sábado, 16 de agosto de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 228

LECCIÓN 228

Dios no me ha condenado. Por lo tanto, yo tampoco me he de condenar.

1. Mi Padre conoce mi santidad. 2¿Debo acaso negar Su conoci­miento y creer en lo que Su conocimiento hace que sea imposi­ble? 3¿Y debo aceptar como verdadero lo que Él proclama que es falso? 4¿O debo más bien aceptar Su Palabra de lo que soy, toda vez que Él es mi Creador y el que conoce la verdadera condición de Su Hijo?.

2. Padre, estaba equivocado con respecto a mí mismo porque no recono­cía la Fuente de mi procedencia. 2No me he separado de ella para aden­trarme en un cuerpo y morir. 3Mi santidad sigue siendo parte de mí, tal como yo soy parte de Ti. 4Mis errores acerca de mí mismo son sueños. 5Hoy los abandono. 6Y ahora estoy listo para recibir únicamente Tu Palabra acerca de lo que realmente soy.


¿Qué me enseña esta lección?

¡Despierta! Deja de castigarte. Deja de sentir temor por el castigo divino. Deja de sentirte merecedor del dolor y del castigo. No eres culpable de nada. No has pecado. Has querido emular a tu Creador, dando vida a una voluntad que te ha llevado a creer que has traicionado a tu Hacedor.

Eso no es posible. Eso nunca ocurrió. Pon en manos del Espíritu Santo tus asuntos y pídele Expiación para corregir esos errores.

Has olvidado tu santidad, pero Dios, nuestro Padre, te lo recuerda. Él está permanentemente a tu lado, en espera de que su Hijo despierte del sueño de la ilusión.

Si nos condenamos; si nos juzgamos, estaremos privándonos de amor. Toda condena es una invitación al miedo y un rechazo del amor. Si nos condenamos, veremos la condena en el otro y, para protegernos de lo que interpretaremos como un ataque, atacaremos, en señal de venganza.


Ejemplo-Guía: ¿Es necesario creer en Dios para tomar conciencia de nuestra inocencia y de nuestra impecabilidad? 

¿Eres creyente? ¿Dios existe?

Tal vez pienses que esta pregunta está fuera de lugar y des por hecho que todos los estudiantes de Un Curso de Milagros son creyentes y participan de la existencia de Dios.

Bueno, nos vamos a entretener un poco y, para hacerlo más interesante, haré una declaración con tintes polémicos: yo no "creo" en Dios y tampoco "creo" en que Dios exista tal y como solemos utilizar esos términos. Os anticipo, antes de que aporte más información sobre este debate, que las creencias sobre la existencia de Dios han dado, a lo largo de la historia, más de un guion sangriento como consecuencia de las guerras basadas en creencias religiosas. "Yo creo en Dios-Yo no creo en Dios: pues nos peleamos a ver quién tiene la razón".

Las creencias, estoy seguro de que te sonará, pertenecen al modo de pensar del ego. Tanto es así que el pensamiento original que dio lugar a la creencia en la separación es la causa-madre que ha parido el resto de creencias que nos llevan a identificarnos con un mundo separado y dividido, con un mundo basado en el miedo y en la culpa.

No hace mucho, me encontré con unos escritos que hablan sobre el tema de la creencia y la existencia en Dios. Su autor es Emilio Carrillo y el título del libro es Dios. Os dejo unas líneas que considero interesantes:

“Creencia” y “existencia” de Dios.

Hola, Emilio… ¿Podemos comenzar esta conversación con una cuestión muy directa y que requiere una respuesta franca y, hasta cierto punto, comprometida?

¡Claro! ¿Para qué, si no, ha querido la Providencia que mantengamos este encuentro…?

¿Eres “creyente”?

No.

¿Existe Dios?

No.

Te agradezco tu sinceridad y que no te andes por las ramas. Pero, entonces, ¿por qué hablas tanto de Dios en tus charlas y textos?

¡Cómo no voy a hacerlo cuando Dios es Todo y se manifiesta y acontece a cada instante!

Si esto es así, no comprendo tus contestaciones previas.

Me has preguntado si soy “creyente”, que deriva del verbo “creer”, y si Dios “existe”, conjugación del verbo “existir”. ¿Me permites que acudamos al Diccionario de la Academia de la Lengua para verificar el significado de “creer” y “existir”?

¡Tú mismo…!

