jueves, 12 de septiembre de 2024

Capítulo 14. VI. La luz de la comunicación (2ª parte).

 VI. La luz de la comunicación (2ª parte).


5. Tú has considerado la separación como un medio de interrum­pir la comunicación con tu Padre. 2El Espíritu Santo la reinter­preta como un medio, de re-establecer lo que nunca se inte­rrumpió, pero sí se había velado. 3Él puede valerse de todo lo que has fabricado para Su santísimo propósito. 4Él sabe que tú no estás separado de Dios, pero percibe muchas cosas en tu mente que te hacen pensar que lo estás. 5De eso, y sólo de eso, es de lo que Él desea apartarte. 6Él te enseñará cómo usar en tu favor tu poder de decisión, que tú concebiste para sustituir tu poder creador. 7Tú que concebiste el poder de decisión para crucificarte a ti mismo, tienes que aprender del Espíritu Santo cómo utili­zarlo en beneficio de la santa causa de la restauración.

El acto "pecador" del Hijo de Dios, desobedeciendo la Voluntad de Su Padre, le llevó a la falsa creencia de estar separado del Creador, con lo cual, la comunicación directa que existía hasta ese momento, entre Padre e Hijo, se interrumpió.

Pasamos de ser parte de Dios, a buscarlo fuera de nosotros y a implorar su presencia para que medie a nuestro favor en todas nuestras contiendas.

La separación tan solo es compartida por el ego. El Espíritu Santo que conoce nuestra verdadera identidad, nos ofrece la Expiación para que corrijamos esa errónea percepción y retomemos la capacidad innata que se encuentra en nuestro interior para poder reconectar con la frecuencia divina.

6. Tú que hablas haciendo uso de símbolos turbios y engañosos no entiendes el lenguaje que has inventado. 2No tiene sentido, pues su propósito no es facilitar la comunicación, sino interrum­pirla. 3Si el propósito del lenguaje es facilitar la comunicación, ¿cómo puede tener sentido dicha lengua? 4Mas incluso este extraño y tergiversado esfuerzo de querer comunicar no comuni­cando, contiene suficiente amor como para hacer que tenga sen­tido si su intérprete no es su hacedor. 5Tú que la inventaste sólo estás expresando conflictos, y el Espíritu Santo quiere liberarte de ellos. 6Pon en Sus manos lo que quieres comunicar. 7Él lo inter­pretará con perfecta claridad, pues sabe con Quién estás en per­fecta comunicación.

La visión de la separación favoreció la aparición de lenguajes diferentes unos de otros, lo cual, en vez de facilitar la comunicación, lo que origina es la falta de entendimiento, esto es, la falta de conocimiento de lo que somos realmente.

El lenguaje del amor es universal y no requiere de símbolos a los que hay que interpretar, pues se comunica a través de la expansión de la paz, la libertad y la felicidad.

7. No sabes lo que dices, y, por lo tanto, no sabes lo que se te dice, 2pero tu Intérprete se da cuenta de lo que quieres decir en tu extraño lenguaje. 3Él no intentará comunicar lo que no tiene sen­tido, sino que separará todo lo que lo tiene, descartando el resto, y les transmitirá a aquellos que verdaderamente quieran comuni­carse contigo lo que en verdad quieres comunicarles. 4Hablas dos lenguajes al mismo tiempo, lo cual no puede sino ser algo ininte­ligible. 5Mas si uno de ellos no tiene sentido y el otro lo tiene, sólo este último. puede utilizarse para la comunicación. 6El otro no haría sino obstruirla. 

Ego y Espíritu, se expresan a través de lenguajes diferentes  utilizando el canal de la mente. El lenguaje del ego siempre es oscuro, pues en realidad oculta su miedo y su culpabilidad. Los mensajes de ego siempre son juiciosos y condenatorios.

En cambio, el lenguaje del Espíritu siempre aporta luz allí donde más se necesita. Se expresa con sinceridad, inocencia, delicadeza y gratitud. Sus mensajes siempre son amorosos y cordiales.

8. La única función del Espíritu Santo es facilitar la comunicación. 2Para poder restablecerla, por consiguiente, tiene que eliminar todo lo que la obstaculizaría. 3No le ocultes nada, por lo tanto, que pudiera obstaculizarla, pues Él no atacará a tus centinelas. 4Sim­plemente llévalos ante Él, y permite que Su dulzura te muestre que en la luz no son temibles y que no pueden servir de guardia­nes de las tenebrosas puertas tras las cuales no hay nada que se encuentre celosamente oculto. 5Abramos todas las puertas y deje­mos que la luz entre a raudales. 6En el templo de Dios no hay recintos secretos. 7Sus puertas están abiertas de par en par para recibir a Su Hijo. 8Nadie puede dejar de acudir allí donde Dios lo ha llamado, a menos que él mismo le dé la espalda a la bienvenida que le extiende su Padre. 

La función del Espíritu Santo de facilitar la comunicación, hará que nuestra ignorancia y nuestro desconocimiento de lo que es real, de paso a la percepción verdadera y al conocimiento. Para conseguir esta transformación, debemos ser transparente y no ocultar resentimientos, miedos, ni culpa, es decir, debemos recuperar nuestra inocencia divina.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Capítulo 14. VI. La luz de la comunicación (1ª parte).

 VI. La luz de la comunicación (1ª parte).

1. La jornada que juntos emprendemos es el intercambio de la oscuridad por la luz, y el de la ignorancia por el entendimiento. 2Nada que entiendas puede ser temible. 3Es sólo en la oscuridad y en la ignorancia donde percibes lo aterrador, y huyes de ello para sumirte en una oscuridad todavía más tenebrosa. 4Mas sólo lo que está oculto puede aterrorizar, no por lo que es intrín­secamente, sino por el hecho de estar oculto. 5Lo tenebroso es aterrador porque no comprendes su significado. 6Si lo comprendieses estaría claro para ti, y ya no estarías en la oscuridad. 7Nada tiene un valor oculto, pues lo que está oculto no puede ser compartido, y por lo tanto, se desconoce su valor. 8Lo que está oculto se mantiene aparte, pero el valor de algo reside siempre en el aprecio que se le da conjuntamente. 9Lo que está oculto no puede ser amado, y, así, sólo puede ser temido.

Si profundizamos en el modus operandi que caracteriza el sistema de pensamiento del ego, descubriremos, que el ego dirige el pensamiento hacia el exterior y nunca hacia el interior. Es como si prefiriese juzgar el mundo que le rodea antes de mirar con honestidad el origen de sus propios pensamientos internos. La razón de ello es precisamente el miedo que siente cuando comprueba que en su interior se dan cita ideas y creencias tenebrosas, como el especialismo, el egoísmo, la culpabilidad y la propia demencia al creerse separados de cualquier otro ser.

Mantener oculto sus creencias demenciales, le lleva a vivir en un permanente terror, lo que le lleva a condenar y a atacar a todos aquellos que le recuerdan, con su comportamiento, su propia manera de ser. He aquí el origen de toda lucha, de toda guerra, de toda contienda por acabar con aquello que interpretamos como amenazante para nuestros egoístas intereses.

2. La serena luz en la que el Espíritu Santo mora dentro de ti es sencillamente una luz donde todo está al descubierto, donde no hay nada oculto, y, por ende, donde no hay nada que temer. 2El ataque siempre cederá ante el amor si se lleva ante éste y no se mantiene oculto de él. 3No hay tinieblas que la luz del amor no pueda disipar, a menos que se mantengan ocultas de la influencia benéfica del amor. 4Lo que se mantiene fuera del alcance del amor no puede compartir su poder curativo, pues ha sido separado de él y se ha mantenido en la oscuridad. 5Los centinelas de la oscu­ridad la vigilan celosamente, y tú, que fabricaste de la nada a esos guardianes de lo ilusorio, tienes ahora miedo de ellos.

Si no elegimos sustituir el miedo por el amor, no conseguiremos llevar hasta la luz lo que albergamos con temor en nuestro interior. La culpa se convierte en la piedra angular donde se erige el poder del miedo sobre nuestra conciencia, lo que nos lleva a ocultar todo aquello que nos lleva a sentirnos culpables, para mantenerlo fuera del alcance de la mirada de los demás.

Seguro que has experimentado en alguna ocasión una vivencia en la que, cuando se te ha señalado como el causante de alguna fechoría, has respondido de manera instantánea protegiéndose de tu propia culpa, llevándote a negar la acusación que se te hace. Dicha reacción instintiva suele desencadenar vivencias muy dolorosas, pues en tu defensa, cuando te ves pillado en tu errónea acción y acusado de ello, decides proteger tu honestidad llevando un movimiento estratégico que te aporte la victoria en esa contienda, es cuando decides atacar al otro, al acusante, bien buscando en tu memoria hechos que le hagan sentirse, igualmente, culpable, o bien, haciendo uso de la fuerza, causándole una dolorosa agresión que nunca olvidará.

