sábado, 5 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 186

LECCIÓN 186

De mí depende la salvación del mundo.

1. Ésta es la afirmación que algún día habrá de erradicar de toda mente todo vestigio de arrogancia. 2Éste es el pensamiento de la verdadera humildad, que no te adjudica ninguna otra función, excepto la que se te ha encomendado. 3Dicho pensamiento supone tu aceptación del papel que te fue asignado, sin insistir en que se te asigne otro. 4No se detiene a considerar qué papel es el que es adecuado para ti. 5Tan sólo reconoce que la Voluntad de Dios se hace tanto en la tierra como en el Cielo. 6Une a todas las volunta­des de la tierra en el plan celestial para la salvación del mundo, y les restituye la paz del Cielo.

2. No nos opongamos a nuestra función. 2No fuimos nosotros quienes la establecimos.3No fue idea nuestra. 4Se nos han propor­cionado los medios para llevarla a cabo perfectamente. 5Lo único que se nos pide es que aceptemos nuestro papel con genuina humildad, y que no neguemos con un aire de falsa arrogancia que somos dignos de él. 6Poseemos la fuerza necesaria para hacer lo que se nos pide llevar a cabo. 7Nuestras mentes están perfecta­mente capacitadas para desempeñar el papel que nos asignó Uno que nos conoce bien.

3. Mientras no entiendas su significado, puede que la idea de hoy te parezca muy ardua. 2Lo único que dice es que tu Padre te recuerda todavía y te ofrece la perfecta confianza que tiene en ti, Su Hijo. 3No te pide que seas diferente de como eres en modo alguno. 4¿Qué otra cosa sino esto podría pedir la humildad? 5¿Y qué otra cosa sino esto podría negar la arrogancia? 6Hoy no deja­remos de cumplir nuestro cometido con la engañosa excusa de que es un insulto a la modestia. 7Es el orgullo el que se niega a responder a la Llamada del Propio Dios.

4. Hoy dejaremos a un lado todo vestigio de falsa humildad para poder escuchar la Voz de Dios revelarnos lo que desea que haga­mos. 2No pondremos en duda nuestra capacidad para llevar a cabo la función que Él nos ofrezca. 3Sólo estaremos seguros de que Él conoce nuestras fuerzas, nuestra sabiduría y nuestra santi­dad. 4si Él nos considera dignos, es que lo somos. 5Es sólo la arrogancia la que opina de otra manera.

5. Hay una manera, y sólo una, de liberarte del encarcelamiento al que te ha llevado tu plan de probar que lo falso es verdadero. 2Acepta en lugar de él el plan que tú no trazaste. 3No juzgues si eres o no merecedor de él. 4Si la Voz de Dios te asegura que la salvación necesita que tú desempeñes tu papel y que la totalidad depende de ti, ten por seguro que así es. 5Los arrogantes tienen que aferrarse a las palabras, temerosos de ir más allá de ellas y de experimentar lo que podría poner en entredicho su postura. 6Los humildes, en cambio, son libres para oír la Voz que les dice lo que son y lo que deben hacer.

6. La arrogancia forja una imagen de ti que no es real. 2Ésa es la imagen que se estremece y huye aterrorizada cuando la Voz que habla por Dios te asegura que posees la fuerza, la sabiduría y la santidad necesarias para ir más allá de toda imagen. 3Tú, a dife­rencia de la imagen de ti mismo, no eres débil. 4No eres ignorante ni impotente. 5El pecado no puede mancillar la verdad que mora en ti, ni la aflicción puede acercarse al santo hogar de Dios.

7. Esto es lo que te dice la Voz que habla por Dios. 2Y según Él te habla, la imagen se estremece e intenta atacar la amenaza que le resulta desconocida; al sentir que sus cimientos se derrumban. 3Abandónala. 4La salvación del mundo depende de ti, y no de ese pequeño montón de polvo. 5¿Qué podría esa imagen decirle al santo Hijo de Dios? 6¿Por qué tiene él que preocuparse por ella en absoluto?

8. Y así hallamos nuestra paz. 2Aceptaremos la función que Dios nos encomendó, pues toda ilusión descansa sobre la absurda creencia de que podemos inventar otra función para nosotros. 3Los papeles que nosotros mismos nos hemos auto-otorgado son inestables y parecen oscilar entre la aflicción y la dicha extática del amor y de amar. 4Podemos reír o llorar, recibir el día de buen grado o bien recibirlo con lágrimas. 5Nuestro propio ser parece cambiar según experimentamos múltiples cambios en nuestro estado de ánimo, y nuestras emociones nos remontan hacia lo alto o nos estrellan contra el suelo sumiéndonos en la desolación.

9. ¿Es éste el Hijo de Dios? 2¿Habría podido Él crear semejante inestabilidad y llamarla Su Hijo? 3Aquel que es inmutable com­parte Sus atributos con Su creación. 4Ninguna de las imágenes que Su Hijo aparenta forjar afecta lo que él es. 5Dichas imágenes revolotean por su mente como hojas arrastradas por el viento, que forman diseños fugaces y se desbandan para volverse a agrupar hasta finalmente dispersarse. 6como los espejismos que se ven en el desierto.

10. Estas imágenes insustanciales desaparecerán y dejarán tu mente libre y serena cuando aceptes la función que se te ha enco­mendado. 2Las imágenes que fabricas sólo dan lugar a metas con­flictivas, transitorias y vagas, inciertas y ambiguas. 3¿Quién podría mantener un esfuerzo constante o poner todas sus energías y empeño en metas como éstas? 4Las funciones que el mundo tiene en gran estima son tan inciertas, que aun las más sólidas cambian por lo menos diez veces por hora. 5¿Qué se puede esperar de metas como éstas?

11. Como bello contraste, tan seguro como el retorno del sol cada mañana para disipar la noche, tu verdadera función se perfila clara e inequívocamente. 2No hay duda acerca de su validez. 3Pues procede de Uno que no conoce el error y Cuya Voz está segura de Sus mensajes. 4Éstos nunca cambiarán ni estarán en conflicto. 5Todos ellos apuntan hacia un solo objetivo, el cual pue­des alcanzar. 6Puede que tu plan sea imposible, pero el de Dios jamás puede fracasar porque Él es su Fuente.

12. Haz lo que la Voz de Dios te indique. 2si te pide que hagas algo que parece imposible, recuerda Quién es el que te lo pide y quién el que quiere negarse. 3Luego considera esto: ¿Quién de los dos es más probable que esté en lo cierto, 4la Voz que habla por el Creador de todas las cosas y que las conoce exactamente como son, o la distorsionada imagen de ti mismo, que es inconsistente y está confundida, perpleja e insegura de todo? 5No permitas que su voz te dirija. 6Oye en su lugar una Voz que es inequívoca y que te habla de la función que te encomendó tu Creador, Quien te recuerda y te exhorta a que te acuerdes de Él ahora.

