LA TEMPESTAD CALMADA
35 En aquel día les dijo, llegada ya la
tarde: Pasemos al otro lado, 36 y despidiendo a la muchedumbre, le llevaron
según estaba en la barca, acompañado de otros. 37 Se levantó un fuerte vendaval,
y las olas se echaban sobre la barca, de suerte que esta estaba ya para
llenarse.
38 Él estaba en la popa durmiendo sobre
un cabezal. Le despertaron y le dijeron: Maestro, no te da cuidado de que perezcamos?
39 Y despertando, mandó al viento y dijo al mar: calla, enmudece. Y se aquieto
el viento y se hizo completa calma.
40 Les dijo: ¿Por qué sois tan tímidos?
¿Aún no tenéis fe? 41 Y sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros:
¿quién será este, que hasta el viento y el mar le obedecen?
El evangelista, de un modo sencillo, nos indica que lo que a
continuación va a ocurrir, sucede "en aquel día, llegada la tarde", es
decir, no hemos abandonado aún la dinámica que estamos estudiando, es más, nos
encontramos en la parte final, cuando se alcanza la fase Vav -letra puente-
correspondiente a la "tarde". A partir de ahí, nos refiere algo que
es comprensible que ocurra cuando nos encontramos cruzando un puente que une
dos orillas. Por un lado la procedencia, Sagitario, por otro lado, el destino,
Cáncer.
Estamos avanzando en el camino evolutivo, y la consciencia
adquirida en el Fuego debe interiorizarse en el Agua. Ahora bien, ese Elemento,
es el Elemento rebelde por excelencia. Las emociones, los deseos, han llevado
al hombre por el camino de la perdición. Es por ello que, cuando el alma se
encuentra en el mar sin que se haya producido el dominio del Elemento Agua, de
las pasiones y deseos, ocurrirá que nuestra barca estará a punto de naufragar, pues
nuestro Cristo interno está dormido.
Con ello debemos entender, que no hemos conseguido aún el
nivel de consciencia Crístico, es decir, no hemos integrado, armoniosamente aún,
el Fuego y el Agua, y se produce una lucha turbulenta en el mar de nuestras
emociones. Cristo, en cambio, representa esa conquista y tendremos que
despertarlo en nosotros, si no queremos zozobrar.
Cuando recurrimos a ese estado de consciencia para que nos
salve de las pasiones desenfrenadas, la voz del amor, que domina los bajos
instintos, que domina el Agua, tan solo tiene que pronunciar las palabras
mágicas: ¡calla y enmudece! En verdad, eso es lo que debemos gritar a nuestras
emociones cuando traten de seducirnos para que sigamos satisfaciéndola,
alimentándola ... ¡callad y enmudeced! Actuando así, con la seguridad que nos
confiere el sentirnos seres de amor, el viento acallará su furia y las Aguas
volverán a su cauce.
¿Qué es lo que ha fallado en nosotros, que somos seguidores
de Jesús, que somos parte de su obra?
Nos ha fallado la timidez y la falta de fe, o lo que es lo
mismo, la falta de autoconocimiento y de seguridad. Si escuchamos la Palabra de
Dios por vía de revelación, por vía intuitiva -Fuego, Sagitario- y nuestras
emociones dudan y tienen miedo, es evidente, que pereceremos en esas Aguas del
atardecer, en el que un excesivo viento, o lo que es lo mismo, un exceso de
mente, puede llevarnos a perecer. El Fuego debe ser aceptado con fe por el
Agua, y debe hacernos confiados y no timoratos. La verdad hay que expresarla
sin prejuicios. Debemos dar paso al amor con naturalidad, y dejar de
avergonzarnos o sentir pudor cuando demos muestra de él en nuestras palabras y
actos.
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