VII. Las distorsiones de los impulsos milagrosos.
Si logramos impregnar nuestra conciencia con la sabiduría implícita en este punto, el velo que cubre nuestros ojos caerá irremediablemente y allí donde todo era penumbra y oscuridad, se hará la luz.
El haber experimentado el rol de padre, me ha llevado a establecer cierta analogía entre lo recogido en este apartado y el patrón que suele acompañar a las relaciones padre-hijo.
Un padre, tal y como yo lo entiendo, quiere lo mejor para su hijo y trata de educarle y protegerle para que sea feliz. Digamos que es un impulso básico que, sin entrar en excepciones, suele formar parte de los progenitores de una familia. Si bien esto es aceptable, no lo es menos la circunstancias de que el hijo, alcanzada una edad, siente la necesidad de decidir por sí mismo y tomar las riendas de su vida.
Responde a la naturaleza del ser humano hacer uso de la libertad con la que ha sido creado. Ser Hijo de Dios lleva implícito el contar con las cualidades de su creador. El principio de la Voluntad es el principio de la Libertad. Se trata del impulso motor causa de todas las creaciones.
La orientación de ese impulso creador ha llevado al Hijo a ver las cosas de otra manera. Podríamos decir que la Voluntad se pone al servicio del deseo. Los esotéricos hablan del aliaje del Fuego y del Agua, de la integración de dos elementos que por sus características exigen una integración armoniosa, pues, o bien, el fuego consume al agua o el agua apaga al fuego. El vapor que se genera de su unión provoca un estado de neblina (densa envoltura) que, se nos recuerda al estado de ensoñamiento de la conciencia.
Es el deseo -representado bíblicamente como una serpiente tentadora- el impulso pasional, el que genera una densa envoltura alrededor de los impulsos milagrosos. El deseo nublando al Amor.
Como bien recoge este apartado, "La confusión de los impulsos milagrosos con los impulsos físicos es una de las distorsiones básicas de la percepción. Los impulsos físicos son impulsos milagrosos mal canalizados". Cada vez que nuestra voluntad nos lleva a potenciar el logro de nuestros deseos, estamos fabricando ilusiones que nos mantendrán prisioneros del apego y del miedo. Es el deseo, la fuerza que hace que la energía -latente en estado potencial- adquiera la densidad con la que se manifiesta a nivel físico. Conociendo esta dinámica, podemos invertir la orientación de nuestros deseos, de tal modo, que hagamos tangible un mundo libre de apegos y miedos.
El deseo es el padre del ego. Siendo la falsa creación del deseo, el ego, persigue satisfacer la "voluntad de su padre", es decir, conseguir los logros y las metas que el deseo persigue. Para ello, fabrica un mundo donde el miedo se convierte en la moneda de cambio. La búsqueda y la consecución del placer y la felicidad se convierte en una meta que jamás se alcanza, pues, el logro de esa felicidad, se sustenta en adquirir y poseer lo efímero y temporal. La posesión se convierte en una doctrina y la adoración al becerro de oro, se convierte en su principal culto. El verdadero placer se sustenta, como nos anuncia el Curso, en hacer la Voluntad del Padre. Desde este punto de vista, debemos proclamar: ¡Padre, en tus manos me encomiendo! ¡Hágase tu voluntad y no la mía!
Muchos estudiantes, llamados por el mundo espiritual, argumentan que el vehículo físico es el cuerpo del pecado. Hasta tal punto defiende esa creencia que se someten a duros castigos en un intento de acallar la culpa alentada por la tentación de los deseos, el cual atribuyen al mismo cuerpo.
Sin embargo, el Curso nos enseña, que el cuerpo físico es neutral. No le atribuye otra función que la de sernos útil a la hora de proyectar nuestros pensamientos y extraer de la experiencia el estado de consciencia que ha de llevarnos a conocer y compartir lo verdadero.
Desde este punto de vista, no es el cuerpo el que nos tienta, sino el impulso de los deseos. Una mano no castiga, si en nuestro interior no anidamos el deseo de castigar.
Qué fácil le resulta al ego percibir destructivamente. Cuando nuestra mirada se posa en nuestro hermano y no somos capaces de ver en él más allá que un objeto que suscita nuestros deseos de goce y placer, lo que realmente estamos haciendo es fabricar ilusión y fantasía.
¿Quién no experimenta esta percepción al mirar el mundo que le rodea? Todos creemos en aquello que hemos fabricado o inventado, y lo que es más preocupante, nos convertimos en esclavos de nuestras falsas creaciones y quedamos presos de nuestros propios miedos.
No hay otro camino que nos conduzca a la Salvación y a la liberación de nuestros apegos, que la visión de Unidad que rige en la Filiación Divina.
Se trata de una recomendación esencial para comprender las enseñanzas que se
recogen a lo largo del Curso. Se trata de un entrenamiento mental o lo que es lo mismo aprender a ver las cosas de otra manera.
Si nuestro objetivo es fortalecer los músculos de nuestro cuerpo físico, sabríamos que para lograrlo tendremos que someternos a un paciente entrenamiento donde, a través de tablas de ejercicios físicos, iremos fortaleciendo la musculatura hasta el punto de alcanzar un nivel de adiestramiento que nos permitirá alcanzar nuestro propósito.
Nadie en su sana cordura puede pretender desarrollar sus músculos de la noche a la mañana, sin haber dedicado un entrenamiento sostenido y periódico. En el mundo temporal, las leyes físicas responden a patrones regidos por el tiempo y por ciertos comportamientos.
En este ámbito, en el escenario del ego, de la percepción ilusoria, el cambio de mentalidad requiere respetar y conocer dichas leyes y procedimientos. En este sentido, no debemos esperar que una simple lectura de un texto nos lleve a conseguir un estado de consciencia de iluminación. Será el estudio progresivo y la práctica de las lecciones y ejercicios expuestos como parte de las Enseñanzas, lo que nos permitirá ir adquiriendo un dominio mental que nos llevará a disipar las tinieblas propiciadas por la errónea canalización del impulso milagroso, hasta alcanzar un total despertar de la consciencia divina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario