El afirmar que el hombre
camina por la vida sin rumbo, puede interpretarse como una afirmación
excesivamente rigurosa, sin embargo, la realidad de cada día nos demuestra, que
la confusión y el afán de evasión se va apoderando lentamente de las mentes de
los hombres.
Recientes estudios
estadísticos, demuestran que la depresión y las enfermedades psicosomáticas, en
general, están aumentando en la sociedad. Muchos piensan que la razón de este
crecimiento debemos buscarlas en las circunstancias sociales que estamos
viviendo, que no permiten dar salida y satisfacción a los propósitos humanos,
sin embargo, existe otro motivo más profundo y menos valorado, a pesar de ser
el más importante, me estoy refiriendo a la falta de significado de la vida, a
la falta de norte espiritual.
Desde que nacemos, nuestros
padres se preocupan, por lo general, en alimentarnos y en vestirnos, en darnos
una educación cultural que nos permita el día de mañana ser grandes personajes,
hombres de provecho, pero olvidan que el niño necesita comprenderse a sí mismo,
para lograr sobrevivir en el complejo mundo en el que vive, él necesita echar
raíces sólidas, necesita establecer un dialogo de comprensión con su mundo
íntimo, de tal modo que pueda poner orden en él, pues es el único modo que
logrará vivir con equilibrio y orden en el mundo exterior.
Los Cuentos de Hadas, ayudan
al niño a alcanzar esa conquista interna, pues les transmite de un modo sutil,
por vía intuitiva, una educación moral que ha de convertirse en los sólidos
cimientos de la realidad que ha de construir.
Este trabajo va dirigido,
especialmente, a los padres y educadores, pues de dar a conocer las claves
ocultas que darán un significado espiritual y trascendente a los Cuentos de
Hadas. Ahora bien, no es nuestro propósito, que al comprender el mensaje oculto
del cuento, el padre revele su contenido al niño, ya que cualquier
interpretación racional que hagamos, privará al niño de la magia alquímica que
le llevará a sentirse, él y sólo él, el héroe, el vencedor de la prueba.
Por ello, hagamos un
paciente esfuerzo y evitemos que nuestro hijo adivine que conocemos sus
sentimientos más profundos y su implicación con el cuento.
Como ya hemos dicho en otra
ocasión, el uso de la Astrología nos ayudará a ir desvelando los misterios de
la vida que, tan extraordinariamente, se ha recogido en la tradición popular de
los Cuentos de Hadas. En esta ocasión, vamos a analizar el cuento de la Bella y
la Bestia, y para ello, he elegido la versión traducida por Yolanda Chaves y
publicada por Walt Disney (Ed. Gaviota, s.a)
1ª Escena: Prueba del Príncipe. “Aprender a
Amar
“Hace mucho, mucho tiempo,
en un país lejano, vivía un Príncipe en un hermoso castillo…”
¿Quién es ese Príncipe, astrológicamente?
Espiritualmente, la condición de Príncipe, nos revela que somos herederos de un
“reino”, de un “poder”. En Cábala, el Séfira que hereda los poderes de
“Arriba”, de la Divinidad es Hesed, cuya representación planetaria es Júpiter.
Este planeta, regenta al signo del Elemento Fuego, Sagitario, y vemos que dicho
arquetipo, es el que resume los trabajos “principescos”, es decir, a través de
Sagitario, el hombre debe ser heredero, instrumento de la divinidad y
exteriorizar su Designio Divino. El Príncipe está en analogía con el signo de
Sagitario cuya misión es ser portador de altos valores espirituales y morales.
En el Mandala de estudio
situamos a Sagitario como Ascendente (sector astrológico que nos informa de los
rasgos de la personalidad, expresando los atributos del Yo), y a partir de ahí,
comenzamos su estudio.
Otra pista que nos aporta la
narración del cuento, es la procedencia de su reino. Un “país lejano”, esto es,
la Tierra del Espíritu en relación a la Tierra Humana. El Elemento Fuego en relación
a Elemento Tierra, se entiende como lo que está más allá de la realidad.
Nos refiere el narrador que
el Príncipe lo tenía todo. Las posesiones en Astrología debemos buscarlas en
las Casas Terrestres Fijas (He) y en especial la Casa II, si lo que pretendemos
es tener información de sus riquezas materiales. Si nos trasladamos al Mandala,
encontramos que Sagitario-Príncipe posee en abundancia a Capricornio (signo que
ocupa la casa II), es decir, posee potencialmente el poder de hacer tangible
las cosas, de materializarlas, es decir, el poder sobre el mundo material,
donde adquiere un gran poder ejecutivo para conseguir cualquier deseo físico.
Sin embargo, era caprichoso,
egoísta y cruel. Estas cualidades oscuras del Príncipe-Sagitario, debemos
buscarla formando parte de su naturaleza inconsciente, en el sector donde se
manifiestan nuestros deseos más íntimos y faltos de luz-conciencia. Este canal,
es la Casa XII, que como podemos ver, está dando cobijo al signo fijo del
Elemento Agua Escorpio. Este signo, interpretado como una cualidad del alma
irredimida, como un aspecto negativo, es el responsable de los atributos antes
descritos: egoísmo y crueldad. En Escorpio, el hombre se siente poderoso y
trata de ejercer su poder sin tener en consideración a los demás.
“Una noche fría llegó al
castillo una vieja mendiga”
¿Por qué una noche fría? Esa
noche es el estado de conciencia en el que vivía el Príncipe. Es la noche de la
“prueba”. El signo Escorpio en Casa XII, le estaba invitando a enfrentarse a su
propia oscuridad interna.
La vieja mendiga, es un
estado evolutivo de la conciencia que nos revela sabiduría. Al tratarse de una
mujer, está mostrándonos un aspecto del alma, se trata del alma vieja, de la
propia sabiduría, que deseaba habitar en el interior del Príncipe, en su
morada, en su mundo interno y emocional. La imagen de mendicidad nos hace
intuir los trazos del servicio y el desprendimiento, y ello nos lleva a activar
el canal VI, la Casa de la Servidumbre. En esta Casa aparece el signo de Tauro,
signo donde se concentra todo el potencial de Sabiduría, destilada a través del
Amor, como la Fuerza constructiva del universo.
Tauro es el signo de la
belleza, no tan sólo la material, sino también la espiritual. Alcanzar este
nivel de conciencia, nos indica que estamos a un paso de alcanzar la
perfección. Tauro aporta color a la naturaleza y dota de hermosura todo cuanto
crece. Es el símbolo de la Rosa, y no es casualidad que sea una rosa la flor
que le ofrece la anciana. La Rosa es el símbolo que recoge los esfuerzos del
espíritu por lograr dominar sus vehículos inferiores. Las espinas de las rosas
son las pruebas que nos enriquecerán en el camino, que no hará sabio, y el
destilar de la flor es el canto a la pureza, el Amor. Por lo tanto, la anciana,
le estaba regalando –mostrando-, el camino que debía tomar el Príncipe,
representante del Espíritu. Le estaba ofreciendo la oportunidad de desprenderse
de las ataduras de Tauro, al poder, al gozo, al placer mundano y transmutar sus
emociones dando vida al verdadero Amor Espiritual.
El color de la rosa, rojo,
nos aporta una pista significativa por parte del autor. El rojo es el color del
planeta Marte, el responsable del impulso emocional y del potencial sexual y
creador. Esa pureza a la que alude la “vieja”, es una pureza que debe ser
conquistada en ese sentido, pues en verdad, Escorpio en la Casa XII, nos está
indicando un mal uso con las fuerzas generadoras. La prueba es superar el
sentimiento de la pasión desmedida.
La mendiga le dijo: “no te
dejes engañar por las apariencias, la auténtica belleza está en el interior de
las personas”.
Si tuviésemos que resumir en
una frase el mensaje del signo Tauro, tendríamos que hacer uso de las palabras
de la vieja mendiga. En efecto, el Príncipe no supo ver los “trabajos” de Tauro
en su Casa VI. Esto nos sucede prácticamente a todos, pues este sector de
nuestra vida nos invita a enfrentarnos a una prueba kármica que exige ser
redimida, atendida e inevitablemente superada. Se trata de la asignatura que
hemos ido dejando pendiente, vida tras vida, y ahora nos reclama ser atendida
inexorablemente. En este caso, la prueba es aprender a amar, no lo superfluo,
sino lo profundo y eterno.
