jueves, 21 de noviembre de 2024

Capítulo 16. EL PERDÓN DE LAS ILUSIONES. I. La verdadera empatía (1ª parte).

  Capítulo 16

EL PERDÓN DE LAS ILUSIONES 


I. La verdadera empatía (1ª parte).

1. Sentir empatía no significa que debas unirte al sufrimiento, pues el sufrimiento es precisamente lo que debes negarte a com­prender. 2Unirse al sufrimiento de otro es la interpretación que el ego hace de la empatía, de la cual siempre se vale para entablar relaciones especiales en las que el sufrimiento se comparte. 3La capacidad de sentir empatía le es muy útil al Espíritu Santo, siem­pre que permitas que Él la use a Su manera. 4La manera en que Él la usa es muy diferente. 5Él no comprende el sufrimiento, y Su deseo es que enseñes que no es comprensible. 6Cuando se rela­ciona a través de ti, Él no se relaciona con otro ego a través del tuyo. 7No se une en el dolor, pues comprende que curar el dolor no se logra con intentos ilusorios de unirte a él y de aliviarlo com­partiendo el desvarío.

El juicio que hace el ego, de la falta de empatía, es demoledor. Su argumento es el siguiente: "¿cómo no vas a ser sensible al dolor y al sufrimiento de un ser querido?" "Tú egoísmo, te ciega, impidiéndote amar al que sufre". Podríamos poner más ejemplos, pero creo que "para muestra, un botón".

Tales argumentos, ocultan los macabros pensamientos del ego. Su respuesta de empatía y su sensibilidad, ante el sufrimiento ajeno, lo utiliza como una máscara social que le permite mantener en "olvido", la fuerte aversión que siente hacia sí mismo por reconocerse un ser pecador, por mantener oculta la culpa que siente por ser hijo del pecado, y, sobre todo, para ocultar que su creencia en la separación, le lleva a interpretar al otro, como a su rival, a su oponente, al enemigo, a quien hay que atacar, para asegurarnos, de que así, no seremos atacados y de que nuestras posesiones siguen intactas.

¿Cómo la creencia en la separación, puede expresar verdadera empatía por el otro? La empatía es una actitud que se extrae del amor por los demás. Preguntémonos, ¿cómo vamos a sentir empatía por el otro, cuando lo juzgamos como nuestro competidor? La empatía y la sensibilidad que muestra el ego por los demás, es una falsa, como todo su sistema de pensamiento.

El verdadero amor no realiza gestos demostrativos para ganar la simpatía y el agrado o aceptación de los demás. El verdadero amor, se expresa en su cualidad primordial, mostrándose libre y permitiendo, al otro, que se exprese libremente. El verdadero amor, no se solidariza con el error, lo trasciende, aportando luz y verdad, allí donde nos sentimos identificados con la oscuridad y el dolor.

2. La prueba más clara de que la empatía, tal como el ego la usa, es destructiva, reside en el hecho de que sólo se aplica a un deter­minado tipo de problemas y a ciertos individuos. 2Él mismo los selecciona y se une a ellos. 3Pero nunca se une a nada, excepto para fortalecerse a sí mismo. 4Al haberse identificado con lo que cree entender, el ego se ve a sí mismo y procura expandirse com­partiendo lo que es como él. 5No dejes que esta maniobra te engañe, aEl ego siempre utiliza la empatía para debilitar, y debili­tar es atacar. 6Tú no sabes lo que es la empatía. 7Pero de esto puedes estar seguro: sólo con que te sentases calmadamente y permitieses que el Espíritu Santo se relacionase a través de ti, sentirías empatía por la fortaleza, y, de este modo, tu fortaleza aumentaría, y no tu debilidad.

Identificarse con el dolor, bien sea el propio o el ajeno, es servir a los intereses del ego, que lo único que persigue es mantenernos como esclavos a su sistema de pensamiento, el cual, se sustenta en la percepción falsa que le aporta su símbolo, el cuerpo físico. El ego, menosprecia el valor integral de la mente, y niega, que el simple hecho de poder emitir pensamientos, sea razón suficiente para establecer el vínculo de la unidad. El sentir, de manera selectiva, empatía por el dolor del ser querido, es una manifestación más, de la falta de Visión de la que carece el ego, pues, en su demostración de amor, lo que está diciendo al mundo es que el ama a quien le reporta amor, esto es, al que considera especial y al que elige, de una manera inconsciente, para afrontar le redención de su culpa. Al resto, no son merecedores de su empatía y de su atención. Para el ego, el resto, no son nada.

3. Tu papel consiste únicamente en recordar esto: no quieres que nada que tú consideres valioso sea lo que tiene lugar en una rela­ción. 2No decides hacer nada a tu manera para deteriorarlas o para crear armonía en ellas. 3No sabes lo que es curar. 4Todo lo que has aprendido acerca de la empatía procede del pasado. 5no hay nada del pasado que desees compartir, pues no hay nada del pasado que desees conservar. 6No te valgas de la empatía para otorgarle realidad al pasado y así perpetuarlo. 7Hazte a un lado tranquilamente y deja que la curación se lleve a cabo por ti. 8Mantén un solo pensamiento en la mente y no lo pierdas de vista, por muy grande que sea la tentación de juzgar cualquier situación, y de determinar tu reacción basándote en los juicios que has hecho de la misma. 9Concentra tu mente sólo en esto: 

10No estoy solo, y no quiero imponer el pasado a mi Invitado.
11Lo invité y Él está aquí.
12No tengo que hacer nada, excepto no interferir.

El pasado ancestral, se convierte en una pesada carga que llevamos sobre nuestra conciencia, y, que, debido a su insoportable recuerdo, y a la errónea interpretación que hemos hecho de ello, hemos delegado a nuestro inconsciente. Desde el inconsciente, elegimos proyectar en los demás, aquello que ocultamos en nuestro interior con un celo especial para que nadie lo descubra. En ese movimiento estratégico y defensivo, fraguado por el sistema de pensamiento del ego, nos sentimos protegidos del dolor insoportable que nos causa la culpa. Así, que nos entregamos a la más noble de las causas, la de juzgar de manera condenatoria, el comportamiento de los demás, con la intención de hacerlo consciente de la culpa que subyace en su interior. Es como jugar al ping-pong donde la pelota es el sentimiento de culpa. Mientras que la pelota se encuentre en el terreno del otro, nos sentiremos ganadores.

