miércoles, 18 de diciembre de 2024

Capítulo 16. VI. El puente que conduce al mundo real (3ª parte).

VI. El puente que conduce al mundo real (3ª parte).

8. No temas que se te vaya a elevar y a arrojar abruptamente a la realidad. 2El tiempo es benévolo, y si lo usas en beneficio de la realidad, se ajustará al ritmo de tu transición. 3Lo único que es urgente es desencajar a tu mente de la posición fija que ha adop­tado aquí. 4Ello no te dejará desamparado ni desprovisto de un marco de referencia. 5El período de desorientación, que precede a la transición en sí, es mucho más corto que el tiempo que tardaste en fijar tu mente tan firmemente en las ilusiones. 6Cualquier demora te hará ahora más daño que antes, debido únicamente a que te das cuenta de que es una demora, y de que realmente es posible escapar del dolor. 7En lugar de desesperación, halla espe­ranza y consuelo en esto: muy pronto ya no podrás encontrar en ninguna relación especial aquí ni siquiera la ilusión de amor. 8Pues ya no estás completamente loco, y no tardarías mucho en reconocer la culpabilidad que te produce traicionarte a ti mismo.

Cruzar el puente, al suponer un proceso de cambio de percepción, llevará un tiempo. En ese espacio temporal, el presente adquiere un significado muy valioso, pues al no ocuparlo con pensamientos sombríos del pasado y del futuro, nos ofrecerá un campo de infinitas posibilidades en las que podemos elegir desde el amor y no desde el miedo. Elegir desde el amor significa que no damos cabida al miedo, ni a la culpa, ni al castigo, y por lo tanto, la presencia del dolor y el sufrimiento no tendrá lugar.

9. Nada que procures fortalecer en la relación especial es real­mente parte de ti. 2no puedes conservar parte del sistema de pensamiento que te enseñó que la relación especial es real, y entender el Pensamiento que sabe lo que eres. 3Le has permitido al Pensamiento de tu realidad entrar en tu mente, y puesto que lo invitaste, morará contigo. 4Tu amor por él no permitirá que te traiciones a ti mismo, y no podrás entablar ninguna relación en la que dicho pensamiento no te acompañe, pues no desearás estar separado de él.

La fortaleza del ego se expresa en su sistema de pensamiento, es decir, la creencia en la separación se ha convertido en el sentido de su existencia, debido a que el pensamiento de su realidad ocupa nuestra mente al haber sido invitada. Expresado de otra manera: al desear ser amado de una manera especial, nos ha llevado a vernos diferentes y a percibirnos de manera exclusiva.

10. Alégrate de haber escapado de la parodia de salvación que el ego te ofrecía, y no mires atrás con nostalgia a la farsa que hacía de tus relaciones. 2Ahora nadie tiene que sufrir, pues has llegado demasiado lejos como para sucumbir a la ilusión de que la culpa­bilidad es algo bello y santo. 3Sólo los que son completamente dementes podrían contemplar la muerte y el sufrimiento, la enfer­medad y la desesperanza, y considerarlos bellos y santos. 4Lo que la culpabilidad ha forjado es feo, temible y muy peligroso. 5No veas ninguna ilusión de verdad y belleza en ello. 6Y siéntete agra­decido de que haya un lugar donde la verdad y la belleza te aguardan. 7Ve gustosamente a su encuentro y descubre lo mucho que te espera por el simple hecho de estar dispuesto a abandonar lo que no es nada precisamente porque no es nada.

Si el modo de amar del ego, de manera especial, nos aportase la percepción de la unidad, de la felicidad, de la libertad, en verdad, debería ser considerado como el plan de salvación adecuado. Pero la realidad es otra. El modo de amar del ego, inspirado desde el miedo, tan solo aporta conflicto, enfrentamiento, odio, ataque, dolor, sufrimiento, etc.

11.  La nueva perspectiva que adquirirás al cruzar el puente será el entendimiento de dónde se encuentra el Cielo. 2Desde este lado parece encontrarse fuera de ti y al otro lado del puente. 3Pero al cruzar el puente para unirte al Cielo, éste se unirá a ti y os volve­réis uno. 4pensarás, con feliz asombro, que a cambio de todo esto renunciaste a lo que no era nada. 5El júbilo del Cielo, el cual es ilimitado, aumenta con cada luz que regresa a ocupar el lugar que le corresponde en él. 6¡Por el Amor de Dios y por el tuyo propio, no te demores más! 7¡Y que el instante santo te acelere en tu camino, como indudablemente lo hará sólo con que dejes que venga a ti!

El mundo que percibimos y que se encuentra en la orilla donde nuestra identidad se identifica con el ego es el mundo donde imperan las leyes del miedo.

En la otra orilla del puente, la luz de un faro nos lleva a vislumbrar el final de un mundo oscuro. Esa luz representa la Voz del Espíritu Santo, que ha oído nuestra voluntad de querer retornar hacia nuestro verdadero Hogar y nos espera para darnos la buena nueva. El Cielo nos abre sus puertas y entramos en Él, de la mano de nuestros hermanos.

12. El Espíritu Santo sólo te pide este pequeño favor: que cada vez que tus pensamientos se desvíen hacia una relación especial que todavía te atraiga, te unas a Él en un instante santo y ahí le per­mitas liberarte. 2Lo único que necesita es que estés dispuesto a compartir Su perspectiva, para que Él te la conceda en su totalidad. 3Y no tienes que estar completamente dispuesto porque Él lo está. 4Su tarea es expiar tu renuencia mediante Su perfecta fe, y es Su fe la que tú compartes con Él en el instante santo. 5Como resultado de reconocer que no estás dispuesto a ser liberado, se te ofrece la perfecta buena voluntad de la que Él goza. 6lnvócale, pues el Cielo responde a Su llamada. 7Y permítele que Él invoque al Cielo por ti.

Somos seres completos y tan solo la creencia en la separación puede oscurecer esa visión, llevándonos a creernos necesitados y escasos. Creernos pecadores nos lleva al exilio; nos lleva a sentirnos expulsados del Cielo. 

Dios no nos castiga por haber utilizado nuestra voluntad para fabricar un mundo ausente de amor. Somos nosotros los que, al excluirnos del amor, nos creemos escindidos del Cielo.

No somos seres incompletos que necesitan amar de manera especial a otra persona, la cual nos completará. Lo que es Uno es indivisible. El amor es indivisible.

martes, 17 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 352

LECCIÓN 352

Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios procede todo el dolor del mundo, y del amor, la paz de Dios.

1. El perdón ve sólo impecabilidad, y no juzga. 2Ésta es la manera de llegar á Ti. 3Los juicios me vendan los ojos y me ciegan. 4El amor, que aquí se refleja en forma de perdón, me recuerda, por otra parte, que Tú me has proporcionado un camino para volver a encontrar Tu paz. 5Soy redimido cuando elijo seguir ese camino. 6Tú no me has dejado desam­parado. 7Dentro de mí yace Tu recuerdo, así como Uno que me conduce hasta él. 8Padre, hoy quiero oír Tu Voz y encontrar Tu paz. 9Pues quiero amar mi propia Identidad y encontrar en Ella el recuerdo de Ti.


¿Qué me enseña esta lección? 

El acto de juzgar es un acto que “separa”. El origen del juicio, según mi opinión, procede del deseo que estimuló al Hijo de Dios a crear, a usar los atributos con los que había sido creado. Dicho deseo creador, junto a la proyección de su voluntad, le llevó a percibir las vibraciones de un estado de energía, a la cual prestó su atención, y le dio consistencia, le dio forma.

El tránsito de la consciencia de permanecer conectado a la Fuente Creadora, a un nivel de vibración distinto, en el que se percibe la realidad ilusoria de un envoltorio con el que no estábamos habituados, nos llevó a desear conocer y comprender lo que percibíamos a través de los sentidos físicos.

El análisis, el estudio, la investigación son cualidades que han derivado del primer acto que dio lugar al juicio. La percepción de la diferencia entre los cuerpos daba paso a cuestionarse que lo de fuera era distinto a lo de adentro. Surge la mente dual, y aprendemos a paso acelerado que lo que no aceptamos de nuestro interior lo juzgamos en el otro, es decir, nos sentimos pecadores y ello nos lleva a condenarlo en los demás, cuando en realidad lo que tenemos que hacer es "expiar" -corregir- ese error internamente.

Juzgamos a nuestro Creador, a nuestro Padre, y lo condenamos por habernos hechos débiles, por habernos dejado a la deriva, por habernos retirado su protección. Cuando nos sentimos víctimas de circunstancias dramáticas, le achacamos a Dios su falta de misericordia, pues interpretamos que no nos ha perdonado el hecho de haber violado sus “leyes”. Son los efectos de habernos identificado con el cuerpo físico y con el mundo material. Dentro de este plano denso, tendremos la oportunidad de aprender que Dios está ajeno a nuestros juicios. Para Él, no existe el pecado, por lo tanto no puede condenar. Él, al no ver acto pecaminoso, no tiene necesidad de perdonarnos, pues para Él, su Hijo permanece impecable e inocente.

Desde este mundo, tenemos la oportunidad de comprender que el uso que damos a nuestra mente es la causa que da origen a las consecuencias que experimentamos. En esa relación Causa-Efecto, debemos extraer la lección de responsabilidad en el uso de nuestras capacidades creadoras. Cuando nuestra conciencia despierte a esa realidad, estaremos preparados para dar el siguiente paso, expresar nuestra condición divina como agentes del Amor y convertirnos en mensajeros del perdón.

Ejemplo-guía: "Los juicios nos vendan los ojos y nos ciegan".

Esto es así, pues cuando juzgamos, estamos viendo y percibiendo separación. Tal vez nos digamos que cuando estamos juzgando, estamos viendo con total nitidez. Esto es cierto para el sistema de pensamiento del ego, es decir, es cierto cuando elegimos ver con los ojos del cuerpo y percibir que nuestros cuerpos están separados.

Pero la lección que estamos estudiando ha de aportarnos, esencialmente, que si juzgamos (interpretamos) que nos encontramos separados unos de otros, lo que estamos viendo no es real, es decir, estamos con una venda en los ojos que se convierte en un filtro que altera a la verdadera visión, la que ha de llevarnos a ver la verdad, esto es, la unidad que engloba a todo lo creado. Los cuerpos se perciben diferentes, pero el Espíritu, el Ser, no.

Ya hemos hablado de que los efectos que experimentamos cuando elegimos ver con los ojos del cuerpo no nos aportan paz ni felicidad. Hemos hablado de que la causa que origina esos efectos es el miedo.

Pero cuando elegimos la Visión Crística, estamos eligiendo el camino correcto que ha de llevarnos a experimentar la paz y la felicidad, pues en realidad lo que estamos haciendo es recordar nuestra verdadera condición. Ser Hijo de Dios nos hace portadores de paz y de felicidad, pues son aspectos de nuestra condición espiritual.

Reflexión: Dime lo que juzgas y te diré cómo eres.

Capítulo 16. VI. El puente que conduce al mundo real (2ª parte).

VI. El puente que conduce al mundo real (2ª parte).


4. La relación especial no significa nada sin un cuerpo. 2Si le atri­buyes valor a la relación especial, tienes que atribuírselo también al cuerpo. 3Y no podrás sino conservar aquello a lo que atribuyas valor. 4La relación especial es un recurso para limitar tu Ser a un cuerpo, y para limitar la percepción que tienes de los demás a los suyos. 5Si pudieses ver los Grandes Rayos, éstos te demostrarían que la relación especial no tiene absolutamente ningún valor. 6Pues al verlos, el cuerpo desaparecería, ya que perdería su valor. 7Y de este modo, perderías todo tu interés en verlo.

Referirnos al ego nos lleva a describir las características de su sistema de pensamiento. El ego surge cuando decidimos ser diferentes al Creador y cuando el Conocimiento de la unicidad es sustituido por la creencia en la separación, o dicho de otro modo, cuando dejamos de ser impecables, puros e inocentes y nos creemos pecadores y dignos merecedores del castigo divino para limpiar nuestra culpa.

Ego es percepción. Percepción es cuerpo. Cuerpo es separación. Separación es culpa. Culpa es amor especial. El amor especial es la necesidad de ser amados por Dios.

5. Ves el mundo al que atribuyes valor. 2A este lado del puente ves un mundo de cuerpos separados que buscan unirse unos con otros en uniones exclusivas y convertirse en uno solo a costa de la pérdida que ambos sufren. 3Cuando dos individuos intentan con­vertirse en uno solo están tratando de reducir su grandeza. 4Cada uno quiere negar su poder, pues una unión exclusiva excluye al universo. 5Se deja afuera mucho más de lo que se admite adentro, pues se deja a Dios afuera y no se admite nada adentro. 6Si una sola de esas uniones se estableciese con perfecta fe, el universo entraría a formar parte de ella. 7Mas la relación especial que el ego persigue no incluye ni siquiera un solo individuo en su totalidad. 8El ego sólo quiere parte de él, y ve sólo esa parte y nada más.

El ego ha sustituido el amor verdadero por el miedo, lo cual le lleva a condicionar el amor que siente por la otra persona con límites de exclusividad, en un intento de protegerse del miedo que siente al no recibir un amor especial y único.

Al basar su amor condicional en la percepción del cuerpo, el miedo a perder lo que considera en exclusividad, el ser amado, le llevará a proyectar la culpa que siente en el otro, al que juzgará por despertar tales sentimientos de miedo en su interior.

6. ¡Qué diferentes son las cosas al otro lado del puente! 2Durante algún tiempo se sigue viendo el cuerpo, pero ya no es lo único que se ve, como ocurre aquí. 3La pequeña chispa que contiene los Grandes Rayos también es visible, y no puede ser confinada a la pequeñez por mucho más tiempo. 4Una vez que hayas cruzado el puente, el valor del cuerpo disminuirá tanto ante tus ojos, que ya no tendrás ninguna necesidad de enaltecerlo. 5Pues te darás cuenta de que su único valor es el de permitirte llevar a tus her­manos contigo hasta el puente, para allí ser liberados juntos.

El ego no ve los Grandes Rayos procedente de la esencia del Espíritu, del Ser que somos. Si lo percibiese, su sistema de pensamiento cambiaría por completo, pues dejaría de creer en la separación y, por lo tanto, dejaría de ser un ego, para recuperar su verdadera identidad como Hijo de Dios.

7. El puente en sí no es más que una transición en la perspectiva que se tiene de la realidad. 2A este lado ves todo sumamente dis­torsionado y desde una perspectiva errónea. 3Lo que es pequeño e insignificante se enaltece, y a lo que es fuerte y poderoso no se le concede ningún valor. 4Durante la transición hay un período de confusión en el que es posible experimentar una sensación muy real de desorientación. 5No tengas miedo de esto, pues lo único que significa es que has estado dispuesto a abandonar el marco de referencia distorsionado que parecía mantener a tu mundo intac­to. 6Este marco de referencia está construido en torno a la relación especial. 7Sin esta ilusión, no seguirías buscando ningún signifi­cado aquí.

La idea de "puente" queda representada en este punto, como el símbolo del proceso de transición que une dos aspectos de la realidad. Ese puente representa el momento en el que sentimos la llamada a ir más allá de la situación en la que nos encontramos. La realidad que queremos abandonar es la que nos aporta el ego; es el mundo de la ilusión, del miedo, del castigo, del sufrimiento y del dolor. En la otra orilla de ese puente, nos aguarda la "tierra prometida", la "tierra de salvación", es decir, la realidad que el Espíritu Santo nos muestra y en la que recordaremos nuestra verdadera identidad espiritual.

Dejamos atrás el miedo y alcanzamos la tierra de la libertad, en la que compartiremos la esencia de la que somos portadores, el amor, con cada uno de nuestros hermanos.

lunes, 16 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 351

¿Qué soy?


1. Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. 2En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. 3En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. 4Soy el santo hogar de Dios Mismo. 5Soy el Cielo donde Su Amor reside. 6Soy Su santa Impecabilidad, misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.

2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. 2Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofreci­mos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. 3Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. 4La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras. 5Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.

3. Somos los portadores de la salvación. 2Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. 3Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. 4Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. 5No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. 6El conocimiento vol­verá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nues­tro papel. 7Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.

4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. 2Nues­tros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. 3Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. 4Y desde la unión que hemos alcan­zado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.

5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nom­bre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. 2Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. 3Le traemos bue­nas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. 4Ahora ha sido redimido. 5Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.


LECCIÓN 351

Mi hermano impecable es mi guía a la paz: Mi hermano pecador es mi guía al dolor. Y el que elija ver será el que contemplaré.

1. ¿Quién es mi hermano sino Tu santo Hijo? 2Mas si veo pecado en él proclamo que soy un pecador, en vez de un Hijo de Dios, y que me encuentro solo y sin amigos en un mundo aterrante. 3Mas percibirme de esa manera es una decisión que yo mismo he tomado y puedo, por consi­guiente, volverme atrás. 4Puedo asimismo ver a mi hermano exento de pecado, y como Tu santo Hijo. 5Y si ésta es la alternativa por la que me decido, veo mi impecabilidad, a mi eterno Consolador y Amigo junto a mí, y el camino libre y despejado. 6Elige, pues, por mí, Padre mío, a través de Aquel que habla por Ti. 7Pues sólo Él juzga en Tu Nombre.


¿Qué me enseña esta lección? 

Conocer lo que es, es la puerta de entrada que nos permite acceder a la verdadera realidad que somos. Esta visión condicionará el resto de visiones. Podemos decir que esta cuestión es la causa que ha de dar lugar a unos efectos u otros, es decir, que seamos dichosos, felices, plenos, sanos, abundantes o, por el contrario, seamos desdichados, infelices, escasos, enfermos, necesitados…

A la pregunta "¿Qué soy?", podemos contestar que somos Hijos de Dios o hijos del ego.

Si somos Hijos de Dios, estamos afirmando que formamos una unidad con nuestro Creador, por el propio vínculo de paternidad y filiación. Ello significa que somos portadores potencialmente de su abundancia y de Sus Atributos Creadores.

Si somos hijos del ego, esa identificación errónea del verdadero Yo, nos llevará a la falsa creencia de la separación. Ello significa que la vía directa de aprendizaje de la que gozamos mientras formamos una unidad con el Creador es sustituida por la vía de aprendizaje basada en la división y en el rigor.

Cuando nuestra conciencia se encuentra despierta a la verdadera realidad que somos, los lazos de Unidad que nos relacionan con el Creador se extienden a todo lo creado, es decir, formamos una misma filiación con el resto de nuestros hermanos. La Divinidad se expresa a través de ellos y la visión que tenemos del mundo es la impecabilidad, la santidad, la inocencia.

Pero mientras nuestra conciencia permanezca sumida en el sueño del ego, la visión del mundo será aquella que tenemos de nosotros mismos, es decir, una visión pecaminosa y dada a la liberación a través del castigo, del dolor, de la enfermedad, de la muerte.

El libre albedrío es la potestad más elevada que nuestro Padre nos ha legado. Su Propósito es que utilicemos, con plena libertad, nuestra voluntad, pues ese potencial debe ser utilizado para crear. En este sentido, somos totalmente libres de elegir ver un mundo u otro. Bien el de la liberación o bien el de la condena. Aquel que elijamos, estará anunciando nuestro nivel de consciencia, nuestro nivel de percepción.


Ejemplo-guía: "La relación con nuestros hermanos nos revelará lo que creemos ser".

¿Te atacarías a ti mismo? ¿Te autocastigarías? ¿Te condenarías?

Si no tienes una respuesta para estas cuestiones, si no eres consciente, aún, de lo que eres, mira a tu alrededor, observa la relación que te une a tus hermanos y en ella encontrarás la respuesta.

Si tu mirada te lleva a descubrir ataque, castigo o condena, ten por seguro que te estás atacando, castigando y condenando a ti mismo. Lo que significa que te encuentras identificado con una falsa identidad basada en la creencia de que eres un ser separado de los demás.

Si tu mirada, en cambio, te lleva a descubrir inocencia, impecabilidad, santidad, ten por seguro que estás expandiendo tu inocencia, tu pureza y tu santidad, lo que significa que te encuentras identificado con tu realidad verdadera, la cual se basa en la creencia de que eres un ser que forma parte de la Filiación Divina.

Como bien nos anuncia la Lección en su introducción, la necesidad de usar palabras ya está llegando a su fin. Cuando conoces lo que eres, todo se resume a "ser". Ese estado se traduce en "presencia". No habrá tiempo ni espacio. Tan solo "presencia" y, en esa condición, el Universo al completo nos acompañará.

Reflexión: El juicio que hagamos sobre nuestro hermano, es el juicio que hacemos de nosotros mismos.

Capítulo 16. VI. El puente que conduce al mundo real (1ª parte).

VI. El puente que conduce al mundo real (1ª parte).

1. Ir en busca de una relación especial es señal de que te equiparas con el ego y no con Dios, 2pues la relación especial sólo tiene valor para el ego. 3Para él, a no ser que una relación tenga valor espe­cial, no tiene ningún significado, pues para el ego todo amor es especial. 4Esto, sin embargo, no puede ser natural, pues es diferente de la relación que Dios tiene con Su Hijo, y toda relación que no sea como ésa es necesariamente antinatural. 5Pues Dios creó el amor tal como Él quería que fuese, y lo dio tal como es. 6El amor no tiene ningún significado excepto el que su Creador le otorgó mediante Su Voluntad. 7Es imposible definirlo de otra manera y entenderlo.


El amor para el ego siempre es especial, y tras ese especialismo, descubrimos la característica principal del sistema de pensamiento del ego, el deseo de ser diferente al resto; el deseo de ser amado con la singularidad de que somos el único que se merece ese amor. El ego sabe que el Amor de Dios no es exclusivo de nadie en concreto, pues de serlo estaría adorando la falsa idea del egoísmo. No me imagino a Dios otorgando Su Amor según nuestros merecimientos. Es más, el Amor de Dios no está vinculado a ningún logro, sino que es la Esencia con la que Dios ha creado a Su Hijo, a la Filiación.

Esa visión del amor incondicional no es aplicada por el ego. El amor lo asocia a la percepción, y si aquello que percibo en el otro es de mi agrado y me seduce, estoy dispuesto a otorgarle mi amor. Se trata de un sentimiento condicionado a nuestros deseos o, lo que es lo mismo, el amor del ego es la base del egoísmo.

2. El amor es libertad. 2Ir en su busca encadenándote a ti mismo es separarte de él. 3¡Por el Amor de Dios, no sigas buscando la unión en la separación ni la libertad en el cautiverio! 4Según concedas libertad, serás liberado. 5No te olvides de esto, o, de lo contrario, el amor será incapaz de encontrarte y ofrecerte consuelo.

El amor incondicional es como la verdad, no se puede perder, buscar ni encontrar. Simplemente Es. Ya hemos tenido ocasión de manifestar, a lo largo de los análisis que estamos llevando a cabo con el estudio del Texto, que la evidencia más certera del amor es que aporte libertad. Si no fuese así, significaría que Dios no practica la libertad en sus creaciones y, por tanto, Su Hijo tampoco lo sería. Pero el hecho de que fuese creado a Imagen y Semejanza de Dios le ha permitido gozar de ese Principio Espiritual que iguala al Padre con el Hijo.

3. Hay una manera en que el Espíritu Santo te pide que le prestes tu ayuda, si quieres disponer de la Suya. 2El instante santo es el recurso más útil de que Él dispone para protegerte de la atracción de la culpabilidad, que es el verdadero señuelo de la relación especial. 3No te das cuenta de que ése es el verdadero atractivo de la relación especial, debido a que el ego te ha enseñado que la libertad reside en ella. 4Sin embargo, mientras más detenidamente examines la relación especial, más claro te resultará que no puede sino fomentar la culpabilidad, y que, por lo tanto, no puede sino aprisionar.

La creencia en el tiempo, tal y como lo concibe el sistema de pensamiento del ego, hace que no utilicemos el potencial que nos ofrece el presente.

Si quieres comprobarlo, tan solo tienes que prestar atención a tus pensamientos. Descubrirás que el momento en que estás prestando esa atención es el único momento que tienes, es decir, es el único instante en el que puedes tomar consciencia de ti. No tienes otro momento. Puedes pensar que el futuro es otro momento, pero, cuando te preguntas dónde se encuentra ese futuro en el ahora, tomarás consciencia de que no estás en el futuro nunca, sino siempre en el presente. Esto que acabamos de confirmar es motivo para sentirse feliz, pues el presente, el ahora, podemos hacerlo un instante santo. ¿Cómo? Eligiendo que ese presente esté libre del recuerdo del pasado y de las expectativas del futuro, con la total certeza de que lo hacemos porque creemos que esas fases del tiempo no existen, salvo que decidamos ocupar el único tiempo real, el presente, con su contenido.

Si en el presente permitimos que nuestros recuerdos pasados, cargados de ira, odio, rencor, culpa, se adueñen de nuestros pensamientos, estaremos perpetuando la experiencia del dolor, del miedo, del sufrimiento, de las pérdidas y de las rupturas en nuestra vida.

domingo, 15 de diciembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 350


LECCIÓN 350

Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios. Ofrecer­los es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mundo.


1. Lo que perdonamos se vuelve parte de nosotros, tal como nos percibi­mos a nosotros mismos. 2Tal como tú creaste a Tu Hijo, él encierra dentro de sí todas las cosas. 3El que yo Te pueda recordar depende de que lo perdone a él. 4Lo que él es no se ve afectado por sus pensamientos. 5Pero lo que contempla es el resultado directo de ellos. 6Así pues, Padre mío; quiero ampararme en Ti. 7Sólo Tu recuerdo me liberará. 8Y sólo perdo­nando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí, y a ofrecérselo al mundo con agradecimiento.

2 Y a medida que hagamos acopio de Sus milagros, estaremos en verdad agradecidos. 2Pues conforme lo recordemos, Su Hijo nos será restituido en la realidad del Amor.

¿Qué me enseña esta lección?

La decisión de crear, de utilizar los poderes de su Creador, llevó al Hijo de Dios a tomar las riendas de su identidad. Una identidad que compartía, hasta ese momento, con su Padre, con el cual forma una unidad.

Esa visión de unidad se transformó una vez tomada la elección de crear por iniciativa propia. Se trata de una decisión que nos llevó a juzgar por nuestra cuenta, dando lugar a un mundo "desconocido" para nuestro Hacedor, pero al que dotamos de significado y con el que nos identificamos, adquiriendo una identidad pasajera y temporal, o lo que es lo mismo, una identidad ilusoria e irreal.

El Hijo de Dios fue creado por la acción expansiva del Padre. Teorías espirituales, versadas en cosmogénesis, nos revelan que es una Ley Cósmica que, alcanzada la perfección en un nivel, se pase a otros niveles superiores. Mi mente, está claro, no puede imaginar esos niveles superiores; tan sólo soy capaz de reflexionar en voz alta aplicando la Ley de Analogía, la cual establece que cuando una verdad se aplica en un nivel determinado, es aplicable, igualmente, a otros niveles.

Si el Padre, la Divinidad, crece creando de Sí Mismo, el Hijo, al ser portador de sus Atributos Creadores, tiene el Propósito de alcanzar la condición de su Creador. Es por ello que, en muchas ocasiones, me refiero al Hijo de Dios como un Dios en formación.

En la medida en que afrontamos la vida expresando o expandiendo lo que somos, es decir, compartiendo el Amor con el que hemos sido creados, y lo hacemos compartiéndolo con los demás, en ese gesto, estamos recordando la identidad divina de la que es portador cada uno de nuestros hermanos, es decir, estamos recordando a Dios y con ello, haciendo honor a los milagros.

En la medida en que cada uno de nosotros encienda su luz y su conciencia esté dispuesta a compartir esa luz, podemos estar seguros de que otras luces se encenderán, y esas otras luces encenderán otras, y esas a otras…, y entre todos seremos capaces de prender una gran luz, que servirá de guía a aquellos que se encuentren sumidos, momentáneamente, en la oscuridad. Será como un faro, que anunciará dónde se encuentra la tierra verdadera, donde podremos dar testimonio de lo que somos.

Ejemplo-guía: "Compartiendo el Amor, hacemos Milagros".

Cada vez que extendamos, en el mundo del sueño, nuestra condición natural, nuestro amor, estamos compartiendo el milagro con el mundo.

En el Curso se desarrollan 50 Principios para hablarnos de los milagros. El Principio 3 se titula: "Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor. El verdadero milagro es el amor que los inspira. En este sentido, todo lo que procede del amor es un milagro".

El milagro ocurre de manera natural cuando expresamos el Amor. Es tan fácil como eso. Nuestra vida está ausente de lo que somos, debido a que creemos ser lo que no somos. Mientras que pensemos que somos el cuerpo con el que nos identificamos y que estamos separados de la Fuente que nos ha creado y de Su Creación, estaremos idolatrando una imagen irreal e ilusoria de nuestra verdadera realidad.

Esta lección nos está invitando a que tomemos consciencia de nuestra capacidad creadora, la cual procede de la esencia de la que somos portadores, pues hemos sido creados por Ella: el Amor. 

¡Hagamos de cada experiencia una experiencia de amor y estaremos haciendo milagros!

Reflexión: Perdonar es recordar a Dios.