sábado, 23 de marzo de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 83

LECCIÓN 83

Hoy repasamos estas ideas:

1. (65) Mi única función es la que Dios me dio.

2No tengo otra función salvo la que Dios me dio. 3Este reconoci­miento me libera de todo conflicto porque significa que no puedo tener metas conflictivas. 4Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar. 5Toda duda no puede sino desaparecer cuando reconozco que mi única función es la que Dios me dio.

2. Las aplicaciones más concretas de esta idea podrían hacerse con las siguientes variaciones:

2Mi percepción de esto no altera mi función.
3Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio.
4No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio.

3. (66) Mi función y mi felicidad son una.

2Todas las cosas que proceden de Dios son una 3Proceden de la Unicidad y tienen que ser recibidas cual una sola. 4Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente. 5Y debo aprender a reconocer lo que me hace feliz, si es que he de encontrar la felicidad.

4. Algunas variaciones útiles para aplicar concretamente esta idea podrían ser:

2Esto no puede separar mi felicidad de mi función.
3La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en modo alguno por esto.
4Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo de cumplir mi función.

¿Qué me enseñan estas afirmaciones?

Mi única función es la que Dios me dio.

Si hemos tomado consciencia de quiénes somos; si hemos reconocido nuestra verdadera filiación, entonces no dudaremos sobre cuál es nuestra función, pues, ésta, no puede proceder de otro origen distinto a nuestro Creador. Soy tal como Dios me ha creado, un Pensamiento de Él emanado de Su Mente Amorosa. Mi función es expandir en el mundo ese amor a través del perdón.

¿Acaso crees que tienes alguna otra función que la que te ha dado Dios?


Mi función y mi felicidad son una.

No podré alcanzar la felicidad, salvo que pueda manifestar la función que se me ha encomendado. ¿Acaso puedo ser feliz, dejando de ser yo mismo? ¿Acaso puedo ser feliz, si reniego de mi función? ¿Acaso puedo ser feliz, negando mi condición de Hijo de Dios? Mi felicidad y mi función es mi única voluntad, pues mi Amor es la semilla de mi felicidad.  Aquellos que han sido perdonados, conocen esa sensación de inmensa felicidad que le inunda al saberse liberado de la culpa. Desde ese momento, la vida adquiere un sentido maravilloso. Ser obrador de milagros, perdonar, se convierte en el único propósito. Esa es la mayor felicidad que podemos experimentar, pues es la única que nos lleva a gozar de la Paz de Dios.

Hoy he oído la Voz que habla por El Padre, anunciándome, que despierte de la ilusión del pecado y de la culpa. ¡Eres inocente e impecable! Nunca has dejado de serlo. He ahí tú salvación. Eres libre para perdonarte y para salvar al mundo. 

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