13. Su dulce Voz llama desde lo conocido a lo que no conoce. 2Él quiere consolarte, aunque no conoce el pesar. 3Él quiere hacer una restitución, si bien goza de absoluta plenitud. 3Él quiere hacerte un regalo, si bien sabe que ya lo tienes todo. 4Él tiene Pensamientos que satisfacen cualquier necesidad que Su Hijo perciba, si bien Él no las ve. 5Pues el Amor sólo puede dar, y lo que se da en Su Nombre se manifiesta en la forma más útil posible en un mundo de formas.

14. Ésas son las formas que jamás pueden engañar, ya que proce­den de la Amorfía Misma. 2El perdón es una forma terrenal de amor, que, como tal, no tiene forma en el Cielo. 3No obstante, lo que aquí se necesite, aquí se concederá. 4Valiéndote de esta forma puedes desempeñar tu función incluso aquí, si bien el amor sig­nificará mucho más para ti cuando se haya restaurado en ti el estado de amorfía. 5La salvación del mundo depende de ti que puedes perdonar. 6Ésa es tu función aquí.


¿Qué me enseña esta lección?

Esta lección me enseña dos aspectos de especial valor en el proceso del despertar de la consciencia: la libertad y la voluntad. 

Si Dios fuese cruel y vengativo, tal y como lo ve el ego, ¿qué sentido tendría que no pudiese intervenir en nuestro destino para llevarnos de una manera obligatoria a la salvación? Es más, si hemos sido creados a Su Imagen y Semejanza, si hemos gozado de su Unidad, ¿cómo es que nos hemos podido escindir de ese Estado? 

La respuesta es obvia. Gozamos del Principio de la Libertad y del Principio de la Voluntad, y Dios respeta los Principios de Su Creación. No puede interferir en las decisiones que tomamos individualmente. Somos nosotros y tan sólo nosotros los que fabricamos el error o los que creamos la verdad. 

Desde este punto de vista, Dios es nuestro referente. Es la verdad en la que debemos inspirarnos. Nosotros, como padres en el mundo físico, pretendemos dejar esa huella en nuestros hijos. Nuestro ejemplo se convierte en lecciones que nuestro descendiente asimila e integra en su conciencia, llevándole a actuar, si así lo decide, de acuerdo a esos preceptos. 

De nuestra voluntad depende la salvación, y esto es así, pues ese ha sido el ejemplo que nos ha inspirado nuestro Padre. Él es todo Amor y ese Valor se convierte en el camino que ha de llevarnos a la Salvación. El Amor nos llevará a ver la Unidad que nos mantiene unidos y formando parte de la Filiación. El Amor nos liberará del miedo y nos abrirá las puertas donde el perdón sustituirá al castigo, dejando de ser el sufrimiento y el dolor los antídotos que calmarán nuestra sed de culpa. 

Para poder salvar al mundo, previamente tendremos que salvarnos a nosotros mismos, pues no podemos dar lo que no tenemos. La visión de la Unidad es nuestra propia salvación. Al compartir esa visión con nuestros hermanos, es como contribuiremos a la salvación del mundo.


Ejemplo-Guía: "Me creo un pecador y tan sólo alguien santo me puede salvar".


La falsa creencia de que Dios nos expulsó del Paraíso Terrenal, de que estamos separados de nuestra Fuente, de nuestro verdadero Hogar, nos lleva a tener una visión errónea de nosotros mismos. Nos juzgamos pecadores y merecedores de todos los castigos que la "divinidad" nos manda como prueba para que nos ganemos nuestra salvación. De este modo, el dolor es deseado, el sufrimiento es confundido con un acto de amor redentor y la felicidad es negada por pensar que no somos merecedores de ella.

Bajo esa visión, hemos instituido nuestra dualidad interna en los esquemas sociales. De este modo, proyectamos nuestra santidad en aquellas personas que consideramos dignas de ser llamadas santos, maestros de Dios, y asumimos el rol de pecadores, complaciéndonos en los dogmas y doctrinas promulgados por aquellos a los que hemos otorgado la condición de santos.

Fruto de nuestra ignorancia, elevamos nuestro error al nivel de la arrogancia, asumiendo que la función de la salvación tan sólo puede proceder de la santidad. Con ello, lo que estamos proclamando es nuestra condena a permanecer prisioneros del pecado y poniendo en manos de lo externo el camino que nos ha de llevar hasta la salvación. Siguiendo esa voz pecaminosa, nos lanzamos a la búsqueda de las condiciones que han de permitirnos encontrar a la persona, al santo, a la reliquia sagrada, al lugar mágico, que ha de liberarnos del pecado y aportarnos la salvación.

La lección de hoy nos enseña, una vez más, que somos tal y como Dios nos ha creado, impecables, amorosos y dotados de una inteligencia que ha de permitirnos reconocer nuestro origen, de reconocer que somos el Hijo de Dios. Esa visión, lejos de ser un sacrilegio, se convierte en nuestra verdad. Es una verdad basada en una evidencia lógica que toda mente pura puede comprender. Si Dios es Uno, su Pensamiento también lo es; si Dios es Amor, su Pensamiento también lo es; si Dios es Perfecto, Pleno y Abundante, su Pensamiento también lo es. ¿Acaso Su Hijo no es la emanación de Su Pensamiento? ¿Cómo puede ser el Hijo diferente al Padre?

Con la visión ilusoria de la separación, con la visión errónea de que somos un cuerpo, nos acompaña la falsa creencia de que no somos merecedores del Amor del Padre y ese desmerecimiento se ha inscrito en nuestro inconsciente colectivo, llevándonos a proyectar permanentemente un mundo basado en el código, en el programa de la redención por la vía del sufrimiento y del dolor.

Reflexionemos desde nuestro corazón. Como padre, ¿castigarías a tu hijo por hacer uso de los atributos, de los dones, con los que lo has creado? No sería más lógico que amorosamente le dijeras: "Hijo, despierta, tan sólo es un sueño. Tú no puedes crear algo contrario a lo que eres; tan sólo has creído que lo has hecho.

De mí depende la salvación del mundo. En verdad es el mundo que he fabricado y en el que me veo como un pecador, por haberlo fabricado. Tan solo yo puedo deshacer lo que he creído fabricar. En el sueño, he depositado ese poder en otros, pero ahora, consciente de lo que soy, tomo esa iniciativa y en cada sueño adopto el rol de soñador.

Comienzo la labor de salvación del mundo proclamando mi inocencia, mi impecabilidad, mi unidad con la Filiación. Dejo el juicio condenatorio y, en su lugar, me dejo llevar por la Voz del Espíritu Santo, la cual me guía con la certeza del programa que ha de llevarme de retorno al verdadero hogar.

En ese camino de retorno, tú, hermano, me acompañas.


Reflexión: La afirmación "somos Dios en formación", ¿te produce humildad o arrogancia?

viernes, 4 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 185

LECCIÓN 185

Deseo la paz de Dios.

1. Decir estas palabras no es nada. 2Pero decirlas de corazón lo es todo. 3Si pudieras decirlas de corazón, aunque sólo fuera por un instante, jamás volverías a sentir pesar alguno, en ningún lugar momento. 4Recobrarías plena conciencia del Cielo, el recuerdo de Dios quedaría completamente reinstaurado y la resurrección de toda la creación plenamente reconocida.

2. No hay nadie que pueda decir estas palabras de todo corazón y no curarse. 2Ya no podría entretenerse con sueños o creer que él mismo es un sueño. 3No podría inventar un infierno y creer que es real. 4Desea la paz de Dios, y se le concede. 5Eso es todo lo que desea y todo lo que recibirá. 6Son muchos los que han dicho estas palabras. 7Pero ciertamente son muy pocos los que las han dicho de todo corazón. 8No tienes más que contemplar el mundo que ves a tu alrededor para cerciorarte de cuán pocos han sido. 9EI mundo cambiaría completamente sólo con que hubiese dos que estuviesen de acuerdo en que esas palabras expresan lo único que ellos anhelan.

3. Dos mentes con un solo empeño se vuelven tan fuertes que lo que disponen se convierte en la Voluntad de Dios. 2Pues las men­tes sólo se pueden unir en la verdad. 3En sueños, no hay dos mentes que puedan compartir la misma intención. 4Para cada una de ellas, el héroe del sueño es distinto, y el desenlace desea­do no es el mismo. 5El perdedor y el ganador simplemente alter­nan de acuerdo con patrones cambiantes, según la proporción entre ganancia y pérdida y entre pérdida y ganancia adquiere un matiz diferente o adopta otra forma.

4. No obstante, lo único que se puede hacer en sueños es transigir. 2A veces ello adopta la forma de una unión, pero sólo la forma. 3En los sueños nada tiene significado, pues su meta es transigir. 4Las mentes no pueden unirse en sueños. 5Sólo pueden negociar. 6Mas ¿qué trato podrían hacer que les proporcionase la paz de Dios? 7Las ilusiones pasan a ocupar Su lugar. 8Y lo que Él es deja de tener significado para las mentes dormidas empeñadas en hacer tratos, cada cual en beneficio propio y a costa de la pérdida de otros.

5. Desear la paz de Dios de todo corazón es renunciar a todos los sueños. 2Pues nadie que diga estas palabras de todo corazón desea ilusiones o busca la manera de obtenerlas. 3Las ha examinado y se ha dado cuenta de que no le ofrecen nada. 4Ahora procura ir más allá de ellas, al reconocer que otro sueño sólo le ofrecería lo mismo que los demás. 5Para él, todos los sueños son uno. 6Y ha aprendido que la única diferencia entre ellos es la forma que adoptan, pues cualquiera de ellos suscitará la misma desespera­ción y zozobra que los demás.

6. La mente que desea la paz de todo corazón debe unirse a otras mentes, pues así es como se alcanza la paz. 2Y cuando el deseo de paz es genuino, los medios para encontrarla se le conceden en una forma tal que cada mente que honradamente la busca pueda entender. 3Sea cual sea la forma en que se presente la lección, ha sido planeada para él de tal forma que si su petición es sincera, no dejará de verla. 4Mas si su petición no es sincera, no habrá manera de que pueda aceptar la lección o realmente aprenderla.

7. Dediquemos hoy nuestra práctica a reconocer que nuestras palabras son sinceras. 2Deseamos la paz de Dios. 3No es éste un deseo vano. 4Estas palabras no piden que se nos dé otro sueño. 5No procuran transigir, ni es su afán hacer otro trato con la espe­ranza de que aún haya un sueño que pueda tener éxito cuando todos los demás han fracasado. 6Decir estas palabras de corazón es reconocer la futilidad de las ilusiones y pedir lo eterno en lugar de sueños cambiantes que parecen ofrecerte distintas cosas, pero que en realidad son igualmente insubstanciales.

8. Dedica hoy tus sesiones de práctica a escudriñar minuciosa­mente tu mente a fin de descubrir los sueños que todavía anhe­las. 2¿Qué es lo que realmente deseas de corazón? 3Olvídate de las palabras que empleas al hacer tus peticiones. 4Considera sola­mente lo que crees que te brindará consuelo y felicidad. 5Pero no te desalientes por razón de las ilusiones que aún perduran, pues la forma que éstas adoptan no es lo que importa ahora. 6No dejes que algunos sueños te resulten más aceptables, mientras que te avergüenzas de otros y los ocultas. 7Son todos el mismo sueño. 8Y puesto que todos son el mismo, debes hacer la siguiente pregunta con respecto cada uno de ellos: "¿Es esto lo que deseo en lugar del Cielo y de la paz de Dios?"

9. Ésta es la elección que tienes ante ti. 2No te dejes engañar pen­sando que es de otra manera. 3En esto no es posible transigir. 4Pues o bien eliges la paz de Dios o bien pides sueños. 5Y éstos vendrán a ti tal como los hayas pedido. 6Mas la paz de Dios ven­drá con igual certeza para permanecer contigo para siempre. 7No desaparecerá con cada curva o vuelta del camino, para luego rea­parecer sin que sea reconocible, en formas que cambian y varían con cada paso que das.

10. Deseas la paz de Dios. 2eso es lo que desean también todos los que parecen ir en pos de sueños. 3Esto es lo único que pides tanto para ellos como para ti cuando haces esta petición con pro­funda sinceridad. 4Pues de esa manera procuras alcanzar lo que ellos desean realmente, y unes tu intención a lo que ellos quieren por encima de todas las cosas, hecho éste que tal vez les sea des­conocido, si bien para ti es indudable. 5Ha habido ocasiones en las que has sido débil y en las que has estado indeciso acerca de tu propósito, inseguro con respecto a lo que quieres, adónde ir a buscarlo o adónde acudir en busca de ayuda. 6Mas la ayuda ya se te ha dado. 7¿No la aprovecharías ahora compartiéndola?

11. Nadie que realmente busque la paz de Dios puede dejar de hallarla. 2Pues lo único que pide es dejar de engañarse a sí mismo, al negarse lo que la Voluntad de Dios dispone. 3¿Quién que pida lo que ya es suyo podría quedar insatisfecho? 4¿Quién que pida una respuesta que él puede dar puesto que dispone de ella puede decir que no se le ha contestado? 5La paz de Dios es tuya.

12. La paz fue creada para ti; tu Creador te la dio y la estableció como Su propio regalo eterno. 2¿Cómo ibas a poder fracasar cuando tan sólo estás pidiendo lo que Él dispone para ti? 3¿Y cómo podría ser que lo que pides fuese solamente para ti? 4No hay nin­gún don de Dios que no sea para todos. 5Éste es el atributo que distingue a los dones de Dios de todos los sueños que jamás pare­cieron ocupar el lugar de la verdad.

13. Cuando un don de Dios ha sido pedido y aceptado por cual­quiera, nadie pierde, sino que todos salen ganando. 2Dios da sólo con el propósito de unir. 3Para Él, quitar no tiene sentido. 4Y cuando tampoco lo tenga para ti, sabrás a ciencia cierta que com­partes una sola Voluntad con Él, así como Él contigo. 5Y también sabrás que compartes una sola Voluntad con todos tus hermanos, cuya intención es la tuya.

