miércoles, 4 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 339

LECCIÓN 339

Se me concederá todo lo que pida.

1. Nadie desea el dolor. 2Pero puede creer que el dolor es placer. 3Nadie quiere eludir su felicidad, 4mas puede creer que la dicha es algo doloroso, amenazante y peligroso. 5No hay nadie que no haya de recibir lo que pida. 6Pero puede estar ciertamente confun­dido con respecto a lo que quiere y al estado que quiere alcanzar. 7¿Qué podría pedir, pues, que al recibirlo aún lo siguiese dese­ando? 8Ha pedido lo que le asustará y le hará sufrir. 9Resolvamos hoy pedir lo que realmente deseamos, y sólo eso, de manera que podamos pasar este día libres de temor, y sin confundir el dolor con la alegría o el miedo con el amor.

2. Padre, Te ofrezco este día. 2Es un día en el que no haré nada por mi cuenta, sino que tan sólo oiré Tu Voz en todo lo que haga. Y así, Te pediré únicamente lo que Tú me ofreces y aceptaré únicamente los Pensamientos que Tú compartes conmigo.


¿Qué me enseña esta lección? 

Pedid y se os dará.
Podemos pedir, desde la visión separatista propia del ego. Esa visión se caracteriza por la percepción del miedo, del ataque, de la necesidad. Es una visión fundamentada en la escasez. Esto es así, al dar valor a la falsa creencia de que hemos sido expulsados del Edén y de que tenemos que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente.

Desde este punto de vista, pedimos lo que ya tenemos, pero ignoramos que lo tenemos. Pedimos felicidad cuando llevamos el germen de la felicidad. Pedimos alegría cuando somos portadores de alegría. Pedimos abundancia, cuando la abundancia es nuestro estado natural. Pedimos amor, cuando somos Amor. Lo que ocurre es que no nos sentimos merecedores de ello, pues estamos convencidos de que somos pecadores y debemos ser castigados por ello, justificando el aprendizaje por la vía del rigor.

Tenemos la elección de pedir, desde la visión unificadora del Espíritu. Esta visión se caracteriza por la fuerza que emana de su fuente creadora, el Amor. Es una visión fundamentada en la visión de la plenitud y la abundancia. Esto es así, pues tenemos plena consciencia de que seguimos formando parte del Paraíso dispuesto por nuestro Padre.

Desde el punto de vista del Espíritu, simplemente expandimos nuestros atributos, nuestros valores, de modo que al compartirlo con el mundo, lo recibimos en abundancia. Pues recibimos aquello que damos. Damos felicidad y recibimos felicidad. Damos alegría y contagiamos esa alegría. Damos abundantemente y recibimos abundancia. Damos amor y recibimos, multiplicado, ese amor. Al ser conscientes de lo que somos, actuamos en concordancia con ello.

En la medida en que somos conscientes de nuestra realidad espiritual, nuestra tendencia se invertirá, y tendremos menos necesidad de pedir y más tendencia a dar.

Muchas veces, angustiados por las tensiones que se experimentan en el mundo terrenal, solicitamos bienes materiales o salud, pero, al hacerlo, dicha petición no va acompañada del gesto que favorezca que la solicitud se haga realidad. Por ejemplo, estamos pasando una situación de necesidad económica y ello nos lleva a pedir recibir recursos para hacer frente a esa difícil situación. La petición en sí misma es lícita, pero no podemos olvidarnos de que esa circunstancia de necesidad está estrechamente relacionada con nuestros pensamientos, los cuales nos llevan a pensar en términos de escasez. Si estamos dispuestos a ver las cosas de otra manera y decidimos dejar expresarse nuestra condición de abundancia, las circunstancias externas cambiarán y la petición que hemos realizado encontrará un terreno abonado para poder crecer.

Sería más adecuado pedir luz para poner fin a nuestros pensamientos de escasez. De este modo, nuestra abundancia se expresará de forma natural y dará lugar a circunstancias propicias para que gocemos de los recursos que sean necesarios.

Ejemplo-Guía: "Cuidado con lo que pides, pues se hace realidad".

La necesidad de pedir es otro mecanismo propio del sistema de pensamiento del ego. Antes de que nuestra mente fabricase la ilusión de la separación, no existía la percepción y, por lo tanto, la necesidad tampoco. ¿Cómo íbamos a sentir necesidad cuando formamos una unidad con nuestro Creador? ¿Acaso la criatura que gesta la madre en su vientre no recibe todo lo que precisa para su crecimiento?

La percepción de la escasez es fruto de la visión ilusoria del mundo que percibimos.

Si Dios, nuestro Hacedor, no ha creado el mundo que vemos, ¿cómo va a responder a las peticiones que le hacemos desde nuestra conciencia egoica? Si lo hacemos, lo que estamos reconociendo es que la autoría de este mundo y de las cosas que en él nos suceden les pertenece. Es como decirle: "Sí, Padre, sé que soy un pecador y que soy merecedor de este castigo. Líbrame de él".

Cuánta culpa y cuánto miedo hay encerrado en esa petición.

El desconocimiento de lo que realmente somos nos lleva a pensar en esos términos de victimismo. 

Sí, el mensaje del título del ejemplo de hoy no es ninguna amenaza, sino una certeza. Ya hemos tenido ocasión de hablar en otra lección de que el deseo nos lleva a creer en lo que deseamos y esa creencia, a su vez, nos lleva a ver el mundo a imagen y semejanza de nuestros deseos. Cada deseo que tenemos se convierte en una percepción que animará a nuestra conciencia, aportándonos una experiencia de lo deseado. En este sentido, el mundo que vemos y percibimos es el fruto de nuestros deseos.

Entonces, ¿por qué no experimento la riqueza cuando la deseo? 

Tal y como hemos dicho, el deseo es el "padre" del mundo que vemos, el mundo de la separación y de la escasez. En el Cielo, nuestro verdadero Hogar, la fuerza creadora no es el deseo, sino la Voluntad, cuya cualidad espiritual es la Unidad. Mientras que la Voluntad nos lleva a crear, el deseo nos lleva a fabricar. La creación da como fruto lo real, mientras que el deseo da como fruto la ilusión.

