sábado, 2 de julio de 2016

Cuento para Omael: "Deseando la Vida"

Sin duda alguna, aquel día sería un día glorioso que se recordaría siempre en el tiempo.

La unión de Hesed, príncipe de las Tierras de la Abundancia, con Netzah, heredera de las Tierras de la Belleza, había sido muy deseada y a todos complacía.
Desde pequeños, ya se había concertado por los padres aquella boda real, y eran muchos los que esperaban que de aquella relación naciesen ricos y hermosos frutos.

Hesed era bien conocido por su bondad y Netzah era venerada por su asombrosa belleza. La fusión de ambos reinos permitiría a todos vivir en una tierra que muchos comparaban a las del Paraíso.
La alegría rebosaba en los corazones de todos, y la dicha se contagiaba de unos a otros, y muy pronto no quedó alma que no se sintiese embriagada por aquella plenitud.

El tiempo pasó y todo crecía sin limitaciones, los campos florecían y se recogían abundantes cosechas. Se respiraba armonía y salud, y la prosperidad seguía aumentando día a día.
Pero a pesar de todos aquellos dones de la tierra y del cielo, una sospecha fue creciendo poco a poco como una extraña sombra, y sin poder evitarlo nadie, adquirió tal dimensión que acabó con la felicidad de los jóvenes monarcas.

Para todos era un misterio. Se preguntaban que terrible mal padecían sus soberanos para que la alegría hubiese desaparecido de sus vidas.
Era tanta su inquietud que decidieron nombrar un emisario que fuese a informarse a palacio.
  • Majestades -saludó cortésmente el emisario -, he sido nombrado delegado por el pueblo para haceros llegar nuestra preocupación al comprobar vuestra actual tristeza. ¿Cuál es la causa de esa aflicción? Si miramos al Norte, vemos fecundidad. Si miramos al Sur, vemos riquezas, si miramos al Este, vemos Luz, y si miramos al Oeste, vemos vida. ¿Qué podemos desear más? -preguntó desconcertado el delegado -.
  • Amigo, cada semilla florece en nuestras tierras y da sus frutos, y ello es motivo de alegría para todos, sin embargo, mi semilla no florece ni da frutos en el vientre de la reina. Daría la mitad del reino, si a cambio la reina fuese madre -expresó con tristeza el joven rey -.
  • Pero señor, vuestros pensamientos sombríos son como el granizo que cuando cae en la tierra impide a la semilla florecer. ¿Acaso no conocéis la magia del sabio Omael? -advirtió el sorprendido emisario -.
  • Tenéis razón mi buen amigo, nuestros pensamientos son semejante al granizo, pero dime, ¿quién es Omael? -interrogó muy interesado el rey -.
  • Es uno de los ancianos más sabios de la región. Su poder atrae las Fuerzas de la Vida y las mujeres que son estériles, vuelven a ser fecundas.
  • Pues siendo así, te ruego hagas llegar mi petición a tan noble sabio. Pedidle que la reina necesita de sus cuidados.
La reina recibió la visita del preciado anciano y siguiendo las instrucciones de éste, tomó al amanecer cada mañana y durante 9 días, aguas puras del manantial. Al final de este periodo su vientre era fértil para poder engendrar.

La sabiduría de Omael y los deseos intensos de dar vida de los reyes, hicieron posible que la alegría volviese a reinar en la rica comarca de Hesed-Netzah.

Fin

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