En lo relativo a “creer”, el Diccionario señala siete acepciones. La primera es “Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado”. La segunda, “Dar firme asenso a las verdades reveladas por Dios”. Y la sexta acepción se refiere, sin ambages, a “creer en Dios”. En cuanto a “existir”, la Academia ofrece tres posibles usos: “Dicho de una cosa, ser real y verdadera”; “tener vida”; y “haber, estar o hallarse”.

Aplicado al caso, lo que el Corazón y mi experiencia consciencial y espiritual me indican es que ninguna de estas definiciones o determinaciones tienen nada que ver con Dios. ¡Absolutamente nada!

Porque el entendimiento humano sí puede “alcanzar” a Dios, ya que Dios es, íntima y primordialmente, cada uno de nosotros. Y Dios no puede “revelarnos” nada, pues no es ajeno o distinto a nosotros mismos y la “revelación” exige una diferenciación y una separación entre quien la da y quien la recibe. Por ello, con relación a Dios, de nada valen ni el verbo “creer” ni la expresión “creyente”.

Y porque Dios no es una “cosa”, ni “tiene” vida, ni “está” ni se “halla” en parte alguna, tampoco en el célebre Cielo. Por lo que a Dios tampoco le es de asignación el verbo “existir”, ni cabe, por tanto, afirmar que “Dios existe”. 

Más adelante, formando parte del contenido de otra pregunta, Emilio concluye con una reflexión con la cual me siento totalmente identificado:

"En este escenario y atendiendo a tu pregunta, es indudable que son numerosas las personas que, en el lenguaje cotidiano, se declaran “creyentes” o hablan de “creer” en Dios o de que Dios “existe”. Y es perfecto, no pasa nada. Simplemente, en su proceso evolutivo, aún no han tomado consciencia de que así, desde sus pensamientos, ideas y esquemas mentales, están marcando una división y una distancia y fabricando una frontera entre Dios y ellas, lo que conduce a la visión de Dios como algo o alguien “exterior”. Pero esa escisión y esa barrera son sólo una ficción mental; no son reales". 

En efecto, creer en un Dios externo es una declaración propia de los juicios del ego. Si somos Hijos de Dios y hemos sido emanados de Su Mente como una expansión creadora, no podemos ser diferentes a como Dios nos ha creado, es decir, no podemos ser un cuerpo separado de Su fuente, sino la esencia misma de la Fuente.

Concluyo con una reflexión: Si Dios hubiese condenado a su Hijo, en realidad, se habría condenado a Sí Mismo. De igual manera, cada vez que condenamos a un hermano, lo que estamos haciendo es condenarnos a nosotros mismos.


Reflexión: ¿Puedo  "ser" algo separado de Dios?

viernes, 15 de agosto de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 227

LECCIÓN 227

Éste es el instante santo de mi liberación.

1. Padre, hoy es el día en que me libero porque mi voluntad es la Tuya. 2Pensé hacer otra voluntad. 3Sin embargo, nada de lo que pensé aparte de Ti existe. 4Y soy libre porque estaba equivocado y las ilusiones que abri­gaba no afectaron en modo alguno mi realidad. 5Ahora renuncio a ellas y las pongo a los pies de la verdad, a fin de que sean para siempre borradas de mi mente. 6Éste es el instante santo de mi liberación. 7Padre, sé que mi voluntad es una con la Tuya.

2. Y de esta manera, nos encontramos felizmente de vuelta en el Cielo, del cual realmente jamás nos ausentamos. 2En este día el Hijo de Dios abandona sus sueños. 3En este día el Hijo de Dios regresa de nuevo a su hogar, liberado del pecado y revestido de santidad, habiéndosele restituido finalmente su mente recta.


¿Qué me enseña esta lección?

Si nos seguimos identificando con el cuerpo; si creemos que ese envoltorio representa nuestra identidad, nuestra realidad, nuestra verdad, entonces es que aún permanecemos “dormidos”.

Ese estado de conciencia nos lleva a creer que permanecemos separados de nuestro Creador. Nos lleva a creer que hemos actuado de manera contraria a las leyes de Dios; a creer en el pecado; a creer que debemos sufrir las consecuencias de nuestro acto pecaminoso y, para ello, justifica y da la bienvenida al castigo, al sufrimiento, al dolor. Nos lleva a creer que debemos sentir temor de nuestro Padre, pues Él ha juzgado nuestra acción creadora como un agravio a su Voluntad y nos ha expulsado del Paraíso Terrenal.

Pero hoy es un día dichoso y feliz, pues nuestra consciencia despierta de su sueño y dirige su mirada hacia la única y verdadera realidad, lo que le permite ver lo que somos: Un Ser Espiritual.

Ese despertar nos permite tener la certeza de que somos inocentes; de que somos el Santo Hijo de Dios; de que somos perfectos; de que somos uno con nuestro Padre y con su Filiación; de que somos abundantes y felices; de que contribuimos conscientemente en el Plan Divino de Salvación, ejecutando fielmente nuestra función, el perdón.

Ejemplo-Guía: "Me pregunto, ¿habrá una señal que me indique cuál es el instante santo de mi liberación?

Podría ser una inquietud compartida por muchos estudiantes. ¿Cómo sabremos que estamos preparados para la liberación?

En muchas ocasiones, participamos de la creencia de que nuestra liberación está en manos de algún maestro, de algún gurú, de alguien de condición santa. Intuyo que no hay un solo camino que nos conduzca al instante santo del despertar. Pero creo que, independientemente del camino elegido para alcanzar la meta, lo importante es que debemos lograr un nivel de consciencia, que sin duda será igual para todos los aspirantes: la consciencia de la Unidad con nuestro Creador.

Los maestros, gurús y personas santas que encontremos en el camino, podemos verlas como las señales de tráfico que anuncian al conductor las muchas variantes de la carretera, pero ellos no pueden aportarnos, ni vendernos, el instante en el que se produce el despertar. Ese instante santo es una experiencia que nos conduce a la percepción verdadera, la que nos ilumina y nos permite comprobar que siempre hemos sido el soñador de nuestros sueños.


Enseñanzas como la que estamos estudiando realizan el mismo papel que los maestros y guías espirituales. Nos aportan una información que debemos completar llevándola a la experiencia. La teoría no debemos confundirla con la iluminación. Puedo ser un magnífico disertador de las enseñanzas, aglutinar grandiosos foros y, sin embargo, mi conciencia permanece identificada con el mundo de la percepción.


Conocemos las señales del mundo del ego. Todas ellas se fundamentan en el miedo, en la culpa y en el dolor como vía redentora. Mientras que nuestros pensamientos rindan culto a esos falsos ídolos, seguiremos perteneciendo a este mundo.


Cuando las viejas ataduras dejen de mantenernos prisioneros de las tenebrosas voces del miedo, entonces estaremos preparados para recibir ese instante liberador que nos anuncie que nos hemos salvado de este mundo. No importa que permanezcamos en él por un tiempo, pues ya no lo identificaremos como nuestro verdadero hogar, y sus regalos han dejado de satisfacernos.


Te bendigo, hermano, si llegado este día, has degustado las mieles de la iluminación.


Reflexión: Respiro profundamente. Miro el mundo y no veo en él nada que tenga valor. La ilusión da paso a la verdad y me siento liberado. Gratitud.

Capítulo 22. VI. La luz de la relación santa (1ª parte).

VI. La luz de la relación santa (1ª parte).

1. ¿Deseas la libertad del cuerpo o la de la mente? 2Pues no pue­des tener ambas. 3¿Qué valoras más, el cuerpo o la mente? 4¿Cuál de ellos es tu objetivo? 5Pues a uno de ellos lo ves como un medio; al otro como un fin. 6uno de ellos tiene que servir al otro y dejar que predomine, realzando su importancia al disminuir la suya propia. 7Los medios sirven al fin, y a medida que el fin se alcanza, el valor de los medios disminuye, quedando totalmente eclipsa­dos cuando se reconoce que ya no tienen función alguna. 8Todo aquel que anhela la libertad tratará de encontrarla. 9Pero la bus­cará donde cree que está y donde cree que puede hallarla. 10Creerá que es igualmente posible alcanzar o bien la libertad de la mente o bien la del cuerpo, y elegirá a uno de ellos para que sirva al otro como medio para encontrarla.

Desde que René Descartes, el padre de la ciencia mecanicista que ha imperado hasta hace poco, estableciera los postulados que han prevalecido sobre las creencias de que lo material prevalece sobre la mente y que el estudio de la mente, al no responder a las leyes de las ecuaciones matemáticas, no puede ser estudiado por la ciencia, sino por la iglesia, al entender que la mente es cosa de Dios.

Dichas leyes y postulados fueron reforzados por las teorías de Isaac Newton y constituyen los cimientos no sólo de la dinámica clásica, sino también de la física clásica en general. Aunque incluyen ciertas definiciones y en cierto sentido pueden verse como axiomas, Newton afirmó que estaban basadas en observaciones y experimentos cuantitativos; ciertamente no pueden derivarse a partir de otras relaciones más básicas. La demostración de su validez radica en sus predicciones. La validez de esas predicciones fue verificada en todos y cada uno de los casos durante más de dos siglos.