3. ¿Vas a continuar otorgándole un poder imaginario a esas extra­ñas ideas de seguridad? 2No son ni seguras ni inseguras. 3No Pro­tegen ni tampoco atacan. 4No hacen nada en absoluto, pues no son nada en absoluto. 5En cuanto que guardianes de las tinieblas y de la ignorancia no recurras a ellas a no ser que quieras sentir miedo, pues lo que mantienen en la oscuridad es temible. 6Abandónalas, y lo que era temible dejará de serlo. 7Sin la protección de la oscu­ridad, lo único que queda es la luz del amor, pues sólo éste tiene significado y sólo él puede vivir en la luz. 8Todo lo demás no puede sino desaparecer.

¿Has sentido alguna vez gratitud hacia la persona que con sus juicios nos hace sentir culpables y reaccionar ocultando aquello que avergüenza nuestra consciencia?

Nos resultará difícil encontrar en nuestra memoria alguna reacción que nos muestre un gesto de gratitud, cuando nos sentimos amenazados y condenados. Sin embargo, si observamos la dinámica de la vivencia de aprendizaje, el otro, al juzgarnos y condenarnos, nos hace un doble favor. Por un lado, nos hace consciente de un aspecto oculto de nuestro yo que debe ser aceptado e integrado de forma amorosa, Por otro lado, nos ofrece la oportunidad de arrojar luz a su oscura condena, y la única manera de hacerlo, es transformando nuestra propia oscuridad en luz, esto es, en recordar lo que realmente somos y reconocer en él, a nuestro hermano, que nos enseña el camino que nos conducirá a ambos hasta la salvación, pues respondiendo a su odio con amor, estaremos viendo su inocencia, en vez de su culpa.

4. La muerte cede ante la vida, simplemente porque la destruc­ción no es verdad. 2La luz de la inocencia desvanece la culpabili­dad con su fulgor porque cuando se pone una al lado de la otra, la verdad de una hace que la falsedad de la otra resulte perfecta­mente evidente. 3No mantengas la culpabilidad separada de la inocencia, pues tu creencia de que puedes conservar las dos es una absurdidez. 4Lo único que has hecho al mantenerlas separa­das es perder el significado de ambas al confundir la una con la otra. 5así, no te das cuenta de que sólo una de ellas tiene sen­tido. 6La otra no tiene sentido en absoluto.

La afirmación con la que da comienzo este punto, es todo un reto para el sistema de pensamiento del ego, el cual, combate la creencia de la existencia de Dios con uno de sus argumentos más sólidos, la muerte pone fin a la vida.

Ya sabemos, por las enseñanzas del Curso, que la muerte es un pensamiento, una creencia, que no es real, pues está sustentada por su condición de temporalidad. Tan sólo la vida es verdad y real, pues se alimenta de la esencia del amor. Por tal motivo, la vida es eterna. 

La muerte cede ante la vida, porque lo temporal, lo destructible, no es verdad.

martes, 10 de septiembre de 2024

Capítulo 14. V. El círculo de la Expiación (3ª parte).

 V. El círculo de la Expiación (3ª parte).


7. Une tus esfuerzos al poder que no puede fracasar y sólo puede conducir a la paz. 2No hay nadie a quien una enseñanza como ésta no le conmueva. 3No te sentirás excluido del poder de Dios si te dedicas a enseñar sólo esto. 4No estarás exento de los efectos de esta santísima lección, que sólo se propone restablecer lo que constituye el derecho de la creación de Dios. 5Todo aquel a quien liberes de la culpabilidad te mostrará tu inocencia. 6El círculo de la Expiación es infinito. 7Y con cada hermano que incluyas dentro de los confines de seguridad y perfecta paz de dicho círculo, tu confianza de que estás incluido y a salvo dentro del mismo aumentará.

Todo aquel a quien liberemos de la culpabilidad nos mostrará su inocencia. Hermoso mensaje, que nos aporta una inmensa fuerza. Nadie nos puede salvar, sino nosotros mismos, cuando nos extendemos, conscientemente, en la visión de los demás. Enseñar la salvación es aprenderla, y para ello debemos, darla, sustituyendo la culpa por la inocencia, en la visión del otro.

