VI. Los juicios y el problema de la autoridad
En efecto, el Capítulo 2, del Texto, está dedicado al significado del Juicio Final. He querido recoger parte de lo expuesto para que nos sirva de introducción:
"El Juicio Final se originó a raíz de la separación como uno de los muchos recursos de aprendizaje que se incluyeron en el plan general. Del mismo modo en que la separación abarcó un período de millones de años, así el juicio Final se extenderá por un período igualmente largo, o tal vez aún más largo. Su duración, no obstante, puede acortarse enormemente mediante los milagros, el recurso que acorta el tiempo, pero que no lo abole. Si un número suficiente de nosotros llega a alcanzar una mentalidad verdaderamente milagrosa, este proceso de acortar el tiempo puede llegar a ser virtualmente inconmensurable. Es esencial, no obstante, que te liberes a ti mismo del miedo cuanto antes, pues tienes que escapar del conflicto si es que has de llevar paz a otras mentes” (T-2.VIII.2:4-8).
“Por lo general, se considera al juicio Final como un proceso que Dios emprendió. Pero en realidad son mis hermanos quienes lo emprenderán con mi ayuda. El Juicio Final es la última curación, en vez de un reparto de castigos, por mucho que pienses que los castigos son merecidos. El castigo es un concepto completamente opuesto a la mentalidad recta, y el objetivo del juicio Final es restituirte tu mentalidad recta. Se podría decir que el juicio Final es un proceso de correcta evaluación. Significa simplemente que todos llegarán por fin a entender qué es lo que tiene valor y qué es lo que no lo tiene. Después de que esto ocurra, la capacidad para elegir podrá ser dirigida racionalmente. Pero hasta que no se haga esa distinción, las oscilaciones entre la voluntad libre y la aprisionada no podrán sino continuar (T-2.VIII.2:1-8)".
La percepción, la separación, el juicio, son consecuencias directas de un acto de autoría, de un acto de voluntad. Tenemos que recordar que, la voluntad de crear nos fue dada por el Creador, Quien estaba expresando esa misma Voluntad en Su creación. Puesto que la capacidad de crear reside en la mente, todo lo que creamos es necesariamente una cuestión de voluntad.
Podríamos decir que el principio de la voluntad es el más elevado, lo podemos comparar con la propiedad intrínseca de una semilla, sin la cual, nada florecería. Cuando ese impulso creador es "capturado" por el deseo, tiene lugar una fusión de fuerzas semejante a la unión del fuego y el agua, de la luz y la oscuridad, lo que se percibe como las luchas titánicas del bien y del mal: la ilusión de la falsa dualidad.
Intentar comprender y aceptar la afirmación que nos hace este punto con la mente dual se nos antoja contradictorio, pues el simple hecho de percibir, función con la que se encuentra identificada la mente dual, lleva implícito la autoría de juzgar, de separar.
Podemos hacer un ejercicio práctico in situ. Fija tu mirada en un objeto, bien sea animado o inanimado. De forma inmediata, instantánea, de nuestro cerebro parece emanar pensamientos con el propósito de identificar lo que nuestros ojos evidencian o lo que nuestro órgano de percepción interpreta. En ese cerebro parece almacenarse la información necesaria que nos permite identificar el objeto y de forma subyacente le apropiamos un significado que puede ser clasificado como bueno o malo. El juicio toma presencia en el proceso de percepción como una fase ineludible. Es más, lo hace con ese propósito de aportarnos la información que necesitamos percibir para sentirnos seguros o inquietos. Sin embargo, esa visión, esa percepción es arbitraria, es parcial y no es verdadera, pues carece de la información integral del objeto, es decir, carece del conocimiento.
Cuando el objeto percibido es una persona o una relación de personas, ese proceso descrito nos lleva a juzgar, a interpretar, de forma sesgada, pues interpretamos situaciones de las que no tenemos la visión integral de lo que sucede. Así, consideramos a la vida como injusta cuando sucesos que interpretamos como dolorosos forman parte de nuestras vivencias.
Imaginemos, que somos los autores de la redacción de una novela. A lo largo del desarrollo de esa obra, los personajes experimentan vivencias dramáticas, las cuales son la consecuencia directa de acciones que se encuentran concadenadas entre sí formando un ciclo de aprendizaje. El escritor que tiene una visión integral de la obra y es conocedor de la trama, está en condiciones de ver el proceso como un todo, lo que le facilita la labor de conocer el para qué de todas las anécdotas que se desarrollan en el devenir de la novela. De carecer de esa visión, el lector, puede sacar conclusiones ilusorias, no reales, del proceso vital de los personajes que dan vida al contenido y al guión de la obra.
De todo ello se extrae una importante reflexión. Desde la percepción, nuestra visión no será real y verdadera y el juicio es el ejercicio mental que nos conducirá tarde o temprano a la conclusión de que el Juicio Final o proceso final de evaluación ha de conducirnos a la Mente Recta.
Detrás de uno de los síntomas más extendidos en el mundo que percibimos, la depresión, se esconde la causa de no saber quiénes somos realmente y quién nuestro Creador.
de rechazar su herencia, pero no de establecer lo que ésta es. 3El problema que todos tienen que resolver es la cuestión fundamental de la autoría. 4Todo miedo procede en última instancia, y a veces por rutas muy tortuosas, de negar la verdadera Autoría. 5La ofensa no es nunca contra Dios, sino contra aquellos que lo niegan. 6Negar Su Autoría es negarte a ti mismo la razón de tu paz, de modo que sólo te puedes ver a ti mismo fragmentado. 7Esta extraña percepción es el problema de la autoridad.
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