“Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque serán saciados” (Mt 5.6)
La cuarta
Bienaventuranza, expresa la dinámica de Gueburah. Esta Bienaventuranza se
encuentra muy unida a la anterior, como unidos están Hesed y Gueburah. Tener
hambre y sed significa sentir de una manera acuciante un vacío interior que
debe necesariamente ser llenado. Cuando un hombre siente apetencia por la
langosta, pongamos por caso, moviliza sus recursos económicos para
procurársela. Si su hambre y su sed son de justicia, también será justicia lo
que obtendrá.
Ésta no puede
procurársela pistola en mano, ni mediante cualquier otro medio de presión, ya
que estaría contraviniendo la norma anterior de ser manso. Tiene que ser una
apetencia interna, un afán que mueve todos los mecanismos de la personalidad en
vistas a una actuación justa, ya que esa hambre y esa sed serían pura pantomima
si nacieran de un deseo del individuo de verse tratado por los demás de una
manera que él considera justa, mientras que él actuara, respecto a su prójimo,
con injusticia notoria.
El hambre y sed de
justicia, cuando son auténticos, atraen hacia abajo la justicia divina y
entonces el individuo no sólo será la expresión viva de esa justicia, en sus
gestos y en sus palabras, sino que la derramará a su alrededor y hará que el
mundo sea, por él, gracias a él, más justo. Esta justicia, llevada al mundo por
su hambre y su sed, se encarnará en los gobernantes, en los directivos, en
aquéllos que puedan hacerla fecundar.
El discípulo que
trabaja para la instauración del Reino del Padre, del mismo modo que debe
conservar su pobreza de espíritu, que debe buscar el consuelo restaurador de la
armonía física y moral, que debe ser manso, debe también experimentar esa
hambre y esa sed, viviendo en su cuerpo todas las injusticias que diariamente
se cometen en el mundo y deseando con vehemencia que el reino de la justicia se
instaure. No odiéis lo injusto y menos aún los hombres que lo protagonizan; por
el contrario, amad la justicia y veréis como lo justo se instala en vuestra
naturaleza interna y ya para siempre seréis portadores de orden y de paz.
Aquí son
bienaventurados los que tienen "hambre y sed de justicia", pero no de
que se les haga justicia a ellos, no de que se les reconozcan sus méritos y se
les de lo que les corresponde. Si se hiciera la justicia que la gente pide, la
inmensa mayoría de las veces los jueces deberían condenar a ambas partes; o
absolverlas porque "no saben lo que hacen". Pero la justicia de la
que hablan las bienaventuranzas no tiene nada que ver con la sujeción de la
conducta a un código legal o a un código moral, a unas normas que digan lo que
hay que hacer y lo que no hay que hacer. La justicia de las bienaventuranzas
pasa por hacer lo más adecuado en cada momento y circunstancia. Por tanto,
nadie puede estar seguro de estar actuando de la manera más adecuada, nadie
puede "ser justo" por definición. La mejor forma posible de obrar no
se puede definir de antemano, no hay una receta para cada circunstancia; solo
una indicación práctica: la mejor forma posible de obrar es aquella que en toda
circunstancia actualiza el máximo de comprensión, amor y energía posibles.
Esto es actuar al
revés de lo habitual; lo habitual es exigir que los demás piensen como
nosotros, conseguir cuantas más cosas mejor y hacerlo con el menor esfuerzo
posible. Esperamos que nuestras necesidades nos las cubra el exterior, que nos
"hagan justicia"; pero lo que aquí se indica es comprender a los
demás, aceptar lo que nos disgusta y hacer por ellos cuanto se pueda.
Evidentemente esto no lo puede hacer quien no cumpla las exigencias de las tres
primeras bienaventuranzas; éste ya ni tan solo se lo plantea, lo considera
absurdo. Sin embargo es justo el camino que se le ofrece al que ha descubierto
la mecanicidad y, por tanto, acaba de nacer a la conciencia.
El que acaba de nacer
a la conciencia procede de la mecanicidad; por tanto llega a la conciencia,
vacío y desesperanzado; sus puntos de referencia acostumbrados no le sirven, se
ha dedicado toda su vida a pensar en los demás para que los demás pensaran en
él y ahora no sabe qué hacer. Lo que se le propone es que piense en los demás
sin esperar nada a cambio. Esto no significa que deje de pensar en sí mismo; ha
de dejar de pensar en lo que tiene para pasar a considerarse en que es: un ser
de naturaleza trascendente. Y esto significa que si antes esperaba que se le
hiciera justicia, se le comprendiera, se le amara y se le ayudara, ahora ve que
lo propio de su naturaleza es ejercitar la inteligencia, el amor y la energía
que ya es. Por eso se le promete que con este nuevo enfoque "será
saciado". En otras palabras: la comprensión, la felicidad y la seguridad
personal que obtendrá como resultado de la actualización de su propio potencial
superará con creces cuanto había soñado y deseado. La idea de que "se hace
camino al andar" es algo muy pertinente en esta fase: cuando uno expresa
comprensión, amor y seguridad, encuentra que el mundo se lo devuelve porque
este mundo aparece como algo comprensible, amable y seguro.
Sólo aquellos que se sienten pobres de
espíritu tienen sed de rectitud. Sólo los humildes buscan la fuerza divina y anhelan
el poder espiritual. Sin embargo, es sumamente peligroso practicar a sabiendas
el ayuno espiritual con el fin de aumentar nuestro apetito de los dones
espirituales. El ayuno físico se vuelve peligroso después de cuatro o cinco
días; uno puede perder todo deseo de alimentarse.
El ayuno prolongado, tanto físico como
espiritual, tiende a destruir el apetito.
