CURACION DEL CIEGO BARTIMEO
46 Llegaron a Jericó. Al salir ya de Jericó, con sus discípulos y una
considerable turba, el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego que estaba
sentado junto al camino, 47 oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y
a decir: ¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí! 48 Muchos le increpaban para
que callase; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten piedad de mí! 49 Se
detuvo Jesús y le dijo: Llamadle. Llamaron al ciego, diciéndole: Animo,
levántate, que te llama. 50 Él arrojó su manto y saltando se allego a Jesús. 51
Tomando Jesús la palabra, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le
respondió: Señor, que vea. 52 Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al
instante recobró la vista, y le seguía por el camino.
En el
capitulo VIII, en el que estudiábamos el proceso de Transición del Agua al
Aire, asistimos a la curación de un ciego al que sanó, sacándole de su aldea,
de su mundo interno emocional, y poniéndole saliva en sus ojos.
Ahora,
una nueva tendencia del alma antigua se encuentra igualmente ciega; esta se
halla sentada en el camino, es decir, ese camino que la Nueva Consciencia está
recorriendo Acuario y que le está llevando hasta Jerusalem, la Ciudad de la
Paz, ese estado que debemos reconquistar.
Ya
hemos estudiado en capítulos anteriores que Jerusalem, está representando la
etapa paradisiaca a la que debemos retornar. A esta conclusión llegábamos, tras
relacionar cada letras de su nombre con su correspondencia numérica. Podríamos
seguir profundizando en este aspecto, es decir, utilizando la Gematría, para
obtener un nuevo aspecto de este estadio.
Si el
valor numérico de cada letra lo reducimos hasta su unidad, por ejemplo, si el
Lamed, es 12, su valor final sería 3. De este modo, cuando sumamos todos los
valores de las letras, recordémoslos: 10+20+6+21+12+10+24 y aplicamos el nuevo
método, obtendremos un nuevo valor.
1+2+6+3+3+1+6=
22. Esta cifra podríamos seguir reduciéndola hasta alcanzar nuevamente el 4,
pero el hecho de que sea el 22, lo vamos a utilizar, en esta ocasión, para relacionarlo
con el Tarot y de este modo ampliar la información que nos aporta el término
Jerusalem.
Si así
lo hacemos, obtenemos que el 22, se corresponde con el Arcano Mayor conocido
como el Mundo y cuya Letra Fuerza es el Tau.
Os
recomiendo consultar las publicaciones presentadas en este blog en el apartado
Tarot para profundizar sobre el significado de este Arcano, aquí nos
conformaremos con señalar que el Tau, nos revela la meta que debemos conquistar
en nuestra andadura espiritual, pues se convierte en el último Arcano de los
22. En la simbología del Mundo, nos aparece el cuerpo desnudo de una mujer con
un cetro en la mano y envuelta en una corona como símbolo de triunfo y poder.
En la carta encontraremos, igualmente, representaciones de los Cuatro Elementos,
indicándonos con ello, que hemos alcanzado el dominio de los mismos. La
desnudez de la mujer, refleja la pureza primigenia que debemos alcanzar al
final de nuestra andadura humana. Verdaderamente, este nuevo mensaje encaja y
añade valor al significado que ya dábamos a Jerusalem.
Se
trata en esta ocasión de un aspecto de la naturaleza humana vinculada con el
Cuerpo Mental, que al padecer de ceguera, nos está revelando su fijación al
Elemento Aire, es decir, a las ideas. Esa ceguera, es el fruto del fanatismo,
de la vanidad intelectual, a la falta de sensibilidad generada por la frialdad
mental.
La
crónica nos facilita una serie de pistas para que descubramos las
características de esta tendencia ciega. Nos indica, que llegaron a Jericó y al
salir de esa ciudad, se produce el encuentro con el hijo de Timeo, Bartimeo, un
mendigo ciego. La simbología de este pasaje es rica en detalles. Comencemos
analizando el significado de Jericó (Yeriho). Aplicándole, como hemos venido
haciendo, el conocimiento cabalístico, tenemos en primer lugar, las letras
sagradas que componen el nombre: Yod-Reish-Yod-He-Vav. Si aplicamos la
correspondencia numérica de este estadio, obtendremos lo siguiente:
10+20+10+5+6= 51= 6.
Con
este resultado, diremos que la ciudadela llamada Jericó, es la morada donde el
alma humana debe tomar conciencia de los trabajos que verdaderamente debe
realizar, es decir, cuando abordamos los trabajos de un Elemento, en este caso,
el correspondiente al mental, debe producirse ese encuentro donde debemos
integrar en nuestra conciencia los trabajos a realizar. Eso es lo que nos está
indicando el cronista, indicándonos que debemos pasar por Jericó-Consciencia,
como paso previo para alcanzar la capacidad para curar la naturaleza que está
ciega.
Sigamos
hacia adelante y descubriremos que dicha naturaleza enferma es el hijo de
Timeo; es decir, su Obra es la que esta ciega. Pero, ¿quién es Timeo?, ¿qué
representa este personaje?
El
nombre de Timeo, en hebreo esta compuesto por las letras-Fuerzas:
Teith-Yod-Mem-Aleph-Yod-Vav-Samekh. Su correspondencia numérica es la
siguiente: 9+10+13+1+10+6+15= 64= 10. Dicha correspondencia nos sitúa en el
Yod, es decir la fase regida por el signo de Acuario.
Por lo
tanto, ya tenemos que la obra enferma es la de Acuario. “Bar” significa
“hijo de” en arameo, un idioma similar al hebreo y la lengua común de
judíos palestinos de la época de Jesús. Por lo tanto, Bartimeo, es la obra de
Timeo-Acuario. Si queremos profundizar en su significado oculto, tan sólo
tendremos que añadir al término, ya estudiado de Timeo, las letras Beith y
Reish, cuyos valores son 2 y 20. El sumatorio de todas las letras que componen
el nombre, nos revela la Letra Fuerza He, esto es, la fuente, el manantial de
las emociones. Podemos deducir, que el hijo de Timeo permanece ciego porque las
emociones le mantienen apegado al individualismo propio de esta dinámica. Ya
hemos visto en otra parte de estas enseñanzas, como el Elemento Agua, es la
causa de la separación. Ahora nos encontramos en los trabajos del elemento
Aire, donde debemos comprender y asimilar la unificación.
El He,
es igualmente, la fuerza del Amor Puro y de la Fe. No es extraño, que ese
ciego, tras su movilización hacia el Arquetipo del Amor Crístico, Jesús, se
curase por su Fe.
La
ceguera de Bartimeo, la padeceremos todos en la medida en que pongamos
resistencia para ver la nueva Luz. Si continuamos con nuestras verdades,
protegiéndolas con un sin fin de argumentos, todos valiosos desde el punto de
vista material, estaremos quedándonos “atrás”, y poco a poco, nuestra visión se
resentirá, hasta que llegue el día en que no veamos nada.
Debemos
estar alertas. Nuestros pensamientos deben perder su rigidez y abrirse para
poder oír que Jesús de Nazaret pasará junto a nosotros. No titubeemos, no
dudemos cuando hasta nuestros oídos llegue el nombre del Maestro. Gritemos con
fuerzas: “¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!”, y si las tendencias
internas intentan acallarnos, gritemos aún con más fuerzas para llamar la
atención del Maestro.
Ese
grito no debemos confundirlo, pues no se trata de vociferar exteriormente; ese
grito va dirigido a nuestra consciencia, para que deje lugar al nuevo impulso
que ha de asentarse en ella. Abandonemos nuestras seguridades, nuestras
fijezas, nuestros escrúpulos y prejuicios, y pongámonos en el camino de
aquellos que han de seguir al Maestro.
Nuestra
búsqueda, nuestra insistencia, nuestra palabra, llegará hasta Él, quien nos
llamará para que caminemos hacia donde se encontraba. No debemos permanecer
postrados en el mismo lugar, pues ello, nos impedirá alcanzar la Nueva
Consciencia. Debemos actuar como Bartimeo; debemos arrojar nuestro manto, ese
manto que ha dado cobijo a nuestra naturaleza mental, pero que ya no nos sirve,
y dar un gran salto, pues este es el único modo de abandonar las viejas ideas y
adquirir las nuevas.
Tenemos
que tener claro, muy claro, lo que queremos alcanzar cuando Jesús, nos
pregunte: ¿qué quieres que te haga? Nuestra única petición debe ser: ¡Señor,
que vea! Si así lo hacemos, en verdad, que nuestra disponibilidad nos llevará a
recobrar la vista. Desde ese momento seguiremos al Maestro por el camino, es
decir, estaremos preparados para conquistar a la nueva tierra, la de Acuario, y
entrar triunfantes en Jerusalem, en la Ciudad de la Paz, en la “Tierra
Paradisiaca”.
Gracias Juan Jose por este blog.
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