sábado, 19 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 200

LECCIÓN 200

No hay más paz que la paz de Dios.

1. Deja de buscar. 2No hallarás otra paz que la paz de Dios. 3Acepta este hecho y te evitarás la agonía de sufrir aún más amargos de­sengaños, o de verte invadido por una sombría desesperación y una gélida sensación de desesperanza y de duda. 4Deja de buscar. 5No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.

2. Este es el punto final al que en última instancia todo el mundo tiene que llegar para dejar de lado toda esperanza de hallar felici­dad allí donde no la hay; de ser salvado por lo que tan sólo puede causar dolor; y de hacer paz del caos, dicha del dolor y Cielo del infierno. 2No sigas tratando de ganar por medio de la pérdida ni de morir para vivir. 3Pues no estarás sino pidiendo la derrota.

3. No obstante, con la misma facilidad puedes pedir amor, felici­dad y vida eterna en una paz que no tiene fin. 2Pide esto, y sólo puedes ganar. 3Pedir lo que ya tienes te lleva al éxito. 4Pedir que lo que es falso sea verdadero sólo puede conducir al fracaso. 5Per­dónate a ti mismo tus vanas imaginaciones y deja de buscar lo que no puedes encontrar. 6Pues, ¿qué podría ser más absurdo que buscar el infierno una y otra vez cuando no tienes más que abrir los ojos y mirar para darte cuenta de que el Cielo se encuentra ante ti, allende el umbral de una puerta que se abre fácilmente para darte la bienvenida?

4. Regresa casa. 2Jamás encontraste felicidad en lugares extra­ños, ni en formas que te son ajenas y que no tienen ningún signifi­cado para ti, si bien trataste de que lo tuvieran. 3No te corres­ponde estar en este mundo. 4Aquí eres un extraño. 5Pero te es dado encontrar los medios a través de los cuales el mundo deja de parecer una prisión o una cárcel para nadie.

5. Se te concede la libertad allí donde no veías más que cadenas y puertas de hierro. 2Mas si quieres hallar escapatoria tienes que cambiar de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Perma­necerás encadenado hasta que veas el mundo como un lugar ben­dito, liberes de tus errores a cada hermano y lo honres tal como es. 4Tú no lo creaste, así como tampoco te creaste a ti mismo. 5al liberar a uno, el otro es aceptado tal como es.

6. ¿Qué función tiene el perdón? 2En realidad no tiene ninguna, ni hace nada, 3pues es desconocido en el Cielo. 4Es sólo en el infierno donde se le necesita y donde tiene una formidable función que desempeñar. 5¿No es acaso un propósito loable ayudar al biena­mado Hijo de Dios a escapar de los sueños de maldad, que aun­que son sólo fabricaciones suyas, él cree que son reales? 6¿Quién podría aspirar a más, mientras parezca que hay que elegir entre el éxito y el fracaso, entre el amor y el miedo?

7. No hay más paz que la paz de Dios porque Él sólo tiene un Hijo, que no puede construir un mundo en oposición a la Volun­tad de su Padre o a la suya propia, la cual es la misma que la de Él. 2¿Qué podría esperar encontrar en semejante mundo? 3Este no puede ser real, ya que nunca fue creado. 4¿Es acaso ahí adonde iría en busca de paz? 5¿O bien tiene que darse cuenta de que tal como él ve el mundo, éste sólo puede engañar? 6Puede aprender, no obstante, a verlo de otra manera y encontrar la paz de Dios.

8. La paz es el puente que todos habrán de cruzar para dejar atrás este mundo. 2Pero se empieza a tener paz en él cuando se le per­cibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce hasta las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas. 3La paz es la res­puesta a las metas conflictivas, a las jornadas insensatas, a las búsquedas vanas y frenéticas y a los empeños sin sentido. 4Ahora el camino es fácil, y nos conduce por una ligera pendiente hasta el puente donde la libertad yace dentro de la paz de Dios.

9. No volvamos a perder el rumbo hoy. 2Nos dirigimos al Cielo, y el camino es recto. 3Sólo si procuramos desviarnos podemos retrasarnos y perder el tiempo innecesariamente por escabrosas veredas. 4Sólo Dios es seguro, y Él guiará nuestros pasos. 5Él no abandonará a Su Hijo necesitado, ni permitirá que se extravíe para siempre de su hogar. 6El Padre llama; el Hijo le oirá. 7Y eso es todo lo que hay con respecto a lo que parece ser un mundo sepa­rado de Dios, en el que los cuerpos son reales.

10Ahora reina el silencio. 2Deja de buscar. 3Has llegado a donde el camino está alfombrado con las hojas de los falsos deseos que antes anhelabas, caídas ahora de los árboles de la desesperanza. 4Ahora se encuentran bajo tus pies. 5Y tú levantas la mirada y miras al Cielo con los ojos del cuerpo, que ahora te sirven sólo por un instante más. 6Por fin la paz ha sido reconocida, y tú pue­des sentir como su tierno abrazo envuelve tu corazón y tu mente con consuelo y amor.

11. Hoy no buscamos ídolos. 2La paz no se puede encontrar en ellos. 3La paz de Dios es nuestra, y no habremos de aceptar o querer nada más. 4¡Que la paz sea con nosotros hoy! 5Pues hemos encontrado una manera sencilla y grata de abandonar el mundo de la ambigüedad; y de reemplazar nuestros objetivos cambiantes por un solo propósito, y nuestros sueños solitarios por compañe­rismo. 6Pues la paz es unión, si procede de Dios. 7Hemos abando­nado toda búsqueda. 8Nos encontramos muy cerca de nuestro hogar, y nos acercamos aún más a él cada vez que decimos:

9No hay más paz que la paz de Dios, y estoy contento y agradecido de que así sea.


¿Qué me enseña esta lección?