La rectitud experiencial es un placer, no un
deber. La rectitud de Jesús es un amor dinámico, un afecto paternal-fraternal. No
es una rectitud negativa del tipo “no harás”. ¿Cómo podría alguien tener hambre
de algo negativo, de algo a “no hacer”?
No es fácil enseñar estas beatitudes a una
mente infantil, pero la mente madura debería captar su significado.
ENFOQUE
EXOTÉRICO
Hambre: El
diccionario VINE nos indica que esta palabra en griego es: Sentir, tener o
padecer hambre.
La RAE define hambre
como:
Gana y necesidad de
comer.
Escasez de alimentos
básicos, que causa carestía y miseria generalizada.
Apetito o deseo
ardiente de algo.
Sed: El diccionario
Vine nos relata que en el texto original esta palabra hace referencia a: Tener
sed o estar sediento.
El diccionario de la
RAE nos ayuda a entender un poco mas este concepto, ya que nos indica que sed
es:
Gana y necesidad de
beber.
Necesidad de agua o
de humedad que tienen ciertas cosas.
Apetito o deseo
ardiente de algo.
Obviamente estos dos
pasajes no hablan del deseo de cubrir la necesidad de algo, sino que en este
caso algo espiritual. Ambas palabras en este pasaje se usan de manera
metafórica o figurada, haciendo alusión al hambre y sed espiritual. Además, es
importante destacar la coincidencia en la definición de las dos palabras ya que
las dos significan "Apetito o deseo ardiente de algo".
El Salmo 42:1 es un
pasaje conocido, y en el podemos encontrar una comparación que realiza el autor
de esa necesidad de su alma por Dios: “Como el ciervo "brama" por las
corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. En hebreo el
verbo bramar significa literalmente ansiar o jadear de ansias. Y continua
diciendo que su alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Necesitamos con ansias
desear más que a nuestra propia vida el tener mas de Dios.
Otros pasajes también
nos enseñan y recalcan con esta misma figura, el deseo del alma de los
distintos autores por Jehová. (Salmo 63.1-2; Salmo 143.6-7; Isaías 26.8-9) Pero
el Salmo 84.2 no remarca aún más el anhelo ardiente por Jehová con estas
palabras: “Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová;
Mi corazón y mi carne
cantan al Dios vivo”, las que nos deben llevan a una profunda reflexión sobre
cuanto anhelamos a nuestro Creador.
Justicia
También la palabra de
Dios nos enseña que debemos de buscar el reino de Dios y su Justicia (Mateo
6.33). Esto engloba todo lo espiritual, pero el pasaje que hemos leído hace una
referencia específica a la justicia de Dios.
El Diccionario
Bíblico VINE define justicia como: El
carácter o cualidad de ser rectos o justos. Es un atributo de Dios. En este
pasaje se hace referencia a todo aquello que es recto o justo en sí mismo, de
todo lo que se conforma a la voluntad revelada de Dios.
También, puede hacer
referencia a:
a) Todo aquello que
ha sido señalado por Dios para que sea reconocido y obedecido por el hombre
(Mateo 3.15; Mateo 21.32);
b) La totalidad de
las demandas de Dios (Mateo 6.33);
c) Los deberes
religiosos (Mateo 6.1), distinguidos como el dar limosnas, el deber del hombre
hacia su prójimo (Mateo 6.2-4), la oración, su deber para con Dios (Mateo
6.5-15), el ayuno, el deber del dominio propio (Mateo 6.16-18).
¿Cómo esta nuestro
deseo por todo lo recto, por todo aquello que es conforme a la voluntad de Dios?
Ante esta pregunta tenemos varias instrucciones dadas por Dios por medio de los
Apóstoles, como por ejemplo cuando Pedro enseña en su primera carta que debemos
desear la leche no adulterada (1 Pedro 2.2), también como lo dice Pablo a los
Romanos (Romanos 10.3) ya que algunos que no entienden como Dios hace justicia,
preferían aferrarse a su propia manera de hacer justicia. Pablo entendía muy
bien este concepto y ya no se esfuerza él para conseguir la justicia, si no que
se aferra por medio de la fe a Jesús para conseguirla (Filipenses 3.9). Nuestra
justicia viene por medio de la fe en Cristo ¿Cuánto lo deseamos a Él?
Una vez que el ciervo
clamó por las corrientes de las aguas, luego de un rato su sed o ansias fueron
satisfechas. Y en este mismo pasaje Cristo promete que los que tengan esta gran
necesidad serán saciados. En griego esto no solo se refiere a saciar
temporalmente si no a una provisión que es abundante, tan abundante y nutritiva
que no tendremos sed jamás (Juan 4:13-14).
La provisión
entregada por Dios en vida, gracia y justicia es abundante (Juan 10.10; Romanos
5.17). El gran Pastor nos pastoreara en lugares donde no habrá más sed ni
hambre, ya que el agua nunca faltara aunque se haya sequia (Isaías 58.11) y su
provisión nos asegura también, lo necesario para ser revestidos de nueva
fuerzas (Salmo 103.5).
Una pregunta ¿Con
cuanto apetito o cuan ardiente es nuestro deseo de las cosas espirituales?
¿Podemos decir que fuera de lo celestial no hay nada más deseemos en la tierra?
(Salmo 73.25) ¿Nuestra alma esta quebrantada de desear sus juicios? (Salmo
119:20) ¿Suspiramos de deseo? (Salmo 119:131) ¿Cómo está clamando nuestra alma
por las cosas espirituales?
Lo único que debemos
escuchar es a Jesús cuando nos dice "Si alguno tiene sed, venga a mí y
beba" (Juan 7.37) y todo esto en forma gratuita (Apocalipsis 21.6;
Apocalipsis 22.17) ¿Cómo no aprovechar esta oportunidad de ser llenos de Él?
Continuará...
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