sábado, 26 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 300

LECCIÓN 300

Este mundo dura tan sólo un instante.

1. Este pensamiento se puede utilizar para expresar que la muerte y el pesar es lo que le espera a todo aquel que viene aquí, pues sus alegrías desaparecen antes de que las pueda disfrutar o incluso tener a su alcance. 2Mas es también la idea que no permite que ninguna percepción falsa nos mantenga en su yugo, ni represente más que una nube pasajera en un firmamento eternamente despe­jado. 3Y es esta calma, clara, obvia y segura, lo que buscamos hoy.

2. Hoy vamos en busca de TU mundo santo. 2Pues nosotros, Tus amoro­sos Hijos, perdimos el rumbo por un momento. 3Mas al haber escuchado Tu Voz hemos aprendido exactamente lo que tenemos que hacer para que se nos restituya el Cielo y nuestra verdadera Identidad. 4Y damos gra­cias hoy de que el mundo dure tan sólo un instante. 5Queremos ir más allá de ese ínfimo instante y llegar a la eternidad.

¿Qué me enseña esta lección?

El tiempo, forma parte de la visión del ego. La vida, desde ese punto de vista, ocupa exactamente, el periodo comprendido entre el nacimiento y la muerte.

Mientras que permanecemos identificados con el cuerpo, pensamos que nuestra existencia, nuestra identidad, comienza con el primer soplo de vida física y termina con la muerte.

Al morir el cuerpo físico, el Espíritu queda liberado de la prisión del vehículo material y se produce el retorno a su verdadero Hogar, donde custodia el bagaje de experiencia adquirido en su travesía por el mundo material.

Desde este punto de vista, el tránsito por el Plano Físico, supone tan sólo un instante, si lo comparamos con la permanencia del Espíritu en los Planos Superiores.

Depende del despertar de nuestra consciencia, el que hagamos necesario, seguir formando parte del sueño de la separación.

Podemos elegir, despertar y ver con los ojos del Alma, cómo formamos parte de un Todo. Desde la visión de la Unidad, nuestro transitar por el mundo físico será una acción voluntaria y de libre elección, con el propósito de ayudar a nuestros hermanos en el proceso del despertar.

Ejemplo-Guía: "¿Qué uso debemos hacer del "instante" que dura este mundo?

Cuando pequeño, no alcanzaba a comprender el significado de las palabras que oía a los mayores cuando se referían a la vida como un "instante". Con esa corta edad, la dimensión del tiempo y del espacio eran considerables. El día parecía interminable y las distancias desproporcionadas con la realidad. Bueno, es una muestra más de que este mundo es una ilusión. La "realidad" es distinta, según quién la observe. Para el niño, adquiere grandes proporciones, mientras que, para el adulto, las mismas proporciones se reducen.

La lección de hoy nos indica que este mundo dura tan solo un instante, y me he preguntado, cómo experimentar ese instante. A partir de este ahora, del presente, del único tiempo en el que puedo hacerme consciente, decido buscar en el Texto las referencias que aludan al tiempo. ¿Para qué esta búsqueda? Pues sencillamente, para evitar que el tiempo pueda desperdiciarse o pueda causarme deterioro.

Me encanta esta afirmación: 

"Ni el espacio ni el tiempo tienen ningún sentido. Ambos son meramente creencias" (T-1.VI.3:5).

Tendremos que profundizar en nuestras creencias, principalmente, para tomar conciencia a quién sirve nuestra mente, al ego o al Espíritu. El Curso nos aporta una pista importante con relación al concepto tiempo: "Antes de la separación los actos eran innecesa­rios porque no existía la creencia en el tiempo ni en el espacio" (T-2.II.4:4).

Por lo tanto, la cuestión que debemos plantearnos es: ¿creo en la separación o en la unidad? Si creemos en la separación, estaremos necesitados del tiempo, precisamente, para andar el camino que nos mantiene separado a los demás. Si no creemos en la separación, no habrá distancia que recorrer, y el tiempo deja de tener significado.

Nos recuerda el Curso:

"El tiempo es una creencia del ego, por lo tanto, la mente inferior -el dominio del ego- la acepta sin reservas. El único aspecto del tiempo que es eterno es el ahora" (T-5.III.6:4).

Bien, si después de analizar mis creencias llego a la conclusión de que creo en la separación, o, lo que es lo mismo, de que necesito el tiempo, ¿cómo puedo utilizarlo de forma constructiva? 

“El propó­sito del tiempo es que aprendas a usarlo de forma constructiva. El tiempo es, por lo tanto, un recurso de enseñanza y un medio para alcanzar un fin. El tiempo cesará cuando ya no sea útil para facilitar el aprendizaje” (T-1.I.15:2-4). 

El ego construyó el mundo tal como lo percibe, pero el Espíritu Santo -el re-intérprete de lo que el ego construyó- ve el mundo como un recurso de enseñanza para llevarte a tu hogar. El Espí­ritu Santo tiene que percibir el tiempo y re-interpretarlo como eterno. En este sentido, “la Expiación se instituyó dentro de la creencia en el tiempo y en el espacio para fijar un límite a la necesidad de la creencia misma, y, en última instancia, para completar el aprendizaje. La Expiación es la lección final. El aprendizaje en sí, al igual que las aulas donde tiene lugar, es temporal” (T-2.II.5:1-3).

Si el tiempo lo empleamos para aprender, la pregunta que nos puede surgir, con el ánimo de no desperdiciarlo es la siguiente, ¿qué tenemos que aprender?.

La asignatura que se convierte en el eje central de dicho aprendizaje, nada tiene que ver con el saber que nos ofrece las leyes del mundo que percibimos, sino con la visión que tenemos del mismo. En este ámbito: "Los sentimientos de culpabilidad son los que perpetúan el tiempo" (T-5.VI.2:1).

Dichos sentimientos de culpa, provocan miedo a las represalias o al abandono, garanti­zando así que el futuro sea igual que el pasado. En esto consiste la continuidad del ego, la cual nos proporciona una falsa sensación de seguridad al creer que no podemos escapar de ella. Pero no sólo podemos, sino que tenemos que hacerlo. Dios nos ofrece a cambio la continuidad de la eternidad. Cuando nos decidamos a hacer este intercambio, reemplazaremos simultáneamente la culpabilidad por la dicha, la crueldad por el amor y el dolor por la paz. 

En muchas ocasiones, soy partícipe de la opinión que, a pesar de nuestros esfuerzos de aprendizaje, no vemos resultados con la prontitud que quisiéramos. Sobre esta cuestión, el Curso nos plantea una interesante reflexión: 

"Ahora debes aprender que sólo la paciencia infinita produce resultados inmediatos. Así es como el tiempo se intercambia por la eternidad. La paciencia infinita recurre al amor infinito, y, al producir resultados ahora hace que el tiempo se haga innecesario" (T-5.VI.12:1-3).

Tenemos que saber, que tanto el tiempo como la eternidad se encuen­tran en nuestra mente, y estarán en conflicto hasta que percibamos el tiempo exclusivamente como un medio para recuperar la eterni­dad. No podremos hacer esto mientras sigamos creyendo que la causa de todo lo que nos ocurre se encuentra en factores externos a nosotros. Tenemos que aprender que el tiempo sólo existe para que hagamos uso de él, y que nada en el mundo puede eximirnos de esa responsabili­dad.  

El tiempo en sí es algo que hemos elegido. Si queremos recordar la eternidad, debemos contemplar sólo lo eterno. En cambio, si permitimos que lo temporal nos preocupe, estaremos viviendo en el tiempo. Nuestra elección estará determinada por lo que valoremos. El tiempo y la eternidad no pueden ser ambos rea­les porque se contradicen entre sí. Sólo con que aceptemos lo intem­poral como lo único que es real, empezaremos a entender lo que es la eternidad y a hacerla nuestra. 

En el Capítulo 15, del Curso, se desarrolla un apartado dedicado a los usos del tiempo. Recordémoslo: 

Los dos usos del tiempo

“¿Puedes imaginarte lo que sería no tener inquietudes, preocu­paciones ni ansiedades de ninguna clase, sino simplemente gozar de perfecta calma y sosiego todo el tiempo? Ése es, no obstante, el propósito del tiempo: aprender justamente eso y nada más. El Maestro de Dios no puede sentirse satisfecho con Sus enseñanzas hasta que éstas no constituyan lo único que sabes. Su función docente no se consumará hasta que no seas un alumno tan dedi­cado que sólo aprendas de Él. Cuando eso haya ocurrido, ya no tendrás necesidad de un maestro, ni de tiempo en el que aprender” (T-15.I.1:1-5).

“La razón del aparente desaliento del que tal vez padezcas es tu creencia de que ello toma tiempo y de que los resultados de las enseñanzas del Espíritu Santo se encuentran en un futuro remoto. Sin embargo, no es así, pues el Espíritu Santo usa el tiempo a Su manera, y no está limitado por él. Él tiempo es Su amigo a la hora de enseñar. No causa deterioro en Él como lo hace en ti. Todo el deterioro que el tiempo parece ocasionar se debe únicamente a tu identificación con el ego, que se vale del tiempo para reforzar su creencia en la destrucción. El ego, al igual que el Espíritu Santo, se vale del tiempo para convencerte de la inevitabilidad del obje­tivo y del final del aprendizaje. Él objetivo del ego es la muerte, que es su propio fin. Mas el objetivo del Espíritu Santo es la vida, la cual no tiene fin” (T-15.I.2:1-9).

“El ego es un aliado del tiempo, pero no un amigo. Pues descon­fía tanto de la muerte como de la vida, y lo que desea para ti, él no lo puede tolerar. Él ego te quiere ver muerto, pero él no quiere morir., El resultado de esta extraña doctrina no puede ser otro, por lo tanto, que el de convencerte de que él te puede perseguir más allá de la tumba. Y al no estar dispuesto a que ni siquiera en la muerte encuentres paz, te ofrece inmortalidad en el infierno. Te habla del Cielo, pero te asegura que el Cielo no es para ti. Pues, ¿qué esperanzas pueden tener los culpables de ir al Cielo?” (T-15.I.3:1-7).
“Creer en el infierno es ineludible para aquellos que se identifi­can con el ego. Sus pesadillas y sus miedos están asociados con él. El ego te enseña que el infierno está en el futuro, pues ahí es hacia donde todas sus enseñanzas apuntan. Su objetivo es el infierno. Pues aunque tiene por finalidad la muerte y la disolu­ción, él mismo no cree en ello. El objetivo de muerte que ansía para ti, le deja insatisfecho. Nadie que siga sus enseñanzas puede estar libre del miedo a la muerte. Sin embargo, si se pensase en la muerte simplemente como el fin del dolor, ¿se le tendría miedo? Hemos visto antes esta extraña paradoja en el sistema de pensamiento del ego, pero nunca tan claramente como aquí. Pues el ego tiene que dar la impresión de que mantiene al miedo alejado de ti para conservar tu fidelidad. Pero tiene que generar miedo para protegerse a sí mismo. Una vez más, el ego intenta, y lo logra con demasiada frecuencia, hacer ambas cosas, valiéndose de la disociación para mantener sus metas contradictorias unidas, de manera que parezcan estar en armonía. El ego enseña, por lo tanto, que la muerte es el final en lo que respecta a cualquier espe­ranza de alcanzar el Cielo. Sin embargo, puesto que tú y el ego no podéis estar separados, y puesto que él no puede concebir su propia muerte, te seguirá persiguiendo porque la culpabilidad es eterna. Tal es la versión que el ego tiene de la inmortalidad. Y eso es lo que su versión del tiempo apoya” (T-15.4:1-15).

“El ego enseña que el Cielo está aquí y ahora porque el futuro es el infierno. Hasta cuando ataca tan despiadadamente que trata de quitarle la vida al que cree que su voz es la única que existe, incluso a ése le habla del infierno. Pues le dice que el infierno está también aquí, y lo incita a que salte del infierno al olvido total. El único tiempo que el ego le permite contemplar a cual­quiera con ecuanimidad es el pasado. Mas el único valor de éste es que no existe” (T-15.I.5:1-5).

“¡Cuán desolado y desesperante es el uso que el ego hace del tiempo! ¡Y cuán aterrador! Pues tras su fanática insistencia de que el pasado y el futuro son lo mismo se oculta una amenaza a la paz todavía más insidiosa. El ego no hace alarde de su amenaza final, pues quiere que sus devotos sigan creyendo que les puede ofrecer una escapatoria. Pero la creencia en la culpabilidad no puede sino conducir a la creencia en el infierno, y eso es lo que siempre hace. De la única manera en que el ego permite que se experimente el miedo al infierno es trayendo el infierno aquí, pero siempre como una muestra de lo que te espera en el futuro. Pues nadie que se considere merecedor del infierno puede creer que su castigo acabará convirtiéndose en paz” (T-15.I.6:1-7).

“El Espíritu Santo enseña, por lo tanto, que el infierno no existe. El infierno es únicamente lo que el ego ha hecho del presente. La creencia en el infierno es lo que te impide comprender el presente, pues tienes miedo de éste. El Espíritu Santo conduce al Cielo tan ineludiblemente como el ego conduce al infierno. Pues el Espíritu Santo, que sólo conoce el presente, se vale de éste para desvanecer el miedo con el que el ego quiere inutilizar el pre­sente. Tal como el ego usa el tiempo, es imposible librarse del miedo. Pues el tiempo, de acuerdo con las enseñanzas del ego, no es sino un recurso de enseñanza para incrementar la culpabili­dad hasta que ésta lo envuelva todo y exija eterna venganza” (T-15.I.7:1-7).

