Lo que aquí escribo, no dudéis que es verdad. Sí, toda la verdad que narra lo ocurrido a un hombre que, ya desde muy niño, soñaba con hacerse rico y poderoso, y que lo consiguió. Sin embargo, el precio que tuvo que pagar por ello fue muy alto. Pero sigue leyendo y quizás al final estés de acuerdo conmigo.
Su carrera profesional había sido la más rápida en toda la historia de la empresa. En menos de cinco años había ascendido de aprendiz a director general. Costaba trabajo creerlo, pero así era.
Sin duda, el joven Elemiah, tenía mucho talento. Sí, debía ser eso, pero no todos pensaban así. La verdad era que Elemiah tenía un instinto especial para los negocios. Lo llevaba inscrito en su sangre.
Cuando sus compañeros del barrio se entretenían jugando en las calles, el se codeaba con los más astutos empresarios. En efecto, nadie podía decir que el muchacho no se mereciera ese puesto.
Pero no todo era talento en él, y no fue precisamente su habilidad la que le hizo llegar tan alto. Sus jefes descubrieron pronto en é,l su don natural para dirigir a los demás y le pusieron a prueba.
Ya había conseguido su primer objetivo, había dejado de ser aprendiz y se había convertido en el nuevo jefe de equipo. Ahora tenía una importante responsabilidad y debía agradecer a sus jefes aquel merecimiento.
Elemiah saboreó, por primera vez, el dulzor del poder y le gustó. Ya lo creo que le gustó. Pero no todos compartieron ese mismo placer, sus compañeros de trabajo, los mismos que días antes le habían confiado todo cuanto sabían para que el pudiese aprender, se sentían ahora humillados. La desmesurada ambición de Elemiah, le hizo olvidar muy pronto su condición humilde. Se había convertido en un ser intolerable, cuyo único propósito era conseguir el reconocimiento de sus jefes, sin importarle pisar a sus antiguos amigos si fuese necesario.
Aquella celosa atención en su trabajo le llevó a ascender de nuevo y la historia se repetía una y otra vez. A su paso, iba dejando un reguero de amistades que un día fueron, pero que debido a su afán egoísta de poder, murieron.
Poco a poco se fue quedando solo, pero eso no le importaba, vivía exclusivamente para la empresa, y ello le hacia feliz. Elemiah se sentía enormemente poderoso, el mundo se rendía a sus pies. ¿Qué más podía pedir a la vida? Era rico y gozaba de salud. Le quedaba algo por conseguir? Si lo hubiese, el quería saberlo para comprarlo.
Sí, para él, el precio dejo de preocuparle, por muy alto que este fuese, lo pagaría. ¿Acaso no hizo eso con las miles de hectáreas de bosque que había mandado devastar? ¿Acaso no había dado la orden de fabricar armas para la guerra, cuando una parte del mundo moría de hambre? ¿Acaso no había comprado 100 kilómetros de playa para evacuar los desperdicios de sus fabricas? ¿Qué más podría comprar? Era el amo del mundo.
Pero cierto día, cuando todos celebraban con alegría la hermosa fiesta de la navidad, Elemiah se vio poseído por una profunda tristeza. ¡Dios!, que solo se encontraba. Hasta aquella noche, tan especial ,no se había dado cuenta de ello. Había estado tan ocupado por su codicia y por su vanidad, que había construido un infranqueable muro entre él y los demás.
Una voz interior le dijo:
· Desde aquí te llamo, desde aquí te tiendo mi mano...
Desde aquel día, Elemiah olvidó sus empresas, sus negocios y dirigió sus pasos en busca de un nuevo soplo, el soplo de lo humano.
Muchos agradecieron aquel cambio, pues aquel ambicioso ser se había convertido en un desinteresado filántropo.
Bueno, ya sabéis cual es el elevado precio que Elemiah tuvo que pagar por su codicia. ¿Qué opináis?
Fin
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