martes, 11 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 70

LECCIÓN 70

Mi salvación procede de mí.

1. Toda tentación no es más que una variante de la tentación básica de no creer la idea de hoy. 2La salvación parece proceder de cualquier parte excepto de ti. 3Lo mismo se puede decir del origen de la culpabilidad. 4Tú no crees que la culpabilidad y la salvación estén en tu mente y sólo en tu mente. 5Cuando te des cuenta de que la culpabilidad es sólo una invención de la mente, te darás cuenta también de que la culpabilidad y la salvación tienen que encontrarse en el mismo lugar. 6Al entender esto te salvas.

2. El aparente costo de aceptar la idea de hoy es el siguiente: significa que nada externo a ti puede salvarte ni nada externo a ti puede brindarte paz. 2Significa también que nada externo a ti te puede hacer daño, perturbar tu paz o disgustarte en modo alguno. 3La idea de hoy te pone a cargo del universo, donde te corresponde estar por razón de lo que eres. 4No es éste un papel que se pueda aceptar parcialmente. 5seguramente habrás comenzado a darte cuenta de que aceptarlo es la salvación.

3. Es probable, no obstante, que aún no esté claro para ti por qué razón reconocer que la culpabilidad está en tu propia mente con­lleva asimismo darte cuenta de que la salvación está allí también. 2Dios no habría puesto el remedio para la enfermedad donde no te pudiese servir de nada. 3Así es como funciona tu mente, pero no la Suya. 4Él quiere que sanes, y por eso mantiene la Fuente de la curación allí donde hay necesidad de curación.

4. Tú has tratado de hacer justamente lo contrario, intentando por todos los medios, no importa cuán distorsionados o extrava­gantes, separar la curación de la enfermedad a la que estaba des­tinada, conservando de este modo la enfermedad. 2Tu propósito ha sido asegurarte de que la curación no tuviese lugar. 3El propó­sito de Dios ha sido asegurarse de que sí tuviese lugar.

5. Nuestra práctica de hoy consiste en darnos cuenta de que la Voluntad de Dios y la nuestra coinciden completamente en esto. 2Dios quiere que sanemos, y nosotros no queremos realmente estar enfermos, pues eso no nos hace felices. 3Al aceptar la idea de hoy, por lo tanto, estamos en realidad de acuerdo con Dios. 4Él no quiere que estemos enfermos. 5Nosotros tampoco. 6Él quiere que nos curemos. 7Nosotros también.

6. Hoy estamos listos para dos sesiones de práctica largas, cada una de las cuales debe tener una duración de diez a quince minu­tos. 2Dejaremos, no obstante, que seas tú quien decida cuándo llevarlas a cabo. 3Seguiremos esta norma en varias de las leccio­nes sucesivas, por lo que una vez más sería mejor que decidieses de antemano la mejor hora para llevar a cabo cada una de las sesiones de práctica y que luego te adhirieses lo más fielmente posible al horario establecido.

7. Empieza estas sesiones de práctica repitiendo la idea de hoy, añadiendo una afirmación en la que se vea expresado tu recono­cimiento de que la salvación no procede de nada externo a ti. 2Podrías, por ejemplo, decir lo siguiente:

3Mi salvación procede de mí. 4No puede proceder de nin­guna otra parte.

5Dedica después varios minutos, con los ojos cerrados, a revisar algunas de las fuentes externas en las que en el pasado buscaste la salvación: en otra gente, en posesiones, en diversas situaciones y acontecimientos, y en conceptos de ti mismo que intentaste con­vertir en realidad. 6Reconoce que la salvación no se encuentra en nada de eso, y dite a ti mismo:

7Mi salvación no puede proceder de ninguna de esas cosas.
8Mi salvación procede de mí, y sólo de mí.

8. Trataremos ahora nuevamente de llegar a la luz en ti, que es donde realmente se encuentra tu salvación. 2No puedes encon­trarla en las nubes que rodean la luz, y es ahí donde la has estado buscando. 3No está ahí. 4Está más allá de las nubes, en la luz que se encuentra tras ellas. 5Recuerda que tienes que atravesar las nubes antes de poder llegar la luz. 6Pero recuerda también que jamás encontraste nada que fuese duradero o que realmente qui­sieras en los tapices de nubes que te imaginabas.

9. Puesto que todas las ilusiones de salvación te han fallado, segu­ramente no querrás quedarte en las nubes buscando en vano ído­los falsos, cuando te sería tan fácil llegar hasta la luz de la verdadera salvación. 2Trata de ir más allá de las nubes utilizando cualquier medio que te atraiga. 3Si te resulta útil, piensa que te estoy llevando de la mano, y que te estoy guiando. 4te aseguro que esto no será una vana fantasía.10Para las sesiones de prácticas cortas y frecuentes de hoy, recuér­date a ti mismo que la salvación procede de ti y que nada, salvo tus propios pensamientos, puede impedir tu progreso. 2Estás libre de toda interferencia externa. 3Estás a cargo de tu salvación. 4Estás a cargo de la salvación del mundo. 5Di, entonces:

6Mi salvación procede de mí.
7No hay nada externo a mí que me pueda detener.
8En mí se encuentra la salvación del mundo y la mía propia.


