Hoy, mientras me encontraba reflexionando sobre el significado de la celebración de la nochevieja, me sorprendí preguntándome sobre la
costumbre arraigada de celebrar la entrada del nuevo año, comiendo uvas.
Para mí, la uva, es la evocación
del amor. Tiene sus mismos efectos. En estado natural es dulce y jugoso. En su
estado fermentado, nos puede hacer enloquecer.
Las propiedades del fruto de
la vid son muy beneficiosas para la salud, especialmente, fluidifica la
circulación de la sangre y la sangre es la vida.
Mientras reflexionaba, me fueron
llegando algunas ideas a las que no había prestado atención con anterioridad.
La imagen de un racimo de uvas, me aportaba una valiosa información. A
diferencia de otros frutos, que se mostraban individualmente, la uva lo hace en
racimos, o lo que es lo mismo, en grupos. Me pregunté, ¿tendría alguna relación
esta manera de manifestarse con el arquetipo astrológico que representa a los
grupos? ¿tendría alguna relación la uva con el signo de Acuario?
No tardó en llegarme más
información. La uva necesita del Sol para su crecimiento. La calidad de su jugo
depende mucho de las condiciones ambientales que le facilite el astro rey. El
Sol es el regente de Leo, y este signo es precisamente el opuesto a Acuario.
Leo es el Amor como Principio, como Ideal; Acuario es la capacidad de
comprender y de compartir, a través de las relaciones, ese Amor. Ambos signos
se complementan para que la esencia del Amor fluya con fluidez en las vidas de
los hombres.
¡Vaya!, es el mismo efecto que produce la uva en el organismo físico, facilitando la circulación de la sangre y la expresión de la vida.
Hasta hoy, desconocía el
origen de la tradición de comer uva para recibir el nuevo año. He indagado en
la red y he encontrado algunas referencias que ahora os comparto. Independientemente,
de la veracidad de su historia, estoy seguro de que es muy acertada la
iniciativa de utilizar este fruto para expresar nuestros mejores deseos.
¿Conocéis una manera mejor de hacerlo que alimentándonos de la Esencia del Amor?
Referencia Histórica (Wikipedia).
El 2 de enero de 1894 "El
siglo futuro" incluye un artículo del día anterior de El imparcial
titulado "las uvas bienhechoras" en el que se habla de la costumbre
"importada de Francia, pero ha adquirido entre nosotros carta de
naturaleza".
El 2 de enero de 1894 en El
Correo Militar: "La imperecedera costumbre de comer las uvas al oír sonar
la primera campanada de las doce, tenía reunidas en fraternal coloquio a
infinidad de familias, y todos a coro gritaron: ¡Un año más!".
En la Nochevieja de 1895
aparece una referencia escrita sobre las doce uvas, en esta fecha fue el
Presidente del Consejo de Ministros quien despidió el año 1895 con uvas y
champán.
El origen de la tradición de
comer las uvas tiene un precedente: un bando municipal del alcalde de Madrid,
José Abascal y Carredano, de diciembre de 1882, por el que se imponía una cuota
de 1 duro (cinco pesetas) a todos los que quisieran salir a recibir a los Reyes
Magos. Esta tradición servía para ridiculizar a algunos forasteros que llegaban
esos días y a quienes se les hacía creer que había que ir a buscar a los Reyes
Magos la madrugada del 5 de enero; se utilizaba, además, para beber y hacer
cuanto ruido se quisiera. Con este bando José Abascal privó a los madrileños de
la posibilidad de disfrutar de un día de fiesta en donde se permitiese casi
todo. Esto, junto a la costumbre de las familias acomodadas de tomar uvas y
champán en la cena de Nochevieja, provocó que un grupo de madrileños decidieran
ironizar la costumbre burguesa, acudiendo a la Puerta del Sol a tomar las uvas
al son de las campanadas. Estos son los antecedentes que dieron lugar a esta
costumbre.
El inicio de esta tradición
española no comienza en 1909, como se cree, sino, al menos, en diciembre de
1896 en la Puerta del Sol madrileña.
La prensa madrileña ya
comentaba en enero de 1897: "Es costumbre madrileña comer doce uvas al dar
las doce horas en el reloj que separa el año saliente del entrante". Al
año siguiente la prensa animaba a esta tradición con un artículo titulado
"Las Uvas milagrosas".
La tradición marca tomar las
doce uvas a los pies del reloj de la Puerta del Sol, pero esta tradición
provocó tanto interés que ya en 1903 las uvas también se comían en Tenerife y
poco a poco se fue ampliando al resto de España, aunque la tradición marca que
deben tomarse en la Puerta del Sol.
La prensa de 1907 se queja de
que esta tradición, supuestamente importada por los aristócratas de Francia o
Alemania, se haya arraigado tanto en la sociedad y la clase más baja la haya
adoptado cuando en sus primeros años se burlaba de esto.
Esta tradición ya se conoce en
toda España en 1903, aunque no será hasta años después que se extienda a todo
el territorio nacional.
Aunque queda claro que la
tradición, documentada desde diciembre de 1897, algunos la retraen a 1880, pero
sentando en diciembre de 1896, el inicio cierto de la tradición de comer doce
uvas al compás de las doce campanadas del reloj de la Puerta del Sol.
En 1909, agricultores
levantinos de Almería, Murcia y Alicante, encontrándose en ese año con
excedente de uva y con objeto de sacar al mercado la producción, lograron
popularizar la costumbre y darle el impulso definitivo que, desde entonces,
acabaría por convertirla en consolidada tradición.
Referencias de los Libros Sagrados.
LA VID Y EL VINO EN LA BIBLIA
(C. Somalo)
Noé, según cuenta el Génesis,
se dedicó a la agricultura y fue el primero que plantó una viña, pero cuando
bebió vino se embriagó y quedó tendido y desnudo en medio de su carpa. El Libro
repudia la embriaguez en numerosos pasajes pero no la alegría producida por el
vino. Cuentan los eruditos que el jugo de la uva es sujeto de especial alabanza
en la Biblia. El vino y los viñedos aparecen profusamente a lo largo de la
Biblia en lugares históricos, en referentes de personajes y en toda suerte de
metáforas. La embriaguez de Noé y de Lot, la viña de Nabot, en el Cantar de los
Cantares (‘Tus caricias son mejores que el vino’)…
El vino se ha usado en en circunstancias
ordinarias como el Shabat y en otras extraordinarias con el Pesaj, con un
sentido religioso y sacralizado y en otras menos trascedentes como un simple
brindis. La tradición establece un brindis con vino pronunciando como deseo de
unos a otros conocido como Le-hayyim , un brindis ‘Por la vida’ (Salud) cargado
de simbolismo.
El ritual judío del vino es
anterior a su llegada a Sepharad. El viñedo y el vino proceden del Oriente
Próximo. Siendo un cultivo de terrenos secos y áridos o hasta pobres, la viña
se ha identificado siempre como ‘el árbol de la vida’, como un símbolo de
prosperidad y riqueza de las personas y de los pueblos. La viña y el vino han
dejado tras de si numerosos testimonios arqueológicos y tradiciones que han
perdurado a la Historia, como puede comprobarse todavía hoy en las laderas del
Monte Carmelo. Los viñedos de Hebrón fueron conocidos por sus grandes racimos.
Moisés quedó asombrado por aquella tierra de Canaán que producía leche y miel y
grandes racimos de uva que era necesario transportar entre dos personas. Las
hijas de Lot le proporcionaron grandes cantidades de vino para yacer con él y
darle nueva descendencia. José, hijo de Isaac, y este mismo, son personajes
cuya historia tiene claros referentes a la importancia y simbología del vino en
su época.
Desde los primeros tiempos
conocidos la religión judía asoció el vino con la sangre y esta con la parte
del cuerpo que más y mejor indicaba la existencia del alma. Sangre como
simbología del alma, vino como metáfora de la misma, conformaron una parte primordial
de la esencia religiosa judía.
Cuando los exploradores
enviados por Moisés a Canaán, regresaron de aquellos territorios, trajeron un
enorme racimo de uvas que requería de dos personas para ser trasladado.
¡Cual no sería la sorpresa y
la alegría del Pueblo de Israel!
Ese racimo se tornó desde
entonces en el símbolo de esta benéfica Tierra Prometida, tierra de acogida y
de abundancia. La imagen de dos hombres llevando sobre sus hombros con ayuda de
un largo palo, un racimo gigante de uvas, se conservó a través de los siglos;
siendo hasta hoy el logo oficial del Ministerio de Turismo israelita.
Más adelante, la región de
Hebrón fue particularmente célebre por sus racimos excepcionales. Lo es aún en
nuestros días a pesar de que el cultivo de la vid se esparció por todo el país.
Plantar una vid era una ardua
labor. Era necesario retirar las piedras del terreno, construir una atalaya
para detectar a los posibles ladrones, rodear la parcela con una tapia para
protegerla de los animales salvajes. El viñador debía darle un buen
mantenimiento, abonándola y sobre todo podándola.
Ese trabajo cotidiano y familiar
inspiró a los profetas una imagen anunciando el juicio de Dios comúnmente
utilizada para describir la obra de Dios. El profeta Amós dice: "Han
sembrado excelentes viñas, pero no beberán de su vino" (Am 5,11);
"habrá lamentación en todas las viñas, porque voy a pasar yo por medio de
ti, dice el Señor" (Am 5,17).
Con cierta audacia, el profeta
compara al pueblo de Israel con una viña que el Señor ha plantado y a la que le
prodiga cuidados en tanto da sus frutos. Si el pueblo es dócil a la voluntad de
Dios, prospera y disfruta de una cierta abundancia; por el contrario, si se
resiste, se vuelve estéril como lo advierte Isaías:
"¿Qué más se podía hacer
por mi viña, que yo no lo haya hecho? Si esperaba que diera uvas, ¿por qué dio
frutos agrios? Ahora les daré a conocer lo que haré con mi viña; quitaré su
valla, y será destruida, derribaré su cerco, y será pisoteada. La convertiré en
una ruina, y no será podada ni escardada. Crecerán los abrojos y los cardos, y mandaré a las nubes que no
derramen lluvia sobre ella" (Is 5,4-6).
Los otros profetas, Jeremías y
Ezequiel, retomarán el tema de la viña arrancada o abandonada durante el
período del exilio de Babilonia. Como era natural, al regreso del exilio
aparecerá, a la inversa, el tema de una viña replantada.
"Aquel día se dirá: Viña
deliciosa, cántenle, Yo, el Señor, soy un guardián. A su tiempo la regaré para
que no se le castigue, de noche y de día la guardaré" (Is 27,2-3).
En el tiempo de los
Evangelistas, la viña se convierte en un símbolo de prosperidad muy común. El
arte lo utiliza como motivo decorativo. Opulentos racimos de uvas dan
testimonio aún ahora, sobre los bajos-relieves de los primeros siglos de la era
cristiana, expuestos en Cafarnaúm. La viña y el vino expresan ambos
prosperidad, alegría y bendición.
Jesús retoma la imagen de los
Profetas y la amplía al Reino de Dios a través de la parábola de los obreros de
la última hora: promete un salario a todos aquellos que trabajan en la Viña del
Señor, es decir que colaboran en su obra de Redención. Pero la misericordia de
Dios se extiende aún más lejos que la justicia humana al pueblo de Israel, así
como a las naciones paganas, tal como los obreros llegados tardíamente a la
viña.
La viña no sólo representa a
Israel sino que significa por extensión la Iglesia, en su acepción universal.
Todos aquellos hombres que aceptan dejarse trabajar por Dios, tienen su lugar.
En los escritos de Marcos, la
imagen de la viña se amplifica, permitiendo a Jesús describir globalmente su
misión hacia Israel y hacia los paganos (cf. Mc 12,1-9).
El simbolismo aparece más
personalizado en el Evangelio de Juan, donde la cepa de la viña es Cristo y los
sarmientos son sus discípulos. Reciben de Él la vida, no pueden subsistir sin
Él, y deben ser podados para producir un mejor fruto.
El vino, fruto precioso de la
vid, a veces conduce a ciertos excesos y la Biblia recomienda que sea consumido
con moderación. Pablo recomienda a los cristianos de Éfeso, embriagarse del
Espíritu Santo más que de vino (cf. Ef 5,18).
Denunciado por sus efectos
nefastos en caso de abuso, prohibido a los nazireos, consagrados a Dios, el
vino, sin embargo, recibe honores ya que "regocija el corazón del
hombre" (Sal 103). Signo de la alegría y la vida, simboliza al Espíritu
Santo como en el episodio de las Bodas de Caná (cf. Jn 2,1-12).
En el transcurso de la comida
pascual se transforma en sangre de Jesús derramada por la multitud. Compartido
entre todos, el vino simboliza la nueva Alianza, que da la vida al mundo,
fortalece a la comunidad cristiana y anima el deseo de colaborar en el cumplimiento
de la Promesa de Jesús.
"Les
digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en
que lo beba con ustedes, nuevo, en el Reino de mi Padre" (Mt 26,29). El
vino del memorial de la entrega de Jesús se transforma entonces en el vino de
la esperanza y de la utopía de la Fiesta eterna.
12 campanadas. 12 uvas, 12 deseos…
Desde aquí quiero compartir
con todo vosotros mis deseos para el nuevo año.
1ª Campanada:
Voluntad.
2ª Campanada:
Abundancia.
3ª Campanada:
Comprensión.
4ª Campanada:
Imaginación.
5ª Campanada:
Generosidad.
6ª Campanada:
Humildad.
7ª Campanada:
Paz.
8ª Campanada:
Fecundidad.
9ª Campanada: Justicia.
10ª Campanada: Perseverancia.
11ª Campanada: Amistad.
12ª Campanada: Compasión.
Este es mi racimo de uvas. No
busquéis entre estas cualidades al Amor, pues el Amor no puede encontrarse en una sola uva; el Amor es
el racimo en su totalidad.
¡Feliz Año Nuevo!
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