Gracias a las aportaciones procedentes de la física cuántica, las leyes deterministas que han prevalecido hasta ahora son puestas en entredicho cuando son estudiadas las partículas subatómicas, dando lugar a nuevas afirmaciones sobre la realidad del universo. Lo que antes era todo materia, ahora se nos presenta como probabilidades, como ondas, que tan sólo adquieren la condición material cuando son observadas y no antes.

Son avances interesantes en el rígido sistema de la física que nos invitan a abrir nuestras mentes con la intención de aceptar una percepción verdadera del universo. 

El cuerpo debe ser entendido como un medio para ayudarnos a alcanzar el fin de utilizar la mente, donde se encuentra nuestro poder creativo.

Os recomiendo la lectura del libro titulado "Deja de ser tú", escrito por Joe Dispenza.

2. Cuando se ha elegido la libertad del cuerpo, la mente se usa como un medio cuyo valor reside en su habilidad de ingeniar medios para conseguir la libertad del cuerpo. 2Pero dado que liberar al cuerpo no tiene sentido, la mente se ha puesto al servi­cio de las ilusiones. 3Esta situación es tan contradictoria e imposi­ble que cualquiera que la elija no tiene idea de lo que es valioso. 4Mas aun en esta confusión -tan profunda que es indescripti­ble- el Espíritu Santo espera pacientemente, tan seguro del resultado final como del Amor de Su Creador. 5Él sabe que esa decisión descabellada la tomó uno a quien Su Creador ama tanto como el amor se ama a sí mismo.

Desde el punto de vista cuántico, el universo es un infinito campo de posibilidades que se encuentra en estado potencial en espera de que nuestra elección le permita transformar su condición de onda en partícula, o lo que es lo mismo, su estado mental favorezca su percepción. El poder de la intención o el uso de la voluntad nos lleva a concentrar nuestra atención en una de esas infinitas posibilidades y, cuando esto ocurre, la elección se convierte en percepción, en nuestra realidad.

Si la mente es utilizada como un medio para alcanzar el logro de un deseo, como por ejemplo el deseo de ser especial, lo que se traduce en que ponemos nuestra atención en ser individuo separado de la fuente de la unidad, ocurrirá que percibiremos el fin perseguido, es decir, percibiremos el cuerpo.

jueves, 14 de agosto de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 226

LECCIÓN 226

Mi hogar me aguarda. Me apresuraré a llegar a él.

1. Puedo abandonar este mundo completamente, si así lo decido. 2No mediante la muerte, sino mediante un cambio de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Si creo que tal como lo veo ahora tiene valor, así seguirá siendo para mí. 4Mas si tal como lo contemplo no veo nada de valor en él, ni nada que desee poseer, ni ninguna meta que anhele alcanzar, entonces ese mundo se ale­jará de mí. 5Pues no habré intentado reemplazar la verdad con ilusiones.

2. Padre, mi hogar aguarda mi feliz retorno. 2Tus Brazos están abiertos y oigo Tu Voz. 3¿Qué necesidad tengo de prolongar mi estadía en un lugar de vanos deseos y de sueños frustrados cuando con tanta facilidad puedo alcanzar el Cielo?

¿Qué me enseña esta lección?

Puedo estar en el mundo y no pertenecer a él.

De hecho, esa es la única realidad a la que debemos prestar atención.

El error que hay que corregir es la creencia de que nuestra identidad está depositada en el cuerpo físico, otorgándole plenos poderes para dirigir nuestras vidas.

Una vez que tomamos conciencia de que el cuerpo sirve a la mente y al espíritu, podemos utilizar ese vehículo para comunicar las enseñanzas del Padre. Nuestro comportamiento en el mundo físico es una oportunidad para dar testimonio de los valores que somos portadores.

Ver en nuestros hermanos el rostro de la Divinidad nos llevará a amar en vez de atacar, a perdonar en vez de culpar.

No creer en el mundo físico, en sus leyes, así como dejar de desear ser especial, nos liberará de la prisión de la ilusión, del padecimiento, de la culpa, del miedo, del dolor, del sufrimiento, de la enfermedad.

La única ley que debe imperar en el universo es la ley del amor.

Ejemplo-Guía: "Si vivo la vida sin anhelos, la viviré desde la apatía".

Es el planteamiento que muchos estudiantes, al leer esta lección, se hacen. Si nada en este mundo tiene valor, ni significado, si no debemos anhelar metas, ¿cómo debemos vivir?