El deseo nos mostrará un mundo ilusorio acorde con su estado, es decir, el de la necesidad y de la escasez. Si realmente somos el Hijo de Dios, Abundantes y Plenos, ¿cómo vamos a pedir lo que ya somos? Cuando el deseo nos moviliza a pedir riqueza y abundancia, lo está haciendo en su nivel de creencia, esto es, desde la necesidad, por lo que recibiremos y veremos necesidad. Es decir, conseguimos el efecto contrario a lo que deseamos, pues la semilla que estamos sembrando tiene esas características.

Si en vez de desear lo que no tenemos, deseamos dar y compartir lo que tenemos, nuestra abundancia, nuestra plenitud, el fruto de ese deseo será recibir lo que hemos dado.

Tal vez te estés diciendo: "¿Cómo vamos a dar, si no tenemos?". Con esta cuestión, perpetuamos el error, pues la "abundancia" no es un valor externo, sino un estado de nuestra mente. Si piensas que eres un ser separado del resto de la creación, no verás tu abundancia. Si crees que eres un ser unido al resto por Filiación Divina, ¿qué más necesitas, cuando lo tienes todo? 

Reflexión: La abundancia y la escasez son pensamientos.

Capítulo 16. IV. Las ilusiones y la realidad del amor (2ª parte).

IV. Las ilusiones y la realidad del amor (2ª parte).

4. El amor no es una ilusión. 2Es un hecho. 3Si ha habido desilu­sión es porque realmente nunca hubo amor, sino odio, 4pues el odio es una ilusión y lo que puede cambiar nunca pudo ser amor. 5No cabe duda de que los que eligen a algunas personas como pareja en cualquier aspecto de la vida, y se valen de ellas para cualquier propósito que no desean compartir con nadie, están tratando de vivir con culpabilidad en vez de morir de ella. 6Éstas son las únicas alternativas que ven. 7Para ellos el amor es sólo un escape de la muerte. 8Lo buscan desesperadamente, pero no en la paz en la que él gustosamente vendría hasta ellos quedamente. 9Y cuando descubren que el miedo a la muerte se cierne todavía sobre ellos, la ilusión de que la relación de amor especial es lo que no es se desvanece. 10Cuando se desmantelan las barricadas contra el miedo, éste se abalanza adentro y el odio triunfa.

Todas las estrategias del ego son ilusiones, pues carecen del poder de la verdad. Todas son efímeras y transitorias, por lo que no son reales. Lo que es verdad y real se identifica por su intemporalidad, porque no cambia.

El experto ilusionista, el ego, nos seduce mostrándonos los falsos ropajes del amor. Nos confunde con imágenes que nos tratan de describir lo que es el amor, pero que carecen de lo esencial, para que pueda ser reconocido como tal. Ese amor no aporta libertad a la relación, sino todo lo contrario; aporta condicionamiento y limitaciones. Podemos llamar a ese sentimiento atracción, pasión, pero no debemos confundirlo con el verdadero amor.

5. No hay tal cosa como triunfos de amor. 2Sólo el odio está inte­resado en el "triunfo del amor". 3La ilusión de amor puede triun­far sobre la ilusión de odio, pero siempre costa de convertirlas las dos en ilusiones. 4Mientras perdure la ilusión de odio, el amor será una ilusión para ti. 5Por lo tanto, la única elección que te queda entonces es cuál de las dos ilusiones prefieres. 6En la elección entre la verdad y la ilusión no hay conflicto. 7Si se viesen desde este punto de vista, nadie tendría dudas acerca de cuál elegir. 8Mas el conflicto se manifiesta en el instante en que la elec­ción parece ser entre ilusiones, si bien esta elección es intranscendente. 9Cuando una alternativa es tan peligrosa como la otra, la decisión tiene que ser una de desesperación.

El maestro ilusionista, el ego, no puede ofrecer lo que no tiene. Si el ego es el hijo del miedo, del pecado y de la culpa, lo que ofrecerá serán los frutos de esas creencias, esto es, odio, castigo, limitaciones, conflictos, sufrimientos y rupturas.

El ego no puede concebir nada desde la verdad, pues su existencia es falsa y de lo falso tan sólo pueden surgir ilusiones. 

6. Tu tarea no es ir en busca del amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has levantado con­tra él. 2No es necesario que busques lo que es verdad, pero sí es necesario que busques todo lo que es falso. 3Toda ilusión es una ilusión de miedo, sea cual fuere la forma en que se manifieste. 4Y el intento de escapar de una ilusión refugiándote en otra no puede sino fracasar. 5Si buscas amor fuera de ti, puedes estar seguro de que estás percibiendo odio dentro de ti y de que ello te da miedo. 6Pero la paz nunca procederá de la ilusión de amor, sino sólo de la realidad de éste.

Maravillosa frase con la que se inicia este punto. Nuestra tarea no es ir en busca del amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has levantado contra él. No se trata de buscar lo que ya somos, sino de reconocer lo que no somos. No se trata de buscar la verdad, sino de encontrar y desechar lo falso.

Jesús enfatiza que no es fuera de nosotros donde debemos encontrar lo verdadero, sino en nuestro interior, es decir, en nuestra mente y en las creencias que custodiamos celosamente. El mundo que percibimos externamente es el mundo de la ilusión, de lo falso, y esto es así porque lo hemos inventado desde nuestra mente, lo hemos percibido erróneamente.

Si buscamos fuera de nosotros el amor, es porque no nos estamos conociendo en nuestra verdadera realidad, sino que hemos creado una identidad falsa que tan solo fabrica ilusiones.

martes, 3 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 338

LECCIÓN 338

Sólo mis propios pensamientos pueden afectarme.


1. Con este pensamiento basta para dejar que la salvación arribe a todo el mundo. 2Pues es el pensamiento mediante el cual todo el mundo por fin se libera del miedo. 3Ahora cada uno ha aprendido que nadie puede atemorizarlo, y que nada puede amenazar su seguridad. 4No tiene enemigos, y está a salvo de todas las cosas externas. 5Sus pensamientos pueden asustarlo, pero, puesto que son sus propios pensamientos, él tiene el poder de cambiarlos sustituyendo cada pensamiento de miedo por un pensamiento feliz de amor. 6Se crucificó a sí mismo. 7Sin embargo, Dios planeó que Su Hijo bienamado fuese redimido.

2. Padre mío, sólo Tu plan es infalible. 2Todos los demás fracasarán. 3Y tendré pensamientos que me asustarán hasta que aprenda que Tú ya me has dado el único Pensamiento que me conduce a la salvación. Sólo mis propios pensamientos fracasarán, y no me llevarán a ninguna parte. 5Mas el Pensamiento que Tú me diste promete conducirme a mi hogar, porque en él reside la promesa que Tú le hiciste a Tu Hijo.


¿Qué me enseña esta lección? 

Hemos sido creados a Imagen y Semejanza de nuestro Creador, lo que significa que somos portadores, a nivel potencial, de sus mismos Atributos.

Dios nos ha creado expandiendo Su Mente, por lo que podemos decir que somos fruto de Su Pensamiento.

En verdad, el Hijo de Dios ha seguido ese mismo patrón creador, en la medida en que todo cuanto ha fabricado en este mundo tridimensional encuentra su origen en el pensamiento.

El arquitecto diseña su futura construcción partiendo de una idea. Esta idea va cobrando fuerza, a medida que recibe el aporte de la naturaleza emocional, de los deseos. Decimos: "Me gusta la idea, me enamora el proyecto". De la unión de la idea original y el deseo surge la proyección en el plano de la configuración del diseño. En esta fase, el proyecto adquiere la condición del anticipo teórico de lo que será la construcción. 

Alcanzado este punto, podríamos decir que el creador extiende su pensamiento creando la imagen de lo ideado. Hasta ese momento, la obra aún forma parte de él. Hago esta reflexión, pues me traslada a la visión de lo que le ocurrió al Hijo de Dios, antes de escindirse o sentirse escindido de su Hacedor. La obra, el hijo, aún forma parte de su pensamiento, el cual adquiere la facultad de proyectarse en una imagen (no es una forma tangible), en un diseño.

El arquitecto decide alcanzar el siguiente paso: dar forma material a su idea. Podría haberse conformado con la experiencia aportada por el diseño, pero la construcción le permitirá conocer si lo que imaginó, si lo diseñado, es correcto o tiene fallos. Es decir, decide experimentar para confirmar que sus pensamientos eran correctos.

Esa última decisión ha sido interpretada por el Hijo de Dios como pecado y con ello podríamos entender que tal decisión le llevó a no conformarse con la enseñanza teórica, sino que apostó por corroborar que la enseñanza era correcta. Es evidente que no era necesaria tal demostración, pero esa fue la aportación del Hijo de Dios: hacer tangible y al mismo tiempo temporal la evidencia de la verdad.

Con todo ello, trato de testimoniar a favor de la afirmación: Todo lo creado a nivel material responde a un pensamiento.

Es nuestra elección que una cuestión nos afecte o no. Es nuestra elección, siempre, ver las cosas de una manera u otra. Yo elijo ver la que me aporte felicidad y alegría.


Ejemplo-Guía: "¿Somos conscientes de que fabricamos nuestra realidad con nuestros pensamientos?

Lo planteo como una pregunta, pues la respuesta nos revelará nuestro nivel de conciencia en lo referente a la implicación en los acontecimientos que nos ocurren, en lo que llamamos vida.

Podemos pensar que las cosas que nos suceden son fruto del azar, de la casualidad. Bajo ningún concepto vamos a admitir que lo que nos pasa, sobre todo si la experiencia es negativa, es causado por nosotros. Nos diremos: las cosas pasan porque tienen que pasar. Ese es el dibujo que nos muestra el sistema de pensamiento del ego, basado en la percepción y en la separación entre las causas y los efectos.

¿Quién nos obliga a creer una cosa u otra? Me he planteado tantas veces esta cuestión. Es una idea que me llama profundamente la atención, quizás porque siempre he intuido que el ser humano es co-creador del mundo que percibe.

Si fuésemos capaces de mantener, permanentemente, la conciencia despierta, en el sentido de que pudiésemos hacer un seguimiento de los efectos que desencadenan nuestros pensamientos, desde que son emanados hasta que se convierten en experiencia percibida, tal y como lo hace un diseñador o un arquitecto, tal vez entonces no tendríamos más remedio que reconocer que todos nuestros pensamientos, emociones y sentimientos tienen un inmenso poder creador que va adoptando diferentes niveles de manifestación. Podríamos decir que, al igual que el edificio es la imagen cristalizada de la idea concebida por un arquitecto, nuestras percepciones, nuestras experiencias, son las manifestaciones proyectadas por nuestra mente. En este sentido, las enseñanzas de UCDM nos refieren que lo que vemos es aquello que deseamos y deseamos aquello en lo que creemos.

¿De qué nos sirve saber que tenemos plena participación en cada una de las experiencias vividas? ¿Cómo actuaremos siendo conscientes de que solo nuestros pensamientos pueden afectarnos?

¿Nos libraríamos del miedo? ¿Nos libraríamos de la culpa? ¿Dejaríamos de atacar para protegernos? ¿Dejaríamos de sufrir? ¿Dejaríamos de condenar?

Seguro que muchos os identificaréis con la siguiente experiencia:

"M es el marido de F, y lleva una vida feliz con su pareja, pero desde hace un tiempo acá, viene observando un comportamiento extraño en ella. En su imaginación, M no puede evitar que le surja la duda. Lo primero que piensa es que su compañera le está ocultando algo y que todo ese extraño comportamiento se debe a que lo está engañando.
A M le resulta incómodo tener esos pensamientos, pero no puede evitarlo. Con cada gesto de F, sus dudas se acrecientan. No se atreve a decirle nada por no dar muestra de ser un desaprensivo. En ese momento recuerda que siempre ha defendido que nunca ha sentido celos, pero aquella situación era la evidencia de que estaba ocultando su debilidad emocional. Se siente mal y prefiere evitar esa conversación aclaratoria. Decidió finalmente guardar silencio y seguir recreándose en los pensamientos que cada vez le producían más dolor.
Al día siguiente, F sorprende a M con una fiesta sorpresa. Durante los últimos días, todos sus extraños gestos respondían a acciones con el único propósito de preparar aquella muestra afectiva. Cuando M, toma consciencia de que todo cuanto había vivido en los últimos días respondía a una fabricación, a una invención de su mente, decidió tomar buena nota para no volver a vivir un error semejante".

Todos nos enfrentamos, a diario, a los efectos de nuestros pensamientos. En estos momentos, tú y yo lo estamos haciendo. Si te paras un momento y te centras en lo que piensas, te darás cuenta de ello.

Nuestra mente siempre está activa. Muchos aspectos de su potencial, lo desconocemos. Estamos adiestrándonos en su uso, y mi experiencia me dice que debo ser muy paciente en ese entrenamiento. Una práctica que me ayuda en los momentos más álgidos es poner en manos del Espíritu Santo la situación que esté percibiendo para que me ayude a verlo desde la Visión Crística. Con ello lo que estoy haciendo es quitar el protagonismo a la habituada visión del ego, que lucha con toda su artillería para no perder su hegemonía. Es la decisión en la que elijo un compás de silencio.

¿Cómo enseñaríamos a andar a un niño? Dejando que dé sus primeros pasos. No tardará en mantenerse erguido y en caminar con soltura.

Reflexión: El enemigo es creado por nuestros pensamientos.

Capítulo 16. IV. Las ilusiones y la realidad del amor (1ª parte).

IV. Las ilusiones y la realidad del amor (1ª parte).

1. No temas examinar la relación de odio especial, pues tu libera­ción radica en que la examines. 2Sería imposible no conocer el significado del amor si no fuese por eso. 3Pues la relación de amor especial, en la que el significado del amor se halla oculto, se emprende solamente para contrarrestar el odio, no para abando­narlo. 4Tu salvación se perfilará claramente ante tus ojos abiertos a medida que examines esto. 5No puedes limitar el odio. 6La rela­ción de amor especial no lo contrarrestará, sino que simplemente lo ocultará donde no puedas verlo. 7Mas es esencial que lo veas, y que no trates de ocultarlo. 8Pues el intento de equilibrar el odio con el amor es lo que hace que el amor no tenga ningún signifi­cado para ti. 9No te das cuenta de la magnitud de la ruptura que esto representa. 10Y hasta que no te des cuenta de ello, no podrás reconocer la existencia de dicha ruptura, y, por lo tanto, no podrá ser subsanada.

El odio es un sentimiento corrosivo y despiadado que surge como consecuencia de la falsa creencia en el pecado y de la negación voluntaria del amor, la esencia verdadera con la que hemos sido creados. 

Dirigimos el odio hacia nosotros mismos cuando nos creemos merecedores del autocastigo por haber infringido las Leyes de Dios, las Leyes del Amor. Ese odio despierta en nuestro interior un profundo dolor. Ese dolor es tan insoportable, que decidimos ocultarlo tras una máscara que muestra aceptación, pero no puede evitar que ese odio cumpla su objetivo como castigador de aquello que consideramos indigno. Es cuando decidimos proyectar sobre los demás nuestro odio interno, en primer lugar, percibiéndolos como separados de nosotros y, en segundo lugar, atacándoles, argumentando como justificación de ese ataque que es el modo de protegerse del ataque de los demás.

El odio es ausencia de amor. La atracción que sentimos en la relación de amor especial es una llamada a redimir el odio que ocultamos en nuestro interior y que nos lleva a expandir ese odio sobre los demás. La relación de amor especial trata de compensar el amor no sublimado. Pero para elevar dicha experiencia de relación a la percepción verdadera del Amor, tenemos que liberarnos del odio que se oculta en nuestro interior; es decir, debemos cambiar nuestra creencia en que somos "hijos de la culpa" y establecer relaciones desde el amor liberador que nos hace conocedores de lo que realmente somos.

2. Los símbolos del odio enfrentados a los del amor parecen dar lugar a un  conflicto que no existe. 2Pues los  símbolos siempre representan algo diferente de sí mismos, y si el amor lo es todo, la idea de un símbolo de amor no tiene sentido. 3Saldrás ileso de este último acto del proceso de des-hacimiento, y emergerás finalmente como lo que eres. 4Éste es el último paso en el proceso de estar listo para Dios. 5No te muestres renuente ahora, pues estás demasiado cerca, y cruzarás el puente sin ningún contra­tiempo, al ser transportado serenamente de la guerra a la paz. 6Pues la ilusión de amor jamás te satisfará, pero la realidad del amor, que te espera al otro lado, te lo dará todo.

El des-hacimiento de la creencia en la separación supone la liberación de la culpa y, con ello, la liberación de la necesidad del autocastigo. El odio es hijo del miedo, hijo del pecado e hijo de la culpa. El odio oculta la luz del amor, aunque se propone como objetivo encontrarlo. No es luchando contra el odio como conseguiremos encontrar el amor. Eso sería una ilusión. El amor no es el opuesto del odio, pues el amor no tiene opuestos. El amor es la unidad y es indivisible. El amor es luz, y cuando permitimos que esa luz ilumine nuestro interior, todas las creencias que se ocultaban en la oscuridad quedarán al descubierto y se desintegrarán al comprobar que no son nada.

3. La relación de amor especial es un intento de limitar los efectos destructivos del odio, tratando de encontrar refugio en medio de la tormenta de la culpabilidad. 2Dicha relación no hace ningún esfuerzo por elevarse por encima de la tormenta hasta encontrar la luz del sol. 3Por el contrario, hace hincapié en la culpabilidad que se encuentra fuera del refugio, intentando construir barrica­das contra ella a fin de mantenerte a salvo tras ellas. 4La relación de amor especial no se percibe como algo con valor intrínseco, sino como un enclave de seguridad desde donde es posible sepa­rarse del odio y mantenerlo alejado. 5La otra persona envuelta en esta relación de amor especial es aceptable siempre y cuando se ajuste a ese propósito. 6El odio puede hacer acto de presencia, y de hecho se le da la bienvenida en ciertos aspectos de la relación, pero la relación se mantiene viva gracias a la ilusión de amor. 7Si ésta desaparece, la relación se rompe o se vuelve insatisfactoria debido a la desilusión.         

El sistema de pensamiento del ego favorece el hecho de que se confunda el amor con el odio, y esto es posible cuando decidimos no mirar de frente el sentimiento del odio, sino que lo ocultamos celosamente en nuestro interior, para que nadie sepa que nos sentimos un desgraciado pecador. Ya hemos dicho que el odio que nos dirigimos llega a ser tan insoportable que decidimos adoptar máscaras que, de cara al exterior, oculten nuestro dolor.

El sentimiento del odio clama por sentir amor, pero aceptar la presencia del amor significaría el fin de la oscuridad y, por tanto, de la existencia del ego. El ego no va a permitir que nos liberemos del odio, pues el odio es su aliado, es, ya lo hemos dicho, hijo del miedo y del pecado, y asegura, como ningún otro sentimiento, la creencia de la separación. 

El ego, en un intento de mitigar ese sentimiento de odio (insoportable), establece una estrategia para mantener el equilibrio entre odio y amor y, para ello, se inventa las relaciones especiales, cuya máscara social le convierte en un buscador de la relación especial que le permita creer que está supliendo el odio por el amor. Pero en verdad, las muestras de ese amor hacen que se evidencie su falsedad, pues es incapaz de ofrecer el principio de la libertad en sus relaciones. 

lunes, 2 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 337

LECCIÓN 337

Mi impecabilidad me protege de todo daño.


1. Mi impecabilidad garantiza mi perfecta paz, mi eterna seguri­dad y mi amor, imperecedero; me mantiene eternamente a salvo de cualquier pensamiento de pérdida y me libera completamente del sufrimiento. 2Mi estado sólo puede ser uno de felicidad, pues eso es lo único que se me da. 3¿Qué debo hacer para saber que todo esto me pertenece? 4Debo aceptar la Expiación para mí mismo, y nada más. 5Dios ha hecho ya todo lo que se tenía que hacer. 6Y lo que tengo que aprender es a no hacer nada por mi cuenta, pues sólo necesito aceptar mi Ser, mi impecabilidad, la cual se creó para mí y ya es mía, para sentir el Amor de Dios protegiéndome de todo daño, para entender que mi Padre ama a Su Hijo y para saber que soy el Hijo que mi Padre ama.

2. Tú que me creaste en la impecabilidad no puedes estar equivocado con respecto a lo que soy. 2Era yo quien estaba equivocado al pensar que había pecado, pero ahora acepto la Expiación para mí mismo. 3Padre, mi sueño termina ahora. 4Amén.


¿Qué me enseña esta lección? 

El camino elegido por el Hijo de Dios le ha llevado a interpretar que su acto de voluntad ha sido pecaminoso, hasta tal punto que ha dado cobijo en su mente a la falsa creencia de que Dios lo ha expulsado del Paraíso creado para él.
 
Desde ese instante hasta el presente actual, el alma humana ha ido adquiriendo experiencias a través de su contacto con el mundo de las formas, lo que le ha permitido aprender cómo usar correctamente las energías con las que ha sido creado. Dichas energías se encontraban, inicialmente, en estado potencial. El correcto uso del pensamiento y de los sentimientos es un logro adquirido por la vía del rigor, entendiendo esta vía como la vía de la "separación" con El Creador.
 
El tramo final de ese largo recorrido nos sitúa en disposición de descubrir nuestra individualidad y, al mismo tiempo, de reconocer que la Unidad es la suma de individualidades.
 
Del mismo modo, ese final de trayecto nos permite reconocer la realidad que somos. En este sentido, estamos en condiciones de afirmar que no somos un cuerpo físico y que nuestra identidad no es material y transitoria, sino espiritual y eterna. 
 
Esa percepción real y verdadera de nuestro ser nos permite recordar que el pecado ha sido una invención del Hijo de Dios, que en su fase primigenia eligió utilizar los atributos con los que había sido creado. La evolución trazada por el Hijo de Dios lo sitúa ante la verdad que ha de permitirle la salvación: Somos inocentes e impecables. Uno con Dios.
 
Podríamos hacer un ejercicio de imaginación y trasladarnos con nuestra mente hacia ese instante previo al acto de separación, cuando formábamos una unidad con nuestro Creador. En ese estado, nos visualizaríamos formando una parte de Un Todo (Filiación), sin identidad propia e individualizada. Libre de toda limitación; sin corporalidad; eterno; pleno. Rodeado de una inmensa paz.
 
Volver a ese Estado no supone un retroceso, un retorno, pues de serlo, estaría condicionado por el tiempo. Ser inocente; ser impecable es ser consciente de que somos Hijos de Dios, o lo que es lo mismo, Dioses en formación. El matiz diferente se encuentra en el Estado Consciente y ese despertar se produce, en verdad, en el instante presente y eterno.


Ejemplo-Guía: "La verdad se restituye en ti al tú desearla"

No lo recordamos, pero han sido nuestros deseos los que nos han alejado de la verdad.

La verdad no resplandecerá de nuevo ante nuestra conciencia, hasta que no renovemos nuestras creencias, las cuales nos mantienen identificados con una falsa realidad.

Para abordar el tema de la lección que estamos analizando, me gustaría compartir el apartado VIII del Capítulo 20 del Curso, titulado "La visión de la impecabilidad":

"1. Al principio, la visión te llegará en forma de atisbos, pero eso bastará para mostrarte lo que se te concede a ti que ves a tu her­mano libre de pecado. 2La verdad se restituye en ti al tú desearla, tal como la perdiste al desear otra cosa. 3Abre las puertas del santo lugar que cerraste al haber valorado ésa "otra cosa", y lo que nunca estuvo perdido regresará calladamente. 4Ha sido sal­vaguardado para ti. 5La visión no sería necesaria si no se hubiese concebido la idea de juzgar. 6Desea ahora que ésta sea eliminada completamente y así se hará" (T-20:VIII.1:1-6).

"2. ¿Deseas conocer tu Identidad? 2¿No intercambiarías gustosa­mente tus dudas por la certeza? 3¿No estarías dispuesto a estar libre de toda aflicción y aprender de nuevo lo que es la dicha? 4Tu relación santa te ofrece todo esto. 5Tal como se te dio, así también se te darán sus efectos. 6Y del mismo modo en que no fuiste tú quien concibió su santo propósito, tampoco fuiste tú quien concibió los medios para lograr su feliz desenlace. 7Regocíjate de poder disponer de lo que es tuyo sólo con pedirlo, y no pienses que tienes que ser tú quien debe concebir los medios o el fin. 8Todo ello se te da a ti que quieres ver a tu hermano libre de pecado. 9Todo ello se te da, y sólo espera a que desees recibirlo. 10La visión se le otorga libremente a todo aquel que pide ver" (T-20:VIII.2:1-10).

"3. La impecabilidad de tu hermano se te muestra en una luz bri­llante, para que la veas con la visión del Espíritu Santo y para que te regocijes con ella junto con Él. 2Pues la paz vendrá a todos aquellos que la pidan de todo corazón y sean sinceros en cuanto al propósito que comparten con el Espíritu Santo, y de un mismo sentir con Él con respecto a lo que es la salvación. 3Estáte dis­puesto, pues, a ver a tu hermano libre de pecado, para que Cristo pueda aparecer ante tu vista y colmarte de felicidad. 4Y no le otorgues ningún valor al cuerpo de tu hermano, el cual no hace sino condenarlo a fantasías de lo que él es. 5Él desea ver su impe­cabilidad, tal como tú deseas ver la tuya. 6Bendice al Hijo de Dios en tu relación, y no veas en él lo que tú has hecho de él" (T-20:VIII.3:1-16). 

"4. El Espíritu Santo garantiza que lo que Dios dispuso para ti y te concedió, será tuyo. 2Este es tu propósito ahora, y la visión que hace que sea posible sólo espera a que la recibas. 3Ya dispones de la visión que te permite no ver el cuerpo. 4Y al contemplar a tu hermano verás en él un altar a tu Padre tan santo como el Cielo, refulgiendo con radiante pureza y con el destello de las deslum­brantes azucenas que allí depositaste. 5¿Qué otra cosa podría tener más valor para ti? 6¿Por qué piensas que el cuerpo es un mejor hogar, un albergue más seguro para el Hijo de Dios? 7¿Por qué preferirías ver el cuerpo en vez de la verdad? 8¿Cómo es posible que esa máquina de destrucción sea lo que prefieres y lo que eliges para reemplazar el santo hogar que te ofrece el Espí­ritu Santo, y donde Él morará contigo?" (T-20:VIII.4:1-8).

"5. El cuerpo es el signo de la debilidad, de la vulnerabilidad y de la pérdida de poder. 2¿Qué ayuda te puede prestar un salvador así? 3¿Le pedirías ayuda a un desvalido en momentos de angustia y de necesidad? 4¿Es lo infinitamente pequeño la mejor alterna­tiva a la que recurrir en busca de fortaleza? 5Tus juicios parecerán debilitar a tu salvador. 6Mas eres tú quien tiene necesidad de su fortaleza. 7No hay problema, acontecimiento, situación o perple­jidad que la visión no pueda resolver. 8Todo queda redimido cuando se ve a través de la visión. 9Pues no es tu visión, y trae consigo las amadas leyes de Aquel Cuya visión es" (T-20:VIII.5:1-9).

""6. Todo lo que se contempla a través de la visión cae suavemente en su sitio, de acuerdo con las leyes que Su serena y certera mirada le brinda. 2La finalidad de todo lo que Él contempla es siempre indudable: 3Pues servirá a Su propósito, que se verá sin ajuste alguno y perfectamente adaptado al mismo: 4Bajo Su bon­dadosa mirada, lo destructivo se vuelve benigno y el pecado se convierte en una bendición. 5¿Qué poder tienen los ojos del cuerpo para corregir lo que perciben? 6Los ojos del cuerpo se ajustan al pecado, pues son incapaces de pasarlo por alto en nin­guna de sus formas, al verlo por todas partes y en todas las cosas. 7Mira a través de sus ojos, y todo quedará condenado ante ti. 8Y jamás podrás ver todo lo que te podría salvar. 9Tu santa relación, la fuente de tu salvación, queda desprovista de todo significado, y su más santo propósito desposeído de los medios para su con­secución" (T-20:VIII.6:1-9).

"7. Los juicios no son sino juguetes, caprichos, instrumentos insen­satos para jugar al juego fútil de la muerte en tu imaginación: 2La visión, en cambio, enmienda todas las cosas y las pone dulce­mente bajo el tierno dominio de las leyes del Cielo. 3¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? 4¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó? 5¿Y qué pasaría si te dieses cuenta de que los que parecen deambular por él, para pecar y morir, atacar, asesinar y destruirse a sí mismos son totalmente irreales? 6¿Podrías tener fe en lo que ves si acepta­ses esto? 7¿Y lo verías?" (T-20:VIII.7:1-7).

"8. Las alucinaciones desaparecen cuando se reconocen como lo que son. 2Ésa es la cura y el remedio: 3No creas en ellas, y desapa­recen. 4Lo único que necesitas reconocer es que todo ello es tu propia fabricación. 5Una vez que aceptas este simple hecho y recuperas el poder que les habías otorgado, te liberas de ellas. 6Pero de esto no hay duda: las alucinaciones tienen un propósito, y cuando dejan de tenerlo, desaparecen: 7La pregunta, por lo tanto, no es nunca si las deseas o no, sino si deseas el propósito que apoyan. 8Este mundo parece tener muchos propósitos, todos ellos diferentes entre sí y con diferentes valores. 9Sin embargo, son todos el mismo. 10Una vez más, no hay grados, sino sólo una aparente jerarquía de valores" (T-20:VIII.8:1-9).

"9. Sólo dos propósitos son posibles: 2el pecado y la santidad. 3No existe nada entremedias, y el que elijas determinará lo que veas. 4Pues lo que ves simplemente demuestra cómo has elegido alcan­zar tu objetivo. 5Las alucinaciones sirven para alcanzar el objetivo de la locura. 6Son el medio a través del cual el mundo externo, proyectado desde adentro, se ajusta al pecado y parece dar fe de su realidad. 7Aún sigue siendo cierto, no obstante, que no hay nada afuera. 8Sin embargo, es sobre esta nada donde se lanzan todas las proyecciones. 9Pues es la proyección la que le confiere a la "nada" todo el significado que parece tener" (T-20:VIII.9:1-9). 

"10. Lo que carece de significado no puede ser percibido. 2Y el sig­nificado siempre busca dentro de sí para encontrar significado, y luego mira hacia afuera. 3Todo el significado que tú le confieres al mundo externo tiene que reflejar, por lo tanto, lo que viste dentro de ti, o mejor dicho, si es que realmente viste o simplemente emi­tiste un juicio en contra de lo que viste. 4La visión es el medio a través del cual el Espíritu Santo transforma tus pesadillas en sue­ños felices y reemplaza tus dementes alucinaciones -que te muestran las terribles consecuencias de pecados imaginarios- ­por plácidos y reconfortantes paisajes. 5Estos plácidos paisajes y sonidos se ven con agrado y se oyen con alegría. 6Son Sus susti­tutos para todos los aterradores panoramas y pavorosos sonidos que el propósito del ego le trajo a tu horrorizada conciencia. 7Ellos te alejan del pecado y te recuerdan que no es la realidad lo que te asusta, y que los errores que cometiste se pueden corregir" (T-20:VIII.10:1-7). 

"11. Cuando hayas contemplado lo que parecía infundir terror y lo hayas visto transformarse en paisajes de paz y hermosura, cuando hayas presenciado escenas de violencia y de muerte y las hayas visto convertirse en serenos panoramas de jardines bajo cielos despejados, con aguas diáfanas, portadoras de vida, que corren felizmente por ellos en arroyuelos danzantes que nunca se secan, ¿qué necesidad habrá de persuadirte para que aceptes el don de la visión? 2Y una vez que la visión se haya alcanzado, ¿quién podría rehusar lo que necesariamente ha de venir des­pués? 3Piensa sólo en esto por un instante: puedes contemplar la santidad que Dios le dio a Su Hijo. 4Y nunca jamás tendrás que pensar que hay algo más que puedas ver" (T-20:VIII.11:1-4).

Reflexión: El verdadero Ser no puede pecar. 

Capítulo 16. III. Las recompensas que se derivan de enseñar (3ª parte).

III. Las recompensas que se derivan de enseñar (3ª parte).

7. Este año comenzarás a aprender y a hacer que lo que aprendas sea comparable a lo que enseñas. 2Has elegido esto al estar dis­puesto a enseñar. 3Aunque enseñar parecía ocasionarte dolor, dis­pondrás del gozo que se deriva de ello. 4Pues dicho gozo reside en el alumno, que se lo ofrece al maestro con gratitud y lo comparte con él. 5A medida que sigas aprendiendo, tu gratitud hacia tu Ser, que te enseña lo que Él es, aumentará y te ayudará a honrarlo. 6Y te darás cuenta de Su poder, de Su fuerza y de Su pureza, y lo amarás como Su Padre lo ama. 7Su Reino no tiene límites ni fin, ni hay nada en Él que no sea perfecto y eterno. 8Tú eres todo esto, y no hay nada aparte de esto que pueda ser lo que tú eres.

Cuando lo que se aprende es comparable a lo que se enseña, nos revela que somos conscientes de la unión de las mentes que conforman la Filiación Divina. La Visión de Cristo nos muestra que compartimos con el resto de la humanidad la misma realidad: ser Hijos de Dios. Cuando enseñamos, sabemos que vamos a aprender aquello que estamos enseñando. La interacción del yo con el otro acontece bajo la percepción verdadera, esto es, en el reconocimiento de que formamos parte del Mismo Todo. Dar es recibir y recibimos aquello que damos.

8. Tu santísimo Ser es digno de toda alabanza por lo que eres, y por lo que es Aquel que te creó como eres. 2Tarde o temprano todo el mundo tiene que construir un puente para salvar la brecha que se imagina existe entre sus dos seres. 3Cada cual construye dicho puente, a través del cual salvará la brecha que le separa de su Ser, tan pronto como esté dispuesto a hacer un ligero esfuerzo por construirlo. 4Sus parvos esfuerzos están poderosamente respalda­dos por la fortaleza del Cielo y por la voluntad conjunta de todos los que hacen que el Cielo sea lo que es, al estar unidos dentro de él. 5Y así, todo aquel que está dispuesto a cruzar es literalmente transportado hasta el otro lado.

La dualidad se pone de manifiesto en el mundo que percibimos bajo la creencia en la separación. Nuestra conciencia se encuentra dividida y es prisionera de un sistema de pensamiento donde se debate entre el bien y el mal; entre la ilusión y la verdad; entre el miedo y el amor; entre la oscuridad y la luz; entre el día y la noche. Mientras que nos encontremos en ese estado de percepción, la dualidad parece ganar la partida a la unidad.

Sin embargo, se requieren muchos más esfuerzos para mantener la incoherencia del mundo del ego, la cual está gobernada por la fuerza destructiva de repulsión, que mantener encendida la llama de una vela que nos alumbra una fuerza transformadora, como es el Amor, el cual está gobernado por la fuerza constructiva de atracción.

Un solo esfuerzo dirigido hacia la luz atraerá todas las fuerzas que hacen que el Cielo sea lo que es, el símbolo de la Unidad del Padre y su Filiación.

9. Tu puente está mejor construido de lo que te imaginas, y tus pies están firmemente asentados en él. 2No dudes de que la atrac­ción de los que están al otro lado esperándote no te vaya a ayu­dar a cruzar sin contratiempos. 3Pues llegarás a donde quieres estar, y a donde te aguarda tu Ser.

Es lo que diferencia la fuerza del Amor de la fuerza del miedo. El Amor atrae, mientras que el miedo repele. El Amor es real, mientras que el miedo es ilusión. El Amor es la Verdad, mientras que el miedo es la falsedad.

Únete a tu hermano y que vuestras fuerzas se potencien una a la otra. Ese es el comienzo que dará lugar a la masa crítica, lo que propiciará un crecimiento rápido de la verdad que se ha sembrado.

domingo, 1 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 336

LECCIÓN 336

El perdón me enseña que todas las mentes están unidas.


1. El perdón es el medio a través del cual a la percepción le llega su fin. 2El conocimiento es restituido una vez que la percepción ha sido transformada y ha dado paso enteramente a lo que por siempre ha de estar más allá de su más elevado alcance. 3Pues las imágenes y los sonidos tan sólo pueden servir, en el mejor de los casos, para evocar el recuerdo que yace tras todos ellos. 4El per­dón elimina las distorsiones y revela el altar a la verdad que se hallaba oculto. 5Sus blancas azucenas refulgen en la mente, y la instan a regresar y a mirar en su interior para encontrar lo que en vano ha buscado afuera. 6Pues ahí, y sólo ahí, se restaura la paz interior, al ser la morada de Dios Mismo.

2. Que el perdón elimine en la quietud mis sueños de separación y de pecado. 2Y que entonces pueda mirar, Padre, en mi interior y descubrir que Tu promesa de que en mí no hay pecado es verdad; que Tu Palabra permanece inalterada en mi mente y que Tu Amor reside todavía en mi corazón.


¿Qué me enseña esta lección? 


Estamos atrapados por el recuerdo de nuestro pasado, un pasado en el que proclamamos un juicio condenatorio sobre nuestro acto volitivo de utilizar nuestra condición creadora con libre albedrío. A ese gesto de independencia, de autonomía, le llamamos pecado, pues lo interpretamos como un acto contrario a la Voluntad de nuestro Padre.

A partir de ese juicio condenatorio, decidimos creer que estamos separados de nuestro Creador, al que hemos ofendido con nuestra acción creadora. Comer del fruto del árbol prohibido es una alegoría que nos enseña sobre el uso de nuestro poder creador.

Decidir aprender por iniciativa propia, en vez de seguir conectado a la Fuente de nuestra Creación, nos ha llevado a establecer nuestro propio código de aprendizaje, el cual está basado en la necesidad de experimentar a través de la vía de la percepción.

La vía de la percepción está estrechamente relacionada con nuestro pasado, en la medida en que cada estímulo recibido por los órganos sensoriales nos despierta el recuerdo de lo experimentado en las mismas circunstancias. En este sentido, actuar por iniciativa propia nos lleva a creer merecedores del castigo, del sufrimiento, del dolor, pues actuar sin contar con la aprobación de nuestro Padre nos lleva a creer en la transgresión, en el pecado, y éste tan sólo es redimido por la vía del castigo.

Todo cambia cuando nuestra mente deja de identificarse con el pecado y con la percepción de la separación. Todo cambia cuando nuestra mente da cabida al perdón, al amor. Si perdonamos nuestros errores pasados, quedamos limpios, purificados, recuperamos la inocencia primigenia y con ello ponemos fin a la vía de aprendizaje a través de la percepción. Cuando actuemos, no alimentaremos la falsa creencia de que estamos violando las Leyes del Creador.

Restituir la visión de la Unidad y de la Impecabilidad es la función del perdón. En verdad, en realidad, lo que estamos haciendo es tomar consciencia de nuestra condición divina.
Amén.

Ejemplo-Guía: "Cuando perdonamos, estamos recordando nuestro origen".

La enseñanza que nos ofrece el Curso sobre el perdón nos revela un aspecto que trasciende el significado que se le da, teniendo como referencia el sistema de pensamiento del ego. 

Siempre he participado de la idea de que perdonar era la respuesta que ofrecemos cuando hemos juzgado un acto incorrecto. Este posicionamiento nos lleva a creer, falsamente, que estamos en un estado de superioridad con respecto al que ha obrado incorrectamente. Ese sentimiento de superioridad, dado por nuestra condición moral, nos lleva a "perdonar" al otro por los errores cometidos.

Cuando obramos de esta manera, lo que realmente estamos haciendo es proyectar nuestra culpa, nuestra condena, externamente, pero en ningún caso significa que la hayamos perdonado internamente. Es más, proyectándonos, lo que estamos haciendo es elegir ver en el otro lo que debemos aplicarnos nosotros mismos.

Si se hubiese realizado el trabajo interno de perdonarnos, es decir, si no viésemos nuestras culpas, entonces las acciones externas no tendrían necesidad de ser perdonadas, pues no las proyectaríamos, lo que significa que no las vemos, no las deseamos.

Perdonar no es un acto que deba hacernos sentir superiores a los demás. Todo lo contrario, como bien nos enseña el Curso, la visión del perdón lleva implícita la visión de la inocencia, de la impecabilidad, de la unidad.

Si nuestra percepción verdadera nos lleva a tomar conciencia de que somos uno, eso es perdonar, pues reconocemos que formamos parte de la Fuente que nos ha creado.

Reflexión: La elección del perdón nos sitúa de vuelta en el Paraíso.