LA
MISION DE JUAN (KETHER)
Hemos adelantado que, este
primer capítulo, está en analogía con los Trabajos del Séfira -Centro de
Consciencia- Kether. Para comprender la razón que nos ha llevado a realizar
dicha afirmación, debemos conocer, sin duda, que Kether es el rostro del Padre,
de Dios, en su manifestación Primigenia. Se trata del centro de donde el hombre
recibe el impulso emanativo que le lleva a crear: la Voluntad. Kether es el
Principio de todos los principios; el Origen de todo lo creado. Es Designio, es
Misión.
Si los Evangelios tratan
sobre la Vida de Jesús-Cristo, es decir, sobre ese estado de consciencia
llamado Amor, diremos que, este primer apartado nos hablará sobre la condición
anímica que debemos adquirir para dar lugar a la aparición del estado llamado
Jesús. Esa condición previa, original, pura, aparece protagonizada por un
personaje mítico: Juan, el Bautista, el Precursor.
Son suficientes las pistas
que da el autor para que entendamos cuál debe ser la simiente, el potencial
anímico, que se debe lograr para que pueda manifestarse en nosotros un estado
anímico aún superior: Cristo.
Así comienza el Evangelio de
Marcos:
1 Principio del evangelio de
Jesucristo, Hijo de Dios. 2 Como está escrito en el profeta Isaías: "He
aquí que envío delante de ti mi ángel, que preparará tu camino. 3 Voz de quien
grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus
senderos".
El término Principio con el
que da comienzo el evangelio de Marcos, lleva implícito un especial significado
cabalístico. Nos muestra la "puerta" de entrada de las energías en su
estado primigenio. Podríamos traducir el mensaje como: la condición primordial sin la cual el evangelio, es decir el
Trabajo Crístico, no se podría dar. Es totalmente necesario entender ese
mensaje profético de Isaías. Está escrito en nuestra célula humana, en nuestro
genoma espiritual, que, para alcanzar la perfección a la que hemos sido
llamados -somos Hijos de Dios-, tenemos que recorrer y conquistar esa instancia
-la condición anímica llamada Jesús-Cristo, pero, para ello es imprescindible
que preparemos el camino, que la voz de quien grita en el desierto enderece los
senderos. ¿Cuál es esa voz que grita en el desierto?
Es la voz de Kether, del
Padre, que se encarna en Juan, en una "tierra" que aún no se ha
conquistado -el desierto-, indicándonos una situación anímica a la que aún no
hemos logrado acceder: Kether. Tan sólo Cristo-Hochmah lo ha logrado.
En términos psicológicos, se
trata de un estado de virginidad, de pureza, de unificación, que debe adquirir
el alma humana. La Cábala nos revela que Kether no tiene rostro, tan sólo
podemos oír su voz... Ese Verbo Creador se hace audible en el Tercer Centro
Sefirótico, llamado Binah, el encargado de exteriorizar la Voluntad Divina.
Binah, en términos cabalísticos, se interpreta como la Ley y el Rigor;
representa al Espíritu Santo. Su fundamento es Inteligencia Activa. Por lo
tanto, podemos decir que, ese estado tan importante que debemos adquirir con el
propósito de que Cristo tome el timón de nuestras vidas, es la voz de la Ley;
una Ley que nos invita a actuar con el Conocimiento de Dios; esto es, nos lleva
a construir con las pesas y medidas con las que Dios construyó el Universo.
Respetemos la Ley. No nos
extralimitemos en nuestras actuaciones. Seamos puros y renunciemos a aquello
que vaya en contra de la Ley de Dios. Tal será el mensaje que la voz nos
anunciará en nuestro desierto. Movilicemos permanentemente a Kether-Voluntad
para no perder ni un solo instante la consciencia de nuestra verdadera
identidad: SOMOS DIOSES EN FORMACIÓN.
4 Apareció en el desierto
Juan el Bautista, predicando el bautismo de penitencia para remisión de los
pecados.
Es importante comprender
esta parte del mensaje. Hemos dicho que Juan se encarga de actuar como la voz
del Padre. El representa a Binah-Ley; sin embargo, su misión es preparar los
caminos del Señor; es decir, existe una condición anímica más elevada a la de él,
la representada por Cristo-Amor. Ese estado, cabalísticamente hablando, es
Hochmah. Así, vemos como, en el Árbol, este Centro Sefirótico se sitúa por
encima de Binah.
¿Por qué será necesario
pasar a este Centro Sefirótico -Hochmah-, si en Binah, ya existe un Dios-Ley,
Jehová?
Como decía, es muy
importante que el estudiante comprenda esta situación pues, en su maniobrar
humano como aspirante a alcanzar la condición de la Perfección, se encontrará
en multitud de ocasiones como perdido, en una encrucijada, ora identificado con
el rigor, ora dando vida a la libertad y al perdón. Ocurre que, no sabemos con
exactitud donde acaba el rigor y donde empieza el amor-perdón.
Cuando cometemos un error,
por lo general nos autocastigamos rigurosamente, pues no deseamos obrar a
espaldas de los preceptos de la Ley. Sin embargo, estamos buscando la luz con
esa actitud; estamos tratando de situarnos en Hochmah, pues deseamos
comportarnos en la luz. No obstante, la realidad nos indica que estamos
instalados en Binah; necesitamos del rigor para aprender; hacemos necesaria la
manifestación del dolor para lograr tomar consciencia. Esta experiencia es muy
común en los aspirantes a la luz.
Marcos, al igual que los
demás evangelistas, nos revela un estado anímico que nos lleva de igual modo a
la luz sin necesidad de permanecer en la "tierra" del rigor.
Cristo-Amor es el Nuevo Arquetipo que nos aguardará cuando hayamos sido capaces
de abandonar las viejas reglas del Talión.
Pero, ¿cómo hacerlo?, ¿qué
condición es necesaria para lograrlo? El propio evangelio nos enseña el camino
que debemos seguir para ello. Marcos nos sitúa directamente en presencia de
Juan el bautista y nos revela que, antes de recibir a Cristo como un bautismo,
debemos pasar el transito de un Mundo a otro que está protagonizado por el
Precursor. En efecto, Juan es el último peldaño de la Columna del Rigor; es el experto
en normas y leyes, el que conoce el verdadero arte de construir siguiendo el
Temor de la Ley. Este Juan representa anímicamente la voz de nuestra
consciencia que nos dice: ¡arrepiéntete!, ¡haz penitencia! mientras que te
encuentres en esa situación de necesidad.
He aquí la clave: mientras
que haya necesidad de seguir satisfaciendo la naturaleza de los instintos,
tendremos que estar muy alerta y en condición de arrepentimiento; lo cual no
quiere decir autocastigo e inmolación.
Pero Juan cede su hegemonía
a Jesús y, con ello, nos abre un camino totalmente distinto, ya el alma,
experta y bregada en el uso de lo material, sabia y experimentada, se libera de
la necesidad y de la escasez, viviendo desde ese momento con otros criterios:
la expansión, el crecimiento.
El estudiante habrá
experimentado en alguna faceta de su vida que, cuando ha superado cualquier
hábito o apego que lo mantenía prisionero de él, siente una profunda
liberación. Al dominar la situación está en condición de expandirse, de dar a
otros lo que ha conseguido; es capaz de curar a cuantos se encuentren en su
antigua situación; es capaz de comprender y perdonar el error personificado en
los demás.
Cuando hayamos conseguido
alcanzar el estado Juan, y nuestra consciencia tenga "hambre de luz",
debemos saber que es preciso mantener una actitud siempre presente de
arrepentimiento, pues, esta será la condición que acerque hasta nosotros el
poder liberador del Cristo.
Fijémonos que, no estamos
hablando de la ley estricta de "ojo por ojo y diente por diente"; el
arrepentimiento debe llevar implícito una gran dosis de auto-perdón, pues, si
estamos llamados a perdonar, ¿como podremos hacerlo si antes no nos perdonamos
nosotros mismos?
Es importante que imitemos a
Juan en su comportamiento. Debemos ir por la vida ligero de equipaje; que
nuestros ropajes sean humildes, como la piel de camello que arropó el cuerpo
del Precursor. El camello es un animal que inspira ese ideal de servicio para
el que esta siendo utilizado. Con ello, nos quiere mostrar el autor que no
prestemos tanta importancia a la apariencia con la que nos movemos en la vida;
mucho más importante es saber ceñirse los lomos con un buen cinturón, pues,
debemos evitar que las dos naturalezas, la inferior y la superior, se mezclen y
nos lleven a confundir las funciones creadoras.
