Si la tristeza se pudiese medir, ninguna báscula podría con
tanto peso, al menos así se lo parecía al desdichado joven que acababa de
saltar al vacío de un profundo abismo con la única intención de poner fin a
todas sus penas.
Pero a veces y aunque queramos burlar nuestro destino, éste
nos lo pone difícil, y eso fue precisamente lo que le pasó a Yeialel.
El perturbado joven, en su afán de acabar pronto con su vida,
no se percató de los ramajes que crecían en los bordes de aquella garganta
siniestra, y en la caída, su cuerpo fue frenado por éstos, impidiéndole
estrellarse en el suelo.
No obstante el golpe no fue suficientemente duro, lo que hizo
que perdiera el conocimiento. Sería entonces, cuando el imprudente Yeialel,
tendría una experiencia inolvidable que vendría a cambiar su vida para siempre.
Su cuerpo sin sentido estaba protegido por el follaje de una
espesa vegetación, pero su espíritu ya no se encontraba en su interior.
Qué extraño era todo aquello,
-pensó Yeialel, que miraba con admiración el lugar donde se encontraba-.
De repente todo se iluminó y una voz grave anunció:
- Atención todos los presentes, el caso de la Suprema Justicia contra Yeialel, lo preside el honorable Juez Mersat.
- iOh Dios!, ¿qué estaba ocurriendo? Debo de estar muerto y esto es el Juicio Final -se dijo Yeialel, asustado-.
- Levántese el acusado -ordenó imperiosamente una nueva voz, era el Juez Mersat-. Debe contestar sin titubeos y no intente menti,r pues tengo en mi poder un informe muy completo de su vida que amablemente me han confiado los Señores Archiveros.
Sin que el joven se atreviese a abrir la boca, el Juez siguió con su exposición.
- Contesta, ¿por qué has osado acabar con tu vida física?, ¿acaso no sabes que eso es atentar contra el principio de la creación? -le preguntó el Juez -.
- Era la única solución a mis problemas -contestó quejoso el Jove -.
- ¡Cobarde!, eres un cobarde. Mira atentamente esta pantalla y verás lo que es bueno.
- ¿Quiénes son? -preguntó Yeialel-.
- Son almas que, como tú, buscaron solucionar sus problemas poniendo fin a sus vidas, pero su destino no les exigía retornar a su patria espiritual y ahora vagan en espera de que ese día llegue, sintiendo el mismo dolor, e incluso más, que cuando vivían.
- Es horrible -dijo Yeialel cubriéndose el rostro para no ver aquellas escenas-.
- Bien, veo que has aprendido la lección. Has tenido suerte, pues tu cuerpo no llegó a estrellarse en el abismo. iAy de ti si lo intentas de nuevo!, entonces ya no tendrás esa suerte y te verás formando parte de ese pelotón de desdichados.
Aun le parecía estar oyendo aquellos lamentos. Con esfuerzos
y el deseo intenso de experimentar la vida, Yeialel logró salir de allí. Ningún
problema por grave que este fuese le volvería a afligir. Encontraría las
soluciones lógicas a los problemas, y la tristeza ya no sería un peso para él.
Había abierto los ojos y en adelante, sus pensamientos volarían más altos,
transcendiendo las realidades materiales.
Fin
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