sábado, 17 de febrero de 2024

Principio 46: "El Espíritu Santo es el medio de comunicación más elevado".

PRINCIPIO 46

El Espíritu Santo es el medio de comunicación más elevado. Los milagros no entrañan ese tipo de comunicación, debido a que son medios temporales de comunicación. Cuando retornes a la forma original de comunicación con Dios, por revelación directa, los milagros dejarán de ser necesarios.


Dios creó a cada mente comunicándole Su Mente, y estableciéndola así para siempre como un canal para Su Mente y Su Voluntad” (T-4.VII.3:7).

“Tanto la existencia como el estado de ser se basan en la comuni­cación” (T-4:VII.4:1).

Con estas dos afirmaciones, doy comienzo al estudio de un tema que considero de gran interés, la comunicación, cuya interpretación bajo las enseñanzas de Un Curso de Milagros, adquiere un significado muy diferente al que le otorga el saber convencional. A lo largo de este análisis tendremos ocasión de hablar de los distintos rostros de la comunicación.

La primera frase con la que hemos dado comienzo a este artículo, nos enseña que somos frutos de la comunicación, pues fue la vía elegida por nuestro Creador para dar lugar a nuestra existencia y a nuestro estado de Ser.
Podemos decir, que el estado natural de relación con nuestro Creador es la comunicación directa o revelación.

Sin embargo, esa comunicación directa se interrumpió al inventar, el Hijo de Dios, otra voz.

Es importante que recordemos que, "Dios no está dentro ti en un sentido literal, más bien, tú formas parte de Él. Cuando elegiste abandonarlo te dio una Voz para que hablase por Él, pues ya no podía compartir Su conocimiento contigo libre­mente" (T-5.II.5:5-6). Esa Voz es el Espíritu Santo.

"Dios no guía porque lo único que puede hacer es compartir Su perfecto conocimiento. Guiar entraña evaluación, ya que implica que hay una manera correcta de proceder y otra incorrecta, una que se debe escoger y otra que se debe evitar. Al escoger una, renunciamos a la otra. Elegir al Espíritu Santo es elegir a Dios" (T-5.II.5:1-4).

"El Espíritu Santo es tu Guía a la hora de elegir. Reside en la parte de tu mente que siempre habla en favor de la elección correcta porque habla por Dios. Él es el último nexo de comuni­cación que te queda con Dios, comunicación que puedes inte­rrumpir, pero no destruir" (T-5.II.8:1-3).

Hablemos de la comunicación desde la perspectiva del ego.

"El ego es aquella parte de la mente que cree que lo que define nuestra existencia es la separación" (T-4.VII.1:5). 

"Lo único que el ego percibe es un todo separado, desprovisto de las relaciones que presupone el estado de ser. El ego, por lo tanto, está en contra de la comunicación, excepto cuando se utiliza para establecer separación en vez de para abolirla. El sistema de comunicación del ego se basa en su propio sistema de pensa­miento, al igual que todo lo demás que él impone. Su comunica­ción está controlada por la necesidad que tiene de protegerse, e interrumpirá la comunicación siempre que se sienta amenazado. Esta interrupción es una reacción hacia una o varias personas determinadas. El carácter específico de la manera de pensar del ego da lugar, entonces, a generalizaciones falsas que no son realmente abstractas en absoluto. El ego simplemente responde, de ciertas formas específicas, a todo lo que percibe como relacionado" (T+4.VII.2:1-7).

Decíamos al principio que, "tanto la existencia como el estado de ser se basan en la comuni­cación. La existencia, sin embargo, es específica en cuanto a qué, cómo y con quién vale la pena entablar comunicación. El estado de ser carece por completo de estas distinciones. Es un estado en el que la mente está en comunicación con todo lo que es real. En la medida en que permitas que ese estado se vea coartado, en esa misma medida estarás limitando la idea que tienes acerca de tu propia realidad, la cual se vuelve total únicamente cuando reco­noces a toda la realidad en el glorioso contexto de la verdadera relación que tiene contigo" (T-4.VII.4:1-5).

Podemos leer en el Texto de UCDM  con respecto a Dios que, "a menos que desempeñes el papel que te corresponde en la creación, Su gozo no será total porque el tuyo no lo es. 5Y Él ciertamente sabe esto. 6Lo sabe en Su Propio Ser y en la experiencia que Su Ser tiene de la experiencia del Hijo. 7El constante fluir de Su Amor se obstruye cuando Sus canales están cerrados, y se siente solo cuando las mentes que Él creó no se comunican plenamente con Él"  (T-4.VII.6:4-7).

"La revelación no es suficiente porque es una comunicación de Dios hacia ti solamente. Dios no tiene necesidad de que se le devuelva la revelación, lo cual sería claramente imposible, pero sí desea que se transmita a otros. Esto no se puede hacer con la revelación en sí, pues su contenido no puede ser expresado debido a que es algo sumamente personal para la mente que lo recibe. No obstante, dicha mente la puede extender a otras men­tes, mediante las actitudes generadas por la sabiduría que se deriva de la revelación" (T-4.VII,7:2-5).

Para el ego, la comunicación es separación, pues "separa mediante el cuerpo, el único referente de su identidad. El Espíritu Santo, en cambio, utiliza el cuerpo para llegar a otros a través de él" (T-8.VII.2:3-4).

"Para el Espíritu Santo el cuerpo es únicamente un medio de comunicación. Al ser el nexo de comunicación entre Dios y Sus Hijos separados, el Espíritu Santo interpreta todo lo que hemos hecho a la luz de lo que Él es" (T-8.VII.2:1-2).
"No percibes a tus hermanos tal como el Espíritu Santo lo hace porque no crees que los cuerpos sean únicamente medios para unir mentes" (T-8.VII,2:5).

¿Qué características tiene las vías de comunicación fabricadas por el ego?

"Tú que hablas haciendo uso de símbolos turbios y engañosos no entiendes el lenguaje que has inventado. No tiene sentido, pues su propósito no es facilitar la comunicación, sino interrum­pirla. Si el propósito del lenguaje es facilitar la comunicación, ¿cómo puede tener sentido dicha lengua? Mas incluso este extraño y tergiversado esfuerzo de querer comunicar no comuni­cando, contiene suficiente amor como para hacer que tenga sen­tido si su intérprete no es su hacedor. Tú que la inventaste sólo estás expresando conflictos, y el Espíritu Santo quiere liberarte de ellos. Pon en Sus manos lo que quieres comunicar. Él lo inter­pretará con perfecta claridad, pues sabe con Quién estás en per­fecta comunicación" (T-14.VI.6:1-7).

Otra peculiaridad es que, "no sabes lo que dices, y, por lo tanto, no sabes lo que se te dice, pero tu Intérprete se da cuenta de lo que quieres decir en tu extraño lenguaje. Él no intentará comunicar lo que no tiene sen­tido, sino que separará todo lo que lo tiene, descartando el resto, y les transmitirá a aquellos que verdaderamente quieran comuni­carse contigo lo que en verdad quieres comunicarles. Hablas dos lenguajes al mismo tiempo, lo cual no puede sino ser algo ininte­ligible. Mas si uno de ellos no tiene sentido y el otro lo tiene, sólo este último. puede utilizarse para la comunicación. El otro no haría sino obstruirla" (T-14.VI-7:1-6).


