miércoles, 11 de diciembre de 2024

Capítulo 16. V. La decisión de alcanzar la compleción (3ª parte).

V. La decisión de alcanzar la compleción (3ª parte). 

7. Lo más curioso de todo es el concepto de yo que el ego fomenta en las relaciones especiales. 2Este “yo" busca relaciones para com­pletarse a sí mismo. 3Pero cuando encuentra la relación especial en la que piensa que puede lograrlo, se entrega a sí mismo, y trata de "intercambiarse" por el yo del otro. 4Eso no es unión, pues con ello no hay aumento ni extensión. 5Cada uno de ellos trata de sacrificar el yo que no desea a cambio de uno que cree que pre­fiere. 6se siente culpable por el "pecado" de apropiarse de algo y de no dar nada valioso a cambio. 7¿Qué valor le puede adjudicar a un yo del que quiere deshacerse para obtener otro "mejor"?

Los mecanismos del ego son profundamente confusos y todos ellos están basados en una misma causa, la creencia en ser especial y diferente a los demás, es decir, en la creencia en la separación. Lo que ve en su interior no le gusta y trata de ocultarlo a los demás, lo que le lleva a dirigir su mirada desde su interior al exterior y a proyectar sobre los demás sus propios juicios condenatorios, lo que le lleva a juzgar y a condenar al otro.

Su visión interior, al ser rechazada, busca en el exterior el aspecto que considera debe adquirir para sentirse amado (necesidad de amarse a sí mismo). Esta dinámica le lleva a adoptar la personalidad del otro, renunciando a la suya propia (la cual rechaza), despertando en su conciencia el sentimiento de culpa por usurpar lo que no le pertenece (recuerdo ancestral de adoptar una identidad diferente a la de Su Creador).

En ese tipo de relación especial, el ego confunde el amor especial con el amor incondicional. La evidencia de que esto es así se demuestra cuando sometemos ese amor especial a la prueba de la verdad: ¿aporta libertad a la relación?

8. Ese otro yo "mejor" que el ego busca es siempre uno que es más especial. 2Y quienquiera que parezca poseer un yo especial es "amado" por lo que se puede sacar de él. 3Cuando ambos miem­bros de la relación especial ven en el otro ese yo especial, el ego ve "una unión bendecida en el Cielo". 4Pues ni uno ni otro recono­cerá que ha pedido el infierno, y, por lo tanto, no interferirá en la ilusión que el ego tiene del Cielo, y que le ofrece para que suponga un obstáculo para éste. 5Pero si el contenido de todas las ilusiones es el miedo, y sólo el miedo, la ilusión del Cielo no es más que una forma "atractiva" de miedo en la que la culpabilidad está profundamente soterrada y se manifiesta en forma de “amor".

¿Aporta libertad a la relación el amor especial? El ego cree que sí, por lo que le lleva a instituir en el ritual del sacramento del matrimonio la frase: ¡Que el Cielo bendiga esta relación! Y todos contentos.

Pero ya hemos visto que el amor especial no aporta libertad a la relación. Lo único que aporta es culpa y miedo. El miedo a perder ese amor especial, esa identificación con el yo que deseamos adoptar para sentirnos amados, nos llevará a poner límites en las condiciones de la relación, lo que se convertirá en un sentimiento corrosivo que acabará con ella.

No tardaremos en proyectar nuestra propia culpa sobre el otro, y no tardaremos en juzgar cada uno de sus actos, los cuales ya no serán inspiradores para sentirnos amados, sino que serán el reflejo vivo de aquello que ocultamos.

9. El atractivo del infierno reside únicamente en la terrible atrac­ción de la culpabilidad, que el ego ofrece a los que depositan su fe en la pequeñez. 2La convicción de pequeñez se encuentra en toda relación especial, ya que sólo los que se consideran a sí mis­mos necesitados podrían valorar el especialismo. 3Exigir que se te considere especial, y la creencia de que hacer que otro se sienta especial es un acto de amor, hace del amor algo odioso. 4El verda­dero propósito de la relación especial -en estricta conformidad con los objetivos del ego es destruir la realidad y substituirla por ilusiones. 5Pues el ego en sí es una ilusión, y sólo las ilusiones pueden dar testimonio de su "realidad".

Las relaciones especiales están basadas en el amor especial, en el amor de ser diferentes de los demás. Dicho de otro modo, las relaciones especiales están basadas en la creencia en que somos pecadores y, por lo tanto, en la creencia en que somos culpables por nuestros pecados. La separación es consecuencia del estado de sueño en el que se encuentra nuestra conciencia. Todo sueño es irreal e ilusorio. Por lo tanto, la relación especial no puede llevarnos a la verdad, a la realidad de lo que somos. No puede llevarnos a percibir el verdadero amor.

Para deshacer ese error, debemos llevar la ilusión hasta la realidad, es decir, debemos llevar el amor especial (creencia en la separación) hasta el amor incondicional (creencia en la unicidad). Ese cambio de percepción nos abrirá las puertas del Cielo y nos librará de la falsa creencia en el infierno. Al liberarnos del pecado, nos libraremos, igualmente, de la culpa y dejaremos de ver la culpa en los demás.

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