puntos de vista sobre los demás. Cuando te descubras juzgando y condenando sus hábitos, su manera de ser, su comportamiento, toma nota de ellos, pues están hablando más de ti que de ellos. Bendícelos por ese acto de complicidad que te permite llevar a cabo la función que Dios te ha encomendado: perdonar.

Reflexión: ¿Cuál crees que es tu función en el mundo que percibes?

Capítulo 21. VI. La razón en contraposición a la locura (4ª parte).

VI. La razón en contraposición a la locura (4ª parte) .

7. Ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado. 2Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor. 3La razón, al igual que el amor, desea tranquilizarte, y no es su intención infundirte temor. 4El poder de curar al Hijo de Dios se te concede a ti porque él no puede sino ser uno contigo. 5Tú eres responsable de cómo él se ve a sí mismo. 6Y la razón te dice que se te ha concedido poder transformar su mente por completo -la cual es una contigo- en sólo un instante. 7Y cualquier instante sirve para llevar a cabo una completa corrección de todos sus errores y restituirle su plenitud. 8El instante en que elijas ser curado, en ese mismo instante se verá que se ha salvado comple­tamente junto contigo. 9Se te ha dado la razón para que entiendas que esto es así. 10Pues la razón, que es tan benévola como la fina­lidad para la que se emplea, te aleja constantemente de la locura y te conduce hacia el objetivo de la verdad. 11Y ahí te desharás de la carga que supone negar la verdad. 12¡Y ésa es la carga que es terrible, no la verdad!

Para el ego, aceptar la razón le llevaría a un estado de lucidez, lo que pondría fin a su existencia dado que esta radica en el pensamiento demente de que es especial y de que el Hijo de Dios está separado de Su Creador.

Esta creencia errónea responde, como ya hemos visto, al deseo de ser especial y se comparte al formar parte del pensamiento. La idea no abandona su fuente, lo que la convierte en la causa que da origen al especialismo del cuerpo. El error forma parte del pensamiento, de la mente, por lo que no afecta tan sólo a un cuerpo, sino a todas las mentes que comparten la misma idea. Es por ello que Jesús nos dice en este punto que "ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado". Pero la buena noticia debemos festejarla, dado que Jesús continúa diciéndonos: "Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor".

Podemos creer que estamos separados al percibir los cuerpos separados; sin embargo, el hecho de compartir esa visión no nos lleva al reconocimiento de que estamos compartiendo las mentes.

La razón y el amor nos llevarán a utilizar la visión de la unidad de las mentes para reconocer que tenemos el poder de curar a los demás, en la medida en que nos curamos a nosotros mismos. Esa curación se aplica a la mente, sanando las falsas creencias que nos llevan a la percepción errónea.

8En el hecho de que tú y tu hermano estáis unidos reside vues­tra salvación: el regalo del Cielo, no el del miedo. 2¿Consideras acaso que el Cielo es una carga para ti? 3En la locura lo es. 4Sin embargo, lo que la locura ve tiene que ser disipado por la razón. 5La razón te asegura que el Cielo es lo que quieres y lo único que quieres. 6Escucha a Aquel que te habla con raciocinio y que pone tu razón en armonía con la Suya. 7Resuélvete a dejar que la razón, sea el medio por el que Él te indique cómo dejar atrás la demen­cia. 8No te ocultes tras la demencia para escapar de la razón. 9Lo que la locura encubriría, el Espíritu Santo lo pone al descubierto para que todo el mundo lo contemple con júbilo.

Cuando leo estas líneas, este mensaje, me pregunto cómo es posible que no decidamos transformar nuestras creencias y poner fin a la demencia, a la sinrazón. No es difícil llegar a esa conclusión cuando se nos muestran los efectos causados por la mente demente. Sin embargo, no dejo de comprender que nuestra resistencia a abandonar el sistema de pensamiento del ego basado en el deseo de ser especial debe tener un profundo arraigo en nuestra actual conciencia.

Los estudios científicos llevados a cabo en el funcionamiento del cerebro nos revelan que nuestro comportamiento está gobernado por nuestros hábitos, de tal modo que funciones muy específicas del organismo son inconscientes y autónomas. Estas respuestas se han originado a base de repetir una y otra vez los mismos hábitos.

Esta cuestión, que a priori nos puede llevar al pesimismo, no lo es, dado que, si conocemos el modo de cómo crear un hábito para que se convierta en un acto autónomo, podremos elegir cambiar los viejos comportamientos por nuevos y modificar nuestra realidad.

En este sentido, si nuestras respuestas automatizadas nos llevan a comportamientos que no nos aportan paz y felicidad, lo que tenemos que cambiar es la fuente original del pensamiento erróneo y sustituirlo por el correcto. Crear ese nuevo pensamiento y sentir la emoción de que es bueno para nuestra conciencia, unido al agradecimiento por visualizarlo como una realidad hecha, nos permitirá gozar de dicha realidad en los mismos términos que los hemos creado, desde la paz y la felicidad.

jueves, 10 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 191

LECCIÓN 191

Soy el santo Hijo de Dios Mismo.

1. He aquí la declaración de tu liberación de las cadenas del mundo. 2he aquí asimismo la liberación del mundo entero. 3No te das cuenta de lo que has hecho al asignarle al mundo el papel de carcelero del Hijo de Dios. 4¿Qué podría ser entonces sino un mundo depravado y temeroso, amedrentado por las sombras, vengativo y salvaje, desprovisto de razón, ciego y enajenado por el odio?

2. ¿Qué has hecho para que éste sea tu mundo? 2¿Qué has hecho para que sea eso lo que ves? 3Niega tu Identidad, y ése es el resul­tado. 4Contemplas el caos y proclamas que eso es lo que tú eres. 5No ves nada que no dé testimonio de ello. 6No hay sonido que no te hable de la flaqueza que hay dentro y fuera de ti; ni aliento que respires que no parezca acercarte más a la muerte; ni esperanza que alientes que no haya de acabar en llanto.

3. Niega tu verdadera Identidad y no podrás escaparte de la locura que dio lugar a este extraño, antinatural y fantasmal pensa­miento que se burla de la creación y se ríe de Dios. 2Niega tu verdadera Identidad, y te enfrentas al universo solo, sin un amigo: una diminuta mota de polvo contra legiones de enemigos. 3Niega tu verdadera Identidad y contemplarás la maldad, el pecado y la muerte, y verás la desesperanza arrebatarte de las manos todo vestigio de esperanza, dejándote solamente con ansias de morir.

4. Sin embargo, ¿qué podría ser esto sino un juego en el que pue­des negar tu Identidad? 2Eres tal como Dios te creó. 3Creer cual­quier otra cosa es absurdo. 4Con este solo pensamiento todo el mundo se libera. 5Con esta sola verdad desaparecen todas las ilu­siones. 6Con este solo hecho se proclama que la impecabilidad es eternamente parte integral de todo, el núcleo central de su exis­tencia y la garantía de su inmortalidad.

5. Deja que la idea de hoy encuentre un lugar entre tus pensa­mientos, y te habrás elevado muy por encima del mundo, así como por encima de todos los pensamientos mundanos que lo mantienen prisionero. 2desde este lugar de seguridad y escape retornarás a él y lo liberarás. 3Pues aquel que puede aceptar su verdadera Identidad realmente se salva. 4su salvación es el regalo que les hace a todos, como muestra de gratitud hacia Aquel que le mostró el camino a la felicidad que cambió toda su perspec­tiva acerca del mundo.

6. Basta con un solo pensamiento santo como éste para liberarte: tú eres el santo Hijo de Dios Mismo. 2Y con este pensamiento santo comprendes asimismo que has liberado al mundo. 3No tie­nes necesidad de usarlo cruelmente, y luego percibir esa misma necesidad en él. 4Lo liberas de tu aprisionamiento. 5No verás una imagen devastadora de ti mismo vagando por el mundo llena de terror, mientras que éste se retuerce en agonía porque tus miedos han dejado impreso en su corazón el sello de la muerte.

7. Alégrate hoy de cuán fácilmente desaparece el infierno. 2No necesitas más que decirte a ti mismo:

3Soy el santo Hijo de Dios Mismo. 4No puedo sufrir ni sentir dolor; no puedo sufrir pérdidas ni dejar de hacer todo lo que la salvación me pida.

5Y con ese pensamiento todo lo que contemples cambiará por completo.


8. Un milagro ha iluminado todas las lúgubres y viejas cavernas en las que los ritos de la muerte reverberaban desde los orígenes del tiempo: 2Pues el tiempo ya no tiene dominio sobre el mundo. 3El Hijo de Dios ha venido radiante de gloria a redimir a los que estaban perdidos, a salvar a los desvalidos y a darle al mundo el regalo de su perdón. 4¿Quién podría ver el mundo como un lugar siniestro y pecaminoso cuando el Hijo de Dios ha venido por fin a liberarlo nuevamente?

9. Tú que te percibes a ti mismo como débil y frágil, lleno de vanas esperanzas y de anhelos frustrados; nacido sólo para morir, llorar y padecer, escucha esto: se te ha dado todo poder en la tierra y en el Cielo. 2No hay nada que no puedas hacer. 3Juegas el juego de la muerte, el de ser impotente, el de estar lamentablemente encadenado a la disolución en un mundo que no tiene misericor­dia contigo. 4No obstante, cuándo tengas misericordia con él, su misericordia resplandecerá sobre ti.

10. Deja entonces que el Hijo de Dios despierte de su sueño, y que al abrir sus ojos santos, regrese para bendecir el mundo que él fabricó. 2Éste nació de un error, pero acabará en el reflejo de la santidad del Hijo de Dios. 3Y éste dejará de dormir y de soñar con la muerte. 4Únete a mí hoy. 5Tu gloria es la luz que salva al mundo. 6No sigas negándote a conceder la salvación. 7Contempla el mundo que te rodea, y observa el sufrimiento que se abate sobre él. 8¿No está acaso dispuesto tu corazón a llevarles descanso a tus fatigados hermanos?

11. Ellos tienen que esperar hasta que tú te liberes. 2Permanecen encadenados hasta que tú seas libre. 3No pueden ver la misericor­dia del mundo hasta que tú la encuentres en ti mismo. 4Sufren hasta que tú niegues que el dolor te atenaza. 5Mueren hasta que tú aceptes tu propia vida eterna. 6Eres el santo Hijo de Dios Mismo. 7Recuerda esto, y el mundo entero se libera. 8Recuerda esto, y la tierra y el Cielo son uno.


¿Qué me enseña esta lección?

Hoy es un día de liberación.

Me libero de mi falsa identidad, me libero del ego.
Me libero de mi errónea creencia en la separación.
Me libero de mi falsa creencia en que soy el cuerpo físico.
Me libero de la culpabilidad.
Me libero del miedo.
Me libero de la creencia en el castigo como la única vía para alcanzar la redención.
Me libero del sufrimiento y del sacrificio.
Me libero del odio, del rencor, del victimismo, del dolor y de la tristeza.
Me libero de la enfermedad.

Hoy es un día de liberación, pues tomo plena conciencia de quién soy.

Soy el Hijo de Dios y, como tal, soy potencialmente un Ser Creador. Perfecto.  Libre. Impecable e Inocente. Soy Uno con mi Padre y con mis hermanos.

Soy el santo Hijo de Dios Mismo. No puedo sufrir ni sentir dolor; no puedo sufrir pérdidas ni dejar de hacer todo lo que la salvación me pida.

Amén.

Ejemplo-Guía: "Practicando la liberación"

Sí, tan solo una cosa nos pide la Salvación: dejar de creer falsamente en la identidad del ego y sustituirla por la certeza de que somos el Santo Hijo de Dios Mismo.

No deben ser palabras bonitas que por un instante nos eleven la conciencia.  Debemos ser conscientes de que el sueño y el mundo que en él hemos fabricado nos ofrecen el escenario propicio para que tomemos conciencia de lo que somos.

La criatura, mientras se encuentra en el vientre materno, se encuentra directamente conectada a su creador y es alimentada y protegida por su creador.  Una vez que sale al mundo exterior, esa conexión creador-hijo se sigue manteniendo, pero el hijo llega a creer que, al estar separados sus cuerpos, ya no existe.  Pero esa creencia es un error, al igual que es un error el creer que nos encontramos separados de nuestro Creador.

El pensamiento sigue a su fuente.  Somos fruto de la emanación creadora de la Mente de Dios, y por ello, somos tal y como nos ha creado.  Pero el uso de los atributos heredados por nuestra condición de hijos nos llevó a fabricar un mundo anexo donde la conciencia de separación dio lugar a un estado de demencia y sueño.


Pero como bien nos dice la lección de hoy, se nos ha dado poder en la Tierra y en el Cielo, lo que significa que, de la misma manera que hemos sido capaces de fabricar un mundo ilusorio, podemos dejar que sus leyes caóticas dejen de aprisionarnos.


Ese paso de la oscuridad a la luz se ha dado en llamar despertar.  Nos encontramos en ese tránsito de conciencia.  Ya sabemos que somos los soñadores del sueño y nos queda despertar totalmente de ese sueño.

Mientras que esto ocurre, debemos utilizar este mundo con la luz que nos dispensa el Espíritu Santo.  Sabemos que este mundo no es real, pero lo usaremos como vía de comunicación y, a través de él, experimentaremos la salvación, poniendo en uso nuestra única y verdadera función: la de perdonar.

El perdón es un concentrado de amor, de liberación, de desapego, de unidad, de servicio, de humildad, y cuando forma parte de nuestro interior, la respuesta que emana de nosotros es el regalo que debemos ofrecer al mundo, y en ese acto de expansión, conservar lo que hemos dado.

Practicar la liberación conlleva un acto de consciencia que nos lleva a la certeza de que somos una unidad con todo lo creado.  Desde ese estado de ser, dejamos de sentir el ataque y dejamos las defensas que utilizamos para protegernos de esos ataques, la indefensión se convierte en nuestra seguridad y en nuestra fortaleza.

Practicar la liberación nos lleva al desapego, a superar el miedo con el desprendimiento y en ese juego ejecutamos la condición natural del Ser, la capacidad de dar sin temor a perder.


Practicar la liberación nos lleva a la coherencia, a pensar, sentir y hacer siguiendo un mismo patrón. Este estado nos lleva a experimentar un estado saludable de bien-ser que produce estados de salud y abundancia; de paz, armonía y felicidad.


Practicar la liberación ha de permitirnos ver las cosas de manera diferente; ha de llevarnos a un estado de presencia, pero de no pertenencia.  Estaremos en el mundo, pero no seremos prisioneros de sus dementes leyes.  La tristeza será sustituida por una permanente sonrisa que contagiará la confianza necesaria para ir más allá de las apariencias.


Hoy elegimos ser el Santo Hijo de Dios.


Reflexión: Eres tal como Dios te creó. ¿Cómo te sientes con esta afirmación?

Capítulo 21. VI. La razón en contraposición a la locura (3ª parte).

VI. La razón en contraposición a la locura (3ª parte) .

5. El cuerpo no te separa de tu hermano, y si crees que lo hace estás loco. 2Pero la locura tiene un propósito, y cree también dis­poner de los medios que lo pueden convertir en realidad. 3Ver el cuerpo como una barrera que separa aquello que la razón te dice que no puede sino estar unido, sólo puede ser una locura. 4Y no lo podrías ver de ese modo si escuchases la voz de la razón. 5¿Qué puede haber que se interponga entre lo que es un conti­nuo? 6si nada se interpone, ¿cómo se podría excluir de otras partes lo que pasa a formar parte de cualquiera de ellas? 7Esto es lo que la razón te diría. 8Mas piensa en lo que tendrías que admi­tir si esto fuese así.

Únicamente el estado lucido de la mente puede reconocer lo real de lo ilusorio, lo eterno de lo temporal, el amor del miedo, la razón de la locura. ¿Elegirás la vida o la muerte? ¿Elegirás lo continuo o lo discontinuo? ¿Elegirás el espíritu o al cuerpo?

Tan sólo lo real es verdadero y tan sólo la verdad no aporta paz y felicidad. 

Elegir al maestro, al guía correcto, es nuestra decisión. Nadie nos lo puede imponer. Esta es la única razón por la que debemos ser honestos con lo que pensamos, pues el mundo que percibimos es su efecto, es decir, el fruto de nuestros deseos. Si percibimos un mundo limitado, un mundo de sacrificio y dolor, preguntémonos: ¿cuál es el contenido de nuestros pensamientos? ¿Son limitantes? ¿Creen en la culpabilidad y en el pecado? ¿Creen que pueden hacer daño?

6. Si eliges el pecado en vez de la curación, estás condenando al Hijo de Dios a aquello que jamás puede ser corregido. 2Le dices, con tu elección, que está condenado, separado de ti y de su Padre para siempre, y sin esperanza de jamás poder retornar a salvo. 3Eso es lo que le enseñas, y aprenderás de él exactamente lo que le enseñes. 4Pues lo único que le puedes enseñar es que él es como tú quieres que él sea, y lo que eliges que él sea es lo que eliges para ti. 5Mas no pienses que esto es temible. 6Que estás unido a él es un hecho, no una interpretación. 7¿Cómo puede un hecho ser temible a menos que esté en desacuerdo con lo que tienes en más estima que la verdad? 8La razón te diría que este hecho es tu liberación.

Si en nuestra mente damos cabida a la idea del pecado, nos sentiremos culpables por ello y el peso de esa culpa despertará en nosotros una ira irrefrenable que nos ahogará y de la que buscaremos el modo de cómo deshacernos de ella para que no nos haga más daño. La solución que encontraremos será mantener oculto ese odio, ese sentimiento de culpa y de miedo y delegarlo a nuestro inconsciente. Pero ese "pensamiento oculto" nos acompañará siempre y formará parte de nuestra manera de pensar, de ver las cosas.

Al formar parte de nuestras creencias, proyectaremos sobre los demás el mismo tratamiento que nos estamos aplicando cuando observemos en el otro un comportamiento pecaminoso. Condenaremos sus acciones y lo percibiremos como un peligro para nuestra falsa integridad, la cual tratamos por todos los medios de ocultar y redimir.

El ego, que percibe separación a través de la identidad corporal, no tendrá la lucidez necesaria para reconocer que la visión que tiene del otro es la proyección de sus creencias. No reconocerá que son iguales y que esa igualdad se encuentra en su mente, al compartir las mismas creencias.

En este punto, Jesús nos enseña que esa igualdad será la garantía de que lograremos encontrar el camino de la salvación, pues cuando el odio se transforme en amor, la igualdad de las mentes compartirá esa nueva visión que nos conducirá, juntos, a las puertas del Cielo.

miércoles, 9 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 190

LECCIÓN 190

Elijo el júbilo de Dios en lugar del dolor.

1. El dolor es una perspectiva errónea. 2Cuando se experimenta en cualquier forma que sea, es señal de que nos hemos engañado a nosotros mismos. 3El dolor no es un hecho en absoluto. 4Sea cual sea la forma que adopte, desaparece una vez que se percibe correctamente. 5Pues el dolor proclama que Dios es cruel. 6¿Cómo podría entonces ser real en cualquiera de las formas que adopta? 7El dolor da testimonio del odio que Dios el Padre le tiene a Su Hijo, de la pecaminosidad que ve en él y de Su demente deseo de venganza y de muerte.

2. ¿Es posible acaso dar fe de semejantes proyecciones? 2¿Qué podrían ser sino falsedades? 3El dolor no es sino un testigo de los errores del Hijo con respecto a lo que él cree ser. 4Es un sueño de una encarnizada represalia por un crimen que no pudo haberse cometido; por un ataque contra lo que es completamente inex­pugnable. 5Es una pesadilla en la que hemos sido abandonados por el Amor Eterno, el cual jamás habría podido abandonar al Hijo que creó como fruto de Su Amor.

3. El dolor es señal de que las ilusiones reinan en lugar de la verdad. 2Demuestra que Dios ha sido negado, confundido con el miedo, percibido como demente y considerado como un traidor a Sí Mismo. 3Si Dios es real, el dolor no existe. 4Mas si el dolor es real, entonces es Dios Quien no existe. 5Pues la venganza no forma parte del amor. 6Y el miedo, negando el amor y valiéndose del dolor para probar que Dios está muerto, ha demostrado que la muerte ha triunfado sobre la vida. 7El cuerpo es el Hijo de Dios, corruptible en la muerte y tan mortal como el Padre al que ha asesinado.

4. ¡Que la paz ponga fin a semejantes necedades! 2Ha llegado el momento de reírse de ideas tan absurdas. 3No es necesario pen­sar en ellas como si fuesen crímenes atroces o pecados secretos de graves consecuencias. 4¿Quién sino un loco podría pensar que son la causa de algo? 5Su testigo, el dolor, es tan demente como ellas, y no se debe tener más miedo de él que de las dementes ilusiones a las que ampara, y que trata de demostrar que no pue­den sino seguir siendo verdad.