14. Es esa única intención lo que buscamos hoy al unir nuestros deseos a la necesidad de cada corazón, al llamamiento de cada mente, a la esperanza que se encuentra más allá de toda desespe­ración, al amor que el ataque quisiera ocultar y a la hermandad que el odio ha intentado quebrantar, pero que aún sigue siendo tal como Dios la creó. 2Con semejante ayuda a nuestro lado, ¿cómo íbamos a poder fracasar hoy cuando pedimos que se nos conceda la paz de Dios?


¿Qué me enseña esta lección?

¿Cómo puede ser que, deseando la paz de Dios, me encuentre juzgando a mi hermano en un deseo ilusorio de ayudarle?

¿Cómo puede ser que, deseando la paz de Dios, me descubra atacando las imperfecciones ajenas?

¿Cómo puede ser que, deseando la paz de Dios, me sienta culpable por mi falta de amor, por sentirme atacado, por no ver la unidad en el rostro de mi hermano? 

Las enseñanzas no solo deben ser asimiladas a nivel intelectual, pues ello haría de nosotros meros teóricos. También deben calar en nuestra naturaleza emocional, haciéndonos sentir su mensaje y llevándonos a amar lo que es pura teoría. 

Es por ello que no basta con desear la paz de Dios; debemos movilizar nuestro corazón para que ese deseo alcance su meta. Podemos hablar y difundir con palabras los beneficios y bondades de la Unidad y del Amor. Pero si no sentimos lo que decimos, si no nos movilizamos en acciones que estén acordes con lo que proclamamos, de nada nos servirá. Pues el ego seguirá haciendo valer su creencia en la separación, en la culpa, en el castigo, en el miedo, etc. 

Si deseamos la paz de Dios, tenemos que pensar y sentir en términos de paz, esto es, en términos de unidad, de amor, de armonía. Tan sólo así, la paz será una realidad, pues formará parte íntegra de nosotros.

Ejemplo-Guía: "¿De quién depende la paz que añoras?"

Durante mucho tiempo, he mantenido la creencia de que la paz depende de la respuesta que me ofrezca la vida. Por supuesto que me he sentido merecedor de que la vida me sonría y que me ofrezca su rostro más amable, obsequiándome con momentos felices, con momentos de paz. Es por ello que, cuando ese rostro no es el esperado, me rebelo, me siento una víctima, reclamo a la vida que me devuelva lo que es mío.

Esta manera de ver las cosas, propia de una personalidad entregada al ego, puede ser el guion que pueda compartir la gran mayoría de los humanos. La paz no depende de nosotros, sino de los demás, de todo lo que nos rodea.

Esta visión exige un profundo cambio, tanto es así que podemos decir que la verdad nos sugiere todo lo contrario, es decir, la paz depende solo y exclusivamente de nosotros, pues nada externo se manifiesta si no es proyectado por nuestra mente. El pensamiento siempre sigue a su fuente. Si internamente hemos conquistado la paz, esto es, si hemos deseado de todo corazón la paz que tan sólo Dios nos puede otorgar, el mundo que veremos estará impregnado de esa paz. Sin embargo, si en nuestro interior somos incapaces de establecer la coherencia necesaria para que pueda manifestarse la paz, nuestro mundo exterior será la viva imagen de lo que llevamos dentro.

Mientras que creamos en un mundo de división y separación, mientras que permanezcamos identificados con el cuerpo y con el mundo material, estaremos tomando el camino equivocado, si pretendemos alcanzar la paz. Esto es así porque el mundo material es irreal e ilusorio, y está basado en la temporalidad. Esa visión de lo temporal hace que sintamos un profundo temor a perder lo que tenemos y ello nos priva de la paz.

Cuando hayamos consumido todo deseo por conquistar las ilusiones que nos ofrece el mundo material, volveremos nuestra mirada hacia el Cielo y descubriremos un mundo en que el deseo se funde con la Voluntad que nos invita a experimentar que todos somos Uno. En ese momento, nuestros deseos ya no se orientarán hacia el mundo de la oscuridad, sino que nos impulsarán a conquistar el mundo de la luz. A partir de ese instante santo, tan solo desearemos, con toda la fuerza de nuestro corazón, gozar de la paz que nuestro Padre ha dispuesto para todos nosotros.

Desear la paz de Dios significa que todos nuestros sentidos, los canales de nuestra percepción, se unifican y se orientan en una sola dirección: ver, sentir, degustar, oler y oír el mundo del Espíritu.

Reflexión: Desear la paz de Dios de todo corazón es renunciar a todos los sueños. ¿Cuáles son tus sueños?

Capítulo 21. V. La función de la razón (4ª parte).

 V. La función de la razón (4ª parte).

7. ¿Y dónde podría encontrarse la respuesta sino en la Fuente2¿Y dónde estás tú sino allí donde se encuentra esa misma respuesta? 3Tu Identidad, que es un efecto tan verdadero de esa Fuente como lo es la respuesta, tiene, por lo tanto, que estar unida a ella y ser lo mismo que ella. 4Por supuesto que sabes esto, y mucho más que esto. 5Pero cualquier parte del conocimiento supone una amenaza tan seria para la disociación como todo el conocimiento en sí. 6dispondrás de todo el conocimiento con cualquier parte de él. 7He aquí la parte que tú puedes aceptar. 8Puedes ver lo que la razón te señala porque los testigos a su favor son inequívocos. 9Sólo aquellos que son completamente dementes podrían hacer caso omiso de ellos, y tú ya has dejado atrás esa etapa. 10La razón es un medio que sirve para los fines del Espíritu Santo por derecho propio. 11No se puede re-interpretar ni re-canalizar para que se ajuste a la meta del pecado, tal como se hace con otros medios. 12Pues la razón está más allá del alcance de los medios del ego.

Afortunadamente, la razón no pertenece al sistema de pensamiento del ego, pues el ejercicio de la razón no se reduce a un mero juicio que nos lleve a interpretar lo que se considera bien o mal. La razón es un atributo de la inteligencia creadora, la cual sirve a la unidad y al amor. Mientras que el juicio es un atributo de la ignorancia egoica que, en su demente deseo de poseer la razón, no duda en ejercer su deseo de ser especial para sentirse superior a los demás y nombrarse juez de los actos ajenos.

Mientras que el ejercicio de la razón que nos inspira el Espíritu Santo nos muestra la ley del amor y nos permite visionar la unidad de la Filiación, el ejercicio del juicio que emplea el sistema de pensamiento del ego nos muestra la ley de la justicia condenatoria, la cual nos lleva a identificar el pecado en los demás en un deseo incontrolable de ocultar nuestras propias debilidades, castigándolas en el otro.

8. La fe, la percepción y la creencia pueden estar mal ubicadas y servir de apoyo tanto para las necesidades del gran embaucador como para las de la verdad. 2Pero la razón no tiene cabida en la locura, ni se puede adaptar a sus fines en modo alguno. 3La fe y la creencia están firmemente arraigadas en la locura, y conducen la percepción hacia aquello que la mente ha considerado valioso. 4Pero la razón no participa en esto en absoluto. 5Pues si se aplicase la razón, la percepción cesaría instantáneamente. 6La razón no forma parte de la demencia, pues ésta depende enteramente de la ausencia de aquella. 7El ego nunca hace uso de la razón porque no es consciente de su existencia. 8Los que son parcial­mente locos tienen acceso a ella, y sólo ellos la necesitan. 9El conocimiento no depende de la razón, y la locura la mantiene afuera.

