¿Qué me enseña esta lección?
Ser consciente de la enseñanza recogida en este
ejercicio, es liberador. Tal vez nos cueste comprender, en su plenitud, el
término “inventar” y si lo sustituimos por el término “fabricar”, tengamos
menos dificultad para comprender su mensaje.
Si analizamos todo cuanto nos ocurre en nuestras vidas, si prestamos atención a ese mensaje que nos llega desde el exterior y que interpretamos como algo ajeno a nosotros mismos, vemos que, en realidad, es nuestra mente la que le aporta una interpretación u otra. Con ello debemos ser consciente de que, en verdad, somos nosotros los que damos valor a las cosas, y, su valor real no está en aquello cómo lo percibimos.
En cada uno de los momentos, es nuestra mente
la que “inventa” o “fabrica” lo que traduce el pensamiento.
Nuestra mente asocia un significado a aquello
que percibe en el exterior y responde a ello con una gran influencia cultural.
Desde pequeño aprendemos a dar un significado a las cosas y crecemos con esa
visión hasta que decidimos cambiar su sentido. Pero ese significado nuevo, el
cual interpretamos como un avance en nuestras vidas, estará, igualmente,
fundamentado en el error, pues, tal y como hemos ido aprendiendo en estos ejercicios,
"nada de lo que vemos significa,
nada (L-1)", "nuestros
pensamientos no significan nada (L-10)", "nuestros pensamientos sin significado, nos muestran un mundo sin
significado (L-11), "nuestros pensamientos son imágenes que nosotros hemos
fabricado (L-15).
Tenemos el inmenso poder de decidir por
nosotros mismos, en cada momento y en cada lugar, el significado que vamos a
dar a lo que percibimos. De este modo, si interpretamos o juzgamos que aquello
que vivimos es una experiencia dolorosa, un fracaso, una desilusión, un engaño,
un error, debemos dirigir nuestra mirada a ese “inventor”, que es nuestra mente,
para descubrir que estamos pensando en términos de dolor, de fracaso, de
desilusión, de mentiras, de culpa, de miedo.
Ver la alegría, la felicidad, el amor, desde
nuestra mente, es nuestra elección para percibir el mundo real. Somos los
inventores del mundo que vemos.
Ejemplo-Guía: "Todos los políticos son
unos ladrones y unos mentirosos"
Con la lección de ayer, "no soy víctima del mundo que veo",
al aplicarla al ejemplo guía, nos permitió adquirir una visión más cercana
sobre nuestras opiniones y juicios dirigidos a los demás y, en particular, a
los representantes sociales. De este modo, aprendimos que no podemos creer que
somos víctimas de sus decisiones y posicionarnos en el papel de jueces,
conformándonos con condenarlos por sus actuaciones y quedándonos al margen de
la vivencia. Decíamos, que esos políticos están actuando como nuestros mejores
maestros, al actuar como espejos donde podemos ver nuestras proyecciones
mentales, las que juzgamos como buenas y nos llevan a convertirnos en
seguidores, y las que juzgamos como malas y nos llevan a convertirnos en
detractores y víctimas.
Bien, con esta nueva lección, avanzamos un poco más en la comprensión de la enseñanza de la causa y el efecto. Me gusta utilizar un símil para explicar la profundidad que encierra esta enseñanza. Es el símil del arquitecto.
La función principal de un arquitecto es
elaborar los planos y los diseños de los edificios, cuyo fin último es su
construcción. Un arquitecto cuenta en su mente con unos conocimientos
adquiridos en la universidad que le ha de permitir desarrollar su función.
El proceso es el siguiente. En primer lugar, se
le encarga un proyecto, por ejemplo, el
diseño de una biblioteca. Esa idea
inicial comienza a fluir en su mente. Alcanzado un tiempo, el arquitecto
comienza a "imaginar" posibles bocetos. En ese nivel de su conciencia
nada es concreto y definido, tan sólo son ideas. Podríamos decir, que su
"atención" va captando el material existente, en estado potencial, en
el nivel de las ideas. Es un ancho, diría infinito campo, donde se encuentran
potencialmente todas las ideas posibles. Nuestro arquitecto, presta atención a
unas y otras, hasta que se decide por una en particular. Es el boceto inicial.
