Estamos ante el órgano vital por excelencia. Si el corazón
deja de latir, la vida se retira del cuerpo, abandonándolo a su muerte.
Podríamos decir que el corazón es el órgano más importante de cuantos
constituyen el cuerpo físico.
No es tan sólo una realidad material y científicamente demostrable,
también desde el punto de vista espiritual, el corazón se presenta como una
zona privilegiada, ya que en el, concretamente en su ventrículo izquierdo, se
encuentra depositado el átomo-germen del cuerpo físico., en el cual se va
grabando cada una de las experiencias vividas materialmente y que tras la
muerte deberán ser analizadas en el proceso post-morten.
Si observamos la función primordial del corazón, diremos que
estamos ante una majestuosa demostración de poder, pues gracias a su acción el
ser logra expresar todas sus potencialidades internas. Se suele decir,
aludiendo a aspectos del comportamiento humano, que tal o cual persona
"posee un corazón de acero" o " tiene el corazón duro como una
piedra"... o quizás, " he tenido una corazonada"... o porque no,
" me partirás el corazón".
Hemos dotado al corazón de una personalidad emocional que
verdaderamente no es tal, pues el corazón no sirve tan solo a los sentimientos,
también lo hace al pensamiento.
El corazón es como la diana donde van a clavarse todos y cada
no de los dardos. Difícilmente podríamos dejar a un lado la voz del corazón.
Podemos intentarlo, pero nos mentiríamos si creyésemos que hemos actuado libre
de considerar la voz que nos llega desde centro cardiaco.
Cuando sufrimos dramas emocionales, por asuntos relacionados
con el amor, el corazón sufre enormemente, tenemos la sensación de que se nos
parte a trozos, pero igualmente, cuando no acabamos de ver claro nuestro rumbo
humano, también el corazón nos advierte de ese malestar.
Cuando actuamos fundamentalmente sin conciencia, los latidos
del corazón nos advertirá del ritmo interpuesto en nuestros asuntos. Si existen
bloqueos emocionales, producidos por posturas irreflexivas que se mantienen
basándose en respuestas intransigentes, soberbias, etc, no es de extrañar, que
los conductos cardiacos se endurezcan, llegando a bloquearse.
El exceso de fidelidad es mal compañero del corazón, pues no
tardaremos en comprobar cuan difícil nos resulta poner fin a los fieles hábitos
perniciosos, es más, en la mayoría de las ocasiones, ni tan siquiera nos
daremos cuenta de que somos peligrosamente fieles a posturas que nos hacen
daño.
Por ultimo, analizar la mala conciencia como un camino seguro
que nos llevará a padecer del corazón. Aquellos que actúan con malicia, que
producen dolor con pleno conocimiento de ello, se suele decir de ellos que
tienen mal corazón. En verdad, están expuestos a enfermedades cardiacas.
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