El ejercicio de la razón es la aplicación de la Expiación en nuestra mente. Corregir el error nos permite pasar de la demencia a la lucidez, nos permite abandonar las pesadillas de nuestros sueños y ser conscientes de que somos los soñadores del sueño y elegir tener sueños felices.

Si la mente sirve al ego, a la creencia en la separación, es decir, si la mente es dirigida por el deseo de ser especial, nos mostrará el efecto de ese deseo y nos identificaremos con la vibración densa de la materia, con el cuerpo físico. Nuestra fe, nuestra percepción y nuestra creencia estarán mal ubicadas, porque responden a lo que hemos deseado.

La buena noticia es que podemos utilizar la fuerza de la voluntad para dirigir y orientar la energía hacia la ubicación adecuada, es decir, podemos utilizar la mente para que sirva a nuestra divinidad, a nuestro Ser verdadero y eterno, de modo que entregamos nuestra mente para que ejerza la razón y nos lleve a nuestro hogar donde se producirá el reencuentro con el Conocimiento, donde estaremos en eterna comunicación con nuestro Creador.

jueves, 3 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 184

LECCIÓN 184

El Nombre de Dios es mi herencia.

1. Vives a base de símbolos. 2Has inventado nombres para todas las cosas que ves. 3Cada una de ellas se ha convertido en una enti­dad aparte, identificada por su propio nombre. 4De esta manera la segregas de la unidad. 5De esta manera designas sus atributos especiales y la distingues de otras cosas al hacer hincapié en el espacio que la rodea. 6Éste es el espacio que interpones entre todas las cosas a las que has dado un nombre diferente; entre todos los acontecimientos desde el punto de vista del tiempo y del lugar en que ocurrieron, así como entre todos los cuerpos que se saludan con un nombre.

2. Este espacio, al que ves como lo que separa unas cosas de otras, es el medio a través del cual tiene lugar la percepción del mundo. 2Ves algo allí donde no hay nada y, asimismo, no ves nada donde hay unidad; ves un espacio entre todas las cosas, así como entre todas las cosas y tú. 3De esa manera, crees haber "creado" vida en la separación. 4Y debido a esta división crees ser una unidad que opera con una voluntad independiente.

3. ¿Qué son todos esos nombres mediante los cuales el mundo se convierte en una serie de acontecimientos independientes, de cosas desunidas y de cuerpos que se mantienen aparte y que contienen fragmentos de mente como si de conciencias separadas se tratase? 2Tú les diste esos nombres, dando lugar a la percepción tal como querías que fuese. 3A las cosas sin nombre se les dio nombre y de esta manera se les dio también realidad. 4Pues a lo que se le da un nombre se le da significado y, de este modo, se considera significativo: una causa que produce efectos reales, con consecuencias inherentes a sí misma.

4. Así es como se construye la realidad a base de una visión par­cial, la cual se contrapone deliberadamente a lo que de hecho es la verdad. 2Su enemigo es la unidad. 3Concibe cosas sin importancia y las contempla. 4la ausencia de espacio, así como la sensación de unidad o la visión que ve de manera distinta, se convierten en las amenazas que debe superar, combatir y negar.

5. Esta otra visión, no obstante, sigue siendo aún la dirección natural para que la mente canalice su percepción. 2Es difícil ense­ñarle a la mente miles de nombres extraños, y luego mil más. 3No obstante, crees que eso es lo que significa aprender y que es el objetivo principal por medio del cual se puede entablar comunica­ción y compartir conceptos de manera que tengan sentido.

6. Ésta es la suma total de la herencia que el mundo dispensa. 2todo aquel que aprende a pensar que ello es cierto, acepta los signos y los símbolos que afirman que el mundo es real. 3Eso es lo que propugnan. 4No dan lugar a que se dude de que lo que tiene nombre no esté ahí. 5Se puede ver, tal como es de esperar. 6Lo que niega que ello es verdad es lo que es una ilusión, pues lo que tiene nombre es la realidad suprema. 7Cuestionarlo es una locura, pero aceptar su presencia es prueba de cordura.

7. Tal es la enseñanza del mundo. 2No obstante, es una fase de aprendizaje por la que todo el que viene aquí tiene que pasar. 3Mas cuanto antes se perciba su base, lo cuestionable de sus pre­misas y cuán dudosos son sus resultados, más pronto se pondrá en duda sus efectos. 4El aprendizaje que se limita. a lo que el mundo enseña se queda corto en lo que respecta al significado. 5Debidamente empleado, puede servir como punto de partida desde donde se puede comenzar otro tipo de aprendizaje, adquirir una nueva percepción, y desde donde se pueden erradicar todos los nombres arbitrarios que el mundo confiere al ser pues­tos en duda.

8. No creas que fuiste tú quien hizo el mundo. 2¡Las ilusiones, sí! 3Mas lo que es cierto en la tierra y en el Cielo está más allá de tu capacidad de nombrar. 4Cuando llamas a un hermano es a su cuerpo a lo que te diriges. 5Su verdadera Identidad queda oculta debido a lo que crees que él es realmente. 6Su cuerpo responde al nombre con que lo llamas, pues su mente ha consentido en acep­tar ese nombre que le das como su nombre. 7Y de esta manera, su unidad queda doblemente negada, pues tú lo percibes como algo separado de ti, y él acepta como propio ese nombre separado.

9. Sería en verdad extraño si se te pidiese que fueses más allá de todos los símbolos del mundo y los olvidaras para siempre, y, al mismo tiempo, se te pidiera asumir una función docente. 2Toda­vía tienes necesidad de usar los símbolos del mundo. 3Mas no te dejes engañar por ellos. 4No representan nada en absoluto, y éste será el pensamiento que en tus prácticas te liberará de ellos. 5Los símbolos no son sino medios a través de los cuales puedes comu­nicarte de manera que el mundo te pueda entender, pero recono­ces que no son la unidad en la que puede hallarse la verdadera comunicación.

10. Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del sol y olvidarte de la oscuridad. 2Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reco­nocimiento de lo que es verdad. 3Y luego vuelves a la oscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para proclamar su irreali­dad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por la oscuridad.

11. Usa todos los nombres y símbolos nimios que caracterizan el mundo de la oscuridad. 2Mas no los aceptes como tu realidad. 3El Espíritu Santo se vale de todos ellos, pero no se olvida de que la creación tiene un solo Nombre, un solo Significado y una sola Fuente que une a todas las cosas dentro de Sí Misma. 4Usa todos los nombres que el mundo da a esas cosas, pero sólo por conve­niencia, mas no te olvides de que comparten el Nombre de Dios junto contigo.

12. Dios no tiene nombre. 2Sin embargo, Su Nombre se convierte en la lección final de que todas las cosas son una con esta lección finaliza todo aprendizaje. 3Todos los nombres se unifican, todo espacio queda lleno con el reflejo de la verdad. 4Toda brecha se cierra y la separación se subsana. 5El Nombre de Dios es la herencia que Él les dio a los que eligieron que las enseñanzas del mundo ocupasen el lugar del Cielo. 6Lo que nos proponemos en nuestras prácticas es dejar que nuestras mentes acepten lo que Dios ha dado como respuesta a la mísera herencia que tú fabri­caste como justo tributo para el Hijo que Él ama.