La empatía, es uno de los mejores golpes con los que cuenta el ego. Siguiendo con el símil del ping-pong, es su saque con mejor efecto, lo que impedirá al contrincante, devolvernos la bola. Dicho de otra manera, mi empatía, es un señuelo para el otro, el cual se siente atendido e incluso, piensa, que se siente amado, pero en verdad, el hecho de que estemos haciendo real el dolor y el sufrimiento, es una declaración de que estamos apostando por el ego y su símbolo, el cuerpo, y los efectos que estamos compartiendo, es impedir

miércoles, 20 de noviembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 325


LECCIÓN 325
 
Todas las cosas que creo ver son reflejos de ideas.

1. Ésta es la clave de la salvación: lo que veo es el reflejo de un proceso mental que comienza con una idea de lo que quiero. 2A partir de ahí, la mente forja una imagen de eso que desea, lo juzga valioso y, por lo tanto, procura encontrarlo. 3Estas imáge­nes se proyectan luego al exterior, donde se contemplan, se consi­deran reales y se defienden como algo propio de uno. 4De deseos dementes nace un mundo demente, 5y de juicios, un mundo condenado. 6De pensamientos de perdón, en cambio, surge un mundo apacible y misericordioso para con el santo Hijo de Dios, cuyo propósito es ofrecerle un dulce hogar en el que descansar por un tiempo antes de proseguir su jornada, y donde él puede ayudar a sus hermanos a seguir adelante con él y a encontrar el camino que conduce al Cielo y a Dios.

2. Padre nuestro, Tus ideas reflejan la verdad, mientras que las mías separadas de las Tuyas, tan sólo dan lugar a sueños. 2Déjame contem­plar lo que sólo las Tuyas reflejan, pues son ellas las únicas que estable­cen la verdad.



¿Qué me enseña esta lección? 

La Voluntad es el Principio más elevado de la Divinidad. Todo encuentra su causa en un acto de voluntad. Se trata de un impulso vital, no definido, pero que encierra potencialmente el contenido de los efectos que va a crear.

El Hijo de Dios es portador de ese Atributo Divino. En este sentido, podemos asegurar que el Hijo de Dios tiene el poder de utilizar la voluntad, bien para crear, bien para fabricar. La diferencia de crear y fabricar radica en la dirección que demos al impulso motor de todo acto creador.

Si nuestra voluntad sirve a la unidad y al amor, entonces nuestra acción dará lugar a un acto de expansión, a un acto creador, que irá impregnado de la esencia de la eternidad.

Si nuestra voluntad sirve a la separación y al miedo, entonces nuestra acción dará lugar a la fabricación de una realidad ilusoria y temporal.

La voluntad que sirve al Amor y a la Unidad nos lleva a la Salvación. Cuando actuamos de este modo, estamos haciendo la Voluntad del Padre, pues estamos extendiendo la esencia primordial del Amor.

La voluntad que sirve al miedo y al pecado nos lleva al castigo, al dolor, al sufrimiento. Cuando actuamos de este modo, estamos fabricando un mundo que no es real, pues no está sustentado por la Verdad.

Todo aquello que no es verdad, no es real.

En el mundo que hemos fabricado, la percepción más correcta es la que nos lleva a perdonar. El perdón corrige la causa que dio origen a la creencia en el pecado y deshace el efecto de la culpa y del castigo.

Ejemplo-Guía: "Lo que vemos es lo que creemos. Lo que creemos es lo que deseamos".

Ésta es la clave de la salvación: lo que veo es el reflejo de un proceso mental que comienza con una idea de lo que quiero. Difícilmente se podría explicar con tanta claridad la mecánica del sistema de pensamiento sustentado por el ego. Si fuésemos conscientes, permanentemente, de esta dinámica, dejaríamos de forma inmediata de vernos como víctimas de un destino del que no nos sentimos co-partícipes, cuando en verdad, no existe un mundo fuera de nosotros que no hayamos fabricado (soñado), proyectado.
"Somos responsables de lo que vemos". Tan solo estoy citando la afirmación que da título al segundo de los apartados recogidos en el Capítulo 21 del Curso. Reconozco que la enseñanza expresada en dicho apartado es de una profunda trascendencia. Permitid que lo transcriba íntegramente:

“Hemos repetido cuán poco se te pide para que aprendas este curso. Es la misma pequeña dosis de buena voluntad que necesi­tas para que toda tu relación se transforme en dicha; el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo a cambio del cual Él te da todo, lo poco sobre lo que se basa la salvación, el pequeño cambio de mentalidad por el que la crucifixión se transforma en resurrección. Y puesto que es cierto, es tan simple que es imposible que no se entienda perfectamente. Puede ser rechazado, pero no es ambiguo. Y si decides oponerte a ello, no es porque sea incom­prensible, sino más bien porque ese pequeño costo parece ser, a tu juicio, un precio demasiado alto para pagar por la paz” (T-21.II.1:1-5).
“Esto es lo único que tienes que hacer para que se te conceda la visión, la felicidad, la liberación del dolor y el escape del pecado. Di únicamente esto, pero dilo de todo corazón y sin reservas, pues en ello radica el poder de la salvación: 

Soy responsable de lo que veo.4Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí. No te engañes por más tiempo pensando que eres impotente ante lo que se te hace. Reconoce únicamente que estabas equi­vocado, y todos los efectos de tus errores desaparecerán“ (T-21.II.2:1-7).

“Es imposible que el Hijo de Dios pueda ser controlado por sucesos externos a él. Es imposible que él mismo no haya ele­gido las cosas que le suceden. Su poder de decisión es lo que determina cada situación en la que parece encontrarse, ya sea por casualidad o por coincidencia. Y ni las coincidencias ni las casualidades son posibles en el universo tal como Dios lo creó, fuera del cual no existe nada. Si sufres es porque decidiste que tu meta era el pecado. Si eres feliz, es porque pusiste tu poder de decisión en manos de Aquel que no puede sino decidir a favor de Dios por ti. Éste es el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo, y hasta esto Él te da para que te lo des a ti mismo. Pues mediante este regalo se te concede el poder de liberar a tu salva­dor para que él a su vez te pueda dar la salvación a ti” (T-21.II.3:1-8).