“El Espíritu Santo quiere desvanecer todo esto ahora. No es el presente lo que da miedo, sino el pasado y el futuro, mas éstos no existen. El miedo no tiene cabida en el presente cuando cada instante se alza nítido y separado del pasado, sin que la sombra de éste se extienda hasta el futuro. Cada instante es un nacimiento inmaculado y puro en el que el Hijo de Dios emerge del pasado al presente. Y el presente se extiende eternamente. Es tan bello, puro e inocente, que en él sólo hay felicidad. En el presente no se recuerda la oscuridad, y lo único que existe es la inmortalidad y la dicha” (T-15.I.8:1-7). 
“Esta lección no requiere tiempo para aprenderse. Pues, ¿qué es el tiempo sin pasado ni futuro? El que te hayas descarriado tan completamente ha requerido tiempo, pero ser lo que eres no requiere tiempo en absoluto. Empieza a usar el tiempo tal como lo hace el Espíritu Santo: como un instrumento de enseñanza para alcanzar paz y felicidad. Elige este preciso instante, ahora mismo, y piensa en él como si fuese todo el tiempo que existe. En él nada del pasado te puede afectar, y es en él donde te encuentras completamente absuelto, complemente libre y sin condenación alguna. Desde este instante santo donde tu santidad nace de nuevo, seguirás adelante en el tiempo libre de todo temor y sin experimentar ninguna sensación de cambio con el paso del tiempo” (T-15.I.9:1-7).

“El tiempo es inconcebible sin cambios, mas la santidad no cam­bia. Aprende de este instante algo más que el simple hecho de que el infierno no existe. En este instante redentor reside el Cielo. Y el Cielo no cambiará, pues nacer al bendito presente es librarse de los cambios. Los cambios son ilusiones que enseñan los que no se pueden ver a sí mismos libres de culpa. En el Cielo no se pro­ducen cambios porque Dios es inmutable. En el instante santo en que te ves a ti mismo resplandeciendo con el fulgor de la libertad, recuerdas a Dios. Pues recordarle es recordar la libertad” (T-15.I.10:1-8).

“Si sientes la tentación de desanimarte pensando cuánto tiempo va a tomar poder, cambiar de parecer tan radicalmente, pregún­tate a ti mismo: "¿Es mucho un instante?" ¿No le ofrecerías al Espíritu Santo un intervalo de tiempo tan corto para tu propia salvación? Él no te pide nada más, pues no tiene necesidad de nada más. Requiere mucho más tiempo enseñarte a que estés dis­puesto a darle a Él esto que lo que Él tarda en valerse de ese ínfimo instante para ofrecerte el Cielo, en su totalidad. A cambio de ese instante, Él está listo para darte el recuerdo de la eternidad” (T-15.I.11:1-5).

“Mas nunca le podrás dar al Espíritu Santo ese instante santo en favor de tu liberación, mientras no estés dispuesto a dárselo a tus hermanos en favor de la suya. Pues el instante de la santidad es un instante que se comparte, y no puede ser sólo para ti. Cuando te sientas tentado de atacar a un hermano, recuerda que su ins­tante de liberación es el tuyo. Los milagros son los instantes de liberación que ofreces y que recibirás. Dan testimonio de que estás dispuesto a ser liberado y a ofrecerle el tiempo al Espíritu Santo a fin de que Él lo use para Sus propósitos” (T-15.I.12:1-5).

“¿Cuánto dura un instante? Dura tan poco para tu hermano como para ti. Practica conceder ese bendito instante de libertad a todos aquellos que están esclavizados por el tiempo, haciendo así que para ellos éste se convierta en su amigo. Mediante tu dación, el Espíritu Santo te da a ti el bendito instante que tú les das a tus hermanos. Al tú ofrecerlo, Él te lo ofrece a ti. No seas reacio a dar lo que quieres recibir de Él, pues al dar te unes a Él. En la crista­lina pureza de la liberación que otorgas radica tu inmediata libe­ración de la culpabilidad. Si ofreces santidad no puedes sino ser santo” (T-15.1.13:1-7).
“¿Cuánto dura un instante? Dura el tiempo que sea necesario para re-establecer la perfecta cordura la perfecta paz y el per­fecto amor por todo el mundo, por Dios y por ti; el tiempo que sea necesario para recordar la inmortalidad y a tus creaciones inmortales, que la comparten contigo; el tiempo que sea necesa­rio para intercambiar el infierno por el Cielo. Dura el tiempo suficiente para que puedas trascender todo lo que el ego ha hecho y ascender hasta tu Padre” (T-15.I.14:1-5). 

“El tiempo es tu amigo si lo pones a la disposición del Espíritu Santo. Él necesita muy poco para restituirte todo el poder de Dios. Aquel que transciende el tiempo por ti entiende cuál es el propósito del tiempo. La santidad no radica en el tiempo, sino en la eternidad. Jamás hubo un solo instante en el que el Hijo de Dios pudiese haber perdido su pureza. Su estado inmutable está más allá del tiempo, pues su pureza permanece eternamente inal­terable y más allá del alcance del ataque. En su santidad el tiempo se detiene y deja de cambiar. Y así, deja de ser tiempo. Pues al estar atrapado en el único instante de la eterna santidad de la creación de Dios, se transforma en eternidad. Da el instante eterno, para que en ese radiante instante de perfecta liberación se pueda recordar la eternidad por ti. Ofrece el milagro del instante santo por medio del Espíritu Santo, y deja que sea Él Quien se encargue de dártelo a ti” (T-15.I.15:1-11).
 
Reflexión: ¿Qué uso haremos de este "instante"? 

viernes, 25 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 299

LECCIÓN 299

La santidad eterna mora en mí

1. Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es. 2No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. 3Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. 4Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es.

2. Padre, mi santidad no procede de mí. 2No es mía para dejar que el pecado la destruya. 3No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. 4Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. 5Se yergue por siempre perfecta e intacta. 6En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. 7Y puedo conocer mi santidad, 8pues fui creado por la Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca.

¿Qué me enseña esta lección?

La Santidad es mi verdadero Estado de Ser. La Santidad es mi única realidad. La Santidad es mi condición natural. La Santidad, es el reconocimiento del Hijo a Su Padre.

Desde el mundo de la percepción, desde el mundo del sueño, la Santidad se convierte en un logro que está en manos del Creador. Esto es así, porque el Hijo de Dios ha olvidado su origen divino y proyecta en el mundo ilusorio que ha fabricado el ideal que le inspira el retorno a su verdadero Hogar.

Mi Santidad es mi herencia. Soy Espíritu, un Santo Hijo de Dios.

Mi Santidad no ha sido un logro, una conquista, tan sólo es la visión de mi verdadera realidad. El reconocimiento de mi Ser Divino.

Cuando hago consciente en mí, la condición de Santidad, mis ojos tan sólo ven la Unicidad que une a todos los Seres.

Bendito Seas Padre, que me has permitido Ser Uno con tu Voluntad.

Ejemplo-Guía: ¿Santo o pecador?

Por mucho que lo intentemos, la condición de santidad no se determina en este mundo, sino en el Cielo. Esto, ¿qué significa? Pues, que no es el hombre el que decide quién es santo o quién es pecador. Nadie nos puede ofrecer una condición que ya forma parte de nuestra verdadera realidad, pues somos Hijos de la Santidad, Hijos de Dios. 

Acabo de dejar sin trabajo a la cúpula del poder católico, los cuales tienen asumidos la potestad de dar y quitar el don de la santidad. 