13. Nadie que busque el significado del Nombre de Dios puede fracasar. 2La experiencia es necesaria como complemento de la Palabra. 3Pero primero tienes que aceptar que Su Nombre abarca toda la realidad y reconocer que los innumerables nombres que diste a todos sus aspectos han distorsionado lo que ves, pero no han afectado a la verdad en absoluto. 4Invocamos un solo Nom­bre en nuestras prácticas. 5nos valemos de un solo Nombre para unificar nuestra visión.

14. Y si bien utilizamos un nombre distinto para cada aspecto de la conciencia del Hijo de Dios, comprendemos que todos com­parten el mismo Nombre, el cual Él les ha dado. 2Este es el Nom­bre que usamos en nuestras prácticas. 3Y al usarlo, todas las separaciones insensatas que nos mantenían ciegos desaparecen. 4se nos concede la fortaleza necesaria para poder ver más allá de ellas. 5Ahora nuestra vista queda bendecida con las bendicio­nes que podemos dar según las recibimos.

15. Padre, nuestro Nombre es el Tuyo. 2En Él estamos unidos con toda cosa viviente, y Contigo que eres su único Creador. 3Lo que hemos hecho y a lo que hemos dado muchos nombres diferentes no es sino una sombra que hemos tratado de arrojar sobre Tu Realidad. 4Y nos sentimos con­tentos y agradecidos de haber estado equivocados. 5Te entregamos todos nuestros errores, a fin de ser absueltos de cuantos efectos parecían tener. 6Y aceptamos la verdad que Tú nos das en lugar de cada uno de ellos. 7Tu Nombre es nuestra salvación y la manera de escapar de lo que noso­tros mismos hemos hecho. 8Tu Nombre nos une en la unicidad que es nuestra herencia. y nuestra paz. 9Amén.


¿Qué me enseña esta lección?

En la multiplicidad del mundo fabricado por el ego, debemos encontrar la unidad. Ese es nuestro trabajo esencial. 

Nuestro origen procede del Acto de Expansión de la Mente Creadora de Dios. Somos chispas divinas emanadas por Él. Por ende, somos sus legítimos herederos, y nuestra función no es otra que nuestra voluntad y la Voluntad del Padre sean Una. 

Nuestro nombre es el mismo nombre que el de nuestro Creador. Esto es así, dado que somos Su Misma Esencia y no hay diferencias en nuestras Voluntades. Si su Sagrado Nombre abarca el Todo en estado de Unidad, nuestro nombre también porta ese Todo en estado de Unidad. 

La conciencia del Hijo de Dios se encuentra sumida en el sueño de la separación. La identificación con el vehículo corporal a través del cual se manifiesta en el plano material lo lleva a quedar preso de la visión limitadora de la falsa percepción. Sin embargo, el plano más denso de la energía, el mundo físico, puede ser utilizado para ayudarnos a adquirir niveles más elevados de percepción. En la medida en que nuestra consciencia percibe la Unidad que relaciona a todos los componentes de la Filiación Divina, estaremos trasladando las Leyes del Cielo a la Tierra. 

Como herederos de nuestro Padre, respondemos al Nombre con el que nos identificamos con Él. Ese nombre no puede ser otro que el que da identidad a todo lo creado: Unidad.


Ejemplo-Guía: "Un mundo con multiplicidad de nombres y un Cielo con un solo nombre"

Hoy me quedo con el mensaje expresado en el punto 10 de esta Lección y que reproduzco a continuación:
 

“Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del sol y olvidarte de la oscuridad. 2Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reco­nocimiento de lo que es verdad. 3Y luego vuelves a la oscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para proclamar su irreali­dad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por la oscuridad”.

Te imaginas un mundo donde la humanidad haya alcanzado el nivel de consciencia que le permita nombrar las cosas con un solo nombre, o lo que es lo mismo, donde haya alcanzado la visión del único y verdadero significado.
¿Cuál sería ese nombre? ¿Cuál sería ese significado?

Pienso que, alcanzado ese nivel, sobrarían los nombres, sobrarían los significados de este mundo, pues habríamos comprendido que tan solo existe un solo significado y este no pertenece a este mundo.

Recordemos las enseñanzas de la primera lección de este Libro de Ejercicios:

"Nada de lo que veo... significa nada".

A pesar de ello, si tuviese que dar un nombre que se encuentre en sintonía con la percepción verdadera a la que podemos aspirar en este mundo, este sería Amor. Pues todo aquello que responda a las Leyes del Cielo debe estar impregnado del significado del Amor.


Si reflexionamos sobre cualquier experiencia que hayamos vivido, encontraremos ese hilo conductor que nos conducirá, en última instancia, a descubrir que el único sentido de lo vivido es despertar al amor. Si no es así, esa experiencia se convertirá en una especie de pesadilla que amenazará con perturbar nuestros sueños felices.

Esta reflexión se convierte en una invitación a dar ese profundo significado a las cosas de este mundo. Pensar en el nombre de Dios como Amor es lo mismo que nombrar la Unidad, pues sin Amor no se consolida la Unidad. Cada vez que compartimos y expandimos la fuerza de nuestro Amor, estamos proclamando el Nombre de Dios, el Nombre de la Unidad.


Reflexión: El nombre de tu hermano no te revela su verdadera identidad.

Capítulo 21. V. La función de la razón (3ª parte).

 V. La función de la razón (3ª parte).

5. El plan de Dios para tu salvación no se habría podido estable­cer sin tu voluntad y consentimiento. 2Tuvo que haber sido acep­tado por el Hijo de Dios, pues lo que Dios dispone para él, él no puede sino aceptarlo. 3Y Dios no dispone nada sin Su Hijo, ni Su Voluntad depende del tiempo para consumarse. 4Por lo tanto, lo que se unió a la Voluntad de Dios tiene que encontrarse en ti ahora, puesto que es eterno. 5Tienes que haber reservado un lugar en el que el Espíritu Santo puede morar, y donde ya se encuentra. 6Él tiene que haber estado ahí desde que surgió la necesidad de Él, la cual quedó satisfecha en ese mismo instante: 7Eso es lo que tu razón te diría, si escuchases. 8Mas es claro que ése no es el razonamiento del ego. 9El hecho de que la naturaleza de tu razón le sea ajena al ego, es prueba de que no hallarás la respuesta en él. 10No obstante, si esto es así, dicha respuesta tiene que existir. 11Y si existe para ti, y su propósito es tu libertad, debes ser libre de encontrarla.

"En la Biblia, la salvación se define como la liberación del pecado y de sus consecuencias, así como de la muerte física y espiritual. Es un regalo de Dios, ofrecido a través de Jesucristo, y se obtiene por medio de la fe en Él".

Es obvio que el significado que nos aporta la Biblia sobre la salvación está impregnado de la creencia en que somos un cuerpo y que el cuerpo es la causa de nuestra naturaleza pecadora. Dicho de otro modo, esta visión está contagiada de la falsa creencia en la separación de Dios y de Su creación.

El plan de Dios para la salvación, visto desde la enseñanza de Un Curso de Milagros, aporta un significado basado en el ejercicio de la razón, el que nos responde a la pregunta sobre nuestra identidad. Dicha visión nos muestra al Ser espiritual, al Hijo de Dios, que en el uso de su libre voluntad decidió (motivado por la fuerza del deseo) ver un mundo diferente, esto es, colapsar una idea distinta a la que lo creó. Dios nos ha creado con la fuerza del Amor. El Hijo de Dios lo ha hecho con la fuerza de la división, lo que ha fabricado una imagen temporal e ilusoria, no real, de dicho pensamiento de separación. 

La ley del amor crea a su imagen y semejanza. Es por ello que la obra creadora de Dios, la Filiación, lleva implícitos Sus mismos atributos creadores; esto es, comparte sus mismos Principios: la Voluntad, el Amor y la Inteligencia. Por lo tanto, el Hijo de Dios es portador de esas fuerzas creadoras. Esto es una garantía de que en Su mente se llevará a cabo el ejercicio de la razón que nos permitirá discernir correctamente y poder plantear la pregunta esencial que tan solo el mismo puede contestar.

6. El plan de Dios es muy simple, nunca es indirecto ni se derrota a sí mismo. 2Dios no tiene otros Pensamientos excepto los que extienden Su Ser, y en esto tu voluntad tiene que estar incluida. 3Así pues, debe haber una parte en ti que conoce Su Voluntad y la comparte. 4No tiene sentido preguntar si lo que tiene que ser como es, lo es. 5Pero sí tiene sentido preguntar por qué no eres consciente de lo que no puede sino ser como es, pues debe haber una respuesta para ello si al plan de Dios para tu salvación no le falta nada. 6Y no puede faltarle nada porque su Fuente no conoce la incompleción.

Siempre me he preguntado por qué mi mente no es capaz de recordar lo que realmente soy. La verdad debe ser fácil reconocerla, si en verdad lo es. Entonces, ¿qué es lo que me impide reconocerla, si realmente la estoy buscando? 

La respuesta no es la negación de la verdad, es decir, no se trata de que la verdad no sea verdad. Lo que ocurre es que para ver la verdad debemos percibir correctamente. No podemos ver el mundo verdadero si pretendemos verlo en su manifestación ilusoria. No podemos percibir lo real desde una mente que nos muestra la ilusión como real. Si nuestra mente nos lleva a identificarnos con el cuerpo, con el plano tridimensional, con la vibración densa, negará todo aquello que no se perciba desde los sentidos físicos. Por lo tanto, nos mostrará el aspecto temporal de ser, el cual no es verdadero. Pues lo que es verdad es eterno.

La mente que sirve al ego y al cuerpo vive en el pasado y hace del futuro la continuidad de ese pasado. Está tan condicionada por esos pensamientos pasados, que es incapaz de vivir el eterno presente, donde únicamente puede percibir lo real.

Para ser conscientes de lo que es verdad, debemos dirigir nuestra mente en otra dirección. Debemos ponerla al servicio de la verdad, al servicio del Ser espiritual. Será entonces cuando estemos recordando lo que verdaderamente somos y será ese el instante en el que reconoceremos la verdad.

miércoles, 2 de julio de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 183

LECCIÓN 183

Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.

1. El Nombre de Dios es sagrado, pero no es más sagrado que el tuyo. 2Invocar Su Nombre es invocar el tuyo. 3Un padre le da su nombre a su hijo y, de este modo, identifica a su hijo con él. 4Sus hermanos comparten su nombre y, así, están unidos por un vínculo en el que encuentran su identidad. 5El Nombre de tu Padre te recuerda quién eres incluso en un mundo que no lo sabe, e incluso cuando tú mismo no lo has recordado.

2. El Nombre de Dios no puede ser oído sin que suscite una res­puesta, ni pronunciado sin que produzca un eco en la mente que te exhorta a recordar. 2Di Su Nombre, y estarás invitando a los ángeles a que rodeen el lugar en el que te encuentras, a cantarte según despliegan sus alas para mantenerte a salvo y a protegerte de cualquier pensamiento mundano que quisiera mancillar tu santidad.

3. Repite el Nombre de Dios, y el mundo entero responderá aban­donando las ilusiones. 2Todo sueño que el mundo tenga en gran estima de repente desaparecerá, y allí donde parecía encontrarse hallarás una estrella, un milagro de gracia. 3Los enfermos se levantarán, curados ya de sus pensamientos enfermizos. 4Los cie­gos podrán ver y los sordos oír. 5Los afligidos abandonarán su duelo, y sus lágrimas de dolor se secarán cuando la risa de felici­dad venga a bendecir al mundo.

4. Repite el Nombre de Dios y todo nombre nimio deja de tener significado. 2Ante el Nombre de Dios, toda tentación se vuelve algo indeseable y sin nombre. 3Repite Su Nombre, y verás cuán fácilmente te olvidas de los nombres de todos los dioses que hon­rabas. 4Pues habrán perdido el nombre de dios que les otorgabas. 5Se volverán anónimos y dejarán de ser importantes para ti, si bien, antes de que dejases que el Nombre de Dios reemplazase a sus nimios nombres, te postrabas reverente ante ellos llamándo­los dioses.

5. Repite el Nombre de Dios e invoca a tu Ser, Cuyo Nombre es el Suyo. 2Repite Su Nombre, y todas las cosas insignificantes y sin nombre de la tierra se ven en su correcta perspectiva. 3Aquellos que invocan el Nombre de Dios no pueden confundir lo que no tiene nombre con el Nombre, el pecado con la gracia, ni los cuer­pos con el santo Hijo de Dios. 4si te unes a un hermano mien­tras te sientas con él en silencio y repites dentro de tu mente quieta el Nombre de Dios junto con él, habrás edificado ahí un altar que se eleva hasta Dios Mismo y hasta Su Hijo.

6. Practica sólo esto hoy: repite el Nombre de Dios lentamente una y otra vez. 2Relega al olvido cualquier otro nombre que no sea el Suyo. 3No oigas nada más. 4Deja que todos tus pensamientos se anclen en Esto. 5No usaremos ninguna otra palabra, excepto al principio, cuando repetimos la idea de hoy una sola vez. 6Y enton­ces el Nombre de Dios se convierte en nuestro único pensamiento, nuestra única palabra, lo único que ocupa nuestras mentes, nues­tro único deseo, el único sonido que tiene significado y el único Nombre de todo lo que deseamos ver y de todo lo que queremos considerar nuestro.

7. De esta manera extendemos una invitación que jamás puede ser rechazada. 2Y Dios vendrá, y Él Mismo responderá a ella. 3No pienses que Él oye las vanas oraciones de aquellos que lo invocan con nombres de ídolos que el mundo tiene en gran estima. 4De esa manera nunca podrán llegar a Él. 5Dios no puede oír peticio­nes que le pidan que no sea Él Mismo o que Su Hijo reciba otro nombre que no sea el Suyo.