Seguidamente y de manera inmediata, esa idea
inicial despierta un nuevo estímulo, al que llamaremos "deseo". Se
trata de una emoción que nos lleva a asociarlo con la idea inicial, hasta tal
punto que surge un sentimiento de "agrado" o "desagrado", o
lo que es lo mismo, "me gusta" o "no me gusta". Imaginemos
que le gusta. Ahora se siente motivado por continuar con su idea inicial. Se
siente pletórico y ese impulso le lleva a desarrollar los planos que
contemplarán, de forma técnica, las características del futuro edificio.
Una vez diseñado esos planos, con sus medidas
adecuadas, para nuestro arquitecto, el proyecto ha culminado. Ha traslado sus
ideas y sus emociones a través de su capacidad cognoscitiva y el resultado de
ello, es la plasmación teórica del edificio. Podemos decir, que dichos planos
son un anticipo de lo que será la obra cuando se encuentre construida. Pero le
falta el último y decisivo paso, para comprobar que el proyecto es válido y
reúne todas las condiciones contempladas en los planos. La construcción del
edificio permitirá al arquitecto comprobar si el proyecto diseñado es correcto
o requiere alguna corrección.
Este ejemplo nos permite comprender cuál es la relación causa y efecto. La causa es la fase 1, en la que el arquitecto con su mente capta una idea original. El efecto es la fase 4 y última, donde el arquitecto percibe externamente la construcción de su proyecto.
Es evidente que para cualquier observador que
haya seguido estas secuencias, estará capacitado para afirmar que la obra
construida tiene un único "inventor", un único responsable, el
arquitecto. No podría testimoniar que la obra ha sido fruto de la casualidad.
En la realidad del ego, la relación causa y
efecto, no es tan evidente, pues no relacionamos la fase 1 y la 4, esto es, no
relacionamos la mente con lo percibido.
Si estamos percibiendo políticos ladrones y
mentirosos, ese pensamiento debe formar parte de nuestra mente y de nuestros
deseos, si no, no los veríamos. Cuando los estamos juzgando, los estamos viendo
y, con ello, les estamos dando validez de autoría. Debemos entender con ello,
que en nuestra mente hemos captado ideas, de las cuales no somos, en ese nivel,
conscientes, ideas que hemos arropado con nuestros deseos y que hemos
proyectados sobre el mundo haciendo que tomen forma, de alguna manera u otra.
Esas ideas se han hecho realidad, pero como las hemos interpretado como
adecuadas, no hemos tomado conciencia de que no lo sean, es decir, el
arquitecto da por bueno su proyecto cuando percibe que su construcción es
correcta.
Si nosotros deseamos lo que no es nuestro y nos
apoderamos de ello; si nosotros deseamos ocultar la verdad a los demás y en su
lugar preferimos mentir para proteger nuestros intereses, tal vez en ese
momento decidamos creer que es lo correcto.
Cuando vemos personificado en los demás nuestro
propio comportamiento, cuya causa, no lo olvidemos, se encuentra en nuestra
mente, y ello nos lleva a condenarlo, es el momento de tomar nota y de
agradecer que nos está ayudando a ver, que hay un modo diferente de ver las
cosas.
Si nuestro arquitecto, una vez construido su
proyecto, comprobase que existen errores, para él esta circunstancia es una
invitación a rectificar la fase 1, pues lo que ha ideado no funciona. Cuando
haya realizado los cambios oportunos en ese nivel, en el nivel de la mente, la
forma cambiará.
Dejemos de criticar y de condenar a los
políticos y dirijamos nuestra atención a nuestros pensamientos y deseos. Será
en ellos, donde debemos llevar a cabo los cambios necesarios para que dejemos
de proyectar, dejemos de inventar, un mundo con esas características que
estamos repudiando.
Reflexión: ¿Eres consciente de tus deseos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario