sábado, 8 de febrero de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 39

LECCIÓN 39

Mi santidad es mi salvación.

1. Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál es su opuesto? 2Al igual que el texto para el que este libro de ejercicios fue escrito, las ideas que se usan en los ejercicios son muy simples, muy claras y están totalmente exentas de ambigüedad. 3No estamos interesados en proezas intelectuales ni en juegos de lógica. 4Estamos interesados únicamente en lo que es muy obvio, lo cual has pasado por alto en las nubes de complejidad en las que piensas que piensas.

2. Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál es su opuesto? 2Ésta, sin duda, no es una pregunta difícil. 3La vacilación que tal vez sientas al contestarla no se debe a la ambigüedad de la pregunta. 4Pero ¿crees acaso que la culpabilidad es el infierno? 5Si lo creyeses, verías de inmediato cuán directo y simple es el texto, y no necesitarías un libro de ejercicios en absoluto. 6Nadie necesita practicar para obtener lo que ya es suyo.

3. Hemos dicho ya que tu santidad es la salvación del mundo. 2¿Y qué hay de tu propia salvación? 3No puedes dar lo que no tienes. 4Un salvador tiene que haberse salvado. 5¿De qué otro modo, si no, podría enseñar lo que es la salvación? 6Los ejercicios de hoy van dirigidos a ti, en reconocimiento de que tu salvación es crucial para la salvación del mundo. 7A medida que apliques los ejercicios a tu mundo, el mundo entero se beneficiará.

4. Tu santidad es la respuesta a toda pregunta que jamás se haya hecho, se esté haciendo ahora o se haga en el futuro. 2Tu santidad significa el fin de la culpabilidad y, por ende, el fin del infierno. 3Tu santidad es la salvación del mundo, así como la tuya. 4¿Cómo podrías tú -a quien le pertenece tu santidad- ser excluido de ella? 5Dios no conoce lo profano. 6¿Sería posible que Él no conociese a Su Hijo?

5. Se te exhorta a que dediques cinco minutos completos a cada una de las cuatro sesiones de práctica más largas de hoy, y a que esas sesiones sean más frecuentes y de mayor duración. 2Si quieres exceder los requisitos mínimos, se recomienda que lleves a cabo más sesiones en vez de sesiones más largas, aunque sugerimos ambas cosas.

6. Empieza las sesiones de práctica como de costumbre, repitiendo la idea de hoy para tus adentros. 2Luego, con los ojos cerrados  explora tu mente en busca de pensamientos que no sean amorosos en cualquiera de las formas en que puedan presentarse: desasosiego, depresión, ira, miedo, preocupación, ataque, inseguridad, etc. 3No importa en qué forma se presenten, no son amorosos  y, por lo tanto, son temibles. 4De ellos, pues, es de los que necesitas salvarte.

7. Todas las situaciones, personalidades o acontecimientos específicos que asocies con pensamientos no amorosos de cualquier clase constituyen sujetos apropiados para los ejercicios de hoy. 2Es imperativo para tu salvación que los veas de otra manera. 3Impartirles tu bendición es lo que te salvará y lo que te dará la visión.

8Lentamente, sin hacer una selección consciente y sin poner un énfasis indebido en ninguno en particular, escudriña tu mente en busca de todos aquellos pensamientos que se interponen entre tu salvación y tú. 2Aplica la idea de hoy a cada uno de ellos de esta manera:

3Mis pensamientos no amorosos acerca de _____ me mantienen en el infierno.
4Mi santidad es mi salvación.

9. Quizá estas sesiones de práctica te resulten más fáciles si las intercalas con varias sesiones cortas en las que simplemente repites muy despacio la idea de hoy varias veces en silencio. 2Te puede resultar útil asimismo incluir unos cuantos intervalos cor­tos en los que sencillamente te relajas y no pareces estar pensando en nada. 3Mantener la concentración es muy difícil al principio. 4Sin embargo, se irá haciendo cada vez más fácil a medida que tu mente se vuelva más disciplinada y menos propensa a distraerse.

