viernes, 16 de agosto de 2024

Capítulo 13. Xl. La paz del Cielo (1ª parte).

Xl. La paz del Cielo (1ª parte).

 

1. Las mejores alternativas que el ego ofrece para contrarrestar lo que se percibe como la ruda intromisión de la culpabilidad en la paz son: el olvido, el sueño y la muerte. 2Aun así, nadie piensa que está en conflicto y abatido por una guerra cruel, a menos que crea que ambos contendientes son reales: 3Al creerlo, se ve obli­gado a escapar, pues una guerra así pondría fin a su paz mental y, por lo tanto, lo destruiría. 4Mas sólo con que se diese cuenta de que la guerra es entre un poder real y uno irreal, podría mirar en su interior y ver su libertad. 5Nadie pensaría estar abatido y ator­mentado por interminables batallas si él mismo percibiese que no tienen absolutamente ningún significado.

La elección que ha llevado al Hijo de Dios a utilizar su poder creador sin respetar la Voluntad de Su Padre, le ha llevado a la firme creencia en el pecado y en la culpabilidad.

Dios crea a Su Hijo extendiéndose a Sí Mismo siguiendo el impulso del Amor. Sin embargo, a pesar de que Su Hijo, es hijo del Amor, su mente decide seguir otros pensamientos que le llevan a inventar nuevas leyes basadas en el miedo. Un miedo que surge de la falsa creencia en la separación. La mente del Hijo de Dios ve de forma fraccionada, mientras que la Mente de Su Creador, ve desde la Unicidad.

Mientras que el Amor aporta Paz, el miedo provoca ataque. Mientras que la Expansión es Conocimiento, la proyección es ignorancia.

2. No es la Voluntad de Dios que Su Hijo viva en estado de guerra. 2Por lo tanto, el imaginado "enemigo" que Su Hijo cree tener es totalmente irreal3No estás sino tratando de escapar de una guerra encarnizada de la que ya te has escapado. 4La guerra ya terminó, pues has oído el himno de la libertad elevarse hasta el Cielo. 5Grande es la dicha y el regocijo de Dios por tu liberación porque tú no creaste la libertad. 6Mas de la misma manera en que no creaste la libertad, tampoco creaste una guerra que pudiese poner en peligro dicha libertad. 7Nada destructivo ha existido nunca ni existirá jamás. 8La guerra, la culpabilidad y el pasado desaparecieron al unísono en la irrealidad de donde vinieron.

El sistema de pensamiento del ego, favorece los enfrentamientos, pues sus leyes han sido creadas para protegerse del miedo, sin reconocer, que ese miedo forma parte de su sistema de creencias. Al ver al otro como alguien ajeno a nosotros mismos, como alguien que nos desposeerá de lo que tenemos si no se lo impedimos, nos llevará a un estado de ansiedad constante, de temor permanente, y, será entonces, cuando decidimos pasar a la defensiva haciendo uso de nuestra mejor  arma: un buen ataque.

Para dejar de vivir en el miedo, tenemos que cambiar nuestra percepción errada y elegir ver las cosas de otra manera, en la que nuestra creencia en la separación ceda su hegemonía a la Visión de la Unidad. 

3. Cuando todos estemos unidos en el Cielo, no valorarás nada de lo que valoras aquí. 2Pues nada de lo que valoras aquí lo valoras completamente, y, por lo tanto, no lo valoras en absoluto. 3Sólo aquello a lo que Dios otorgó valor tiene valor, y el valor de lo que Dios aprecia no es susceptible de ser juzgado, pues ya se fijó. 4Su valor es absoluto. 5Las únicas alternativas que tienes ante ti son apreciarlo o no. 6Valorarlo parcialmente significa que se desconoce su valor. 7En el Cielo está todo lo que Dios valora. 8Allí nada es, ambiguo. 9Todo es claro y luminoso, y suscita una sola res­puesta. 10En el Cielo no hay tinieblas ni contrastes. 11Nada varía 12ni sufre interrupción alguna. 13Lo único que se experimenta es una sensación de paz tan profunda que ningún sueño de este mundo ha podido jamás proporcionarte ni siquiera el más leve indicio de lo que dicha paz es.

Este punto nos invita a realizar un trabajo creativo de imaginación que nos permita vislumbrar nuestro estado como habitante del Cielo. Nos han enseñado a pensar en el cielo y en la tierra, como espacios donde se desarrollará nuestra existencia, bien como un cuerpo físico, bien como un alma, tras la muerte de dicho cuerpo.

Sin embargo, ahora tengo otra manera de ver el significado de los conceptos Cielo y Tierra. El Cielo es el Hogar de Dios y de Su Hijo. Podríamos decir, que es el Hogar verdadero y real, donde El Creador se experimenta a Si Mismo en su creación.

Siendo así, la "tierra" no forma parte del Cielo, ni de la Experiencia del Creador, al no haber sido creado por Él. Por lo tanto, la tierra no es el hogar verdadero y real. Diremos que la tierra es el hogar ilusorio fabricado por el Hijo de Dios, inventado desde el estado de Sueño, en el que se encuentra su conciencia.

En el Cielo impera la Unidad, la Luz, la Paz. En la tierra, impera la dualidad, el día y la noche, la luz y las tinieblas; la división y las guerras.

Tan sólo la percepción verdadera, nos permitirá recordar que la tierra es una morada irreal, donde nos será imposible encontrar la paz total.  

jueves, 15 de agosto de 2024

Capítulo 13. X. Tu liberación de la culpabilidad (2ª parte).

X. Tu liberación de la culpabilidad (2ª parte).

8. Ahora se te concede poder sanar y enseñar, para dar lugar a lo que algún día será ahora, 2pero que de momento aún no lo es. 3El Hijo de Dios cree estar perdido en la culpabilidad, solo en un mundo tenebroso donde el dolor le acosa por todas partes desde el exterior. 4Cuando haya mirado en su interior y haya visto la radiante luz que allí se encuentra, recordará cuánto lo ama su Padre. 5Y le parecerá increíble que jamás hubiese podido pensar que su Padre no le amaba y que lo condenaba. 6En el momento en que te des cuenta de que la culpabilidad es una locura totalmente injustificada y sin ninguna razón de ser, no tendrás miedo de contemplar la Expiación y de aceptarla totalmente.

No podemos menospreciar el poder que tiene la mente. Si la mente se pone al servicio del ego, o lo que es lo mismo, sirve a la creencia en la separación, el pecado y la culpa, entonces, fabricaremos un mundo irreal e ilusorio que nos mantendrá  muy ocupados, dándole credibilidad.

La única vía de salvación, es elegir de nuevo y poner nuestra mente al servicio de Dios, al servicio del Amor. 

9. Tú que has sido despiadado contigo mismo, no recuerdas el Amor de tu Padre. 2Y al contemplar a tus hermanos sin piedad, no recuerdas cuánto Lo amas. 3Tu amor por Él, no obstante, es por siempre verdadero. 4La perfecta pureza en la que fuiste creado se encuentra dentro de ti en paz radiante. 5No temas mirar a la excelsa verdad que mora en ti. 6Mira a través de la nube de culpa­bilidad que empaña tu visión, más allá de la oscuridad, hasta el santo lugar donde verás la luz. 7El altar de tu Padre es tan puro como Aquel que lo elevó hasta Sí Mismo. Nada puede impedir que veas lo que Cristo. quiere que veas. 9Su Voluntad es como la de Su Padre, y Él es misericordioso con todas las criaturas de Dios, tal como quisiera que tú lo fueses.

El sueño que hemos elegido soñar, nos mantiene prisionero de la ilusión, del error, de la demencia. ¿Cómo podemos pensar que nuestro Creador nos ha castigado por nuestros pecados? Esa interpretación nos indica que allí donde había conocimiento, hemos elegido sustituirlo por percepción, una manera errónea de entender lo experimentado. Allí donde había amor, ahora tan solo hay miedo. Donde había Plenitud, ahora vemos separación y donde había Abundancia, tan solo vemos escasez.

¿No es demente ese pensamiento? 

10.  Libera a otros de la culpabilidad tal como tú quisieras ser libe­rado. 2Ésa es la única manera de mirar en tu interior y ver la luz del amor refulgiendo con la misma constancia y certeza con la que Dios Mismo ha amado siempre a Su Hijo. 3Y con la que Su Hijo lo ama a Él. 4En el amor no hay cabida para el miedo, pues el amor es inocente. 5No hay razón alguna para que tú, que siempre has amado a tu Padre, tengas miedo de mirar en tu interior y ver tu santidad. 6Tú no puedes ser como has creído ser. 7Tu culpabili­dad no tiene razón de ser porque no está en la Mente de Dios, donde tú estás. 8Y ésta es la sensatez que el Espíritu Santo quiere restituirte. 9Él sólo desea desvanecer tus ilusiones. 10Pero quiere que veas todo lo demás. 11Y en la visión de Cristo te mostrará la perfecta pureza que se encuentra por siempre dentro del Hijo de Dios.

El Curso nos enseña que nadie puede dar lo que no tiene, y añade, que tener es Ser. Para poder liberar a otros de la culpabilidad, tendremos que verlos tan y como han sido creados, esto es, impecables e inocentes. Esa es la Visión que nos regala Cristo, el rostro divino del Amor. 

Tendremos que Expiar el error que nos mantiene prisioneros de la creencia en la separación, para poder ver más allá de la ilusión y recordar nuestra verdadera identidad. 

