sábado, 12 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 286

LECCIÓN 286

La quietud del Cielo envuelve hoy mi corazón.

1. Padre, ¡qué día tan sereno el de hoy! 2¡Cuán armoniosamente cae todo en su sitio! 3Éste es el día señalado para que llegue a entender la lección de que no tengo que hacer nada. 4En Ti ya se han tomado todas las decisiones. 5En Ti ya se ha resuelto todo conflicto. 6En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas. 7La paz es mía. 8Mi corazón late tranquilo y mi mente se halla en reposo. 9Tu Amor es el Cielo y Tu Amor es mío.

2. La quietud de hoy nos dará esperanzas de que hemos encon­trado el camino y de que ya hemos recorrido un gran trecho por él hacia una meta de la que estamos completamente seguros. 2Hoy no dudaremos del final que Dios Mismo nos ha prometido. 3Con­fiamos en Él y en nuestro Ser, el cual sigue siendo uno con Él.

¿Qué me enseña esta lección?

La quietud solo es posible vivirla en el presente, en ese instante santo que nos permite tomar consciencia de la Eternidad.

El presente, el instante santo, es lo único real, pues, los tiempos pasados y futuros, forman parte de la visión ilusoria del ego, cuyo pensamiento se fundamenta en lo temporal y perecedero.

La quietud, es el estado natural del Ser, el cual se encuentra en plena comunión con la Paz de Su Padre. La quietud es nuestra elección de servir al Amor. La quietud forma parte de nuestra visión de Unidad.

Si la quietud envuelve hoy mi corazón, es gracias a que he sido capaz de dejar de oír la voz tentadora procedente del mundo material, que me invita a quedar prisionero de la ilusión de la materia.

Hoy he podido hacer presente el estado de quietud en mi corazón. Hoy mis ojos han visto la unidad que une a todos los seres. He visto mi rostro en el de mis hermanos. Hoy me he perdonado y he recibido el perdón, recuperando mi inocencia primigenia.

Hoy he caminado de la mano de Dios, del Cristo, del Espíritu Santo y del resto de mis hermanos. Hoy he caminado en paz.

Ejemplo-Guía: "La única decisión que tomo es: no hacer nada"
"La liberación se te concede en el instante en que la desees" (T-18.VII4:3).
¿Qué impacto te produce esta afirmación?

Me gustaría compartir con vosotros una narración que tuve ocasión de leer hace tiempo, en una de las obras de Max Heindel -fundador de la Orden Rosacruz de California-, el Concepto Rosacruz del Cosmos:

"Un joven fue a ver un sabio cierto día y le preguntó: señor, ¿qué debo hacer para convertirme en un sabio? El sabio no contestó. El joven, después de haber repetido su pregunta cierto número de veces con parecido resultado, lo dejó y volvió al siguiente día con la misma demanda. No obtuvo tampoco contestación alguna, y entonces volvió por tercera vez y repitió su pregunta: señor, ¿qué debo hacer para convertirme en un sabio?

Finalmente el sabio lo atendió y se dirigió a un río que por allí corría. Entró en el agua llevando al joven de la mano. Cuando alcanzaron cierta profundidad, el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua, a pesar de sus esfuerzos para desasirse de él. Al fin lo dejó salir, y cuando el joven hubo recuperado el aliento, el sabio interrogó:

- Hijo mío, cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas?

Sin vacilar contestó el joven: aire, quería aire. 

- ¿No hubieras preferido mejor riquezas, placeres, poderes o amor? ¿No pensaste en ninguna de esas cosas?

- No señor, deseaba aire y solo pensaba en el aire que me faltaba - fue la inmediata respuesta.

- Entonces - dijo el sabio -, para convertirte en un sabio debes desear la sabiduría con la misma intensidad con que deseabas el aire. Debes luchar por ella y excluir todo otro fin de tu vida. Debe ser tu sola y única aspiración, día y noche. Si buscas la sabiduría con ese fervor, seguramente te convertirás en un sabio."

El deseo, al que está aludiendo este pasaje, al igual como ocurre en la afirmación con la que hemos iniciado este análisis, no procede de una emoción pasajera y caprichosa, fruto de la inestable característica de los sentimientos, sino que procede de la manifestación de la voluntad que se expresa en el firme anhelo que estimula nuestro corazón.

El deseo, cuando se manifiesta como el canal a través del cual expresamos nuestra voluntad, adquiere un inmenso poder, sobre todo cuando le añadimos la firmeza de la creencia.
"Si deseas creer en el error, tienes que otorgarle realidad porque el error en sí no es real. Mas la verdad es real por derecho propio, y para creer en ella no tienes que hacer nada. Comprende que no reaccionas a nada directa­mente, sino a tu propia interpretación de ello. Tu interpretación, por lo tanto, se convierte en la justificación de tus reacciones. Por eso es por lo que analizar los motivos de otros es peligroso. Si decides que alguien está realmente tratando de atacarte, abando­narte o esclavizarte, reaccionarás como si realmente lo hubiese hecho, al haberle otorgado realidad a su error. Interpretar el error es conferirle poder, y una vez que haces eso pasas por alto la verdad" (T-12.I.1:2-8)
En el título elegido para el ejemplo-guía de hoy, se indica, de forma velada, que el único deseo que debemos activar es el que nos lleve a la visión de no tener que hacer nada. Ese deseo adquiere un claro matiz correctivo, pues fue el deseo, el impulso motor que nos llevó a ver el mundo dividido, a creer en el mundo desde la separación y a desear la muerte, antes que a la Vida.

El deseo corrector, es el deseo que nos lleva a visionar la Verdad, y ese deseo se convierte en una realidad, cuando comprendemos que no tenemos que hacer nada a nivel externo, sino que el deseo debe ceder su hegemonía a la voluntad, es decir, debe abandonar la falsa creencia de la separación y recordar la única y verdadera verdad, la Unidad.

Este proceso de estados de conciencia, ha quedado recogido en los Textos Sagrados, en particular en el Libro del Génesis (narrativa del proceso de fabricación del ego), donde a través de las peripecias de Adán y Eva se nos describe los inicios de la creación del hombre. Adán como arquetipo de la Voluntad, y, Eva, como arquetipo del deseo. El hecho de que sea Eva la que coma del "fruto prohibido", del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, nos está hablando de especial protagonismos que tiene la fuerza del deseo para dar lugar a la pérdida de la pureza, de la inocencia y fabricar un escenario a parte del que Dios dispuso para Su Hijo, el Paraíso. Más adelante, la narración bíblica nos cuenta que Eva, al ser interrogada por Dios, le contestó que "la serpiente me engañó y comí". Fue entonces cuando Dios maldijo a la serpiente, sentenciando que, a partir de ese instante podría perpetua enemistad entre la serpiente y la mujer, añadiendo que el linaje de la mujer -esto es, las obras procedentes de los deseos-, le aplastará la cabeza.

Sería muy largo, aunque no carente de significado, llevar a cabo un exhaustivo análisis de estos pasajes, pero entiendo que nos desviará del propósito que nos guía en estos momentos. Me conformo con haceros partícipes de la importancia que tiene la ruta que nos marca el Libro Sagrado. Eva, se convierte en la puerta de entrada hacia el mundo de perdición y es Eva, o, mejor dicho, los frutos de Eva -deseos-, la llamada a aplastar la cabeza a la serpiente, cuyo significado, aún no lo he mencionado, significa "ardor cupido" (Nahash, en hebreo).

Pero, si no hago nada, ¿qué hago? Es la pregunta que puedes estar haciéndote. Entiendo que requiera una aclaración, para aliviar tal preocupación.

Si reflexionamos sobre el uso que hacemos del deseo, llegaremos a la conclusión de que es la causa que origina el mundo que hemos fabricado. Tengo un deseo y no me conformo con desearlo, tengo que satisfacerlo. Una vez que logro satisfacer ese deseo, surge otro deseo, el no perder lo que he conseguido, y entonces, hacemos consciente la emoción del miedo, aunque, dicho sea de paso, ese miedo ya surgió con el deseo.

La propuesta que nos hace esta lección, es utilizar el deseo para recordar lo real, no para hacer real lo ilusorio. El deseo -Eva- que decide quedar seducida por el ardor cupido de la serpiente, es el deseo que nos lleva a fabricar un mundo separado, un mundo ilusorio, un mundo de pecado, un mundo de miedo. Pero ese deseo -Eva- cuando haya sufrido los rigores de la experiencia de la percepción del mundo fabricado, pariendo con dolor sus criaturas, es decir, aprendiendo por la vía del sufrimiento, llegará un día, llegará a un estado de consciencia, que le permitirá descubrir que ese mundo ya no le satisface. Ese día Eva tomará la decisión de aplastar la cabeza de la serpiente, o lo que es lo mismo, tendrá un último deseo, poner fin a los deseos y ceder su hegemonía a Adán redimido, esto es, a la consciencia de la Unidad.

Si has ahondado en esta reflexión, tal vez hayas intuido, que, sin deseos, el cuerpo pierde su protagonismo y tiende a su desaparición. Mientras que esto ocurre, puedes hacer lo que quieras, pero no desde el deseo representado por Eva-Serpiente. No desde el miedo a perder. No desde la creencia en la separación. En el camino del aspirante, el deseo se convierte en una vía de sublimación, y ello lo convierte en el centro de sus logros. Pero la sola visión del deseo como objetivo, nos lleva a hacer realidad su poder, cuando en verdad, desde el Cielo, el deseo, no es real.

Pongo fin a este análisis, no sin antes dejaros referencias extraídas del Capítulo 18, de Un Curso de Milagros, más concretamente, las recogidas en el Apartado VII, punto 4, en adelante: 
"No tengo que hacer nada”.

“Es imposible aceptar el instante santo sin reservas a no ser que estés dispuesto, aunque sólo sea por un instante, a no ver el pasado ni el futuro. No te puedes preparar para él sin ubicarlo en el futuro. La liberación se te concede en el instante en que la desees. Son muchos los que se han pasado toda una vida preparándose y ciertamente han tenido sus momentos de éxito. Este curso no pretende enseñar más de lo que ellos aprendieron en el tiempo, pero sí se propone ahorrar tiempo. Tal vez estés tratando de seguir un camino muy largo hacia el objetivo que has aceptado. Es extremadamente difícil alcanzar la Expiación luchando contra el pecado. Son muchos los esfuerzos que se llevan a cabo tratando de hacer santo aquello que se odia y se aborrece. No es necesario tampoco que dediques toda tu vida a la contemplación, ni que te pases largos períodos de tiempo meditando con objeto de romper tu atadura al cuerpo. Todos esos intentos tendrán éxito a la larga debido a su propósito. Pero los medios son tediosos y requieren mucho tiempo, pues todos ven la liberación de la condición actual de insuficiencia y falta de valor en el futuro” (T-18.VII.4:1-11).

Tu camino será diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios. La relación santa es un medio de ahorrar tiempo. Un instante que tú y tu hermano paséis juntos os restituye el universo a ambos. Ya estás listo. Ahora sólo tienes que recordar que no tienes que hacer nada. Sería mucho más efectivo ahora que te concentrases únicamente en esto, que reflexionar sobre lo que debes hacer. Cuando la paz llega por fin a los que luchan contra la tentación y batallan para no sucumbir al pecado; cuando la luz llega por fin a la mente que se ha dedicado a la contemplación; o cuando finalmente alguien alcanza la meta, ese momento siempre viene acompañado de este feliz descubrimiento: "No tengo que hacer nada" (T-18.VII.5:1-6). 

“He aquí la liberación final que todos hallarán algún día a su manera y a su debido tiempo. Tú no tienes necesidad de ese tiempo. Se te ha economizado tiempo porque tú y tu hermano estáis juntos. Éste es el medio especial del que este curso se vale para economizarte tiempo. No aprovechas el curso si te empeñas en utilizar medios que le han resultado muy útiles a otros, y descuidas lo que se estableció para ti. Ahorra tiempo valiéndote únicamente de los medios que aquí se ofrecen, y no hagas nada más. "No tengo que hacer nada" es una declaración de fidelidad y de una lealtad verdaderamente inquebrantable. Créelo aunque sólo sea por un instante, y lograrás más que con un siglo de contemplación o de lucha contra la tentación” (T-18.VII.6:1-8). 

“Hacer algo siempre involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. He aquí la puerta abierta que te ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escaparte de inmediato, liberándote así del tiempo. Ésta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo en este mismo momento. Pues con ello se niega el tiempo, y, así, el pasado y el futuro desaparecen. El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de tiempo. No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente” (T-18.VII.7:1-8). 

“Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente. Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia" (T-18.VII.8:1-5). 
Recordemos, que, aun sabiendo que este mundo no es real, podemos estar en él, con el único propósito de utilizar sus medios, entre ellos, el cuerpo, para comunicar la Verdad que hemos recordado y, de este modo, colaborar conscientemente en el Plan de Salvación, que Dios ha dispuesto para Su Hijo.

Cuando la fuerza del deseo deje de seducirnos, el potencial “Eva”, se integrará en Adán, en la Voluntad, dando lugar al feliz aliaje entre los opuesto. Ello llevará a nuestra mente a sentirse fecundada por la fuerza de la Imaginación Creadora y las vivencias que antes perseguíamos externamente como un aliciente para satisfacer nuestros deseos, se convertirá en una maravillosa vivencia interna creadora.

Reflexión: ¿Cómo afrontamos nuestros problemas?

viernes, 11 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 285

LECCIÓN 285

Hoy mi santidad brilla clara y radiante.

1. Hoy me despierto lleno de júbilo, sabiendo que sólo han de acontecerme cosas buenas procedentes de Dios. 2Eso es todo lo que pido, y sé que mi ruego recibirá respuesta debido a los pen­samientos a los que va dirigido. 3Y en el instante en que acepte mi santidad, lo único que pediré serán cosas dichosas. 4Pues, ¿qué utilidad tendría el dolor para mí, para qué iba a querer el sufri­miento, y de qué me servirían el pesar y la pérdida si la demencia se alejara hoy de mí y en su lugar aceptara mi santidad?

2.Padre, mi santidad es la Tuya. 2Permítaseme regocijarme en ella y recobrar la cordura mediante el perdón. 3Tu Hijo sigue siendo tal como Tú lo creaste. 4Mi santidad es parte de mí y también de Ti. 5Pues, ¿qué podría alterar a la Santidad Misma?

¿Qué me enseña esta lección?

Hoy me he levantado con un solo propósito, que de mi mente emanen pensamientos luminosos. Esa iniciativa, ha movilizado a mi voluntad y me he entregado a la tarea de ponerme al servicio de mi divinidad con la única intención de ser útil al resto de la humanidad.

Como consecuencia de esta disponibilidad, de mi mente han fluido pensamientos que hablan de la importancia de enfocar nuestra mente en el servicio del Amor; de la importancia de negar la realidad del miedo, de la separación y de la enfermedad.

Concentro la lucidez de mis pensamientos en disipar la oscuridad que se cierne sobre mi mente cuando participo de la falsa creencia de que estamos separados de los demás, de que el dolor es consecuencia de mis pecados, de que mi cuerpo es mi verdadera identidad y es la causa de todos mis sufrimientos. Ahora comprendo la razón por la cual, me hago eco de las experiencias protagonizadas por la humanidad. Me veo proyectadas en ellas. Mis juicios de debilidad, adoptan múltiples rostros y cuando los identifico, los juzgo y los condeno, en vez de bendecirlos por mostrarme mis falsas creencias.

Es necesario que nuestra conciencia despierte del sueño de la ilusión y comience a ver las cosas desde otra perspectiva. El ego está convencido en el poder que tiene el cuerpo para sanar o enfermar. Sin embargo, su creencia está basada en un error fundamental. La dimensión material es el resultado de proyectar la fuerza de nuestro pensamiento. Sólo así, el cuerpo se comporta como el envoltorio que pone de manifiesto lo que nuestra mente ha proyectado. Si nuestros pensamientos sirven al amor y a la unidad, nuestro cuerpo gozará de plenitud y salud. Cuando nuestros pensamientos sirven al miedo, a la separación, entonces, nuestro cuerpo manifestará síntomas de enfermedad.

Para sanar nuestro cuerpo, debemos sanar nuestra mente.

Mantener nuestros pensamientos al servicio del Amor, hará que nuestro comportamiento sea brillante y radiante.

Ejemplo-Guía: "Una mente sana no ve la enfermedad"

Cuando abordamos el tema de la enfermedad en nuestras vidas, no podemos evitar encasillarla dentro de las vivencias más desagradables y temidas que podemos experimentar. Esa sola visión, hace difícil aceptar, que la enfermedad sea una consecuencia generada por nosotros mismos.  

Sin embargo, las habilidades del ego son muy sutiles y no lo estoy matizando en sentido condenatorio. Es de admirar que el ego tenga un marcado interés por la enfermedad. 

¿Por qué ese interés? 

