¿Qué me enseña esta lección?
Todo responde a la ley de causa y efecto. Ser conscientes de que en ningún momento podemos estar desvinculados de aquellas experiencias que vivimos, forma parte del proceso de “despertar” de la conciencia.
Cada emanación de una idea, de un pensamiento, en el nivel mental, al ser proyectado, provoca un efecto en el plano de las manifestaciones físicas, en el mundo percibido. Por lo tanto, como agentes activos de nuestros pensamientos, debemos ser, igualmente, responsables de nuestras experiencias.
No podemos culpar al mundo exterior de cuanto
nos ocurre, pues el mundo exterior es el espejo que refleja las energías que
subyacen en nuestra naturaleza interior.
Si vamos por la vida como víctimas de aquello
que experimentamos, carecemos de una visión real de nosotros mismos. Ese comportamiento
responde al juicio del ego que interpreta la vida desde el punto de vista de la
separación, lo que le lleva a culpar al otro, de aquello que recibe y, al mismo
tiempo, pone en manos externas su salvación.
Este ejercicio nos permite, igualmente, ser
consciente de la importancia de reconocernos como los hacedores, los inventores,
de nuestro mundo. Siendo así, en cualquier momento podemos cambiar aquello que
no nos aporte felicidad.
Estoy observando los objetos que me rodean. A
mi derecha veo un cuadro con una foto de mi hijo. Mi mente, de manera
instantánea, evoca un recuerdo que condiciona mi pensamiento. Me siento
emocionado por los sentimientos que se han despertado al mirar esa fotografía.
Tomo conciencia, de que ese estado condiciona mi presente. Estoy reviviendo un
recuerdo del pasado que me afecta, haciéndome sentir víctima de una ilusión,
pues el pasado no es real, es más, ni tan siquiera el mundo que percibo lo es.
Por lo tanto, debo educar mi mente, para que no de significado a lo que percibe,
para que elija en todo momento ver las cosas tal y como realmente son.
Ejemplo-Guía: "Todos los políticos son
unos ladrones y unos mentirosos"
La culpa de las cosas que nos pasan, la tiene,
siempre, los demás. Ese es el argumento que utilizará el ego para convencernos
de que somos víctimas de las acciones injustas de los demás.
Culpamos al mundo de todas nuestras tribulaciones.
Lo culpamos por no tener trabajo, por no tener dinero, de las luchas, de las
guerras, de los accidentes, de las enfermedades, de las injusticias, de todos y
cada uno de los dramas que nos podamos imaginar. A veces, cuando ya no sabemos
a quién señalar, nos acordamos de Dios, y también lo culpamos de nuestra mala
fortuna.
Claro, el ego nos puede argumentar, que por culpa de Dios estamos sufriendo. Podríamos permanecer, aún, gozando de los privilegios del Edén. En cambio, tenemos que trabajar para ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Sí, definitivamente, Dios tiene la culpa, en origen, de nuestros males. No es necesario recordar, las plagas y miserias con las que nos ha castigado a lo largo de la historia.
El ego, no conforme con esos argumentos, nos
dirá que Dios fue el primer culpable y tras él, todos aquellos que ostentan el
poder.
Desde la visión del ego, desde la creencia en
la separación con nuestro Creador y lo creado, la verdad la buscamos fuera de
nosotros. Creemos que es a través de la percepción que nos dispensa el mundo
que hemos fabricado, que son los demás los que nos atacan y agreden, cuando en
realidad, la separación es una ilusión de la mente errada, y la única verdad,
es que somos uno con todo lo creado.
Ver esa realidad, nos lleva a tomar el timón de
la nave de nuestra propia existencia. El ego debe ceder su hegemonía y, en su
lugar, debemos dirigir nuestra mente hacia la única visión posible: tenemos la
capacidad creadora de elegir. Ese don pertenece al atributo más elevado de la
Divinidad, es la Voluntad. La Voluntad nos lleva a gozar del Libre Albedrío y
desde esa verdad, debemos tener la certeza de que el único camino que nos
conduce a la libertad, es eligiendo el Amor en vez del miedo.
Los políticos, lo único que están haciendo con
su comportamiento, es actuar, a nivel colectivo y personal, como verdaderos
maestros, pues nos están revelando la condición de nuestra naturaleza mental.
Dar cobijo al error en nuestra mente, percibiéndonos como seres separados, es
la fuente, el origen, de todas las experiencias que llamamos penalidades.
Ellos, se ocupan de hacernos llegar las lecciones que somos incapaces de
aprender por vía interna. Ellos, nos devuelven el ataque al que nos estamos
sometiendo interiormente.
Si los juzgamos como ladrones, preguntémonos
dónde nos estamos robando o dónde estamos nosotros robando. No olvidemos que
podemos robar de muchas maneras. Podemos robar ideas, sentimientos y bienes.
Si los juzgamos como injustos, es el momento de
preguntarnos dónde somos nosotros injustos. Busquemos la injusticia en nuestro
interior.
La pregunta que debemos hacernos, no es ¿por
qué la vida nos trata así? La pregunta es otra bien distinta. ¿Qué pensamientos
emanan de mi mente para ver las cosas tal como las estoy percibiendo??
No estamos buscando la culpa. La culpa es otra
ilusión fabricada por la mente del ego y no tiene sentido alguno, aunque cuando
creemos en ella es muy dañina. Lo que estamos buscando es el autoconocimiento.
Saber qué somos y a quién está sirviendo nuestra mente.
Recordemos las palabras de Maestro Jesús:
¡Quién esté libre de pecados arroje la primera piedra! Cambiemos el término
pecado por error, y seguro que daremos un importante paso hacia el despertar de
la consciencia.
Reflexión: ¿Crees que las cosas ocurren por
casualidad?
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