sábado, 14 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 349

LECCIÓN 349

Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas por mí, y que en lugar de juzgarlas, les conceda a cada una un milagro de amor.

1. Así quiero liberar todas las cosas que veo; concediéndoles la libertad que busco. 2De esta manera obedezco la ley del amor, dando lo que quiero encontrar y hacer mío. 3Ello se me dará, porque lo he elegido como el regalo que quiero dar. 4Padre, Tus regalos son míos. 5Cada regalo que acepto me concede un milagro que puedo dar. 6Y al dar tal como quiero recibir, comprendo que Tus milagros de curación me pertenecen.


2. Nuestro Padre conoce nuestras necesidades, 2y nos concede la gracia para satisfacerlas todas. 3Y así, confiamos en que Él nos enviará milagros para bendecir al mundo y sanar nuestras men­tes según regresamos a Él.

¿Qué me enseña esta lección? 

Hoy he recibido la visita de viejas sombras del pasado, que me invitaban a enfrentarme al recuerdo del miedo, del temor. Son miedos, de los que desconozco, conscientemente, su procedencia, pero que sin duda consiguen dañar mi integridad.

He sido totalmente consciente de la situación vivida. La he afrontado con calma, con paz, con amor. Mentalmente, lo que en otro momento era interpretado como una agresión, en esta lo he enfocado como un regalo para restituir mi salud.

He sido capaz de ver el conjunto de la vivencia de una manera diferente. A pesar de todos los contratiempos encontrados en el camino, he mantenido la tranquilidad necesaria para no dejarme llevar por la tensión causada por el dolor físico. Había entregado, en manos del Espíritu Santo, la situación que estaba viviendo. Ello me aportaba la certeza de que todo cuanto ocurriera sería beneficioso para mi aprendizaje.

Mi fuerza física se sentía muy mermada. Sin embargo, la fuerza espiritual me aportaba el aliento necesario para sentirme seguro y protegido. Gracias a ese estado de bienestar interno, he podido percibir cómo mi cuerpo ha respondido con agradecimiento a la ayuda recibida. El tratamiento recibido ha hecho su efecto y me siento muy recuperado.

Hoy he aprendido cómo todo cambia cuando afrontamos las vivencias con amor y agradecimiento. Las dificultades se viven de otra manera y los impedimentos dejan de serlo.


Ejemplo-guía: "Una nueva visión, una nueva experiencia"

¿No os ha pasado nunca que cuando vemos una película por segunda vez, nuestras impresiones, sensaciones y vivencias son otras bien distintas?

La película es la misma. La única diferencia (menuda diferencia) es que ya no somos la misma persona que la vio por primera vez, y no lo somos, por la sencilla razón de que la vemos con una mirada diferente.

En ocasiones, hemos percibido imágenes que nos han despertado nuestros miedos. Esa primera impresión nos ha calado tan profundamente que nuestro cuerpo ha reaccionado de manera condicionada por ese miedo. Sin embargo, en ese momento, se ha encendido una luz y ello nos ha permitido percibir esa imagen, a priori, tenebrosa, como la silueta de un objeto proyectada como una grotesca sombra que invitaba a la imaginación a recrear ilusorias sensaciones. 

A partir de esa nueva visión, todo cambia. Nuestro cuerpo ya no sufre los efectos procedentes de la causa motivada por el miedo en nuestra mente. Pues bien, lo que llamamos realidad en este mundo son falsas e ilusorias imágenes proyectadas como tenebrosas sombras y que nos causan un profundo miedo. La experiencia se convierte en el preámbulo de la nueva visión que nos permitirá mirar con otros ojos y sustituir la ilusión por la verdad.

Si hasta ahora hemos experimentado bajo la visión del ego, nuestras experiencias justifican el miedo, el dolor, el sufrimiento, pues esa visión está condicionada por un sistema de pensamiento y creencias basadas en la ilusión de que somos seres separados.

La Visión de Cristo, la mirada del perdón, nos llevará a una percepción distinta, pues veremos unidad en vez de separación. Las experiencias consecuentes con esa Visión, serán vivencias liberadoras, donde gozaremos de la Gracia y de la Dicha Divina, efectos estos de ver la inocencia en nuestro interior y en cada uno de nuestros hermanos.

Reflexión: Aquello que quiero recibir es lo que doy.

viernes, 13 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 348

LECCIÓN 348

Ni mi ira ni mi temor tienen razón de ser, pues Tú me rodeas. Y Tu gracia me basta para satisfacer cualquier necesidad que yo perciba.


1. Padre, déjame recordar que Tú estás aquí y que no estoy solo. 2Pues estoy rodeado de un Amor imperecedero. 3No hay razón para nada, excepto para la paz y alegría perfectas que comparto Contigo. 4¿Qué necesidad tengo de ira o de temor, 5cuando lo único que me rodea es la seguridad perfecta? 6¿Cómo puedo sentir miedo cuando la eterna pro­mesa que me hiciste jamás se aparta de mí? 7Estoy rodeado de perfecta impecabilidad. 8¿Qué puedo temer, cuando la santidad en la que Tú me creaste es tan perfecta como la Tuya Propia?

2. La gracia de Dios nos basta para hacer todo lo que Él quiere que hagamos. 2Y eso es lo único que elegimos como nuestra voluntad, así como la Suya.

¿Qué me enseña esta lección? 

El Amor nos ofrece un camino de paz, de alegría, de felicidad. El miedo nos ofrece un camino de odio, de ira, de temor, de tristeza, de infelicidad, de amargura, de dolor.

Si nos ofreciesen, con total garantía, elegir uno de esos dos caminos, ¿cuál elegiríamos?

Parece fácil la respuesta: el del amor. ¿Quién podría elegir el camino del sufrimiento, teniendo a su alcance el de la dicha?

Sin embargo, a pesar de que esa respuesta nos parece fácil y lógica, no debe serlo, pues elegimos, permanentemente, el camino del dolor. ¿Por qué?

La respuesta es, por temor. Sentimos miedo al amor. Nos hemos identificado tanto con el mundo material, con el mundo de la percepción, que nos parece imposible reconocer que nuestra condición natural es la inocencia, la impecabilidad, la abundancia, la plenitud, y no la necesidad y la escasez. Pensamos que dando, perdemos lo que damos, cuando en verdad, es dando como recibimos.

Nuestro temor tiene una procedencia ancestral. Se basa en la falsa creencia de que hemos violado la Ley de Dios, lo que nos lleva a ser víctimas de su cólera, de su ira.

Proyectamos nuestra visión sobre Él y le otorgamos nuestras frustraciones. Vemos nuestra ira, nuestro odio, nuestro instinto vengativo en Él, cuando en realidad nos pertenece.

Nuestro Creador es Amor y nos ha creado de ese Amor, por lo tanto, somos Amor.

¿Qué podemos esperar del Amor? Tan solo Amor.


Ejemplo-guía: "Despojándonos de nuestras viejas y falsas vestiduras".

Al leer el contenido de esta lección, se me ha venido a la mente la idea que comparto con todos vosotros y que da título al ejemplo-guía de hoy: "despojarse de las viejas vestiduras".

He tenido una visión, en la que me veía cubierto por viejos y pesados ropajes. Todos ellos eran reconocibles, pues se trataba de ropa elegida por mí con el único propósito de que me aportase la imagen deseada para cada ocasión.

Lo curioso de esa escena era que cada vestidura se superponía una a la otra, formando un grueso equipaje ambulante que me acompañaba en cada instante. Sentía el pesado fardo sobre mi cuerpo, pero a pesar de haberse convertido en un obstáculo que me impedía caminar con soltura y libertad, no me sentía llamado a despojarme de ninguna de aquellas prendas. Me decía: "Puedes desechar este abrigo que se encuentra deshilachado", pero al mismo tiempo, cuando todo parecía que me iba a desprender de él, otra voz me advertía: "¿Estás seguro de lo que vas a hacer? Ten en cuenta que el invierno es largo y puedes añorar el no contar con esa prenda de abrigo que tantos momentos de confort te ha aportado". Entonces, desisto de la idea de abandonarla, lo que hubiese supuesto el experimentar un poco de más libertad.

Estas proyecciones de mi mente me trasladan a una nueva visión, que intuyo más cercana a la verdad. Un nuevo escenario toma vida ante mis nuevos ojos. En esta ocasión, veo con total nitidez cómo voy despojándome de mis viejas vestiduras. Con cada prenda, noto que me siento más ágil, más libre, más animado. Pensé que por unos momentos iba a percibir las inclemencias del tiempo externo, pero, de manera milagrosa, no consigo percibir esa sensación. En su lugar, sí percibo una cálida brisa que envuelve a mi cuerpo, ahora desnudo, aportándole una grata sensación de bien-ser.

Comprendo, gracias a estas proyecciones que mi mente, tan generosamente, me ha ofrecido, que todas y cada una de las vestiduras que nos han acompañado a lo largo y ancho de este mundo han tenido su papel estelar y nos han llevado a un punto del camino en el que ya no podemos continuar con ellas, pues lo que nos aguarda más allá no da valor a sus prestaciones. Es necesario renacer a nuestra desnudez primigenia, ese estado de Ser que nos hace Uno con nuestro Creador. Ese instante supone el renacer del Espíritu y el fin de la personalidad pasajera, del ego. Ese instante supone el triunfo del amor sobre el miedo; el triunfo de la unidad sobre la falsa creencia en la separación; supone el triunfo de la inocencia sobre la creencia en el pecado; el triunfo de la impecabilidad sobre la culpa; el triunfo de la vida sobre la muerte, de la eternidad sobre el tiempo, de la verdad sobre la ilusión.

Reflexión: ¡Padre!¿Cómo puedo sentir miedo cuando la eterna pro­mesa que me hiciste jamás se aparta de mí?

Capítulo 16. V. La decisión de alcanzar la compleción (5ª parte).

  V. La decisión de alcanzar la compleción (5ª parte). 

13. No veas en la relación especial más que el intento absurdo de querer anteponer otros dioses a Él, y de, al adorarlos, encubrir su pequeñez y la grandeza de Dios. 2En nombre de tu propia com­pleción no desees esto. 3Pues cualquier ídolo que antepongas a Él se antepone a ti y usurpa el lugar de lo que verdaderamente eres. 

El ritual es un intento fallido por hacernos recordar lo que hemos olvidado y seguimos olvidando con suma facilidad. El ritual y la forma ocultan el verdadero significado de lo esencial. La forma no es más que una contorsionada sombra de la luz proyectada por la verdad. Esas sombras son confundidas con la verdad y se convierten en su sustituto.

Cuando en una relación hay amor verdadero, las partes comparten dicha relación desde la libertad. A los ojos de Dios, esta relación es bendita, pues el propio Amor que los ha unido la bendice. "Y lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre".

14. La salvación reside en el simple hecho de que las ilusiones no son temibles porque no son verdad. 2Te parecerán temibles en la medida en que no las reconozcas como lo que son, y no las reco­nocerás como lo que son en la medida en que desees que sean verdad. 3En esa misma medida estarás negando la verdad y no llevando a cabo la simple elección entre la verdad y las ilusiones; entre Dios y las fantasías. 4Recuerda esto, y no te resultará difícil percibir la elección exactamente como es, y sólo como es.

La salvación no será una realidad para nosotros hasta que comprendamos que no podemos salvarnos solos, que no es un trato especial e individual entre Dios y nosotros. La salvación simboliza alcanzar el Cielo, y el Cielo es el símbolo de la unidad. Por lo tanto, la salvación se completará cuando nos unamos al resto de la Filiación.

15. El núcleo de la ilusión de la separación reside simplemente en la fantasía de que es posible destruir el significado del amor. 2Y a menos que se restaure en ti el significado del amor, tú que com­partes su significado no podrás conocerte a ti mismo. 3La separa­ción no es más que la decisión de no conocerte a ti mismo. 4Todo este sistema de pensamiento es una experiencia de aprendizaje cuidadosamente urdida, diseñada para apartarte de la verdad y conducirte a las fantasías. 5Mas por cada enseñanza que pueda hacerte daño, Dios te ofrece corrección y el escape total de todas sus consecuencias.

Así es. La ilusión de la separación representa el olvido de que somos Hijos del Amor. Representa nuestro culto a un falso dios, el cual nos exige que adoremos al miedo, al pecado, a la culpa, al sacrificio, en sustitución del amor, de la impecabilidad, de la pureza, de la felicidad.

16. Decidir entre si escuchar o no las enseñanzas de este curso y seguirlas, no es sino elegir entre la verdad y las ilusiones. 2Pues en este curso se hace una clara distinción entre la verdad y las ilusiones y no se confunden en absoluto. 3¡Qué simple se vuelve esta elección cuando se percibe exactamente como es! 4Pues sólo las fantasías hacen que elegir sea confuso, pero las fantasías son totalmente irreales.

Este punto nos hace conscientes de que escuchar o no las enseñanzas de este curso y seguirlas es elegir entre la verdad y las ilusiones. Si elegimos seguirlas, estaremos eligiendo el Amor Incondicional por encima del amor especial.