"Si estás enfermo, ¿cómo podrías refutar su firme creencia de que no eres invulnerable? Éste es un razonamiento atractivo desde el punto de vista del ego porque encubre el ataque obvio que sub­yace a la enfermedad. Si reconocieses esto y además te opusieras al ataque, no podrías utilizar la enfermedad como un falso testigo para defender la postura del ego. (T-8.VIII.3:3-5)" 

La enfermedad, al igual que la muerte, se convierte en uno de los principales argumentos que utiliza el ego para justificar su demente sistema de pensamiento, el cual se basa en la visión de la dualidad, de la separación. 

El Principio 24 recogido en Un Curso de Milagros, nos dice: 

"Los milagros te capacitan para curar a los enfermos y resucitar a los muertos porque tanto la enfermedad como la muerte son invenciones tuyas, y, por lo tanto, las puedes abolir."

Como bien nos enseña el Curso, la enfermedad tendría sentido sólo si las dos premisas básicas en las que se basa la interpretación que el ego hace del cuerpo fuesen ciertas: que el propósito del cuerpo es atacar, y que tú eres un cuerpo. Sin estas dos premisas la enfermedad es inconcebible. 

"La enfermedad es una forma de demostrar que puedes ser herido. Da testimonio de tu fragilidad, de tu vulnerabilidad y de tu extrema necesidad de depender de dirección externa. El ego usa esto como su mejor argumento para demostrar que necesitas su dirección. (T-8.VIII.6:1-2)"

A estas alturas de los estudios que venimos realizando, sabemos que la enfermedad, no es algo que se ori­gine en el cuerpo, sino en la mente, y que toda forma de enfermedad es un signo de que la mente está dividida y de que no está acep­tando un propósito unificado. 

"Sólo la mente puede errar. El cuerpo sólo puede actuar equivocadamente cuando está respondiendo a un pensamiento falso. El cuerpo no puede crear y la creencia de que puede -error básico- ­da lugar a todos los síntomas físicos. Las enfermedades físicas implican la creencia en la magia. La distorsión que dio lugar a la magia se basa en la creencia de que existe una capacidad creativa en la materia que la mente no puede controlar. Este error puede manifestarse de dos formas: se puede creer que la mente puede crear falsamente en el cuerpo, o que el cuerpo puede crear falsa­mente en la mente. Cuando se comprende que la mente -el único nivel de creación- no puede crear más allá de sí misma, ninguno de esos dos tipos de confusión tiene por qué producirse. (T-2.IV.2:4-10)"

La sola visión de la enfermedad, es creer que la enfermedad es real, lo que está sustentado por la creencia en que somos un cuerpo.

La tendencia instintiva para hacer frente a la enfermedad es buscar la curación a través de medios externos. Esta inclinación ha dado lugar a todo un entorno de especialización de los diferentes síntomas con los que se expresa la enfermedad en el cuerpo.  Pero como he expresado en este párrafo, no podemos "hacer frente" a la enfermedad, pues hacerlo es darle credibilidad. La curación que debemos llevar a cabo es en el único nivel verdadero, en el de la causa, es decir, en el de la mente. Corregir el error mental es sanar. 

"Si enseñas enfermedad y curación, eres al mismo tiempo un mal maestro y un mal estudiante" (T-7.V.2:7). 

"Ayudar y curar son las expresio­nes naturales de la mente que está operando a través del cuerpo, pero no en él: Si la mente cree que su objetivo es el cuerpo distor­sionará su percepción de éste, y al bloquear su propia extensión más allá del mismo, dará lugar a enfermedades, pues estará fomentando la separación. Percibir el cuerpo como una entidad separada no puede sino fomentar la enfermedad, ya que ello no es verdad. Un medio de comunicación deja de ser útil si se emplea para cualquier otra cosa. Usar un instrumento de comunicación como instrumento de ataque es estar confundido con respecto a su propósito" (T-8.VII.11:2-6)

Reflexión: ¿Cómo afrontas la enfermedad del cuerpo? 

Capítulo 15. II. El final de las dudas (1ª parte).

 II. El final de las dudas (1ª parte).

1. La Expiación tiene lugar en el tiempo, pero no es para el tiempo. 2Puesto que se encuentra en ti, es eterna. 3Lo que encierra el recuerdo de Dios no puede estar limitado por el tiempo, 4del mismo modo en que tú tampoco puedes estarlo. 5Pues sólo si Dios estuviese limitado, podrías estarlo tú. 6El instante que se le ofrece al Espíritu Santo se le ofrece a Dios en tu nombre, y en ese instante despiertas dulcemente en Él. 7En el instante bendito abandonas todo lo que aprendiste en el pasado, y el Espíritu Santo te ofrece de inmediato la lección de la paz en su totalidad. 8¿Cómo iba a requerir tiempo aprender esta lección cuando todos los obstáculos que podrían impedirlo ya han sido superados? 9La verdad trans­ciende al tiempo en tal medida, que toda ella tiene lugar simultá­neamente. 10Pues al haber sido creada como una sola, su unicidad es completamente independiente del tiempo.

El contenido místico y, al mismo tiempo, metafísico de las enseñanzas del Curso, me fascina. En ocasiones, son todo un reto para la mente, pues le invita a ver las cosas desde otra visión muy diferente a la que hemos estado acostumbrados a ver.

Nos dice este punto, que la Expiación tiene lugar en el tiempo, pero es para el tiempo. Con esta afirmación, entiendo, que la Expiación, el regalo que el Espíritu Santo nos otorga, el regalo que encierra el recuerdo de Dios, el recuerdo de nuestra verdadera identidad, es una verdad eterna, pues procede del Ser que nos ha creado, el Cual, es eterno. Por lo tanto, la Expiación no es una verdad que se encuentre en el futuro y a la que se accede secuencialmente. La Expiación se nos ofrece cuando conectamos con el Espíritu Santo, la Mente Recta, y le pedimos que la verdad ilumine la oscuridad de las ilusiones, es decir, que corrija nuestra falsa percepción y nuestros errores.