Se trata de una vivencia, desgraciadamente, muy reconocible y que sin duda deja mucho resentimiento en nuestro interior. Podemos apreciar cómo, desde una primera fase, se nos traslada un código de aprendizaje basado en el desamor, en la separación, en el castigo y en la culpa. Esa amalgama de sentimientos va calando en nuestra mente hasta tal punto que se convierte en una forma de afrontar la vida. Lo que hago, lo hago, no porque me guste, sino para que le guste a los demás. Así, la felicidad, que es un estado innato del Ser, se proyecta sobre el "otro" y le otorgamos el poder de aportarnos respuestas que puedan ser portadoras de felicidad o no.

¿Qué me enseña esta lección?

Esta afirmación define un hecho que es real, pues toda "causa" se encuentra en mi mente. Tanto la verdad como el error encuentran su fuente en ella y nosotros elegimos servir a una u a otro.

Cuando nos encontramos identificados con la conciencia de separación característica del ego, proyectamos fuera nuestras necesidades internas. De este modo, cuando sentimos miedo, buscamos la protección en los demás; cuando sentimos dolor, sufrimiento o enfermedad, buscamos en el exterior a la persona que sea capaz de calmarnos y curarnos. Pensamos que no existe relación alguna entre esos sentimientos y nuestros pensamientos.

Sin embargo, cuando adoptamos la consciencia de unidad, cuando nos regocijamos en el amor, comprendemos que el verdadero poder reside en nuestro interior.

Conoceremos que la causa de todo lo que se manifiesta en nuestro mundo responde a la emanación de un pensamiento.

Nuestra salvación se encuentra en la unidad de nuestra mente.

Desde pequeños, nos preparan para que busquemos fuera de nosotros la fuente que ha de alimentarnos, que ha de protegernos, que ha de guiarnos, que ha de aportarnos felicidad y dicha.

Mientras que hemos permanecido en el vientre de nuestra madre, hemos mantenido una comunicación directa con ella. Nos ha alimentado, nos ha protegido, nos ha dado calor, nos ha mantenido en un “paraíso”, aunque no hemos sido conscientes de ello. Este estado propio de la fecundación es una recapitulación del estado en el que nos encontrábamos antes de creernos separados de nuestro Creador.

El nacimiento físico lo podemos asemejar a ese momento ancestral en el que el Hijo de Dios adquiere la conciencia individual y se desconecta de la comunicación directa que caracteriza el pasaje del “Paraíso Terrenal”. La expulsión alegórica, tal y como nos lo describe la Biblia, nos ha llevado a creer que nuestro Creador nos castiga por haber desobedecido su mandato de no comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.

El recién nacido, desde que es parido por su madre, se enfrenta a un mundo inhóspito en el que requiere recibir una respuesta desde el exterior para cubrir sus instintos básicos. Sus necesidades biológicas deben ser satisfechas para garantizar su supervivencia.

La visión del mundo material y esa necesidad de recibir se postulan como una línea vital del pensamiento del ego, y se institucionalizan en nuestro código mental, de tal modo que nuestra existencia, en general, y nuestra felicidad, en particular, están en manos de los demás.

Esta lección viene a recordarnos que esa creencia es errónea y debe dar paso a una creencia verdadera, la cual nos despierte a la realidad que somos, un ser espiritual, pleno y permanentemente unido a Su Hacedor, en el Cual se encuentra Su Fuente de Existencia.

Este paso de transición de una conciencia de separación a una consciencia de unicidad nos lleva a la conquista de un estado que podemos llamar "despertar", o lo que es lo mismo, la certeza de que somos el Hijo de Dios.

Ejemplo-Guía: ¿A quién hemos cedido el poder de nuestra salvación?

Esta cuestión, que hemos empleado como ejemplo-guía, nos ayudará a tomar consciencia de la enseñanza que nos ofrece esta lección. Nos permitirá, por un lado, identificar cómo es un hábito adquirido en nuestras vidas el depositar el poder de que seamos o no felices en manos de los demás; es decir, comprenderemos la dinámica que nos lleva a sentirnos "víctimas" de aquello que nos sucede en nuestro deambular humano, cuando en realidad no son los demás los que tienen ese empoderamiento, salvo que nosotros se lo permitamos.

Un ejemplo nos ayudará a entender lo que aportamos.

"Mis padres son muy severos y muy exigentes. Les tengo mucho miedo. Nada de lo que hago les parece bien y siempre me están reprochando lo que hago y diciéndome que no valgo para nada.

 Hago todo lo posible para ganarme su agradecimiento, para que reconozcan que sí sirvo para muchas cosas. Pero por mucho que lo intento, nunca consigo unas palabras de reconocimiento, ni tan siquiera una sonrisa de aprobación.

Ahora ya soy mayor y tengo edad para enfrentarme a la vida, pero cada vez que me enfrento a unas circunstancias en las que tengo que integrarme en la sociedad, siempre doy un paso atrás, pues, en mi interior, tengo miedo a que me rechacen y me recriminen que soy torpe y estúpido. Cada vez estoy más marginado y me siento más solo".

En nuestro ejemplo, este chico se ve como una víctima de la educación recibida, pero en verdad, él elige en todo momento adaptar su comportamiento a las exigencias que percibe en el exterior. No voy a entrar en un análisis profundo que nos permitiría comprender el "por qué" y el "para qué" de que ese chico ha elegido vivir en una familia con unos padres con esas características, pero lo que sí vamos a recalcar es que, en la medida en que decidamos dejar de ser víctimas para asumir el verdadero papel de co-creadores, en esa medida dejaremos de ceder el poder de dirigir nuestras vidas a los demás y nos convertiremos en nuestros propios directores de orquesta.

Dejemos la mente “antigua” a un lado, sí, esa parte de nuestra mente que nos mantiene ciegos a la realidad. Obsérvate. Cierra los ojos y busca la quietud en el presente. Relaja tu mente y busca en los archivos de tu memoria una anécdota en la que te veas relacionándote con el mundo. No tardarás en identificar una experiencia semejante, pues estamos fabricando, permanentemente, infinidad de ellas.

Observa cómo te sientes cuando recibes de los demás una respuesta. ¿Atacas? ¿Asumes? ¿Aceptas? ¿Afirmas? ¿Niegas? ¿Te reprimes? ¿Te ocultas? ¿Te alegras?

Ahora contesta, ¿quién es el que tiene esas sensaciones? Sí, en efecto, eres tú, siempre eres tú, aunque a veces, muchas veces, te pase inadvertido. Párate aquí, pues este es el momento clave, en el que tomas consciencia de que nadie externo a ti puede hacer que te sientas de una manera u otra. Siempre, en todos los momentos de tu vida, eres tú el que decide sentir de una manera u otra.

Puedes estar viendo una película de cine, acompañado de tu amig@; ambos estáis, uno junto al otro, viendo la misma película. Ante una escena en particular, uno de los dos se emociona, pero el otro no lo hace. Al final de la película, le preguntamos a ambos qué tal les ha parecido el film. Uno se ha metido tanto en el papel del protagonista, que sus ojos brillan como causa de la emoción. El otro expresa que se ha aburrido de lo lindo. ¿Quién ha tomado la decisión? La vida es como una película. No son las escenas las que nos producen un tipo de sentimiento u otro, somos nosotros los que elegimos ese sentimiento.

La cuestión es, ¿de quién depende tu salvación?

Reflexión: Cuando juzgas, ¿dónde se encuentra la condena, en el acto que percibes o en tu modo de verlo y juzgarlo?

Capítulo 19. LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ. I. La curación y la fe (4ª parte).

  Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ

 

I. La curación y la fe (4ª parte).

9. Tener fe es sanar. 2Es la señal de que has aceptado la Expiación, y, por consiguiente, de que deseas compartirla. 3Mediante la fe, ofreces el regalo de liberación del pasado que recibiste. 4No te vales de nada que tu hermano haya hecho antes para condenarlo ahora. 5Eliges libremente pasar por alto sus errores, al mirar más allá de todas las barreras que hay entre tú y él y veros a los dos como uno solo. 6Y en esa unidad que contemplas, tu fe está plena­mente justificada. 7La falta de fe nunca está justificada. aLa fe, en cambio, siempre lo está.


Reconocer que somos Hijos de Dios nos lleva ineludiblemente a afirmar que tener fe es sanar. Nos hemos puesto en manos del Espíritu Santo, hemos sintonizado con su frecuencia y, ahora, oímos su Voz, que nos habla de su regalo, la Expiación.

Ante nuestros ojos se abre una nueva visión, la Crística. Elegimos libremente pasar por alto los errores que hemos percibido en nuestros hermanos y lo contemplamos en la unidad reforzando nuestra fe.

10.       La fe es lo opuesto al miedo, y forma parte del amor tal como el miedo forma parte del ataque. 2La fe es el reconocimiento de la unión. 3Es el benévolo reconocimiento de que cada hermano es un Hijo de tu amorosísimo Padre, amado por Él como lo eres tú, y, por lo tanto, amado por ti como si fueses tú mismo. 4Su Amor es lo que te une a tu hermano, y debido a Su Amor no desearías mantener a nadie excluido del tuyo. 5Cada hermano aparece tal como se le percibe en el instante santo, unido a ti en tu propósito de ser liberado de la culpabilidad. 6Al ver al Cristo en él, él sana porque contemplas en él lo que hace que tener fe en todos esté justificado eternamente.

La fe sirve al amor, pues la fe es el reconocimiento de la unión. Es el símbolo del abrazo que nos une a nuestros hermanos festejando con alegría el feliz reencuentro.

La fe nos lleva a celebrar la venida de Cristo a nuestra mente, aportándonos la visión de la unidad y el triunfo definitivo del amor sobre el miedo.

La fe tiene el poder de la luz, pues facilita la comprensión de lo que somos realmente. La fe mueve montañas, dice el refrán, y es así, sin dudas, pues esa montaña representa el obstáculo que nos impide tener una visión íntegra y completa de la realidad.

11. La fe es el regalo de Dios a través de Aquel que Él te ha dado. 2La falta de fe contempla al Hijo de Dios, y lo juzga indigno de perdón. 3Pero a través de los ojos de la fe, se ve que el Hijo de Dios ya ha sido perdonado y que está libre de toda culpa que él mismo se echó encima. 4La fe lo ve sólo como es ahora porque no se fija en el pasado para juzgarlo, sino que únicamente ve en él lo mismo que vería en ti. 5No ve a través de los ojos del cuerpo, ni recurre a cuerpos para darse validez a sí misma. 6La fe es el heraldo de la nueva percepción, enviada para congregar testigos que den testimonio de su llegada, y para devolverte sus mensajes.

Así es. La fe, el reconocimiento de la unión de las mentes, es el regalo que nos hace el Espíritu Santo. La Expiación es el reconocimiento de lo que somos, espíritus emanados de la Fuente de Dios donde se encuentra nuestro verdadero Hogar. La Expiación es la esencia correctora del error que nos mantiene prisioneros de la creencia en la separación y la vía que nos conduce a la salvación a través de la visión en la Unidad de la Filiación.

La fe se convierte en la puerta de acceso a la percepción verdadera, la cual nos lleva a reconocer en cada uno de nuestros hermanos la unidad de la Filiación.

12. La fe puede ser intercambiada por el conocimiento tan fácilmente como el mundo real. 2Pues la fe surge de la percepción del Espíritu Santo, y es señal de que compartes ésta con Él. 3La fe es un regalo que le ofrece al Hijo de Dios a través del Espíritu Santo, y es tan aceptable para el Padre como para el Hijo. 4Por lo tanto, te lo ofreces a ti mismo. 5Tu relación santa, con su nuevo propósito te ofrece fe para que se la des a tu hermano. 6Tu falta de fe os ha separado, y así, no ves tu salvación con él. 7La fe, no obstante, os une en la santidad que veis, no a través de los ojos del cuerpo, sino en la visión de Aquel que os unió, y en Quien estáis unidos.

La fe no ve al cuerpo como real, pues el cuerpo es el símbolo de la separación. Dicho de otro modo, la fe no ve en el hermano a alguien separado de nosotros, sino el vínculo de unión que nos hace uno con el Creador.

Es por esta razón que cuando damos a nuestro hermano nuestra fe, nos la estamos dando a nosotros mismos.

Es la falta de fe la que dio lugar a la creencia en el cuerpo, pues en su base se construyeron los pilares que han servido de sustento al error y a la ilusión: la creencia en la separación.

lunes, 10 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 69

LECCIÓN 69

Mis resentimientos ocultan la luz del mundo en mí.

1. Nadie puede ver lo que tus resentimientos ocultan. 2Debido a que tus resentimientos ocultan la luz del mundo en ti, todo el mundo se halla inmerso en la oscuridad, y tú junto con ellos. 3Pero a medida que el velo de tus resentimientos se descorre, tú te liberas junto con ellos. 4Comparte tu salvación con aquel que se encontraba a tu lado cuando estabas en el infierno. 5Él es tu her­mano en la luz del mundo que os salva a ambos.

2. Intentemos hoy nuevamente llegar a la luz en ti. 2Antes de emprender esto en nuestra sesión de práctica más larga, dedique­mos varios minutos a reflexionar sobre lo que estamos tratando de hacer. 3Estamos intentando literalmente ponernos en contacto con la salvación del mundo. 4Estamos tratando de ver más allá del velo de tinieblas que la mantiene oculta. 5Estamos tratando de descorrer el velo y de ver las lágrimas del Hijo de Dios desa­parecer a la luz del sol.

3. Hoy daremos comienzo a nuestra sesión de práctica más larga plenamente consciente de que esto es así y armado de una firme determinación por llegar hasta aquello que nos es más querido que ninguna otra cosa. 2La salvación es nuestra única necesidad. 3No tenemos ningún otro propósito aquí ni ninguna otra función que desempeñar. 4Aprender lo que es la salvación es nuestra única meta. 5Pongamos fin a la ancestral búsqueda descubriendo la luz en nosotros y poniéndola en alto para que todos aquellos que han estado buscando con nosotros la vean y se regocijen.

4. Y ahora, muy serenamente y con los ojos cerrados, trata de deshacerte de todo el contenido que generalmente ocupa tu con­ciencia. 2Piensa en tu mente como si fuera un círculo inmenso, rodeado por una densa capa de nubes obscuras. 3Lo único que puedes ver son las nubes, pues parece como si te hallaras fuera del círculo y a gran distancia de él.

5. Desde donde te encuentras no ves nada que te indique que detrás de las nubes hay una luz brillante. 2Las nubes parecen ser la única realidad. 3Parece como si fueran lo único que se puede ver. 4Por lo tanto, no tratas de atravesarlas e ir más allá de ellas, lo cual sería la única manera de convencerte realmente de su insus­tancialidad. 5Eso es lo que vamos a intentar hoy.

6. Después de que hayas pensado en cuán importante es para ti y para el mundo lo que estás intentando hacer, trata de alcanzar un estado de perfecta quietud, recordando únicamente la intensidad con la que deseas alcanzar hoy mismo, en este mismo instante, la luz que resplandece en ti. 2Resuélvete a atravesar las nubes. 3Extiende tu mano y, en tu mente, tócalas. 4Apártalas con la mano, y siente como rozan tus mejillas, tu frente y tus ojos a medida que las atraviesas. 5Sigue adelante; las nubes no te pueden detener.

7. Si estás haciendo los ejercicios correctamente, empezarás a sentir como si estuvieses siendo elevado y transportado hacia adelante. 2Tus escasos esfuerzos y tu limitada determinación invocan el poder del universo para que venga en tu ayuda, y el Propio Dios te sacará de las tinieblas y te llevará a la luz. 3Estás actuando de acuerdo con Su Voluntad. 4No puedes fracasar por­que tu voluntad es la Suya.

8. Ten confianza en tu Padre hoy y certeza de que Él te ha oído y te ha contestado. 2Es posible que aún no reconozcas Su respuesta, pero puedes estar seguro de que se te ha dado y de que la recibi­rás. 3Trata de tener presente esta certeza, según intentas atravesar las nubes en dirección a la luz. 4Trata de recordar que por fin estás uniendo tu voluntad a la de Dios. 5Trata de mantener claro en tu mente el pensamiento de que lo que emprendes con Dios no puede sino tener éxito. 6Deja entonces que el poder de Dios obre en ti y a través de ti, para que se haga Su Voluntad y la tuya.