17. Éste es, pues, el año en que debes llevar a cabo la elección más fácil a la que jamás te hayas enfrentado, y también la única. 2Cru­zarás el puente que conduce a la realidad simplemente porque te darás cuenta de que Dios está al otro lado y de que aquí no hay nada en absoluto. 3Es imposible no llevar a cabo la elección que naturalmente llevarías a cabo si te dieses cuenta de esto. 

Es mi voluntad compartir con vosotros la elección correcta de cruzar ese puente que nos conducirá hasta la realidad, hasta la visión de lo que somos. Os invito a realizar juntos ese camino, esa andadura. Adelante. 

jueves, 12 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 347

LECCIÓN 347

La ira procede de los juicios. Y los juicios son el arma que utilizo contra mí mismo a fin de mantener el milagro alejado de mi


1. Padre, deseo lo que va en contra de mi voluntad, y no lo que es mi voluntad tener. 2Rectifica mi mente, Padre mío, 3pues está enferma. 4Pero Tú has ofrecido libertad, y yo elijo reclamar Tu regalo hoy. 5Y así, le entrego todo juicio a Aquel que Tú me diste para que juzgara por mí. 6Él ve lo que yo contemplo, sin embargo, conoce la verdad. 7ÉI ve el dolor, mas comprende que no es real, y a la luz de Su entendimiento éste sana. 8Él concede los milagros que mis sueños quieren ocultar de mi conciencia. 9Que sea Él Quien juzgue hoy. 10No conozco mi voluntad, pero Él está seguro de que es la Tuya. 11Y hablará en mi nombre e invocará Tus milagros para que vengan a mí.

2. Escucha hoy. 2Permanece muy quedo, y oye la dulce Voz que habla por Dios asegurarte que Él te ha juzgado como el Hijo que Él ama.

¿Qué me enseña esta lección? 

Me pregunto cómo podemos ayudarnos a no juzgar, cuando nuestra mente está diseñada para comprender, analizar, dilucidar, escudriñar, reconocer la verdad, aprender…

Desde que nacemos, nos inducen a sacar conclusiones de las experiencias vividas. La educación que recibimos nos condiciona a la hora de lo que debemos y no debemos pensar. Esto es bueno, esto otro es malo. La mente se ve sometida, obligada, a emitir juicios de valores para determinar lo que es bueno, de lo que no lo es. Aquello que determinamos como malo lo condenamos, en un intento de expulsarlo de nuestras vidas, no sea que nos contagie.

Hemos aprendido a dar un uso analítico a la mente. Nos han enseñado que hay que juzgar, y cuando lo hacemos, no podemos menos que justificar que nos encontramos separados unos de otros y, haciendo honor a esa creencia, entendemos que es lícito juzgar para protegernos de lo que no nos conviene. Ese es el argumento del ego y el camino que nos conduce a experimentar el dolor, el sufrimiento, el castigo, la ira, el miedo, la venganza, la enfermedad, la muerte.

Si nuestra visión, en cambio, nos hace ver la realidad, nos permitirá construir nuestras vidas con los pilares del Amor y la Unidad. Entonces, sólo entonces, dejaremos de emitir juicios por nuestra cuenta (de separación), pues sería absurdo condenar al otro, cuando ese otro y nosotros formamos una misma unidad.

El milagro tan solo es posible cuando actuamos con amor. Cuando juzgamos por nuestra cuenta, cuando juzgamos desde la separación, ese amor no existe. Es por ello que el juicio es el pensamiento que nos impide gozar del milagro.

Juzgamos, muchas veces, en un intento de corregir nuestros errores. Sin embargo, ese juicio, al estar ausente de amor, nos impide disfrutar del verdadero antídoto contra el error, el milagro. El juicio nos lleva a sentir culpa, y la culpa despierta a la bestia del castigo.

Ejemplo-guía: "¿Entendemos el papel del juicio?

"No juzguéis y no seréis juzgados"; lo que quiere decir es que, si juzgas la realidad de otros, no podrás evitar juzgar la tuya propia (T.3.VI.1:4).

He elegido este ejemplo-guía, conocedor de que el tema del "juicio" y del "juzgar" no siempre es bien entendido, y dicha confusión da lugar a conflictos mentales, pues el hecho de no juzgar se interpreta como una invitación a no discernir, a no entender, a no comprender, función propia de la mente que ha olvidado la Fuente del Conocimiento.

Sinceramente, yo mismo me he encontrado argumentando en ocasiones que el juicio, en su faceta condenatoria, debe ser evitado. Pero dicha afirmación es cierta a medias. Si nos quedamos tan solo con la idea de que el juicio condenatorio hay que evitarlo por el daño que causamos a los demás, estamos obviando lo esencial; nos estamos quedando con los efectos de tal acto, cuando la corrección que debe llevarse a cabo es a nivel de la causa, es decir, si vemos la condena del otro, es porque en nuestra mente hay condena. Es a ese nivel donde debe producirse la ausencia de juicio, es decir, debe producirse la visión de la inocencia, de la impecabilidad. Condenar fuera, cuando la realidad es que nos estamos condenando a nosotros mismos, nos lleva al comportamiento errado de la mente.

Ver el mundo que hemos fabricado nos llevará a juzgar, pues juzgar es una función de la mente, la misma que nos ha llevado a "juzgar por nuestra cuenta" y a ver una realidad que es ilusoria: el mundo que percibimos. Por lo tanto, entendiendo que la causa original que ha dado lugar al mundo que percibimos es la mente, será, igualmente desde la mente que deberemos corregir el error, o lo que es lo mismo, será el juicio correcto (mente recta=Espíritu Santo) el que nos permita percibir correctamente.

En este sentido, el juicio debemos entenderlo como la acción que ha de llevarnos a entender, reflexionar, comprender, discernir, meditar, convirtiéndose en el fiel aliado de la conciencia. 

De todos modos, este escenario que estamos describiendo, no podemos olvidarlo, pertenece al mundo del sueño. El juicio ha dado lugar al mundo de la percepción, al mundo de la separación. Si no creyésemos estar separados, gozaríamos del Conocimiento, el cual no evalúa. Así lo expresa el Curso:

"La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percep­ción, pero no el conocimiento. He hecho referencia a esto ante­riormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. Los juicios siempre entrañan rechazo. Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto, permanece en tu mente porque ha sido percibido. Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. Obvia­mente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca" (T-3.VI.2:1-12).  

"No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. Toda incerti­dumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar. No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. En presencia del conocimiento, todo juicio queda automáticamente suspendido, y este es el proceso que le permite al conocimiento reemplazar a la percepción" (T-3.VI.3:1-6).

Reflexión: Entregar todos nuestros juicios al Espíritu Santo.

Capítulo 16. V. La decisión de alcanzar la compleción (4ª parte).

