¿Qué me enseña esta lección?
En esta lección, se recogen dos afirmaciones que
nos pueden confundir, pues sus mensajes son, aparentemente, contrarios. En una
de ellas, se nos dice: que en Dios no podemos ver, y en la otra, se nos dice,
que no podemos ver separados de Dios porque no podemos estar separados de Él.
En la primera afirmación, no podemos ver, sin embargo, en la segunda, sí
podemos.
No hay tal contrariedad en dichas afirmaciones, es más, su claridad nos permite comprender los atributos de Dios y los atributos del ego, ambos tienen en común la misma fuente, la mente.
En Dios no podemos ver, tal y como ve el ego,
es decir, Dios no puede percibir, dado que la percepción es la decisión de usar
la mente para tener pensamientos divididos, lo que da lugar a la creencia en la
separación.
En cambio, para ver, no podremos hacerlo
separados de Dios, pues la verdadera visión emana de la Mente Una, o lo que es
lo mismo, la Extensión del Amor a través de la Mente de Dios.
Dios ha creado a Su Hijo a Su Imagen y Semejanza,
lo que significa que Su Hijo es portador de Sus mismos Atributos. El Hijo de
Dios es Espíritu y tiene a su disposición una “herramienta”, la mente, la cual
puede ser utilizada para crear o para fabricar. Cuando crea, está utilizando el
conocimiento de las leyes del cielo; cuando fabrica, está utilizando sus
propias leyes, dando lugar a la percepción de un mundo dividido y separado.
Dios es nuestra fuente. Cuando vemos en
comunión con Él, estamos viendo el mundo real, estamos viendo a través de la Mente
Recta, la cual está inspirada por el Espíritu Santo, el Mediador que Dios ofrece
a Su Hijo para garantizar que el conocimiento no es sustituido por la
percepción, o lo que es lo mismo, que la división niega a la unidad.
Nosotros como Hijos de Dios, debemos extender
nuestro Ser de modo que, en plena comunión con nuestro Padre y Su Filiación,
seamos agentes integradores de la Unidad.
Esa Alianza Santa debe ocupar nuestra mente, de
modo que veamos en todo lo creado, la huella verdadera e imborrable de la
Hermandad.
Lo irreal, lo temporal, ocupa un segundo plano
en la manifestación verdadera de la existencia. Cuanto ocurre tiene un sentido
espiritual, que no material. Todo suma para allanarnos el camino hacia la salvación.
Es por ello, que esta lección nos recuerda que la percepción no tiene
significado, al no tener ninguna función en Dios.
Como Hijos de Dios, somos perfectos como El
Padre es Perfecto. Por lo tanto, nada externo puede ofrecer ni un ápice de
evolución a esa Perfección.
Sin embargo, en el uso del Libre Albedrío, el
Hijo de Dios, ha fabricado un mundo donde la percepción se convierte en el
canal de aprendizaje, en el canal de toma de conciencia. Si la percepción se ha
convertido en la puerta que nos ha llevado a perder la conexión directa con la
divinidad, será a través de ese mismo canal, que recordaremos el camino de
vuelta que ha de llevarnos a nuestro Hogar. Esto quiere decir que, a través de
la experimentación de nuestra divinidad, tomaremos plena consciencia de que
somos seres espirituales, de que somos el Hijo de Dios.
La Liberación pasa por la no identificación con
el mundo temporal; por la desvinculación del sentido de culpa que nos mantiene
atados a la falsa creencia en el pecado. La verdadera libertad existe cuando
abandonamos la ilusión de nuestros miedos y nos desapegamos de los placeres que
nos dispensan los sentidos físicos al consumir los manjares del mundo material.
Esos placeres son, como su mundo, temporales y no satisfacen plenamente. En
cambio, la comunión con Dios, nos eleva a un estado de Ser que nos permite
gozar de las bendiciones de nuestra santidad.
UCDM nos dice, que todo lo que Dios creó es
semejante a Él. La extensión, tal como Dios la emprendió, es similar al
resplandor interior que los Hijos del Padre han heredado de Él. Su verdadera
fuente se encuentra en su interior.
La
Sagrada Biblia nos revela que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza, con
ello debemos entender, que el concepto "imagen" se refiere a
"pensamiento", y el concepto "semejanza" se refiere como
"de una calidad semejante".
Dotados con los Atributos creadores de su
Padre, el Hijo de Dios, lo hemos adelantado anteriormente, fabricó un mundo
donde imperan las leyes de la percepción. Pero, ¿cuál es el origen de la
percepción?
Recurriendo al Texto del Curso, podemos leer:
"La proyección
da lugar a la percepción. El mundo que ves se compone de aquello con lo que tú
lo dotaste. Nada más. Pero si bien no es nada más, tampoco es menos. Por lo
tanto, es importante para ti. Es el testimonio de tu estado mental, la imagen
externa de una condición interna. Tal como el hombre piense, así percibirá. No
trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad
acerca de él. La percepción es un resultado, no una causa. Por eso es por lo
que el concepto de grados de dificultad en los milagros no tiene sentido. Todo
lo que se contempla a través de la visión es sano y santo. Nada que se perciba
sin ella tiene significado. Y donde no hay significado, hay caos” T-21.In.1:1-12).
“La condenación es
un juicio que emites acerca de ti mismo, y eso es lo que proyectas sobre el
mundo. Si lo ves como algo condenado, lo único que verás es lo que tú has hecho
para herir al Hijo de Dios. Si contemplas desastres y catástrofes, es que has
tratado de crucificarlo. Si ves santidad y esperanza, es que te has unido a la
Voluntad de Dios para liberarlo. Estas son las únicas alternativas que tienes
ante ti. Y lo que veas dará testimonio de tu elección y te permitirá reconocer
cuál de ellas elegiste. El mundo que ves tan sólo te muestra cuánta dicha te
has permitido ver en ti y aceptar como tuya. Y si ése es su significado, el
poder de dar dicha tiene entonces que encontrarse en ti" (T-21.In.1:2-8) .
Ejemplo-Guía: ¿Qué puedo hacer para cambiar el
mundo?
Muchos nos hacemos esta pregunta, en nuestra
vocación espiritual. A veces, he sido testigo de ello. Esta necesidad de
cambiar el mundo que nos rodea se convierte en una obsesión. Es como si tuviésemos
una deuda pendiente con el mundo y no nos importase el precio que tengamos que
pagar para conseguir nuestro objetivo. Digo precio, pues en nuestro afán de
ayudar a otros, nos olvidamos de ayudar a los que más cerca están de nosotros,
parejas, hijos, familia, etc.
De la misma manera de que nadie puede dar lo
que no tiene, nadie puede encontrar fuera lo que no lleva en su interior.
Buscamos, con ahínco y tesón, la felicidad.
Pensamos que la felicidad debemos buscarla fuera y depositamos en los demás la
potestad de hacernos felices, en función de lo que nos den. Pero, esa búsqueda
pronto se verá frustrada, al comprobar que los demás no están dispuestos a dar por
temor a quedarse sin ello.
Se hace necesario cambiar la visión de la
felicidad y no depositar nuestras expectativas en el mundo de los efectos, en
el mundo exterior, sino que debemos orientar nuestra mirada hacia nuestro
interior y descubrir lo que realmente somos, es decir, somos el Hijo de Dios, y,
ello lleva implícito de que somos Plenos y Abundantes. Por lo tanto, con esa
visión espiritual de lo que somos, la felicidad se convierte en una experiencia
de dar y recibir. Lo más maravilloso de todo, es descubrir, que nuestro estado
de Abundancia nos lleva a dar, sin esperar recibir, y cuando esto ocurre,
recibimos duplicado lo que hemos dado. Se trata de la Ley del Amor, la cual se
fundamenta en la expansión.
Reflexionad sobre lo dicho. La felicidad es una
realidad cuando elegimos dar y, aquello que damos, es la verdadera esencia que
Somos: Abundancia Divina.
¿Por qué entonces existe necesidad? Por la
creencia en la escasez, que se convierte en el argumento principal del ego para
mantenernos atrapados en la ilusión de la posesión. Su credo es: si doy pierdo.
Con ello, lo único que está haciendo es negar nuestra verdadera Esencia
Espiritual, que es, vuelvo a recordarlo, Plenitud y Abundancia.
¿Qué puedes hacer para cambiar el mundo que te
rodea? Sencillamente cambia tu manera de verlo. Has elegido verlo desde la
escasez, desde el miedo, desde la condena, desde el sufrimiento y el dolor, y
el universo, fiel a tus creencias, te muestra un mundo con esas mismas
características.
Si en cambio, eliges verlo de otra manera; si
eliges ver la inocencia, la impecabilidad, la perfección, la abundancia, y esa
visión la das desde la unicidad, la expandes y la compartes en tu vida, ten por
seguro que experimentarás el mundo que ves.
Para llevar a cabo ese "cambio", no
tienes que realizar largos desplazamientos, en busca del maestro, del gurú, del
guía, que te diga qué es lo que debes o no debes hacer. Ahora, te has
convertido en tu propio maestro y, seguro, que muy cerca de ti, encontrarás a
muchos hermanos -tu pareja, tu hijo, tu madre o padre, tu amigo, tu enemigo, etc-
que, siguiendo el guión del pacto de amor que sellasteis en el Cielo, te
ayudarán en la conquista del autoconocimiento.
Reflexión: ¿Qué significa percibir
verdaderamente?
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