Este cambio de creencias, de paradigma, identificado como el "no ser", viene acompañado de un profundo miedo. Ese miedo es la principal credencial del ego. El único referente del ego es el cuerpo y su escenario natural, el mundo físico. Si este mundo no tiene significado, si deja de ser la fuente que alimenta nuestros deseos y sacia la sed de nuestros anhelos, es lógico que se produzca la ilusión del miedo, pues sería mirar de frente la realidad de lo que somos y comprobar que hemos estado identificados erróneamente con una realidad ilusoria.

Pero el "no ser" es la única vía que nos conduce al "Ser". Si entendemos lo que esto significa, entenderemos igualmente que podemos vivir en la verdadera plenitud, lo más alejado de la apatía, a pesar de no experimentar la ilusión del anhelo, del deseo de ser especial.

Todos sabemos, a esta altura del camino, lo que significa para el ego el concepto ser. Para el ego, en verdad, dicho concepto no existe si no va acompañado de otros verbos, como tener, poseer, guardar, etc. Para el ego, definir el concepto "ser" es testimoniar de sus pertenencias: soy un cuerpo, alto, bajo; hermoso o grotesco; débil o fuerte; ágil o torpe; enfermo o saludable. Igualmente, testimoniar de sus habilidades, de su formación: soy inteligente o imbécil; soy loco o cuerdo; soy ingeniero o basurero. O testimoniar de sus posesiones: soy abundante o escaso; rico o pobre.

¿Cómo podemos vivir en este mundo, sin marcarnos metas y no ser víctimas de la apatía?

La apatía, al igual que otros estados anímicos, como la soledad, son expresiones que proceden de los profundos miedos propios del ego. La apatía, en el sentido en el que la estamos utilizando, es el resultado inevitable de no utilizar la fuerza del deseo para conquistar metas en el mundo físico. Si prestamos atención a las diferentes fases que sigue el proceso de anhelar una meta hasta conseguirla, nos sorprenderá reconocer que, mientras que el proceso de conquista se lleva a cabo, nos sentimos contagiados de alegría, de emociones que nos agradan. Pero una vez que se ha conquistado la meta y el anhelo desaparece, en muchas ocasiones hace uso de presencia la apatía, pues aquello que hemos conquistado ha dejado de interesarnos. Esta dinámica es propia del mundo físico. La temporalidad y los cambios permanentes no van acordes con el modo en que el ego concibe la búsqueda de la felicidad. La ley de alternancia propia del mundo físico hace imposible el mantener una felicidad permanente. De este modo, el anhelo da paso a la apatía, como si se tratase de los dos polos de un mismo eje.
 

¿Y si cambiamos la fuerza del deseo por la del amor? Muchas veces pensamos que cuando estamos amando, estamos deseando. Nada más lejos de la realidad. El deseo separa y el amor une. El deseo pide ser satisfecho; el amor satisface. Podemos estar realizando cualquier cosa, pues tenemos el deseo de hacerlo y no amar lo que hacemos, pues lo único que pretendemos es ver satisfecha nuestra necesidad. En este sentido, el deseo es una fuente de necesidad, mientras que el amor es una fuente de abundancia.

Dicho esto, no interpretemos que no tener metas significa no amar lo que hacemos; todo lo contrario, el no tener deseos favorece la aparición del amor, la única fuerza que tiene la capacidad de hacer que la felicidad sea una experiencia permanente.

Si siento el deseo de ser médico, ingeniero, agente de bolsa o albañil, para evitar que ese deseo nos conduzca finalmente a la apatía, a la desilusión, a la infelicidad, es llenando ese deseo de amor. Cuando hacemos esto, lo que en verdad estamos haciendo es compartiendo nuestros dones y talentos.


Cuando amas lo que haces, o lo que es lo mismo, cuando el amor se convierte en nuestra identidad, el hecho de que seamos médico o albañil; seamos ricos o pobres; guapos o feos, no será motivo para que dejemos de sentirnos felices. En verdad, es imposible que el Amor juzgue la vida en términos de dualidad, pues el Amor es la condición esencial del Ser.


Reflexión: Vivir en este mundo, sin quedar apegado a él.

Capítulo 22. V. La debilidad y la indefensión (2ª parte).

V. La debilidad y la indefensión (2º parte).

4. ¡Cuán débil es el miedo! 2¡Cuán ínfimo e insensato! 3¡Cuán insignificante ante la silenciosa fortaleza de aquellos a quienes el amor ha unido! 4Tal es tu "enemigo": un ratoncillo asustado que pretende enfrentarse al universo. 5¿Qué probabilidades tiene de ganar?. 6¿Sería acaso difícil ignorar sus débiles chillidos que pre­gonan su omnipotencia y quieren ahogar el himno de alabanza al Creador que perpetuamente y cual una sola voz entonan todos los corazones del universo? 7¿Qué es más fuerte, ese ratoncillo o todo lo que Dios creó? 8No es ese ratón lo que te une a tu her­mano, sino la Voluntad de Dios. 9¿Y podría un ratón traicionar a quienes Dios ha unido?

Jesús, en este punto, utiliza el símil del ratón para referirse a la naturaleza débil del ego en comparación con la fortaleza propia de la obra creada por Dios: Su Hijo.

No es el ratón quien posee el poder de la unión, el poder del amor. El ratón no ha sido creado a imagen y semejanza del Creador. Es el Hijo de Dios quien goza de los atributos de Su Creador. Por lo tanto, ¿nos vamos a identificar con la debilidad del ratoncillo o con la invulnerabilidad del Espíritu?

5. ¡Si tan sólo reconocieseis lo poco que se interpone entre voso­tros y la conciencia de vuestra unión! 2No os dejéis engañar por la ilusión de tamaño, espesor, peso, solidez y firmeza de cimien­tos que ello presenta. 3Es verdad que para los ojos físicos parece ser un cuerpo enorme y sólido, y tan inamovible como una mon­taña. Sin embargo, dentro de ti hay una Fuerza que ninguna ilusión puede resistir. 5Este cuerpo tan solo parece ser inamovi­ble, pero esa Fuerza es realmente irresistible. 6¿Qué ocurre, entonces, cuando se encuentran? 7¿Se puede seguir defendiendo la ilusión de inamovilidad por mucho más tiempo contra lo que calladamente la atraviesa y la pasa de largo?

El cuerpo físico es el ropaje con el que nos hemos identificado y, a pesar de estar regido por las leyes de la ilusión, de lo irreal, de la temporalidad, no hemos conseguido trascender la falsedad de su percepción, es decir, no es suficiente razón para darnos cuenta de que la vida no puede ceñirse al corto viaje que comprende el momento de nuestro nacimiento y que encuentra su fin con la muerte. ¿Acaso esto tiene sentido? 

Si nos atrevemos a dudar de la existencia del ego y de la credibilidad del cuerpo, nos asaltarán pensamientos que nos dirán: "Muéstrame la existencia de la eternidad", "Muéstrame la presencia del espíritu". Nadie ha vuelto a la vida después de haber muerto.

Para el ego, la vida es lo que percibe, lo que ve, lo que toca, lo que siente, lo que huele, lo que oye.  La vida es el cuerpo. Pero si la vida fuesen esas consideraciones, ninguna de ellas sería verdad, ni real.  Ya lo hemos dicho en otras ocasiones. Tan solo lo real y verdadero es lo que no cambia, lo que no está sujeto a las leyes de la temporalidad. 

Nos dice Jesús en este punto que dentro de nosotros hay una Fuerza que ninguna ilusión puede resistir. Tengo la certeza de que esto es verdad. Tengo la certeza de que esa Fuerza es nuestra naturaleza divina, nuestra única verdad.

6. Nunca te olvides de que cuando sientes surgir la necesidad de defenderte de algo es que te has identificado a ti mismo con una ilusión. 2Consecuentemente, crees ser débil porque estás solo. 3Ése es el costo de todas las ilusiones. 4No hay ninguna que no esté basada en la creencia de que estás separado; 5ninguna que no pa­rezca interponerse, densa, sólida e inamovible, entre tu hermano y tú; 6ni ninguna que la verdad no pueda pasar por alto felizmente y con tal facilidad, que tienes que quedar convencido de que no es nada, a pesar de lo que pensabas que era. 7Si perdonas a tu her­mano, esto es lo que inevitablemente sucederá. 8Pues es tu renuen­cia a pasar por alto aquello que parece interponerse entre vosotros lo que hace que parezca impenetrable y lo que defiende la ilusión de su inamovilidad.

Si elegimos vivir bajo las leyes del ego, bajo su sistema de pensamiento, estaremos confirmando que hemos elegido la separación a la unidad, el miedo al amor, la lucha a la paz, el dolor al gozo.