8. ¡Que la paz sea, pues, con todos los que se convierten en maestros de paz! 2Pues la paz es el reconocimiento de la pureza per­fecta, de la que nadie está excluido. 3Dentro de su santo círculo se encuentran todos los que Dios creó como Su Hijo. 4El júbilo es su atributo unificador, no deja nadie afuera solo, sufriendo el dolor de la culpabilidad. 5El poder de Dios atrae a todos hacia la seguridad que ofrece su regazo de amor y unión. 60cupa queda­mente tu puesto dentro del círculo, y atrae a todas las mentes torturadas para que se unan a ti en la seguridad de su paz y de su santidad. 7Mora a mi lado dentro de él, como maestro de la Expia­ción y no de la culpabilidad.

¡Qué la paz sea, con todos vosotros, hermanos! Comparto mi visión de vuestra inocencia y proclamo mi propia liberación de la culpa que me ha mantenido prisionero de la falsa percepción.

9. Bendito seas tú que enseñas esto conmigo. 2Nuestro poder no emana de nosotros, sino de nuestro Padre. 3En nuestra inocencia lo conocemos a Él, tal como Él sabe que somos inocentes. 4Yo estoy dentro del círculo, llamándote a que vengas a la paz. 5Enseña paz conmigo, y álzate conmigo en tierra santa. 6Recuerda por todos el poder que tu Padre les ha otorgado. 7No pienses que no puedes enseñar Su perfecta paz. 8No permanezcas afuera, sino únete a mí adentro. 9No dejes de cumplir el único propósito al que mi enseñanza te exhorta. 10Devuélvele a Dios Su Hijo tal como Él lo creó, enseñándole que es inocente.

No hay nada que perdonar, pues mis ojos del juicio ya no ven condena en tus actos, sino el fulgurante resplandor de tu inocencia. Te reconozco como mi hermano en la Santa Filiación.

Unámonos al Espíritu Santo y gocemos junto de Su Paz, que es la Paz que Dios ha dispuesto para Su Hijo. Unámonos en el interior del círculo donde el Amor nos permitirá reconocer a Dios en el rostro de cada uno de nuestros hermanos.

10.   La crucifixión no jugó ningún papel en la Expiación. 2Sólo la resurrección lo hizo y esa fue mi contribución. 3La resurrección es el símbolo de la liberación de la culpabilidad por medio de la inocencia. 4Tú crucificarías a todo aquel a quien percibes como culpable. 5Mas le devuelves la inocencia a todo aquel a quien consideras inocente. 6La crucifixión es siempre la meta del ego, 7que considera a todo el mundo culpable, y mediante su conde­nación procura matar. 8El Espíritu Santo sólo ve inocencia, y mediante Su dulzura Él desea liberarte del miedo y re-establecer el reino del amor. 9El poder del amor reside en Su dulzura, que es de Dios y, por lo tanto, no puede crucificar ni ser crucificada. 10El templo que restauras se convierte en tu altar, pues fue recons­truido a través de ti. 11Todo lo que le das a Dios es tuyo. 12Así es como Él crea, y así es como tú debes restaurar.

Tanto la crucifixión, como la resurrección son estados de nuestra mente, creencias que albergan pensamientos de muerte o de vida. Cada vez que nuestra mente elige ponerse al servicio del miedo y del pecado, alimenta el pensamiento de culpa, lo que favorece la aparición de la condena, del castigo y de la crucifixión.

En cambio, cuando elige ponerse al servicio del amor y de la inocencia, alimenta el pensamiento de unidad que nos lleva al estado de paz que compartimos con nuestro Creador.

11. A todo aquel que ves, o bien lo ubicas dentro del santo círculo de la Expiación o bien lo dejas afuera, juzgándolo como que merece ser crucificado o redimido. 2Si lo incluyes dentro del cír­culo de pureza, descansarás allí con él. 3Si lo excluyes, te quedas afuera con él. 4No juzgues, excepto desde una quietud que no emana de ti. 5Niégate a aceptar que alguien pueda estar exento de la bendición de la Expiación y condúcelo a ésta bendiciéndolo. 6La santidad tiene que ser compartida, pues en ello radica todo lo que la hace santa. 7Ven gustosamente al santo círculo y-contempla en paz a todos los que creen estar excluidos. 8No excluyas a nadie del círculo porque en él se encuentra lo que tu hermano y tú estáis buscando. 9Ven, unámonos a él en el santo lugar de paz en el que nos corresponde estar a todos, unidos cual uno solo dentro de la Causa de la paz.

Este punto nos enseña la importancia de ser consciente de lo que somos a la hora de elegir a que señor servirá nuestra mente. Si estamos identificados con el sistema de pensamiento del ego, apostaremos por la crucifixión y utilizaremos la condena y el juicio para redimirnos de nuestros pecados.

