¿Qué me enseña esta lección?
He podido tomar conciencia, de que aquello que llamamos problema es el resultado de aplicar el pensamiento dual. Me siento separado de los demás y cuando recibo un impacto que no consigo asimilar, que se convierte en un conflicto, decido interpretar que me enfrento a un problema, cuando realmente, ese conflicto protagonizado por los demás, son mis mejores maestros, mis espejos, para que aprenda a verme tal y como son mis pensamientos y mis sentimientos.
Un ejemplo: doy muestra de mi punto de vista y los demás me corrigen. En
ese momento, me siento mal, pues, mi estima se ve dañada. Aunque mi reacción
fue reconocer el error, de inmediato, internamente, una parte de mí se
encuentra afectada.
Cuando me pregunto, para qué he vivido esa experiencia, me doy cuenta de que, en el fondo, mi opinión tenía una intención de demostrar al foro mi valía, a lo cual le presté más atención que al contenido que estaba compartiendo, que en verdad no respondía a mis propios conocimientos. Me doy cuenta, que el otro, al corregirme, me está ayudando a conocer algo que ya se encontraba en mi interior. Ese otro, es mi proyección y debo agradecerle su colaboración.
Reconocer el problema, que no es otro que el actuar separado de los demás, me permitió resolverlo.
Detrás de lo que llamamos problemas, desde el punto de vista del ego, encontramos siempre el mecanismo "ganar-perder", otra manera distinta de referirnos al "yo-no yo".
Cuando abordamos un problema, solemos decir que nos "enfrentamos" a él, con el propósito de vencerlo, lo que significa, que para conseguir lo que deseamos tenemos que vencer a la persona o circunstancias que nos lo impide. Por lo general, detrás de cada problema, siempre encontramos un "cuerpo", es decir, a alguien que lo personifique, individual o colectivamente. Entendemos que hemos vencido un problema cuando en nuestro enfrentamiento con el otro/s, salimos airosos. En el reparto de "puntos", uno ha ganado y el otro ha perdido.
Un Curso de Milagros nos lo explica de esta manera:
“Entregarle un problema al Espíritu Santo para que Él lo resuelva por ti, significa que quieres que se resuelva. Mas no entregárselo a fin de resolverlo por tu cuenta y sin Su ayuda, es decidir que el problema siga pendiente y sin resolver, haciendo así que pueda seguir dando lugar a más injusticias y ataques. Nadie puede ser injusto contigo, a menos que tú hayas decidido ser injusto primero. En ese caso, es inevitable que surjan problemas que sean un obstáculo en tu camino, y que la paz se vea disipada por los vientos del odio” (T-25.IX.7:5-8).
“El mundo resuelve problemas de otra manera. Pues ve la solución a cualquier problema como un estado en el que se ha decidido quién ha de ganar y quién ha de perder; con cuánto se va a quedar uno de ellos y cuánto puede todavía defender el perdedor. Mas el problema sigue sin resolverse, pues sólo la justicia puede establecer un estado en el que nadie pierde y en el que a nadie se le trata injustamente o se le priva de algo, lo cual le daría motivos para vengarse. Ningún problema se puede resolver mediante la venganza, que en el mejor de los casos no haría sino dar lugar a otro problema, en el que el asesinato no es obvio” (T-25.IX.4:4-7).
“La forma en que el Espíritu Santo resuelve todo problema es la manera de solventarlo. El problema queda resuelto porque se ha tratado con justicia. Hasta que esto no se haga, seguirá repitiéndose porque aún no se habrá solventado. El principio según el cual la justicia significa que nadie puede perder es crucial para el objetivo de este curso. Pues los milagros dependen de la justicia. Mas no como la ve el mundo, sino como la conoce Dios y como este conocimiento se ve reflejado en la visión que ofrece el Espíritu Santo” (T-25.IX.5:1-6).
Ejemplo-Guía: "Estoy sin trabajo, mi matrimonio se resiente y vivo en una permanente depresión"
Abordamos como ejemplo-guía un escenario muy frecuente en nuestros días.
¿Cómo solemos abordar estas situaciones? La mente dual, acostumbrada a ver la vida en partes separadas, como si tratase de un cristal roto en múltiples pedazos, diría que tiene que enfrentarse a tres problemas diferentes: la falta de trabajo, el problema de relaciones de pareja y la depresión. Difícilmente, estaría de acuerdo, si alguien le dijera que, en verdad, esos problemas, responden a una única causa, y que, corrigiendo la causa, todos ellos desaparecerían.
¿Cómo aplicaríamos las enseñanzas de esta lección a este ejemplo?
En este punto, me gustaría compartir lo que el Curso nos aporta en el apartado "Muchas clases de error, una sola corrección".
“Es fácil entender las razones por las que no le pides al Espíritu Santo que resuelva todos tus problemas por ti. Para Él no es más difícil resolver unos que otros. Todos los problemas son iguales para Él, puesto que cada uno se resuelve de la misma manera y con el mismo enfoque. Los aspectos que necesitan solución no cambian, sea cual sea la forma que el problema parezca adoptar. Un problema puede manifestarse de muchas maneras, y lo hará mientras el problema persista. De nada sirve intentar resolverlo de una manera especial. Se presentará una y otra vez hasta que haya sido resuelto definitivamente y ya no vuelva a surgir en ninguna forma. Sólo entonces te habrás liberado de él” (T-26.II.1:1-8).
“El Espíritu Santo te ofrece la liberación de todos los problemas que crees tener. Para Él, todos ellos son el mismo problema porque cada uno, independientemente de la forma en que parezca manifestarse, exige que alguien pierda y sacrifique algo para que tú puedas ganar. Mas sólo cuando la situación se resuelve de tal manera que nadie pierde desaparece el problema, pues no era más que un error de percepción que ahora ha sido corregido. Para Él no es más difícil llevar un error ante la verdad que otro. Pues sólo hay un error: la idea de que es posible perder y de que alguien puede ganar como resultado de ello. Si eso fuese cierto, entonces Dios sería injusto, el pecado posible, el ataque estaría justificado y la venganza sería merecida” (T-26.II.2:1-6).
“Para este único error, en cualquiera de sus formas, sólo hay una corrección. Es imposible perder, y creer lo contrario es un error. Tú no tienes problemas, aunque pienses que los tienes. No podrías pensar que los tienes si los vieses desaparecer uno por uno, independientemente de la magnitud, de la complejidad, del lugar, del tiempo, o de cualquier otro atributo que percibas que haga que cada uno de ellos parezca diferente del resto. No pienses que las limitaciones que impones sobre todo lo que ves pueden limitar a Dios en modo alguno” (T-26.II.3:1-5).
¡Es imposible perder! Para mí, este mensaje resuena mucho y me produce un "subidón" y con esta castiza expresión, lo que quiero expresar es una "revelación", una toma de consciencia que me permite entender que la única y verdadera causa de lo que he llamado “problemas”, se encuentra en la creencia de sentirme separado de mi Creador y de Su Creación, la Filiación.
No tener trabajo supone una pérdida. Así lo interpreta el ego. Habría que preguntarse el para qué estoy viviendo esa experiencia de escasez. ¿Dónde me lleva esa experiencia? ¿Qué creencias hay en mi para que, estando dispuesto a dar lo que tengo, a compartir mis dones y talentos, no encuentre a nadie con quién compartirlo? El que da, siempre recibe. Entonces, ¿por qué no recibo? La pregunta debemos hacérnosla individualmente, cuando nos encontremos en una situación semejante. ¿Estoy dispuesto a dar, sin miedos? o ¿estoy dispuesto a recibir, sin miedos?.
Podemos hacer de esa experiencia de escasez, de necesidad, un motivo para
recrearnos en el victimismo, para culpar a los que tienen la responsabilidad
social de administrar los recursos, pero lo único que estaríamos haciendo con
ello, es ocultar, negar, la verdadera causa de lo que llamamos nuestro
problema: la separación. Ellos son los culpables y nosotros inocentes, sin que
ello nos lleve a tomar consciencia, de que nuestra condena está revelándonos
nuestra propia condenación.
Toma consciencia de tus dones y talentos y ofrécete al mundo. Te sorprenderá cómo tu nueva visión, activará un mundo nuevo que estará dispuesto a recibir lo que tienes que aportarle.
Es muy probable, que tus problemas de pareja y tu depresión, estén estrechamente relacionado con tu frustración en el terreno laboral. No importa, esa relación no es la que nos interesa. La que verdaderamente debemos encontrar y reconocer, es que, en ambas, sigue existiendo el miedo a perder: perder a tu pareja, perder la autoestima, perder la vida.
Si corregimos la visión que nos lleva a creer que, en unas relaciones, uno debe ganar y otro perder, y la sustituimos, por la nueva visión de que ambos ganan y nadie pierde, el enfrentamiento cederá su lugar a la comunión y en ese estado de ser, el problema es una ilusión.
Reflexión: ¿Cómo te sientes cuando te enfrentas a un problema?
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