CAPÍTULO 3
La exposición de este punto, más que una aclaración, es una liberación. Desde pequeños, al menos en los países occidentales, al igual que en todos aquellos en los que se ha acogido la fe católica como el símbolo de la verdad absoluta, se nos ha educado en la creencia de que Dios mandó, a su único Hijo, al mundo con una misión muy específica, un supremo sacrificio, morir en manos de los enemigos de la fe para redimir y salvar al mundo de sus pecados.
Este mensaje tiene un profundo calado en la mente de todos aquellos que hemos aceptado, en algún momento de nuestras vidas, que el sacrificio es la única vía de redención, lo que significa que nos vemos formando parte de ese concurrido pelotón de débiles pecadores que requieren ser purificados y liberados.
Podemos servir al Amor o al miedo. Servir al Amor nos lleva a la visión de la Unidad y de la Inocencia. Por lo tanto, si no hay causa en nuestra mente que nos lleven a creernos carentes y pecadores, tampoco habrá efectos que nos lleven al acto del sacrificio y del sufrimiento.
Cuando es el miedo el que ocupa nuestra mente, la causa de ese pensamiento nos lleva a identificarnos con la separación y con la visión de culpa/pecador, lo que dará lugar a los efectos propios del sufrimiento, entendiendo que dicho acto de sacrificio no liberará del pensamiento que nos lleva a creer que somos un pecador.
La Mente de Dios no ve el miedo, pues no cree en la separación. El Pensamiento-Causa que emana de la Mente de Dios es el Amor, la única Fuerza Creadora que da lugar a lo que es Verdadero. Siguiendo ese hilo conductor, la relación Causa-Efecto, podemos afirmar que El Amor-Causa, no puede dar como fruto el Efecto-Sacrificio-Sufrimiento.
Cuando en mis reflexiones, muchas veces, me pregunto cómo podemos aceptar ciertas afirmaciones recogidas en los Textos Sagrados a las que los doctores de la iglesia elevan al estado de verdades absolutas, que son contradictorias en sí misma. Un ejemplo de lo que me refiero es la afirmación recogida en este punto "Mía es la venganza, dice el Señor". Salvo que tenga un significado que se nos escapa comprender, dicha afirmación nos exige aceptar que Dios es Amor y al mismo tiempo Odio, pues la venganza se sustenta en un sentimiento de rencor y de odio.
Ya hemos dicho que, si Dios es Amor, Sus Creaciones son el fruto de ese Amor. Cada semilla da sus frutos, al igual que cada causa, tiene un efecto. Si la venganza es un efecto, una acción, debemos decir que su causa se encuentra en el odio y no en el amor.
Como bien nos explica este punto, la literatura recogida en el Génesis, en la que se nos narra el relato del Paraíso Terrenal y de la expulsión de Adán y Eva del mismo, nos ha presentado a un Padre vengativo y castigador, exento de misericordia y compasión.
Hazle esta pregunta a tu corazón: ¿enseñarías a tu hijo que para amar hay que sufrir?
Participo de la creencia de que las Sagradas Escrituras están narrada en un lenguaje simbólico. En relación a esta idea, los propios Evangelistas se encuentran identificados con símbolos de animales, a excepción del ángel alado. Dichos símbolos, representan igualmente la configuración de los 4 Elementos, Fuego, Agua, Aire y Tierra y estos a su vez, expresan una fase del Proceso Creador, el cual queda recogido de manera esotérica en el sagrado nombre de Jehová. Todo parece estar vinculado en unas enseñanzas recogidas desde el principio de los tiempos y que forma parte de la evolución del ser humano en su versión corporal, la no real por ser perecedera.
Aun así, dichos mensajes van dirigidos a la percepción de la conciencia terrenal en un intento de mantener conectada dicha conciencia temporal con la realidad verdadera del Ser. Podríamos decir, que la Divinidad Una, como si de un Rayo de Luz Blanca se tratase, al penetrar en la dimensión humana, adquiriese multitud de tonalidades, donde cada una de ellas, se puede vincular a un símbolo.
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