¿Qué me enseña esta lección?
La personalidad identificada con el ego, busca
la confianza, la fortaleza, fuera de sí mismo. Cuando se enfrenta a las
dificultades, busca en los demás a la persona que le aporte la ayuda necesaria
para solucionar su dificultad.
Ese comportamiento es fruto de la conciencia de separación, de la falta de autoconocimiento. La verdadera identidad del Ser, no se encuentra, aún, integrada en la conciencia. Para el ego es vital seguir buscando, en el exterior, las respuestas que le permita seguir creyendo en el mundo que ha fabricado. De hecho, su existencia depende en exclusividad de seguir creyendo en el mundo que percibe, en el mundo de las formas. Sin embargo, ese mundo no le aporta, por mucho que la busque, la solución definitiva que ha de permitirle gozar de la paz, de la alegría, de la felicidad, de la salud. Su conciencia de separación, le impide tener una visión integral de lo que percibe. Al ver de manera fragmentada, es incapaz de unir todas las piezas del puzle que le permitirá percibir correctamente, lo que le llevaría a tomar la elección adecuada para solucionar sus problemas, es decir, en la que nadie pierde.
El ego deposita toda su confianza, toda su
fortaleza, en el "dios de la posesión". Desde su primer acto de
conciencia, se lanza a la desenfrenada aventura de poseer, lo que le lleva a
atesorar todo cuanto se cruza en su existencia. Se siente necesitado, un ser escaso,
y el "tener" se convierte en su principal objetivo en lo que llama
vida. Su creencia de que dar es perder, le convierte en un ser celoso de lo que
posee.
Tan sólo cuando se adquiere la comunión con la
naturaleza divina, podremos encontrar el poder, la fortaleza, dentro de
nosotros mismos y, en ese encuentro, descubrir la respuesta a nuestras
necesidades.
Hoy me he cuestionado una pregunta que me
gustaría compartir y desarrollar en los comentarios de esta Lección:
Ejemplo-Guía: ¿Cómo podemos resolver nuestros
problemas?
Es evidente, que la pregunta la hago desde
conciencia de ego. Lo hago así pues me interesa poner de manifiesto su
"modus operandi". Lo que llamamos "problema", para el ego,
siempre es una percepción, por lo que trata de resolverlo, no en su punto de
origen, sino donde fue concebido.
Por ejemplo, en un problema de relación, el ego
enfocará su estrategia tratando los efectos conflictivos, pero de este modo, no
tardará en darse cuenta de que en ese nivel no encontrará la solución, pues,
ésta, se encuentra en su origen, es decir, en los pensamientos identificados
con la creencia en la separación.
Por lo tanto, no es en manos del ego, donde
debemos dejar la búsqueda de la solución de lo que llamamos problemas, sino en
las manos del Espíritu Santo, al cual tan solo le inspira el deseo de resolver
desde la integridad, lo que le lleva a encontrar la causa en la mente, donde
deshace el error.
El Espíritu Santo nos dará la respuesta para
cada problema específico mientras creamos que los problemas son específicos. Su
respuesta es a la vez una y muchas mientras sigamos creyendo que el que es Uno
es muchos.
¿Cómo resuelve el Espíritu Santo lo que
llamamos problemas?
Las actuaciones inspiradas por el Espíritu
Santo se caracterizan por su sello particular, “aquello que resuelva será siempre una solución en la que nadie pierde.
Y esto tiene que ser verdad porque Él no le exige sacrificios a nadie.
Cualquier solución que le exija a alguien la más mínima pérdida, no habrá
resuelto el problema, sino que lo habrá empeorado, haciéndolo más difícil de
resolver y más injusto (T-25.IX.3:1-3)”.
Otra cuestión importante que nos ayuda a
reconocer su "inspiración" es la siguiente: “Es imposible que el Espíritu Santo pueda ver cualquier clase de
injusticia como la solución. Para Él, lo que es injusto tiene que ser corregido
porque es injusto. Y todo error es una percepción en la que, como mínimo, se ve
a uno de los Hijos de Dios injustamente. De esta forma es como se priva de
justicia al Hijo de Dios. Cuando se considera a alguien un perdedor, se le ha
condenado. Y el castigo, en vez de la justicia, se convierte en su justo
merecido” (T-25.IX.3:4-9).
“Ver la inocencia
hace que el castigo sea imposible y la justicia inevitable. La percepción del
Espíritu Santo no da cabida al ataque. Lo único que podría justificar el ataque
son las pérdidas, y Él no ve pérdidas de ninguna clase” (T-25.IX.4:1-3).
“El ego, ya lo hemos
adelantado, resuelve problemas de otra manera. Pues ve la solución a cualquier
problema como un estado en el que se ha decidido quién ha de ganar y quién ha
de perder; con cuánto se va a quedar uno de ellos y cuánto puede todavía
defender el perdedor” (T-25.IX.4:4-5).
Desde las enseñanzas del Curso, “ningún problema se puede resolver mediante
la venganza, que en el mejor de los casos no haría sino dar lugar a otro
problema” (T-25.IX.4:7).
“La forma en que el
Espíritu Santo resuelve todo problema es la manera de solventarlo. El problema
queda resuelto porque se ha tratado con justicia. Hasta que esto no se haga,
seguirá repitiéndose porque aún no se habrá solventado. El principio según el
cual la justicia significa que nadie puede perder es crucial para el objetivo
de este curso. Pues los milagros dependen de la justicia. Mas no como la ve el
mundo, sino como la conoce Dios y como este conocimiento se ve reflejado en la
visión que ofrece el Espíritu Santo” (T-25.IX.5:1-6).
Reflexión: ¿Crees que para que una situación de
conflicto de relación se solucione, alguien tiene que perder o ganar?
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