11. No puedes entablar ninguna relación real con ninguno de los Hijos de Dios a menos que los ames a todos, y que los ames por igual. 2El amor no hace excepciones. 3Si otorgas tu amor a una sola parte de la Filiación exclusivamente, estarás sembrando culpabilidad en todas tus relaciones y haciendo que sean irreales. 4Sólo puedes amar tal como Dios ama. 5No intentes amar de forma diferente de como Él lo hace, pues no hay amor aparte del Suyo. 6Hasta que no reconozcas que esto es verdad, no tendrás idea de lo que es el amor. 7Nadie que condena a un hermano puede considerarse inocente o que mora en la paz de Dios. 8Si es inocente y está en paz, pero no lo ve, se está engañando, y ello significa que no se ha contemplado a sí mismo. 9A él le digo: 

10Contempla al Hijo de Dios, observa su pureza y per­manece muy quedo. 11Contempla serenamente su san­tidad, y dale gracias a su Padre por el hecho de que la culpabilidad jamás haya dejado huella alguna en él.

"Solo podemos amar como Dios ama". Esta afirmación nos parecerá inalcanzable si nuestra mente no está dispuesta a servir tan sólo a Dios. 

En nuestro bagaje espiritual, tenemos la impresión de que avanzamos lentamente hacia la meta que nos hemos propuesto alcanzar: la perfección espiritual. Esta experiencia la vivimos como un largo recorrido que nos brinda la oportunidad de ir superando pruebas, relacionadas con el apego a aquello que consideramos procedentes de la naturaleza egoica. En ese trayecto, en ocasiones, pensamos que hemos conseguido avanzar mucho y de que estamos casi en la fase final del camino.

Este punto nos pone muy fácil el reconocer nuestro nivel de consciencia. Tan sólo hay que contestarse una pregunta: ¿Amas como Dios ama? 

12. Ni una sola de las ilusiones que has albergado contra él ha mancillado en forma alguna su inocencia: 2Su radiante pureza, que no se ve afectada en modo alguno por la culpabilidad y es completamente amorosa, brilla dentro de ti. 3Contemplémosle juntos y amémosle, 4pues en tu amor por él radica tu inocencia. 5sólo con que te contemples a ti mismo, la alegría y el aprecio que sentirás por lo que veas erradicará la culpabilidad para siem­pre. 6Gracias, Padre, por la pureza de Tu santísimo Hijo, a quien creaste libre de toda culpa para siempre.

Mientras que continuemos creyendo que nos encontramos separados de nuestros hermanos en la Filiación, estaremos negando a Dios y estaremos reafirmándonos en el error de creer que podemos "crear" un mundo real.

¿Qué padre, con un mínimo de cordura, puede desear que sus hijos se ataquen unos a otros? 

Podemos elegir, entre el miedo o el amor. Las consecuencias del miedo, son evidentes, pues causan un profundo dolor. Mientras que el amor, tan solo nos aporta paz y felicidad.

Ante tales evidencias, ¿por qué apostamos por el miedo?

13. Al igual que tú, yo deposito mi fe y mi creencia en lo que tengo en gran estima. 2La diferencia es que yo amo solamente lo que Dios ama conmigo, y por esa razón el valor que te otorgo transciende el valor que tú te has atribuido a ti mismo, y es incluso igual que el valor que Dios Mismo te otorgó. 3Amo todo lo que Él creó y le ofrezco toda mi fe y todo el poder de mi creencia. 4Mi fe en ti es tan inquebrantable como el amor que le profeso a mi Padre. 5Mi confianza en ti es ilimitada, y está desprovista del temor de que tú no me oigas. 6Doy gracias al Padre por tu hermosura, y por los muchos dones que me permitirás ofrecerle al Reino en honor de su plenitud, que es la de Dios.

Jesús nos recuerda en este punto, la importancia que tiene el hecho de poner la fe al servicio de lo que estimamos, de aquello a lo que le damos valor. 

Tendremos que preguntarnos con honestidad, ¿qué anhelos persigue nuestro corazón? La respuesta nos indicará si realmente amaremos como Dios ama, o, por el contrario, amaremos bajo la presión del miedo, es decir, de forma egoísta.

14. Alabado seas tú que haces que el Padre sea uno con Su Propio Hijo. 2Por separado, no somos nada, pero unidos, brillamos con un fulgor tan intenso que ninguno de nosotros por sí solo podría ni siquiera concebir. 3Ante el glorioso esplendor del Reino la cul­pabilidad se desvanece, y habiéndose transformado en bondad ya nunca volverá a ser lo que antes fue. 4Cada reacción que expe­rimentes estará tan purificada que será digna de ser ofrecida como un himno de alabanza a tu Padre. 5Ve en lo que Él ha creado únicamente una alabanza a Él, pues Él nunca cesará de alabarte ti. 6Nos hallamos unidos en esta alabanza ante las puertas del Cielo donde sin duda habremos de entrar debido a nuestra ino­cencia. 7Dios te ama. 8¿Cómo iba a poder yo, entonces, no tener fe en ti y amarlo a Él perfectamente?

