Tendríamos que analizar profundamente la
causa que origina el efecto "aislamiento" para poder determinar si
puede considerarse, en principio, un motivo de preocupación o no.
Cuando nuestras respuestas a los acontecimientos,
se produce de un modo natural, no debemos dar mayor importancia a los hechos,
pues se trata de un proceso natural de crecimiento, una invitación a la toma de
conciencia de las potencialidades con las que contamos y que tratan de
expresarse en el exterior.
Ahora bien, cuando alcanzamos un estado
determinado como consecuencia de una experiencia traumática, entonces sí
deberíamos reflexionar sobre los motivos que nos lleva a dar esa respuesta y no
otra. En el caso del aislamiento, debemos saber que puede responder a una
simple necesidad de nuestra personalidad profunda, lo cual nos invita a
entregarnos al estado de recogimiento, o por el contrario, puede igualmente
tratarse de una respuesta de protección, de huida, una respuesta de temor que nos
permite evadir la dura realidad de enfrentarnos con hechos que nos perturban.
Cuando el aislamiento es una necesidad
anímica, debemos entenderla como una expresión afirmativa, no se trata de una
negación del yo, sino todo lo contrario. Si observamos las fases por las que
pasa todo proceso creativo, descubriremos que la segunda etapa responde al
tiempo de interiorización
Si la tierra no se dispusiese para
recibir la semilla, esta no crecería, con lo cual su potencial no se
desarrollaría.
De igual modo, el ser humano debe
afrontar esa dinámica interna, y debe entregarse a la búsqueda de si mismo. Si no lograra desarrollar ese importante
trabajo que se sostiene a través del amor dirigido hacia el interior, centrando
toda la labor en la introspección, difícilmente podría crecer al exterior.
Por todo ello, podemos concretar
diciendo que el aislamiento -si lo analizamos desde el punto de vista tratado-
enriquece, del mismo modo como la tierra nutre y protege a la semilla en su
crecimiento.
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