10Entretanto, debes sentirte en libertad de introducir variedad en las sesiones de práctica en cualquier forma que te atraiga hacerlo. 2Mas no debes cambiar la idea en sí al variar el método de aplicación. 3Sea cual sea la forma en que elijas usarla, la idea debe expresarse de tal manera que su significado sea el hecho de que tu santidad es tu salvación. 4Finaliza cada sesión de práctica repitiendo una vez más la idea en su forma original y añadiendo:

5Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál es su opuesto?

11. En las aplicaciones más cortas, que deben llevarse a cabo unas tres o cuatro veces por hora o incluso más si es posible, puedes hacerte a ti mismo esa pregunta o repetir la idea de hoy, pero preferiblemente ambas cosas. 2Si te asaltan tentaciones, una varia­ción especialmente útil de la idea es:

3Mi santidad es mi salvación de esto.


¿Qué me enseña esta lección?

No se puede dar lo que no se tiene. Es muy importante tomar consciencia de esta verdad, en el mundo con el que estamos identificados, el mundo del sueño y de la ilusión, pues nos permitirá ver que estamos dando lo que tenemos, es decir, estamos experimentando aquello que creemos ser.

Si en nuestra vida nos encontramos con el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, debemos preguntarnos en qué lugar de nuestra mente se encuentra la causa que da origen a ese tipo de emociones.

Sí, descubriremos que la causa del dolor se encuentra en la firme creencia en el pecado; en la firme creencia de que la culpa es la única vía que nos redime del castigo por haber perdido nuestra impecabilidad. Y de este modo, damos lo que tenemos, compartimos y proyectamos culpabilidad; infligimos dolor en nombre de la justicia; enfermamos para poder darnos cuenta de que en nuestra vida no existe coherencia.

Para poder salvar el mundo, es preciso que nos salvemos a nosotros mismos y, para ello, la única vía es la santidad, es decir, liberarnos de la creencia de la culpa y del pecado, recuperar nuestro estado de Pureza e Impecabilidad. En definitiva, despertar del sueño de la separación, de la dualidad y ver con los ojos del Espíritu, el cual nos mostrará la Visión Verdadera, la Visión de la Unidad.

En la medida en que extendamos sobre nuestras percepciones nuestra santidad, estaremos perdonando nuestro sentimiento egoísta basado en el ataque, como consecuencia del miedo que nos causa la experiencia de la unidad.

Aplicarnos la santidad nos permitirá ver la santidad en nuestros hermanos.

 

Ejemplo-Guía: "Sobre los atentados y las guerras"

Retomo el ejemplo elegido para la lección de ayer, pues nos permitirá ahondar en la idea expuesta a lo largo del contenido de la misma.

Desear ver las cosas con los ojos del cuerpo físico, con los argumentos del ego, tan sólo nos llevará al juicio condenatorio y a la incomprensión de lo percibido. Identificado plenamente con los efectos, descartará que la causa de lo ocurrido tenga nada que ver consigo mismo. El mecanismo utilizado, habitualmente, para percibir el mundo, la proyección, le permitirá perpetuar ese error al identificar a los culpables de las matanzas, a los que pondrá nombres y apellidos.

La variable que introduce la lección de hoy nos invita a dirigir toda nuestra atención hacia nuestro mundo interno, y lo hace por una sencilla razón: nadie puede dar lo que no tiene. No podemos expandir nuestra santidad y salvar el mundo, si no somos conscientes de que somos santos, de que somos el Hijo de Dios.

Os invito, desde el corazón y desde la honestidad, a escudriñar vuestra mente. Observa tus pensamientos e intenta identificar aquellos que se encuentren teñidos de ira, de odio, de rencor, de resentimiento, de dolor, de miedo, de tristeza, de culpa, de envidia, etc.

Tal vez asocies ese sentimiento con alguien en particular o con una situación en concreto. La pregunta que debemos hacernos es: ¿dónde se encuentra el odio, en la persona que te lo hace despertar o en tu mente? El hecho de que tengas una experiencia de relación violenta, donde se percibe el odio, no debe oscurecer tu entendimiento llevándote a justificar ese sentimiento en base a la culpa del otro.

Cuando el odio adquiere dimensiones colectivas, en las que no nos sentimos directamente implicados, nos lleva a olvidar que, en realidad, todos colaboramos, en alguna medida, a alimentar que dicha experiencia tenga lugar. El pensamiento busca afinidad en otros pensamientos y llega un momento en que se escenifica mostrándonos el rostro de nuestra criatura, a la que negaremos nuestra paternidad.

Es preciso aplicar el antídoto del perdón en nuestras heridas particulares. Si no nos perdonamos, si no somos capaces de limpiar nuestro odio, rencor, resentimientos, etc., no conseguiremos salvarnos, ni ayudar a otros en el proceso de salvación.

Ya tuvimos ocasión de describir en la lección anterior el camino que debemos andar para alcanzar esa puerta maravillosa que ha de conducirnos a la salvación. Ofrezcamos al Espíritu Santo nuestra mente, para que su Luz la guíe hacia la rectitud y nos permita percibir el mundo de una manera correcta, haciéndonos totalmente conscientes de que somos los únicos soñadores del sueño.

Reflexión: No se puede dar lo que no se tiene.

viernes, 7 de febrero de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 38

LECCIÓN 38

No hay nada que mi santidad no pueda hacer.

1. Tu santidad invierte todas las leyes del mundo. 2Está más allá de cualquier restricción de tiempo, espacio, distancia, así como de cualquier clase de límite. 3El poder de tu santidad es ilimitado porque te establece a ti como Hijo de Dios, en unión con la Mente de su Creador.

2. Mediante tu santidad el poder de Dios se pone de manifiesto. 2Mediante tu santidad el poder de Dios se vuelve accesible. 3Y no hay nada que el poder de Dios no pueda hacer. 4Tu santidad, por lo tanto, puede eliminar todo dolor, acabar con todo pesar y resolver todo problema. 5Puede hacer eso en conexión contigo o con cualquier otra persona. 6Tiene el mismo poder para ayudar a cualquiera porque su poder para salvar a cualquiera es el mismo.

3. Si tú eres santo, también lo es todo lo que Dios creó. 2Tú eres santo porque todas las cosas que Él creó son santas. 3todas las cosas que Él creó son santas porque tú eres santo. 4En los ejercicios de hoy vamos a aplicar el poder de tu santidad a cualquier clase de problema, dificultad o sufrimiento que te venga a la mente tanto si tiene que ver contigo como con otro. 5No haremos distinciones porque no hay distinciones.

4. En las cuatro sesiones de práctica más largas, que preferiblemente han de tener una duración de cinco minutos completos cada una, repite la idea de hoy, cierra los ojos, y luego escudriña tu mente en busca de cualquier sensación de pérdida o de cualquier clase de infelicidad tal como la percibas. 2Trata, en la medida de lo posible, de no hacer distinciones entre las situaciones que son difíciles para ti y las que son difíciles para otro. 3Identifica la situación específicamente, así como el nombre de la persona en cuestión. 4Usa el siguiente modelo al aplicar la idea de hoy:

5En esta situación con respecto a _____ en la que me veo envuelto, no hay nada que mi santidad no pueda hacer.
6En esta situación con respecto a _____ en la que se ve envuelto, no hay nada que mi santidad no pueda hacer.

5. De vez en cuando puedes variar este procedimiento si así lo deseas y añadir algunos de tus propios pensamientos que vengan al caso. 2Podrías, por ejemplo, incluir pensamientos tales como:

3No hay nada que mi santidad no pueda hacer porque el poder de Dios reside en ella.

4Introduce cualquier variación que quieras, pero mantén los ejercicios centrados en el tema: "No hay nada que mi santidad no pueda hacer”. 5El propósito de los ejercicios de hoy es comenzar a inculcarte la sensación de que tienes dominio sobre todas las cosas por ser quien eres.

6. En las aplicaciones cortas y más frecuentes, aplica la idea en su forma original, a no ser que surja o te venga a la mente algún problema en particular que tenga que ver contigo o con otra persona2En ese caso, usa la forma más específica.

¿Qué me enseña esta lección?

La santidad es nuestra verdadera condición, pues es el Estado de Ser que hemos heredado de nuestro Creador. Somos el santo Hijo de Dios. La Santidad de nuestro Padre nos hace legítimos herederos de Su condición sagrada.