9. En las sesiones de práctica más cortas, que te conviene llevar a cabo tan a menudo como sea posible en vista de la importancia que la idea de hoy tiene para ti así como para tu felicidad, recuér­date a ti mismo que tus resentimientos ocultan la luz del mundo de tu conciencia. 2Recuérdate también que no la estás buscando solo y que sabes dónde encontrarla. 3Di entonces:

4Mis resentimientos ocultan la luz del mundo en mí.
5No puedo ver lo que he ocultado.
6Mas por mi salvación y por la salvación del mundo, deseo que me sea revelado.

7Asegúrate asimismo de decir para tus adentros:

8Si abrigo este resentimiento la luz del mundo quedará velada para mí, si sientes hoy la tentación de abrigar algún resentimiento contra alguien.

¿Qué me enseña esta lección?

El resentimiento es fruto de una falta de amor y de perdón. Tan solo podemos sentir resentimiento cuando estamos en ego, es decir, cuando estamos identificados con la separación, el dolor, la culpa y el miedo. 

Cuando actuamos, y somos causas del error, es el precio que debemos pagar por elegir experimentar y aprender siguiendo al maestro incorrecto. 

Debemos tener plena conciencia de que tenemos a nuestra disposición un eterno bálsamo que nos libera del sentimiento de culpa y, por ende, del resentimiento. Estoy refiriéndome al perdón como la vía de nuestra salvación. 

Actuar libre de resentimiento nos permite expresarnos como portadores de luz y nos convertimos en la luz del mundo; damos testimonio de nuestra divinidad en la tierra.

En la lección anterior apuntábamos el origen de nuestros resentimientos y establecíamos lo que podríamos llamar el "resentimiento original", es decir, el resentimiento hacia nuestro Creador, o lo que es lo mismo, el resentimiento hacia nosotros mismos.

Ese resentimiento se encuentra oculto en nuestro inconsciente, al igual que todos aquellos sentimientos y pensamientos que interpretamos como "indecorosos" a los ojos de Dios.

¿Cómo íbamos a ganarnos la salvación, el perdón de Dios, si reconocemos abiertamente que lo odiamos por no habernos perdonado antes?

De igual modo como Adán ocultó su desnudez -su inocencia- y se ocultó de Dios tras comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, nosotros mantenemos ocultos nuestros "pecados" a los ojos de la consciencia, pues reconocerlos nos produciría un profundo dolor.

Debido a ese mecanismo inconsciente, el hombre, para no hacer consciente sus miedos, sus temores y culpas, decide proyectar su mundo interno al exterior y comienza a percibirse a través de lo externo, a través de los demás. Cada uno de sus hermanos se convierte en un aliado, pues actúa como el espejo donde ve proyectado su mundo interno. Pero ese efecto, al ser inconsciente, no le lleva a percibir sus miedos, su ataque en el otro, y así comienza la febril odisea del ser humano.

Pero este cuento no puede tener un final triste; ningún cuento debería tenerlo. Es precisamente esa mecánica de proyección la que nos permitirá ir más allá de las nubes y descubrir que detrás de ella se encuentra la Luz. ¿Qué queremos decir con esto? Sencillamente, las "nubes" son nuestros aliados, nuestros hermanos. En ellos observamos, vemos proyectado, nuestro mundo oculto. Si somos capaces de ir más allá de esa pobre y limitada visión que nos lleva a percibirlos como seres separados de nosotros y, en su lugar, los vemos tal y como son, es decir, una parte del Todo, de la Filiación, entonces, veremos con felicidad que se convierten en la fuente de Luz donde encontraremos la verdad y la salvación. Ellos se convierten en los objetivos donde tendremos la oportunidad de dirigir la fuerza de nuestro perdón.


Ejemplo-Guía: "Descubriendo a nuestros enemigos, es decir, a nuestros salvadores".


Lo hemos elegido. Todavía estamos a tiempo de no complicarnos la vida, de continuar andando el camino que hemos seguido hasta ahora. De continuar eligiendo ver la vida a nuestra manera. De tomar las decisiones, sin libertad, sino inspirado por nuestros miedos. De buscar el bien-estar, en vez del Bien-Ser.
 

Sí, hemos elegido ver las cosas de otra manera y estamos aprendiendo cómo hacerlo. Es por eso que nos encontramos en este punto del camino. Si continuamos avanzando, es la señal que Dios espera de nosotros, que el Espíritu Santo aguarda con paciencia. Significa que ponemos una pequeña dosis de voluntad, la justa y necesaria, para permitir que nuestro Padre y la Voz que habla por Él, hagan el resto por nosotros.

Sí, es eso lo único que se nos ha pedido desde el principio. Que nuestra voluntad se ponga al servicio de la Voluntad de Dios. Él quiere que sea nuestra voluntad la que se haga y está dispuesto a estar, como siempre ha estado, presente en nuestras vidas.

Con este ejercicio, paralelamente al detallado en la lección, en la que nuestra mente lleva a cabo el firme propósito de ir más allá de las nubes que nos ocultan la Luz del Mundo, vamos a alcanzar esa Luz a través de nuestros hermanos. Para ello, tenemos que identificar a aquellos que despiertan en nosotros el resentimiento. Vamos a observarlos y a descubrir qué es lo que más odiamos de él. Diremos: odio su vanidad, su excesivo orgullo. No soporto su arrogancia, etc.

Ahora, busca dentro de ti, con honestidad, con valentía, dónde se encuentra esa "nube" en forma de orgullo, de vanidad, de arrogancia. Si lo haces desde la visión del amor y no desde la visión del juicio, con la plena certeza de que el rostro que rechazas en tu hermano es tu propio rostro oculto, podrás traspasar esos nubarrones oscuros y alcanzarás la luz. Cuando te encuentres en ese estado, darás las gracias a tu hermano y te perdonarás. 

La clave de este ejercicio está en no juzgar, ni condenar, ni a tu hermano, ni, por supuesto, a ti mismo. El resentimiento ha sido sustituido por el perdón.


Reflexión: Identifica un resentir, ¿cómo te hace sentir? ¿Hay paz en esa emoción?

Capítulo 19. LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ. I. La curación y la fe (3ª parte).

 Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ

 

I. La curación y la fe (3ª parte).

6. La transigencia que inevitablemente se hace es creer que el cuerpo, y no la mente, es el que tiene que ser curado. 2Pues este objetivo dividido ha otorgado la misma realidad a ambos, lo cual sería posible sólo si la mente estuviese limitada al cuerpo y divi­dida en pequeñas partes que aparentan ser íntegras, pero que no están conectadas entre sí. 3Esto no le hará daño al cuerpo, pero mantendrá intacto en la mente el sistema de pensamiento ilusorio. 4La mente, pues, es la que tiene necesidad de curación. 5en ella es donde se encuentra. 6Pues Dios no concedió la curación como algo aparte de la enfermedad, ni estableció el remedio donde la enfermedad no puede estar. 7La enfermedad y el remedio se encuentran en el mismo lugar, y cuando se ven uno al lado del otro, reconoces que todo intento de mantener a la verdad y a la ilusión en la mente, donde ambas necesariamente están, es estar dedicado a las ilusiones. aMas cuando éstas se llevan ante la ver­dad y se ve que desde cualquier punto de vista son completa­mente irreconciliables con ella, se abandonan.

La enfermedad es la consecuencia de un pensamiento errado, el cual sirve a la creencia en la separación. Por lo tanto, podemos decir que la enfermedad es el efecto de la causa de la mala fe.

Si nuestra mente albergase tan solo pensamientos amorosos, los efectos de ello nos llevarían al estado de salud, pues el amor es la esencia con la que Dios nos ha creado y Dios no puede crear nada que no goce de plenitud.

Nos dice este punto que la enfermedad y el remedio se encuentran en el mismo lugar y que verlos uno al lado del otro nos lleva a reconocer que nos estamos identificando con lo ilusorio, pues lo estamos percibiendo en el cuerpo.

7. No hay conexión alguna entre la verdad y las ilusiones. 2Esto será así eternamente, por mucho que intentes que haya conexión entre ellas. 3Pero las ilusiones están siempre conectadas entre sí, tal como lo está la verdad. 4Tanto las ilusiones como la verdad gozan de cohesión interna y constituyen un sistema de pensa­miento completo en sí mismo, aunque totalmente desconectado del otro. 5Percibir esto es reconocer dónde se encuentra la separa­ción, y dónde debe subsanarse. 6El resultado de una idea no está nunca separado de su fuente. 7La idea de la separación dio lugar al cuerpo y permanece conectada a él, haciendo que éste enferme debido a la identificación de la mente con él. 8Tú crees que estás protegiendo al cuerpo, al ocultar esta conexión, ya que ocultarla parece mantener tu identificación a salvo del "ataque" de la ver­dad.

Este punto es muy interesante. Su importancia radica en que nos lleva a comprender la razón por la que nuestra fe falsa nos lleva a invocar a testigos que dan coherencia a la creencia de que el cuerpo es el que enferma y no nuestra mente.

A nuestro actual sistema de pensamiento, dirigido por las leyes del ego, le resulta evidente argumentar que nuestra verdadera identidad es el cuerpo y no la mente. Esto es así, sencillamente, porque su percepción de lo que es se basa en lo que ve y no en lo que no ve. Cuando se mira, ve un cuerpo y se dice: "Esto es lo que soy". Para confirmar qué es lo que ve y percibe, la enfermedad viene a ser su testigo principal y nos argumenta: lo ves, no hay dudas de que soy un cuerpo, pues es mi cuerpo el que refleja el dolor que siento.

El resultado de una idea, de la fe que albergamos, de nuestras creencias, no está nunca separado de su fuente. Fue la idea de la separación, la falsa fe, la que dio lugar al cuerpo y permanece conectada a él, haciendo que éste enferme debido a la identificación de la mente con él.

8¡Si sólo comprendieses cuánto daño le ha hecho a tu mente este extraño encubrimiento, y cuánta confusión te ha causado con res­pecto a tu identidad! 2No comprendes la magnitud de la devasta­ción que tu falta de fe ha ocasionado, pues la falta de fe es un ataque que parece estar justificado por sus resultados. 3Pues al negar la fe ves lo que no es digno de ella, y no puedes mirar más allá de esta barrera a lo que se encuentra unido a ti.