Se pone de manifiesto en lo recogido en este punto, el lazo de unión que existe entre Dios y Su Hijo, el cual, nos permite comprender que donde rige la ley de la igualdad, no puede existir grados diferentes de amor, pues de producirse tal hecho, no podríamos ver dicha igualdad. Considero esta afirmación muy importante y reflexionar sobre su contenido permitirá a nuestra mente contemplar los pensamientos ilusorios que emanamos cuando decidimos amar con el filtro del juicio. 

miércoles, 14 de agosto de 2024

Capítulo 13. X. Tu liberación de la culpabilidad (1ª parte).

X. Tu liberación de la culpabilidad (1ª parte).


1. Estás acostumbrado a la noción de que la mente puede ver la fuente del dolor donde ésta no está. 2El  dudoso servicio de tal desplazamiento es ocultar la verdadera fuente de la culpabilidad y mantener fuera de tu conciencia la percepción plena del que dicha noción es demente. 3El desplazamiento siempre se perpetúa mediante la ilusión de que la fuente de la culpabilidad, de la cual se desvía la atención, tiene que ser verdad, y no puede sino ser temible, o, de lo contrario, no habrías desplazado la culpabilidad hacia lo que creíste que era menos temible. 4Estás dispuesto, por consiguiente, a mirar toda clase de "fuentes", siempre y cuando no sea la fuente que yace más adentro con la que no guardan relación alguna.

En este primer punto, se nos revelan una serie de aspectos relativos al uso que hace el sistema de pensamiento del ego con relación a la culpabilidad. La mente cuando sirve al ego, lo hace bajo la creencia en la separación y ello propicia que el punto de mira se ponga en lo externo, es decir, elige proyectarse en el exterior desviando la fuente de donde emana la verdadera causa que le hace sentir el dolor que acompaña al sentimiento de culpa.

Para no soportar la pesada carga de la culpa, que le lleva a verse como un pecador, elige proyectarse en el exterior y corregir la culpa en la fuente equivocada, esto es, a través de sus relaciones con los demás.

2. Las ideas dementes no guardan ninguna relación real, pues por eso es por lo que son dementes. 2Ninguna relación real puede estar basada en la culpabilidad ni contener una sola mancha de culpabilidad que mancille su pureza. 3Pues todas las relaciones en las que la culpabilidad ha dejado impresa su huella se usan únicamente para evitar a la  persona y evadir la culpabilidad. 4¡Qué relaciones tan extrañas has entablado para apoyar este extraño propósito! 5te olvidaste de que las relaciones reales son santas, y de que no te puedes valer de ellas en absoluto. 6Son para el uso exclusivo del Espíritu Santo, y esto es lo que hace que sean puras. 7Si descargas tu culpabilidad sobre ellas, el Espíritu Santo no puede entonces usarlas. 8Pues al apropiarte para tus propios fines de lo que deberías haberle entregado a Él, Él no podrá valerse de ello para liberarte. 9Nadie que en cualquier forma que sea quiera unirse a otro para salvarse él solo, hallará la salvación en esa extraña relación. 10No es una relación que se comparta, y, por consiguiente, no es real.

Como bien recoge este punto, cuando las relaciones están basadas en el sentimiento de redimir la culpa, dichas relaciones no son reales, sino ilusorias, pues están sirviendo a la falsa creencia de que el Hijo de Dios es un pecador y un merecedor de sufrimiento, la única medicina capaz de redimir el sentimiento de culpa.

El modo en cómo elige el ego alcanzar la purificación de sus pecados, es a través del dolor.

Sin embargo, el único camino que ha de conducirnos a la salvación, nos lo dispensa el Espíritu Santo, inspirándonos establecer relaciones reales con los demás, esto es, relacionarnos desde la firme certeza de que formamos parte de la Filiación.

3.  En cualquier unión con un hermano en la que procures descar­gar tu culpabilidad sobre él, compartirla con él o percibir su culpabilidad, te sentirás culpable. 2No hallarás tampoco satisfacción ni paz con él porque tu unión con él no es real. 3Verás culpabilidad en esa relación porque tú mismo la sembraste en ella. 4Es inevita­ble que quienes experimentan culpabilidad traten de desplazarla, pues creen en ella. 5Sin embargo, aunque sufren, no buscan la causa de su sufrimiento dentro de sí mismos para así poder aban­donarla. 6No pueden saber que aman, ni pueden entender lo que es amar. 7Su mayor preocupación es percibir la fuente de la culpabilidad fuera de sí mismos, más allá de su propio control.