 V. La decisión de alcanzar la compleción (4ª parte). 

10.  Si percibieses la relación especial como un triunfo sobre Dios, ¿la desearías? 2No pensemos en su naturaleza aterrante, ni en la culpabilidad que necesariamente conlleva, ni en la tristeza, ni en la soledad. 3Pues esos no son sino atributos de la doctrina de la separación, y de todo el contexto en que se cree que ésta tiene lugar. 4El tema central de su letanía al sacrificio es que para que tú puedas vivir Dios tiene que morir. 5Y ése es el tema que se exterioriza en la relación especial. 6Mediante la muerte de tu yo, crees poder atacar al yo de otro, arrebatárselo, y así reemplazar al yo que detestas. 7Y lo detestas porque piensas que no te ofrece la clase de especialismo que tú exiges. 8Y al odiarlo lo conviertes en algo ínfimo e indigno porque tienes miedo de él.

La visión de un yo pecador nos lleva a adquirir una identidad diferente, es decir, nos lleva a mirar hacia el exterior y descubrir a ese "yo ideal" en el otro. Esa dinámica es totalmente inconsciente, y nos lleva a creer que la relación especial ha de aportarnos la compleción que añoramos. El error está claramente formulado. Estamos juzgándonos de manera condenatoria. Estamos castigándonos por la falsa creencia de que hemos pecado, que hemos infringido las leyes de Dios.

Hemos olvidado lo que somos. Hemos olvidado que somos puros e inocentes y que los ropajes que hemos adquirido y que nos ofrecen otra identidad diferente no son más que aspectos ilusorios e inventados para ocultar una errónea creencia. Nuestro estado esencial de pureza es la desnudez. Ocultar nuestra realidad no es más que un intento de ocultar nuestra naturaleza pecadora, la cual nadie nos la ha impuesto, sino que ha sido nuestra elección.

La corrección de este error se subsana con mirar sin miedo a nuestro interior y descubrir que aún somos como Dios nos ha creado.

11.  ¿Cómo podrías conferirle poder ilimitado a lo que crees haber atacado? 2La verdad se ha vuelto tan temible para ti, que a menos que sea débil, insignificante e inmerecedora de que se le otorgue valor, no te atreverás a mirarla de frente. 3Piensas que estás más a salvo dotando al pequeño yo que inventaste con el poder que le arrebataste a la verdad al vencerla y dejarla indefensa. 4Observa la precisión con que se ejecuta este rito en la relación especial. 5Se erige un altar entre dos personas separadas, en el que cada una intenta matar a su yo e instaurar en su cuerpo otro yo que deriva su poder de la muerte del otro. 6Este rito se repite una y otra vez. 7Y nunca se completa, ni se completará jamás. 8El rito de comple­ción no puede completar, pues la vida no procede de la muerte, ni el Cielo del infierno.

Nadie puede dar lo que no tiene. Esta verdad es aplicable al sistema de pensamiento del ego, lo que se traduce en lo siguiente: ¿Cómo puede surgir la compleción desde la creencia en la separación? ¿Cómo puede el infierno sustituir al Cielo? ¿Cómo puede el amor especial aportar amor incondicional? ¿Cómo puedo encontrar felicidad cuando mi alimento mental es el miedo?

12. Cada vez que alguna forma de relación especial te tiente a bus­car amor en ritos, recuerda que el amor no es forma sino conte­nido. 2La relación especial es un rito de formas, cuyo propósito es exaltar la forma para que ocupe el lugar de Dios a expensas del contenido. 3La forma no tiene ningún significado ni jamás lo ten­drá. 4La relación especial debe reconocerse como lo que es: un rito absurdo en el que se extrae fuerza de la muerte de Dios y se trans­fiere a Su asesino como prueba de que la forma ha triunfado sobre el contenido y de que el amor ha perdido su significado. 5¿Desea­rías que eso fuese posible, aparte de que es evidente que no lo es? 6De ser posible, te habrías convertido a ti mismo en un ser inde­fenso. 7Dios no está enfadado. 8Simplemente no pudo permitir que eso ocurriese. 9Y tú no puedes hacer que Él cambie de parecer al respecto. 10Ningún rito que hayas inventado en el que la danza de la muerte te deleita puede causar la muerte de lo eterno, 11Ni aquello que has elegido para sustituir a la Plenitud de Dios pue­de ejercer influencia alguna sobre ella.

El sistema de pensamiento del ego no puede ofrecer valores trascendentes y eternos, pues su falsa realidad se basa en la percepción de las formas y en la negación de todo aquello que no perciba. Por lo tanto, el Amor Incondicional, que es la esencia del Espíritu, no se contempla en las creencias del ego, lo que le lleva a inventar un "sustituto" que sí cumpla con los requerimientos de su sistema de pensamiento, esto es, haciendo prevalecer la forma por encima del contenido, de la esencia.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 346

LECCIÓN 346

Hoy me envuelve la paz de Dios, y me olvido de todo excepto de Su Amor.

1. Padre, al despertar hoy los milagros corrigen mi percepción de todas las cosas. 2Y así comienza el día que voy a compartir Contigo tal como compartiré la eternidad, pues el tiempo se ha hecho a un lado hoy. 3No ando en pos de cosas temporales, por lo tanto, ni siquiera las veré. 4Lo que hoy busco trasciende todas las leyes del tiempo, así como las cosas que se perciben en él. 5Quiero olvidarme de todo excepto de Tu Amor. 6Quiero morar en Ti y no saber nada de ninguna otra ley que no sea Tu ley del amor. 7Quiero encontrar la paz que Tú creaste para Tu Hijo, y olvidarme, conforme contemplo Tu gloria y la mía, de todos los absurdos juguetes que fabriqué.

2. Y al llegar la noche, recordaremos únicamente la paz de Dios. 2Pues hoy veremos qué clase de paz es la nuestra, cuando nos olvidamos de todo excepto del Amor de Dios.


¿Qué me enseña esta lección?

La sincronicidad, ese hilo de tintes mágicos que nos acompaña cuando decidimos ajustar nuestro comportamiento a las Leyes Cósmicas, me ha visitado en el día de hoy. El primer pensamiento del día, nada más despertar, me hizo consciente de mi voluntad de ponerme al servicio del amor y sentirme un hacedor de milagros.

Por encima de todo, deseaba ser consciente de que soy un mensajero de la Ley del Amor y quería demostrarlo haciendo posible la manifestación del milagro. 

Ese pensamiento me llevó a tomar consciencia de algunos errores que me invitaban a ser corregidos. Comprendí que esa visión era fruto de que el milagro se estaba haciendo consciente en mí. Ese paso es indispensable, pues de lo contrario, no podremos dar lo que no tenemos. Lo damos, porque lo hemos recibido y dándolo, lo recibiremos nuevamente.

Cuando leí el contenido de la lección de hoy, me di cuenta de que durante el sueño debí recibir información sobre su contenido y al despertar se hizo consciente.

Puedo afirmar que mi corazón añora, por encima de todo, sentir la Paz de Dios. Tan sólo existe un camino para poder satisfacer esa añoranza: amar sin descanso, amar eternamente, amar conscientemente, amar, pues nuestra condición es, sencillamente, amar.

Ejemplo-guía: "La paz tan solo tiene un camino, y ese camino es amar".

Me pregunto cómo sería nuestra existencia en ausencia del miedo, en ausencia de todo el significado temporal que le otorgamos a las cosas de este mundo. 

Me pregunto cómo sería nuestra vida si, en vez de dirigir todos nuestros pensamientos en la obtención y logro de nuestros deseos materiales, los dirigiésemos únicamente hacia el propósito de construir un mundo donde compartir el amor sea una realidad.

Tendrían que cambiar muchas cosas. Tendríamos que comenzar cambiando nuestras creencias. Sustituir el miedo significa que hemos alcanzado la visión real de lo que somos y, por lo tanto, estamos en condiciones de ver con la Visión de Cristo. Desde esa rectificación, la semilla de la unidad debe extenderse a través de la educación. Los hogares, las familias, se convertirán en el seno donde debe crecer la nueva idea, como el germen de donde ha de emanar el amor. En este sentido, el amor de sangre debe dar paso al amor unificador que fluye desde la Fuente donde hemos sido creados.

A esta altura del aprendizaje, ya debe quedarnos claro que la paz solo es posible cuando experimentamos desde la conciencia del amor. No es posible experimentar paz cuando nuestros pensamientos sirven a la creencia de la separación, del pecado y de la culpa.

Si nos vemos separados, alimentaremos el ataque. Si nos creemos pecadores, la culpa exigirá redención, dolor y sufrimiento.

Si nos vemos unidos, formando parte de una misma Filiación, compartiremos la visión de la inocencia, de la invulnerabilidad, de la impecabilidad.

Reflexión: Nacimos del Amor, somos Amor y vivimos en el Amor.

Capítulo 16. V. La decisión de alcanzar la compleción (3ª parte).

V. La decisión de alcanzar la compleción (3ª parte). 

7. Lo más curioso de todo es el concepto de yo que el ego fomenta en las relaciones especiales. 2Este “yo" busca relaciones para com­pletarse a sí mismo. 3Pero cuando encuentra la relación especial en la que piensa que puede lograrlo, se entrega a sí mismo, y trata de "intercambiarse" por el yo del otro. 4Eso no es unión, pues con ello no hay aumento ni extensión. 5Cada uno de ellos trata de sacrificar el yo que no desea a cambio de uno que cree que pre­fiere. 6se siente culpable por el "pecado" de apropiarse de algo y de no dar nada valioso a cambio. 7¿Qué valor le puede adjudicar a un yo del que quiere deshacerse para obtener otro "mejor"?

Los mecanismos del ego son profundamente confusos y todos ellos están basados en una misma causa, la creencia en ser especial y diferente a los demás, es decir, en la creencia en la separación. Lo que ve en su interior no le gusta y trata de ocultarlo a los demás, lo que le lleva a dirigir su mirada desde su interior al exterior y a proyectar sobre los demás sus propios juicios condenatorios, lo que le lleva a juzgar y a condenar al otro.

Su visión interior, al ser rechazada, busca en el exterior el aspecto que considera debe adquirir para sentirse amado (necesidad de amarse a sí mismo). Esta dinámica le lleva a adoptar la personalidad del otro, renunciando a la suya propia (la cual rechaza), despertando en su conciencia el sentimiento de culpa por usurpar lo que no le pertenece (recuerdo ancestral de adoptar una identidad diferente a la de Su Creador).

En ese tipo de relación especial, el ego confunde el amor especial con el amor incondicional. La evidencia de que esto es así se demuestra cuando sometemos ese amor especial a la prueba de la verdad: ¿aporta libertad a la relación?

8. Ese otro yo "mejor" que el ego busca es siempre uno que es más especial. 2Y quienquiera que parezca poseer un yo especial es "amado" por lo que se puede sacar de él. 3Cuando ambos miem­bros de la relación especial ven en el otro ese yo especial, el ego ve "una unión bendecida en el Cielo". 4Pues ni uno ni otro recono­cerá que ha pedido el infierno, y, por lo tanto, no interferirá en la ilusión que el ego tiene del Cielo, y que le ofrece para que suponga un obstáculo para éste. 5Pero si el contenido de todas las ilusiones es el miedo, y sólo el miedo, la ilusión del Cielo no es más que una forma "atractiva" de miedo en la que la culpabilidad está profundamente soterrada y se manifiesta en forma de “amor".

¿Aporta libertad a la relación el amor especial? El ego cree que sí, por lo que le lleva a instituir en el ritual del sacramento del matrimonio la frase: ¡Que el Cielo bendiga esta relación! Y todos contentos.

Pero ya hemos visto que el amor especial no aporta libertad a la relación. Lo único que aporta es culpa y miedo. El miedo a perder ese amor especial, esa identificación con el yo que deseamos adoptar para sentirnos amados, nos llevará a poner límites en las condiciones de la relación, lo que se convertirá en un sentimiento corrosivo que acabará con ella.

No tardaremos en proyectar nuestra propia culpa sobre el otro, y no tardaremos en juzgar cada uno de sus actos, los cuales ya no serán inspiradores para sentirnos amados, sino que serán el reflejo vivo de aquello que ocultamos.

9. El atractivo del infierno reside únicamente en la terrible atrac­ción de la culpabilidad, que el ego ofrece a los que depositan su fe en la pequeñez. 2La convicción de pequeñez se encuentra en toda relación especial, ya que sólo los que se consideran a sí mis­mos necesitados podrían valorar el especialismo. 3Exigir que se te considere especial, y la creencia de que hacer que otro se sienta especial es un acto de amor, hace del amor algo odioso. 4El verda­dero propósito de la relación especial -en estricta conformidad con los objetivos del ego es destruir la realidad y substituirla por ilusiones. 5Pues el ego en sí es una ilusión, y sólo las ilusiones pueden dar testimonio de su "realidad".

Las relaciones especiales están basadas en el amor especial, en el amor de ser diferentes de los demás. Dicho de otro modo, las relaciones especiales están basadas en la creencia en que somos pecadores y, por lo tanto, en la creencia en que somos culpables por nuestros pecados. La separación es consecuencia del estado de sueño en el que se encuentra nuestra conciencia. Todo sueño es irreal e ilusorio. Por lo tanto, la relación especial no puede llevarnos a la verdad, a la realidad de lo que somos. No puede llevarnos a percibir el verdadero amor.

Para deshacer ese error, debemos llevar la ilusión hasta la realidad, es decir, debemos llevar el amor especial (creencia en la separación) hasta el amor incondicional (creencia en la unicidad). Ese cambio de percepción nos abrirá las puertas del Cielo y nos librará de la falsa creencia en el infierno. Al liberarnos del pecado, nos libraremos, igualmente, de la culpa y dejaremos de ver la culpa en los demás.

martes, 10 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 345

LECCIÓN 345

Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.


1. Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo. 2Y cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor, es universal. 3Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. 4Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo. 5Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. 6Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que cualquier otro regalo que yo pueda hacer. 7Así pues, déjame hoy hacer solamente este regalo, que al haber nacido del verdadero per­dón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte.

2. Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. 2La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. 3Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido.

¿Qué me enseña esta lección? 

El mejor regalo que puedo compartir con mis hermanos es la visión de la inocencia. En esa visión, va implícito el acto del perdón, el más elevado gesto de amor que podemos experimentar en el plano material.

Al ver la inocencia en los demás, estoy dando mi propia impecabilidad, lo que propiciará que reciba de retorno una respuesta libre de juicios y condenas.

Es la Ley del Amor: recibimos lo que damos. 

La visión de la Inocencia hace posible el estado de conciencia de unión con nuestro Creador. Es imposible sentirse culpable y ser uno con Dios, pues el propio sentimiento de culpa nos priva de esa visión. La culpa es el efecto, la consecuencia de sentirnos pecadores, y el pecado es una fabricación, una creencia errónea de que estamos separados de Dios.

Ser inocentes nos permite gozar de la Paz de Dios. En ese estado de paz, nuestra condición natural, podemos extenderla a nuestro alrededor y el efecto que conseguiremos será el milagro.

Cuando dejamos de gozar de ese estado, cuando nos dejamos llevar por los conflictos y problemas del mundo material, perdemos la capacidad para compartir nuestra luz, pues nos encontramos en un momento de oscuridad. Esa identificación de la mente nos impide dar testimonio del amor, el vehículo del milagro, y al no poder darlo, tampoco podremos gozar de la experiencia de recibirlo.

Si queremos recibir el regalo que acompaña al acto de amar, debemos estar en paz con nosotros mismos; es decir, debemos sentirnos parte Una con Dios y con Su Hijo, la Filiación Divina, de la que formamos parte.

Amén.

Ejemplo-Guía: "No podemos recibir lo que no damos y no podemos dar lo que no tenemos".

Parece un juego de palabras, pero si reflexionamos sobre su mensaje, descubriremos que no es posible dar si no tenemos, lo que significa que partimos desde el inicio, desde la condición de tener. Pero ese "tener", cuando lo vemos con los ojos del espíritu, con la Visión Crística y con la Mente Recta, está revelando el estado innato del Ser.

Dios es Eternidad y es Presencia. Dios está, por lo tanto, en todo lo que vemos. Dios Es. El Hijo de Dios, creado a Su Imagen y Semejanza, adquiere esa misma condición, por lo que podemos decir que somos dioses en potencia; luego somos Eternidad y Presencia. El Hijo de Dios, Es.

En esa afirmación va implícita la idea de que tanto Dios como Su Creación, el Hijo de Dios, son expresiones de Abundancia, de Plenitud. Es desde este sentido que podemos afirmar que el Hijo de Dios lo es Todo.

Si no fuera así, no podría dar nada. Pero siendo Todo, puede darlo Todo. La falta de conciencia de lo que realmente somos, y la identificación con el mundo de la ilusión, cambia las leyes del Amor por las leyes del miedo, lo que significa que nos creemos seres escasos y necesitados. Desde esta visión limitada y errónea, albergamos la creencia de que perdemos cuando damos. Para no perder, atacamos.

Ayer, tuve ocasión de ver una película de ciencia ficción, titulada "In Time", cuyo guión nos enseña mucho sobre la dinámica de dar-recibir. No me voy a extender en ello, pero os aconsejo que la veáis; os gustará.

El dar favorece el recibir, lo que significa que cada vez que damos, ese impulso basado en la ley del amor despierta nuestra adormecida conciencia y nos revela el milagro de que somos seres inocentes, invulnerables a cualquier ataque procedente del mundo material. La base de esta afirmación se sustenta con la verdad de que no somos el cuerpo con el que estamos identificados.

Reflexión:  Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo.

Capítulo 16. V. La decisión de alcanzar la compleción (2ª parte).

V. La decisión de alcanzar la compleción (2ª parte). 

4. En la relación especial -nacida del deseo oculto de que Dios nos ame con un amor especial- es donde triunfa el odio del ego. 2Pues la relación especial es la renuncia al Amor de Dios y el intento de asegurar para uno mismo la condición de ser especial que Él nos negó. 3Es esencial para la supervivencia del ego que tú creas que el especialismo no es el infierno, sino el Cielo. 4Pues el ego jamás querría que vieses que lo único que la separación con­lleva son pérdidas, al ser la única condición en la que el Cielo no puede existir.

Con base en este punto, la idea que dio lugar al sistema de pensamiento del ego fue el deseo de ser especial a los ojos del creador. Este pensamiento es totalmente opuesto a la voluntad de Dios, pues Su Creación se sustenta en la fuerza del Amor, cuya visión es la unicidad de lo creado. La Filiación, desde el punto de vista del amor, como extensión de la Voluntad del Padre, es el símbolo de la unidad. Mientras que el ego es la fabricación de una imagen que se sustenta en el especialismo; esto es, en el deseo de ser diferente con respecto de los demás.

5Para todo el mundo el Cielo es la compleción. 2En esto no puede haber desacuerdo porque tanto el ego como el Espíritu Santo lo aceptan. 3Están, no obstante, en completo desacuerdo con respecto a lo que es la compleción y a cómo se alcanza. 4El Espíritu Santo sabe que la compleción reside en primer lugar en la unión, y luego en la extensión de ésta. 5Para el ego, la comple­ción reside en el triunfo, y en la extensión de la "victoria" incluso hasta el triunfo definitivo sobre Dios. 6El ego cree que con esto el ser se libera finalmente, pues entonces no quedaría nada que pudiese ser un obstáculo para él. 7Ésa es su idea del Cielo. 8Para el ego, pues, la unión -la condición en la que él no puede interfe­rir- tiene que ser el infierno.

El ego no cree que el Cielo es la compleción, pues, tal y como su sistema de pensamiento lo entiende, es decir, desde la creencia de que es especial y de que dicha condición es lo que le lleva a conseguir la victoria, triunfando sobre los demás, el Cielo no puede ser el símbolo de la separación. Es por ello que el ego se inventó la creencia en el infierno, pues al creerse pecador, al creer en la separación, el paso por ese "infierno" es inevitable.

6. La relación especial es un mecanismo extraño y antinatural del ego para unir Cielo e infierno, e impedir que se pueda distinguir entre uno y otro. 2Tratar de encontrar lo que supuestamente es lo "mejor" de los dos mundos, simplemente ha dado lugar a que se tengan fantasías de ambos y a que sea imposible percibir a nin­guno de ellos tal como realmente es. 3La relación especial es el triunfo de esta confusión. Es un tipo de unión en que la unión está excluida, pues la exclusión es la base de dicho intento de unión. 5¿Qué mejor ejemplo que ésto puede haber de la máxima del ego: "Busca, pero no halles"?

El Cielo, símbolo de la unicidad, se presenta ante la visión del ego como una falsedad. Si creyese en el Cielo, su sistema de pensamiento se resentiría, o lo que es lo mismo, desaparecería, pues, como sabemos, el sistema de pensamiento del ego se basa en la creencia en la separación. Por lo tanto, si no cree en el Cielo, porque supone una clara amenaza a su sistema de pensamiento, debe sustituirlo por un cielo ficticio y redentor; es decir, se inventa la existencia del infierno, el lugar perfecto para purgar sus pecados y, de este modo, liberarse de la culpa.

La relación que existe entre el infierno y la relación especial es evidente, pues ambas tienen el mismo objetivo, la liberación de la culpa a través del falso amor. En verdad, tanto la creencia en el infierno como las relaciones especiales son una estrategia del ego para garantizar que no escaparemos de su sistema de pensamiento, pues el especialismo genera más especialismo.

lunes, 9 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 344

LECCIÓN 344

Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.


1. Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. 2Al no comprender lo que signifi­caba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo para mí. 3Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás. 4¿Quién puede compartir un sueño? 5¿Y qué puede ofrecerme una ilu­sión? 6Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra. 7Permite que mis her­manos redimidos llenen mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales. 8Así se cumple la ley del amor. 9Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti.

2. ¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! 2¡Qué cerca está Él de nosotros! 3¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios!

¿Qué me enseña esta lección? 

Cuando el Hijo de Dios eligió hacer uso de los Atributos Divinos con los que había sido creado, y dirigió su atención al mundo exterior y tridimensional, abrió una nueva vía de aprendizaje. Sustituyó la vía directa del Conocimiento por la percepción.

La Unidad con Dios nos alimentaba y no sentíamos necesidad, pues su alimento era eterno.

La identificación con el mundo de la percepción, con el mundo material, nos llevó a buscar el alimento por nosotros mismos (ganar el pan con el sudor de la frente), pero ese alimento, al estar regido por las leyes de la temporalidad, no nos saciaba permanentemente, lo que nos llevaba a tener que recolectar nuevos alimentos.

Esa dinámica provocó el sentimiento de pertenencia. La cosecha de mi trabajo es mía, forma parte de mi identidad; hasta tal punto esto es así, que comenzamos a creer que somos aquello que poseemos: un cuerpo, un hogar, una familia, unos alimentos, poder; pertenencias e ídolos a los que damos un gran valor.

Con la creencia de la pertenencia, surgió uno de los errores que más daño hace a la consciencia: cuando doy, pierdo.

La condición natural del Hijo de Dios es dar, expandirse. Esa es la herencia legada por su Creador, pues el Hijo de Dios es la expansión de la Mente de Dios. Por lo tanto, cuando damos, estamos llevando a cabo la Voluntad de nuestro Padre y estamos creando. Mientras que cuando nos quedamos estancados en el acto de poseer para no perder, estamos actuando contrariamente al orden universal y aquello que guardamos con tanto celo acabará convirtiéndose en un obstáculo para el desarrollo de nuestra consciencia.

El despertar de la consciencia al Ser que somos ha de llevarnos, ineludiblemente, a la visión de la Unidad. Es desde este punto de vista que comprenderemos que cuando damos a los demás, realmente, nos estamos dando a nosotros mismos.

Ejemplo-Guía: "La práctica de dar sin perder"

Indudablemente, con la teoría no se aprende. Con la teoría no se experimenta. El aprendizaje se completa con la toma de conciencia, y para ello, ¿qué mejor uso podemos dar a este mundo que el de utilizarlo como laboratorio donde hacer tangibles nuestros descubrimientos?

Tal vez seamos reacios a aceptar la afirmación que nos hace esta lección y no estemos seguros de que dar sea recibir. Para argumentar a favor de nuestras dudas, nos diremos que cuando damos lo que tenemos, lo perdemos, si a cambio no le ponemos la condición de que nos sea devuelto. Alcanzado este nivel de la reflexión, me he preguntado: ¿acaso tengo alguna experiencia en la que haya dado desde el corazón y no haya recibido? Sinceramente, no he encontrado ninguna respuesta, pues no recuerdo haber dado con esa actitud de entrega incondicional. Siempre he dado con condicionamiento, pues es la ley que rige este mundo, al menos así me lo han enseñado.

Pero puedo aportar una visión diferente cuando sigo buscando en mi vida aspectos en los que aquello que dé no esté condicionado a recibir. Y en esta ocasión sí he encontrado una experiencia que puedo compartir con todos vosotros sin otro ánimo que el de aportar mi conciencia sobre el tema que estamos analizando.

Desde hace años, estoy entregado a una labor de difusión del conocimiento. Podríamos decir que comparto de manera desinteresada el conocimiento teórico y práctico que voy adquiriendo en mi vida. Lo hago de manera desinteresada por elección y convencimiento de que debo hacerlo así. No entro en otras valoraciones, si es la mejor manera de hacerlo o podría hacerlo de forma diferente. Lo hago como me sale del corazón y ello me hace feliz. Doy sin esperar nada a cambio (al principio, inconscientemente, buscaba reconocimiento). Cuando estoy compartiendo, como es este instante, sé que tan solo soy un canal, un instrumento, un mensajero. Muchas veces, tengo que releer lo que he escrito, pues no era consciente del mensaje que estaba transmitiendo. Compartir, para mí, es un acto de expansión de mí mismo y cuando lo hago, tengo la conciencia de que lo hago para mí mismo y en esa visión, veo el rostro de Cristo a través de mis hermanos. ¿Acaso puedo pedir más de lo que estoy recibiendo?