Cuando este punto hace referencia a la falta de fe, a su negación, lo que están diciendo es que la fe falsa, la mala fe, no es fe, y no lo es porque aquello que negamos -la fe verdadera- no existe para la creencia del ego basada en la separación. Es la negación de que somos seres espirituales, pues negamos creer en ello.

Si tenemos en cuenta las apreciaciones anteriores, podemos decir que tener fe es reconocer la verdad de lo que somos: Hijos de Dios.

domingo, 9 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 68

LECCIÓN 68

El amor no abriga resentimientos.


1. 
Tú, que fuiste creado por el Amor a semejanza de Sí Mismo, no puedes abrigar resentimientos y conocer tu Ser. 2Abrigar resenti­mientos es olvidarte de quien eres. 3Abrigar resentimientos es verte a ti mismo como un cuerpo. 4Abrigar resentimientos es per­mitir que el ego gobierne tu mente y condenar el cuerpo a morir. 5Quizá aún no hayas comprendido del todo lo que abrigar resen­timientos le ocasiona a tu mente. 6Te hace sentir como si estuvie­ses enajenado de tu Fuente y fueses diferente de Él. 7Te hace creer que Él es como aquello en lo que tú piensas que te has conver­tido, pues nadie puede concebir que su Creador sea diferente de sí mismo.

2. 2. Escindido de tu Ser, el Cual sigue consciente de Su semejanza con Su Creador, tu Ser parece dormir, mientras que la parte de tu mente que teje ilusiones mientras duerme, parece estar despierta. 2¿Podría ser todo esto el resultado de abrigar resentimientos? 3¡Desde luego que sí! 4Pues aquel que abriga resentimientos niega haber sido creado por el Amor, y en su sueño de odio, su Creador se ha vuelto algo temible. 5¿Quién podría tener sueños de odio y no temer a Dios?

3. Es tan cierto que aquellos que abrigan resentimientos forjarán una nueva definición de Dios de acuerdo con su propia imagen, como que Dios los creó a Semejanza de Sí Mismo y los definió como parte de Él. 2Es tan cierto que aquellos que abrigan resenti­mientos sentirán culpabilidad, como que los que perdonan halla­rán la paz. 3es igualmente cierto que aquellos que abrigan resentimientos se olvidarán de quienes son, como que los que perdonan lo recordarán.

4. ¿No estarías dispuesto a abandonar tus resentimientos si cre­yeras que todo esto es cierto? 2Tal vez crees que no puedes des­prenderte de tus resentimientos. 3Esto, sin embargo, no es sino una cuestión de motivación. 4Hoy trataremos de ver cómo te sen­tirías sin ellos. 5Si lo logras, aunque sea brevemente, jamás volve­rás a tener problemas de motivación.

5. Comienza la sesión de práctica más larga de hoy escudriñando tu mente en busca de aquellas personas que son objeto de lo que según tú son tus mayores resentimientos. 2Algunas de ellas serán muy fáciles de identificar. 3Piensa luego en los resentimientos apa­rentemente insignificantes que abrigas en contra de aquellas per­sonas a quienes aprecias e incluso crees amar. 4Muy pronto te darás cuenta de que no hay nadie contra quien no abrigues alguna clase de resentimiento. 5Esto te ha dejado solo en medio de todo el universo tal como te percibes a ti mismo.

6. Resuélvete ahora a ver a todas esas personas como amigos. 2Diles a todas ellas, pensando en cada una por separado:

3Te consideraré mi amigo, para poder recordar que eres parte de mí y así poder llegar a conocerme a mí mismo.

4Pasa el resto de la sesión tratando de imaginarte a ti mismo com­pletamente en paz con todo el mundo y con todo, a salvo en un mundo que te protege y te ama, y al que tú, a tu vez, amas. 5Siente como la seguridad te rodea, te envuelve y te sustenta. 6Trata de creer, por muy brevemente que sea, que no hay nada que te pueda causar daño alguno. 7Al final de la sesión de práctica di para tus adentros:

8El amor no abriga resentimientos.
9Cuando me desprenda de mis resentimientos sabré que estoy perfectamente a salvo.

7. Las sesiones de práctica cortas deben incluir una rápida aplica­ción de la idea de hoy tal como se indica a continuación, la cual deberá hacerse siempre que surja un pensamiento de resenti­miento contra alguien, tanto si esa persona está físicamente pre­sente como si no:

2El amor no abriga resentimientos. 3No traicionaré a mi propio Ser.

4Además de eso, repite la idea varias veces por hora de la siguiente manera:

5El amor no abriga resentimientos. 6Quíero despertar a la verdad de mi Ser dejando a un lado todos mis resenti­mientos y despertando en Él.

¿Qué me enseña esta lección?

El Amor es la única fuerza que no abriga resentimientos, pues es la única fuerza que no cree en el pecado, no juzga, no condena, no ve separación, no ve el miedo. 

El ego se asocia con el miedo, con la separación, con el odio, con el ataque y la venganza, con la culpa y el dolor, con la enfermedad y la destrucción. Todas esas percepciones responden al resentimiento contra sí mismo. 

Cada vez que juzgamos y condenamos, estamos escindiéndonos del amor y, en su lugar, llamamos al resentimiento, ponemos barreras de separación entre nosotros y el mundo, estamos atacando a nuestros hermanos y, con ello, estamos demostrando que hemos olvidado el Sagrado Nombre de Dios que nos inspira la Unidad. 