Hay un dicho en mi tierra, que reza de la siguiente manera: "lo que mal empieza, mal acaba". Si lo aplicamos a la enseñanza que estamos tratando, podremos comprender, que si la causa de la culpa es creer en el pecado, podemos tener por seguro, que los efectos que experimentaremos, serán acorde con esa creencia, es decir, serán dolorosos.

Si la creencia en la separación, nos ha llevado a creernos pecadores, estaremos apostando por ver pecado en nuestras relaciones, pues, desde la creencia en el pecado no podemos ver más que pecadores, y si aceptamos el dolor como la medicina que calmará nuestra culpa, infringiremos dolor en los demás, para liberarlos de su culpa

4. Cuando mantienes que eres culpable, pero que la fuente de tu culpabilidad reside en el pasado, no estás mirando en tu interior. 2El pasado no se encuentra en ti. 3Las extrañas ideas que asocias con él no tienen sentido en el presente. 4Dejas, no obstante, que se interpongan entre tú y tus hermanos, con quienes no entablas ver­daderas relaciones en absoluto. 5¿Cómo puedes esperar valerte de tus hermanos como un medio para solventar el pasado y al mismo tiempo verlos tal como realmente son?. 6Aquellos que se valen de sus hermanos para resolver problemas que no existen no pueden encontrar la salvación. 7No la quisiste en el pasado. 8¿Cómo pue­des esperar encontrarla ahora si impones tus vanos deseos en el presente?

El ego cree en el tiempo, pues su vía de percepción le aporta información en base a la transitoriedad y a la temporalidad. Esa percepción le lleva a defender que la causa de su dolor se encuentra en el pasado, pues identifica la fuente de su culpa en un acto que tuvo lugar en el pasado. 

Ambas creencias son erróneas, pues, el pasado no se encuentra en ninguna parte y menos, aún, en nosotros. 

Podemos elegir, vivir el pasado en nuestro presente, con lo cual estaríamos desechando la oportunidad de renacer de nuevo, de ver las cosas desde otro punto de vista, de dejar de juzgarnos y de juzgar a los demás de un estado temporal que ya no existe.

5. Resuélvete, por consiguiente, a dejar de ser como has sido. 2No te valgas de ninguna relación para aferrarte al pasado, sino que vuelve a nacer cada día con cada una de ellas. 3Un minuto, o incluso menos, será suficiente para que te liberes del pasado y le entregues tu mente a la Expiación en paz. 4Cuando les puedas dar la bienvenida a todos, tal como quisieras que tu Padre te la diese a ti, dejarás de ver culpabilidad en ti mismo. 5Pues habrás aceptado la Expiación, la cual seguía refulgiendo en tu interior mientras soñabas con la culpabilidad, si bien no la veías porque no buscabas dentro de ti.

Aceptar la Expiación, nos permitirá liberarnos de la culpa, pues habremos abierto nuestros ojos a la realidad y, lo que antes percibiamos transitorio y temporal, ahora lo haremos desde el ahora, el eterno presente, el único tiempo en el que la salvación es posible.

6. Mientras de algún modo creas que está justificado considerar a otro culpable, independientemente de lo que haya hecho, no bus­carás dentro de ti, donde siempre encontrarías la Expiación. 2A la culpabilidad no le llegará su fin mientras creas que está justifi­cada. 3Tienes que aprender, por lo tanto, que la culpabilidad es siempre demente y que no tiene razón de ser. 4El propósito del Espíritu Santo no es desvanecer la realidad. 5Si la culpabilidad fuese real, la Expiación no existiría. 6El propósito de la Expiación es desvanecer las ilusiones, no considerarlas reales y luego per­donarlas.

La culpa es un pensamiento erróneo, por lo que requiere ser tratada desde la Expiación, de modo que su luz disipe la oscuridad de donde emana dicho pensamiento.

7. El Espíritu Santo no conserva ilusiones en tu mente a fin de atemorizarte, ni te las enseña con miedo para mostrarte de lo que te ha salvado. 2Eso de lo que te ha salvado ha desaparecido. 3No le otorgues realidad a la culpabilidad ni veas razón alguna que la justifique. 4El Espíritu Santo hace lo que Dios quiere que haga, y eso es lo que siempre ha hecho. 5Ha visto la separación, pero sólo conoce la unión. 6Enseña a sanar, pero sabe también lo que es la creación. 7El Espíritu Santo quiere que veas y enseñes tal como Él lo hace, y a través de Él. 8No obstante, lo que Él sabe tú lo desco­noces aunque es tuyo.

