LECCIÓN 74
No hay más voluntad que la de Dios.
¿Qué me enseña esta
lección?
Tomar consciencia de esta verdad nos lleva al autoconocimiento. Hemos recordado lo que habíamos olvidado. Nos reconocemos como Hijos de Dios, creado a Su Imagen y Semejanza. Hoy reclamamos nuestra herencia y exclamamos: ¡Padre, Hágase Tu Voluntad!
Hoy tenemos la certeza, de que no es posible servir a otro propósito que aquel que Dios nos ha encomendado, que aquel para el que hemos sido creados: Expresar la Unidad y el Amor que somos, de una manera Inteligente, expandiéndonos a través de nuestros hermanos, con los que formamos una sola Filiación.
Hoy tenemos la certeza, de cuál es nuestra función en este mundo temporal e
ilusorio y lo disponemos todo para servir al Plan de Salvación haciendo uso del
perdón.
El ego es un triste imitador que pretende ejercer el dominio sobre sí mismo, sin embargo, su voluntad está en manos de la voz de los instintos y de la percepción de los sentidos.
En la medida que el ego siente miedo y permanece en la creencia de que está separado de Dios, intenta por todos los medios ser dueño de su voluntad, aunque no la utiliza para guiar su vida, sino que se entrega en manos de los deseos, de los sentimientos y de las ilusiones. Este comportamiento, tan sólo trata de suplantar a la verdadera Voluntad del Padre, y nos lleva a experimentar el conflicto, pues sus intereses hacen sobrevivir la ilusión, pues ésta es su único sustento.
¡En tus manos me encomiendo, Padre! Allí donde vaya, Estás conmigo y Tu Presencia me llena de gozo y de dicha.
¡Ya no tengo miedo!
Ejemplo-Guía: ¿Qué mundo ha fabricado tu ego que te priva de la felicidad
y del gozo?
Sin contestamos esta pregunta desde la honestidad, coincidiremos en lo esencial,
el mundo que hemos fabricado, es la copia exacta de nuestros deseos y éstos
están basados en el miedo, por lo que no podremos disfrutar del gozo y de la
dicha que nuestra falsa identidad añora.
Analicemos el mundo que nos rodea. Desde que nacemos nos enseñan que en esta
vida nadie te da nada gratis, lo que significa que tenemos que aprender a
sobrevivir, que no es lo mismo que vivir.
El sobrevivir lleva implícita una exigencia, trabajar. Si no trabajamos no recibiremos los medios que nos permitirán satisfacer nuestros deseos. Este mandato está tan arraigado en nuestras creencias, que se convierte en el estándar que rige nuestras relaciones y nuestra comunicación con el mundo.
El mundo de la sobrevivencia, se caracteriza por el deseo de obtener, de poseer, de poder. Pero son precisamente estas características las que se convierten en los obstáculos que nos impedirán ser felices. ¿Por qué?
Sencillamente, porque esos logros son efímeros y lo son por la sencilla razón de que responden al mundo de la ilusión, el mundo de lo material. Ese mundo está llamado al permanente cambio y esa ley natural se convierte en un castigo para el hombre, que conocedor de esa característica pretende por todos los medios, acumular bienes y poder, para que cuando llegue la fase de las pérdidas, no se vea sin ellos.La vida, vivida desde el ego, es un permanente tormento donde el miedo es el principal protagonista. Su lema es, no doy para conservar. Pero si no se da, no se recibe. Cuando tengo, en vez de ser feliz, tengo miedo de perderlo. En el mundo de los afectos, ocurre igual, persigo el amor de mi vida, pues pienso que me hará feliz. Cuando conquisto ese amor, comienza, igualmente, el miedo a perder lo que he conseguido y considero de mi pertenencia. Podemos decir, que el mundo del sobrevivir, es el mundo del bien-estar. Pero el verdadero mundo es aquel que nos permite vivir, es el mundo del bien-ser.
Desde el mundo del bien-ser, la vida se vive viviendo, es decir, desde la más profunda aceptación, fruto de la confianza en la vida. Esto es así, pues reconocemos que la vida, es la Voluntad de Dios. Nosotros somos la vida y, por ello, somos la Voluntad de nuestro Creador. Él Es nuestro sustento. No existe otra voluntad que la Suya, y esa Voluntad es Su Hijo.
Como Hijo de Dios, somos Plenos y Abundantes, Vivimos la vida, desde la
expansión, es decir, compartiendo nuestros dones y talentos. Cuando así lo
hacemos, esa expansión nos lleva a vivir desde la Unicidad y desde el
reconocimiento de que la Voluntad de Dios está presente en cada una de las
voluntades de nuestros hermanos.
Ser consciente de esa verdad, llevará a la humanidad, a experimentar el gozo y
la felicidad, desde la Unidad.
Reflexión: Si la Voluntad de Dios es que su Hijo esté en paz, ¿por qué no
lo conseguimos?
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