¿Qué me enseña esta lección?
Una vez que hemos tomado consciencia del Ser,
la acción nos lleva a reconocer, en todos los seres que nos rodean, su
verdadera Esencia, y la bendecimos en reconocimiento de hermandad y de unidad.
Bendecir, es la expresión del verdadero
conocimiento del Ser. Es la manifestación de la certeza de la Unidad que
relaciona a todos los seres. Es el pleno reconocimiento del Yo.
UCDM, en el Capítulo 14, titulado "Las Enseñanzas en favor de la
verdad", nos enseña lo siguiente:
“Sí, en verdad eres bendito. Mas en este mundo no te das cuenta de ello. No obstante, tienes los medios para aprender que lo eres y verlo claramente. El Espíritu Santo usa la lógica con tanta facilidad y eficacia como lo hace el ego, salvo que Sus conclusiones no son dementes. Éstas toman una dirección diametralmente opuesta y apuntan tan claramente hacia el Cielo como el ego apunta hacia las tinieblas y la muerte. Hemos examinado gran parte de la lógica del ego y hemos visto sus conclusiones lógicas. Y habiéndolas visto, nos hemos dado cuenta de que tales conclusiones no se pueden ver excepto en ilusiones, pues sólo ahí parece verse claramente su aparente claridad. Démosles la espalda ahora y sigamos la simple lógica que el Espíritu Santo utiliza para enseñar las sencillas conclusiones que hablan en favor de la verdad y sólo de la verdad” (T-14.In.1:1-8).
“Si eres bendito y
no lo sabes, necesitas aprender que ciertamente lo eres. El conocimiento no es
algo que se pueda enseñar, pero sus condiciones se tienen que adquirir, pues
eso fue lo que desechaste. Puedes aprender a bendecir; pero no puedes dar lo
que no tienes. Por lo tanto, si ofreces una bendición, primero te tiene que
haber llegado a ti. Y tienes también que haberla aceptado como tuya, pues, de
lo contrario, ¿cómo podrías darla? Por eso es por lo que los milagros dan
testimonio de que eres bendito. Si perdonas completamente es porque has
abandonado la culpabilidad, al haber aceptado la Expiación y haberte dado
cuenta de que eres inocente. ¿Cómo ibas a percatarte de lo que se ha hecho por
ti, sin tú saberlo, a menos que hicieses lo que no podrías sino hacer si se
hubiese hecho por ti?” (T-14.I.1:1-8).
No podemos dar lo que no tenemos, no podemos
bendecir al mundo si no encontramos nuestra conexión permanente con Dios,
nuestro Creador, pues en esa visión recibimos la bendición de nuestra propia
santidad. Sí, somos benditos porque Dios comparte su condición bendita con su
Hijo. En este sentido, en el ámbito de la Filiación, todo pensamiento benévolo
que cualquiera de nuestros hermanos abrigue en cualquier parte del mundo, nos
bendice. Lo que debería llevarnos a querer bendecirles, como muestra de
agradecimiento.
¿Es necesario conocer a ese hermano? No, no es
necesario que lo conozcamos personalmente, pues la luz del amor es tan potente
que irradia a través de toda la Filiación.
La bendición es la manifestación de nuestra
santidad y nuestra santidad es el reconocimiento de nuestra Divinidad. Recordar
nuestra Esencia nos lleva a la visión de nuestro estado natural de grandeza y
esa visión se traduce en el acto de bendecir porque nuestra grandeza es nuestra
abundancia. Al bendecir la conservamos en nuestra mente y nos mantenemos en
plena conexión en la Mente de Dios.
¿Acaso vez alguna debilidad en el acto de
bendecir a tu hermano? En respuesta a esta cuestión, UCDM no indica:
"No tengas
miedo de bendecir, pues Aquel que te bendice ama al mundo y no deja nada en él
que pueda ser motivo de miedo. Pero si te niegas a dar tu bendición, el mundo te
parecerá ciertamente temible, pues le habrás negado su paz y su consuelo, y lo
habrás condenado a la muerte" (T-27.V.4:5-6).
Ejemplo-Guía: "Todos los políticos son
unos ladrones y unos mentirosos"
¿Estaríamos dispuestos a bendecir a los
políticos que juzgamos como ladrones y mentirosos?
Para muchos, esta pregunta les puede parecer
una tomadura de pelo y puede llevarlos a pensar que, el que la ha hecho, no
puede estar bien de la cabeza. Sus argumentos son sólidos, pues tienen pruebas,
más que evidentes, que los sitúa como dueños de la razón. El que la hace la
paga, es una reflexión compartida por ese pelotón humano que elige proyectar
sobre el comportamiento ajeno, su propio comportamiento interno.
Y pensarán: ¡Vaya!, esa afirmación ya es la
gota que hace rebosar el vaso de la paciencia. Después de que somos las
víctimas de las injusticias de los políticos, también tenemos que aceptar que
nuestra crítica nos lleva a reconocer que somos tan culpables como ellos.
Esa visión me lleva a reconocer, el juego de la
mente dual, que nos lleva a proyectar sobre el mundo exterior, el contenido de
nuestros pensamientos. Esos pensamientos encuentran su misma onda vibratoria en
los espejos representados por nuestros hermanos, los cuales, con su
comportamiento, nos lleva a reconocer la calidad de nuestros propios
pensamientos y sentimientos.
Como bien expresa UCDM: “o bien vemos la carne, o bien reconocemos el espíritu. En esto no hay
términos medios. Si uno de ellos es real, el otro no puede sino ser falso, pues
lo que es real niega a su opuesto. La visión no ofrece otra opción que ésta. Lo
que decidimos al respecto determina todo lo que vemos y creemos real, así como
todo lo que consideramos que es verdad. De esta elección depende todo nuestro
mundo, pues mediante ella establecemos en nuestro propio sistema de creencias
lo que somos: carne o espíritu. Si elegimos ser carne jamás podremos escaparnos
del cuerpo al verlo como nuestra realidad, pues nuestra decisión reflejará que
eso es lo que queremos. Pero si elegimos el espíritu, el Cielo mismo se
inclinará para tocar nuestros ojos y bendecir nuestra santa visión a fin de que
no veamos más el mundo de la carne, salvo para sanar, consolar y bendecir”
(T-31.VI.1:1-8).
Si condenamos a los políticos que hemos juzgado
culpables, lo que realmente estamos haciendo es proyectar nuestra propia
condena y lo que es más importante, estamos compartiendo la creencia de que
somos tan solo carne y la creencia en la separación.
Si en cambio elegimos bendecirlos, lo que
estamos haciendo es reconocer nuestra gratitud hacia ellos, por servirnos como
espejos en los cuales podemos ver reflejado nuestras propias proyecciones.
Reflexión: ¿Mi manera de amar al mundo, es
exigente?
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