Se hace necesario despertar a la fuerza del amor; ella nos liberará del sufrimiento, pues no entiende de culpa, de miedo, de separación. El amor nos lleva a la conciencia plena, abundante y creadora. El amor es la fuerza que nos libera y nos permite el reencuentro con nuestro verdadero Ser. 

El significado etimológico del término resentimiento es el siguiente. Procede del latín, pues es fruto de la suma de tres vocablos latinos: el prefijo “re-“, que es sinónimo de “repetición”; el verbo “sentiré”, que es equivalente a “sentir”, y el sufijo “–miento”, que puede traducirse como “medio”. 

Resentimiento es la acción y efecto de resentirse (tener un enojo o pesar por algo). El resentimiento se refleja en diversos sentimientos y actitudes, como la hostilidad hacia algo o alguien, la ira no resuelta sobre un acontecimiento, el enfurecimiento o la incapacidad para perdonar. Podemos decir, que el resentimiento es la evidencia clara de que no estamos eligiendo llevar a cabo nuestra función en este mundo, la de perdonar. 

El resentimiento es la continuación de un sentimiento negativo. Una persona puede enojarse con otra y sentir odio o ira durante un tiempo. Si dicho odio no cede, puede hablarse de resentimiento. La única forma de que el resentimiento se vaya es a través del perdón o de la aceptación de las situaciones.


Ejemplo-Guía: "Siento resentimiento por..."
 

Esta lección es muy específica y práctica a la hora de orientar nuestra atención sobre uno de los argumentos más utilizados por el ego.  

La religión, en su noble propósito de servirnos de guía hacia la salvación, nos ha legado una información que da lugar a la confusión, y, lo que considero más importante, al resentimiento. ¿Por qué? 

Sencillamente, porque nos ha llevado a juzgar a Dios, porque nos ha presentado un aspecto de la divinidad que no es real, ni amoroso, el rostro del rigor y del castigo.

La lectura del Antiguo Testamento está repleta de escenas en las que Dios castiga los "pecados" de los hombres. 

La visión de un Dios vengativo, de un Dios castigador, de un Dios que decidió expulsar a su Hijo del Paraíso, en vez de perdonar su acción, ha quedado inscrita en la memoria subconsciente de la humanidad, de tal modo, que no podemos menos que sentir temor cuando nuestras acciones nos llevan a creer en el pecado. 

¿Cómo vamos a sentir amor por aquel que nos priva de la abundancia y de la felicidad?

¿Cómo vamos a sentir amor por aquel que nos ha mandado a trabajar para ganar, con el sudor de la frente, el pan de cada día?

¿Cómo vamos a perdonar a aquel que no nos ha perdonado y al que hemos identificado como el causante de nuestras desdichas? 

En verdad, nuestros resentimientos no son en contra de Dios, sino contra nosotros mismos, por creernos desmerecedores del amor de nuestro Padre.

En verdad, nuestros resentimientos no son en contra de Dios, sino contra nosotros mismos, por creernos pecadores, por creernos que hemos ofendido a nuestro Creador. 

En verdad, el mundo que hemos inventado, siguiendo nuestra propia iniciativa, es un mundo al que le hemos adjudicado el calificativo de "mundo de perdición". El cuerpo, la manifestación visible de nuestra fabricación, se ha convertido en causa de dolor, de pecado, de resentimiento, cuando en verdad no es causa de nada, sino efecto de una mente errada, que cree falsamente en el pecado, y que está "infectada" con el virus del miedo, de la culpa, del castigo, del rencor, de la ira, de la enfermedad, de la muerte, etc. 

Podemos decir que el mundo de la percepción nos ofrece un paisaje hostil, pues la moneda de cambio que impera en nuestras relaciones con él es el resentimiento, es decir, el sentimiento de culpa no resuelto, no perdonado. 

Bien, ahora toca realizar el ejercicio de autoanálisis que ha de favorecer nuestro autoconocimiento y nuestra liberación del pasado. 

La pregunta es fácil de plantear, pero exige honestidad en su respuesta: ¿qué o quién te causa resentimiento? 

La curación del resentimiento nos ofrece la oportunidad de realizar conscientemente la función que tenemos encomendada: perdonar.

  • Siento resentimiento hacia Dios: Si soy el Hijo de Dios, estoy, realmente, sintiendo resentimiento y odio hacia mí mismo. En este instante santo, hago consciente en mí la esencia del perdón y lo extiendo hacia toda la Filiación, pues, en la Filiación, veo el rostro de Dios y el mío propio.

Tal vez prefieras ser más concreto y desees identificar a aquellos que, con nombres y apellidos, son víctimas de tu resentimiento:

  • Siento un profundo resentimiento hacia mi padre, pues me ha causado mucho daño.
  • No podré perdonar jamás a mi pareja; me abandonó y me engañó con otro hombre.
  • No podré perdonar a la vida; se llevó a mi hijo cuando apenas tenía 5 años.
  • Jamás podré perdonar a los causantes de los atentados que provocaron la muerte de tantos inocentes.

Podríamos añadir otros resentimientos. Ese trabajo es el que debemos realizar cada uno de nosotros. Debemos recordar, siempre, que no hay distintos niveles de resentimientos. No hay resentimientos leves y resentimientos graves. Todos ellos tienen una misma causa y se encuentra en nuestra mente errada: el miedo ha sustituido al amor.


Reflexión: Recordar que el "otro" forma parte de mí me ayuda a conocerme.