Nos dice este punto, como si de un jeroglífico se tratase, que, lo que sabe El Espíritu Santo nosotros lo desconocemos aunque es nuestro. Entiendo que la respuesta es conocer la unión, pues al Ser la Filiación como Uno. Lo desconocemos porque estamos identificado con el sueño del ego, pero en verdad, es nuestro, porque es lo que somos. 

martes, 13 de agosto de 2024

Capítulo 13. IX. La nube de culpabilidad (2ª parte).

  IX. La nube de culpabilidad (2ª parte).

5. No lo condenes por su culpabilidad, pues su culpabilidad reside en el pensamiento secreto de que él te ha hecho lo mismo a ti. 2¿Le enseñarías entonces que su desvarío, es real? 3La idea de que el inocente Hijo de Dios puede atacarse a sí mismo y decla­rarse culpable es una locura. 4No creas esto de nadie, en ninguna forma, 5pues la condenación y el pecado son lo mismo, y creer en uno es tener fe en el otro, lo cual invita al castigo en lugar de al amor. 6Nada puede justificar la demencia, y pedir que se te casti­gue no puede sino ser una locura.

Preferimos proyectar nuestro error en los demás, antes que aceptar nuestra creencia en él. No soportamos que los demás, nos recuerden nuestros errores, y qué hacemos para evitarlo, proyectar nuestra censura en los demás.

Si aceptamos nuestros errores, nos sentiremos culpables, pues en lo más profundo de nosotros mismos sigue existiendo el deseo de ser perfectos, impecables, pero eso no lo puede reconocer el ego, por lo que se inventa un sistema de protección, el ataque. De este modo preferimos culpar para no ser culpados, cuando en realidad lo que estamos haciendo es reconocer, inconscientemente, que nos hemos atacados en un deseo de protegernos del dolor insoportable de nuestra propia culpa.

No deseamos sentirnos culpables, y la mejor manera de evitarlo, es proyectando nuestra culpabilidad en los demás. De este modo, y dado que todos actuamos el demente sistema de pensamiento del ego, la condena y la culpa se convierte en nuestra moneda de intercambio, hasta que nuestra consciencia despierte de esa pesadilla y diga ¡basta!. A partir de ese momento, dejaremos de condenarnos y de sentirnos culpables. El perdón ocupa ahora el pensamiento erróneo de la culpa, de la separación, y nos inspirará el único deseo de experimentar la paz.

6. Por consiguiente, no consideres a nadie culpable y te estarás afirmando a ti mismo la verdad de tu inocencia. 2Cada vez que condenas al Hijo de Dios te convences a ti mismo de tu propia culpabilidad. 3Si quieres que el Espíritu Santo te libere de ella, acepta Su oferta de Expiación para todos tus hermanos. 4Pues así es como aprendes que es verdad para ti. 5Nunca te olvides de que es imposible condenar al Hijo de Dios parcialmente. 6Los que consideras culpables se convierten en los testigos de tu culpabilidad, y es en ti donde la verás, pues estará ahí hasta que sea des-hecha. 7La culpabilidad se encuentra siempre en tu mente, la cual se ha condenado a sí misma. 8No sigas proyectando culpabilidad, pues mientras lo hagas no podrá ser deshecha. 9Cada vez que liberas a un hermano de su culpabilidad, grande es el júbilo en el Cielo, donde los testigos de tu paternidad se regocijan.

Si te preguntas, cómo saber si tu mente aún se está condenando, lo sabrás gracias a tus hermanos, pues serán ellos, los que dejarán de defenderse de tus ataques, pues en verdad habrás dejado de atacar, en una proyección de tu propia culpa. Es un pacto de amor, en el que cada uno de los hijos de la Filiación, asume su papel para ayudar a los demás a despertar.

Sabremos que estamos libres de culpa, cuando dejemos de condenar a los demás.

7. La culpabilidad te ciega, pues no podrás ver la luz mientras sigas viendo una sola mancha de culpabilidad dentro de ti. 2Y al proyectarla, el mundo te parecerá tenebroso y estar envuelto en ella. 3Arrojas un oscuro velo sobre él, y así no lo puedes ver porque no puedes mirar en tu interior. 4Tienes miedo de lo que verías, pero lo que temes ver no está ahí. 5Aquello de lo que tienes miedo ha desaparecido. 6Si mirases en tu interior, verías solamente la Expiación, resplandeciendo serenamente y en paz sobre el altar a tu Padre.

Este punto pone de relevancia, la importancia de mirar en nuestro interior. No solemos hacerlo. Preferimos proyectar hacia el exterior aquello que nuestra mente cree, lo que hará que juzguemos fuera todo aquello con lo que nos identificamos. Nos decimos que nuestro modo de ver las cosas está condicionado por lo que percibimos fuera de nosotros. Pero esto es un error. Las cosas, simplemente, son. Pero nosotros las interpretamos, desde nuestro nivel de comprensión. Le aportamos un significado y le damos una identidad. Pero esa interpretación es la nuestra propia, pues, otras interpretaciones, también serán posibles.

8. No tengas miedo de mirar en tu interior. 2El ego te dice que lo único que hay dentro de ti es la negrura de la culpabilidad, y te exhorta a que no mires. 3En lugar de eso, te insta a que contemples a tus hermanos y veas la culpabilidad en ellos. 4Mas no puedes hacer eso sin condenarte a seguir estando ciego, 5pues aquellos que ven sus hermanos en las tinieblas, y los declaran culpables en las tinieblas en las que los envuelven, tienen demasiado miedo de mirar a la luz interna. 6Dentro de ti no se encuentra lo que crees que está ahí, y en lo que has depositado tu fe. 7Dentro de ti está la santa señal de la perfecta fe que tu Padre tiene en ti. 8Tu Padre no te evalúa como tú te evalúas a ti mismo. 9Él se conoce a Sí Mismo, y conoce la verdad que mora en ti. 10Sabe que no hay diferencia alguna entre Él y dicha verdad, pues Él no sabe de diferencias.

¿Puedes acaso ver culpabilidad allí donde Dios sabe que hay perfecta inocencia? 12Puedes negar Su conocimiento, pero no lo puedes alterar. 13Contempla, pues, la luz que Él puso dentro de ti, y date cuenta de que lo que temías encontrar ahí, ha sido reempla­zado por el amor.

La invitación que nos hace el Espíritu Santo, a través de la Expiación, es a corregir el error y a despertar a la verdad. Este punto nos indica que debemos mirar en nuestro interior, pues de este modo, podremos descubrir que la fuente de la luz se encuentra allí donde Dios la puso, en nuestra mente, misma que compartimos con Él. Esa luz, que es amor, nos revelará nuestra verdadera identidad. Dejaremos de percibirnos como seres separados, y descubriremos que la luz y el amor, nos une a todos los Hijos de Dios.

lunes, 12 de agosto de 2024

Capítulo 13. IX. La nube de culpabilidad (1ª parte).

 

IX. La nube de culpabilidad (1ª parte).

1. La culpabilidad sigue siendo lo único que oculta al Padre, pues la culpabilidad es el ataque que se comete contra Su Hijo. 2Los que se sienten culpables siempre condenan, y una vez que han conde­nado lo siguen haciendo, vinculando el futuro al pasado tal como estipula la ley del ego. 3Guardarle fidelidad a esta ley impide el paso de la luz, pues exige que se le guarde fidelidad a la oscuri­dad y prohíbe el despertar. 4Las leyes del ego son estrictas y cual­quier violación se castiga severamente. 5Por lo tanto, no obedezcas sus leyes, pues son las leyes del castigo. 6Y aquellos que las acatan creen que son culpables y, por lo tanto, no pueden sino condenar. 7Las leyes de Dios tienen que intervenir entre el futuro y el pasado para que puedas liberarte: 8La Expiación se alza entre ellos, como una lámpara que resplandece con tal fulgor, que la cadena de os­curidad a la que te ataste a ti mismo desaparece.

Si el ego, es fruto de la creencia en el pecado, y la culpa es consecuencia de dicha creencia, podemos decir, que el ego, el pecado y la culpa, forman parte de una secuencia, la cual se basa en el error de creer que nuestro pecaminoso nos llevó a despertar la ira de Dios y que tuvo como consecuencia, la expulsión del Paraíso Terrenal, donde Su Hijo gozaba del conocimiento.

La culpa demanda castigo, lo que se convierte en una de las leyes que gobiernan el sistema de pensamiento del ego. Cuando se analiza el sentimiento de culpa, se descubre en ella, el ataque que dirige el ego hacia sí mismo, y ese ataque responde a una simple razón, la ausencia de amor. El amor no ataca, sino une. 

La creencia en el pecado, está inscrita en el inconsciente colectivo de la humanidad. Ese sentimiento ancestral, nos mantiene prisioneros del pasado, el cual está condicionando tanto el presente, como el futuro. Por tal razón, perpetuar dicha creencia, nos mantiene atados las consecuencias desastrosas que se derivan de ello, experimentar el dolor y el sufrimiento, como actos de penitencia que nos redimirán del pesado lastre de la culpa.

Nos señala este punto, que Expiación se alza en la creencia del tiempo, como una lámpara que con su luz, nos permitirá entender la verdad, liberándonos de las ataduras que nos mantiene prisioneros del error y de la ilusión.