“No resientas tener que dar esta pequeña ofrenda, pues si no la das seguirás viendo el mundo tal como lo ves ahora. Mas si la das, todo lo que ves desaparecerá junto con él. Nunca se dio tanto a cambio de tan poco. Este intercambio se efectúa y se conserva en el instante santo. Ahí, el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. Y el mundo que sí deseas se te con­cede, puesto que lo deseas. Mas para que esto tenga lugar, debes primero reconocer el poder de tu deseo. Tienes que aceptar su fuerza, no su debilidad. Tienes que percibir que lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo, y puede asimismo aceptar corrección si está dis­puesto a reconocer que estaba equivocado” (T-21.II.4:1-10).
“El mundo que ves no es sino el testigo fútil de que tenías razón. Es un testigo demente. Tú le enseñaste cuál tenía que ser su testimonio, y cuando te lo repitió, lo escuchaste y te conven­ciste a ti mismo de que lo que decía haber visto era verdad. Has sido tú quien se ha causado todo esto a sí mismo. Sólo con que comprendieses esto, comprenderías también cuán circular es el razonamiento en que se basa tu "visión". Eso no fue algo que se te dio. Ése fue el regalo que tú te hiciste a ti mismo y que le hiciste a tu hermano. Accede, entonces, a que se le quite y a que sea reemplazado por la verdad. Y a medida que observes el cam­bio que tiene lugar en él, se te concederá poder verlo en ti mismo” (T-21.II.5:1-9).
“Tal vez no veas la necesidad de hacer esta pequeña ofrenda. Si ése es el caso, examina más detenidamente lo que dicha ofrenda representa. Y no veas en ella otra cosa que el absoluto intercam­bio de la separación por la salvación. El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad, y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. Y todo lo que supone una amenaza para ella parece atacar tu fe, pues en ella es donde la has depositado. No pienses que te falta fe, pues tu creencia y confianza en dicha idea son ciertamente firmes” (T-21.II.6:1-9).
“El Espíritu Santo puede hacer que tengas fe en la santidad, y darte visión para que la puedas ver fácilmente. Mas no has dejado libre y despejado el altar donde a estos dones les corres­ponde estar. Y donde ellos debieran estar has colocado tus ído­los, los cuales has consagrado a otra cosa. A esa otra "voluntad" que parece decirte lo que ha de ocurrir, le confieres realidad. Por lo tanto, aquello que te demostraría lo contrario no puede por menos que parecerte irreal. Lo único que se te pide es que le hagas sitio a la verdad. No se te pide que inventes o que hagas lo que está más allá de tu entendimiento. Lo único que se te pide es que dejes entrar a la verdad, que ceses de interferir en lo que ha de acontecer de por sí y que reconozcas nuevamente la presencia de lo que creíste haber desechado” (T-21.II.7:1-8).
“Accede, aunque sólo sea por un instante, a dejar tus altares libres de lo que habías depositado en ellos, y no podrás sino ver lo que realmente se encuentra allí. El instante santo no es un instante de creación, sino de reconocimiento. Pues el reconoci­miento procede de la visión y de la suspensión de todo juicio. Sólo entonces es posible mirar dentro de uno mismo y ver lo que no puede sino estar allí, claramente a la vista y completamente independiente de cualquier inferencia o juicio. Deshacer no es tu función, pero sí depende de ti el que le des la bienvenida o no. La fe y el deseo van de la mano, pues todo el mundo cree en lo que desea” (T-21.II.8:1-6).
“Ya hemos dicho que hacerse ilusiones es la manera en que el ego lidia con lo que desea para tratar de convertirlo en realidad. No hay mejor demostración del poder del deseo, y, por ende, de la fe, para hacer, que sus objetivos parezcan reales y posibles. La fe en lo irreal conduce a que se tengan que hacer ajustes en la realidad. para que se amolde al objetivo de la locura. El objetivo del pecado induce a la percepción de un mundo temible para justificar su propósito. Verás aquello que desees ver. Y si la rea­lidad de lo que ves es falsa, lo defenderás no dándote cuenta de todos los ajustes que has tenido que hacer para que ello sea como lo ves” (T-21.II.9:1-6).
“Cuando se niega la visión, la confusión entre causa y efecto es inevitable. El propósito ahora es mantener la causa oculta del efecto y hacer que el efecto parezca ser la causa. Esta aparente autonomía del efecto permite que se le considere algo inde­pendiente, y capaz de ser la causa de los sucesos y sentimientos que su hacedor cree que el efecto suscita. Anteriormente habla­mos de tu deseo de crear a tu propio creador, y de ser el padre y no el hijo de él. Éste es el mismo deseo. El Hijo es el efecto que quiere negar a su Causa. Y así, él parece ser la causa y producir efectos reales. Pero lo cierto es que no puede haber efectos sin causa, y confundir ambas cosas es simplemente no entender ninguna de las dos” (T-21.II.10:1-8).
“Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. Pues se trata del mismo error. Nada que tu Creador no haya crea­do puede ejercer influencia alguna sobre ti. Y si crees que lo que hiciste puede dictarte lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confun­diendo Padre e Hijo, Fuente y efecto” (T-21.II.11:1-5).
“Las creaciones del Hijo son semejantes a las de su Padre. Mas al crearlas, el Hijo no se engaña a sí mismo pensando que él es independiente de su Fuente. Su unión con Ella es la Fuente de su capacidad para crear. Aparte de esto no tiene poder para crear, y lo que hace no significa nada, no altera nada en la creación, depende enteramente de la locura de su hacedor y ni siquiera podría servir para justificarla. Tu hermano cree que él fabricó el mundo junto contigo. De este modo, niega la creación, y cree, al igual que tú, que el mundo que fabricó lo engendró a él. De éste modo, niega haberlo fabricado” (T-21.II.12:1-9).
“Mas la verdad es que tanto tú como él fuisteis creados por un Padre amoroso, que os creó juntos y como uno solo. Ve lo que "prueba" lo contrario, y estarás negando toda tu realidad. Reco­noce en cambio que fuiste tú quien fabricó todo lo que aparente­mente se interpone entre tú y tu hermano y os mantiene separados al uno del otro, y a los dos de vuestro Padre, y tu instante de liberación habrá llegado. Todos los efectos de eso que hiciste desaparecerán porque su fuente se habrá puesto al descubierto. La aparente autonomía de su fuente es lo que te mantiene prisionero. Ése es el mismo error que pensar que eres inde­pendiente de la Fuente mediante la cual fuiste creado, y que nunca has abandonado” (T-21.II.13:1-6).
Se puede concluir que es el momento de elegir. Podemos seguir soñando, sin tomar consciencia de que somos los soñadores, lo que nos llevará a experimentar permanentes pesadillas o, por lo contrario, podemos seguir soñando, tomando plena consciencia de que somos los hacedores del sueño, lo que nos permitirá elegir soñar sueños felices. 