La comunicación desde la perspectiva del milagro.

"El milagro es en gran medida como el cuerpo, en el sentido de que ambos son recursos de aprendizaje para facilitar un estado en el que finalmente se hacen innecesarios. Cuando se alcanza el estado original de comunicación directa con el espíritu, ni el cuerpo ni el milagro tienen objeto alguno" (T-1.V.1:1-2). Es por ello, que el título de este Principio nos enseña que el milagro son medios temporales de comunicación.

Por otro lado, "para que un milagro sea lo más eficaz posible, tiene que ser expresado en un idioma que el que lo ha de recibir pueda entender sin miedo. Eso no signi­fica que ése sea necesariamente el más alto nivel de comunica­ción de que dicha persona es capaz. Significa, no obstante, que ése es el más alto nivel de comunicación de que es capaz ahora. El propósito del milagro es elevar el nivel de comunicación, no reducirlo mediante un aumento del miedo" (T-2.IV.5:3-6).


La comunicación directa: la revelación.

"La revelación produce una suspensión completa, aunque tem­poral, de la duda y el miedo. Refleja la forma original de comuni­cación entre Dios y Sus creaciones, la cual entraña la sensación extremadamente personal de creación que a veces se busca en las relaciones físicas" (T-1.II.1:1-2).

"La revelación te une directamente a Dios" (T-1.II.1:5).

"La revelación es algo intensamente personal y no puede trans­mitirse de forma que tenga sentido. De ahí que cualquier intento de describirla con palabras sea inútil. La revelación induce sólo a la experiencia" (T-1.II.2:1-3).

"La revelación es literalmente inefable porque es una experiencia de amor inefable" (T-1.II.2:7).

Las revelaciones son indirectamente inspiradas por mí debido a mi proximidad al Espíritu Santo y a que me mantengo alerta para cuando mis hermanos estén listos para recibir la revelación. De esta manera puedo obtener para ellos más de lo que ellos podrían obtener para sí mismos" (T-1.II.5:1-2). 

El Espíritu Santo es el mediador entre la comunicación superior y la inferior, y mantiene abierto para la revelación el canal directo de Dios hacia ti. La revelación no es recíproca. Procede de Dios hacia ti, pero no de ti hacia Dios" (T-1.II.5:3-5).

Pongo punto final a este estudio compartiendo con todos vosotros el contenido que se recoge en las Lecciones del Libro de Ejercicios de UCDM:

La revelación de que el Padre y el Hijo son uno alboreará en toda mente a su debido tiempo. Sin embargo, ese momento lo determina la mente misma, pues es algo que no se puede enseñar" (L.pI.158.2:8-9).

"Ese momento ya ha sido fijado. Esto parece ser bastante arbi­trario. No obstante, no hay nadie que dé ni un solo paso al azar a lo largo del camino. Todos lo han dado ya, aunque todavía no hayan emprendido la jornada. Pues el tiempo tan sólo da la impresión de que se mueve en una sola dirección. No hacemos sino emprender una jornada que ya terminó. No obstante, parece como si tuviera un futuro que todavía nos es desconocido” (L.pI.158.3:1-7).

Sea cual sea el momento que la mente haya fijado para la revelación ello es com­pletamente irrelevante para lo que no puede sino ser un estado constante, eternamente como siempre ha sido, y como ha de seguir siendo eternamente. Nosotros simplemente asumimos el papel que se nos asignó hace mucho, y que Aquel que escribió el guión de la salvación en el Nombre de Su Creador y en el Nombre del Hijo de Su Creador, reconoció como perfectamente realizado” (L.pI.109.9:2-3)

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 48

LECCIÓN 48

No hay nada que temer.

1. La idea de hoy afirma simplemente un hecho. 2No es un hecho para los que creen en ilusiones, más las ilusiones no son hechos. 3En realidad no hay nada que temer. 4Esto es algo muy fácil de reconocer. 5Pero a los que quieren que las ilusiones sean verdad les es muy difícil reconocerlo.

2. Las sesiones de práctica de hoy serán muy cortas, muy simples y muy frecuentes. 2Repite sencillamente la idea tan a menudo como puedas. 3Puedes hacerlo con los ojos abiertos en cualquier momento o situación. 4Recomendamos enérgicamente, no obstante  que siempre que puedas cierres los ojos durante aproximadamente un minuto y repitas la idea lentamente para tus adentros varias veces. 5Es especialmente importante también que la uses de inmediato si observas que algo perturba tu paz mental.

3. La presencia del miedo es señal inequívoca de que estás confiando en tu propia fortaleza. 2La conciencia de que no hay nada que temer indica que en algún lugar de tu mente, aunque no necesariamente en un lugar que puedas reconocer, has recordado a Dios y has dejado que Su fortaleza ocupe el lugar de tu debilidad3En el instante en que estés dispuesto a hacer eso, ciertamente no habrá nada que temer.

¿Qué me enseña esta lección?

En el mundo del ego, el miedo se convierte en una creencia basada en la separación con respecto al creador.

Qué diferente sería todo, si tuviésemos la certeza de que allí donde estemos, allí donde vayamos, siempre estamos acompañado de nuestro Padre. No puede ser de otro modo, pues somos una expansión de Su Mente. Todo lo creado sigue conectado con su Fuente original.

¿Cómo podríamos tener miedo cuando nuestro Padre nos guía? ¿Acaso un padre cuerdo desea algo malo para su hijo? Tener miedo, cuando sabemos que nuestro Padre nos guía, es creer que nuestro Padre no está cuerdo.

¿Cómo podemos pensar que nuestro Padre nos va a castigar por nuestros actos, cuando nos ha creado con la Esencia del Amor? ¿Acaso, amar es demencia?

Creemos que el uso que hemos hecho de Sus Atributos, nos ha llevado a transgredir sus Leyes y, como consecuencia de ello, somos merecedores de su ira, de su venganza, somos merecedores de su castigo y ello nos produce un profundo temor.

Esa ilusoria transgresión, nos ha llevado a la falsa creencia de que Dios nos ha castigado expulsándonos del Paraíso, y nos ha sentenciado al Este del Edén, donde tendremos que ganar el sustento con el sudor de nuestra frente. Desde entonces, nos desposeímos de la abundancia y en su lugar elegimos la necesidad y la escasez; desde entonces, dejamos de reír y de ser felices, para sentirnos permanentemente tristes y desolados; decidimos, atacar para evitar ser atacados; decidimos enfermar para conocer el sentido de la armonía y la coherencia que habíamos olvidado.

El hombre se percibe un ser individualizado y con capacidad para “crear” su propia realidad. En esa percepción, los demás no mantienen una relación santa, sino que son valorados como agentes que nos amenazan con sus ataques, de los cuales, el ego mantiene un estado de máxima alerta para protegerse de ellos, situándolo en un estado de miedo permanente.

El ego se siente solo, aislado, y ello le atemoriza. Sin embargo, cuando despertemos, y nos liberemos de las percepciones erróneas, descubriremos felizmente que hemos vivido en una pesadilla, pues nunca hemos estado separados de nuestro creador.

La consciencia de Unidad con el Padre nos lleva a percibir la fortaleza del Ser. Ya nunca más sentiremos temor y el Amor sustituirá cualquier acción basada en esa emoción.

 

Ejemplo-Guía: ¿cómo vencer nuestros miedos?

En este planteamiento, hemos elegido conscientemente la formulación de la pregunta. No hemos utilizado el término "nuestros" de manera gratuita. Dicha identificación con el miedo, es algo muy personal. Lo que para mí es motivo de miedo, para ti puede ser motivo de risa.

Esta observación, nos lleva a pensar que el miedo es consecuencia del proceso de individualización, o lo que es lo mismo, de la creencia en la separación. Podríamos simplificar el análisis y concretar que la única manera de poner fin a la creencia en el miedo es recordar nuestra consciencia de unicidad con Dios, donde únicamente podemos encontrar la fortaleza necesaria para ver la realidad de lo que Somos: Seres de Amor y de Luz.

Pero, no nos vamos a conformar con esa concreción. Nos vamos a proponer hacer un recorrido por las enseñanzas que nos ofrece el Texto del Curso y vamos a hacer referencia a sus aportaciones, las cuales, de una manera más extensa y detallada, nos enseñarán las claves que debemos practicar para des-hacernos de la ilusión del miedo.

¿Podemos hablar del origen del miedo? Sí, podemos hacerlo y podemos identificar el momento en que comenzamos a creer en él. “Antes de la separación la mente era invulnerable al miedo, ya que el miedo no existía” (T-2.III.2:2). Luego, su origen no lo busquemos en la dimensión temporal, sino en el nivel de donde emanan las causas, es decir, busquemos su origen en el pensamiento erróneo que le llevó a percibir de manera separada. En verdad, cada vez que nuestro pensamiento sirve a la ilusión de la separación, está llevándonos a percibir la textura del miedo.

“Tanto la separación como el miedo son creaciones falsas que tienen que deshacerse a fin de que se pueda restaurar el templo y abrir el altar para que reciba la Expiación. Esto supone el fin de la separación, al poner dentro de ti la única defensa eficaz contra todo pensamiento de separación, haciendo de este modo que seas absolutamente invulnerable” (T-2.III.2:3-4).

Cuando tenemos miedo de algo, estamos admitiendo que ello tiene el poder de hacernos daño. Debemos recordar que donde esté nuestro corazón allí también estará nuestro tesoro. Creemos en lo que consideramos valioso. Si tenemos miedo, es que estamos equivocado con respecto a lo que es valioso. En ese estado, nuestro entendimiento evaluará erróneamente, y al otorgar el mismo poder a todos los pensamientos, destruiremos inevitablemente la paz.

¿Qué ocurre en nuestra mente para que hagamos real el miedo? Detallo una experiencia percibida.:

“El Sr. M, desarrolla una labor profesional que no le satisface. No se siente motivado con las tareas que desempeña y ello le lleva a estar permanentemente quejándose de las condiciones laborales. Va a trabajar, cada día, con enfado y con una actitud de víctima del sistema. Los días se le hacen eternos y no se esfuerza lo más mínimo por hacer las cosas de una manera diferente. Lo más frustrante para el Sr. M, es reconocer que no se atreve a dejar el cargo que ocupa en la organización de la empresa, pues ello le supondría una pérdida económica que no se puede permitir. A pesar de estar insatisfecho con la labor que realiza y aun conociendo que podría realizar otras tareas que sí le satisfaría, no acaba de decidirse a cambiar su situación, pues siente un profundo temor a la pérdida”.

Nos revela UCDM, que nuestro miedo impide al Espíritu Santo darnos su control. Algo que considero muy importante recordar es que la presencia del miedo indica que hemos elevado pensamientos corporales al nivel de la mente, lo que significa que cedemos nuestro control a la personalidad del ego, lo que nos llevará a sentirnos personalmente responsable de ellos. En el ejemplo anterior, vemos una evidencia, el Sr. M no goza de paz, sino que es víctima de sus propios pensamientos de miedo.

Siempre que tenemos miedo es señal inequívoca de que le hemos permitido a nuestra mente crear falsamente y de que no la hemos puesto al servicio del Espíritu Santo, permitiéndole ser nuestro guía.

El ego intentar corregir el miedo desde la percepción, enfrentándose a ellos en el nivel de los efectos. Con ello, lo único que está confirmando es que lo cree real, y cuanto más lo combate más valor le aporta.

En este sentido, el Curso nos deja muy claro que tenemos que, “cambiar de mentalidad, no de comportamiento, y eso es cuestión de que estemos dispuesto a hacerlo. No necesitamos orientación alguna excepto a nivel mental. La corrección debe llevarse a cabo únicamente en el nivel en que es posible el cambio. El cambio no tiene ningún sentido en el nivel de los síntomas donde no puede producir resultados” (T-2.VI.3:4-7).

Os dejo, una serie de recomendaciones, sobre cómo trata el Curso el miedo, que pudieran haber sido extraídas de los mejores textos de psicología. Toda una maravilla:

“Es posible alcanzar un estado en el que dejas que yo guíe tu mente sin ningún esfuerzo consciente por tu parte, más ello requiere un grado de buena voluntad que tú aún no posees. El Espíritu Santo no puede pedirte que hagas más de lo que estás dispuesto a hacer. La fuerza para hacer lo que Él te pide procede de una firme resolución por tu parte. Hacer la Voluntad de Dios no produce ninguna tensión una vez que reconoces que Su Voluntad es también la tuya. La lección en este caso es muy sencilla, aunque muy fácil de pasar por alto. Voy, por lo tanto, a repetirla, y te exhorto a que escuches atentamente. Sólo tu mente puede producir miedo. Hace eso cada vez que está en conflicto con respecto a lo que quiere, lo cual inevitablemente produce tensión, ya que existen discrepancias entre lo que quiere y lo que hace al respecto. Eso sólo puede corregirse aceptando un objetivo unificado” (T-2.VI.6:1-9).

“El primer paso correctivo para deshacer el error es darse cuenta, antes que nada, de que todo conflicto es siempre una expresión de miedo. Dite a ti mismo que de alguna manera tienes que haber decidido no amar, ya que de otro modo el miedo no habría podido hacer presa en ti. A partir de ahí, todo el proceso correctivo se reduce a una serie de pasos pragmáticos dentro del proceso más amplio de aceptar que la Expiación es el remedio. Estos pasos pueden resumirse de la siguiente forma:

Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentando es miedo.

El miedo procede de una falta de amor.

El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto.

El amor perfecto es la Expiación” (T.2.VI.7:1-8).

 

Termino con otra perla del Curso:

“El amor perfecto expulsa el miedo.

Si hay miedo, es que no hay amor perfecto.

Mas:

Sólo el amor perfecto existe.

Si hay miedo, éste produce un estado que no existe.

Cree esto y serás libre. Sólo Dios puede establecer esta solución, y esta fe es Su don” (T-1.VI.5:4-10)

 

Reflexión: Si tengo miedo, no estoy pensando con la Mente de Dios.

viernes, 16 de febrero de 2024

Principio 45: "Un milagro nunca se pierde"

PRINCIPIO 45

Un milagro nunca se pierde. Puede afectar a mucha gente que ni siquiera conoces, y producir cambios inimaginables en situaciones de las que ni siquiera eres consciente.


Encontramos en el estudio de este Principio, una similitud con lo expresado en el Principio 35, “Los milagros son expresiones de amor, pero puede que no siempre tengan efectos observables”, si bien, cuando lo analizamos, nos centramos especialmente en desarrollar, principalmente, la idea del amor.

Hoy, vamos a tocar el aspecto que nos quedó “pendiente” en aquella ocasión y que, este nuevo Principio, nos ofrece la oportunidad de analizar.

 A título de introducción, me gustaría compartir la siguiente frase:

“Cuando le ofreces un milagro a cualquiera de mis hermanos, te lo ofreces a ti mismo y me lo ofreces a mí” (T-1.III.1:2).

Ya hemos dicho, a lo largo de estos estudios, que los milagros se dan en la mente que está lista para ellos, es decir, dicha mente, al estar unida, se extiende a todos aun cuando el que obra milagros no se dé cuenta de ello.

Podemos leer en el Texto del Curso que, "la naturaleza impersonal del milagro se debe a que la Expiación en sí es una, lo cual une a todo lo creado con su Creador" (T-1.III.7:3).

He sido testigo, en más de una ocasión, de la preocupación mostrada por muchos estudiantes al desconocer el resultado que alcanza su actitud milagrosa.

En respuesta a ello, el Curso nos indica que, "el hecho de que el milagro pueda tener efectos en nuestros herma­nos de los que ni siquiera somos conscientes no debe preocuparnos" (T-1.III.8:1).  Ahondando en este mensaje, debemos recordar que, "el milagro siempre nos bendecirá" (T-1.III.8:2). "Los milagros que no se te ha pedido que hagas no dejan de tener valor. Siguen siendo expre­siones de tu estado de gracia, pero dado mi absoluto conoci­miento del plan en su totalidad, yo debo controlar su ejecución" (T-1.III.8:3-4).
Si bien es cierto que, "la naturaleza impersonal de la mentalidad milagrosa asegura tu gracia, pero sólo Él está en posición de saber dónde pueden concederse" (T-1.III.8:5).

El Curso nos advierte que, "los milagros son selectivos únicamente en el sentido de que se canalizan hacia aquellos que los pueden usar en beneficio propio" (T-1.III.9:1).

"Y a medida que te dejas curar, te das cuenta de que junto con­tigo se curan todos los que te rodean, los que te vienen a la mente, aquellos que están en contacto contigo y los que parecen no estarlo. Tal vez no los reconozcas a todos, ni comprendas cuán grande es la ofrenda que le haces al mundo cuando permi­tes que la curación venga a ti. Mas nunca te curas solo. Legiones y legiones de hermanos recibirán el regalo que tú recibes cuando te curas." (L.pI.137.10:1-4).

Lo que acabamos de indicar, viene a dar respuesta a muchas almas inquietas que se preguntan cómo pueden ayudar a los demás a sanar. En este sentido, se cuestionan si el uso de la plegaria es efectiva.  Sobre este particular, os dejo, la aportación de Kenneth Wapnick, en su obra “Los 50 Principios del Milagro”:

“(…) lo único que Un curso en milagros nos pide es que aceptemos la Expiación para nosotros mismos, lo que significa que pongamos de nuestra parte para que nuestra mente se cure de estos pensamientos. La extensión de ese milagro -Expiación o perdón- no es de nuestra incumbencia, porque nosotros no tenemos idea de lo que es verdaderamente útil. Nuestra única responsabilidad -aceptar la Expiación para nosotros mismos- es escoger el perdón o el milagro.

Pregunta: ¿Qué hay con la oración intercesora? ¿Cómo se ajusta a esto?

Respuesta: No se ajusta, por lo menos en la manera corriente de pensar en ella. Primero, a Dios no hay que decirle lo que tiene que hacer; es sencillamente una locura pensar así. Segundo, y aún más importante, como dije antes, una vez oramos por los demás, estamos diciendo que hay un problema allá afuera, y caemos de nuevo en la trampa del ego. No rezamos por los demás, lo hacemos por nosotros mismos, que nuestras mentes, que creían que había una forma de oscuridad afuera, se sanen. Las primeras secciones del Canto de la oración plantean esto muy claramente. En verdad oramos por ayuda para salirnos de en medio, de modo que el Espíritu Santo pueda extenderse a otras mentes a través de nosotros”.

No quiero poner fin a este análisis sin compartir algunas de las joyas con la que nos regala la obra “Psicoterapia y el Canto de Oración”. Son algunas pinceladas, pues el tema del terapeuta y de la oración, lo considero de una gran importancia como para ocupar un tema monográfico.
  
“La oración es el mayor regalo con el cual Dios bendijo a Su Hijo al crearlo.  Era ésta entonces lo que ha de llegar a ser: la única voz que el Creador y la creación comparten; el canto que el Hijo entona al Padre, Quien devuelve a Su Hijo las gracias que el canto Le ofrece. Perpetua la armonía, y perpetua también la feliz concordia del amor que eternamente se profesan uno a otro.  Y en esto la creación se extiende.  Dios da gracias a Su extensión en Su Hijo. Su Hijo da gracias por su creación, en el canto de su crear en Nombre de Su Padre.  El amor que comparten es lo que toda oración habrá de ser por toda la eternidad, cuando el tiempo termine.  Porque así era antes de que el tiempo pareciese existir” (O-In.1:1-8).

“Para ti que te encuentras brevemente en el tiempo, la oración toma la forma que mejor se ajusta a tu necesidad.  Sólo tienes una. Lo que Dios creó uno debe reconocer su unidad, y alegrarse de que lo que las ilusiones parecían separar es por siempre uno en la Mente de Dios.  La oración debe ser ahora el medio por el cual el Hijo de Dios abandona las metas e  intereses separados, y vuelve en sagrada alegría a la verdad de la unión en su Padre y en sí mismo” (O-In.2:1-4).

“La oración es un camino que el Espíritu Santo ofrece para alcanzar a Dios.  No es sólo una pregunta o una súplica. No puede tener éxito hasta que te des cuenta de que no pide nada. ¿De qué otra forma podría cumplir su propósito?  Es imposible orar pidiendo ídolos y tener esperanzas de alcanzar a Dios. La verdadera oración debe evitar la trampa de la súplica.  Pide, en su lugar, recibir lo que ya se ha dado; aceptar lo que ya está ahí” (O-I.1:1-7).

“El secreto de la verdadera oración es olvidar las cosas que crees necesitar.   Pedir lo específico es muy similar a reconocer el pecado y luego perdonarlo.  De la misma manera, también en la oración pasas por encima de tus necesidades específicas tal como tú las ves, y las abandonas en Manos de Dios. Allí se convierten en tus regalos para Él, pues Le dicen que no antepondrías otros dioses a ÉI; ningún  Amor  que  no sea  el Suyo. ¿Cuál otra podría ser Su Respuesta sino tu recuerdo de Él? ¿Puede  esto  cambiarse  por  un  trivial  consejo acerca  de  un problema  de  un  instante  de  duración? Dios responde únicamente por la eternidad. Pero aun así todas las pequeñas  respuestas  están contenidas en ésta” (O-I.4:1-8).

“Orar es hacerse a un lado; es abandonarse, es un sereno instante para escuchar y amar.   No debe confundirse  con  súplica  alguna,  porque es una manera de recordar tu santidad. ¿Por qué debería suplicar la santidad, si tiene pleno derecho a todo lo que el amor puede ofrecer? Y es al Amor adonde vas en la oración. La oración es una ofrenda; es renunciar a ti mismo para ser uno con el Amor. No hay nada que pedir porque no queda nada que desear. Esa nada se convierte en el altar de Dios. Desaparece en Él” (O-I.5:1-5).

“También es posible alcanzar una forma más elevada de pedir -desde la necesidad-, puesto que en este mundo la oración es reparativa, y por lo tanto debe establecer niveles de aprendizaje. Aquí, la petición puede ser dirigida a Dios con creencia sincera, aunque aún sin comprensión. Un vago y usualmente inestable sentido de identificación se ha alcanzado generalmente, pero tiende a opacarlo un sentimiento de pecado de profundo arraigo. Es posible en este nivel continuar pidiendo cosas de este mundo en varias formas, y también es posible pedir regalos como la honestidad o la bondad, y particularmente el perdón de las muchas fuentes de culpa que inevitablemente yacen bajo cualquier oración de necesidad. Sin culpa no existe escasez. Los que no han pecado no tienen necesidades” (O-II.3:1-6).

“En este nivel viene también la curiosa contradicción de términos conocida como -orar por nuestros enemigos-. La contradicción  no se encuentra en las palabras mismas, sino más bien en la manera como usualmente se interpretan.   Mientras creas que tienes enemigos, has limitado la oración a las leyes del mundo, y también has limitado tu habilidad de recibir y aceptar a los mismos estrechos márgenes. Y aun así, si tienes enemigos tienes necesidad de oración, y una muy grande por cierto. ¿Qué significa la frase realmente? Ora por ti mismo, para que no busques aprisionar a Cristo y de esa manera pierdas el reconocimiento de tu propia Identidad.  No le seas traidor a nadie, o te traicionarás a ti mismo” (O-II.4:1-7).

“Que nunca  se olvide  que la oración  en cualquier  nivel  es siempre  por ti mismo. Si te unes a cualquiera en oración, lo haces parte de ti. El enemigo eres tú, lo mismo que el Cristo. Antes de que pueda tornase santa, pues, la oración se vuelve una decisión.  Tú no decides por otro. Sólo puedes escoger por ti mismo. Ora verdaderamente por tus enemigos, puesto que aquí radica tu salvación. Perdónalos por tus pecados, y serás realmente perdonado” (O-II.6:1-8).

Con esta termino:

“Ahora la oración se eleva del mundo de las cosas, de los cuerpos, y de los dioses de toda clase, y puedes descansar en santidad al fin.  La humildad ha venido a enseñarte cómo entender tu gloria como Hijo de Dios, y reconocer la arrogancia del pecado. Un sueño te ha velado la faz de Cristo. Ahora puedes contemplar Su impecabilidad. Alto se ha elevado la escalera. Has llegado casi hasta el Cielo. Hay poco más que aprender antes de completar el viaje. Ahora puedes decir a todo aquel que venga a unirse en oración contigo:

No puedo ir sin ti, pues eres parte de mí.

Y así lo es en verdad. Ahora puedes orar sólo por lo que verdaderamente compartes con él. Pues has comprendido que jamás se fue, y que tú, que parecías solo, eres uno con él” (O-V.3:1-12).

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 47

LECCIÓN 47

Dios es la fortaleza en la que confío.

1. Si sólo confías en tus propias fuerzas, tienes todas las razones del mundo para sentirte aprensivo, ansioso y atemorizado. 2¿Qué puedes predecir o controlar? 3¿Qué hay en ti con lo que puedas contar? 4¿Qué te podría capacitar para ser consciente de todas las facetas de un problema, y de resolverlos de tal manera que de ello sólo resultase lo bueno? 5¿Qué hay en ti que te permita poder reconocer la solución correcta, y garantizar su consecución?

2. Por ti mismo no puedes hacer ninguna de esas cosas. 2Creer que puedes es poner tu confianza en algo que no es digno de ella, y justificar el miedo, la ansiedad, la depresión, la ira y el pesar. 3¿Quién puede depositar su fe en la debilidad y sentirse seguro? 4Por otra parte, ¿quién puede depositar su fe en la fortaleza y sentirse débil?

3. Dios es tu seguridad en toda circunstancia. 2Su Voz habla por Él en toda situación y en todos los aspectos de cada situación, diciéndote exactamente qué es lo que tienes que hacer para invocar Su fortaleza y Su protección. 3En esto no hay excepciones porque en Dios no hay excepciones. 4Y la Voz que habla por Él piensa como Él.

4. Hoy trataremos de llegar más allá de tu debilidad hasta la Fuente de la verdadera fortaleza. 2Son necesarias hoy cuatro sesiones de práctica de cinco minutos cada una, aunque se te exhorta a que hagas más y a que les dediques más tiempo. 3Cierra los ojos y comienza como de costumbre repitiendo la idea de hoy. 4Luego dedica un minuto o dos a buscar situaciones en tu vida que hayas revestido de temor, y desecha cada una de ellas diciéndote a ti mismo:

5Dios es la fortaleza en la que confío.

5. Trata ahora de deslizarte más allá de todas las preocupaciones relacionadas con tu propia sensación de insuficiencia. 2Es obvio que cualquier situación que te causa inquietud está asociada con sentimientos de insuficiencia, pues, de lo contrario, creerías que puedes lidiar con la situación con éxito. 3Confiando en ti mismo no es la manera de adquirir confianza. 4Mas la fortaleza de Dios en ti tiene éxito en todo.

6. Reconocer tu propia debilidad es un paso necesario para la corrección de tus errores, pero no es suficiente para darte la confianza que necesitas, y a la que tienes derecho. 2Debes adquirir asimismo la conciencia de que confiar en tu verdadera fortaleza está plenamente justificado en relación con todo y en toda cir­cunstancia.

7. En la última fase de cada sesión de práctica, trata de llegar muy hondo dentro de tu mente a un lugar de verdadera seguridad. 2Reconocerás que has llegado cuando sientas una profunda sensación de paz, por muy breve que sea. 3Despréndete de todas las trivialidades que bullen y burbujean en la superficie de tu mente, y sumérgete por debajo de ellas hasta llegar al Reino de los Cielos. 4Hay un lugar en ti donde hay perfecta paz. 5Hay un lugar en ti en el que nada es imposible. 6Hay un lugar en ti donde mora la fortaleza de Dios.

8. Repite la idea frecuentemente en el transcurso del día. 2Úsala como respuesta a cualquier cosa que te perturbe. 3Recuerda que tienes derecho a la paz porque estás depositando tu confianza en la fortaleza de Dios.

¿Qué me enseña esta lección?

La personalidad identificada con el ego, busca la confianza, la fortaleza, fuera de sí mismo. Cuando se enfrenta a las dificultades, busca en los demás a la persona que le aporte la ayuda necesaria para solucionar su dificultad.

Ese comportamiento es fruto de la conciencia de separación, de la falta de autoconocimiento. La verdadera identidad del Ser, no se encuentra, aún, integrada en la conciencia. Para el ego es vital seguir buscando, en el exterior, las respuestas que le permita seguir creyendo en el mundo que ha fabricado. De hecho, su existencia depende en exclusividad de seguir creyendo en el mundo que percibe, en el mundo de las formas. Sin embargo, ese mundo no le aporta, por mucho que la busque, la solución definitiva que ha de permitirle gozar de la paz, de la alegría, de la felicidad, de la salud. Su conciencia de separación, le impide tener una visión integral de lo que percibe. Al ver de manera fragmentada, es incapaz de unir todas las piezas del puzle que le permitirá percibir correctamente, lo que le llevaría a tomar la elección adecuada para solucionar sus problemas, es decir, en la que nadie pierde.

El ego deposita toda su confianza, toda su fortaleza, en el "dios de la posesión". Desde su primer acto de conciencia, se lanza a la desenfrenada aventura de poseer, lo que le lleva a atesorar todo cuanto se cruza en su existencia. Se siente necesitado, un ser escaso, y el "tener" se convierte en su principal objetivo en lo que llama vida. Su creencia de que dar es perder, le convierte en un ser celoso de lo que posee.

Tan sólo cuando se adquiere la comunión con la naturaleza divina, podremos encontrar el poder, la fortaleza, dentro de nosotros mismos y, en ese encuentro, descubrir la respuesta a nuestras necesidades.

Hoy me he cuestionado una pregunta que me gustaría compartir y desarrollar en los comentarios de esta Lección:

 

Ejemplo-Guía: ¿Cómo podemos resolver nuestros problemas?

Es evidente, que la pregunta la hago desde conciencia de ego. Lo hago así pues me interesa poner de manifiesto su "modus operandi". Lo que llamamos "problema", para el ego, siempre es una percepción, por lo que trata de resolverlo, no en su punto de origen, sino donde fue concebido.

Por ejemplo, en un problema de relación, el ego enfocará su estrategia tratando los efectos conflictivos, pero de este modo, no tardará en darse cuenta de que en ese nivel no encontrará la solución, pues, ésta, se encuentra en su origen, es decir, en los pensamientos identificados con la creencia en la separación.

Por lo tanto, no es en manos del ego, donde debemos dejar la búsqueda de la solución de lo que llamamos problemas, sino en las manos del Espíritu Santo, al cual tan solo le inspira el deseo de resolver desde la integridad, lo que le lleva a encontrar la causa en la mente, donde deshace el error.

Un Curso de Milagros nos dice: “No sabes cuál es el significado de nada de lo que percibes. Ni uno solo de los pensamientos que albergas es completamente verdadero. Reconocer esto sienta las bases para un buen comienzo. No es que estés desencaminado, es que no has aceptado ningún guía. De lo que más necesidad tienes es de aprender a percibir, pues no entiendes nada. Reconoce esto, pero no lo aceptes, pues el entendimiento es tu herencia” (T-11.VIII.3:1-6).

El Espíritu Santo nos dará la respuesta para cada problema específico mientras creamos que los problemas son específicos. Su respuesta es a la vez una y muchas mientras sigamos creyendo que el que es Uno es muchos.

¿Cómo resuelve el Espíritu Santo lo que llamamos problemas?

Las actuaciones inspiradas por el Espíritu Santo se caracterizan por su sello particular, “aquello que resuelva será siempre una solución en la que nadie pierde. Y esto tiene que ser verdad porque Él no le exige sacrificios a nadie. Cualquier solución que le exija a alguien la más mínima pérdida, no habrá resuelto el problema, sino que lo habrá empeorado, haciéndolo más difícil de resolver y más injusto (T-25.IX.3:1-3)”.

Otra cuestión importante que nos ayuda a reconocer su "inspiración" es la siguiente: “Es imposible que el Espíritu Santo pueda ver cualquier clase de injusticia como la solución. Para Él, lo que es injusto tiene que ser corregido porque es injusto. Y todo error es una percepción en la que, como mínimo, se ve a uno de los Hijos de Dios injustamente. De esta forma es como se priva de justicia al Hijo de Dios. Cuando se considera a alguien un perdedor, se le ha condenado. Y el castigo, en vez de la justicia, se convierte en su justo merecido” (T-25.IX.3:4-9).

“Ver la inocencia hace que el castigo sea imposible y la justicia inevitable. La percepción del Espíritu Santo no da cabida al ataque. Lo único que podría justificar el ataque son las pérdidas, y Él no ve pérdidas de ninguna clase” (T-25.IX.4:1-3).

“El ego, ya lo hemos adelantado, resuelve problemas de otra manera. Pues ve la solución a cualquier problema como un estado en el que se ha decidido quién ha de ganar y quién ha de perder; con cuánto se va a quedar uno de ellos y cuánto puede todavía defender el perdedor” (T-25.IX.4:4-5).

Desde las enseñanzas del Curso, “ningún problema se puede resolver mediante la venganza, que en el mejor de los casos no haría sino dar lugar a otro problema” (T-25.IX.4:7).

“La forma en que el Espíritu Santo resuelve todo problema es la manera de solventarlo. El problema queda resuelto porque se ha tratado con justicia. Hasta que esto no se haga, seguirá repitiéndose porque aún no se habrá solventado. El principio según el cual la justicia significa que nadie puede perder es crucial para el objetivo de este curso. Pues los milagros dependen de la justicia. Mas no como la ve el mundo, sino como la conoce Dios y como este conocimiento se ve reflejado en la visión que ofrece el Espíritu Santo” (T-25.IX.5:1-6).

Reflexión: ¿Crees que para que una situación de conflicto de relación se solucione, alguien tiene que perder o ganar?

jueves, 15 de febrero de 2024

Principio 44: "Los milagros son expresiones de una conciencia interna de Cristo ,,,"

PRINCIPIO 44

Los milagros son expresiones de una conciencia interna de Cristo y de haber aceptado Su Expiación.

He observado, que la descripción del título de este Principio difiere en la transcripción de la palabra conciencia, con la que nos aporta Kenneth Wapnick en su obra "Los 50 Principios de Un Curso en Milagros", en la cual utiliza el término consciencia. Podría tratarse de un lapsus ortográfico, de hecho, en el Texto del Curso tan sólo se utiliza la palabra conciencia, en ningún caso, "consciencia".

