viernes, 1 de noviembre de 2024

Capítulo 15. VII. El sacrificio innecesario (1ª parte).

 VII. El sacrificio innecesario (1ª parte).

1. Más allá de la débil atracción que la relación de amor especial ejerce, y empañada siempre por ella, se encuentra la poderosa atracción que el Padre ejerce sobre Su Hijo. 2Ningún otro amor puede satisfacerte porque no hay ningún otro amor. 3Ése es el único amor que se da plenamente y que es plenamente correspondido. 4Puesto que goza de plenitud, no pide nada. 5Puesto que es totalmente puro, todos los que se unen a él lo tienen todo. 6Esto no es así en ninguna relación que el ego entabla. 7Pues toda relación que el ego entabla es siempre especial.

Ya hemos visto, el significado que da el Curso a las relaciones especiales. Son aquellas que compartimos, bien con nuestra pareja, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros... Es curioso que, al referirnos a ellas, utilizamos el pronombre posesivo "nuestro", lo que nos da una importante pista para reconocer que dicha relación se da bajo unas condiciones muy determinada por el deseo de que el otro haga lo que nosotros esperamos que haga, es decir, la libertad brilla por su ausencia, por lo que estamos viviendo erróneamente, lo que hemos interpretado como una experiencia de amor. El lema de este tipo de relación, podríamos describirlo de la siguiente manera: "tanto te amo, tanto te deseo, tanto me perteneces". Cuanto mayor es la culpa que nos ha atraído hacia la persona con la que queremos compartir nuestro amor, mayor será el grado de nuestra opresión, puesto que sentiremos tanto miedo a perderla, que preferimos privarla de toda libertad, no vaya a ser que decida abandonarnos por otro amor.

El amor verdadero, se caracteriza, precisamente, por permitir al ser amado, gozar de la libertad. El amor verdadero, da lo que es, amor incondicional. Mientras que el amor del ego, da lo que es, amor condicionado por nuestros miedos.

2. El ego entabla relaciones con el solo propósito de obtener algo. 2mantiene al dador aferrado a él mediante la culpabilidad. 3Al ego le es imposible entablar ninguna relación sin ira, pues cree que la ira le gana amigos. 4No es eso lo que afirma, aunque ése es su propósito. 5Pues el ego cree realmente que puede obtener algo y conservarlo haciendo que otros se sientan culpables. 6Ésta es la única atracción que ejerce, pero es una atracción tan débil que no podría subsistir si no fuese porque nadie se percata de ello. 7Pues el ego siempre parece atraer mediante el amor y no ejerce atracción alguna sobre aquellos que perciben que atrae mediante la culpabilidad.

¿Te has dado cuenta de que nadie está dispuesto a reconocer la culpa? Cuando alguien nos juzga como culpables, nuestra reacción inmediata es negarlo y culpar a otros, es decir, proyecta sus pensamientos ocultos, en un intento de quedar impune de la sentencia que se le impone.

De la misma manera, cuando entablamos una relación especial, lo que realmente estamos haciendo es intentar compensar al otro del sentimiento de culpa (inconsciente) que nos hace sentirnos atraídos por esa persona. Sin darnos cuenta, proyectamos sobre ella nuestra propia condena, y juzgaremos sus actos, recriminando su punidad, y adoptando el papel de salvador, ofreciéndole lo que mal interpreta como amor. El ego da lo que tiene, ya lo hemos visto, y cuando exclama: ¡te amo!, lo que verdaderamente está ofreciendo es su deseo de poseer la libertad del otro, pues su miedo no lo puede ocultar por mucho tiempo y siempre se manifestará con gestos que justificará como beneficiosos para la persona con la cual hemos establecido esa relación especial.

3. La enfermiza atracción que ejerce la culpabilidad tiene que ser reconocida como lo que es. 2Pues al haberse convertido en algo real para ti, es esencial que la examines detenidamente, y que aprendas a abandonarla dejándote de interesar por ella. 3Nadie abandonaría lo que considera valioso. 4Pero la atracción de la culpabilidad es algo valioso para ti debido únicamente a que no has examinado lo que es y, por lo tanto, la has juzgado completa­mente a ciegas. 5medida que la llevemos ante la luz, tu única­ pregunta será: "¿Cómo es posible que jamás la hubiese podido desear?" 6No tienes nada que perder si la examinas detenida­mente, pues a una monstruosidad como ésa no le corresponde estar en tu santa mente. 7Este anfitrión de Dios no puede estar realmente interesado en algo semejante.

Cuando nuestra mente se pone a imaginar, fabrica un mundo basado en el miedo, cuyas consecuencias no serán otras que el dolor y el sufrimiento.

Me pregunto, ¿por qué no hemos elegido imaginar un mundo de amor y libertad? La respuesta ha acudido a mi mente de forma inmediata. Ese mundo, esa realidad, no podemos imaginarla, porque ya ha sido creada por nuestro Hacedor. Es más, esa realidad es lo que somos, si elegimos ver nuestra verdadera identidad, la de ser Hijos de Dios. Esa realidad, es de la que gozábamos antes de que decidiéramos utilizar nuestra mente de forma diferente, esto es, para imaginar y fabricar una realidad ficticia que dio lugar a la errónea creencia en el pecado, en la separación y en la culpa.

Lo que hemos fabricado con nuestra imaginación, lo hemos real en nuestro sueño. Lo que elegimos imaginar, se ha convertido en una grotesca pesadilla, en un infierno incandescente en el que vagamos, en un intento de pagar nuestra deuda con el pecado que hemos creído cometer.

Pero no debemos tener miedo de mirar el miedo, pues no puede ser visto, sencillamente, porque es fruto de nuestra imaginación y carece de realidad, salvo que nosotros creamos que la tiene. De igual manera, debemos mirar la culpabilidad sin que la creencia en su existencia sea algo real para nuestra mente. Eleva tu creencia en la culpa hacia tu Mente Recta, y percibirás tu inocencia, tu realidad, la cual disipará la oscuridad en la que antes albergabas tu creencia en la culpa.

jueves, 31 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 305

LECCIÓN 305

Hay una paz que Cristo nos concede.

1. El que sólo utiliza la visión de Cristo encuentra una paz tan profunda y serena, tan imperturbable y completamente inaltera­ble, que no hay nada en el mundo que sea comparable. 2Las com­paraciones cesan ante esa paz. 3Y el mundo entero parte en silencio a medida que esta paz lo envuelve y lo transporta dulce­mente hasta la verdad, para ya nunca volver a ser la morada del temor. 4Pues el amor ha llegado, y ha sanado al mundo al conce­derle la paz de Cristo.

2. Padre, la paz de Cristo se nos concede porque Tu Voluntad es que nos salvemos. 2Ayúdanos hoy a aceptar únicamente Tu regalo y a no juz­garlo. 3Pues se nos ha concedido para que podamos salvarnos del juicio que hemos emitido acerca de nosotros mismos.

¿Qué me enseña esta lección?

La paz de Cristo es el estado que logramos cuando hacemos uso del perdón y nos liberamos de la pesada carga del pecado y de la culpabilidad.

Al creernos separados de nuestro Creador, hemos alimentado la creencia de que hemos pecado y de que somos merecedores de castigo y de sufrimiento. En ese estado de identificación y de percepción, es imposible experimentar paz y quietud.

Desde la visión errónea de la separación, creemos que somos un cuerpo, en el que hemos depositado nuestra realidad y nuestra identidad, y percibimos al otro, los demás cuerpos, como criaturas que potencialmente nos atacarán y de los cuales debemos defendernos.

¿Quién puede mantener la paz en un ambiente de odio, de miedo, de venganza, de dolor, de sufrimiento, de castigo, de enfermedad y de muerte?

El Arquetipo del Amor, personificado en el Espíritu de Cristo, es la condición que debemos conquistar conscientemente. Para ello, debemos dejar de ver con los ojos del cuerpo y visionar el mundo desde la visión espiritual de la Unidad. Cuando la Unidad ocupe toda nuestra mente, de modo que cada uno de nuestros pensamientos y sentimientos sean portadores de Unidad, entonces, estaremos en condiciones de experimentar la Paz de Cristo.

El mundo habrá recuperado su inocencia. Seremos sembradores de Amor, de Armonía, de Paz, de Alegría, de Salud, de Felicidad, de Abundancia. Seremos los Mensajeros conscientes de Dios.


Ejemplo-Guía: "Caminar con nuestros hermanos, es caminar con Cristo"

En la Lección 303, decíamos:

“Si necesitamos una pista que nos ayude a reconocer a Cristo, esa pista no es otra que el rostro de cada uno de los hermanos con quien te encuentras, el cual se convierte en un testigo de Cristo o del ego, dependiendo de lo que percibamos en él”.

Hoy, vamos a seguir abundando en esa misma idea. Reconozco que la afirmación recogida en el párrafo expuesto, no nos va a dejar indiferentes. Pero sin duda, es la enseñanza central del Curso: tomar consciencia, recordar, que no estamos separados de nuestros hermanos; que somos UNO en la Filiación de Dios.

Tenemos a nuestro alcance una unidad de medida para detectar lo distante que estamos de la verdad. La distancia que nos separe o nos una, a nuestros hermanos, esa será la medida que nos indique lo cerca o lo lejos que nos encontramos del Cielo.


¿Cómo es la relación que mantenemos con los demás? La respuesta, la que sea, nos hablará de nosotros mismos, no del otro, pues ese otro, es el espejo donde nos proyectamos, donde nos vemos reflejado, tanto en lo que consideramos bueno, como en lo que consideramos malo.

He encontrado en el Texto, un apartado en el Capítulo 31, que se titula "Caminando con Cristo". Recordarlo, nos ayudará a comprender que caminar con nuestros hermanos, es caminar con Cristo. 

II. Caminando con Cristo.

“Una vieja lección no se supera contraponiendo la nueva con la vieja. No se la subyuga para que la verdad pueda conocerse, ni se combate para que se rinda ante el atractivo de la verdad. No hay que prepararse para ninguna batalla, no hay que dedicarle tiempo, ni tampoco es necesario hacer planes para implantar lo nuevo. Una vieja batalla se está librando contra la verdad, pero la verdad no responde. ¿Quién podría ser herido en semejante bata­lla, a no ser que se hiriese a sí mismo? En realidad, no tiene ene­migos. ¿Y podría acaso ser atacado por sueños?” (T31.II.1:1-7).

“Repasemos nuevamente lo que parece interponerse entre la verdad de lo que eres y tú. Pues para superar este obstáculo se tienen que dar ciertos pasos. El primero es una decisión que tú tomas. Pero de ahí en adelante, la verdad se te confiere. Tú quie­res determinar lo que es verdad, y debido a tu deseo, estableces dos alternativas entre las que elegir cada vez que crees que tienes que tomar una decisión. Ninguna de ellas es verdad, ni tampoco son diferentes entre sí. Sin embargo, tienes que examinar las dos antes de que puedas mirar más allá de ellas a la única alternativa que sí constituye una elección diferente. Pero no la busques en los sueños que forjaste con el propósito de que esto estuviese nublado de tu conciencia” (T-31.II.2:1-10).

“Las alternativas entre las que eliges no constituyen una verda­dera elección, y tan sólo dan la impresión de que se trata de una elección libre, pues en cualquier caso, el resultado será el mismo. De modo que no es realmente una elección en absoluto. El líder y el seguidor parecen desempeñar diferentes papeles, y cada uno de estos papeles parece poseer ventajas que tú no quisieras per­der. En su fusión, por lo tanto, parece haber esperanzas de satis­facción y de paz. Te ves a ti mismo dividido entre estos dos papeles, escindido para siempre entre los dos. Y cada amigo o enemigo se convierte en un medio para salvarte de esto” (T-31.II.3:1-6).

“Tal vez lo llames amor. O tal vez pienses que es un asesinato que finalmente está justificado. Odias a aquel a quien asignaste el papel de líder cuando tú lo quisieras tener, y lo odias igual­mente cuando él no lo asume en aquellas ocasiones en que tú quieres ser el seguidor y abandonar el liderato. Para eso fue para lo que concebiste a tu hermano, y te acostumbraste a pensar que ése era su propósito. A menos que él sea fiel a eso, no habrá cumplido la función que tú le asignaste. Por lo tanto, merece la muerte, al no tener ningún propósito ni ninguna utilidad para ti” (T-31.II.4:1-6).

“¿Y qué quiere él de ti? ¿Qué otra cosa podría querer, sino lo mismo que tú quieres de él? En esto es tan fácil elegir la vida como la muerte, pues lo que eliges para ti lo eliges para él. Le haces dos llamamientos, tal como él a ti. Estos dos llamamientos ciertamente constituyen una elección, pues de cada uno de ellos se deriva un resultado distinto. Si él acaba siendo tu líder o tu segui­dor no importa, pues en cualquier caso habrás elegido la muerte. Pero si él clama por la muerte o por la vida, por el odio o bien por el perdón y por la ayuda, entonces el resultado no será el mismo. Si oyes el primero de esos llamamientos, te separarás de él y te perderás. Mas si oyes el segundo, te unirás a él y en tu respuesta se halla la salvación. La voz que oyes en él no es sino la tuya. ¿Qué te pide? Escucha atentamente, pues te está pidiendo lo mismo que te ha de llegar a ti, ya que lo que estás viendo es una imagen de ti mismo y lo que estás oyendo es tu propia voz expresando tus deseos” (T-31.II.5:1-14).

“Antes de contestar, haz una pausa y piensa en lo siguiente: La respuesta que le dé a mi hermano es la que yo estoy pidiendo. Y lo que aprenda acerca de él, es lo que aprenderé acerca de mí. Aguardemos luego un instante y estemos muy quietos, olvidán­donos de todo lo que habíamos creído oír y recordando cuán poco sabemos. 5Este hermano ni nos dirige ni nos sigue, sino que camina a nuestro lado por la misma senda que nosotros reco­rremos. Él es como nosotros, y se halla tan cerca o tan lejos de lo que anhelamos como le permitamos estar. No hacemos ningún avance que él no haga con nosotros, y si él no avanza, nosotros retrocedemos. No le des la mano con ira, sino con amor, pues su progreso es el tuyo propio. Y recorreremos la senda por sepa­rado a no ser que lo mantengas a salvo a tu lado” (T-31.II.6:1-6).

“Puesto que Dios os ama a los dos por igual, se te salvará de todas las apariencias y contestarás la llamada que Cristo te hace. Estáte muy quedo y escucha. Despeja tu mente de viejas ideas. Olvida las tristes lecciones que aprendiste acerca de este Hijo de Dios que te llama. Cristo llama a todos con igual ternura, sin ver líderes ni seguidores, y oyendo una sola respuesta para todos ellos. Puesto que Él oye una sola Voz, no puede oír una res­puesta diferente de la que dio cuando Dios lo nombró Su único Hijo” (T-31.II.7:1-6).

“Sumérgete en la más profunda quietud por un instante. Ven sin ningún pensamiento de nada que hayas aprendido antes, y deja a un lado todas las imágenes que has inventado. Lo viejo y decrépito se derrumbará ante lo nuevo tanto si te opones a ello como si lo apoyas. Ninguna de las cosas que consideras valiosas y dignas de tus atenciones será atacada. Tampoco se atacará tu deseo de oír un llamamiento que jamás existió. Nada te hará daño en este santo lugar adonde vienes a escuchar en silencio y a aprender qué es lo que realmente quieres. Esto será lo único que se te pedirá aprender. Mas al oírlo, comprenderás que lo único que necesitas hacer es abandonar los pensamientos que ya no deseas y que nunca fueron verdad” (T-31.II.8:1-8).

“Perdona a tu hermano por todo lo que aparenta ser, lo cual procede de las viejas lecciones que te habías enseñado a ti mismo acerca de tu pecaminosidad. Oye únicamente su petición de cle­mencia y liberación de todas las pavorosas imágenes que tiene con respecto a lo que él es y a lo que tú no puedes sino ser tam­bién. Él teme caminar a tu lado, y cree que tal vez si se atrasa o se adelanta un poco será menos peligroso para él. ¿Cómo ibas a poder progresar tú si piensas lo mismo, y avanzas únicamente cuando él se rezaga y te quedas atrás cuando él se adelanta? Pues al hacer esto, te olvidas del objetivo de la jornada, que no es otro que la decisión de caminar a su lado, de modo que ninguno sea ni líder ni seguidor. Se trata, por lo tanto, de que caminéis juntos y no cada uno por separado. Y mediante esta decisión, el resul­tado del aprendizaje cambia, pues Cristo habrá vuelto a nacer para vosotros dos” (T-31.II.9:1-7).

“Para que esto suceda, bastará un solo instante que estés libre de tus viejas ideas acerca de quién es tu formidable compañero y de lo que él debe estar pidiendo. 2Y percibirás que su propósito es el mismo que el tuyo. Él pide lo que tú deseas y necesita lo mismo que tú. Tal vez en su caso ello se manifieste de forma diferente, pero no es a la forma a lo que respondes. Él pide y tú recibes, pues has venido con un solo propósito: poder aprender a amar a tu hermano con un amor fraternal. Y en cuanto que her­mano tuyo, su Padre no puede sino ser el mismo que el tuyo, ya que él es como tú” (T-31.II.10:1-6).

“Unidos podéis recordar y aceptar vuestra herencia común. Solos, se os niega a ambos. ¿No está claro acaso que mientras sigas insistiendo en ser líder o seguidor pensarás que caminas solo, sin nadie a tu lado? Éste es el camino que no conduce a ninguna parte, pues no se te puede otorgar la luz mientras cami­nes solo, y así, no puedes ver por dónde vas. Esto produce con­fusión y una interminable sensación de duda, a medida que te tambaleas solo de un lado a otro en la oscuridad. Sin embargo, éstas no son más que apariencias de lo que es la jornada y de cómo se tiene que recorrer. Pues hay Alguien a tu lado que ilu­mina tu camino, de modo que puedas dar cada paso con certeza y sin ninguna duda con respecto a qué camino seguir. Tener los ojos vendados puede ciertamente cegarte, mas no puede hacer que el camino en sí sea oscuro. Y Aquel que viaja contigo tiene la luz” (T-31.II.11:1-9).

Reflexión: ¿Cómo vives la Paz de Cristo? 

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (3ª parte).

 VI. El instante santo y las leyes de Dios (3ª parte).

6. En el instante santo no ocurre nada que no haya estado ahí siempre. 2Lo único que sucede es que se descorre el velo que cubría la realidad. 3Nada ha cambiado. 4Sin embargo, cuando se descorre el velo del tiempo, la conciencia de inmutabilidad aflora de inmediato. 5Nadie que aún no haya experimentado el descorri­miento del velo y se haya sentido irresistiblemente atraído hacia la luz que se encuentra tras él, puede tener fe en el amor sin expe­rimentar miedo alguno. 6Mas el Espíritu Santo te da esa fe porque me la ofreció a mí y yo la acepté. 7No tengas miedo de que se te vaya a negar el instante santo, pues yo no lo negué. 8Y a través de mí, el Espíritu Santo te lo dará a ti, del mismo modo en que tú a tu vez habrás de darlo. 9No permitas que ninguna necesidad que percibas nuble la necesidad que tienes del instante santo. 10Pues en él reconocerás la única necesidad que los Hijos de Dios com­parten por igual, y por medio de este reconocimiento te unirás a mí para ofrecer lo único que es necesario.

Bonita manera de explicar lo que experimentaremos cuando decidamos vivir el instante santo. Se descubre el velo que cubría la realidad. 

Esa realidad, no es la realidad con la que se identifica el ego. Esa realidad no significa que debamos morir en el cuerpo para acceder a su visión. Esa realidad, siempre ha estado ahí, pues representa nuestro verdadero ser. Esa realidad, lo que somos, significa un cambio de percepción del mundo que nos rodea, donde decidimos ver las cosas de otra manera, tal y como son. Sí, percibiremos el cuerpo, pero no lo reconoceremos como nuestra verdadera identidad.

Veremos y experimentaremos nuestras relaciones con los demás, pero lo haremos desde la visión de lo real, esto es, reconociendo en el otro a nuestro hermano en la Filiación, lo que nos llevará, de forma conjunta, a andar el camino que ha de conducirnos a la salvación, juntos.

7. La paz llegará a través de nosotros. 2Únete a mí en la idea de la paz, pues las mentes se comunican por medio de ideas. 3Si te entregases tal como tu Padre entrega Su Ser, entenderías lo que es la Conciencia de Ser. 4con ello entenderías el significado del amor. 5Pero recuerda que el entendimiento es algo propio de la mente, y sólo de la mente. 6El conocimiento, por lo tanto, es algo propio de la mente y sus condiciones se encuentran en ésta junto con él. 7Si no fueses una idea, y nada más que una idea, no podrías estar en plena comunicación con todo lo que jamás ha existido. 8Sin embargo, mientras prefieras ser otra cosa, o intentes no ser nada más y al mismo tiempo ser otra cosa, no podrás recordar el lenguaje de la comunicación, si bien lo conoces per­fectamente.

El principal error que acompaña el sistema de pensamiento del ego, es pensar, creer, que el cuerpo tiene más valor y poder que las ideas. La razón de que esto sea así, responde a que se ha identificado con aquello que percibe, y los órganos de percepción, han ocupado toda la fuerza de su mente, llevándole a pensar que es un cuerpo. La paz está negada para una mente que no cree en su fuente, en el amor, en la unidad, en el ser espiritual.

8. En el instante santo se recuerda Dios, y con Él se recuerda el lenguaje con el que te comunicas con todos tus hermanos. 2Pues la comunicación se recuerda en unión con otro, al igual que la verdad. 3No hay exclusión en el instante santo porque el pasado desaparece, y con él desaparece también la base de la exclusión. 4Sin su fuente, la exclusión se desvanece. 5Y esto permite que la Fuente que tú y tus hermanos compartís la reemplace en tu con­ciencia. 6Dios y Su poder ocuparán el lugar que les corresponde ocupar en ti, y tú experimentarás la plena comunicación de ideas  con ideas. 7Mediante tu capacidad para hacer esto te darás cuenta de lo que eres, pues empezarás a entender lo que es tu Creador, y lo que es Su creación junto con Él.

Ya lo hemos manifestado en el análisis de este apartado. Somos Mentes y creadores o fabricadores de ideas. El ego, al no compartir esta verdad, utiliza la fe que tiene depositada en su falsa realidad, en el cuerpo, para poner obstáculos a la comunicación. Utiliza el cuerpo, como vehículo para expresar palabras que dan testimonio de lo que piensa, de sus ideas, pero en verdad, es una manera de ocultar su negación a reconocer que la fuente verdadera del ser se encuentra en la Mente y no el cuerpo.

Las ideas que el ego expresa dividen, pues son frutos de un minucioso trabajo de investigación, donde la unidad de la verdad se ha fragmentado en pedazos, convirtiendo la verdad en piezas de un puzle. Ocupamos nuestro tiempo es escudriñar los misterios de la naturaleza, pero en esa búsqueda, cada vez estamos más lejos de la verdad, al no reconocer, que la Fuente de la Creación se encuentra en compartir la Mente de Dios, del Amor.

Por último, os comparto una curiosidad que procede del estudio del comportamiento del ego. El ego no tiene fe en las ideas, las considera teorías que, para ser aceptadas por su sistema de pensamiento, deben pasar la prueba del "algodón" es decir, deben llevarse a la práctica para dar testimonio de su "verdad". ¿De dónde procede esta inseguridad? Precisamente de la falsedad propia de las creencias de ego, esto es, de creer en el miedo, en la culpa, en la separación, en la ilusión y en la percepción falsa. El ego da lo que tiene y si lo que tiene, son esas creencias, es lógico que cuando recibimos una propuesta en forma de ideas, no creamos en ella, y exijamos que se muestre en el terreno de lo tangible. Tan sólo así creerá en dicha idea. ¿Os resuena este comportamiento? El mismo Tomás,  aun siendo apóstol de Jesús, aun habiendo sido testigo de sus enseñanzas y milagros, decidió no creer en su resurrección, sin antes introducir sus dedos en las heridas del Maestro.

Por lo tanto, debemos elegir, entre creer la verdad de lo que somos, Hijos del Amor, o negar tal existencia y seguir rindiendo culto a nuestra falsa identidad.

miércoles, 30 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 304

LECCIÓN 304

Que mi mundo no nuble la visión de Cristo.

1. Sólo puedo nublar mi santa vista si permito que mi mundo se entrometa en ella. 2no puedo contemplar los santos panoramas que Cristo contempla a menos que utilice Su visión. 3La percep­ción es un espejo, no un hecho. 4lo que contemplo es mi propio estado de ánimo reflejado afuera. 5Quiero bendecir el mundo con­templándolo a través de los ojos de Cristo. 6veré las señales inequívocas de que todos mis pecados me han sido perdonados.

2. Tú me conduces de las tinieblas a la luz y del pecado a la santidad. 2Déjame perdonar y así recibir la salvación del mundo. 3Ése es Tu regalo, Padre mío, que se me concede para que yo se lo ofrezca a Tu santo Hijo, de manera que él pueda hallar Tu recuerdo, y el de Tu Hijo tal como Tú lo creaste.


¿Qué me enseña esta lección?

Cuando vives y experimentas lo que ya sabes a nivel teórico, se adquiere firmeza y convicción. La certeza interna de que aquello que ves es verdad, nos aporta fortaleza para afrontar otras "verdades", que aún se encuentran en el plano teórico.

Hoy, Dios me ha hecho un hermoso regalo, al permitirme tomar conciencia, a través de la experiencia, del hecho de que aquello que contemplamos es nuestro estado de ánimo reflejado.

Qué fácil es dejarse llevar por la dinámica del hábito, de las aferradas costumbres. Nos hacemos el firme propósito de seguir las pautas que nos enseñan las Lecciones del Curso, y cuando nos entregamos al fluir del día a día, cuando queremos darnos cuenta, nos encontramos totalmente sumergidos en la dinámica que nos marca el mundo y descubrimos que hemos dedicado poco tiempo a la tarea que nos invita la Lección.

Pero en estos menesteres, como diría el hidalgo Don Quijote, hay que tener paciencia, y sobre todo no dar lugar a sentimientos sutiles que despierten la culpabilidad. Ya es un paso muy importante, el tomar conciencia de que hay que permanecer más despierto y dispuesto, sabedores, de que las voces del mundanal ruido, nos distraerán.

Establezco el firme propósito de ejercitar la atención, de modo que no permita, en la medida de lo posible, que los asuntos del mundo nuble la visión de Cristo.

Ejemplo-Guía: "La perseverancia en el entrenamiento"
Éste es un curso de entrenamiento mental. Todo aprendizaje requiere atención y estudio en algún nivel. (T.I.VII.4)

Ya han transcurrido 303 días desde que iniciamos la andadura de seguir, a diario, el estudio de las lecciones del Libro de Ejercicios, lo cual, no quiere decir, que este sea el método más adecuado para llevar a cabo su estudio. Tan solo significa, que es el que yo he elegido para llevar el ritmo de una lección por día. Digo esto, porque a estas alturas, ya tenemos la percepción de que el aprendizaje de las enseñanzas que nos ofrece el Curso nos invita a ser perseverante en el propósito de aplicar el contenido de dichas enseñanzas, pues, en realidad, lo que el Curso nos está invitando es a realizar una labor de "renovación de nuestras creencias", esto significa que debemos "desaprender" para volver a "aprender". 

La gran mayoría de nosotros tenemos claro que la labor propuesta no se consigue por el simple hecho de que lo hayamos podido leer en el Texto. La teoría tiene su función y debe calar en nuestra fijación mental, debe resonar en nuestra mente y ser aceptada por nuestro código de creencias, antes de que pase a formar parte de nuestra acción. 

Si pretendiésemos mejorar la musculatura de nuestro cuerpo, por el simple hecho de que hayamos llegado a esa conclusión, nuestros músculos no se tonificarán hasta que no lo hayamos entrenado convenientemente durante el tiempo necesario. 

No podemos olvidarnos de que estamos en el escenario del ego, donde el tiempo se convierte en un aliado a la hora de llevar a cabo el aprendizaje. Una vez terminado dicho aprendizaje, el tiempo dejará de tener utilidad. 

Mientras tanto, si nuestro propósito es cambiar el sistema de pensamiento por el que nos hemos regido hasta ahora, debemos establecer un "programa de entrenamiento" y debemos hacerlo desde la tolerancia. Digo esto, basándome en la experiencia de haber sido testigo de iniciativas donde ha prevalecido la rigurosa disciplina y la ausencia total de tolerancia, lo que ha desencadenado comportamientos donde el autocastigo se ha convertido en la respuesta para calmar nuestros ataques de culpabilidad. 

Por encima de todo, lo más importante, lo que me gusta llamar los pilares que han de dar firmeza a la nueva construcción que estamos edificando, es tener la certeza de que el sistema de pensamiento del ego nos lleva a ver un mundo ilusorio, mientras que la Visión de Cristo, nos lleva a gozar de un mundo perdonado, de un mundo redimido. A partir de ese estado de consciencia, lo único que tenemos que tener presente es vivir en coherencia con la visión elegida. 

Tener un programa de entrenamiento, es lo que estamos haciendo con el estudio de las lecciones del Libro de Ejercicios del Curso de Milagros. Muchos estudiantes me han planteado sus dudas a la hora de afrontar dicho estudio. Siempre les comparto la misma idea, la cual, está extraída de las enseñanzas recogidas en el Curso: 

“Éste es un curso de milagros. Es un curso obligatorio. Sólo el momento en que decides tomarlo es voluntario. Tener libre albedrío no quiere decir que tú mismo puedas establecer el plan de estudios. Significa únicamente que puedes elegir lo que quieres aprender en cualquier momento dado” (T-In.1:1-5).

Cada uno de nosotros elegimos el ritmo de aprendizaje. El estudiar primero el Texto y posteriormente realizar las Lecciones y continuar con el Manual del Maestro, para mí es secundario. Aunque es cierto que he elegido mi propio ritmo y dicha decisión me llevó a estudiar paralelamente el Texto con las Lecciones. Al realizar el análisis de cada Lección, siempre encuentro un tema de reflexión que me lleva a buscar una información más amplia en el Texto. Pero como ya he tenido ocasión de adelantar, y utilizando una frase popular de mi tierra: "cada maestrillo, tiene su librillo". 

El siguiente mensaje que comparto está extraído del Texto y nos puede ayudar a comprender cuál es la actitud adecuada para alcanzar la Plenitud: 

“La curación es señal de que quieres reinstaurar la plenitud. Y el hecho de que estés dispuesto a ello es lo que te permite oír la Voz del Espíritu Santo, Cuyo mensaje es la plenitud. Él te capacitará para que vayas mucho más allá de la curación que lograrías por tu cuenta, pues a tu pequeña dosis de buena voluntad para reinstaurar la plenitud Él sumará toda Su Voluntad, haciendo así que la tuya sea plena. ¿Qué podría haber que el Hijo de Dios no pudiese alcanzar cuando la Paternidad de Dios se encuentra en él? Mas la invitación tiene que proceder de ti, pues sin duda debes haber aprendido que aquel a quien invites a ser tu hués­ped, será quien morará en ti” (T-11.II.4:1-5).

Con nuestro entrenamiento diario, con nuestra perseverancia, con nuestra pequeña dosis de voluntad, lograremos alcanzar el feliz momento en el que gozaremos del "instante santo". Como bien recoge el Curso, el instante santo es la respuesta: 

“El instante santo es el resultado de tu decisión de ser santo. Es la respuesta. Desearlo y estar dispuesto a que llegue precede su llegada. Preparas tu mente para él en la medida en que recono­ces que lo deseas por encima de todas las cosas. No es necesario que hagas nada más; de hecho, es necesario que comprendas que no puedes hacer nada más. No te empeñes en darle al Espíritu Santo lo que Él no te pide, o, de lo contrario, creerás que el ego forma parte de Él y confundirás a uno con otro. El Espíritu Santo pide muy poco. Él es Quien aporta la grandeza y el poder. Él se une a ti para hacer que el instante santo sobrepase con mucho tu entendimiento. Darte cuenta de lo poco que tienes que hacer es lo que le permite a Él dar tanto” (T-18.IV.1:1-10).

“No confíes en tus buenas intenciones, pues tener buenas intenciones no es suficiente. Pero confía implícitamente en tu buena voluntad, independientemente de lo que pueda presen­tarse. Concéntrate sólo en ella y no dejes que el hecho de que esté rodeada de sombras te perturbe. Esa es la razón por la que viniste. Si hubieses podido venir sin ellas no tendrías necesidad del instante santo. No vengas a él con arrogancia, dando por sentado que tienes que alcanzar de antemano el estado que sólo su llegada produce. El milagro del instante santo reside en que estés dispuesto a dejarlo ser lo que es. Y en esa muestra de buena voluntad reside también tu aceptación de ti mismo tal como Dios dispuso que fueses” (T-18.IV.2:1-9).

 Reflexión: "Lo que contemplo es mi propio estado de ánimo reflejado afuera" 

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (2ª parte).

 VI. El instante santo y las leyes de Dios (2ª parte).

3. Toda separación desaparece conforme se comparte la santidad. 2Pues la santidad es poder, y cuando se comparte, su fuerza aumenta. 3Si intentas satisfacerte gratificando tus necesidades tal como las percibes, es porque crees que la fuerza procede de otro, y que lo que tú ganas, él lo pierde. 4Si te percibes como débil, alguien siempre tiene que salir perdiendo. 5Sin embargo, hay otra interpretación de las relaciones que transciende completamente el concepto de pérdida de poder.

El pretender imponer nuestros deseos sobre los demás, nos llevará a un vano intento de que sean y se comporten tal y como nosotros creemos que deben hacerlo. De este modo, estamos retroalimentando la necesidad de reconocimiento y poder, característico del sistema de pensamiento del ego.

Pero, claro, el otro, es posible, que no esté dispuesto a convertirse en nuestra marioneta, y, aunque no es consciente de ello, su presencia en nuestra vida no es casual, pues, haciendo honor al pacto de amor que nos une -aún no recordándolo-, nos proporcionará las respuestas que necesitamos oír para ayudarnos a tomar consciencia de que estamos errando en nuestra manera de entender la relación. Toda relación, basada en estas circunstancias, se convierten en una oportunidad, para ambos, para descubrir, que en verdad están buscando el amor guiados por la creencia en el miedo, lo que les impedirá expresarse desde el respeto a la libertad. Amar es brindar al otro la posibilidad de ser libre. En esa ecuación, el miedo, el pecado y la culpa, no intervienen, por lo que el resultado final, será vivir el Amor verdadero.

4. No te resulta difícil creer que cuando otro le pide amor a Dios, tu propia petición no pierde fuerza. 2Tampoco crees que cuando Dios le contesta tus esperanzas de recibir una respuesta se ven mermadas. 3Por el contrario, te sientes más inclinado a considerar el éxito de tu hermano como una prueba de la posibilidad del tuyo. 4Eso se debe a que reconoces, aunque sea vagamente, que Dios es una idea, y, por consiguiente, tu fe en Él se fortalece al compartirla. 5Lo que te resulta difícil aceptar es el hecho de que, al igual que tu Padre, tú eres una idea. 6Y al igual que Él, te puedes entregar totalmente sin que ello suponga ninguna pérdida para ti y de ello sólo se puedan derivar ganancias. 7En esto reside la paz, pues en ello no hay conflicto.

Hemos sido creados de la Mente de Dios, a Su Imagen y Semejanza. La Mente crea pensamientos y crea ideas. Cuando la esencia, la energía, de esos pensamientos e ideas, es el amor, hablamos de pensamientos creativos, pensamientos verdaderos, pensamientos que son eternos. En cambio, la mente, también tiene la capacidad de imaginar. Cuando lo hace, ya no crea, sino fabrica. La diferencia entre crear y fabricar lo establece la calidad de la esencia, de la energía. Los pensamientos creativos fluyen del amor y son eternos. Los pensamientos imaginados, fabricados, fluyen del miedo, de la separación y son temporales.

Para el ego, sus "creaciones" son imaginaciones, no reales y temporales.

Elegir el uso que le vamos a dar a nuestra Mente, es la diferencia entre vivir en el Cielo o en la tierra; entre ser feliz o infeliz; entre vivir en paz o en conflicto; entre estar sanos o enfermos.

5. En el mundo de la escasez, el amor no significa nada y la paz es imposible. 2Pues en él se aceptan tanto la idea de ganar como la de perder, y, por lo tanto, nadie es consciente de que en su interior reside el amor perfecto. 3En el instante santo reconoces que la idea del amor mora en ti, y unes esta idea a la Mente que la pensó y que jamás podría abandonarla. 4Puesto que dicha Mente mantiene dentro de sí la idea del amor, no puede haber pérdida alguna. 5El instante santo se convierte así en una lección acerca de cómo mantener a todos tus hermanos en tu mente, sin experimentar pérdida alguna sino tan sólo compleción. 6De esto se deduce que sólo puedes dar. 7Y esto es amor, pues únicamente esto es natural de acuerdo con las leyes de Dios. 8En el instante santo prevalecen las leyes de Dios, que son las únicas que tienen sentido. 9Las leyes de este mundo, por otra parte, dejan de tenerlo. 10Cuando el Hijo de Dios acepta las leyes de Dios como lo que su propia voluntad gustosamente dispone, es imposible que se sienta aprisionado o limitado en forma alguna. 11En ese ins­tante es tan libre como Dios quiere que sea. 12Pues en el instante en que se niega a estar aprisionado, en ese mismo instante deja de estarlo.

Utilicemos, ahora, en este instante, nuestra mente para ver la verdad que nos rodea en todo lo creado. Mira a tu hermano, puede ser tu pareja, tus padres, tus familiares, tu jefe, tu mejor amigo, tu mayor enemigo. Míralos, como nunca los habías mirado hasta ahora, libres de culpa, inocentes y puros. Míralos, y reconócete en ellos. Siente esa unidad, ese eterno lazo que te une a ellos. Estarás recordando, el pacto de amor que firmasteis como parte una de la Filiación. Estás viviendo un instante santo, en que recuerdas la santidad que te une a todos ellos.

¿Seguirás creyendo que cuando das, pierdes? ¿Seguirás creyendo en que tu mejor defensa es el ataque? ¿Seguirás condenándolos? ¿Seguirás juzgándolos? ¿Seguirás imponiéndoles tus deseos? 

martes, 29 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 303

LECCIÓN 303

Hoy nace en mí el Cristo santo.

1. Velad conmigo, ángeles, velad conmigo hoy. 2Que todos los santos Pensamientos de Dios me rodeen y permanezcan muy que­dos a mi lado mientras nace el Hijo del Cielo. 3Que se acallen todos los sonidos terrenales y que todos los panoramas que estoy acostumbrado a ver desaparezcan. 4Que a Cristo se le dé la bien­venida allí donde Él está en Su hogar, 5y que no oiga otra cosa que los sonidos que entiende y vea únicamente los panoramas que reflejan el Amor de Su Padre. 6Que Cristo deje de ser un extraño aquí, pues hoy Él renace en mí.

2. Le doy la bienvenida a tu Hijo, Padre. 2Él ha venido a salvarme del malvado ser que fabriqué. 3Tu Hijo es el Ser que Tú me has dado. 4Él es lo que yo soy en verdad. 5Él es el Hijo que Tú amas por sobre todas las cosas. 6Él es mi Ser tal como Tú me creaste. 7No es Cristo quien puede ser crucificado. 8A salvo en Tus Brazos, déjame recibir a Tu Hijo.


¿Qué me enseña esta lección?

Hemos olvidado nuestra verdadera identidad, hemos olvidado que somos Hijos de Dios.

En su lugar, hemos fabricado una realidad ilusoria; nos hemos identificado con un mundo que no es real, cuya condición es temporal y perecedera. 

Hemos depositado nuestra identidad en la imagen de un cuerpo y nuestra verdad ha quedado depositada en manos de la información que recibimos a través de la percepción.

En esas circunstancias, creemos ser hijos del pecado y como consecuencia de ello, nos sentimos merecedores del castigo que nos libere del peso de la culpa, que hemos hecho nuestra al pensar que hemos contravenido las Leyes del Cielo, las Leyes de nuestro Creador.

Vivimos unos efectos que dan lugar a la enfermedad, el sufrimiento, el dolor, la tristeza, la muerte y, hemos determinado, en lo más profundo de nuestro inconsciente, de que la causa que origina todos esos efectos se encuentra en nuestra naturaleza pecaminosa.

Viendo el pecado en nuestro interior, lo proyectamos al exterior en un vano intento de liberarnos de él. Esa mente pecaminosa, da lugar al juicio condenatorio de todo aquello que interpretamos malo y nocivo, cuando en verdad, estamos juzgando aquello que llevamos dentro.

Hoy es un gran día. Diría que es el mejor de los días, pues el hijo del pecado abandona esa identidad para convertirse en el Hijo del Cielo, en el inocente Hijo de Dios.

Hoy mi comunión con Cristo es total. Hoy me perdono y perdono al mundo. Hoy abandono el miedo y doy la bienvenida al Amor. Hoy tomo plena consciencia de que soy el Ser tal como Dios ha creado.

Ejemplo-Guía: "¿Cómo te imaginas Ser Cristo?

Qué aparente contradicción estamos planteando, al cuestionarnos esta pregunta. Si soy el Hijo de Dios, soy Su Aspecto Amor, soy Cristo. Y si lo soy, ¿cómo puedo tener dificultad para imaginar lo que ya soy? Es como si, de repente, hubiésemos decidido padecer Alzheimer. Hemos elegido olvidar lo que realmente somos y hemos elegido adoptar otra identidad. 

Para que nuestra mente alcance a imaginar "Ser Cristo", más que imaginar, lo que debe hacer es "recordar", que en definitiva podríamos considerarlo como un renacimiento. 

Ya hemos tenido ocasión de ver el significado de la palabra recordar. Decíamos, entonces, que recordar significa "pasar de nuevo por el corazón". Es curioso que una función que atribuimos a la mente, el recuerdo, nos lleve a un estado de consciencia donde el corazón adquiere un especial protagonismo. Algún día, la ciencia (ya hay precedentes científicos) descubrirá y aceptará que el corazón tiene mente. Desde el punto de vista espiritual, la mente lo es todo, mientras que a nivel científico, asociamos la mente con el cerebro. Pero, debemos reflexionar sobre la mente que sirve a la visión de la separación, una mente con características seleccionadoras, y la mente que sirve a la unicidad, una mente con características unificadoras, una mente amorosa. 

Los que han escrito sobre la conexión Espíritu-Cuerpo, nos revelan que el espíritu está conectado con el cuerpo a través de lo que denominan "Cordón Plateado", cuyo vértice se sitúa en el corazón. Lo menciono como una información interesante. Con la muerte física, dicho "cordón" se rompe y el espíritu se ve liberado de la conexión con el envoltorio material. 

Retomando el hilo del tema que hemos planteado, la invitación que nos propone esta lección es recordar nuestra verdadera identidad. Ese recuerdo es a su vez una invitación a cambiar de sistema de pensamiento, una invitación a desaprender todo lo que el mundo nos ha enseñado, una invitación a adoptar la condición de inocencia propia de un niño, libres de toda limitación, impecables, plenos y amorosos. 

“La visión de Cristo se otorga en el mismo instante en que se percibe” (T-14.II.8:3). 

“Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el Pensamiento de Su Padre, mediante el cual fue creado” (T-11.VIII.9:4).  

El renacimiento de Cristo en nosotros, es el significado del Segundo Advenimiento de Cristo, pues, representa el fin del dominio del ego y la curación de la mente. 

Recordar a Cristo ha de llevarnos a crear en Su Nombre, es decir, ha de llevarnos a extender el Amor y la belleza de Dios. 

Si necesitamos una pista que nos ayude a reconocer a Cristo, esa pista no es otra que el rostro de cada uno de los hermanos con quien te encuentras, el cual, se convierte en un testigo de Cristo o del ego, dependiendo de lo que percibamos en él. 

"Cada Hijo de Dios es uno en Cristo porque su ser está en Cristo, al igual como el de Cristo está en Dios. El Amor de Cristo por ti es Su Amor por Su Padre, que Él conoce porque conoce el Amor de Su Padre por Él" (T-12.VI.6:1-2). 

Un Curso de Milagros, en el capítulo 24, dedica un apartado que titula "El Cristo en ti", del cual, quiero compartir parte de su contenido: 

¿De dónde podría proceder tu paz sino del perdón? El Cristo en ti contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiese necesitar perdón. Él está en paz porque no ve pecado alguno. Identifícate con Él, ¿y qué puede tener Él que tú no ten­gas? Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies. ¡Qué afa­bles son los panoramas que contempla, los sonidos que oye! ¡Qué hermosa la mano de Cristo, que sostiene a la de Su hermano! ¡Y con cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír, e indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír!” (T-24.V.3:1-7).

“Regocíjate de no tener ojos con los que ver, ni oídos con los que oír, ni manos con las que sujetar nada, ni pies a los que guiar. Alégrate de que el único que pueda prestarte los Suyos sea Cristo, mientras tengas necesidad de ellos. Los Suyos son ilusio­nes también, lo mismo que los tuyos. Sin embargo, debido a que sirven a un propósito diferente, disponen de la fuerza de éste. Y derraman luz sobre todo lo que ven, oyen, sujetan o guían, a fin de que tú puedas guiar tal como fuiste guiado” (T-24.V.5:1-5). 

“El Cristo en ti está muy quedo. Él sabe adónde te diriges y te conduce allí dulcemente, bendiciéndote a lo largo de todo el tra­yecto. Su Amor por Dios reemplaza todo el miedo que creíste ver dentro de ti. Su santidad hace que Él se vea a Sí Mismo en aquel cuya mano tú sujetas, y a quien conduces hasta Él. Y lo que ves es igual a ti. Pues, ¿a quién sino a Cristo se puede ver, oír, amar y seguir a casa? Él te contempló primero, pero recono­ció que no estabas completo. De modo que buscó lo que te completa en cada cosa viviente que Él contempla y ama. Y aún lo sigue buscando, para que cada una pueda ofrecerte el Amor de Dios” (T-24.V.6:1-9).

“Aun así, Él permanece muy quedo, pues sabe que el amor está en ti ahora, asido con firmeza por la misma mano que sujeta a la de tu hermano. La mano de Cristo sujeta a todos sus hermanos en Sí Mismo. Él les concede visión a sus ojos invidentes y les canta himnos celestiales para que sus oídos dejen de oír el estruendo de las batallas y de la muerte. Él se extiende hasta otros a través de ellos, y les ofrece Su mano para que puedan bendecir toda cosa viviente y ver su santidad. Él se regocija de que éstos sean los panoramas que ves, y de que los contemples con Él y compartas Su dicha. Él está libre de todo deseo de ser especial y eso es lo que te ofrece, a fin de que puedas salvar de la muerte a toda cosa viviente y recibir de cada una el don de vida que tu perdón le ofrece a tu Ser. La visión de Cristo es lo único que se puede ver. El canto de Cristo es lo único que se puede oír. La mano de Cristo es lo único que se puede asir. 10No hay otra jornada, salvo caminar con Él” (T-24.V.7:1-9).

Reflexión: ¿Cómo crees que nos salvará Cristo del "malvado" ser que hemos fabricado? 

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (1ª parte).

 VI. El instante santo y las leyes de Dios (1ª parte).

1. Es imposible usar una relación a expensas de otra sin sentir culpabilidad. 2es igualmente imposible condenar parte de una relación y encontrar paz en ella. 3De acuerdo con las enseñanzas del Espíritu Santo, todas las relaciones son compromisos totales, si bien no hay conflicto alguno entre ellas. 4Tener absoluta fe en que cada una de ellas tiene la capacidad de satisfacerte completa­mente, sólo puede proceder de una perfecta fe en ti mismo. 5Mas no puedes tener fe en ti mismo mientras sigas sintiendo culpabili­dad. 6Y seguirás sintiendo culpabilidad mientras aceptes la posi­bilidad -y la tengas en gran estima- de que puedes hacer que un hermano sea lo que no es sólo porque tú lo desees.

Debemos recordar, que el origen del conflicto se encuentra en el deseo de ser diferente, lo que ha dado lugar a la creencia en que somos nuestros propios creadores y que nuestra identidad está separada de cualquier otra. Tal creencia se remonta al acto, juzgado como pecaminoso, que nos llevó a infringir el mandato de nuestro Creador, de no comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Nuestros ojos se abrieron a un mundo diferente al que estábamos conectados anteriormente (Paraíso Terrenal) y descubrimos nuestra desnudez, símbolo de la inocencia propia del Ser, lo que nos llevó a avergonzarnos de ello y a cubrirlos para ocultar nuestra culpa.

Nuestra relación, hasta ese momento, directa con Dios, nos llevó a percibir de manera distinta, el mundo que nuestros ojos hicieron realidad. Nuestra identidad inocente y divina, adquirió un nuevo ropaje, al que se le ha llamado cuerpo. Lo que era Uno, ahora se percibe como separado. La verdad, recibida de forma directa a través de nuestra comunicación con Dios, a través del vínculo de la Mente Una, pasó al olvido, y, tal y como nos narran las escrituras, el hombre cayó en un profundo sueño, del que aún no ha despertado.

La culpa ancestral se ha grabado en el genoma humano y forma parte de su inconsciente de una manera colectiva. Esa culpa tiñe toda experiencia de relación, en un intento de recuperar la pérdida de  la esencia del amor con la que Dios creó a Su Hijo. La búsqueda del amor se vive como una profunda necesidad, pero ya no oímos la voz directa de nuestro Hacedor, guiando nuestros pasos. Ahora, hemos depositado nuestra confianza en otro maestro, el ego, el cual gobierna con sus leyes y normas toda nuestra existencia, la cual, está erigida sobre los falsos y débiles pilares de miedo.

2. La razón de que tengas tan poca fe en ti mismo es que no estás dispuesto a aceptar el hecho de que dentro de ti se encuentra el amor perfecto. 2así, buscas afuera lo que no se puede encontrar afuera. 3Yo te ofrezco la perfecta fe que tengo en ti, en lugar de todas tus dudas. 4Pero no te olvides de que la fe que tengo en todos tus hermanos tiene que ser tan perfecta como la que tengo en ti, pues, de lo contrario, el regalo que te hago sería limitado. 5En el instante santo compartimos la fe que tenemos en el Hijo de Dios porque juntos reconocemos que él es completamente digno de ella, y en nuestro aprecio de su valía no podemos dudar de su santidad. 6Y, por lo tanto, le amamos.

El pecado, se ha convertido en la creencia más absurda en la que hemos depositado nuestra fe. Se trata de una creencia fanática que nos impide recordar lo que realmente somos. El pecado, siendo fruto de nuestra imaginación, se ha convertido en un pensamiento que nos condena eternamente a experimentar el sufrimiento y el dolor.

El pecado, genera culpa y la culpa, en un loco deseo de dejar de sentirla, nos lleva a infligirnos duros castigo, en un intento de recuperar nuestra pureza original. Pero ese modo de ver y tratar la culpa, forma parte del sistema de pensamiento del ego,  el cual, no está dispuesto a que dejemos de creer en la culpa, pues de hacerlo, su existencia peligraría, por la sencilla razón, de que la culpa tan sólo se supera aplicando el amor, perdonando. 

El sistema del pensamiento del ego recomienda como remedio más eficaz, el autocastigo y nos dice: ¡arrepiéntete!, y nos hace pronunciar, repetidas veces, nuestro reconocimiento de que hemos sido pecadores y que somos culpables por nuestros actos y de nuestros pensamientos pecaminosos. Para lo cual, debemos aplicarnos un duro castigo que nos haga recordar, en otras ocasiones, que debemos ser puros. Este método intenta corregir la ausencia de amor, con actos cuyo origen es el miedo.

Tomar consciencia de que hemos errado, es reconocer que el error no es pecado y que dicho error tiene corrección. En esa ecuación, no interviene para nada el pensamiento de la culpa. Si en nuestra experiencia de relación, nos hacemos conscientes de que estamos errando por falta de amor verdadero, no vamos a flagelarnos por sentirnos culpables de tal hecho. El plan de salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo, contempla que recorramos ese camino junto a nuestros hermanos. Si aplicamos esta verdad a nuestra experiencia de relación, veremos a la persona con la que nos relacionamos, como nuestro mejor acompañante para, juntos, andar el camino que nos llevará a la salvación. Ese acompañante, tiene un pacto de amor con nosotros y, aquello que aporte a nuestra vida, tendremos que verlo desde ese punto de vista, es decir, debemos reflexionar sobre su aportación, pues en ella veremos lo que tenemos que aprender y lo que tenemos que corregir, para alcanzar la meta perseguida, el amor verdadero.

lunes, 28 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 302

LECCIÓN 302

Donde antes había tinieblas ahora contemplo la luz.

1. Padre, por fin estamos abriendo los ojos. 2Tu santo mundo nos espera, pues por fin hemos recobrado la visión y podemos ver. 3Pensábamos que estábamos sufriendo. 4Pero era que nos habíamos olvidado del Hijo que Tú creaste. 5Ahora vemos que las tinieblas son el producto de nuestra propia imaginación y que la luz está ahí para que la contemplemos. 6La visión de Cristo transforma las tinieblas en luz, pues el miedo no puede sino desaparecer ante la llegada del amor. 7Déjame perdonar hoy Tu santo mundo, para poder contemplar su santidad y entender que no es sino el reflejo de la mía.

2. Nuestro Amor nos espera conforme nos dirigimos a Él y, al mismo tiempo, marcha a nuestro lado mostrándonos el camino. 2No puede fracasar en nada. 3Él es el fin que perseguimos, así como los medios por los que llegamos a Él.


¿Qué me enseña esta lección?

Es tan fácil, que no lo podemos creer. Sin embargo, lo es.

Es tan fácil, como elegir el amor en vez del miedo.

Es tan fácil, como dejar de creer en el pecado y reconocernos como seres inocentes.

Es tan fácil, como dejar de sentirnos culpables y perdonar los errores que hayamos podido cometer.

Es tan fácil, como dejar de castigarnos y ser misericordiosos.

Es tan fácil, como dejar de sufrir y sentirnos abundantes y dichosos.

Es tan fácil, como abandonar la tristeza y disfrutar de la alegría.

Es tan fácil, como dejar de vernos separados y visionar la Unidad.

Sí, es tan fácil.

Pero, tenemos miedo a elegir el amor, pues pensamos que perdemos nuestra libertad.
Tenemos miedo a nuestro Creador, pues pensamos que le hemos fallado.
Tenemos miedo a no encontrar una vía satisfactoria a los ojos de Dios, que nos garantice la purificación, y por ello, elegimos el dolor y el rigor.
Tenemos miedo a no ser perdonados, si no estamos dispuestos de dar muestras de nuestro amor a través de actos de sacrificio.

Nos prohibimos estar alegres, cuando la situación exige estar triste.

Sí, es tan fácil, como elegir el amor en vez del miedo.

Ejemplo-Guía: "Crees que es fácil ver luz, allí donde antes veíamos tinieblas"

Todos cuantos hemos experimentado en nuestros sueños nocturnos el terror que ocasiona vivir una pesadilla, sabemos agradecer, el poder que otorga la luz que nos devuelve al estado que llamamos, en este mundo, realidad.

Un profundo suspiro, antecede, y pone fin, a la expresión de un corazón compungido por el llanto. Era tan real lo que hemos vivido durante el sueño que nuestro cuerpo aún expresa la reacción traumática que nos ha producido la tenebrosa pesadilla.

Esa vivencia experimentada durante el sueño y el correctivo de la luz que nos permite comprender que todo ha sido una ilusión, nos sirven de referencia a la hora de reflexionar sobre los estados que nuestra mente vive desde el miedo, cuando está experimentando la percepción de la oscuridad, llámese pérdidas, fracasos, enfermedad, desuniones, agresiones, etc.

Cuando interpretamos los efectos que percibimos en el mundo material como una fuente de miedo, estamos eligiendo tener sueños de muerte. Esto es vivir en la falsedad, en la ilusión, en la creencia de que estamos separados de nuestra Fuente Creadora.

La cuestión que hemos planteado inicialmente, es: ¿es fácil sustituir los sueños de muerte, por sueños de vida?, expresado de otro modo, ¿es fácil ver luz, allí donde antes veíamos tinieblas?.

No vamos a realizar una encuesta, pues la respuesta es tan evidente. No vamos a preguntar al vecino, ni al de más allá, cuando la respuesta la tenemos en nosotros mismo. 

Pongamos un ejemplo cotidiano. Estamos en casa y llaman a la puerta. Abrimos y nos dan una noticia. Acaban de informarnos de que nuestro hijo ha sufrido un accidente de coche y se encuentra hospitalizado (no vamos a adornarlo con más detalles). De entrada, esta situación la consideramos como una experiencia "trágica", tanto es así, que la mente se nos nubla, llevándonos al desconcierto. A partir de aquí se disparan todos los mecanismos mentales, especialmente, el del miedo y, sin darnos cuenta, nuestra mente se pone a imaginar de manera descontrolada. Todo lo que imagina es dramático. Se pone en lo peor. Seguro que habremos preguntado por la gravedad del accidente y aunque nos han dicho que no reviste gravedad, no es suficiente para cambiar la visión que hemos elegido ver.

¿Cómo podemos ver la luz en una experiencia semejante?


Estas cosas no se consiguen de la noche a la mañana. Es necesario contar con la certeza de que la luz nos lleva a comprender que nuestra pesadilla, era tan sólo una ilusión. Quiero decir con esto, que es preciso tomar conciencia de que la luz disipa las tinieblas y el mejor modo de hacerlo es experimentarlo. La mejor manera, o, mejor dicho, la única manera de conseguirlo es practicando la elección en cuestiones que entendemos de menor envergadura. Por ejemplo, pierdes algo que le has dado mucho valor material, pero decides dejar que el dolor de la pérdida te afecte y dejas marchar la experiencia. Al mismo tiempo puedes probar a ver que lo que ha supuesto una pérdida, te ha aportado un valor añadido (la luz), ahora no te apegas a lo material.


Cuando tenemos cierta práctica en tomar este tipo de decisiones, es decir, cuando hemos aprendido a ver las cosas desde otras perspectiva, desde la luz, desde la certeza de que todo efecto, responde a una causa y que esa causa se encuentra en la mente, en el pensamiento, entonces, podremos enfrentarnos a situaciones, aparentemente más "trágicas" y a responder ante ellas con una visión, donde la luz, la comprensión, nos lleva a no perder la paz interna. Siempre podemos elegir. Tal vez no podemos evitar el dolor, pero si podemos evitar vivirlo desde el sufrimiento.


Reflexión: ¿Por qué elegimos ver las tinieblas a la luz?