Reflexión: Elige: ¿estar dormido o despierto?

Capítulo 15. XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio (3ª parte).

XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio (3ª parte).

7.  En el instante santo se satisface la condición del amor, pues las mentes se unen sin la interferencia del cuerpo, y allí donde hay comunicación hay paz. 2El Príncipe de la Paz nació para re-esta­blecer la condición del amor, enseñando que la comunicación con­tinúa sin interrupción aunque el cuerpo sea destruido, siempre y cuando no veas al cuerpo como el medio indispensable para la comunicación. 3si entiendes esta lección, te darás cuenta de que sacrificar el cuerpo no es sacrificar nada, y que la comunicación, que es algo que es sólo propio de la mente, no puede ser sacrifi­cada. 4¿Dónde está entonces el sacrificio? 5Nací para enseñar la lección de que el sacrificio no está en ninguna parte y de que el amor está en todas partes, y ésta es la lección que todavía quiero enseñarles a todos mis hermanos. 6Pues la comunicación lo abarca todo, y en la paz que re-establece, el amor viene por su propia voluntad.

El cuerpo, al igual que la mente, puede servir al amor o al miedo, esto es, a Dios o al ego.

Cuando sirve al amor, el cuerpo, se convierte en el canal apropiado para favorecer la comunicación verdadera, es decir, la comunicación que nos hace partícipes de la misma verdad, la que se reconoce en la Unidad de Todas la Mentes. Cuando utilizamos el cuerpo con tal fin, el amor se expande, creando un escenario donde la paz y la unidad serán una realidad.

Cuando sirve al miedo, el cuerpo, se convierte en el canal por el que comunicamos verdades vacías, y nuestra voz se convierte en el mensajero del error anunciando falsas verdades. Cuando se utiliza el cuerpo con tal fin, la mentira, la falsedad, fabrica un escenario donde las guerras, las separaciones, serán nuestras pesadillas.

8. No permitas que la desesperanza opaque la alegría de la Navi­dad, pues la hora de Cristo no tiene sentido si no va acompañada de alegría. 2Unámonos en la celebración de la paz, no exigiéndole a nadie ningún sacrificio, pues de esta manera me ofreces el amor que yo te ofrezco. 3¿Qué podría hacernos más felices que percibir que no carecemos de nada? Ése es el mensaje de la hora de Cristo, que yo te doy para que tú lo puedas dar y se lo devuelvas al Padre, que me lo dio a mí. 5Pues en la hora de Cristo se restablece la comunicación, y Él se une a nosotros para celebrar la creación de Su Hijo.

Si la comunicación verdadera no es portadora de amor, por mucha "navidad" que pretendamos festejar, la esencia real de la alegría, estará ausente, y lo único que conseguiremos será provocar una felicidad ficticia suministrando a nuestro cuerpo elixires que despierte en nuestra mente una euforia pasajera.

La felicidad es ese estado que se experimenta cuando nos sentimos completos, abundantes y plenos, es decir, cuando no hay carencia, ni necesidad, ni miedo. Esto tan solo es posible cuando hemos elegido amar.

Marquemos en nuestro calendario personal, cada día, como el día en el que vamos a celebrar, con júbilo, con amor, la Navidad. Permitamos a nuestro cuerpo, ser el canal, por el cual, comunicaremos la verdad: Somos el Hijo de Dios unidos en la Filiación.

9. Dios le da las gracias al santo anfitrión que desee recibirle y le deje entrar y morar allí donde Él desea estar. 2Y al tú darle la bienvenida, Él te acoge en Sí Mismo, pues lo que se encuentra en ti que le das la bienvenida, se le devuelve a Él. 3Y nosotros no hacemos sino celebrar Su Plenitud cuando le damos la bienve­nida dentro de nosotros. 4Los que reciben al Padre son uno con Él, al ser los anfitriones de Aquel que los creó. 5Y al abrirle las puertas, Su recuerdo llega con Él, y así recuerdan la única rela­ción que jamás tuvieron y que jamás querrán tener.

Este punto, nos está ofreciendo una guía importante para que conozcamos el camino que debemos recorrer para alcanzar el Plan de Salvación dispuesto para el Hijo, por Su Padre.

Tan sólo existe un camino verdadero que nos llevará a ese destino, y, para ello, se nos pide tan sólo una cosa, poner nuestra mente al servicio del Espíritu Santo. Ya sabemos lo que ello significa. Movilizar el Principio de la Voluntad y permitir entrar al Mensajero de Dios en nuestra mente, es lo que nos permitirá corregir nuestras falsas creencias y a percibir de manera verdadera.

10Ésta es la época en la que muy pronto dará comienzo un nuevo año del calendario

cristiano. 
2Tengo absoluta confianza en que lograrás todo lo que te propongas hacer. 3Nada te ha de faltar, y tu voluntad será completar, no destruir. 4Dile, entonces, a tu her­mano: 

5Te entrego al Espíritu Santo como parte de mí mismo.

6Sé que te liberarás, a menos que quiera valerme de ti

para aprisionarme a mí mismo.

7En nombre de mi libertad elijo tu liberación porque

reconozco que nos hemos de liberar juntos. 


8De esta forma damos comienzo al año con alegría y en libertad. 9Es mucho lo que aún os queda por hacer, llevamos mucho retraso. 10Acepta el instante santo con el nacimiento de este año, y ocupa tu lugar -por tanto tiempo vacante- en el Gran Despertar. 11Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo. 12permite que todas tus relaciones te sean santificadas. 13Ésta es nuestra voluntad. 14Amén.

Hermano, Te entrego al Espíritu Santo como parte de mí mismo. Sé que te liberarás, a menos que quiera valerme de ti para aprisionarme a mí mismo. En nombre de mi libertad elijo tu liberación porque reconozco que nos hemos de liberar juntos. Amén.   

martes, 19 de noviembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 324

LECCIÓN 324

No quiero ser guía. Quiero ser simplemente un seguidor.

1. Padre, Tú eres Quien me dio el plan para mi salvación. 2Eres asi­mismo Quien determinó el camino que debo recorrer, el papel que debo desempeñar, así como cada paso en el sendero señalado. 3No puedo per­derme. 4Tan sólo puedo elegir desviarme por un tiempo, y luego volver. 5Tu amorosa Voz siempre me exhortará a regresar, y me llevará por el buen camino. 6Mis hermanos pueden seguir el camino por el que les dirijo. 7Mas yo simplemente recorreré el camino que conduce a Ti, tal como Tú me indiques y quieras que yo haga.

2. Sigamos, por lo tanto, a Uno que conoce el camino. 2No tene­mos por qué rezagarnos, ni podemos soltarnos de Su amorosa Mano por más de un instante. 3Caminamos juntos, pues le segui­mos. 4Y es Él Quien hace que el final sea seguro y Quien garan­tiza que llegaremos a salvo a nuestro hogar.


¿Qué me enseña esta lección? 

La afirmación de esta lección me lleva a comprender que la iniciativa tomada por el Hijo de Dios no es la guía que nos conduce a la Verdad. Es más, el acto volitivo emprendido le ha llevado a identificarse con el error y a dar identidad a una realidad ilusoria.

¿Cómo podemos pretender ser guías de nadie, cuando nuestros pasos nos llevan a recorrer un camino equivocado?

Nuestro poder volitivo debe ponerse al servicio de la Voluntad del Padre, de modo que el único propósito que nos mueva sea el de cumplir el Plan de Salvación dispuesto por Él y llevar a cabo, fielmente, la función que nos corresponde por nuestra condición divina.

Cuando nuestra mente se encuentra identificada con el mundo físico, la consciencia se oscurece y queda atrapada en una dimensión donde nada es real; todo está bajo las leyes de la temporalidad. Dicha conciencia nos lleva a creer en la falsa apariencia de que nos encontramos separados unos de otros, pues su visión se limita a la corporalidad.

Cuando tomamos conciencia de que todo cuanto percibimos en el mundo temporal es ilusorio, que pertenece al sueño que estamos soñando, se produce una importante modificación en el proceso de percibir. No significa que dejemos de hacerlo, pero nuestra percepción es correcta, es verdadera, en el sentido de que somos conscientes de que el soñador somos nosotros. Desde este nivel de consciencia, podemos elegir introducir en nuestro sueño una nueva visión que nos permita no dar el valor a las cosas que les dábamos hasta ahora; es decir, elegimos ver las cosas de otra manera, de modo que no nos dejamos influenciar por el efecto que percibimos de las experiencias.

Decido dejar las riendas de mi vida en el mundo material en manos del Espíritu Santo, pues Él conoce el Plan trazado por el Creador para nosotros. Ser su seguidor es todo un placer y me produce una profunda satisfacción, al tiempo que me aporta una gran paz.


Ejemplo-Guía: "Los falsos guías"

No, no cometeré el error de juzgar y condenar el papel representado por los demás. He aprendido a interpretar la dinámica de proyección que habitualmente utilizamos cuando hacemos uso del sistema de pensamiento del ego, donde el otro es interpretado como alguien separado de nosotros.

Los "falsos guías" son nuestros ídolos, nuestros cultos, nuestras creencias aferradas a la ilusión de la falsa realidad. Los "falsos guías" tienen todos una misma causa, el miedo. Todos ellos se fundamentan en el error original que se sustenta en la creencia en el pecado. Esos "falsos guías" son los que nos hacen seguidores de la oferta y la demanda tan propia de las leyes del mundo de la percepción. En ocasiones, esos "falsos guías" parecen vendernos remedios mágicos, gracias a los cuales podremos purificarnos del lastre causado por la culpa y acercarnos a la redención que ha de llevarnos a hacer las paces con la divinidad externa, a la cual tememos y negamos.

No somos muy conscientes de que todos idolatramos a esos "falsos guías", pero casi nadie soporta la idea de reconocer que rinde culto al "diablo" (separación). Es entonces cuando recurrimos a la dinámica de la proyección y expulsamos de nosotros toda necesidad de culto, de superchería, de magia redentora, dando vida al personaje que personificará esas cualidades liberadoras de nuestras fobias. Ya hemos diseñado el perfil del terapeuta, del guía externo, de aquel que con sus dotes iluminados nos dirá lo que tenemos que hacer para liberarnos de nuestras cargas, de nuestras enfermedades, de nuestros miedos.

Tal vez te estés preguntando: ¿Existen los guías verdaderos? La cuestión que se plantea entre el guía verdadero y el guía falso lleva implícita una pista que nos permitirá alcanzar la respuesta por nosotros mismos. El guía verdadero no actúa como guía a través de la teoría; el guía verdadero actúa como su propio guía, poniendo al servicio de su mente recta, del Espíritu Santo, todas y cada una de sus decisiones. En ese acto, desprende y expande una acción que emana luz en sí misma y que, al expandirse, alumbrará el camino de otros buscadores.

¿Qué nos dice el Curso sobre el papel de los "Maestros"?

“En el pensamiento del mundo, los papeles de maestro y estu­diante están, de hecho, invertidos.  Esta inversión es típica.  Pa­rece como si el maestro y el alumno estuviesen separados y como si aquél le diese algo a éste, en vez de a sí mismo.Es más,se considera que enseñar es una actividad especial, a la que uno dedica una parte relativamente pequeña de su tiempo.  El curso subraya, por otra parte, el hecho de que enseñar es aprender, y de que, por consiguiente, no existe ninguna diferencia entre el maes­tro y el alumno. Subraya, asimismo, que enseñar es un proceso continuo, que ocurre en todo momento del día y que continúa igualmente en los pensamientos que se tienen durante las horas, de sueño” (M-In.1:1-6). 

“Enseñar es demostrar. Existen solamente dos sistemas de pen­samiento, y tú demuestras constantemente tu creencia de que uno u otro es cierto. De tu demostración otros aprenden, al igual que tú. No es cuestión de si vas a enseñar o no, ya que en eso no hay elección posible. Podría decirse que el propósito del curso es proporcionarte los medios para que elijas lo que quieres enseñar, en base a lo que quieres aprender. No puedes darle nada a otro, ya que únicamente te das a ti mismo, y esto se aprende ense­ñando. Enseñar no es otra cosa que convocar testigos para que den fe de lo que crees. Es un método de conversión que no se lleva a cabo sólo con palabras. Toda situación tiene que ser para ti una oportunidad más para enseñarles a otros lo que tú eres, y lo que ellos son para ti. No tiene que ser más que eso, pero tampoco menos” (M-In.2:1-10). 

“Por lo tanto, el programa de estudios que estableces está deter­minado exclusivamente por lo que crees que eres y por la relación que crees que otros tienen contigo. En la enseñanza tradicional, es posible que estas cuestiones no tengan nada que ver con lo que crees estar enseñando. Sin embargo, es imposible no usar el con­tenido de cualquier situación en la que te encuentres en favor de lo que enseñas realmente, y por ende, aprendes realmente. En relación con esto, el contenido verbal de lo que enseñas es irrelevante. Puede que coincida con ello, puede que no. La enseñanza que yace tras lo que dices es lo que te enseña. Enseñar no hace sino reforzar lo que crees acerca de ti mismo. Su propósito funda­mental es aplacar las dudas que albergamos acerca de nosotros mismos. Esto no quiere decir que el ser que estás tratando de proteger sea real. Pero sí quiere decir que el ser que tú conside­ras real es al que le enseñas” (M-In.3:1-10). 

“Esto es inevitable. No hay forma de escapar de ello. ¿Cómo podría ser de otra manera? Todo el que sigue las enseñanzas del mundo, y todo aquel que está aquí las sigue hasta que cambia de parecer, enseña únicamente para convencerse a sí mismo de que él es lo que no es. He aquí el propósito del mundo. ¿Cómo podrían entonces ser sus enseñanzas diferentes? A esta situación de ense­ñanza restringida y sin esperanzas, que no enseña sino muerte y desolación, Dios envía a Sus maestros. conforme éstos enseñan Sus lecciones de júbilo y de esperanza, su propio aprendizaje finalmente concluye” (M-In.4:1-8). 

“Si no fuera por los maestros de Dios, habría muy pocas espe­ranzas de alcanzar la salvación, pues el mundo del pecado pare­cería ser eternamente real. Los que se engañan a sí mismos tienen que engañar, ya que no pueden sino enseñar engaño. ¿Y qué otra cosa sino eso es el infierno?” (M-In.5:1-12).


Reflexión: ¿Quién guía tus pasos?

Capítulo 15. XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio (2ª parte).

 XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio (2ª parte).

4. Tú que crees que el sacrificio es amor debes aprender que el sacrificio no hace sino alejarnos del amor. 2Pues el sacrificio conlleva culpabilidad tan inevitablemente como el amor brinda paz. 3La culpabilidad es la condición que da lugar al sacrificio, de la misma manera en que la paz es la condición que te permite ser consciente de tu relación con Dios. 4Mediante la culpabilidad excluyes a tu Padre y a tus hermanos de ti mismo. 5Mediante la paz los invitas de nuevo al darte cuenta de que ellos se encuentran allí donde tú les pides que estén. 6Lo que excluyes de ti mismo parece temible, pues lo imbuyes de temor y tratas de deshacerte de ello, si bien forma parte de ti. 7¿Quién puede percibir parte de sí mismo como despreciable, y al mismo tiempo vivir en paz con­sigo mismo? 8¿Y quién puede tratar de resolver su "conflicto" interno entre el Cielo y el infierno expulsando al Cielo y dotán­dolo de los atributos del infierno, sin sentirse incompleto y solo?

Una vez más, el Curso, nos recuerda que la culpa es la condición que da lugar a la creencia en el sacrificio, y, que, la paz es la condición que nos permite ser conscientes de nuestra relación con la Fuente que nos ha creado.

Nadie puede dar lo que no tiene, y, si analizamos lo que damos, tendremos la oportunidad de reconocer lo que somos, pues, somos, lo que creemos que somos. Por lo tanto, tómate unos minutos para descubrirte a través de tus obras, pues, de este modo te conocerás.

¿Hay paz en tu vida? ¿Hay armonía? ¿Eres feliz?, o, en cambio, ¿Hay dolor, sufrimiento, enfermedad, luchas, miedos...? 

Quizás decidamos, que tales planteamientos carecen de fundamento. Reconocer que es verdad lo que afirmamos, significaría, que somos los únicos responsables de aquello que experimentamos. Nos resultará más fácil, negarlo, y, sobre todo, nos resultará más liberador, culpar a los demás de nuestras desgracias.

Será nuestra elección, el continuar negando la verdad y mirar para otro lado, cuando aquello que cosechamos no sea de nuestro agrado.

5. Mientras percibas el cuerpo como lo que constituye tu realidad, te percibirás a ti mismo como un ser solitario y desposeído. 2Y te percibirás también como una víctima del sacrificio, y creerás que está justificado sacrificar a otros. 3Pues ¿quién podría rechazar al Cielo y a su Creador sin experimentar una sensación de sacrificio y de pérdida? 4¿Y quién podría ser objeto de sacrificios y pérdidas sin tratar de rehacerse a sí mismo? 5No obstante, ¿cómo ibas poder hacer esto por tu cuenta, cuando la base de tus intentos es que crees en la realidad de la privación? 6Sentirse privado de algo engendra ataque, al ser la creencia de que el ataque está justificado. 7Y mientras prefieras conservar la privación, el ataque se vuelve salvación y el sacrificio amor.

El cuerpo es lo más valioso que cree poseer el ego. Sin él, su existencia no sería tal, es decir, la muerte del cuerpo, alberga la creencia de que dejamos de vivir, de existir. Por tal razón, el ego, trata de proteger su mayor tesoro, de todo aquello que puede suponer un peligro para su seguridad. ¿Qué hace el ego para proteger su cuerpo? Pues, hace valer su lema principal, "la mejor defensa es un buen ataque". Al compartir esa creencia con los demás, lo que está propiciando es el escenario donde se desarrollará su existencia, en un campo de batalla constante, donde la bandera blanca de la paz, tan sólo emergerá, cuando ya no quede nadie vivo para enarbolarla. 

El ataque, procede del miedo, y el miedo, procede a su vez, de la creencia en la separación. Por lo tanto, dicho guión, no puede más que terminar en tragedia, pues, el miedo tan sólo fabrica miedo y más miedo.

El ataque, se convierte en el camino de la salvación, cuando creemos que lo que tenemos que salvar es el cuerpo.

6. Y así resulta que, en tu búsqueda de amor, vas en busca de sacrificio y lo encuentras. 2Mas no encuentras amor. 3Es imposi­ble negar lo que es el amor y al mismo tiempo reconocerlo. 4El significado del amor reside en aquello de lo que te desprendiste, lo cual no tiene significado aparte de ti. 5Lo que prefieres conser­var es lo que no tiene significado, mientras que lo que quieres mantener alejado de ti encierra todo el significado del universo y lo conserva intacto dentro de su propio significado. 6Si el uni­verso no estuviese unido en ti, estaría separado de Dios, y estar sin Él es carecer de significado.

Creer en la separación, es el resultado de haber negado el Amor, pues, el Amor es Unidad. Si hemos negado el Amor, habremos negado la esencia con la que Dios nos ha creado, lo que significa, que habremos sustituido nuestra verdadera identidad, por una falsa identidad, fruto de la creencia en la separación. Esta identidad es el ego, cuyo símbolo es el cuerpo.

Estamos conservando, estamos eligiendo, aquello que no tiene significado, aquello que está llamado a desaparecer, al estar gobernado por las leyes de la temporalidad, por las leyes de la ilusión, de lo irreal. 

lunes, 18 de noviembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 323

LECCIÓN 323

Gustosamente "sacrifico" el miedo.

1. He aquí el único "sacrificio" que le pides a Tu Hijo bienamado: que abandone todo sufrimiento, toda sensación de pérdida y de tristeza, toda ansiedad y toda duda, y que deje que Tu Amor entre a raudales a su conciencia, sanándolo del dolor y otorgándole Tu Propia dicha eterna. 2Tal es el "sacrificio" que me pides y que yo me impongo gustosamente: el único "costo" que supone reinstaurar en mí Tu recuerdo para la sal­vación del mundo.

2. Y al saldar la deuda que tenemos con la verdad -una deuda que consiste sencillamente en abandonar los auto-engaños y las imágenes que venerábamos falsamente-, la verdad regresa ínte­gra y llena de júbilo a nosotros. 2Ya no nos engañamos. 3El amor ha regresado a nuestra conciencia. 4Y ahora estamos en paz otra vez, pues el miedo ha desaparecido y lo único que queda es el amor.

¿Qué me enseña esta lección? 

Muchas veces, parece que aquello que leemos, procedente de un escrito o un mensaje, ha sido inspirado en nosotros, en nuestras circunstancias.

Esta situación la he vivido hoy, al leer el contenido de la lección. La lectura de mi estado anímico me permite conocer que estoy dejándome llevar por la visión de lo ilusorio, ya que me estoy identificando con situaciones que interpreto como sensaciones de pérdida y de tristeza, de ansiedad y duda, y todo ello me hace sufrir internamente.

Mentalmente, reconozco lo que debo hacer, pero emocionalmente percibo que la teoría no acaba de calar en lo más profundo de mis sentimientos, pues de ser así, dejaría de dar valor al miedo y a las circunstancias que me rodean.

Cuando esto ocurre, debemos preguntarnos si no estamos sintiendo en términos de pasado. Casi con toda probabilidad, descubriremos que es así, es decir, dejamos que en el instante presente se cuelen recuerdos del pasado, cosecha de otras acciones que sin duda nos dejaron un sabor amargo.

Si respondemos en el presente basándonos en el pasado, nunca aprovecharemos el potencial que nos ofrece el instante, el ahora. Ese potencial es una invitación a crear utilizando el Amor. Si así lo hacemos, todos nuestros presentes, todos los estados potenciales, nos permitirán gozar de la paz y de la dicha propia de ese estado Divino.

Cuando amamos, estamos expandiéndonos y, con ello, creando un vínculo con el mundo en el que primará la cadena de “dar y recibir”. La ausencia del amor, es decir, el miedo, favorecerá nuestra duda. En cambio, el amor nos conducirá a la máxima certeza.

Por lo tanto, cuando en mi camino me encuentre con obstáculos, decidiré responder con amor y no con temor o miedo, y esa respuesta me conducirá de inmediato a un estado de bienestar interior.

Ejemplo-Guía: "La fuerza de la voluntad al servicio del Amor, disipa la ilusión del miedo".

De nuevo, la voluntad, esa pequeña dosis de voluntad, adquiere protagonismo en las lecciones. En esta ocasión, reorientando la dirección equivocada que da lugar al miedo, cuando en vez de servir a la unidad, sirve a la separación, a la dualidad.

La humanidad está secuestrada por sus propios miedos. De no ser así, no sentiría el conflicto interno de la escasez, de la inseguridad, de la soledad. 

Hagamos un ejercicio donde la imaginación realice su función creadora. Dirijamos nuestra voluntad hacia nuestro interior. Respiramos profundamente y, con cada inspiración, nos hacemos conscientes de los dones con los que nuestro Padre nos ha dotado.

Respiramos y nos llenamos de amor. Respiramos, nuevamente, y nos llenamos de perdón. Respiramos y visionamos nuestra inocencia, nuestra pureza. Respiramos y nos complacemos en la abundancia y en la plenitud. Respiramos y nuestra mente abandona todo juicio condenatorio. Respiramos y visionamos cómo todo nuestro interior se ilumina.