5. Son únicamente tus pensamientos los que te causan dolor. 2Nada externo a tu mente puede herirte o hacerte daño en modo alguno. 3No hay causa más allá de ti mismo que pueda abatirse sobre ti y oprimirte. 4Nadie, excepto tú mismo, puede afectarte. 5No hay nada en el mundo capaz de hacerte enfermar, de entriste­certe o de debilitarte. 6Eres tú el que tiene el poder de dominar todas las cosas que ves reconociendo simplemente lo que eres. 7Conforme percibas su inocuidad, ellas aceptarán como suya tu santa voluntad. 8Y lo que antes inspiraba miedo se convierte ahora en una fuente de inocencia y santidad.

6. Santo hermano mío, piensa en esto por un momento: el mundo que ves no hace nada. 2No tiene efectos. 3No es otra cosa que la representación de tus pensamientos. 4será completamente dis­tinto cuando elijas cambiar de parecer y decidas que lo que real­mente deseas es el júbilo de Dios. 5Tu Ser se alza radiante en este santo júbilo, inalterado e inalterable por siempre jamás. 6¿Le nega­rías a un pequeño rincón de tu mente su propia herencia y lo conservarías como hospital para el dolor, como un lugar enfermizo a donde toda cosa viviente tiene que venir finalmente a morir?

7. Tal vez parezca que el mundo te causa dolor. 2Sin embargo, al no tener causa, no tiene el poder de ser la causa de nada. 3Al ser un efecto, no puede producir efectos. 4Al ser una ilusión, es lo que tú deseas que sea. 5Tus vanos deseos constituyen sus pesares. 6Tus extraños anhelos dan lugar a sus sueños de maldad. 7Tus pensamientos de muerte lo envuelven con miedo, mientras que en tu benévolo perdón halla vida.

8. El dolor es la forma en que se manifiesta el pensamiento del mal, causando estragos en tu mente santa. 2El dolor es el rescate que gustosamente has pagado para no ser libre. 3En el dolor se le niega a Dios el Hijo que Él ama. 4En el dolor el miedo parece triunfar sobre el amor, y el tiempo reemplazar a la eternidad y al Cielo. 5Y el mundo se convierte en un lugar amargo y cruel, donde reina el pesar y donde los pequeños gozos sucumben ante la embestida del dolor salvaje que aguarda para trocar toda alegría en sufrimiento.

9. Rinde tus armas, y ven sin defensas al sereno lugar donde por fin la paz del Cielo envuelve todas las cosas en la quietud. 2Aban­dona todo pensamiento de miedo y de peligro. 3No permitas que el ataque entre contigo. 4Depón la cruel espada del juicio que apuntas contra tu propio cuello, y deja a un lado las devastadoras acometidas con las que procuras ocultar tu santidad.

10. Así entenderás que el dolor no existe. 2Así el júbilo de Dios se vuelve tuyo. 3Éste es el día en que te es dado comprender plena­mente la lección que encierra dentro de sí todo el poder de la salvación: el dolor es una ilusión; el júbilo es real. 4El dolor es dormir; el júbilo, despertar. 5El dolor es un engaño; y sólo el júbilo es verdad.

11. Por lo tanto, volvemos nuevamente a optar por la única alter­nativa que jamás se puede elegir, ya que sólo elegimos entre las ilusiones y la verdad, entre el dolor y el júbilo, entre el Cielo y el infierno. 2Que la gratitud hacia nuestro Maestro invada nuestros corazones, pues somos libres de elegir nuestro júbilo en vez de dolor, nuestra santidad en vez de pecado, la paz de Dios en vez de conflicto y la luz del Cielo en lugar de las tinieblas del mundo.


¿Qué me enseña esta lección?

¿Quién puede desear el dolor a la dicha?
¿Quién puede desear el miedo al amor?
¿Quién puede desear el castigo al perdón?
¿Quién puede desear la guerra, a la paz?
¿Quién puede desear la enfermedad a la salud?
¿Quién puede desear la muerte a la vida?
¿Quién puede desear la separación, a la Unidad?
¿Quién puede desear la temporalidad a la eternidad?

Tan sólo el ego puede desear esas cosas, antes que reconocer que su identidad es errónea.

Somos Hijos de Dios, y nuestra identificación con el mundo material, ilusorio y temporal, nos ha llevado a experimentar el sueño de la separación.  Creemos ser un cuerpo que nace y culmina su misión con la muerte. Vivimos identificados con la creencia en la culpa y nos vengamos del cuerpo haciéndolo el máximo responsable de todo cuanto nos ocurre.

Creemos en el sacrificio y en el sufrimiento como vías expiatorias de la culpa que sentimos; nos vemos expatriados de nuestro verdadero hogar y sentimos temor por Aquel que nos ha expulsado del mundo paradisíaco.

Añoramos la felicidad, pero confundimos que la felicidad no depende de factores externos, sino que debemos descubrirla en nuestro interior, pues forma parte de nuestra verdadera esencia: es nuestra decisión ser lo que somos.

Hoy elijo ser lo que soy: Espíritu Divino. A salvo, sano y pleno.  Libre de toda limitación. Libre para perdonar.  Libre para salvar al mundo.


Ejemplo-Guía:  "Si eliges ser un cuerpo, el dolor lo harás real; si eliges ser un Espíritu, el dolor es una ilusión".

El Curso que estamos estudiando nos deja muy claro que el mundo que percibimos es fruto de nuestra mente.  Nos deja muy claro que es ilusorio y temporal y que su realidad niega nuestra verdadera identidad.

Es en este sentido que vamos a analizar el motivo del ego para dar valor y significado a la experiencia corporal y todos los efectos a los que asocia dicho cuerpo: dolor, ataque, necesidad, enfermedad, castigo, muerte, etc.

Sin dolor, el cuerpo no existiría.  Sin la muerte, el propio ego tendría dudas sobre la existencia de aquello que ha fabricado.  El tiempo se convierte en su mejor aliado para dar testimonio de la evolución y decrepitud de su fabricación, de su obra maestra, el cuerpo. Sin esas señales, que se convierten en profundas huellas en las que recrearse haciendo uso del recuerdo, del pasado, el ego no tendría referencia de su existencia.

El cuerpo no es nuestra realidad verdadera.  Esa idea debe calar en nuestra mente y ha de llevarnos al despertar del sueño donde el cuerpo es el principal protagonista y guionista de lo que llamamos vida.  Tanto es así que nuestra conciencia no nos permite creer en otra realidad que no seamos capaces de percibir con los sentidos del cuerpo.  Aquello que no percibo, no existe, y esa visión niega nuestra verdadera identidad, la cual no es de este mundo.

¿Qué podemos hacer para vivir dentro del sueño sin dolor?  Educar la mente, pues la mente es la única causa de la ilusión.  Educar la mente requiere práctica y dedicación.  No basta con pensar que el dolor no es real para, de forma inmediata, dejar de sentir dolor. Aunque es verdad que la nueva visión ha de llevarnos a ver las cosas de otra manera y, por lo tanto, a percibirlas de manera diferente, comienza con un cambio de pensamiento.

Tal vez deberíamos marcarnos una ruta.  Por ejemplo, dejar de dar valor y significado a las cosas que vemos y percibimos.  Dejar de juzgar dualmente.  Con esta práctica, estaremos alejándonos del arraigado hábito que nos mantiene prisioneros del mundo material y de su credibilidad.

El dolor forma parte del inconsciente colectivo de la humanidad.  Podríamos decir que, junto a la muerte, es el arma secreta que guarda celosamente el ego para mantenernos estrechamente conectados con el cuerpo y con el pensamiento de realidad que trata de imponerle.

Si sentimos dolor, no podremos negar la realidad del cuerpo.  Este es el firme argumento del ego.  Pero la clave de su debilidad se encuentra en que se trata de una creencia y, por lo tanto, de una fabricación de nuestra mente.  Por lo tanto, podemos ir a la causa y corregir el error inicial que nos ha llevado a creer en esa ilusión.

Cuando sientas dolor, no le tengas miedo.  Míralo, obsérvalo y mentalmente déjalo marchar.  Mentalmente, piensa que no lo necesitas para nada, pues estás directamente conectado a la Fuente que te creó y no tienes nada que temer.



Reflexión:  ¿Para qué necesitamos el dolor?