lunes, 21 de octubre de 2024

Capítulo 15. IV. La práctica del instante santo (1ª parte).

 IV. La práctica del instante santo (1ª parte).

1. Es posible aprender este curso inmediatamente, a no ser que creas que lo que Dios dispone requiere tiempo. 2Y esto sólo puede significar que prefieres seguir demorando reconocer el hecho de que lo que Su Voluntad dispone ya se ha cumplido. 3El instante santo es este mismo instante y cada instante. 4El que deseas que sea santo, lo es. 5El que no deseas que lo sea, lo desperdicias. 6En tus manos está decidir qué instante ha de ser santo. 7No demores esta decisión, 8pues más allá del pasado y del futuro, donde no podrías encontrar el instante santo, éste espera ansiosamente tu aceptación. 9Sin embargo, no puedes tener una conciencia feliz de él mientras no lo desees, pues encierra dentro de sí la liberación total de la pequeñez.

Al igual que yo, es posible que la lectura de este punto, te lleve a exclamar un ¡eureka!, o, a dar saltos de alegría, pues habrá llegado a tu corazón y habrás reconocido la verdad que andabas buscando; la única verdad que te permitirá encontrar la paz que añoras. Pero..., sí, hay un pero que debes conocer. Esa verdad, no es una nueva verdad para tí, aunque te cueste un poco reconocerlo. Esa verdad, siempre ha estado dentro de tí, esperando que la descubrieses y, sobre todo, que te llevase a servirla. 

El "pero" al que me refiero, no debes subestimarle, pues es el principal obstáculo que, hasta ahora, te ha impedido ver la verdad y vivirla. El simple hecho de que la lectura de este punto te haya provocado cierta euforia, no es suficiente. Si permites que el ego siga gobernando tu mente, es probable, que, la alegría de este instante, dure el  tiempo que decidas de nuevo, rendirle culto.

La verdad es intemporal, pues su Causa así lo es. No está sujeta al cambio, y lo que es verdad ahora, lo será siempre.

Recuperemos ese estado de felicidad producido por la visión de la verdad, pues no tendremos que buscar fuera de nosotros ningún método para conseguir que dicha visión sea eterna. El cómo conseguirlo forma parte de la propia verdad. Viene con las instrucciones que ha de permitirnos experimentarla en su plenitud. Tan sólo tenemos que desear que sea nuestro guía y maestro, en cada instante de nuestra existencia. Esa es la verdad: Ama eternamente y la eternidad te acompañará siempre.

2. Tu práctica, por lo tanto, debe basarse en que estés dispuesto a dejar a un lado toda pequeñez. 2El instante en que la grandeza ha de descender sobre ti se encuentra tan lejos como tu deseo de ella, mientras no la desees, y en su lugar prefieras valorar la pequeñez, ésa será la distancia a la que se encontrará de ti. 4En la medida en que la desees, en esa misma medida harás que se aproxime ti. 5No pienses que puedes ir en busca de la salvación a tu manera y alcanzarla. 6Abandona cualquier plan que hayas elaborado para tu salvación y substitúyelo por el de Dios. 7Su plan te satisfará. 8No hay nada más que pueda brindarte paz, pues la paz es de Dios y de nadie más qué de Él.

Ya no podemos poner más escusas. Ya no podremos culpar el mundo de fuera, a los demás, condenándoles a ser nuestros enemigos, a ser los obstáculos que nos impiden encontrar la paz añorada. La felicidad no se encuentra fuera de nosotros, sino en nuestro interior. Es nuestra decisión el ser felices, y lo único que nos lo impide es el deseo de no serlo. ¿Esto es una contradicción? No, no lo es, si tomamos consciencia de que la verdad se encuentra en nuestro interior y no fuera de él. Dios nos creó desde la Verdad, desde el Amor y somos Semejantes a Él. 

Lo que ocurres, es que hemos elegido ver de una manera diferente; hemos elegido creer que somos nuestros propios creadores y que nos encontramos separados de mundo de fuera, de los demás. Sí, hemos inventado nuestro propio plan de salvación y ese camino está repleto de fórmulas que ninguna nos lleva a la paz, pues no persigue la paz, sino el logro personal de ser diferente a otros.

Deja de mirar al exterior con los ojos del ego, y elige mirar en tu interior con la visión de Cristo. Si lo haces, allí donde antes percibías la oscuridad, ahora, verás nítidamente la luz; allí donde antes sentías miedo, ahora, sentirás amor; allí donde antes veías separación, ahora verás unidad.

3. Sé humilde ante Él, y, sin embargo, grande en Él. 2No antepon­gas ningún plan del ego al plan de Dios, 3pues con tu decisión de formar parte de cualquier otro plan que no sea el Suyo dejas vacante tu lugar en Su plan, que debes ocupar si quieres unirte a mí. 4Te exhorto a que cumplas el santo papel que te corresponde desempeñar en el plan que Él dio al mundo para liberarlo de la pequeñez. 5Dios desea que Su anfitrión more en perfecta libertad. 6Cualquier fidelidad a un plan de salvación distinto del Suyo dis­minuye en tu propia mente el valor de lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti. 7Sin embargo, es tu mente la que es Su anfi­trión.

Sustituir la visión del ego, por la Visión Crística, nos permitirá reconocer el Plan de Salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo y adherirnos a él. ¿Cuál es ese Plan de Salvación?

Ya lo hemos analizado en otra parte de estas enseñanzas, el Plan de Salvación es el que nos brinda la oportunidad de recordar lo que realmente somos, Hijos de la misma Filiación, unidos en la Mente del Creador, visión que nos llevará a comprender que, la Salvación no es un camino que debamos andar en solitario, sino de la manos del resto de la humanidad.

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