2. Librarse uno de la culpabilidad es lo que deshace completa­mente al ego. 2No hagas de nadie un ser temible, pues su culpabilidad es la tuya, y al obedecer las severas órdenes del ego, atraerás su condena sobre ti mismo no podrás escapar del castigo que él inflige a los que las obedecen. 3El ego premia la fidelidad que se le guarda con dolor, pues tener fe en él es dolor. 4la fe sólo se puede recompensar en función de la creencia en la que se depositó. 5La fe le infunde poder a la creencia, y dónde se deposita dicha fe es lo que determina la recompensa, 6pues la fe siempre se deposita en lo que se valora, y lo que valoras se te devuelve.

Decíamos en el punto anterior, que la Expiación, esto es, la corrección de la falsa creencia en la separación, nos liberará de la culpabilidad. Para reforzar esa corrección debemos depositar nuestra fe, nuestro deseo, en servir, exclusivamente, a la firma creencia de que somos el Hijo de Dios, impecables e inocentes, formando parte de la Filiación creada por Dios.

3. El mundo te puede dar únicamente lo que tú le diste, pues al no ser otra cosa que tu propia proyección, no tiene ningún signi­ficado aparte del que tú viste en él, y en el que depositaste tu fe. 2Sé fiel a la oscuridad y no podrás ver porque tu fe será recom­pensada tal corno la diste. 3Aceptarás tu tesoro, y si depositas tu fe en el pasado, el futuro será igual. 4Cualquier cosa que tienes en gran estima la consideras tuya. 5El poder que le otorgas al atri­buirle valor hace que sea así.

Este punto es especialmente aclaratorio, pues describe la razón por la cual, estamos sirviendo al ego y no a Dios, es decir, nos revela que el hecho de que nuestro sistema de pensamiento rinda pleitesía al ego, a la creencia en la separación, no es algo contravenido, ni impuesto, sino la consecuencia de haber elegido, desear ver la cosas de una manera especial, de una manera diferente a la realidad creada por Dios. Ello significa que en nuestro de"practicar" como dioses, elegimos hacerlo a nuestra manera, sin seguir la única ley con la que Dios creó el Mundo Verdadero, con Amor.

Si nuestra fe, sigue la estela del deseo de ser especial, de ser diferente a los demás, estará poniendo en circulación una creencia que retornará a su fuente, con la misma características con la que se emanó, es decir, recibiremos el efecto boomerang que nos hará receptores de aquello que hemos creado. Nuestras creaciones, nuestros hijos, nos verán especiales, separados, temerosos, y nos harán experimentar los efectos de dichos pensamientos, de tal modo, que nos sentiremos atacados, solos, perjudicados. Experimentaremos, el efecto de nuestro sistema de pensamiento.

4. La Expiación conlleva una re-evaluación de todo lo que tienes en gran estima, pues es el medio a través del cual el Espíritu Santo puede separar lo falso de lo verdadero, lo cual has acep­tado en tu mente sin hacer ninguna distinción entre ambos. 2No puedes, por lo tanto, valorar lo uno sin lo otro, y la culpabilidad se ha convertido en algo tan real para ti cómo la inocencia. 3Tú no crees que el Hijo de Dios es inocente porque ves el pasado, pero no lo ves a él. 4Cuando condenas a un hermano estás diciendo: "Yo que soy culpable elijo seguir siéndolo". 5Has negado su liber­tad, y al hacer eso, has negado el testigo de la tuya. 6Con igual facilidad podías haberlo liberado del pasado y haber eliminado de su mente la nube de culpabilidad que lo encadena a él. 7Y en su libertad habrías encontrado la tuya.

Si analizamos detenidamente la relación que nos une a los demás, no tendremos dificultad en descubrir, que solemos actuar guiados por un deseo de compensación inconsciente, por un deseo de llenar un vacío que tan solo se ha podido producir, por la ausencia y carencia de amor. Ello nos lleva a tener comportamientos compensatorios, que a veces nos sorprenden, que no sabríamos explicar las razones por las que lo hacemos, pero que forman parte de nuestra vida de relación.

Detrás de todas estas vivencias, se esconde un sentimiento de culpa, el cual se manifiesta como el sentimiento de tener un débito pendiente con esa persona.

Si como hemos visto en este apartado, vivimos la vida como una continuidad de nuestro pasado, es lógico pensar que, cuando nos relacionamos con los demás, experimentemos en ellos una llamada a subsanar el comportamiento pasado. No todas las experiencias de relación se sanan a través de una respuesta compensatoria. Es fácil encontrar relaciones que, en vez de sanar esa relación de causa y efecto, lo que hacen es abundar aún más en las causas que dieron origen a la necesidad de compensación. Esto es posible, cuando, decidimos servir a nuestro ego, con todo su bagaje de miedo, de especialismo, y con su claro y manifiesto deseo de atacar para salvaguardarse del miedo a su carencia y a su necesidad.