Continúa el Cuento
diciéndonos, que en verdad la anciana era una hechicera y que vio que en el
corazón del Príncipe no había amor. Como castigo lo convirtió en una bestia y
lanzó un hechizo sobre todos los habitantes del castillo.
En verdad, que el sector VI
en astrología, posee esa magia transmutadora y liberadora. En ese sector
debemos desprendernos de las tendencias más viejas y caducas que hay en
nosotros, y ellas son las que conocen mejor que nadie lo que ocurre en nuestro
corazón, al tiempo que puede convertirnos en seres de una calidad inferior, es
decir, el estancamiento, la no aceptación de la prueba, nos convierte en seres
inferiores y nos lleva a quedar rezagados en el proceso de la evolución.
Antes de desaparecer, la
vieja le entregó un espejo encantado que lo conectaría con el exterior y le
dejó la Rosa, la cual se mantendría fresca hasta que alcanzara la edad de 21
años. Para romper el hechizo, tendría que amar a otra persona y conseguir ser
correspondido antes de que cayera el último pétalo de la Rosa. Si no lo
conseguía, quedaría para siempre convertido en Bestia.
¿Qué significado se esconde
detrás de ese espejo mágico? Podríamos decir que la hechicera no abandonó por
completo al Príncipe en su desdicha, pues puso en sus manos una poderosa
herramienta, que se convertiría en el único “arma” con la que poder conseguir
superar la prueba.
El espejo le permitiría
contemplar su feo rostro, esa figura, ese aspecto de su personalidad, que
habría permanecido oculta por la poderosa imagen del Príncipe.
Cabalísticamente, Yesod-Luna, es el Séfira que hace funciones de “espejo”, pues
su papel es proyectar los contenidos de los demás Séfiras (Centros de
Consciencia), con el propósito de que éstos lleguen al mundo material. Esta
misma función, es desarrollada por la Luna, que como vemos va reflejando la luz
del Sol-Espíritu. Pues bien, el signo que regenta el planeta Luna es Cáncer y
en el Mandala de estudio ocupa el sector VIII, el que nos revela el contenido
de nuestros inconsciente, esa parte de nuestra personalidad desconocida y por
lo general rechazada.
Cáncer es el signo por donde
emanan los sentimientos más puros; representa el nacimiento del deseo en el hombre, el cual está
impregnado de un gran poder transmutador. Por lo tanto, ese espejo mágico –
Cáncer – situado en el mundo oscuro del inconsciente, le estaba indicando al
Príncipe que debía proyectar emociones y sentimientos de sublime pureza, que
debía elevar las vibraciones de sus sentimientos y desear nobles propósitos.
Por otro lado, se fija un
tiempo para superar la prueba, los 21 años. A esa edad, el hombre adquiere el
Cuerpo Mental y comienza a trabajar en la dinámica de Libra, donde deberá
aprender a integrar lo opuesto a través de la experiencia de complementación:
se trata del matrimonio alquímico. Si en la etapa anterior, es decir, durante los
trabajos del Cuerpo de Deseos, personificados por los signos de Agua y las
Casas de Agua (Cáncer, Escorpio, Piscis, Casa IV, VIII y XII), no se consigue
sublimar la naturaleza emocional, de tal modo que seamos capaces de amar a los
demás, entonces, quedaría para siempre estancado en la impureza de sus
emociones como una Bestia. Dejará de ser Sagitario-Príncipe, para convertirse
en Escorpio-Bestia.
Por lo tanto, debemos situar
este signo, Escorpio, como Ascendente, mientras permanezca bajo los ropajes de
la Bestia. Si así lo hacemos, comprobaremos que la Casa VII, la que nos habla
de los demás y sobre todo, de nuestro complemento, está ocupada por el signo de
Tauro. Es esta la razón por la que se
fija como fecha límite, al caer el último pétalo de la Rosa. Él debe integrar
su otro-yo, el amor profundo, en su personalidad, si no lo hace, quedaría
siempre dividido, identificado con sus valores más primarios, representados por
Escorpio irredimido. Quedaría preso del egoísmo; preso de su crueldad y
fealdad.
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