Creemos que podemos dar algo a alguien, cuando éste carece de ello. Cuando estamos otorgando la condición de santo, es porque hemos llegado a la conclusión de que no lo es. Si no somos santos, entonces, somos pecadores.  

Un Curso de Milagros no dice: "Los Hijos de Dios son santos, y los milagros honran su santidad, que ellos pueden ocul­tar, mas nunca perder" (T-1.I.31:3). 

Y añade: "Únicamente lo que tú no has dado es lo que puede faltar en cualquier situación. Pero recuerda esto: la santidad fue la meta que se fijó para tu relación, y no fuiste tú quien lo hizo. No fuiste tú quien la fijó porque la santidad no se puede ver excepto mediante la fe, y tu relación no era santa por razón de la limitada y reducida fe que tenías en tu hermano. Tu fe tiene que aumen­tar para poder alcanzar la meta que se ha fijado" (T-17.VII.4:1-4). 

La religión suele recordarnos que nuestra desobediencia a Dios, nos hizo pecadores y que dicha condición requiere purificación. 

UCDM, nos revela, en este sentido: "La Expiación no te hace santo. Fuiste creado santo. La Expia­ción lleva simplemente lo que no es santo ante la santidad, o, en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres” (T-14.IX.1:1-3).

“La Presencia de la santidad vive en todo lo que vive, pues la santidad creó la vida y no puede abandonar lo que creó tan santo como ella misma” (T-14.IX.4:7). 

¿Cómo ver la santidad? ¿Es algo que podemos ver fuera? 

"La santidad se ve a través de los santos ojos que ven la inocencia en su interior, y que, debido a ello, esperan verla en todas partes" (T-31.VII.11:3).

"La santidad no radica en el tiempo, sino en la eternidad. Jamás hubo un solo instante en el que el Hijo de Dios pudiese haber perdido su pureza. Su estado inmutable está más allá del tiempo, pues su pureza permanece eternamente inal­terable y más allá del alcance del ataque. En su santidad el tiempo se detiene y deja de cambiar. Y así, deja de ser tiempo. Pues al estar atrapado en el único instante de la eterna santidad de la creación de Dios, se transforma en eternidad" (T-15.I.15:4-9).

No es la primera lección en la que se trata el tema de la santidad. Recordemos: 

En la Lección 36: “Mi santidad envuelve todo lo que veo”, se recoge lo siguiente: “Eres santo porque tu mente es parte de la de Dios. puesto que eres santo, tu visión no puede sino ser santa también. "Impecabilidad" quiere decir libre de pecado. No se puede estar libre de pecado sólo un poco. O bien eres impecable o bien no lo eres. Si tu mente es parte de la de Dios tienes que ser impecable, pues de otra forma parte de Su Mente sería pecaminosa. Tu visión está vinculada a Su santidad, no a tu ego, y, por lo tanto, no tiene nada que ver con tu cuerpo” (L-pI.36.1:2-8). 

Dios nos creó a Su Imagen y Semejanza. Si Dios es Santo, Su Hijo, fruto de la expansión de la Mente de su Padre, también lo es. La impecabilidad está asociada a la santidad. 

En la Lección 37: ”Mi santidad bendice al mundo”, se nos enseña lo siguiente: “Tu propósito es ver el mundo a través de tu propia santi­dad. De este modo, tú y el mundo sois bendecidos juntos. Nadie pierde; a nadie se le despoja de nada; todo el mundo se beneficia a través de tu santa visión. Tu santa visión significa el fin del sacrificio porque les ofrece a todos su justo merecido. él tiene derecho a todo, ya que ése es su sagrado derecho como Hijo de Dios” (L-pI.37.1:2-6). 

“No hay ninguna otra manera de poder eliminar la idea de sacri­ficio del pensamiento del mundo. Cualquier otra manera de ver inevitablemente exige el que algo o alguien pague. Como resul­tado de ello, el que percibe sale perdiendo. Y no tiene ni idea de por qué está perdiendo. Su plenitud, sin embargo, le es restau­rada a su conciencia a través de tu visión. Tu santidad le bendice al no exigir nada de él. Los que se consideran a sí mismos completos no exigen nada” (L-pI.37.2:1-7). 

Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo” (L-pI.37.3:1-2). 

El hecho de que tratemos al mundo desde la visión de la santidad, estamos ofreciendo el regalo que ha de permitirle negar el sacrificio y aceptar la bendición de saberse inocentes e inmaculados. 

Si avanzamos en nuestro objetivo, llegamos a la Lección 38, “No hay nada que mi santidad no pueda hacer”, donde se recoge lo siguiente: “Tu santidad invierte todas las leyes del mundo. Está más allá de cualquier restricción de tiempo, espacio, distancia, así como de cualquier clase de límite. El poder de tu santidad es ilimitado porque te establece a ti como Hijo de Dios, en unión con la Mente de su Creador” (L-pI.38.1:1-3). 

“Mediante tu santidad el poder de Dios se pone de manifiesto. Mediante tu santidad el poder de Dios se vuelve accesible. Y no hay nada que el poder de Dios no pueda hacer. Tu santidad, por lo tanto, puede eliminar todo dolor, acabar con todo pesar y resol­ver todo problema. Puede hacer eso en conexión contigo o con cualquier otra persona. Tiene el mismo poder para ayudar a cual­quiera porque su poder para salvar a cualquiera es el mismo” (L-pI.38.2:1-6). 

“Si tú eres santo, también lo es todo lo que Dios creó. Tú eres santo porque todas las cosas que Él creó son santas. todas las cosas que Él creó son santas porque tú eres santo. En los ejercicios de hoy vamos a aplicar el poder de tu santidad a cualquier clase de problema, dificultad o sufrimiento que te venga a la mente tanto si tiene que ver contigo como con otro. No haremos distin­ciones porque no hay distinciones” (L-pI.38.3:1-5). 

Deberíamos recordar permanentemente esta afirmación: No hay nada que mi santidad no pueda hacer. En verdad nos lleva a confirmar la certeza de lo que somos: Santos Hijos de Dios. Nuestra santidad niega al ego y a sus falsas creencias y pensamientos. Nuestra santidad reinstaura la unidad y pone fin a la separación en nuestra mente. 

La siguiente Lección, la 39, “Mi santidad es mi salvación” y refiere lo siguiente:  “Hemos dicho ya que tu santidad es la salvación del mundo. ¿Y qué hay de tu propia salvación? No puedes dar lo que no tienes. Un salvador tiene que haberse salvado. ¿De qué otro modo, si no, podría enseñar lo que es la salvación? Los ejercicios de hoy van dirigidos a ti, en reconocimiento de que tu salvación es crucial para la salvación del mundo. A medida que apliques los ejerci­cios a tu mundo, el mundo entero se beneficiará” (L-pI.39.3:1-7). 

“Tu santidad es la respuesta a toda pregunta que jamás se haya hecho, se esté haciendo ahora o se haga en el futuro. Tu santidad significa el fin de la culpabilidad y, por ende, el fin del infierno. Tu santidad es la salvación del mundo, así como la tuya. ¿Cómo podrías tú -a quien le pertenece tu santidad- ser excluido de ella? Dios no conoce lo profano. ¿Sería posible que Él no cono­ciese a Su Hijo?" (L-pI.39.4:1-6) 

Si sentimos culpabilidad estamos identificados con el ego y no con nuestra condición santa. Si sentimos culpabilidad es señal inequívoca de que nos creemos pecadores y merecedores del castigo divino. Si es eso lo que hemos dado, es eso lo que recibimos. Si damos “pecado” cosechamos “culpabilidad” o lo que es lo mismo, nos estamos condenando a nosotros mismos. 

Nuestra santidad es nuestra salvación pues, nos libera de la culpa y deshace el error de la falsa creencia en el pecado, en la separación.


Reflexión: "Si la Santidad nos ha creado y la Santidad es Dios, entonces, somos Dios"

Capítulo 15. V. El instante santo y las relaciones especiales (2ª parte).

V. El instante santo y las relaciones especiales (2ª parte).

5. El Espíritu Santo sabe que nadie es especial. 2Mas Él percibe también que has entablado relaciones especiales, que Él desea purificar y no dejar que destruyas. 3Por muy profana que sea la razón por la que las entablaste, Él puede transformarlas en santi­dad, al eliminar de ellas tanto miedo como le permitas. 4Puedes poner bajo Su cuidado cualquier relación y estar seguro de que no será una fuente de dolor, si estás dispuesto a ofrecérsela a Él para que no apoye otra necesidad que la Suya. 5Toda la culpabili­dad que hay en tus relaciones especiales procede del uso que haces de ellas. 6Todo el amor, del uso que Él hace de ellas. 7No temas, por lo tanto, abandonar tus imaginadas necesidades, las cuales no harían sino destruir la relación. 8De lo único que tienes necesidad es de Él.

El Espíritu Santo hace uso de su cualidad como mediador, para inspirarnos el verdadero significado del amor, de tal modo, que seamos capaces de sustituir los viejos conceptos que nuestro sistema de pensamiento ha acuñado del amor bajo la guía del ego.

Ofrecer al Espíritu Santo nuestra relación, significa que debemos estar dispuestos a ver el aspecto condicionado por la culpa de dicha relación. Dicha culpa se basa en el miedo y en la creencia en la separación. Elevar nuestro amor condicionado a un amor incondicional, es la lección que nos regala el Espíritu Santo cuando media en nuestras relaciones.

Cuando amemos, no lo hagamos con miedo a perder lo que amamos, pues si lo hacemos, no lo estamos amando, realmente, le estamos exigiendo que se comporte como nosotros hemos imaginado que debe hacerlo. 

6. Si deseas sustituir una relación por otra, es que no se la has ofrecido al Espíritu Santo para que Él haga uso de ella. 2El amor no tiene substitutos. 3Cualquier intento de sustituir un aspecto del amor por otro, significa que has atribuido menos valor a uno y más a otro. 4De esta forma, no sólo los has separado, sino que los has condenado a ambos. 5Mas tuviste que haberte condenado a ti mismo primero, o, de lo contrario, nunca habrías podido pensar que necesitabas que tus hermanos fuesen diferentes de como son. 6A no ser que hubieses pensado que estabas falto de amor no se te habría ocurrido pensar que ellos estaban tan faltos de amor como tú.

¡Guau! Es tan revelador el contenido de este punto, que no he podido evitar esta exclamación de admiración. Es tanta la lucidez y la sencillez expresada que nos desarma. Cuando el ego recibe este mensaje, queda al descubierto toda su estrategia. ¿Qué argumentos extraerá de su bagaje experiencial de su pasado, para desmentir la verdad expuesta? Dirá, quizás, que ha decidido cambiar de relación por que la otra persona le privaba de libertad, o, tal vez, su argumento sea otro, y su defensa se basará en que la otra persona no lo ama con la misma intensidad que lo hace él, lo que le impide ser especial.

¡No!, ninguno de los argumentos que utilice serán ciertos, pues están basados, eso sí,  en su actual ignorancia de lo que es el amor verdadero. Como bien expresa este punto, el amor no tiene substitutos. El amor es uno. Y si la razón de esa unicidad no se cumple, es porque no creemos en ella, no forma parte de nosotros, lo que nos llevará a proyectar fuera el contenido de nuestras creencias. Veremos a los demás desde la separación, y así, responderemos a nuestras relaciones de amor con ellas.

7.  El uso que el ego hace de las relaciones es tan fragmentado, que con frecuencia va aún más allá una parte de un aspecto se ajusta a sus propósitos, pero al mismo tiempo prefiere diferentes partes de otro aspecto. 2De ésta forma ensambla la realidad de acuerdo con sus caprichos, incitándote a que vayas en busca de una imagen que no tiene contrapartida real. 3Pues no hay nada en el Cielo o en la tierra que se parezca a ella, y así, por mucho que la busques, no podrás encontrarla porque no es real.

La visión del ego responde a su creencia en la separación. La causa de esta creencia procede del deseo del Hijo de Dios de ser diferente a Su Creador. Ese deseo diferenciador le ha llevado a interpretar que ha violado las Leyes de Dios y por tal motivo ha pecado contra Él, y se ha sentido expulsado del Hogar Paradisiaco donde disfrutaba del estado de Unidad.

Con esa errónea visión, la mente decide proyectarse en base a esa ley particular, lo que favorece la percepción, la cual se convierte en la fuente de aprendizaje de la conciencia.

Todo lo percibido se interpreta como separado de la mente que lo percibe y se le aporta un trato desde la visión del miedo y la culpa.

La Mente Una ya no forma parte de la visión de la mente y el juicio, la visión fragmentada, ocupa su lugar.

Hay un dicho popular donde vivo, que nos muestra lo que estamos explicando: "para gusto los colores", es decir, cada mente separada, percibe un mundo diferente, lo que da lugar, a los enfrentamientos y los conflictos, propios por conseguir hacer valer que su gusto es el que más fans y seguidores tiene. 

jueves, 24 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 298

LECCIÓN 298

Te amo, Padre, y amo también a Tu Hijo.

1. Mi gratitud hace posible que mi amor sea aceptado sin miedo. 2Y, de esta manera, se me restituye por fin mi Realidad. 3El perdón elimina todo cuanto se interponía en mi santa visión. 4Y me apro­ximo al final de todas las jornadas absurdas, las carreras locas y los valores artificiales. 5En su lugar, acepto lo que Dios establece como mío, seguro de que sólo mediante ello me puedo salvar, y de que atravieso el miedo para encontrarme con mi Amor.

2. Padre, hoy vengo a Ti porque no quiero seguir otro camino que no sea el Tuyo. 2Tú estás a mi lado. 3Tu camino es seguro. 4Y me siento agrade­cido por tus santos regalos: un santuario seguro y la escapatoria de todo lo que menoscabaría mi amor por Dios mi Padre y por Su santo Hijo.

¿Qué me enseña esta lección?

Hoy me siento desnudo, en un estado de perfecta inocencia. Tan sólo una Fuerza me mueve. Es la Esencia con la que he sido creado. Es el Amor.

Cuando esa Esencia se hace consciente en mí, el tiempo y el espacio, se funden en un solo instante, eterno y verdadero. El cuerpo se estremece por las altas vibraciones que soporta. El mundo físico y sus leyes, dejan de tener prioridad en nuestra consciencia. Experimento una total liberación. Todo mi ser se llena de esa Esencia y necesita expandirse hacia el mundo. Es imposible mantener ese potencial para un mismo. Debe ser compartido.

La paz lo inunda todo. La felicidad explota en nuestro ser y no podemos evitar emocionarnos con la vivencia de la Unidad.

Nuestros ojos visionan un espectáculo que no es de este mundo. Nos sentimos liberados y libres para perdonar; libres para experimentar la salvación y salvar al mundo.

Amo a tu Hijo, Padre, y a través de ese amor, te Amo, Padre.


Ejemplo-Guía: "El Camino que nos conduce al Cielo, no podemos andarlo solo"

“A medida que te acercas a un hermano te acercas a mí, y a medida que te alejas de él, la distancia entre tú y yo aumenta. La salvación es una empresa de colaboración. No la pueden emprender con éxito aquellos que se desvinculan de la Filiación porque al hacer eso se desvinculan de mí. Dios acudirá a ti sólo en la medida en que se Lo ofrezcas a tus hermanos. Aprende primero de ellos, y estarás listo para oír a Dios. Eso se debe a que el Amor sólo tiene una función”. (T-4.VI.8:1-6)

Tan solo la creencia en la separación, puede convertirse en un obstáculo que nos impida llevar a cabo la travesía que ha de conducirnos a la Salvación, que ha de conducirnos de retorno a nuestro verdadero Hogar.

Las palabras utilizadas para describir ese proceso de "despertar", no recoge realmente la experiencia a la que estamos aludiendo. El término "camino" nos puede confundir si lo entendemos que debemos llevar a cabo una aventura que parte desde un punto y que culmina en su destino. Lo que realmente estamos queriendo expresar, cuando utilizamos dicho término, es que tenemos la conciencia errónea de que Dios se encuentra fuera de nosotros, en el Más Allá. Cuando en verdad, esto es una ilusión proyectada por el sistema de pensamiento del ego.

Dios está en nosotros y nosotros estamos en Él.  Fuera de Él no existe nada. Siendo esto así, el "camino" es una expresión poco apropiada, pues no es real. Pero, sin embargo, lo hacemos real, pues, cuando miramos el mundo que nos rodea y evidenciamos a los demás, pensamos que tenemos que "movilizarnos" para interrelacionarnos con ellos. Este movimiento, también es fruto del error, también es una ilusión, pues, vuelvo a repetir, Todos estamos en Dios, Todos bebemos de Su Fuente.

Esta reflexión debe llevarnos a preguntarnos: ¿podemos alcanzar el Cielo, desvinculados de nuestros hermanos? Si pensamos que es posible, que la conquista del Cielo es algo individual, entonces estamos viendo el obstáculo al que nos referíamos, es decir, estamos haciendo real la separación entre Dios y Su Hijo, y entre Sus Hijos entre sí.

Si pensamos que podemos amar a Dios y no a Su Hijo, entonces estamos volviendo a ver el obstáculo, volvemos a recrearnos en la separación. No podremos amar a Dios, si no amamos a nuestros hermanos, pues no existe separación entre ellos.

¿Cómo debemos comportarnos con respecto a un hermano?

En este sentido, el Texto del Curso es claro en sus aportaciones. Nos revela, que siempre que le negamos la bendición a un hermano nos sentimos desposeídos, ya que la negación es tan total como el amor. Negar parte de la Filiación es tan imposible como lo es amarla sólo en parte. No es posible tampoco amarla totalmente sólo a veces. No podemos estar, totalmente comprometido sólo en algunas ocasiones.

“Cuando un hermano actúa insensatamente, nos está ofreciendo una oportunidad para recibir nuestra bendición. Su necesidad es la nuestra. Realmente, necesitamos la bendición que podamos darle. No hay manera de que podamos disponer de ella excepto dándola. Ésa es la ley de Dios, la cual no hace excepciones. Carecemos de aquello que negamos, no porque haya carencia de ello, sino porque se lo hemos negado a otro, y, por lo tanto, no somos conscientes de ello en nosotros.  Nos recuerda el Curso, que “lo que crees ser determina tus reacciones, y lo que deseas ser es lo que crees que eres”. Lo que deseamos ser, entonces, determina forzosamente todas nuestras reacciones” (T-7.VII.2:1-8).

Si deseas ser una identidad separada de tu hermano, tus reacciones serán de ataque. Si en cambio, tu deseo es poner de manifiesto tu unicidad, tu hermano se convierte en el camino que ha de conducirte de vuelta a tu verdadero hogar, el Cielo.

Somos la voluntad unida de la Filiación, cuya plenitud es para todos. Comenzamos nuestra jornada de regreso, juntos, y, según avanzamos juntos, congregamos a nuestros hermanos. Cada aumento de nuestra fuerza se lo ofrecemos a todos, para que ellos puedan también superar su debilidad y añadir su fuerza a la nuestra. Dios nos espera a todos con los brazos abiertos, y nos dará la bienvenida.

“Nunca olvides que la Filiación es tu salvación, pues la Filiación es tu Ser. Al ser la creación de Dios, es tuya, y al pertenecerte a ti, es Suya. Tu Ser no necesita salvación, pero tu mente necesita aprender lo que es la salvación. No se te salva de nada, sino que se te salva para la gloria. La gloria es tu herencia, que tu Creador te dio para que la extendieras. No obstante, si odias cualquier parte de tu Ser pierdes todo tu entendimiento porque estás con­templando lo que Dios creó como lo que eres, sin amor. Y puesto que lo que Él creó forma parte de Él, le estás negando el lugar que le corresponde en Su Propio altar” (T-11.IV.1:1-7).

Y, ¿cómo debemos amar?

“No puedes entablar ninguna relación real con ninguno de los Hijos de Dios a menos que los ames a todos, y que los ames por igual. El amor no hace excepciones. Si otorgas tu amor a una sola parte de la Filiación exclusivamente, estarás sembrando culpabilidad en todas tus relaciones y haciendo que sean irreales. Sólo puedes amar tal como Dios ama. No intentes amar de forma diferente de como Él lo hace, pues no hay amor aparte del Suyo. Hasta que no reconozcas que esto es verdad, no tendrás idea de lo que es el amor. Nadie que condena a un hermano puede considerarse inocente o que mora en la paz de Dios. Si es inocente y está en paz, pero no lo ve, se está engañando, y ello significa que no se ha contemplado a sí mismo” (T-13.X.11:1-8).

Un mensaje alentador: “En ti no hay separación, y no hay sustituto que pueda mante­nerte separado de tu hermano. Tu realidad fue la creación de Dios, la cual no tiene sustituto. Estáis tan firmemente unidos en la verdad, que sólo Dios mora allí. Y Él jamás aceptaría otra cosa en lugar de vosotros. Él os ama a los dos por igual y cual uno solo. Y tal como Él os ama, así sois. Vosotros no estáis unidos en ilusiones, sino en un Pensamiento tan santo y tan perfecto que las ilusiones no pueden permanecer allí para mancillar el santo lugar donde os encontráis unidos. Dios está contigo, hermano mío. Unámonos en Él en paz y con gratitud, y aceptemos Su regalo como nuestra más santa y perfecta realidad, la cual compartimos con Él” (T-18.I.10:1-9).

“El Cielo le es restituido a toda la Filiación a través de tu rela­ción, pues en ella reside la Filiación, íntegra y hermosa, y a salvo en tu amor. El Cielo ha entrado silenciosamente, pues todas las ilusiones han sido llevadas dulcemente ante la verdad en ti, y el amor ha refulgido sobre ti, bendiciendo tu relación con la ver­dad. Dios y toda Su creación han entrado a formar parte de ella juntos. ¡Cuán santa y hermosa es vuestra relación, la cual la ver­dad ilumina! El Cielo la contempla y se regocija que lo hayas dejado venir a ti. Y Dios Mismo se alegra de que tu relación siga siendo tal como fue creada. El universo que se encuentra dentro de ti se une a ti junto con tu hermano. Y el Cielo contempla con amor aquello que está unido en él, junto con su Creador” “(T-18.I.11_1-8).


Reflexión: ¿Crees que el verdadero amor es selectivo?

Capítulo 15. V. El instante santo y las relaciones especiales (1ª parte).

V. El instante santo y las relaciones especiales (1ª parte).

1. El instante santo es el recurso de aprendizaje más útil de que dispone el Espíritu Santo para enseñarte el significado del amor. 2Pues su propósito es la suspensión total de todo juicio. 3Los jui­cios se basan siempre en el pasado, pues tus experiencias pasadas constituyen su base. 4Es imposible juzgar sin el pasado, pues sin él no entiendes nada. 5Por lo tanto, no intentarías juzgar porque te resultaría obvio que no entiendes el significado de nada. 6Esto te da miedo porque crees que, sin el ego, todo sería caótico. 7Mas yo te aseguro que, sin el ego, todo sería amor.

El amor no juzga, no separa, simplemente, acepta y comparte, pues el amor es la fuerza expansiva, con la que hemos sido creados. 

El amor no juzga, pues es inocente, puro y no ve el pasado. Se manifiesta, siempre, en el presente, en el ahora, y su visión es limpia y transparente. No oculta secretos, ni ataca para protegerse, pues, jamás se siente atacado.

El sistema de pensamiento del ego, para subsistir, necesita de la base de su experiencia, la cual, le habla de lo percibido en el pasado. Pero ese proceso, la percepción errónea, es precisamente la causa que le lleva a juzgar, pues, dicha percepción es fruto de la falsa creencia en la separación. El ego tiene miedo al amor, pues, el amor fluye desde la inocencia, y, el ego, no puede permitirse la inseguridad que le aporta en ver las cosas con ojos nuevos.

2. El pasado es el principal recurso de aprendizaje del ego, pues fue en el pasado cuando aprendiste a definir tus propias necesidades y cuando adquiriste métodos para satisfacerlas de acuerdo con las condiciones que tú mismo habías fijado. 2Hemos dicho que limitar el amor una parte de la Filiación produce culpabilidad en tus relaciones, y, por lo tanto, hace que éstas sean irreales. 3Si intentas aislar ciertos aspectos de la totalidad, con vistas a satisfacer tus imaginadas necesidades, estarás intentando valerte de la separación para salvarte. 4¿Cómo no iba a producirse enton­ces culpabilidad? 5Pues la separación es la fuente de la culpabili­dad, y recurrir a ella para salvarte es creer que estás solo. 6Estar solo es ser culpable. 7Pues sentir que estás solo es negar la Unidad entre Padre e Hijo y, de ese modo, atacar la realidad.

Si escudriñamos nuestra mente con el propósito de valorar nuestro aprendizaje (para el ego, saber es poder), descubriremos que, la fuente de ese saber se encuentra en nuestros recuerdos de lo vivido, de lo experimentado, es decir, en el pasado. Sin embargo, si miramos nuestra mente desde el estado presente, con la convicción de que ese presente nos brinda la oportunidad de aprender cosas que aún no conocemos, tal vez no podamos evitar sentir vértigo, pues ante nuestros ojos se nos muestra un mundo de posibilidades, que al no formar parte de nuestro saber ancestral, nos desconcierta. No sabemos cómo actuar, cómo hacer las cosas, qué respuesta debemos dar, en definitiva, tenemos miedo a lo desconocido, tenemos miedo a dejarnos llevar por la calma de ese instante, tenemos miedo, por el silencio de nuestra mente, la cual no nos ofrece la acostumbrada seguridad basada en el pasado.

Lo que interpretamos como ignorancia cuando miramos el presente con ojos nuevos, en verdad, es un estado donde la grandeza nos invita a apostar por ella, pues es en ese ahora, cuando podemos deshacer lo aprendido, todo cuanto nos impide avanzar hacia la verdad de lo que somos, para reconocer que somos Uno con la Filiación Divina y Uno con nuestro Creador. Esa visión, está libre de toda creencia en el pecado, en la culpa. Es una visión íntegra de la creación de Dios. Esa visión disipa las sombras del miedo y nos brinda un instante para saborear el dulce néctar de la libertad.

3. No puedes amar sólo a algunas partes de la realidad y al mismo tiempo entender el significado del amor. 2Si amases de manera distinta de como ama Dios, Quien no sabe lo que es el amor espe­cial, ¿cómo ibas a poder entender lo que es el amor? 3Creer que las relaciones especiales, con un amor especial, pueden ofrecerte la sal­vación, es creer que la separación es la salvación. 4Pues la salva­ción radica en la perfecta igualdad de la Expiación. 5¿Cómo puedes pensar que ciertos aspectos especiales de la Filiación pue­den ofrecerte más que otros? 6El pasado te ha enseñado esto. 7Mas el instante santo te enseña que eso, no es así.

Con esta aportación, el Curso acaba de dinamitar todas las creencias que el ego atesora del significado del amor.

Para el ego, el amor adquiere distintos significados. Basa su teoría en el hecho de que no podemos hablar tan sólo de un tipo de amor. Está el amor de pareja, el amor de hijo, el amor de familiares, el cual se puede desmenuzar aún más, dando lugar a las variantes de amor de padres, amor de hermanos, amor de abuelos, amor de tíos, etc. Se habla del amor de amigos, del amor por los animales, del amor pasional, del amor compasivo... Sí, podemos hablar de todas estas variantes de significados del amor y los utilizamos como argumentos para justificar que el amor que sentimos por nuestra pareja, no puede ser el mismo que el que sentimos por nuestros padres o abuelos.

Un Curso de Milagros nos enseña que el Amor es Uno. Qué el Amor es incondicional y es portador del don de la creación, la libertad. Si esto es verdad, que lo es, debemos preguntarnos si todas nuestras variantes y significados del amor cumplen dicho requisito, es decir, ¿amamos desde la libertad?

Si tu respuesta es no, entonces debes tener claro que debes sopesar los significados que das al amor, pues, estarás percibiéndolo de manera errónea, y, tal vez, debas plantearte llamarle de otra manera: miedo.

4. Todas las relaciones especiales contienen elementos de miedo en ellas debido a la culpabilidad. 2Por eso es por lo que están sujetas a tantos cambios y variaciones. 3No se basan exclusiva­mente en el amor inmutable. 4Y allí donde el miedo ha hecho acto de presencia no se puede contar con el amor, pues ha dejado de ser perfecto. 5El Espíritu Santo, en Su función de intérprete de lo que has hecho, se vale de las relaciones especiales, que tú utilizas para apoyar al ego, para convertirlas en experiencias educativas que apunten hacia la verdad. 6Siguiendo Sus enseñanzas, todas las relaciones se convierten en lecciones de amor.

Este punto, nos permite retomar la enseñanza del amor donde lo habíamos dejado, esto es, brindándonos la posibilidad de ver nuestro amor como una expresión, realmente, de miedo. Esto es así, porque interpretamos de manera especial nuestra relación con aquellos que hemos seleccionado como receptores de nuestro amor. Dicho amor está condicionado por nuestros recuerdos del pasado, de donde extraemos el sentimiento de la culpa, como principal cebo para sentirnos atraídos hacia dichas personas, no otras, por la que despertamos atracción, al la que hemos malinterpretado como amor.

El Espíritu Santo utiliza dichas experiencias para que contribuyan en nuestro proceso de aprendizaje de la verdad, en nuestro proceso de aprendizaje del amor. Si indagamos en esta lección de vida, tendremos argumentos, más que suficientes, para escribir cientos de libros, pues, cada relación especial es un mundo. Sin embargo, todas estas relaciones desembocan en el un único "mar", el cual, es regado por las aguas puras del amor verdadero. 

miércoles, 23 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 297

LECCIÓN 297

El perdón es el único regalo que doy.

1. El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. 2Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. 3Ésta es la sencilla fórmula de la salvación. 4Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré, para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al aceptar yo la Expiación para mí mismo.

2. Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! 2Gracias a Ti por Tus eternos regalos, y gracias a Ti también por mi Identidad.

¿Qué me enseña esta lección?

Tenemos necesidad del perdón, porque nuestros ojos ven culpabilidad.

Tenemos necesidad del perdón, porque albergamos la creencia en el pecado.

Tenemos necesidad del perdón, porque sentimos temor de Dios, al que creemos haber fallado.

Observa tu existencia y descubrirás que, desde nuestro inconsciente, nos llega una voz que nos hace adictos del castigo, del sufrimiento, del dolor, en respuesta a satisfacer el recuerdo ancestral de un acto pecaminoso que nos hace reo de la culpa.

Pero, el castigo no nos redime; no nos salva; no nos libera. El castigo, tan sólo genera dolor y nos priva de la alegría y de la felicidad, nos priva de la paz y de la armonía.

Podemos seguir eligiendo sufrir y sacrificarnos en nombre de actos de amor, pero, ningún acto de amor exige sacrificio, pues, ningún acto de amor hace necesario que alguna de las partes, pierda.

Mientras que permanezcamos sumidos en el sueño, el perdón, se convierte en la función más elevada que podemos acometer. El perdón procede del Amor. El castigo encuentra su origen en el miedo. Y si el miedo es un pensamiento fabricado por nuestra mente, el castigo, también lo es.
Cuando nos perdonamos, estamos vibrando en la nota más elevada. Ese tono, tiene la capacidad de contagiar a aquellos que comparten la tonalidad. Cuando damos nuestro perdón, estamos elevando la condición vibratoria de nuestros hermanos. Al dar lo que tenemos, lo mantenemos, y ese potencial de luz que se manifiesta a través del acto purificador del amor, nos eleva hasta nuestra condición divina.

¡Me perdono y proclamo mi inocencia!

¡Perdono al mundo y proclamo la Salvación!

Ejemplo-Guía: "Regalando perdón"

La enseñanza del perdón, no nos es extraña. Incluso me atrevería a decir, que es nuestra más fiel enseñanza en la aventura que hemos emprendido juntos, de des-hacernos de las viejas creencias y abrir nuestra mente a la verdad que nos permitirá recordar lo que somos.

Hemos alcanzado la lección 297, pero podemos recordar, que el tema del perdón ya ha sido tratado en seis lecciones previas, concretamente en la 63, 121, 122, 134, 247 y 249. Os aseguro, que con la de hoy no será la última, aún nos encontraremos con su enseñanza en cinco ocasiones más. Tal es su protagonismo. De hecho, ya sabemos que forma parte de nuestra función en este mundo.

Ya que hacemos referencia a este mundo, en muchas ocasiones, cuando nos vemos en la necesidad de tener un gesto amable con algún ser querido, recurrimos a la iniciativa de agasajarle con algún regalo. No podemos negar, que, en muchas de estas ocasiones, no sabemos qué regalar. Nos decimos, "le gustará", "lo tendrá", "lo necesitará", etc. Pues bien, hoy Un Curso de Milagros nos ayuda a tomar la decisión más apropiada cuando decidamos compartir con los demás nuestros regalos. 

Si no quieres fallar en tu decisión: el perdón es el regalo que debemos dar.

Permitirme que haga un poco de marketing del perdón. Está demostrado que gusta a todo el mundo. Sí, no lo pongamos en duda. ¿A quién no le gusta que lo perdonen cuando comete un error? El perdón, no entiende de religiones, de credos, de filosofías, de creencias. El perdón es fácil de entender y de aplicar, aunque esto último lo hacemos un poco más complicado cuando decidimos seguir apostando por tener razón a pesar de que en ello, estemos perdiendo nuestra paz.

El perdón no entiende de razas, de edades, de estatus, ni de condiciones sociales. El perdón, el verdadero, no es ostentoso, ni arrogante. No entiende de afiliaciones, ni de partidos, ni ideologías políticas.

Otra de las cosas buenas que tiene el regalo del perdón, es que es gratuito y una vez que lo adquieres, es para toda la vida. Tiene una cualidad que lo hace único y especial, cuanto más lo das, más recibes. No es un bien que tan sólo lo puedas adquirir en países ricos y super-desarrollados. No hay que hacer colas en los almacenes de las grandes superficies para conseguir ese regalo. Es más, ni tan siquiera tienes que dar un paso para disfrutar de él. Tan sólo tienes que elegirlo como tu guía, como tu maestro, como tu condición, como tu función, dicho de otro modo, tan sólo tienes que serlo. Pues si no eres perdón, no podrás darlo y extenderlo.

Donde quieras que mires, deposita tu regalo. De esta manera contagiarás con su presencia y estarás colaborando en crear una interminable cadena, cuyo final tan solo se completará cuando cada Hijo de Dios, forme parte de ella. Entonces, el perdón se habrá fundido en la Filiación y con este gesto, estaremos ofreciendo a Dios su más preciado regalo, la compleción.


Reflexión: "Todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy"