V. La ilusión del ego-cuerpo
1. Todas las cosas obran conjuntamente para el bien. 2En esto no hay excepciones, salvo a juicio del ego. 3El ego se mantiene extremadamente alerta con respecto a lo que permite llegar hasta la conciencia, y ésa no es la manera en que una mente equilibrada se mantiene ecuánime. 4El desequilibrio del ego se acentúa aún más porque mantiene su motivación principal oculta de tu conciencia, y hace que el control predomine sobre la cordura. 5El ego tiene todas las razones del mundo para hacer esto, de acuerdo con el sistema de pensamiento que le dio origen y al que sirve. 6Puesto que el sano juicio juzgaría irrevocablemente contra él, el ego lo tiene que eliminar en aras de su propia supervivencia.
La primera afirmación recogida en este punto, genera confusión para el sistema de pensamiento en el que se fundamenta las creencias del ego. Es más, juzgaría de locura tal afirmación, argumentando que está fuera de la realidad que percibe: ¿cómo es posible que la enfermedad, el dolor, las guerras, los asesinatos, las violaciones, la pobreza, etc.., sean para nuestro bien?
Tal vez, al reflexionar sobre estas motivaciones, también te aborde la duda si la afirmación recogida en este apartado es pura chaladura.
Todo dependerá de tu estado mental, de tu estado de creencia. Si consideras que las cosas ocurren para dañarnos, para castigarnos por nuestros pecados, o simplemente ocurren, porque tienen que ocurrir, sin más sentido, entonces tendrás razones para argumentar en contra de tal afirmación, pues has elegido seguir el juego al sistema de pensamiento del ego, que basa sus juicios en el miedo, en un mundo donde impera la percepción errónea sobre la visión correcta.
Para el ego, las cosas son buenas o malas. En su sistema de pensamiento todo ha de pasar por el filtro del juicio. Pero una dedicación más detenida y profunda de las cosas que ocurren en el mundo de la percepción, nos permitirá reconocer que las cosas tienen otra lectura, otra visión y que no tienen por qué ser así.
Todo efecto está unido a una causa. Descubrir la verdadera causa es la clave para determinar si las cosas obran conjuntamente para el bien. Lo que ocurre, nunca es casual. Más allá del juicio moral en el que se regocija el ego, lo que ocurre, siempre tiene como único fin, el que nuestra consciencia reconozca nuestra verdadera identidad, nuestra verdadera procedencia. Recordar lo que realmente somos, es el final de la hegemonía del ego. Desde esta nueva visión, consecuencia de ese reencuentro con nuestra verdadera identidad, todo ocurre para nuestro bien.
2. Una de las causas principales del estado de desequilibrio del ego es su falta de discernimiento entre lo que es el cuerpo y lo que son los Pensamientos de Dios. 2Los Pensamientos de Dios son inaceptables para el ego porque apuntan claramente al hecho de que él no existe. 3El ego, por lo tanto, los distorsiona o se niega a aceptarlos. 4Pero no puede hacer que dejen de existir. 5El ego, por consiguiente, trata de ocultar no sólo los impulsos "inaceptables" del cuerpo, sino también los Pensamientos de Dios, ya que ambos suponen una amenaza para él. 6Dado que lo que básicamente le preocupa es su propia supervivencia ante cualquier amenaza, el ego los percibe a ambos como si fueran lo mismo. 7Y al percibirlos así, evita ser aniquilado, como de seguro lo sería en presencia del conocimiento.
La percepción correcta, nos abrirá una nueva visión de la realidad que somos. El cuerpo, ese envoltorio temporal con el que percibimos el mundo material, no se convertirá en una causa de nuestras tribulaciones y de nuestras debilidades, sino que será utilizado para facilitar la expresión de los valores del espíritu. Para ello, debemos conocer que el cuerpo es neutral y que está al servicio de nuestra mente. Por lo tanto, es en nuestra mente donde debemos buscar la causa errónea a corregir.
3. Cualquier sistema de pensamiento que confunda a Dios con el cuerpo no puede por menos que ser demente. 2Sin embargo, esa confusión es esencial para el ego, que juzga únicamente en función de lo que supone o no una amenaza para él. 3En cierto sentido su temor a Dios es cuando menos lógico, puesto que la idea de Dios hace que el ego se desvanezca. 4Pero que le tenga miedo al cuerpo, con el que se identifica tan íntimamente, no tiene ningún sentido.
Poner fin al ego no significa poner fin al cuerpo. Como hemos dicho en el punto anterior, el cuerpo es una herramienta al servicio de la mente. No es una creación de Dios, pero sí una fabricación de nuestra mente creadora, por lo que debemos utilizarlo para ponerlo al servicio de la mente recta que ha de conducirnos hacia el reencuentro con nuestro Padre.
Utilizar el cuerpo, sin miedo, sin apego, con amor, es un modo de poner fin a la autoridad ilusoria del ego, que como hemos dicho en otras ocasiones, es el fruto de la creencia en la separación y en la división.
4. El cuerpo es el hogar que el ego ha elegido para sí. 2Ésta es la única identificación con la que se siente seguro, ya que la vulnerabilidad del cuerpo es su mejor argumento de que tú no puedes proceder de Dios. 3Ésta es la creencia que el ego apoya fervientemente. 4Sin embargo, odia al cuerpo porque no lo considera lo suficientemente bueno como para ser su hogar. 5En este punto es donde la mente queda definitivamente. aturdida. 6Habiéndole dicho el ego que ella es realmente parte del cuerpo y que el cuerpo es su protector, también le dice que el cuerpo no puede protegerla. 7Por consiguiente, la mente inquiere: "¿Dónde puedo encontrar protección?", a lo que el ego responde: "En mí". 8La mente, y no sin razón, le recuerda al ego que él mismo ha insistido que con lo que ella se tiene que identificar es con el cuerpo, de modo que no tiene objeto recurrir a él para obtener protección. 9El ego no dispone de una respuesta plausible para esto, puesto que no la hay, pero sí dispone de una solución típica: 10eliminar la pregunta de la conciencia. 11Una vez fuera de la conciencia la pregunta puede producir desasosiego, y de hecho lo produce, pero no puede ser contestada porque no puede ser planteada.
Desde que nacemos se nos educa para atender las necesidades del vehículo con el que nos encontramos identificados. No enseñan que con la muerte termina todo y nuestra identidad se difumina en un estado de no existencia. Esa visión genera miedo, y nos ofrece una vida donde el goce, la posesión, la rivalidad, el poder, etc., se convierten en objetivos que han de asegurar nuestra sobrevivencia.
5. Ésta es la pregunta que debes hacerte: "¿Adónde debo acudir en busca de protección?" 2”Busca y hallarás" no significa que tengas que buscar ciega y desesperadamente algo que no podrías reconocer. 3La búsqueda que tiene sentido se emprende conscientemente, se organiza conscientemente y se dirige conscientemente. 4El objetivo debe formularse claramente y luego tenerse siempre presente. 5Aprender y querer aprender son inseparables. 6Te resulta más fácil aprender cuando crees que lo que estás tratando de aprender tiene valor para ti. 7Ahora bien, no todo lo que tal vez quieras aprender tiene valor duradero. 8En realidad, muchas de las cosas que quieres aprender tal vez las hayas escogido precisamente porque su valor es efímero.
Cuando agotamos al cuerpo, a nuestra mente, en la ardua búsqueda de atrapar lo que consideramos nuestra felicidad, ese agotamiento no ha conseguido su meta, pues la felicidad que persigue en el mundo de la ilusión y de la temporalidad, es efímera. Tal vez, como consecuencia de ese agotamiento infructuoso, decidamos dirigir la mirada hacia otro sitio y elegimos ver las cosas de otra manera. Nos decimos, las cosas no tienen por qué ser así, y será en ese momento que debemos recordar que todo objetivo de aprendizaje debe formularse claramente y luego tenerse siempre presente. No se trata de dar un paso hacia delante y dos hacia atrás. Es por ello que este punto nos recuerda, que aprender y querer aprender son inseparables.
6. El ego cree que es una ventaja no comprometerse con nada que sea eterno, ya que lo eterno sólo puede proceder de Dios. 2La eternalidad es la única función que el ego ha tratado de desarrollar, si bien ha fracasado repetidamente. 3El ego transige con la cuestión de lo eterno, al igual que con todas las cuestiones que de algún modo tienen que ver con la verdadera pregunta, la cual espera encubrir y mantener fuera de la conciencia ocupándose de asuntos marginales. 4La tendencia típica del ego de estar continuamente ocupado con nimiedades tiene como objeto apoyar ese propósito. 5Uno de sus ardides favoritos para obstaculizar el aprendizaje es embarcarse en problemas diseñados de tal manera que su resolución sea imposible. 6La pregunta que nunca formulan quienes se embarcan en tales maniobras dilatorias es: "¿Para qué?" 7Esa es la pregunta que tú tienes que aprender a plantear en relación con todo. 8¿Qué propósito tiene esto? 9Sea cual fuere, dirigirá tus esfuerzos automáticamente. 10Cuando tomas una decisión con respecto a un propósito, tomas una decisión con respecto a los esfuerzos que vas a llevar a cabo en el futuro. 11Y esta decisión permanecerá en vigor a menos que cambies de parecer.
En cambio, el para qué sí orienta nuestra mirada hacia nuestro interior. No juzga lo acontecido, sino que busca su razón de ser, la misma que nos llevará a tomar consciencia de que su sentido aportará un bien en nuestra manera de ver las cosas.
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