7 En su predicación les
decía: Tras de mí viene uno más fuerte que yo, ante quien no soy digno de
postrarme para desatar la correa de sus sandalias. 8 Yo os bautizo en agua,
pero Él os bautizará en el Espíritu Santo.
Ya hacíamos referencia
anteriormente a ese grado de superioridad existente entre Jesús y Juan. Estamos
refiriéndonos a una superioridad de “estados de consciencia”. El itinerario que
debe seguir el alma humana desde Malkuth -Mundo Material- hasta Kether -Mundo
de Dios-, hace necesario que vaya surcando todos los Centros de aprendizaje.
Como vemos, Jesús-Hochmah es la etapa última; la que nos lleva directamente al
Padre. Cuando esta conquista se logre, el alma habrá alcanzado un estado de
perfección que le permitirá poner de manifiesto la facultad creadora del Padre.
Mientras que logramos esta meta nos identificamos, unas veces con la Columna de
la Izquierda, otras con la Columna de la Derecha. El Arquetipo esta creado,
depende de nuestra voluntad el que hagamos de cada presente una experiencia
rigurosa o liberadora.
Juan nos bautiza con Agua;
es decir, su papel llega hasta un límite: el que nos permitirá purificar
nuestras emociones. En efecto, con ese fin han trabajado y trabajan las Leyes.
Si no hubiésemos tenido que respetar unas normas, el hombre se habría destruido
quedando rezagado en el proceso evolutivo. El rigor de la Ley ha logrado que se
llevase a cabo un aprendizaje en el correcto uso del poder creador del Agua. En
cambio, Jesús nos bautizará en el Espíritu Santo. En realidad, lo que nos está
revelando este mensaje es que, cuando hayamos conquistado la etapa Jesús,
adquiriremos el don de “entender todas las lenguas”, pues, la consciencia de
unidad con todos los seres será una realidad.
El Espíritu Santo nos revela
el rostro del Padre haciendo uso del Verbo Creador. Asimismo, cuando seamos
Jesús, y amemos con sabiduría, habremos adquirido igualmente el poder creador
de la Palabra. Se nos revelarán todos los misterios que hasta ese momento nos mantenían
alejados de nuestra verdadera identidad; habremos conquistado la eternidad, y
todo el conocimiento estará a nuestra disposición.
El propósito de estos
escritos, de presentar la estrecha relación existente entre el evangelio de
Marcos y los Trabajos astro-cabalísticos, nos lleva a sintetizar todo lo expuesto
hasta aquí sobre la Misión de Juan, pues, en verdad, el cronista nos esta
transmitiendo, recogiendo hechos míticos e históricos, las peculiaridades que
debemos adoptar si queremos poner de testimonio las cualidades y virtudes del
Arquetipo Aries-Kether, es decir: nuestro Yo Divino.
Siendo esto así, diremos,
que la actitud anímica que hemos de manifestar en nuestro comportamiento es la
transmitida por Juan el Bautista. Nuestro trabajo en Aries nos lleva a ser el
"precursor" de lo Nuevo, de lo que está siempre más allá de nosotros
mismos. "Tras de mi viene uno más
fuerte que yo".
En la dinámica de Aries, el
principio activo debe ser la Voluntad, pues, gracias a este impulso motor nos
movilizamos para "enderezar los senderos". Fijémonos que, entre el
rigor-Binah, y el perdón-Hochmah, se encuentra Kether-Aries: la Voluntad. La
cuestión, como ya hemos adelantado, será, ¿qué camino tomará nuestra voluntad,
esa semilla vitalizadora?
Actuemos como Juan,
"prediquemos el bautismo de penitencia para remisión de los pecados",
y veremos como acudirán hasta nosotros -nuestra naturaleza psíquica-, desde
todas las regiones de "Judea"; es decir, los habitantes de nuestra ciudadela
anímica se pondrán al servicio del Propósito que nos moviliza.
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