Los efectos consecuentes con esa elección nos sitúan en un escenario de hostilidad característico del mundo de la percepción. Para proteger tu seguridad, decidirás atacar a los demás, pues qué mejor defensa que un buen ataque. El otro se convierte en la diana donde lanzas tus dardos, es decir, donde proyectas tus culpas, tus miedos, tus condenas, y lo haces juzgando tus propias debilidades en su comportamiento. El sufrimiento está servido y no tendrá fin hasta que decidas perdonarte y perdonar al mundo que te rodea.

miércoles, 13 de agosto de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 225

LECCIÓN 225

Dios es mi Padre, y Su Hijo lo ama.

1. Padre, no puedo sino corresponder a Tu Amor, pues dar es lo mismo que recibir y Tú me has dado todo Tu Amor. 2Tengo que corresponder él, pues quiero tener plena conciencia de que es mío, de que arde en mi mente y de que, en su benéfica luz, la mantiene inmaculada, amada, libre de miedo y con un porvenir en el que sólo se puede perfilar paz. 3¡Cuán apacible es el camino por el que a Tu amoroso Hijo se le conduce hasta Ti!

2. Hermano mío, ahora hallamos esa quietud. 2El camino está libre y despejado. 3Ahora lo recorremos juntos y en paz. 4Tú me has tendido la mano, y yo nunca te abandonaré. 5Somos uno, y es sólo esta unidad lo que buscamos a medida que damos los últi­mos pasos con los que concluye una jornada que nunca comenzó.


¿Qué me enseña esta lección?

No puedo amar a mis hermanos si no me amo a mí mismo.

No puedo amarme a mí mismo si no amo a Dios.

Amar a Dios es dar lo que recibo de Él. Amar a mis hermanos es amar a Dios y amarme a mí mismo.

Esa es mi única y verdadera función en el mundo. Ver la Unidad en todo lo creado es una expresión del amor del que somos portadores.

El amor es esencial para la vida, como el agua que bebemos.

Todos somos amor, pero lo hemos olvidado.

Recordar lo que somos es renacer al amor.


Ejemplo-Guía: "Practicando la unidad".

Muchos nos preguntamos, en algún momento de nuestras vidas, ¿es posible experimentar la unidad?

En el noble empeño de encontrar una respuesta a esta cuestión, reconozco que no siempre me he orientado en la dirección correcta, pues he perseguido un objetivo, la experiencia de la unidad, en el escenario incorrecto, en el mundo de la percepción, lo que me ha llevado a exigir un comportamiento acorde al logro de la unidad.

Hoy, tengo una visión que considero más cercana a la realidad, y por ello, a la verdad. No es en el mundo de las formas, en el ámbito de la percepción, en los efectos, donde debo realizar la conquista de la unidad, sino en el mundo de la mente, en el ámbito de las creencias, en las causas, donde debo crear el pensamiento Uno, ese nivel de comprensión cercano al Conocimiento de lo que somos y que ha de aportarnos la certeza de que formamos un único vínculo con nuestro Creador y con Su Creación.

Esta visión se convierte en el camino que nos conduce a la salvación. Recorrer esa senda nos da la oportunidad de vivir en el eterno presente, donde nuestra relación con el mundo que nos rodea se traduce en una oportunidad para perdonar la pesada culpa que recae sobre las creencias de la humanidad.

La unidad tan solo es posible cuando la hemos conquistado a nivel interno, lo que significa que no hay conflicto en la percepción de niveles, no hay incoherencia entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos. No hay juicio; no hay percepción de separación. Y damos testimonio permanente de nuestra condición divina a través de compartir con el mundo nuestra visión espiritual, nuestra inocencia, nuestra impecabilidad, nuestra santidad.

Practicar la unidad se convierte en un ejercicio enriquecedor que nos llevará a una consciencia cercana a Dios y que se ha de ver expresada en el trato con el mundo que percibimos.


Reflexión: ¿Es la individualidad un obstáculo para la unidad?

Capítulo 22. V. La debilidad y la indefensión (1ª parte).

 V. La debilidad y la indefensión (1º parte).

1. ¿Cómo se superan las ilusiones? 2Ciertamente no mediante el uso de la fuerza o de la ira, ni oponiéndose a ellas en modo alguno. 3Se superan dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la realidad. 4Las ilusiones se opo­nen a lo que no puede sino ser verdad. 5La oposición procede de ellas, no de la realidad. 6La realidad no se opone a nada. 7Lo que simplemente "es" no necesita defensa ni ofrece ninguna. 8Sólo las ilusiones necesitan defensa debido a su debilidad. 9Mas ¿cómo podría ser difícil recorrer el camino de la verdad cuando la debi­lidad es el único obstáculo? 10Tú eres el fuerte en este aparente conflicto 11y no necesitas ninguna defensa. 12Tampoco deseas nada que necesite defensa, pues cualquier cosa que necesite defensa te debilitará.

El pensamiento sigue a su fuente. Esta afirmación nos ayuda a comprender el motivo por el cual no podemos responder a la ilusión con ideas procedentes de la creencia en la separación, como son la fuerza, la ira o la oposición. Si utilizamos recursos procedentes de la propia ilusión para superarlas, es como tenerle miedo al miedo; jamás dejaremos de hacerlo real. Si la ilusión no es real, tendremos que recurrir a la verdad y a los recursos que nos ofrece para superar su irrealidad. 

Jesús nos invita a utilizar la razón, un recurso propio de la verdad, para superar la ilusión. ¿Cómo podemos tener la certeza de que estamos utilizando la razón para superar la ilusión? La respuesta es sencilla. La ilusión no puede superar una pregunta esencial: ¿lo que percibimos es eterno o perecedero? Si es perecedero, lo que percibimos es ilusorio. Si es eterno, lo que percibimos lo estamos haciendo desde la razón de la verdad.

2. Examina para qué desea las defensas el ego, 2verás que siempre es para justificar lo que va en contra de la verdad, lo que se esfuma en presencia de la razón y lo que no tiene sentido. 3¿Puede esto acaso estar justificado? 4¿ Qué otra cosa podría ser, sino una invitación a la demencia para que te salve de la verdad? 5¿Y de qué se te salvaría, sino de lo que temes? 6La creencia en el pecado requiere constante defensa, y a un costo exorbitante. 7Es preciso combatir y sacrificar todo lo que el Espíritu Santo te ofrece. 8Pues el pecado está tallado en un bloque que fue arran­cado de tu paz y colocado entre el retorno de ésta y tú.

¿Serías capaz de identificar alguna ilusión que te permita gozar de la paz que albergas en tu Ser? Si pudieses identificarlo, sin duda alguna dejaría de ser una ilusión. 

Es evidente que no me estoy refiriendo a la sensación pasajera de sentirnos en paz por unos instantes y de forma inmediata dejar de sentirla. Este tipo de sensaciones son destellos de lo que gozaríamos si consiguiésemos mantener nuestra consciencia despierta a lo que somos, es decir, si lográsemos dejar de darle valor a las ilusiones y aceptásemos que este mundo es ilusorio e irreal.

Para gozar de la paz eterna, tendremos que recuperar nuestra identidad espiritual y aceptar la función que tiene el cuerpo dentro del mundo perceptivo y temporal. Conocer dicha función liberará al cuerpo del castigo al que está sometido al juzgarle como el único causante de nuestra naturaleza pecadora. 

Vivir en paz es vivir en la impecabilidad.

3. Sin embargo, ¿cómo iba a poder estar la paz tan fragmentada? 2La paz sigue aún intacta, pues no se le ha quitado nada. 3Date cuenta de que tanto los medios como aquello de lo que se compo­nen los sueños perversos no significa nada. 4En realidad tu her­mano y tú estáis unidos y no hay nada que se interponga entre vosotros. 5Puesto que Dios os lleva de la mano, ¿qué podría sepa­rar lo que Él ha unido Consigo Mismo como un solo Ser? 6Es de tu Padre de Quien te quieres defender. 7Sin embargo, sigue siendo imposible excluir el amor. 8Dios descansa contigo serena­mente, sin defensas y en total mansedumbre, pues sólo en esa quietud se encuentra la fuerza y el poder. 9Ahí la debilidad no tiene cabida porque ahí no hay ataque, y, por lo tanto, no hay ilusiones. 10El amor descansa en la certeza. 11Sólo la incertidum­bre se defiende. 12toda incertidumbre no es otra cosa que las dudas que tienes acerca de ti mismo.

No es nuestra naturaleza espiritual la que nos priva de la paz, de la felicidad y del amor. Es la percepción de lo ilusorio al que le hemos otorgado la condición de real la que se convierte en el principal obstáculo que nos impide gozar de la paz y de la felicidad.

La enemistad del ego con respecto a Dios, al que juzga de vengativo y despiadado, hace que el hombre sienta miedo y recelo hacia todo aquello que le recuerda su naturaleza pecadora, lo que le lleva a atacar fuera de sí mismo todo aquello que siente en su interior como una amenaza para alcanzar su único deseo de ser especial.