Para encontrar paz debo estar limpio de culpa. Y la culpabilidad es la condición que hemos fabricado al albergar la creencia de que somos pecadores y de que hemos sido expulsados del Jardín del Edén, el hogar dispuesto por Dios para su Filiación. 

Mientras que permanezcamos identificados con ese “sueño", en el que nos vemos separados de nuestro creador, buscaremos, ansiosamente, la paz, pues reconocemos en ella nuestra verdadera condición espiritual. Sin embargo, para que ese reencuentro tenga lugar, tenemos que “despertar” y reconocer que somos Uno con Todo lo creado. 

No podremos estar en paz mientras busquemos el castigo para redimir nuestra conciencia pecadora. No podemos estar en paz mientras pensemos que debemos sufrir para alcanzar el perdón de nuestros pecados. No podemos estar en paz mientras creamos que debemos sacrificarnos por los demás para lograr su perdón. 

Estaremos en paz cuando tomemos consciencia de lo que somos. Amor. 

Estaremos en paz cuando hagamos consciente a través de nuestras acciones el Pensamiento de la Unidad y reconozcamos en el rostro de nuestros Hermanos el Sagrado Rostro de Dios.

Ejemplo-Guía: "¿Has identificado ya lo que te priva del gozo de la Paz de Dios?

Fácil y directa. La cuestión que he elegido para reflexionar sobre la lección de hoy no da lugar a equívocos ni a otras interpretaciones. Aunque estoy proyectando una afirmación que quizás no compartas. He podido obviar que tal vez no compartas mi opinión de que la única y verdadera paz es la que Dios nos otorga.

Es posible que, en mi anhelo por fundirme en ese remanso de felicidad que supone la Paz de Dios, me haya olvidado de esa parte de mí que aún se encuentra prisionera de las falsas creencias. Si he de ser honesto conmigo y con las Enseñanzas, si mis ojos aún perciben el infierno experimentado por uno tan solo de mis hermanos, ese infierno se encuentra en mi interior. Si me hubiese liberado de sus cadenas, no lo percibiría, lo que no significa que uno de mis hermanos pueda estar experimentándolo. La diferencia está en verlo o no verlo, en percibirlo o no percibirlo, o lo que es lo mismo, en haberlo integrado en nuestra consciencia o en no haberlo hecho.

Cuando estemos preparados para ver tan solo la inocencia fuera de nosotros, entonces estaremos dispuestos para gozar de la Dicha y de la Paz que Dios ha dispuesto en nosotros. Esta situación nos está revelando que nuestra consciencia despierta del sueño en el que ha permanecido dormida.

Te preocupa no saber cuándo estás preparado para experimentar esa comunión de paz. Pues no debes tener esa preocupación, no tendrás dudas. Será como encontrarse rodeado de luz o de oscuridad. En la luz, nada se ocultará a tus ojos. En la oscuridad, seguirá deseando luz para ver. Y, ¿cómo se evidencia esa situación?

Si ves la paz, la tendrás. Si no la ves, la buscarás. La vida nos ofrece lecciones que Dios quiere que aprendamos. La recompensa de esas lecciones de vida es la paz. Pongamos unos ejemplos:

  • Me dirijo al trabajo en mi coche nuevo. Al llegar a un cruce, otro vehículo pierde el control y me golpea en la parte trasera, destrozándola por completo. Dejamos ahí la escena.

Si esta circunstancia la viviésemos como protagonistas, ¿responderíamos igual que si la estuviésemos observando como tercera persona? No pasa nada si tu respuesta es no. En una encuesta, el “no” ganaría por mayoría absoluta. Pero esa opinión reafirmada por la mayoría tan solo nos confirma que nuestra conciencia se encuentra compartiendo la creencia en la separación, es decir, lo que me pasa a mí nada tiene que ver con lo que le pase al vecino. 

Podríamos incluso ahondar en nuestros argumentos y afirmar: ¿Estaría bueno que también me tuviesen que afectar los problemas ajenos? Lo más significativo de esta última reflexión es que, en el fondo de este mecanismo de defensa, encontramos un profundo temor a sufrir. No queremos sufrir. Con ello, lo que estamos expresando de una manera inconsciente es que reconocemos que el modo en cómo percibimos el mundo nos produce dolor. 

Volviendo al ejemplo del golpe en nuestro vehículo nuevo, si lo vivimos en primera persona, responderemos desde el dolor personal, lo que sin duda nos llevará a una situación de sufrimiento, lo que conlleva la ausencia de paz. 

Si la experiencia la vivimos en tercera persona, como un observador, nuestra respuesta nos llevará a emitir un juicio condenando al culpable de lo sucedido, pero no nos afectará en lo personal. A pesar de ello, dicha respuesta tampoco nos aporta una situación de satisfacción, de gozo y de paz. En verdad, lo que estamos haciendo es proyectar nuestra creencia en la separación, y para ello, utilizamos nuestra habitual arma, el juicio condenatorio, el cual nos permite quitarnos la presión de la culpa, proyectándola sobre el comportamiento de otros. 

Ambas respuestas nos llevan a la misma situación: atacamos fuera para protegernos de nuestros miedos. 

Ahora, imagina que tus creencias te hacen partícipe de una manera de pensar diferente a la que hemos descrito más arriba. Sí, tú eres el protagonista del coche nuevo, el cual ha sido golpeado y destrozado en su parte trasera. Pero para ti, más allá del apego que puedas sentir por tu vehículo, das más valor al modo en cómo respondes a las vivencias que la vida te ofrece. Valoras, por encima de cualquier hecho, la paz, pues tienes la certeza de que esa paz es el fruto de un profundo reconocimiento, de que eres el Hijo de Dios. Esa creencia te llevará a ver en el incidente una simple anécdota que te ofrece la oportunidad de perdonar y, sobre todo, de liberar de la culpa al agente que ha causado "aparentemente" la infracción.  

Si nos ponemos en el lugar del infractor, con plena conciencia de que hemos tenido la "culpa" de lo sucedido, ¿cómo nos sentiríamos si el conductor al que hemos destrozado su flamante coche nuevo no le diese mayor importancia a lo sucedido, sino que se preocupa por nuestra situación personal? Ese comportamiento lo agradeceríamos y llenaría nuestro corazón de gratitud. Es un acto de visión unitaria.

Lo único que pretendo con este ejemplo es poner de manifiesto que la Paz verdadera forma parte de nuestro interior, pues es la condición natural de nuestro ser espiritual. Para percibir dicha paz en este mundo, tenemos que ceder la hegemonía de nuestra vida al Espíritu y no a la personalidad egoica.

Reflexión:  No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.

viernes, 18 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 199

LECCIÓN 199

No soy un cuerpo. Soy libre.

1. No podrás ser libre mientras te percibas a ti mismo como un cuerpo. 2El cuerpo es un límite. 3El que busca su libertad en un cuerpo la busca donde ésta no se puede hallar. 4La mente puede ser liberada cuando deja de verse a sí misma como que está den­tro de un cuerpo, firmemente atada a él y amparada por su pre­sencia. 5Si esto fuese cierto, la mente sería en verdad vulnerable.

2. La mente que está al servicio del Espíritu Santo es ilimitada para siempre y desde cualquier punto de vista, trasciende las leyes del tiempo y del espacio; está libre de ideas preconcebidas y dispone de la fortaleza y del poder necesario para hacer cual­quier cosa que se le pida. 2Los pensamientos de ataque no pue­den entrar en una mente así, toda vez que ha sido entregada a la Fuente del amor, y el miedo no puede infiltrarse en una mente que se ha unido al amor. 3Dicha mente descansa en Dios. 4¿Y quién que viva en la Inocencia sin hacer otra cosa que amar podría tener miedo?

3. Es esencial para tu progreso en este curso que aceptes la idea de hoy y que la tengas en gran estima. 2No te preocupes si al ego le parece completamente descabellada. 3El ego tiene en gran estima al cuerpo porque mora en él, y no puede sino vivir unido al hogar que ha construido. 4Es una de las partes de la ilusión que ha ayu­dado a mantener oculto el hecho de que él mismo es algo ilusorio.

4. Ahí se esconde y ahí se le puede ver como lo que es. 2Declara tu inocencia y te liberas. 3El cuerpo desaparece al no tener tú ninguna necesidad de él, excepto la que el Espíritu Santo ve en él. 4A tal fin, el cuerpo se percibirá como una forma útil para lo que la mente tiene que hacer. 5De este modo se convierte en un vehí­culo de ayuda para que el perdón se extienda hasta la meta todo­ abarcadora que debe alcanzar, de acuerdo con el plan de Dios.

5. Ten en gran estima la idea de hoy, y ponla en práctica hoy y cada día. 2Haz que pase a formar parte de cada sesión de práctica que lleves a cabo. 3No hay pensamiento cuyo poder de ayudar no aumente con esta idea, ni ninguno que de esta manera no adquiera regalos adicionales para ti. 4Con esta idea hacemos reso­nar la llamada a la liberación por todo el mundo. 5¿Y estarías acaso tú excluido de los regalos que haces?

6. El Espíritu Santo es el hogar de las mentes que buscan la liber­tad. 2En Él han encontrado lo que buscaban. 3El propósito del cuerpo deja de ser ahora ambiguo. 4su capacidad de servir un objetivo indiviso se vuelve perfecta. 5en respuesta libre de con­flicto e inequívoca a la mente que sólo tiene como objetivo el pensamiento de libertad, el cuerpo sirve su propósito y lo sirve perfectamente. 6Al no poder esclavizar, se vuelve un digno servi­dor de la libertad que la mente que mora en el Espíritu Santo persigue.

7. Sé libre hoy. 2Y da el regalo de libertad a todos aquellos que creen estar esclavizados en el interior de un cuerpo. 3Sé libre, de modo que el Espíritu Santo se pueda valer de tu liberación de la esclavitud y poner en libertad a los muchos que se perciben a sí mismos encadenados, indefensos y atemorizados. 4Permite que el amor reemplace sus miedos a través de ti. 5Acepta la salvación ahora, y entrégale tu mente a Aquel que te exhorta a que le hagas este regalo. 6Pues Él quiere darte perfecta libertad, perfecta dicha, así como una esperanza que alcanza su plena realización en Dios.

8. Tú eres el Hijo de Dios. 2Vives en la inmortalidad para siem­pre. 3¿No te gustaría retornar tu mente a esto? 4Practica entonces debidamente el pensamiento que el Espíritu Santo te da para el día de hoy. 5En él tus hermanos y tú os alzáis liberados; el mundo es bendecido junto contigo; el Hijo de Dios no volverá a llorar y el Cielo te da las gracias por el aumento de gozo que tu práctica le proporciona incluso a él. 6Dios Mismo extiende Su amor y feli­cidad cada vez que dices:

7No soy un cuerpo. 8Soy libre. 9Oigo la Voz que Dios me ha dado, y es sólo esa Voz la que mi mente obedece.


¿Qué me enseña esta lección?

El Hijo de Dios, creado a Imagen y Semejanza de su Padre, ha heredado sus mismos poderes creadores, lo que le permite hacer uso de la Voluntad, del Amor y de la Inteligencia a su libre albedrío.

El Hijo de Dios es un ser creador en potencia. Al igual que ocurre con el ser humano, el nacimiento de un bebé nos anuncia la llegada de un ser, el cual, en estado potencial, tiene los mismos atributos que sus padres, pero que deben ser desarrollados.

El Hijo de Dios está llamado a ser un Dios, por lo que podemos decir que se encuentra en pleno proceso de crecimiento espiritual, con el propósito de alcanzar su condición divina.

En ese proceso de crecimiento, el Hijo de Dios elige “ver” las cosas a su manera. Decide salir del “vientre materno” donde se estaba llevando a cabo su crecimiento, para afrontar la experiencia de la individualidad. Esa elección dio lugar a lo que se conoce como el “pecado original”, aunque, en honor a la verdad, podemos llamarlo “pensamiento original”.

Ese pensamiento llevó a la humanidad a identificarse con el mundo de la percepción, al que se le fue dando el valor de la realidad. Hasta tal punto fue esto así, que el mundo físico y el cuerpo, en concreto, pasaron a ser nuestra única verdad.

La relación directa existente entre el Creador y su Hijo se vio afectada. El acto de elección de ver las cosas de otra manera llevó a la humanidad a creer en el “pecado” como el acto de desobediencia a su Padre. Desde entonces, lo material pasa a interpretarse como la causa que dio origen a la culpa, a la creencia en la separación, a la necesidad del castigo, del sufrimiento, del dolor, como vías de redención para liberarnos de nuestro pesar.

Es preciso despertar de ese demente sueño que nos ha mantenido prisioneros de un error: la culpabilidad. Nos hemos creído expulsados del Hogar de nuestro Padre y ello ha dado lugar a que alberguemos un profundo miedo y temor ante la soledad.

Al preferir ver el mundo material, hemos perdido la conexión con nuestro verdadero hogar. Pero en verdad, jamás hemos dejado, ni un solo instante, de habitar en él.

El cuerpo fabricado por el Hijo de Dios no es la fuente del “pecado”, ni tan siquiera del “error”, pues el cuerpo no tiene la propiedad de crear. Debemos dirigir nuestra atención a la mente para encontrar la verdadera y única causa que nos hace ver lo que vemos.

Al estar nuestra mente identificada con el error, debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayude, ofreciéndonos la “Expiación” de nuestros errores.

Una vez libre de esos errores, percibiremos al cuerpo de forma diferente. Lo utilizaremos como vehículo de comunicación y de este modo podremos expresar nuestros atributos con el fin de colaborar en el Plan de Salvación de Dios.

¡Que nuestros actos sean la manifestación de la Voluntad, del Amor y de la Inteligencia del Padre!

¡Que así sea!



Ejemplo-Guía:"La tentación, no encuentra su causa en el cuerpo, sino en el deseo".

Este ejemplo puede ampliarse y servirnos para tratar la temática de los hábitos que consideramos perniciosos.

Si enfocamos esta reflexión, partiendo de la base de que algo externo a nosotros nos puede hacer daño, estaremos "desenfocando" el tema, pues debemos ser conscientes de que la causa de toda experiencia no se encuentra en sus efectos, en lo que hacemos o dejamos de hacer, sino en la energía mental de donde emana el pensamiento o deseo que nos impulsa a actuar.

Por otro lado, alimentar la creencia de que algo es malo o bueno nos lleva a darle credibilidad, o lo que es lo mismo, lo hacemos real y, por lo tanto, lo experimentaremos con toda la fuerza de nuestros sentidos físicos.

Por lo tanto, ya tenemos dos argumentos para no tocar este tema a la ligera y llegar a la conclusión de que, si el hábito del tabaco es malo para nuestra salud, lo que debemos hacer es luchar contra ese hábito, adoptando nuevos hábitos o simplemente castigándonos cuando no conseguimos reprimir nuestro deseo por fumar.

Nuestra cultura formativa está basada en conceptos empíricos, es decir, la experiencia se ha convertido en la madre de todas las ciencias, y cuando esa experiencia es compartida y pasa los filtros de las reales academias, se convierte en una cátedra. Esa verdad es acuñada en la piedra con el propósito de que sea capaz de soportar el paso de los años.
Pero esas verdades de piedra se han visto relegadas por nuevas verdades y ello nos ha llevado a destruir los dólmenes de granito que le daban cobijo para erigir nuevas formas de verdades cada vez más sólidas.

Tratamos de aplicar el saber universal a los casos individuales, sin tener en cuenta que el Ser en su interior posee la llave de la libertad, mientras que las verdades que la sociedad trata de aplicar se encuentran celosamente custodiadas en cajas blindadas donde nadie pueda arrebatarla ni hacerle daño. Si el hábito del tabaco es malo, porque así lo ha determinado la ciencia médica, todo el mundo debe grabarse en su mente esa verdad y cada vez que alguien se fuma un cigarro, la sombra de la muerte ronda por su inconsciente, amenazándole con llevarle directo al hospital.

¿Qué es más dañino, el fumarse un cigarro o el miedo a padecer un cáncer de pulmón?

No se apresuren a juzgarme por esta reflexión. No pretendo defender ninguna de las dos afirmaciones. Yo fui fumador en mi juventud y posteriormente dejé de hacerlo por la misma razón que decidí fumar por primera vez, por un simple acto de voluntad. Sin más calificativos.

Estoy convencido de que todos tenemos algún hábito al que consideramos "malo" para nuestra salud física, mental o espiritual. Pienso esto, pues todos somos copartícipes de una educación en la que hemos heredado y seguimos heredando una cultura formativa basada en el miedo, en el temor, en la culpa.

En el Antiguo Testamento nos habla de la Ley del Talión, "Ojo por ojo y diente por diente". La encontramos en el Levítico 24:20-21:

20 Fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, así se le hará. 21 "El que mate un animal, lo restituirá, pero el que mate a un hombre, ha de morir.


En el Nuevo Testamento:

“Sabéis que se dijo: No cometas adulterio. Pero yo os digo: El que mira con malos deseos a la mujer de otro, ya está adulterando con ella en el fondo de su corazón. Así que, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena” (Mateo 5:27-30).

Hoy día, cualquiera de nosotros puede identificarse con cualquiera de las dos medidas que se exponen en los párrafos anteriores. De hecho, en la ley mosaica, la ley del talión aparece en Éxodo 21:23-25,3 en Levítico 24:18-204 y en Deuteronomio 19:21.5 En el judaísmo seguirá vigente este sistema hasta la época talmúdica, cuando se decidió modificar la pena por una de tipo económico. En el cristianismo pierde su fuerza a raíz del Sermón de la montaña.

Nuestras mentes han bebido de esas costumbres arraigadas en nuestro interior. De hecho, somos co-creadores de ellas. Nuestro comportamiento diario está inspirado por dichas leyes y, cuando nos creemos separados de los demás y de nuestro Creador, nos alimentamos con los manjares que nos ofrece el mundo material y lo hacemos hasta saciarnos, sin encontrar en él un solo alimento que sacie nuestro apetito ni nuestra sed.

No es el ojo, ni el diente, ni tan siquiera la mano la que hay que arrancar y arrojar al fuego purificador. Pues no son los órganos de nuestro cuerpo los que nos tientan, sino nuestros pensamientos al identificarse con el mundo de percepción, el mundo de los sentidos corporales. Por lo tanto, ese ojo que nos lleva a mirar lo impuro está haciendo alusión a la nueva mirada que debemos adoptar; esos dientes que devoran las carnes de la perdición deben utilizarse para degustar los nuevos manjares de la consciencia y esa mano, que nos lleva a apoderarnos de lo que no es nuestro, debe inspirarnos la acción correcta para sentirnos unidos a nuestros hermanos y formar el único y verdadero vínculo del amor.

Reflexión: El cuerpo desaparece al no tener tú ninguna necesidad de él, excepto la que el Espíritu Santo ve en él.

Capítulo 21. VII. La última pregunta que queda por contestar (4ª parte).

 VII. La última pregunta que queda por contestar (4ª parte).


8. Considera detenidamente qué respuesta vas a dar a esa última pregunta que todavía no has contestado. 2deja que la razón te diga que debe ser contestada, y que su contestación reside en las otras tres. 3Te resultará evidente entonces que cuando observes los efectos del pecado en cualquiera de sus formas, lo único que nece­sitarás hacer es simplemente preguntarte a ti mismo lo siguiente: 

4¿Es esto lo que quiero ver? 5¿Es esto lo que deseo?

Si elegimos ver el pecado, estamos decidiendo creer en la separación con la Fuente de donde emana nuestra existencia verdadera, y estamos sustituyendo el Amor por el miedo, la felicidad por la desdicha y el sufrimiento.

Considero que la enseñanza que se extrae de este punto es muy importante, pues nos ofrece la oportunidad de que comprendamos que somos los únicos responsables de aquello que percibimos en el exterior, pues lo que vemos es lo que deseamos ver y lo ha creado nuestra mente. Reconocer esto significa que tenemos en nuestras manos la llave para abrir la puerta que nos conduce a la salvación. No hay un mundo fuera de nosotros. Ese mundo es la proyección de nuestros deseos, de nuestra elección. Practiquemos verlo de otra manera y esta vez, elijamos desde el amor y no desde el miedo.

9. Ésta es tu única decisión, la base de lo que ocurre. No tiene nada que ver con la manera en que ocurre, pero sí con el por qué. 3Pues sobre esto tienes control. 4si eliges ver un mundo donde no tienes enemigos y donde no eres impotente, se te proveerán los medios para que lo veas.

Esta mañana, mientras reflexionaba sobre una experiencia pasada en la que me sentí muy implicado emocionalmente, me di cuenta de que su recuerdo me mostraba cómo me atacaba a mí mismo. Era el resentimiento, la ira y, en definitiva, la falta de amor los que proyectaban pensamientos no perdonados. Estos pensamientos justifican nuestras acciones en un intento de corregir nuestra culpa inconsciente a través del juicio externo. 

Me di cuenta de que para sanar verdaderamente, era necesario enfrentar esas emociones encubiertas, confrontarlas y, finalmente, liberarlas. No se trataba solo de entender por qué sentía lo que sentía, sino de permitirme a mí mismo experimentar esos sentimientos sin juicios, y luego dejarlos ir con amor y compasión. Solo así podría perdonar, no solo a los demás, sino también a mí mismo, y encontrar la paz que tanto anhelaba. 

Como bien recoge este punto, damos mucha importancia a la manera en que ocurren las cosas y nos decimos a nosotros mismos que tenemos que corregir fuera lo que estamos juzgando como incorrecto e injusto, cuando en realidad estamos obviando que lo que acontece fuera es lo que queremos ver, pues forma parte de lo que deseamos. 

En lo que acontecía, olvidé que era yo quien tenía el control para decidir cómo responder. Al elegir el juicio condenatorio, también estaba delatando mi propia autocondena. Reconocí a mi enemigo interior proyectándose en el comportamiento del otro y me resultaba más cómodo erigirme como un "salvador" que reconocer mi responsabilidad eligiendo ver lo que estaba viendo.

10. ¿Por qué es tan importante esta última pregunta? 2La razón te dirá por qué. 3Es igual a las otras tres, salvo en lo que respecta al tiempo. 4Las otras son decisiones que puedes tomar, volverte atrás y luego volverlas a tomar. 5Pero la verdad es constante e implica un estado en el que las vacilaciones son imposibles. 6Puedes desear un mundo en el que tú gobiernas y no uno que te gobierna a ti, y luego cambiar de parecer. 7Puedes desear inter­cambiar tu impotencia por poder, y luego perder ese deseo cuando un ligero destello de pecado te atrae. 8Y puedes desear ver un mundo incapaz de pecar, y, sin embargo, permitir que un "enemigo" te tiente a usar los ojos del cuerpo y a cambiar de parecer.

Me veo identificado con lo recogido en este punto. He comprendido que la enseñanza teórica del Curso no basta para mantener el control de la mente. El Libro de Ejercicios complementa y fortalece el contenido del Texto del Curso. La práctica de cada una de las lecciones nos permite ejercitar nuestra mente y prepararla para recibir la Expiación o, lo que es lo mismo, para corregir nuestros errores mentales y nuestras falsas creencias.

En el viaje para adquirir más dominio mental, experimentamos altibajos que poco a poco pulen los pensamientos abocados a satisfacer los hábitos adquiridos bajo el dominio del sistema de pensamiento del ego. Si no desistimos en el propósito de cumplir el plan de salvación que Dios ha dispuesto para nosotros, si nuestra visión egoica es sustituida por la visión crística, llegará un momento, un instante santo, en el que desecharemos el miedo y acogeremos el amor. Ese presente, ese instante, tomaremos el control de nuestras decisiones y contestaremos afirmativamente a la pregunta: "Sí, quiero ver un mundo feliz y en paz".

jueves, 17 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 198

LECCIÓN 198

Sólo mi propia condenación me hace daño.

1. El daño es imposible. 2Y, sin embargo, las ilusiones forjan más ilusiones. 3Si puedes condenar, se te puede hacer daño. 4Pues habrás creído que puedes hacer daño, y el derecho que te prescri­bes puede ahora usarse contra ti, hasta que renuncies a él por ser algo sin valor, indeseable e irreal. 5La ilusión dejará entonces de tener efectos, y aquellos que parecía tener quedarán anulados. 6Entonces serás libre, pues la libertad es tu regalo, y ahora pue­des recibir el regalo que has dado.

2. Condena y te vuelves un prisionero. 2Perdona y te liberas. 3Ésta es la ley que rige a la percepción. 4No es una ley que el conoci­miento entienda, pues la libertad es parte del conocimiento. 5Por lo tanto, condenar es en realidad imposible. 6Lo que parece ser su influencia y sus efectos jamás tuvieron lugar en absoluto. 7No obs­tante, tenemos que lidiar con ellos por un tiempo como si en reali­dad hubiesen tenido lugar. 8Las ilusiones forjan más ilusiones. 9Excepto una: 10Pues el perdón es la ilusión que constituye la res­puesta a todas las demás ilusiones.

3. El perdón desvanece todos los demás sueños, y aunque en sí es un sueño, no da lugar a más sueños. 2Todas las ilusiones, salvo ésta, no pueden sino multiplicarse de mil en mil. 3Pero con ésta, a todas las demás les llega su fin. 4El perdón representa el fin de todos los sueños, ya que es el sueño del despertar. 5No es en sí la verdad. 6No obstante, apunta hacia donde ésta se encuentra, y provee dirección con la certeza de Dios Mismo. 7Es un sueño en el que el Hijo de Dios despierta a su Ser y a su Padre, sabiendo que Ambos son uno.

4. El perdón es el único camino que te conduce más allá del desas­tre, del sufrimiento y, finalmente, de la muerte. 2¿Cómo podría haber otro camino cuando éste es el plan de Dios? 3¿Y por qué combatirlo, oponerse a él, hallarle mil faltas y buscar mil otras alternativas?

5. ¿No sería más sabio alegrarte de tener en tus manos la res­puesta a tus problemas? 2¿No sería más inteligente darle gracias a Aquel que te ofrece la salvación y aceptar Su regalo con gratitud? 3¿Y no sería muestra de bondad para contigo mismo oír Su Voz y aprender las sencillas lecciones que Él desea enseñarte en lugar de tratar de ignorar Sus palabras y sustituirlas por las tuyas?

6. Sus palabras darán resultado. 2Sus palabras salvarán. 3En Sus palabras yace toda la esperanza, bendición y dicha que jamás se pueda encontrar en esta tierra. 4Sus palabras proceden de Dios, y te llegan con el amor del Cielo impreso en ellas. 5Los que oyen Sus palabras han oído el himno del Cielo. 6Pues éstas son las palabras en las que todas las demás por fin se funden en una sola. 7Y al desaparecer ésta, la Palabra de Dios viene a ocupar su lugar, pues entonces será recordada y amada.

7. En este mundo parece haber diversos escondrijos donde la pie­dad no tiene sentido y, el ataque parece estar justificado. 2Mas todos son uno: un lugar donde la muerte es la ofrenda que se le hace al Hijo de Dios así como a su Padre. 3Tal vez pienses que Ellos la han aceptado. 4Mas si miras de nuevo allí donde antes contemplaste Su sangre, percibirás en su lugar un milagro. 5¡Qué absurdo creer que Ellos podían morir! 6¡Qué absurdo creer que podías atacar! 7¡Qué locura pensar que podías ser condenado y que el santo Hijo de Dios podía morir!

8La quietud de tu Ser permanece impasible y no se ve afectada por semejantes pensamientos ni se percata de ninguna condena­ción que pudiera requerir perdón. 2Pues los sueños, sea cual fuere su clase, son algo ajeno y extraño a la verdad. 3¿Y qué otra cosa, sino la verdad, podría contener un Pensamiento que edifica un puente hasta ella misma para transportar las ilusiones al otro lado?
9. Nuestras prácticas de hoy consisten en dejar que la libertad venga a establecer su morada en ti. 2La verdad deposita estas palabras en tu mente, para que puedas encontrar la llave de la luz y permitir que a la oscuridad le llegue su fin:

3Sólo mi propia condenación me hace daño. 4Sólo mi propio perdón me puede liberar.

5No olvides hoy que toda forma de sufrimiento oculta algún pen­samiento que niega el perdón. 6Y que el perdón puede sanar toda forma de dolor.

10. Acepta la única ilusión que proclama que en el Hijo de Dios no hay condenación, y el Cielo será recordado instantáneamente, el mundo quedará olvidado y todas sus absurdas creencias queda­rán olvidadas junto con él, conforme la faz de Cristo aparezca por fin sin velo alguno en este sueño de perdón. 2Éste es el regalo que el Espíritu Santo te ofrece de parte de Dios tu Padre. 3Deja que el día de hoy sea celebrado tanto en la tierra como en tu santo hogar. 4Sé benévolo con ambos, al perdonar las ofensas de las que pensaste que eran culpables, y ve tu inocencia irradiando sobre ti desde la faz de Cristo.

11. Ahora el silencio se extiende por todo el mundo. 2Ahora hay quietud allí donde antes había una frenética avalancha de pensa­mientos sin sentido. 3Ahora hay una serena luz sobre la faz de la tierra, que reposa tranquila en un dormir desprovisto de sueños. 4Y ahora lo único que queda en ella es la Palabra de Dios. 5Sólo eso puede percibirse por un instante más. 6Luego, los símbolos pasarán al olvido, y todo lo que jamás creíste haber hecho desaparecerá por completo de la mente que Dios reconoce para siem­pre como Su único Hijo.

12. En él no hay condenación. 2Es perfecto en su santidad. 3No necesita pensamientos de misericordia. 4¿Qué regalos se le pue­den hacer cuando todo es suyo? 5¿A quién podría ocurrírsele ofre­cer perdón al Hijo de la Impecabilidad Misma, tan semejante a Aquel de Quien es Hijo, que contemplar al Hijo significa dejar de percibir y únicamente conocer al Padre? 6En esta visión del Hijo, tan fugaz que ni siquiera un instante media entre este singular panorama y la intemporalidad misma, contemplas la visión de ti mismo, y luego desapareces para siempre en Dios.

13. Hoy nos aproximamos todavía más al final de todo lo que aún pretende interponerse entre esta visión y nuestra vista. 2Nos sen­timos dichosos de haber llegado tan lejos, y reconocemos que Aquel que nos trajo hasta aquí no nos abandonará ahora. 3Pues nos quiere dar hoy el regalo que Dios nos ha dado a través de Él. 4Éste es el momento de tu liberación. 5Ha llegado el momento. 6Ha llegado hoy.


¿Qué me enseña esta lección?

Encuentro aquello en lo que creo. Es la cualidad natural de la mente.

Podemos creer en la Unidad y encontrarnos en un estado de paz interior, o podemos creer en la separación y encontrarnos en un estado de lucha y ataques permanentes.

Podemos creer que somos uno con nuestro Creador y entonces la extensión de nuestro pensamiento tiene la capacidad de crear, o podemos creer que somos cuerpos separados y entonces fabricamos ilusiones temporales.

Desde la unidad, nos amamos y amamos a los demás.
Desde la separación, nos odiamos y odiamos a los demás.

Desde la unidad, hacemos uso del perdón, para perdonarnos y perdonar a los demás.
Desde la separación, hacemos uso del juicio para condenarnos y condenar a los demás.

En la unidad, estamos despiertos a la única y verdadera realidad.

En la separación, permanecemos sumidos en el “sueño” y nos mantenemos identificados con la falsa identidad del ego.


Ejemplo-Guía:  "Enhorabuena, estabas buscando al culpable de tus tribulaciones y hoy lo has encontrado".

Hay quien dice que es de valiente mirarse en el espejo y reconocer, sinceramente, sus debilidades y sus fortalezas.  Pero, ¡cuidado!, ese acto de valentía tiene una sutil trampa: tus debilidades, al ser reconocidas, son igualmente condenadas.  Por otro lado, debilidades y fortalezas son juicios basados en la dualidad de la mente, o lo que es lo mismo, es el argumento del mundo ilusorio, donde nos interpretamos como seres separados de la Fuente Creadora.

Ya tenemos tema de reflexión, ¿no creéis?

No es un acto de valentía lo que necesitamos para reconocer lo que somos, sino un acto de consciencia.  Si fuese un acto de valentía y no consiguiéramos reconocernos, inmediatamente nos identificaríamos como un cobarde, y estos calificativos son propios del ego, la falsa personalidad con la que nos encontramos identificados.

Con consciencia, tendremos la evidencia de lo que somos.  Recordaremos que todo pensamiento sigue a su Fuente y que somos una emanación de la Mente de Dios, es decir, somos el Hijo de Dios Mismo y somos tal y como nos ha creado, a Su Imagen y Semejanza.

Sí, hoy, si lo deseas, estás de enhorabuena, pues llevas toda una vida buscando al causante de tus desgracias, al causante de tu dolor, de tu infortunio, y hoy por fin estás en condiciones de conocerlo.  Debes reconocer que, durante estos años de búsqueda, no habías conseguido encontrar a dicho causante.  A pesar de que te has defendido de los momentos difíciles, de que has desplegado todas tus estrategias para conseguir un momento de gozo y felicidad, no lo has conseguido.  Sin duda alguna, no has debido buscar en el lugar adecuado.


Sí, hoy, si abres tu consciencia al Ser que habita en tu interior, descubrirás la única y verdadera causa que te ha llevado a experimentar esos momentos de desasosiego.  No te asombres si esa causa no adopta una forma corporal.  En verdad, eso es imposible, pues esa causa es tu mente, ese foco a través del cual expresas tu voluntad y tus deseos.  Cuando esa voluntad se une al deseo, te lleva a elegir.  Y esa elección está regida por la ley del libre albedrío.

Si la mente se proyecta hacia la conquista de la individualidad, tendrá lugar la fabricación del mundo del ego.

Si la mente se expande hacia la conquista de la consciencia, tendrá lugar la creación, donde se lleva a cabo la Comunión del Padre y el Hijo, donde el Hijo completa al Padre.

Conocer que es nuestra mente la única causa de todos los efectos que experimentamos en el mundo físico es Consciencia. A partir de ahí, nos toca elegir qué sueño deseamos tener, pero con la variante de que somos conscientes de que somos los soñadores de nuestros sueños.

El miedo, la separación, la culpa, desaparecen.  Dejamos de ser víctimas o verdugos para convertirnos en el único protagonista y en el único guionista de nuestras obras.

¿Tendría sentido elegir un sueño de condena y dolor?

Nosotros lo decidimos.

Reflexión: El perdón representa el fin de todos los sueños, ya que es el sueño del despertar.

Capítulo 21. VII. La última pregunta que queda por contestar (3ª parte).

VII. La última pregunta que queda por contestar (3ª parte).


5. El odio, no obstante, tiene que tener un blanco. 2No se puede tener fe en el pecado sin un enemigo. 3¿Quién, que crea en el pecado, podría atreverse a creer que no tiene enemigos? 4¿Podría admitir que nadie lo hizo sentirse impotente? 5La razón seguramente le diría que dejase de buscar lo que no puede ser hallado. 6Sin embargo, tiene primero que estar dispuesto a percibir un mundo donde no hay enemigos. 7No es necesario que entienda cómo sería posible que él pudiese ver un mundo así. 8Ni siquiera debería tratar de entenderlo. 9Pues si pone su atención en lo que no puede entender, no hará sino agudizar su sensación de impo­tencia y dejar que el pecado le diga que su enemigo debe ser él mismo. 10Pero deja que se haga a sí mismo las siguientes pregun­tas con respecto a las cuales tiene que tomar una decisión, para que esto se lleve a cabo por él:

11¿Deseo un mundo en el que gobierno yo en lugar de uno que me gobierna a mí?

12¿Deseo un mundo en el que soy poderoso en lugar de uno en el que soy impotente?

13¿Deseo un mundo en el que no tengo enemigos y no puedo pecar?

14¿Y deseo ver aquello que negué porque es la verdad? 

El impotente desea el poder, pero reconocer su verdadero significado le produce miedo, pues en su victimismo encuentra las razones que busca para afianzar su sistema de pensamiento, o lo que es lo mismo, para confirmar su identidad como un cuerpo.

Si eligiera reconocer el verdadero significado del poder, el que ofrece la inocencia y la indefensión, tendría que renunciar a la creencia en la separación, pues tanto la pureza de la inocencia como la fortaleza de la indefensión son entendidas por el ego como debilidad y no está dispuesto a mostrar su impotencia como una debilidad, sino como una muestra de que Dios lo ha abandonado y se está vengando de él castigándolo con vivencias de dolor, sufrimiento y muerte.

Sí, el ego desea un mundo en el que pueda gobernar y sentirse poderoso. Igualmente, desea un mundo en el que no tenga que luchar y en el que no sea seducido por la tentación del pecado. Pero no está dispuesto a hacer concesiones a la hora de reconocer que la verdad que ha negado es la única verdad, pues ello significaría su inexistencia, su fin.

6. Tal vez ya hayas contestado las tres primeras preguntas, pero todavía no has contestado la última. 2Pues ésta aún parece temi­ble y distinta de las demás. 3Mas la razón te aseguraría que todas ellas son la misma. 4Dijimos que en este año se haría hincapié en la igualdad de las cosas que son iguales. 5Esta última pregunta, que es en verdad la última acerca de la cual tienes que tomar una decisión, todavía parece encerrar una amenaza para ti que las otras ya no poseen. 6Y esta diferencia imaginaria da testimonio de tu creencia de que a lo mejor la verdad es el enemigo con el que aún te puedes encontrar. 7En esto parece residir, pues, la última esperanza de encontrar pecado y de no aceptar el poder.

En verdad, el ego no cree en la última pregunta, no cree que la creencia en la separación sea falsa y por tal motivo tampoco puede reconocer que la verdad que ha negado sea la única verdad. Todo lo contrario, para el ego, la verdad se convierte en su enemigo, por la razón que ya hemos expuesto más arriba. Ese reconocimiento significaría su inexistencia. Por lo tanto, su deseo de ser especial, al cual debe su identidad, le inspirará que el pecado es necesario para justificar su existencia. Con lo cual, al elegir el pecado, está apostando por la impotencia, por el ataque, por el odio y por la sinrazón.

7. No olvides que la elección entre el pecado y la verdad, o la impotencia y el poder, es la elección entre atacar y curar. 2Pues la curación emana del poder, y el ataque, de la impotencia. 3Es imposible que quieras curar a quien atacas. 4Y el que deseas que sane tiene que ser aquel que decidiste que estuviese salvo del ataque. 5¿Y qué otra cosa podría ser esta decisión, sino la elección entre verle a través de los ojos del cuerpo, o bien permitir que te sea revelado a través de la visión? 6La manera en que esta deci­sión da lugar a sus efectos no es tu problema. 7Pero tú decides lo que quieres ver. 8Éste es un curso acerca de causas, no de efectos.

En este punto, Jesús nos comparte uno de los pilares centrales de la enseñanza del Curso, que todos los estudiantes debemos tener muy presente a la hora de entender sus mensajes. Nos dice que este Curso es acerca de causas, no de efectos.

Desde el sistema de pensamiento del ego, es lógico que le demos más importancia al hacer que al ser, o lo que es lo mismo, al cuerpo que a la mente. Tanto es así que le otorga al cuerpo la autoría de todas nuestras acciones, las correctas y las incorrectas, lo que lo convierte en el único regente de nuestro reino.

Sin embargo, pensar de esta manera es la diferencia entre el pecado y la verdad, o la impotencia y el poder. Como dice Jesús, es la elección entre atacar y curar.

Recupero una cita del Texto del Curso que nos habla del "hacer": 

"Hacer algo siempre involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. He aquí la puerta abierta que te ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escaparte de inmediato, liberándote así del tiempo. Ésta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo en este mismo momento. Pues con ello se niega el tiempo, y, así, el pasado y el futuro desaparecen. El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de tiempo. No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente" (T.17.VII.7:1-9).