CONDICIONES PARA EL SEGUIMIENTO DE JESÚS
34 Llamando a la muchedumbre y a los discípulos,
les dijo: El que quiera venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y
sígame. 35 Pues quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda la vida
por mí y el Evangelio, ese la salvará.
Este pasaje ha podido ser muy mal interpretado a
lo largo de la historia, pues muchos, en verdad, han perdido su vida por Jesús
y el Evangelio, pero lo han hecho tras dar muerte a aquellos que se han
pronunciado como enemigos de la fe.
Podemos recordar tantas campañas bélicas
promovidas para defender el cristianismo; todas ellas, justificadas, por
entenderse que Jesús salva a cuantos dan su vida por Él. Sin embargo, no parece
lógico pensar así cuando se trata de conquistar el amor universal. Si hemos
seguido hasta aquí a la Nueva Consciencia, habremos descubierto que el espíritu
Crístico, es todo bondad, todo misericordia, todo amor. Entonces, ¿cómo podemos
pensar que ese Cristo, nos invita a justificar cualquier acción, siempre que
esta nos lleve a dar la vida por Él?
Utilicemos el Elemento Aire para comprender este
pasaje, que causalmente ha sido recogido en la dinámica de Libra y no en otra.
Jesús se está dirigiendo a los Trabajos del signo
Libra, donde el Yo de Aries debe fundirse en el Yo de Libra, es decir, en el
Otro Yo, que en estos momentos del proceso Crístico, está representado por
Jesús. Cuando ese amor universal se manifiesta en Libra, entonces dejamos de
ver al otro como un enemigo, pues estamos siendo testigos de la unidad
universal. Comprendemos que todos somos Hijos de Dios, y ese despertar mental
nos lleva a dar muerte al yo, a la individualidad exagerada, y a dar vida al
tú, pues en ese tú, está el nuevo Yo. Qué diferente se ve ahora ese pasaje. No
se trata de morir físicamente por el amor de Jesús, se trata de la muerte del
egocentrismo de Aries, signo opuesto a Libra. Esta muerte significa abrirse a
los demás, amar a la sociedad, pues en cada uno de los hombres descubrimos una
parte de nuestro Yo.
36 Y ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo
y perder su alma? 37 pues ¿qué dará el hombre a cambio de su alma? 38 Porque si
alguien se avergonzara de mi y de mis palabras ante esta generación adultera y
pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la
gloria de su Padre con los Santos Ángeles.
El hombre de nuestros días no ha sabido contestar
esa pregunta planteada por Jesús. Tal vez haya sido que no la ha comprendido,
que no haya sabido ver su significado. La búsqueda de la individualidad ha
llevado al hombre a la conquista del Mundo Material, de cuantas riquezas, dones
y títulos ha podido obtener de él; sin embargo, ese exceso de individualismo en
el contacto con los demás, ante la exigencia de aportar al alma intelectual el
fruto de esa relación, no ha sabido ofrecerle la síntesis de dicha experiencia:
la comprensión de la Unidad.
Libra, convencionalmente representa al cónyuge y
a la sociedad. Ambas parcelas se prestan a la experiencia por la cual, el ser
individualizado, debe despertar a la consciencia de unidad. Cuando esto no
ocurre, la individualidad persigue objetivos e intereses mundanos con los que
satisfacer su ego, pero al mismo tiempo, el precio que paga es la perdida de su
alma.
Si en nuestro comportamiento nos avergonzamos del
amor, y de las obras de ese amor, entonces, nos dice Jesús, que el Hijo del
hombre se avergonzará de él cuando venga a la gloria de su Padre con los Santos
Ángeles. El exceso de individualidad, nos lleva a avergonzarnos de aquellos que
son capaces de amar y compartir ese amor. Los juzgan de seres débiles,
apocados, cobardes. En ese análisis, cuando nos encontramos en nuestro proceso
evolutivo con la necesidad de compartir nuestra individualidad con la de los
demás, y debemos olvidarnos de nuestro protagonismo, estaremos haciendo méritos
para tener que dar cuenta ante nuestra divinidad cuando abandonemos el Mundo
Físico y retornemos a la patria celestial.
Ese exceso de individualidad nos impedirá gozar
de la luz y tendremos que retornar de nuevo al mundo material para dar
testimonio del sacrificio de nuestro Yo, y de los Trabajos de unificación con
los demás.
El que quiera seguir a Cristo en esta nueva
andadura, debe negarse a si mismo, debe dejar de Trabajar para su Yo, y
potenciar la búsqueda de los demás, pues en ello, encontrará su nueva esencia.
Debemos estar dispuestos a tomar nuestra cruz, esa cruz que se ha formado a lo
largo de los tres años representados por los Elementos activos hasta ahora,
Fuego, Agua y Aire. Si trazamos una línea que vaya desde Aries a Libra, y otra
que cruce esa perpendicular hasta su mitad tan solo, es decir, desde -Cáncer
dirección a Capricornio sin llegar a este, tendremos la cruz a la que se
refiere Jesús. Esa cruz, son los atributos que están dispuestos y activos, y
con ellos debemos continuar la obra por tierras del Elemento Aire.
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