"El número cuatro representa el fruto de la Obra Creadora. Abordando la cuarta fase del Proceso Creador, la semilla alcanza su punto de madurez".
Hemos tenido ocasión de explicar, aunque de forma breve, el significado oculto que se encierra en el nombre sagrado de Jehová (Yod-He-Vav-2º He). Decíamos que el nombre sagrado de Dios-Constructor está compuesto por las letras hebreas que representan las cuatro fases que reúne todo proceso creativo.
- Yod-Inicio-Voluntad.
- He-Interiorización-Amor.
- Vav-Exteriorización-Ley, y por último,
- 2º He-Fruto-Realización.
Estamos pues ante los cuatro números primordiales de donde surge toda creación. Abordando la cuarta fase de este proceso, la semilla alcanza su etapa de madurez. Podemos decir, que lo que un día fue sembrado siendo tan sólo un estado potencial, ahora alcanza la culminación de su proceso, es decir, se ha convertido en fruto.
Pero no debemos olvidar que el fruto encierra en sí mismo la nueva semilla, por lo tanto, no podemos ver en el cuatro tan sólo un número de culminación, sino que también debemos contemplarlo como la oportunidad de un nuevo ciclo creador. De este modo se asegura el proceso perpetuador de las especies.
Otro de los aspectos que debemos analizar en el número cuatro y que está igualmente relacionado con lo anteriormente expuesto, es la vinculación con la apertura a un nuevo nivel de conciencia.
En los tres números previos, la figura generada había sido el triángulo, y en ese espacio tenía lugar el crecimiento del aspecto divino, entendiéndolo como la trinidad de los poderes que el hombre ha de conquistar.
Hasta ese momento, la vida se desarrolla en los niveles divinos, emanativos, en los dominios puramente de la energía en estado sutil. Pero de la labor realizada por ese triángulo superior surge un nuevo punto que está llamado a generar un nuevo espacio donde la conciencia seguirá creciendo. Este nuevo punto de arranque comienza con el cuatro, y a niveles más concretos da lugar a la aparición del mundo material, a la aparición del hombre físico.
Cuando una fase creadora alcanza el nivel cuatro, podemos decir que ha alcanzado su fase de máximo esplendor, de ahí que el número cuatro sea un número de poder.
En verdad hablar del cuatro es estar aludiendo al Mundo del Deseo-Astral, al mundo de donde emana la conciencia humana y donde el poder es un atributo que debemos poner al servicio de lo superior, pues si el cuatro es el fruto de la obra divina: el hombre, también será cierto que el poder divino está depositado en ese ser creado.
Una vez más debemos recordar que somos dioses en formación y del uso que hagamos del poder con el que contamos, dependerá la calidad de nuestro mundo construido.
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