La Expiación, aun no siendo para el tiempo, tiene lugar en el tiempo. Esto es así, debido a que prestamos credibilidad al sistema de pensamiento del ego, el cual ha inventado el tiempo para dar significado a su ilusoria existencia. El error es la propia creencia en el tiempo, por lo que, para corregirlo, debemos hacerlo desde el origen, desde la causa, esto es, desde el tiempo.

Una vez que se experimenta la Expiación, tiene lugar el instante bendito donde se abandona lo que hemos aprendido en el pasado y donde se recibe la lección de la paz en su totalidad.

2. No permitas que el tiempo sea motivo de preocupación para ti, ni tengas miedo del instante de santidad que ha de eliminar todo vestigio de miedo. 2Pues el instante de paz es eterno precisamente porque está desprovisto de miedo. 3Dicho instante llegará, ya que es la lección que Dios te da a través del Maestro que Él ha desig­nado para transformar el tiempo en eternidad. 4¡Bendito sea el Maestro de Dios, Cuyo gozo reside en mostrarle al santo Hijo de Dios su santidad! 5Su gozo no está circunscrito al tiempo. 6Sus enseñanzas son para ti porque Su gozo es el tuyo. 7A través de Él te alzas ante el altar de Dios, donde Él dulcemente transforma el infierno en Cielo. 8Pues es únicamente en el Cielo donde Dios quiere que estés.     

En el camino de los aspirantes a Maestros de Dios, el tiempo puede ser un motivo de preocupación. La causa de dicha preocupación, antecede al instante santo en el que dicho estado de temor, desaparecerá.

Podemos pensar que nuestro despertar, nuestra Expiación, es cuestión de tiempo, de esfuerzos, de renuncias, de sacrificios, y en esa creencia radica la preocupación a la que hacíamos referencia anteriormente. Pero como ya hemos tenido ocasión de ver, con la Expiación, el camino ha tocado a su fin. Podemos decir, que hemos llegado a nuestro destino, y, a partir de él, ya no habrá más caminos, pues, el camino no está fuera de nosotros, sino que la verdad es el único camino y esta verdad, forma parte de nuestra identidad.

3. ¿Cuánto tiempo se puede tardar en llegar allí donde Dios quiere que estés? 2Pues ya estás donde siempre has estado, y donde has de estar eternamente. 3Todo lo que tienes, lo tienes para siempre. 4El instante bendito se extiende para abarcar al tiempo, del mismo modo en que Dios se extiende a Sí Mismo para abar­carte a ti. 5Tú que te has pasado días, horas e incluso años encade­nando a tus hermanos a tu ego a fin de apoyarlo y proteger su debilidad, no percibes la Fuente de la fortaleza. 6En este instante santo liberarás a todos tus hermanos de las cadenas que los man­tienen prisioneros y te negarás a apoyar su debilidad o la tuya.

Si realmente necesitas encontrar la respuesta a la pregunta con la que comienza este punto, debes reconocer, que tu mente está sirviendo al ego, lo que significa, que te identificarás con el camino secuencial y temporal que crees te llevará al encuentro con la verdad.

Las enseñanzas del Curso nos ofrecen la oportunidad, ahora, en este instante, de tomar consciencia de la verdad. Esta verdad nos anuncia que somos portadores de la luz que ha de permitirnos entender y conocer lo que somos, y como consecuencia de ello, dejaremos de buscar fuera de nosotros lo que ya somos y siempre hemos sido.

Ese instante santo, viene bendecido por la visión Crística de la Unidad, por lo que, ahora nuestros ojos verán a nuestros hermanos como portadores de la verdad, la cual, compartimos en el sagrado lazo de la Filiación.

jueves, 10 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 284

LECCIÓN 284

Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor.

1. Las pérdidas no son pérdidas cuando se perciben correcta­mente., 2El dolor es imposible. 3No hay pesar que tenga causa  alguna. 4Y cualquier clase de sufrimiento no es más que un sueño.
5Ésta es la verdad, que al principio sólo se dice de boca, y luego, después de repetirse muchas veces, se acepta en parte como cierta, pero con muchas reservas. 6Más tarde se considera seria­mente cada vez más y finalmente se acepta como la verdad. 7Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor. 8Y hoy deseo ir más allá de las palabras y de todas mis reservas, y aceptar plenamente la verdad que reside en ellas.

2. Padre, lo que Tú me has dado no puede hacerme daño, por lo tanto, el sufrimiento y el dolor son imposibles. 2Que mi confianza en Ti no fla­quee hoy. 3Que acepte como Tu regalo únicamente aquello que produce felicidad y que acepte como la verdad únicamente aquello que me hace  feliz.

¿Qué me enseña esta lección?

La pérdida, el dolor, el pesar, el sufrimiento, tan sólo es real para el ego, pues forma parte de su modelo de pensamiento, de sus falsas creencias y de su identificación con el cuerpo material.

En cambio, para el Espíritu, la idea de pérdida, de dolor, de pesar y de sufrimiento forma parte de la ilusión, de lo irreal. El Espíritu que tiene su Hogar en el Cielo, no experimenta esas necesidades propias del ego. En el Mundo de Dios, la escasez no existe. En dicho Mundo, todos formamos una Unidad y la pérdida es un concepto que no es real.

Desde la visión del ego, empleamos mucho tiempo y esfuerzo en cultivar el perfeccionamiento del cuerpo, sin embargo, en lo que respecta a la mente, le dedicamos muy poca atención, cuando en verdad, son los pensamientos los que fabrican nuestra realidad.

La mente funciona como un receptor de radio, en el que dependiendo de la frecuencia que sintonicemos podremos oír una cosa u otra.

Hoy he estado desarrollando esta idea y prestando atención a mis pensamientos. Dependiendo de la frecuencia que elegía, podía ver las cosas de una manera u otra. Si elegía la frecuencia del ego, cuando miraba a mi alrededor, tan sólo percibía las formas externas de los demás, y no podía evitar emitir un juicio de valor sobre aquello que ocupaba mi mirada.
Si en cambio, elegía sintonizar en la frecuencia del Espíritu, mi visión cambiaba por completo y veía en los demás mi propio rostro.

Reconozco que mantener la atención y sintonizar la alta frecuencia del Espíritu en todos los momentos, por ahora es un propósito. Pero, me imagino que es cuestión de práctica y cuanto más lo practique, llegará un día en que forme parte de mi visión habitual. 

Ejemplo-Guía: "¿Qué frecuencia sintoniza nuestra mente?"

Esta pregunta es muy parecida a la que ya hemos trabajado, cuando reflexionábamos sobre la "voz" a la que prestamos atención. Es una manera distinta de abordar el mismo tema, por lo que no me extenderé mucho.

Si la frecuencia que sintoniza nuestra mente es "radio ego" o "radio separación", nuestro sistema de pensamiento nos llevará a creer que el cuerpo nos puede dar placer. En este sentido, nos recuerda el Curso, que, si esto es así, también creerás que te puede causar dolor.  La razón de que esto sea así, no es porque Dios nos esté castigando, sino porque si encontramos placer, fuera de nosotros, ¿qué estamos haciendo realmente? Una vez más, decidimos substituir a Dios, lo que significa que estamos recapitulando el error original en que nos creímos separados de Dios, ese instante en el que nos dijimos: "El Cielo no es suficiente, quiero algo más.”

La frecuencia "radio ego" nos mantiene embelesados con una sintonía que se asemeja al sueño, donde nuestra conciencia se encuentra identificada con todos y cada uno de los personajes que participan en lo soñado. Es un sueño tan profundo y real que llegamos a percibir a través de los sentidos, la presencia de todos los actores que llenan de historias el sueño.

En el sueño percibimos y sentimos emociones muy variopintas. Unas nos causan placer, y, otras dolor, aunque en la mayoría de las ocasiones, nuestra conciencia no se identifica como la única causa que da origen a esas experiencias, sino que proyecta fuera de sí, su contenido interior hasta encontrar a los agentes apropiados a los que juzgará como los causantes de esas sensaciones.

En nuestros sueños nocturnos, podemos encontrar un claro ejemplo de la dinámica que experimentamos en el sueño de la vida. Seguro que habrás vivido, durante el sueño nocturno, vivencias tan nítidas, que al despertar tienes la clara sensación de que las has vivido realmente. Hasta tal punto, lo vivido en el sueño, te ha influenciado, que tu estado de ánimo está condicionado por el tipo de experiencia ilusoriamente vivida.

Si alguien pusiese en duda la realidad de esa vivencia no le prestarías atención. Pero si lo analizas con detenimiento, las escenas que aparecen en tu mente durante ese sueño nocturno no existen en tu realidad, o, mejor dicho, en tu sueño de vida. Pero eso no quita que te hayas sentido vivamente influenciado por sus sensaciones.

De este modo, cuando sintonizamos la frecuencia "radio ego" estamos experimentando un sueño, en el que todo cuanto nos ocurre lo hacemos realidad, incluido el dolor, la enfermedad y la temida muerte. Podemos decir, que el mundo del sueño tiene sus propias leyes y creer en ellas nos lleva a hacer real lo que tan solo tiene lugar en nuestra mente.
 

Es únicamente cuando elegimos el milagro y podemos decir y verdaderamente creer que “no me gobiernan otras leyes que las de Dios” (L-pl.76) que los efectos de las leyes del ego desaparecen: “Los milagros despiertan nuevamente la conciencia de que el espíritu, no el cuerpo, es el altar de la verdad. Este reconocimiento es lo que le confiere al milagro su poder curativo” (T-1.I.20) (Kenneth Wapnick). 

Pero existen otras frecuencias. Yo la llamaría -puesto a crear-, la "frecuencia verdadera" o la "frecuencia del Espíritu". Sintonizarla significa que hemos dejado de ser inconsciente a la hora de experimentar el sueño, lo que nos lleva a ser el "soñador del sueño". Este estado nos permite ser conscientes de que el sueño no nos está soñando a nosotros y que cualquier cosa que veamos en el sueño, la hemos puesto nosotros ahí. Como dice Ken Wapcnick, esto lo hacemos "para satisfacer uno de estos dos propósitos, para satisfacer una de estas metas; para quedarte arraigado en el sueño de la separación y el especialismo o para dar los pasos que te conducirán a que despiertes del sueño".

La práctica de esta lección, sin duda alguna, nos invita a elegir qué frecuencia vamos a sintonizar en el día de hoy, y, para cada instante de nuestra vida. Mi experiencia, me dicta que podemos empezar "jugando" con el dolor emocional. Alguien nos hace un desprecio y nos sentimos dolidos por ello. Podemos expresarlo, reprochando su actitud o podemos reprimirlo y dejar que crezca en nuestro interior hasta "engordar" tanto que nos amenace con reventarnos.

Si pensamos que el otro, el de afuera, puede hacernos daño, estamos viendo la causa, donde no se encuentra. En cambio, si cambiamos nuestras creencias y decidimos ver que lo externo es la proyección de nuestra mente, entonces, cuando recibamos un agravio de otra persona, lo bendeciremos, pues ha venido a ofrecernos el regalo que necesitábamos para hacernos consciente de esa particularidad que ha sido el motivo del agravio y del reproche. De este modo, llegará el instante en que nada externo a nosotros podrá hacernos daño, dicho de otra manera, el daño lo hemos utilizado para nuestro despertar.


Reflexión: ¿Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor?

Capítulo 15. I. Los dos usos del tiempo (5ª parte).

  I. Los dos usos del tiempo (5ª parte).

13. ¿Cuánto dura un instante? 2Dura tan poco para tu hermano como para ti. 3Practica conceder ese bendito instante de libertad a todos aquellos que están esclavizados por el tiempo, haciendo así que para ellos éste se convierta en su amigo. 4Mediante tu dación, el Espíritu Santo te da a ti el bendito instante que tú les das a tus hermanos. 5Al tú ofrecerlo, Él te lo ofrece a ti. 6No seas reacio a dar lo que quieres recibir de Él, pues al dar te unes a Él. 7En la crista­lina pureza de la liberación que otorgas radica tu inmediata libe­ración de la culpabilidad. 8Si ofreces santidad no puedes sino ser santo.

Siguiendo las Enseñanzas del Espíritu Santo, basadas en la lección de que dar y recibir forman parte del mismo proceso, al igual, como la causa y el efecto, para liberarnos, para salvarnos, debemos ofrecer a nuestros hermanos, liberación y salvación, o lo que es lo mismo, debemos amarlos, pues, tan solo el Amor, nos hace libres y santos.

14. ¿Cuánto dura un instante? 2Dura el tiempo que sea necesario para re-establecer la perfecta cordura la perfecta paz y el per­fecto amor por todo el mundo, por Dios y por ti; 3el tiempo que sea necesario para recordar la inmortalidad y a tus creaciones inmortales, que la comparten contigo; 4el tiempo que sea necesa­rio para intercambiar el infierno por el Cielo. 5Dura el tiempo suficiente para que puedas trascender todo lo que el ego ha hecho y ascender hasta tu Padre.

El momento de la liberación, de la salvación, siempre se producirá en el presente, en el ahora, en el instante. Es por ello, que el tiempo que dure ese instante, no es relevante, pues, cuando se produzca, siempre será en el presente intemporal

15. El tiempo es tu amigo si lo pones a la disposición del Espíritu Santo. 2Él necesita muy poco para restituirte todo el poder de Dios. 3Aquel que transciende el tiempo por ti entiende cuál es el propósito del tiempo. 4La santidad no radica en el tiempo, sino en la eternidad. 5Jamás hubo un solo instante en el que el Hijo de Dios pudiese haber perdido su pureza. 6Su estado inmutable está más allá del tiempo, pues su pureza permanece eternamente inal­terable y más allá del alcance del ataque. 7En su santidad el tiempo se detiene y deja de cambiar. 8Y así, deja de ser tiempo. 9Pues al estar atrapado en el único instante de la eterna santidad de la creación de Dios, se transforma en eternidad. 10Da el instante eterno, para que en ese radiante instante de perfecta liberación se pueda recordar la eternidad por ti. 11Ofrece el milagro del instante santo por medio del Espíritu Santo, y deja que sea Él Quien se encargue de dártelo a ti.

Si creemos que nuestro cambio depende de un proceso evolutivo temporal, estaremos reforzando la creencia del ego y haremos real la ilusión del futuro. Este es el programa del ego y debemos dejar de identificarnos con él.

El Espíritu Santo, la Mente Recta, nos lo pone más fácil, invitándonos a tener la certeza de que la decisión final de cambiar la tomaremos, siempre, en el estado presente, pues, es en ese presente donde seremos consciente de ello. Vivir con esa certeza, significa de que podemos ser consciente eternamente, pues, el instante santo, siempre se produce en el estado presente.  

miércoles, 9 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 283

LECCIÓN 283

Mi verdadera Identidad reside en Ti.

1. Padre, forjé una imagen de mí mismo, y a eso es a lo que llamo el Hijo de Dios. 2Mas la creación sigue siendo como siempre fue, pues Tu crea­ción es inmutable. 3No quiero rendirle culto a ningún ídolo. 4Yo soy aquel que mi Padre ama. 5Mi santidad sigue siendo la luz del Cielo y el Amor de Dios. 6¿Cómo no va a estar a salvo lo que Tú amas? 7¿No es acaso infinita la luz del Cielo? 8¿No es Tu Hijo mi verdadera Identidad, toda vez que Tú creaste todo cuanto existe?

2. Ahora todos somos uno en la Identidad que compartimos, ya que Dios nuestro Padre es nuestra única Fuente, y todo lo creado forma parte de nosotros. 2Y así, le ofrecemos nuestra bendición a todas las cosas y nos unimos amorosamente al mundo, el cual nuestro perdón ha hecho que sea uno con nosotros.

¿Qué me enseña esta lección?

Es imposible que algo exista fuera de la Mente de Dios. Pero tenemos que tener la certeza, que tan sólo lo que es eterno, es real.

La identidad adoptada por el Hijo de Dios, identificándose con el cuerpo físico, no es real, pues es temporal. En verdad, es una máscara ilusoria que oculta la verdadera realidad, la del Ser, Eterno y Perfecto.

Vemos lo que creemos ser, y en esa medida, si nos identificamos con el cuerpo, tan sólo veremos en los demás la imagen de un cuerpo. Es por ello, que se hace necesario ver las cosas de otra manera; verlas tal y como son. En la medida en que despertemos a nuestra verdadera identidad, comenzaremos a ver a los demás como seres espirituales, que forman la Filiación del Hijo de Dios.

Hoy soy totalmente consciente de lo que soy y cuál es mi verdadera identidad. Hoy soy consciente de que mi identidad reside en Dios.

Ejemplo-Guía: "¿Cuál es tu verdadera identidad?"

Tal vez no te resulte extraña la cuestión que hemos elegido para reflexionar sobre esta lección. Se trata de una pregunta, que sorprende a cuantos estamos identificados con el ego, pues pone en duda su existencia y, sin embargo, acompaña a muchas almas cuya visión del mundo que perciben ya no les satisface.

