LECCIÓN 349
Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas por mí, y que en lugar de juzgarlas, les conceda a cada una un milagro de amor.
1. Así quiero liberar todas las cosas que veo; concediéndoles la libertad que busco. 2De esta manera obedezco la ley del amor, dando lo que quiero encontrar y hacer mío. 3Ello se me dará, porque lo he elegido como el regalo que quiero dar. 4Padre, Tus regalos son míos. 5Cada regalo que acepto me concede un milagro que puedo dar. 6Y al dar tal como quiero recibir, comprendo que Tus milagros de curación me pertenecen.
2. Nuestro Padre conoce nuestras necesidades, 2y nos concede la gracia para satisfacerlas todas. 3Y así, confiamos en que Él nos enviará milagros para bendecir al mundo y sanar nuestras mentes según regresamos a Él.
¿Qué me enseña esta lección?
Hoy he recibido la visita de viejas sombras del pasado, que me invitaban a enfrentarme al recuerdo del miedo, del temor. Son miedos, de los que desconozco, conscientemente, su procedencia, pero que sin duda consiguen dañar mi integridad.
He sido totalmente consciente de la situación vivida. La he afrontado con calma, con paz, con amor. Mentalmente, lo que en otro momento era interpretado como una agresión, en esta, lo he enfocado como un regalo para restituir mi salud.
He sido capaz de ver el conjunto de la vivencia de una manera diferente. A pesar de todos los contratiempos encontrados en el camino, he mantenido la tranquilidad necesaria para no dejarme llevar por la tensión causada por el dolor físico. Había entregado, en manos del Espíritu Santo, la situación que estaba viviendo. Ello me aportaba la certeza de que todo cuanto ocurriera, sería beneficioso para mi aprendizaje.
Mi fuerza física se sentía muy mermada. Sin embargo, la fuerza espiritual me aportaba el aliento necesario para sentirme seguro y protegido. Gracias a ese estado de bienestar interno, he podido percibir como mi cuerpo ha respondido con agradecimiento a la ayuda recibida. El tratamiento recibido ha hecho su efecto y me siento muy recuperado.
Hoy he aprendido, cómo todo cambia, cuando afrontamos las vivencias con amor y agradecimiento. Las dificultades se viven de otra manera y los impedimentos, dejan de serlo.
Ejemplo-Guía: "Una nueva Visión, una nueva experiencia"
¿No os ha pasado nunca, que cuando vemos una película por segunda vez, nuestras impresiones, sensaciones y vivencias, son otras bien distintas?
La película es la misma. La única diferencia (menuda diferencia) es que ya no somos la misma persona que la vio por primera vez, y no lo somos, por la sencilla razón de que la vemos con una mirada diferente.
En ocasiones, hemos percibido imágenes que nos han despertado nuestros miedos. Esa primera impresión, nos ha calado tan profundamente que nuestro cuerpo ha reaccionado de manera condicionada por ese miedo. Sin embargo, en ese momento, se ha encendido una luz y ello nos ha permitido percibir esa imagen, a priori, tenebrosa, como la silueta de un objeto proyectada como una grotesca sombra que invitaba a la imaginación a recrear ilusorias sensaciones.
A partir de esa nueva visión, todo cambia. Nuestro cuerpo ya no sufre los efectos procedentes de la causa motivada por el miedo en nuestra mente. Pues bien, lo que llamamos realidad en este mundo, son falsas e ilusorias imágenes proyectadas como tenebrosas sombras y que nos causan un profundo miedo. La experiencia se convierte en el preámbulo de la nueva visión que nos permitirá mirar con otros ojos y sustituir la ilusión por la verdad.
Si hasta ahora hemos experimentado bajo la visión del ego, nuestras experiencias justifican el miedo, el dolor, el sufrimiento, pues esa visión está condicionada por un sistema de pensamiento y creencias basadas en la ilusión de que somos seres separados.
La Visión de Cristo, la mirada del perdón, nos llevará a una percepción distinta, pues veremos unidad, en vez de separación. Las experiencias consecuentes con esa Visión, serán vivencias liberadoras, donde gozaremos de la Gracia y de la Dicha divina, efectos estos, de ver la inocencia en nuestro interior y en cada uno de nuestros hermanos.
Reflexión: Aquello que quiero recibir, es lo que doy.
Si hasta ahora hemos experimentado bajo la visión del ego, nuestras experiencias justifican el miedo, el dolor, el sufrimiento, pues esa visión está condicionada por un sistema de pensamiento y creencias basadas en la ilusión de que somos seres separados.
La Visión de Cristo, la mirada del perdón, nos llevará a una percepción distinta, pues veremos unidad, en vez de separación. Las experiencias consecuentes con esa Visión, serán vivencias liberadoras, donde gozaremos de la Gracia y de la Dicha divina, efectos estos, de ver la inocencia en nuestro interior y en cada uno de nuestros hermanos.
Reflexión: Aquello que quiero recibir, es lo que doy.
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