8. Repite el Nombre de Dios, y lo estarás reconociendo como el único Creador de la realidad. 2Y estarás reconociendo asimismo que Su Hijo es parte de Él y que crea en Su Nombre. 3Siéntate en silencio y deja que Su Nombre se convierta en la idea todo ­abarcadora que absorbe tu mente por completo. 4Acalla todo pen­samiento excepto éste. 5Deja que ésta sea la respuesta para cual­quier otro pensamiento, y observa cómo el Nombre de Dios reemplaza a los miles de nombres que diste a todos tus pensa­mientos, sin darte cuenta de que sólo hay un Nombre para todo lo que existe y jamás existirá.

9. Hoy puedes alcanzar un estado en el que experimentarás el don de la gracia. 2Puedes escaparte de todas las ataduras del mundo, y ofrecerle a éste la misma liberación que tú has encontrado. 3Pue­des recordar lo que el mundo olvidó y ofrecerle lo que tú has recordado. 4Puedes también aceptar el papel que te corresponde desempeñar en su salvación, así como en la tuya propia. 5ambas se pueden lograr perfectamente.

10. Recurre al Nombre de Dios para tu liberación y se te conce­derá. 2No se necesita más oración que ésta, pues encierra dentro de sí a todas las demás. 3Las palabras son irrelevantes y las peticiones innecesarias cuando el Hijo de Dios invoca el Nombre de su Padre. 4Los Pensamientos de su Padre se vuelven los suyos propios. 5El Hijo de Dios reivindica su derecho a todo lo que su Padre le dio, le está dando todavía y le dará eternamente. 6Lo invoca para dejar que todas las cosas que creyó haber hecho que­den sin nombre ahora, y en su lugar el santo Nombre de Dios se convierta en el juicio que él tiene de la intranscendencia de todas ellas.

11. Todo lo insignificante se acalla. 2Los pequeños sonidos ahora son inaudibles. 3Todas las cosas vanas de la tierra han desapare­cido. 4El universo consiste únicamente en el Hijo de Dios, que invoca a su Padre. 5Y la Voz de su Padre responde en el santo Nombre de su Padre. 6La paz eterna se encuentra en esta eterna y serena relación, en la que la comunicación transciende con creces todas las palabras, y, sin embargo, supera en profundidad y altura todo aquello que las palabras jamás pudiesen comunicar. 7Quere­mos experimentar hoy esta paz en el Nombre de nuestro Padre. 8Y en Su Nombre se nos concederá.


¿Qué me enseña esta lección?

En el mundo de la multiplicidad regido por el ego, el nombre asigna significado a las cosas. 

Desde el punto de vista espiritual, el Nombre de Dios nos lleva a evocar una idea fundamental, pues es su atributo principal: la Unidad. 

Sin amor, es imposible la unidad. La ausencia de amor da lugar al miedo, el cual se fundamenta en la soledad de la separación. 

Cuando invocamos el Nombre del Padre, estamos santificándolo, es decir, lo elevamos a la condición de Santo. Cuando el Hijo de Dios se expresa en la mente recta, experimenta ese Instante Santo en el que su consciencia se eleva hasta la Unidad. 

El Nombre del Padre y del Hijo es el mismo nombre, pues ambos comparten el Principio de la Unidad. 

Quizás te estés preguntando, al igual que yo, ¿cuál es el Nombre del Padre? Tal vez estés argumentando, igual que yo, que, para poder invocar su Nombre, debemos previamente conocerlo. 

Intuyo que establecer un nombre para invocar a Dios sería limitar su expresión. Su significado lo abarca Todo. Su Nombre es su Magna Condición de Ser Ilimitado y esa Condición es compartida por su Hijo.

Evocar esa condición es nombrar al Ser que Es, al Espíritu, y los dones que emanan de Él: la Voluntad, el Amor, la Inteligencia, la Gracia, la Justicia, la Armonía, la Paz, la Verdad, la Eternidad.



Ejemplo-Guía: "Invocando el nombre de Dios y el nuestro propio"

A través de nuestros nombres, se nos identifica y lo que es más importante, se nos asocia a una familia, a un clan, a unos lazos de sangre que se convierten en un acto de fidelidad cuyos eslabones son difíciles de romper. Esa identificación con el clan, ese espíritu de fidelidad al patriarca de la familia, nos ofrece una condición que hacemos respetar por encima de todo, reconociendo en tal hecho que pertenecer a "nuestra" familia nos supone un sentimiento de orgullo.

Respetar las normas del clan, de la familia, es ley. Ese código cerrado se convierte en nuestras creencias más profundas y para hacerla respetar debemos estar dispuestos a todo.

La historia nos ofrece multitud de ejemplos en los que podemos contemplar cómo, en nombre de nuestro clan, de nuestra familia, de nuestro feudo, de nuestra religión, de nuestra filiación, de nuestros colores, hemos llevado a cabo todas las atrocidades y barbaridades que podamos imaginar.

Raro es el día que los medios de información no abren sus espacios con noticias de reyertas, de peleas, de luchas entre grupos, hinchas, clanes, que deciden matarse por defender sus códigos, sus leyes, sus creencias.

Todas estas manifestaciones son propias de este mundo, un mundo fabricado bajo el lema de la separación y la división. El seno familiar, ese espacio sagrado donde debe surgir el germen del amor, se ha convertido a lo largo de la historia de la humanidad en la principal fuente de discordia. El amor hacia la sangre se ha malinterpretado, dando lugar al amor egoísta por salvaguardar lo nuestro.

La lección de hoy nos invita a reflexionar sobre este tema tan conocido por todos nosotros, pues todos hemos participado de él, y seguimos participando, en la medida en que preferimos el triunfo de nuestras creencias y afinidades por encima de la paz y la armonía.

Invocar el nombre de Dios es la invitación que nos hace esta lección. Ya hemos dicho que el nombre nos aporta una identificación. En este sentido, el nombre con el que nos bautizan nuestros padres nos otorga una identidad de pertenencia al mundo. Ello significa que es portador del germen de la división, pues establece diferenciación entre el resto de hermanos y, como ya hemos dicho, por salvar la hidalguía de nuestro nombre estamos dispuestos a matar y a morir.

En cambio, el nombre de Dios es uno, pues su esencia es una. Si el nombre aportado por nuestros padres en este mundo representa nuestro cuerpo, el nombre de Dios representa al Espíritu, lo que significa que cuando invocamos Su nombre, lo que realmente estamos haciendo es invocar nuestra verdadera esencia: el Espíritu.

Esa invocación ha de llevar a nuestra mente a conectar con su estado natural, pues todo pensamiento sigue a Su Fuente.

Podemos aplicar esta lección cada vez que nos encontremos sumidos en la defensa desenfrenada y demente del mundo material. Cada vez que nos veamos superados por las voces procedentes de los asuntos mundanos, busquemos un instante de acallamiento interno e invoquemos el nombre de Dios, prestémosle atención a nuestro Ser Espiritual que está esperando ese momento en el que nos pueda ofrecer su Paz.

Reflexión: ¿Cuál es el nombre de Dios? ¿Cuál es su identidad?