Si estamos identificados con nuestra verdadera identidad divina, serviremos a la Expiación del Espíritu Santo, y guiados por la trompeta que proclama la verdad del amor, nos daremos cita en el centro del círculo donde nos encontraremos con aquellos hermanos a los que le hayamos regalado nuestra visión de inocencia. Así, la cadena de luz de los Hijos de Dios se hará cada vez más numerosa y llegará el instante santo, en el que la compleción de Dios sea total. 

lunes, 9 de septiembre de 2024

Capítulo 14. V. El círculo de la Expiación (2ª parte).

V. El círculo de la Expiación (2ª parte).


4. El Hijo de Dios tiene derecho a heredar el Reino, el cual se le dio en su creación. 2No trates de robárselo, pues estarás buscán­dote culpabilidad y no podrás sino experimentarla. 3Protege su pureza contra cada pensamiento que quisiera robársela ocul­tarla de sus ojos. 4Lleva la inocencia a la luz, en respuesta la llamada de la Expiación. 5Nunca permitas que la pureza perma­nezca oculta, sino que, por el contrario, descorre con tu luz los pesados velos de culpabilidad tras los cuales el Hijo de Dios se ha ocultado a sí mismo de sus propios ojos.

Si nos creemos culpables, en verdad, lo que estamos admitiendo es que no creemos Hijos de Dios, pues no estaremos reconociendo nuestra verdadera identidad, la cual comparte con Dios en Su Mente Perfecta y Santa.

Creer en la culpabilidad es admitir que Dios es también culpable, pues todo hijo hereda la misma condición que el padre. Pero en esta ecuación hay un importante error, la culpabilidad no es real, pues no goza de la esencia del Amor, que crea lo verdadero.

5. Aquí todos estamos unidos en la Expiación, y no hay nada más en este mundo que pueda unirnos. 2Así es como desaparecerá el mundo de la separación, y como se restablecerá la plena comunicación entre Padre e Hijo. 3El milagro reconoce la inocencia que tiene que haberse negado para que se haya producido la necesidad de curación. 4No niegues este jubiloso reconocimiento, pues toda esperanza de felicidad y de liberación de cualquier tipo de sufrimiento reside en él. 5¿Hay alguien que no desee liberarse del dolor? 6Tal vez no haya aprendido todavía cómo intercambiar- la culpabilidad por la inocencia, ni se haya dado cuenta de que sólo mediante este intercambio se puede liberar del dolor. 7Aun así, aquellos que no han aprendido necesitan que se les enseñe, no que se les ataque. 8Atacar a los que necesitan que se les enseñe es perder la oportunidad de poder aprender de ellos.

El juicio se nos muestra como un arma de doble filo. Por un lado, condena y separa, y por otro, nos conduce por la senda de la verdad, al percibir correctamente, lo verdadero de lo falso. El juicio condenatorio forma parte del sistema de pensamiento del ego, el cual se sustenta en la errónea creencia de la separación. 

El juicio verdadero, es el que nos inspira la Expiación del Espíritu Santo, el cual nos permite reconocer y corregir lo falso, llevándole ante la presencia de lo real.

Los que aún no han aprendido necesitan que se les enseñe, no que se les ataque, es decir, necesitan cambiar el juicio condenatorio por el juicio verdadero.

6. Los maestros de la inocencia, cada uno a su manera, se han unido para desempeñar el papel que les corresponde en el pro­grama de estudios unificado de la Expiación. 2Aparte de este programa, no hay nada más que tenga un objetivo de enseñanza unificado. 3En este programa de estudios no hay conflictos, pues sólo tiene un objetivo, no importa cómo se enseñe. 4Todo esfuerzo que se haga en su favor se le ofrece a la eterna gloria de Dios y de Su creación con el solo propósito de liberar de la culpabilidad. 5Y cada enseñanza que apunte en esa dirección apunta directamente al Cielo y a la paz de Dios. 6No hay dolor, pruebas o miedo que esta enseñanza no pueda vencer. 7El poder de Dios Mismo la apoya y garantiza sus resultados ilimitados.

Podríamos simplificar el objetivo de enseñanza unificado que aporta la Expiación, diciendo que es una cuestión de elección. Eliges ser el Hijo de Dios, inocente y perfecto, o, eliges ser el hijo del ego, pecador y culpable.

Si eliges ser el Hijo de Dios, gozarás de paz y felicidad. Si eliges ser el hijo del ego, experimentarás dolor y sufrimiento.