Tengo la certeza de que cada uno de nosotros tiene sus propios dones y talentos. Si cada uno de nosotros expandiese esos dones y talentos, el mundo se beneficiaría de todo lo que cada uno de sus habitantes puede aportar. ¿Podemos imaginarnos un mundo así? Podemos comenzar por nuestro mundo interno, dejando de dar valor al sacrificio, al sufrimiento y apostando por aquello que amamos, siempre desde el amor.

Reflexión: Tan solo aquello que damos desde el Amor, perdurará eternamente.

Capítulo 16. V. La decisión de alcanzar la compleción (1ª parte).

V. La decisión de alcanzar la compleción (1ª parte). 

1. Cuando se examina la relación especial, es necesario, antes que nada, darse cuenta de que comporta mucho dolor. 2Tanto la ansie­dad como la desesperación, la culpabilidad y el ataque están pre­sentes, intercalados con períodos en que parecen haber desaparecido. 3Es esencial que todos estos estados se vean tal como realmente son. 4Sea cual fuere la forma en que se manifies­ten, son siempre un ataque contra el ser para que el otro se sienta culpable. 5He hablado de esto con anterioridad, pero hay algunos aspectos de lo que realmente se está intentando que aún no hemos examinado.

Al analizar la relación especial, hemos visto que la fuerza de atracción que nos lleva a establecer dicha relación permanece oculta a nuestra conciencia, ya que, si tuviésemos que responder a la pregunta: "¿por qué te sientes atraído por esa persona en concreto?", la respuesta más frecuente sería "porque nos gusta". En verdad, con esa respuesta, lo que estamos definiendo es un aspecto del amor, al que se le ha otorgado el nombre de enamoramiento. "Algo he visto en ella que me enamora". Entonces, ¿qué es lo que se oculta detrás de ese sentimiento? 

Debe ser algo que no soporta la presencia de la verdad, pues si fuese verdad, esa fuerza no cambiaría. Lo que quiero decir con ello es que, si bien nos sentimos atraídos por el amor, si nos hemos enamorado de esa persona, la relación no sería especial, sino que estaría gobernada por la fuerza del amor, la cual no nos hace libres y felices. Si analizamos las secuencias de una relación, no tendremos dificultad para apreciar que esa atracción inicial a la que hemos llamado amor pierde fuerza, pierde su verdadero significado, dando paso a sentimientos confusos y cambiantes, los cuales lo único que persiguen es someter la voluntad del otro a nuestros deseos. Por lo tanto, debemos estar ocultando el sentimiento que nos lleva a elegir de manera especial a una persona para que sea nuestro compañero en esa alocada aventura de la relación. 

Si no es amor, es miedo, y del miedo se desprenden aspectos que forman parte de nuestra creencia, como el pecado, la culpa y el sufrimiento. He aquí la condición que prevalece en toda relación especial. La creencia en la separación nos lleva a atacar al otro con la intención de que se sienta culpable. 

2. Dicho llanamente, el intento de que otro se sienta culpable va siempre dirigido contra Dios, 2pues el ego quiere que creas que Dios, y sólo Él, es culpable, lo cual deja a la Filiación vulnerable al ataque y sin ninguna protección contra él. 3La relación de amor especial es el arma principal del ego para impedir que llegues al Cielo. 4No parece ser un arma, pero si examinases cuánto la valo­ras y por qué, te darías cuenta de que lo es.

Que el inconsciente colectivo de la humanidad participa en la demente creencia de que culpamos a Dios de nuestras vicisitudes, se verifica en el contenido de los Libros Sagrados. Si leemos al pie de la letra el contenido del Antiguo Testamento, podremos comprobar cómo se describen episodios en los que se nos muestra a un dios vengativo que castiga a un pueblo por considerar que violan sus leyes. La liberación del pueblo judío llevada a cabo por Moisés supuso la exterminación, por la mano de Jehová, del imperio egipcio, gobernado por la figura de un faraón cuya crueldad era manifiesta. Pero, como ya he adelantado, no podemos entender al pie de la letra el contenido de los libros sagrados, los cuales se han escrito en un lenguaje adaptado a la comprensión de la época y, en la mayoría de los casos, ocultaban verdades más trascendentes de las que una simple mirada no ha conseguido descifrar.

En muchas ocasiones, el sentido de la lógica es el camino más fácil para llegar a la verdad.

Si Dios es Amor y ha creado a Su Hijo del Amor, con total libertad para crear, podremos concretar que Su Hijo no puede ser diferente a Su Creador, es decir, no puede ser lo que no es. Quedaría por añadir que, aunque no puede ser lo que no es, sí puede creer lo que no es. De esto último se deduce que puede elegir la verdad o puede elegir la ilusión.

Si elige la ilusión, está eligiendo creer lo que no es, lo que le lleva a identificarse con creencias basadas en el miedo, el pecado, la culpa y el sufrimiento. 

3. La relación de amor especial es el regalo más ostentoso del ego y el que mayor atractivo tiene para aquellos que no están dis­puestos a renunciar a la culpabilidad. 2Aquí es donde más clara­mente se puede ver la "dinámica" del ego, pues, contando con la atracción de su ofrenda, las fantasías que se centran sobre la rela­ción de amor especial son con frecuencia muy evidentes. 3Nor­malmente se consideran aceptables, e incluso naturales. 4Nadie considera raro amar y odiar al mismo tiempo, y aun los que creen que odiar es un pecado, simplemente se sienten culpables por ello, pero no hacen nada por corregirlo. 5Esto es lo que es "nor­mal" en la separación, y aquellos que aprenden que no es normal en absoluto, parecen ser los que no son normales. 6Pues este mundo es lo opuesto al Cielo, al haber sido concebido para ser su opuesto, y todas las cosas aquí son exactamente lo opuesto a la verdad. 7En el Cielo, donde el significado del amor se conoce perfectamente, el amor es lo mismo que la unión. 8Aquí, donde en lugar del amor se acepta la ilusión de amor, el amor se percibe como separación y exclusión.

El mundo lo percibimos erróneamente porque elegimos creer que nuestra identidad procede de la realidad de lo percibido. Para el ego y su sistema de pensamiento basado en la información que le reporta la percepción, aquello que no ve, no existe, por lo que establece como una de sus verdades que el espíritu es ilusión y que el cuerpo físico es lo real. El origen del escepticismo procede de esa creencia, y la existencia de Dios es puesta en duda ante la imposibilidad de ser visto y, en el mejor de los casos, es juzgada como el máximo referente de la culpabilidad, acusándole de ser el promotor de todas nuestras desgracias.

Lo que es verdad aparece como ilusión, y lo que realmente es ilusión es considerado por el ego como verdadero. Con estas premisas, el Amor Incondicional es ilusión y el amor especial es verdadero.