Sin embargo, he podido comprobar que existen publicaciones que desarrollan las diferencias existentes entre ambos términos. Yo mismo, he participado en conversaciones y debates sobre este particular y he argumentado a favor de esa diferenciación.
En verdad, en el Curso tan sólo he encontrado una referencia al concepto conciencia escrita en mayúscula:

Si te entregases tal como tu Padre entrega Su Ser, entenderías lo que es la Conciencia de Ser. con ello entenderías el significado del amor” (T-15.VI.7:3-4).

Si bien es cierto, que el Curso nos define claras diferencias cuando se hace alusión a la conciencia del cuerpo y la conciencia del cielo:

Mas por encima de todo, pierdes toda conciencia del cuerpo y dejas de dudar acerca de si todo esto es posible o no” (T-18.VI.13:6).

La creencia de que puedes dar u obtener otra cosa -algo externo a ti- te ha costado la conciencia del Cielo y la de tu Identidad” (T-18.VI.2:3).

Creo que merece la pena dedicar este espacio a desarrollar las posibles diferencias de enfoque que podemos encontrarnos al utilizar los términos “conciencia” y “consciencia”. Para ello, voy a presentar dos trabajos que se ocupan de ese propósito.


CONCIENCIA Y CONSCIENCIA

A veces son términos intercambiables, pero no siempre. Con el sentido general de “percepción o conocimiento”, se usan ambas formas.

Conciencia: Conocimiento de lo que nos rodea, en base a los órganos de los sentidos. En sentido moral, como “capacidad de distinguir entre el bien y el mal” (el Pepito Grillo de Pinocho), sólo se usa la forma conciencia. También tener mala conciencia, remorderle a alguien la conciencia, no tener conciencia.

Consciencia: Conocimiento de sí mismo. La consciencia define al ser. Se es consciente de sí mismo y de lo que nos rodea en base a lo que uno Es. Otra definición es la que asocia la consciencia a un estado de unión con la vida universal. Es una expansión continua, igual que el universo.

¿Se puede ser consciente, sin conciencia?

Parece que si apagamos la conciencia, no estamos en el aquí y en el ahora, difícilmente llegaremos a elevar la consciencia. Es lo que nos da a entender el cuento del maestro zen que recibía muchas visitas de personas en busca de consejos:

“Un día recibió a un joven que se tomaba muy en serio su camino espiritual. Se sentía preparado para convertirse en la mano derecha de cualquier gran maestro.

Ese día había llovido cuando el joven llegó a la casa del maestro. El joven se quitó los zapatos y dejó el paraguas antes de entrar en la habitación. Se inclinó ante el maestro y le dijo que le gustaría convertirse en su discípulo.

El maestro sonrió, pero no dijo ni una palabra.

El joven, un poco incomodado por el silencio, le dijo que había estudiado mucho. Que pensaba que estaba llamado a convertirse en uno de los “iluminados”.

El maestro le preguntó: ¿sabes a qué lado de la puerta has dejado el paraguas y a qué lado de la puerta has dejado los zapatos?

N-n-no, tartamudeó el joven, desconcertado, ¿Por qué?

El maestro le respondió de forma muy calmada: “Porqué lo que tu buscas es la consciencia” ¿Y cómo puedes estar consciente si ni siquiera sabes dónde has dejado los zapatos y el paraguas?”

¿Cuál es la diferencia entre una persona que no es consciente y otra que sí lo es?

Si no soy consciente considero que mis límites son fronteras inexpugnables, acumulo límites… En cambio, un ser consciente conoce sus límites y sin embargo aspira a la totalidad, quiere ir más allá de los mismos. (www.karmayoga.es)


La diferencia entre: conciencia, consciencia y Consciencia.
(Extracto del libro: La realización del espíritu. I. Portilla. Editorial Mirlo)

Tener conciencia, ser consciente y la Consciencia en sí misma, son tres conceptos relacionados pero diferentes:

Tener conciencia se relaciona con la ética, la moral y las virtudes humanas. Así, cuando se dice que alguien “tiene conciencia”, significa que es consciente de los valores morales e intenta vivir de acuerdo a los mismos. Por ello, cuando alguien dice que “tiene la conciencia tranquila” se refiere a que no ha hecho nada en contra de dichos valores o que se ha redimido de sus “faltas”, por lo que se encuentra en paz con la existencia.

Ser consciente se utiliza con respecto a algo. Una persona puede ser consciente de muchas cosas: de lo que sucede a su alrededor, de sus emociones y pensamientos, de sus virtudes y defectos, de lo que sucede en su organismo, etc. 
En las prácticas de realización, el concepto de consciencia se asocia a la atención. Por ejemplo, se puede dar la siguiente instrucción: “Prestar atención a las cosas que se ven, sin juzgarlas”, lo cual sirve para tomar consciencia de la percepción visual sin que intervenga el intelecto para su interpretación. Si a esta instrucción, se añade, “…y tomar consciencia del espacio que hay entre las cosas que se ven y en ellas mismas”, entonces se está ligando la consciencia con la Consciencia en sí misma, la cual se describe a continuación:

La Consciencia, en su forma más absoluta, es el espíritu universal, inmutable (constante o que no cambia), presente en todo y en todo momento (eterno). También se puede llamar realidad no-dual (o no-polar) por ser independiente de los cambios o alteraciones que suceden en todo lo que está formado por materia y energía (lo cual es dual o polar -por existir dos polos opuestos que interactúan-). 

La Consciencia se da al mismo tiempo que la conciencia y la consciencia. Así, una persona solo es consciente de algo cuando pone su atención en ello (solo cuando se mira un árbol se toma consciencia de este), sin embargo, la Consciencia siempre está presente independientemente de las cosas que uno perciba (de las que uno sea consciente).

Por ejemplo, una persona puede decirle a otra, “soy consciente de que estás aquí y al mismo tiempo, la percepción de la Consciencia (del espíritu universal) es simultánea y no está localizada solo en ti. Además, cuando miro a otro lado ya no soy consciente de que tú estés aquí, y sin embargo la percepción de la Consciencia sigue siendo obvia independientemente de donde pongo mi atención”.

Con respecto al vínculo entre la conciencia y la Consciencia, hay que diferenciar entre la conciencia ética y la conciencia espiritual. La primera es respecto a los valores propios en condiciones óptimas, y la segunda respecto a los valores que se expresan cuando el espíritu (la Consciencia) es realizado e integrado en el cuerpo-mente. La conciencia ética puede estar más o menos alineada con la consciencia espiritual, y solo es posible su completa alineación, mediante la realización del espíritu universal, y el proceso de alineación espiritual.

Como se puede comprobar, existen evidentes matices que establecen una diferenciación a la hora de utilizar un término u otro. A partir de este punto voy a centrarme en las aportaciones que hace Un Curso de Milagros sobre el término conciencia. No lo hemos dicho aún, pero la descripción del título del Principio alude a la “conciencia interna de Cristo”, lo que, sin haber entrado en mayores profundidades, me lleva a pensar que estamos hablando de Consciencia.

Comenzaré con la siguiente frase:

“La conciencia -el nivel de la percepción- fue la primera divi­sión que se introdujo en la mente después de la separación, con­virtiendo a la mente de esta manera en un instrumento preceptor(*) en vez de en un instrumento creador. La conciencia ha sido correctamente identificada como perteneciente al ámbito del ego. El ego es un intento erróneo de la mente de percibirte tal como deseas ser, en vez de como realmente eres. Sin embargo, sólo te puedes conocer a ti mismo como realmente eres, ya que de eso es de lo único que puedes estar seguro. Todo lo demás es cuestionable” (T-3.IV.2:1-5).

Estamos ante el nacimiento de la conciencia del cuerpo.

Sin embargo, "los milagros despiertan nuevamente la conciencia de que el espíritu, no el cuerpo, es el altar de la verdad. Este reconoci­miento es lo que le confiere al milagro su poder curativo" (T-1.I.20:1-2).

Nos refiere el Curso que, "la revelación te une directamente a Dios, mientras que los milagros te unen directamente a nuestro hermano. Ni la revelación ni los milagros emanan de la con­ciencia, aunque ambos se experimentan en ella. La conciencia es el estado que induce a la acción, aunque no la inspira" (T-1.II.1:5-8).

Y añade: “Cuando se te haya restituido la conciencia de tu estado original pasarás naturalmente a formar parte de la Expiación” (T-1.III.1:5).

Sin duda, esta última aportación nos acerca a la idea de la Consciencia, ya que nos indica que recuperaremos nuestra verdadera identidad, es decir, dejaremos de tener una conciencia corporal, para tener una consciencia celestial o espiritual.

En este sentido, el milagro tiene como objeto restable­cer la conciencia de la realidad.

“El propósito de la Expiación es devolvértelo todo, o más bien, devolvérselo a tu conciencia” (T-1.IV.3:6).

"Todo lo que resulta de la conciencia espiritual simplemente se canaliza hacia la corrección" (T-1.V.7:7).

"Únicamente la percepción entraña una conciencia parcial. El verdadero conocimiento transciende las leyes que gobiernan la percepción porque un conocimiento parcial es imposible" (T-3.V.8:5-6).

Ya hemos tenido ocasión de referirnos a la Expiación en el desarrollo de otros Principios, pero me gustaría recordar que, "tener plena conciencia de la Expiación es, recono­cer que la separación nunca tuvo lugar" (T-6.II.10:7).

Es cierto, que todo estudiante pasa por fases en las que duda sobre la certeza de su identidad. Las teorías le aportan una base cognoscitiva que ofrecen un nuevo marco para abordar nuevas creencias, pero a la hora de la verdad, a la hora de experimentar el mundo, de percibir, lo físico, que se muestra tan real a los sentidos, se convierte en una dura prueba, en una sutil tentación que pone en jaque nuestra integridad espiritual, nuestra consciencia espiritual.

Tal vez por ello, el Curso nos revela lo siguiente:

Sólo tu conciencia necesita protección, puesto que el estado de ser no puede ser atacado. No obstante, no podrás experimentar una auténtica sensación de que existes mientras sigas teniendo dudas con respecto a lo que eres. Por eso es por lo que es esencial que te mantengas alerta. No permitas que entre en tu mente nin­guna duda acerca de tu existencia o, de lo contrario, no podrás saber con certeza lo que eres. La certeza es el regalo que Dios te hace. La verdad no requiere vigilancia, pero las ilusiones sí” (T-6.V.C.8:4-9).

Si esto nos ocurre, has reemplazado tu conocimiento por una con­ciencia de sueños” (T-10.II.1:5).

En esa conciencia de sueño, hemos perdido la conciencia de nuestra grandeza pues, hemos elegido reemplazarla con algo que hemos inventado.

“Todo ataque es un ataque contra uno mismo. No puede ser otra cosa. Al proceder de tu propia decisión de no ser quien eres, es un ataque contra tu identidad. Atacar es, por lo tanto, la manera en que pierdes conciencia de tu identidad, pues cuando atacas es señal inequívoca de que has olvidado quién eres. si tu realidad es la de Dios, cuando atacas no te estás acordando de Él. Esto no se debe a que Él se haya marchado, sino a que tú estás eligiendo conscientemente no recordarlo” (T-10.II.5:1-6).

Quizás nos ayude saber que, "el espíritu sabe que la conciencia de todos sus hermanos está incluida en su propia conciencia, tal como está incluida en Dios" (T-7.IX.2:1).

Dentro del sueño, dentro del mundo que hemos elegido inventar, podemos percibir verdaderamente. ¿Qué significa percibir verdaderamente?

"Percibir verdaderamente es ser consciente de toda la realidad a través de la conciencia de nuestra propia realidad. Pero para que esto tenga lugar no debemos ver ninguna ilusión, pues la realidad no da cabida a ningún error" (T-13.VI.1:1-2).

Ya sabemos, que para no caer en el error de identificarnos con la ilusión, contamos con la inestimable ayuda del Espíritu Santo, la Voz que habla por Dios.

"El Espíritu Santo es la Mente de Cristo, la cual es consciente del conocimiento que yace más allá de la percepción" (T-5.I.5:1).

"Cristo es la extensión del Amor y de la belleza de Dios, tan perfecto como Su Creador y en paz con Él" (T-11.IV.7:5).

Recordemos la frase que da título a este Principio: Los milagros son expresiones de una conciencia interna de Cristo y de haber aceptado Su Expiación”.

Kenneth Wapnick nos indica respecto a este Principio:

“Aquí vemos, una vez más, la idea de que el milagro es la expresión de Cristo, no la consciencia en sí. Esto es lo mismo que discutimos antes -que el milagro es un reflejo de la verdad, no la verdad misma. Aún existe y tiene sentido sólo en el mundo de la ilusión”.

Me gustaría añadir una aportación que podemos encontrar en el Texto y  que considero reconfortante:

Aprender de Cristo es fácil, pues percibir con Él no entraña nin­gún esfuerzo. Sus percepciones son tu conciencia natural, y lo único que te fatiga son las distorsiones que introduces en ésta. Deja que sea el Cristo en ti Quien interprete por ti, y no trates de limitar lo que ves con creencias pueriles indignas del Hijo de Dios. Pues hasta que Cristo no sea aceptado completamente, el Hijo de Dios se considerará a sí mismo huérfano” (T-11.VI.3:7-10).

"Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el Pensa­miento de Su Padre, mediante el cual fue creado" (T-11.VIII.9:4).

"Cada Hijo de Dios es uno en Cristo porque su ser está en Cristo, al igual como el de Cristo está en Dios" (T-12.VI.6:1).

Si te preguntas, ¿cómo saber si has obtenido la visión de Cristo?, ten en cuenta esto:

La visión de Cristo se otorga en el mismo instante en que se percibe” (T-14.II.8:3).


(*) El significado que aporta el Diccionario de la Lengua Española al término "preceptor" que se utiliza en este párrafo, es el siguiente: Persona que enseña -instructor, educador, maestro, tutor, ayo, mentor, consejero, guía-. Su significado no parece estar relacionado con el tema que se trata en dicho párrafo. Es posible que se haya querido expresar el término más apropiado para tal fin: "perceptor", cuyo significado es el siguiente: que percibe.