Respiramos y recordamos que esa luz interior es nuestro verdadero Ser.

En ese estado de paz, haciendo uso de nuestra voluntad de manera consciente, expandimos la luz, el Ser que nos anima, y la compartimos con todos nuestros hermanos.

En cada respiración recibimos el goce compartido. Con cada exhalación, nos expandimos. La separación se desvanece. El miedo se disipa, como lo hace la oscuridad ante la presencia de la luz. Y experimentamos la percepción de la unidad.

Una vez terminado ese ejercicio de imaginación creadora, podemos salir al mundo y envolver todas y cada una de las experiencias con el aliento de vida que hemos compartido.

Reflexión: ¿Cómo entendemos la renuncia al miedo y al sacrificio?

Capítulo 15. XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio (1ª parte).

XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio (1ª parte).

1. No temas reconocer que la idea del sacrificio no es sino tu pro­pia invención, 2ni trates de protegerte a ti mismo buscando seguri­dad donde no la hay. 3Tus hermanos y tu Padre se han vuelto muy temibles para ti. 4Y estás dispuesto a regatear con ellos por unas cuantas relaciones especiales, en las que crees ver ciertos vestigios de seguridad. 5No sigas tratando de mantener tus pensamientos separados del Pensamiento que se te ha dado. 6Cuando aquellos se ponen al lado de Éste y se perciben allí donde realmente se encuentran, elegir entre ellos no es más que un dulce despertar, tan simple como abrir los ojos a la luz del día cuando ya no tienes más sueño.

En efecto, la idea del sacrificio, así como todas las fabricaciones emanadas de la creencia en la separación que ha dado lugar a la identidad del ego, no son más que nuestra propia invención, de nuestra propia imaginación. La llamada de la culpa es más poderosa para la mente egoica, que el reconocimiento de que ninguna relación especial fundamentada en la creencia en la separación puede alcanzar la armonía, la paz, si no se renuncia a dicha creencia. ¿Acaso podemos sembrar manzanas y recolectar peras? ¿Acaso podemos sembrar división y recoger unidad? La mente ve aquello en lo que cree, y si nuestros pensamientos ocultan nuestro miedo al amor, ¿cómo va a conseguir vivir una relación donde no esté presente ese miedo?

2. El símbolo de la Navidad es una estrella: una luz en la oscuri­dad. 2No la veas como algo que se encuentra fuera de ti, sino como algo que refulge en el Cielo interno, y acéptala como la señal de que la hora de Cristo ha llegado. 3Cristo llega sin exigir nada. 4No le exige a nadie ningún tipo de sacrificio. 5En Su Pre­sencia la idea de sacrificio deja de tener significado, 6pues Él es el Anfitrión de Dios. 7Y tú no tienes más que invitar a Aquel que ya se encuentra ahí, al reconocer que Su Anfitrión es Uno y que ningún pensamiento ajeno a Su Unicidad puede residir allí con Él. 8El amor tiene que ser total para que se le pueda dar la bienve­nida, pues la Presencia de la santidad es lo que crea la santidad que lo envuelve. 9Ningún temor puede asaltar al Anfitrión que le abre los brazos a Dios en la hora de Cristo, pues el Anfitrión es tan santo como la Perfecta Inocencia a la que protege, y Cuyo poder a su vez lo protege a Él.

Estoy convencido, de que en este mundo, no hemos experimentado el Amor Incondicional, el Amor de Cristo, pues, si lo hubiésemos hecho, si lo hubiésemos sentido un solo instante, todas nuestras dudas desaparecerían, todos nuestros miedos dejarían de tener poder en nuestra mente. Dejaríamos de atacarnos y de atacar; dejaríamos de sacrificarnos y exigir sacrificios; dejaríamos de sentirnos culpables y de juzgar condenatoriamente a los demás.

Tal vez, nuestra percepción este cambiando y, ahora, miramos con ojos nuevos, lo que nos permite ver de una manera diferente a cómo veíamos antes al mundo. Sabemos que no somos un cuerpo, que nuestra realidad verdadera, nuestra identidad real, es el Espíritu. Esa Visión nos aproxima a las puertas del Cielo y, es posible, que ya no percibamos nuestros miedos. Esa es la hora, en la que estaremos preparados para gozar de la Gracia con la que Dios nos creó. Sí, ahora, estamos preparados para experimentar la fuerza del Amor, por que hemos fundido nuestra Mente con la Mente de Dios y de la Filiación.  

3. Esta Navidad entrégale al Espíritu Santo todo lo que te hiere. 2Permítete a ti mismo ser sanado completamente para que puedas unirte a Él en la curación, y celebremos juntos nuestra liberación liberando a todo el mundo junto con nosotros. 3Inclúyelo todo, pues la liberación es total, y cuando la hayas aceptado junto conmigo la darás junto conmigo 4Todo dolor, sacrificio o peque­ñez desaparecerá de nuestra relación, que es tan pura como la relación que tenemos con nuestro Padre, y tan poderosa. 5Todo dolor que se traiga ante nuestra presencia desaparecerá, sin dolor no puede haber sacrificio. 6Y allí donde no hay sacrificio, allí está el amor.

Sí, esta Navidad, dejaré que mis pasos sigan a la estrella que anuncia en mi mente el lugar donde ha de nacer el Redentor. Ese lugar, no es un espacio externo y temporal. Ese lugar, no es otro que, el que se alberga con humildad en mi mente recta. Es en mi mente inocente, pura e inmaculada por la santidad, donde nacerá el "niño Dios", esto es, el portador del Amor, que naciendo en forma de criatura, nos enseña que, debemos convertirnos en niños, como símbolo del nuevo pensamiento que ha de transformar la falsa percepción y pondrá fin a la hegemonía de "Herodes", el representante del sistema de pensamiento del ego.

Hacer del presente, del instante, nuestra Navidad, significa ser consciente de lo que realmente somos y entregarle al Espíritu Santo nuestro deseo de Expiar los errores que nos han mantenido prisioneros de la falsa creencia en la separación. La sanación de nuestra mente, nos unirá a la frecuencia de donde emana la Curación, y nos permitirá compartir con los demás las claves que nos abrirá las puertas de la salvación.