Ya hemos visto a lo largo del estudio de estas lecciones, que el ego es una confusión con respecto a nuestra verdadera identidad. Como bien se expresa en el Texto del Curso, el ego no ha tenido nunca un modelo consistente, no se desarrolló nunca de manera consistente, es el resultado de la aplicación incorrecta de las leyes de Dios, llevada a cabo por mentes distorsionadas que están usando indebidamente su poder.

La creencia en el ego como nuestra identidad, nos lleva a vernos separado del resto de la creación y nos lleva a utilizar un sistema de pensamiento, basado en el miedo y en el pecado. En definitiva, nos lleva a la fabricación de un mundo demente.


Es evidente, que un mundo demente, un mundo en que nos encontramos separados de nuestra verdadera identidad, no favorece el estado de paz. La disociación es algo ilusorio y cuando nos encontramos bajo el efecto de lo ilusorio, de la separación, pensamos que la verdad nos va a agredir.

Cuán lejos está esa creencia de la verdad. Un Curso de Milagros nos dice:  

"Recuerda siempre que tu Identidad es una Identidad compartida, y que en eso reside Su realidad" (T-9.IV.1:6).

Si percibimos a nuestros hermanos como los causantes de nuestro dolor, como los enemigos que nos arrebatan nuestra felicidad, entonces estamos afirmando que atacar es la manera en que perdemos conciencia de nuestra identidad, pues cuando atacamos es señal inequívoca de que hemos olvidado quiénes somos.

Si nuestra Identidad reside en Dios, si nuestra realidad es la de Dios, cuando atacamos no nos estamos acordando de Él, lo que no significa que Él se haya marchado, sino a que hemos elegido conscientemente no recordarlo.


A medida que avanzamos en nuestro camino espiritual, tendremos la oportunidad de reconocer que el único significado de este mundo es ayudarnos a recordar nuestra verdadera identidad. Sin embargo, el ego atacará esta verdad aportándonos argumentos que reafirman la creencia en que somos un cuerpo físico. Uno de sus mejores argumentos es que enfermemos, pues si sentimos dolor, hacemos el cuerpo real, y si el cuerpo es real, el espíritu no puede ser nuestra identidad.


Reflexión: ¿En verdad crees que te encuentras separado del resto del mundo?

Capítulo 15. I. Los dos usos del tiempo (4ª parte).

 I. Los dos usos del tiempo (4ª parte).

10. El tiempo es inconcebible sin cambios, mas la santidad no cam­bia. 2Aprende de este instante algo más que el simple hecho de que el infierno no existe. 3En este instante redentor reside el Cielo. 4Y el Cielo no cambiará, pues nacer al bendito presente es librarse de los cambios. 5Los cambios son ilusiones que enseñan los que no se pueden ver a sí mismos libres de culpa. 6En el Cielo no se pro­ducen cambios porque Dios es inmutable. 7En el instante santo en que te ves a ti mismo resplandeciendo con el fulgor de la libertad, recuerdas a Dios. 8Pues recordarle es recordar la libertad.

El regalo que el Espíritu Santo nos brinda desde Su Mente Recta, nos fortalecerá en la certeza de que ver el presente, libre del pasado, libre de la creencia en el pecado y en la culpa, nos llevará a percibir la santidad del Cielo donde no existe el cambio, donde todo goza de la eternidad, donde estaremos libres de los cambios.

Cada presente goza de esta eternidad, porque cada presente es, siempre, una nueva oportunidad de ser lo que realmente somos: Hijo de Dios.

11. Si sientes la tentación de desanimarte pensando cuánto tiempo va a tomar poder, cambiar de parecer tan radicalmente, pregún­tate a ti mismo: "¿Es mucho un instante?" 2¿No le ofrecerías al Espíritu Santo un intervalo de tiempo tan corto para tu propia salvación? 3Él no te pide nada más, pues no tiene necesidad de nada más. 4Requiere mucho más tiempo enseñarte a que estés dis­puesto a darle a Él esto que lo que Él tarda en valerse de ese ínfimo instante para ofrecerte el Cielo, en su totalidad. 5cambio de ese instante, Él está listo para darte el recuerdo de la eternidad.

Seguro que, al igual que yo, te habrás preguntado cuánto tiempo te puede llevar tomar la elección correcta. Tal vez, pienses, al igual que yo, que tendrás que hacer algún curso donde te enseñen cómo hacerlo, o, leer algunos manuales que faciliten tu labor.

Pero la respuesta, nos la ofrece el Espíritu Santo. ¿Es mucho un instante?

Así es, no se requiere más, ni menos, que un instante. Ese instante es el único tiempo que te llevará a elegir. Si lo has visto, no dudarás, no tendrás necesidad de más tiempo, ese tiempo es tan solo un instante.

12. Mas nunca le podrás dar al Espíritu Santo ese instante santo en favor de tu liberación, mientras no estés dispuesto a dárselo a tus hermanos en favor de la suya. 2Pues el instante de la santidad es un instante que se comparte, y no puede ser sólo para ti. 3Cuando te sientas tentado de atacar a un hermano, recuerda que su ins­tante de liberación es el tuyo. 4Los milagros son los instantes de liberación que ofreces y que recibirás. 5Dan testimonio de que estás dispuesto a ser liberado y a ofrecerle el tiempo al Espíritu Santo a fin de que Él lo use para Sus propósitos.

Nos recuerda este punto, una vez más debido a su importancia, que el proceso de nuestra liberación, de nuestra salvación, no es un camino que debamos recorrer en solitario, sino todo lo contrario, está estrechamente unido al proceso de liberación y de salvación de nuestros hermanos. En verdad, el significado de salvación no es un logro individual, pues, no estamos separados del resto de la humanidad. Somos el Hijo de Dios, lo que nos lleva a recorrer el camino en la Unidad de la Filiación.