lunes, 6 de junio de 2016

Cuento para Mahasiah: "Vitriol, el elixir regenerador"

Dejad que os cuente una hermosa historia que en verdad es un secreto que ha permanecido oculto durante mucho tiempo. Dejad que os la cuente, pues es voluntad del cielo que los misterios sean desvelados.

Hace ya mucho tiempo, un rey de estirpe divina y deseoso de poder, decidió viajar a otras tierras en busca de fortuna.

Durante tres días, surcó mares y arribó en tierras desconocidas. Llegó a la isla del Fuego habitada por gigantescos Titanes. Dejó atrás la Isla de las Fuentes, donde las Ondinas danzaban alegres entre las ondas del agua. Y conoció la Isla del Viento, donde los espíritus encolerizados se mezclaban con la furia de los huracanes y los ciclones.

Pero en ninguna de estas islas logró encontrar lo que buscaba con tanto empeño. Sería al cuarto día, que el vigía anunció la presencia de una nueva isla. En ella se respiraba paz y armonía, y los corazones se embriagaban de una especial alegría.

El rey Mart se sintió atraído por aquella tierra a la que llamo la Isla de los Frutos. Decidió descansar unos días del fatigoso viaje y recuperar nuevas fuerzas, pues no desfallecería hasta encontrar lo que buscaba.

A la mañana siguiente y sintiendo un fuerte apetito, el rey Mart buscó algunos alimentos entre los fértiles frutos que crecían en aquellos árboles.

Entonces fue cuando la providencia guió sus pasos hasta llevarle ante un supremo árbol. No era como los demás, pues sus hojas eran de oro y sus cuatro frutos, dorados. Tuvo el rey que cubrir sus ojos, pues los rayos del sol se reflejaban en aquellos extraños frutos y amenazaban con cegarle si no dejaba de mirarlos.

Ese debía ser el poder que estaba buscando. Jamás había conocido nada tan hermoso -se dijo el rey muy entusiasmado-. Pero cuando se dispuso a dar uno solo paso, una voz le ordeno:
  • ¡Detente!, ¿cómo te atreves a alterar mi paz? El rey quedó inmóvil. Miró a ambos lado y no logró ver a nadie, y ello le animó a intentarlo de nuevo. Aquel árbol, tenía tan sólo cuatro frutos y tres de ellos estaban muy elevados, tan sólo pudo tomar uno de ellos.
  • Has usurpado el Poder de los Dioses, el fruto que tienes en tus manos aún no está maduro, por ello serás maldito durante nueve años. Si al final de los cuales no encuentras la Esencia Sagrada Vitriol, perecerás en manos de tu propia ambición.
Pero aquellas palabras no convencieron al rey Mart. Ahora el tenía el poder. Acababa de arrebatárselo a los dioses en sus propias narices y aquello le convertía en más que un Dios.

Tras aquella conquista, el soberano se sintió satisfecho y volvió de nuevo a su país. En él fue recibido como un héroe, sin embargo, a partir de aquel día todo comenzó a ir mal en el reino.

Durante tres lunas sufrieron el ataque de pueblos extranjeros que codiciaban el poder que habían adquirido. La paz que un día conocieron se fue fundiendo en el olvido, pues a las guerras sucedieron las epidemias, plagas y otros males del destino.

Recordó el rey que aquella voz le anuncio nueve años de calamidades y su propio final, si no conseguía antes la Esencia Vitriol. Consultó con los hombres más sabios y fue Mahasiah, el mago que habitaba en la Montaña Sagrada del Águila, quien le desveló el lugar donde podía encontrarlo.

Tras cinco años de búsqueda, el rey Mart volvió a su reino, al que encontró maldito, pero el ya no era el mismo. Había pagado sus deudas con el destino, vagando por los polvorientos desiertos. Había pasado hambre y sed, pero ningún manjar podía saciar sus apetitos, al no ser aquel que le permitiera recuperar su dignidad perdida.

Cuenta la leyenda, que el rey sanó y logró restituir a la tierra su inocencia primitiva. Devolvió aquel poderoso fruto a su lugar de origen y la paz retornó de nuevo a su reino, que desde aquel día se convertiría en un frondoso paraíso.

Fin


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