Ser conscientes de nuestra santidad nos hace portadores de los Atributos Divinos, lo cual nos capacita para ponerlos de manifiesto a través de nuestra acción creadora. El Poder de Dios no tiene límites y somos portadores potenciales de ese Poder, por lo que, cuando expandimos dicha virtud, podemos poner fin a cualquier pesar, cualquier dolor, cualquier conflicto, que se haya proyectado en el mundo de la percepción.

A diferencia del ego, la toma de consciencia de la propia identidad santa nos permite ver esa cualidad anímica en nuestros hermanos, de tal modo que podemos disolver cualquier estado de miedo, culpa o separación, los cuales dan lugar a estados de enfermedad y dolor.

La Unidad y el Amor Incondicional, atributos de nuestro Ser Santo, son como una luz que tiene el poder de disipar la oscuridad en el mundo.

Somos Maestros de Dios, pero para ejercer como tal, debemos poner nuestra mente al servicio de nuestra divinidad interna. La Santidad, lo hemos dicho más arriba, es nuestra verdadera condición, la cual se encuentra oculta por la densa niebla que el miedo proyecta ante nuestros ojos físicos. La creencia en la identidad del cuerpo limita nuestra conciencia a una única vía de aprendizaje, la que nos aporta la percepción. Desde esa perspectiva, vemos un mundo separado y limitado por el espacio y el tiempo. El devenir de los días se traduce en un único objetivo, “sobrevivir” la vida, en vez de vivir la vida.

La sobrevivencia está caracterizada por el deseo de poseer y tener, por el deseo de competir y atacar. Es la ley del más fuerte. Se trata de una senda angosta y repleta de obstáculos que nos lleva a estar permanentemente atentos a no perder lo que tenemos. Esa actitud tiene un desgaste tremendo, pues nunca tiene límites. Cuanto más tenemos, más queremos y, lo que tenemos, lo protegeremos con nuestras vidas. Es un camino de infelicidad y falta de armonía. Es un camino de dolor y sufrimiento.

Mientras que la santidad es la expansión del amor, de la dicha, de la felicidad y de la plenitud divina, la sobrevivencia del ego es la proyección del miedo, de la desdicha, de la infelicidad, de la escasez, de la enfermedad y de la muerte.

La santidad nos mantiene unidos en la Consciencia Una de la Filiación. La sobrevivencia nos mantiene separados en la identificación con la conciencia individual que nos aporta el cuerpo.

La santidad es eterna y no responde a las leyes limitantes del espacio y del tiempo. La sobrevivencia es temporal y responde a las leyes del espacio y del tiempo. Mientras que una expresión de nuestra santidad da vida al milagro, al deshacimiento del error, y pone fin al dolor, al sufrimiento que se encuentra en nuestra mente y que da lugar a la percepción de ese dolor y de ese sufrimiento en nuestras vidas, la proyección de nuestro deseo individualista da lugar a la escasez y a la necesidad, pues ha perdido la conexión que lo mantiene unido a la abundancia con la que le ha creado su Hacedor.

Dios sabe que Su Hijo es completamente impecable, pero en nuestro estado actual, se percibe como culpable. Si Dios sabe que Su Hijo no puede sufrir dolor alguno, es una blasfemia percibir sufrimiento en cualquier parte. Si Dios sabe que Su Hijo es completamente dichoso, es una blasfemia sentirse deprimido. Todas estas ilusiones y las múltiples formas que la blasfemia puede adoptar son negativas a aceptar la creación tal como es. Si Dios creó a Su Hijo perfecto, así es como debemos aprender a considerarlo para que podamos conocer su realidad.

Cuán lejos están estas palabras de la realidad que percibimos. El mundo, ante la experiencia del sufrimiento, llega a pensar que Dios es cruel con Su Hijo.

UCDM nos revela sobre este particular:

“El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido. Contempla detenidamente este mundo y te darás cuenta de que así es. Pues este mundo es el símbolo del castigo, y todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte. Los niños vienen al mundo con dolor y a través del dolor. Su crecimiento va acompañado de sufrimiento y muy pronto aprenden lo que son las penas, la separación y la muerte. Sus mentes parecen estar atrapadas en sus cerebros, y sus fuerzas parecen decaer cuando sus cuerpos se lastiman. Parecen amar, sin embargo, abandonan y son abandonados. Parecen perder aquello que aman, la cual es quizá la más descabellada de todas las creencias. Y sus cuerpos se marchitan, exhalan el último suspiro, se les da sepultura y dejan de existir. Ni uno solo de ellos ha podido dejar de creer que Dios es cruel” (T-13.In.2:2-11).

“Si éste fuese el mundo real, Dios sería ciertamente cruel. Pues ningún Padre podría someter a Sus hijos a eso como pago por la salvación y al mismo tiempo ser amoroso. El amor no mata para salvar. Si lo hiciese, el ataque sería la salvación, y ésta es la interpretación del ego, no la de Dios. Sólo el mundo de la culpabilidad podría exigir eso, pues sólo los que se sienten culpables podrían concebirlo. El "pecado" de Adán no habría podido afectar a nadie, si él no hubiese creído que fue el Padre Quien le expulsó del paraíso. Pues a raíz de esa creencia se perdió el conocimiento del Padre, ya que sólo los que no le comprenden podían haber creído tal cosa” (T-13.In.3:1-7).

Cuánto dolor transportamos sobre nuestro sistema de creencias. Diría que se hace urgente acelerar el despertar de la consciencia, aunque este despertar siempre debe ser dentro de uno mismo, y por muchas ganas que tengamos de despertar a los demás, debemos respetar su libre albedrío. Lo importante es encender la llama de nuestra cerilla y mantenerla encendida para que aquellos que buscan encender la suya encuentren un lugar dónde hacerlo.

Entonces, ¿cómo debemos actuar ante el sufrimiento del mundo? Esta es una cuestión que muchos nos hacemos pensando que debemos ayudar a los demás.

Quiero recurrir una vez más al Curso para extraer información que nos ayudará a dar respuesta a la cuestión planteada. En el Capítulo 16, punto I, nos habla del significado de la "verdadera empatía":

“Sentir empatía no significa que debas unirte al sufrimiento, pues el sufrimiento es precisamente lo que debes negarte a comprender. Unirse al sufrimiento de otro es la interpretación que el ego hace de la empatía, de la cual siempre se vale para entablar relaciones especiales en las que el sufrimiento se comparte. La capacidad de sentir empatía le es muy útil al Espíritu Santo, siempre que permitas que Él la use a Su manera. La manera en que Él la usa es muy diferente. Él no comprende el sufrimiento, y Su deseo es que enseñes que no es comprensible. Cuando se relaciona a través de ti, Él no se relaciona con otro ego a través del tuyo. No se une en el dolor, pues comprende que curar el dolor no se logra con intentos ilusorios de unirte a él y de aliviarlo compartiendo el desvarío” (T-16.I.1:1-7).

“La prueba más clara de que la empatía, tal como el ego la usa, es destructiva, reside en el hecho de que sólo se aplica a un determinado tipo de problemas y a ciertos individuos. Él mismo los selecciona y se une a ellos. Pero nunca se une a nada, excepto para fortalecerse a sí mismo. Al haberse identificado con lo que cree entender, el ego se ve a sí mismo y procura expandirse compartiendo lo que es como él. No dejes que esta maniobra te engañe, El ego siempre utiliza la empatía para debilitar, y debilitar es atacar. Tú no sabes lo que es la empatía. Pero de esto puedes estar seguro: sólo con que te sentases calmadamente y permitieses que el Espíritu Santo se relacionase a través de ti, sentirías empatía por la fortaleza, y, de este modo, tu fortaleza aumentaría, y no tu debilidad” (T-16.I.2:1-7).

 

Ejemplo-Guía: "Sobre los atentados y las guerras"

No he creído necesario ponerles "nombre y apellidos" a los atentados. En este caso, lo verdaderamente importante es reflexionar sobre los efectos, es decir, sobre el dolor que se percibe como consecuencia de un atentado o de una guerra.

Desde la visión del ego, nuestra respuesta ante tales hechos puede adquirir una gama extensa de matices, desde la condenación al deseo de venganza. En verdad, no importa mucho el matiz, pues todos ellos se fundamentan en un mismo error: lo ven con los ojos de la separación y, desde esa perspectiva, no encontraremos nunca el sentido profundo de la experiencia, es decir, desde el ahogo de las emociones impregnadas en la ira y en el sufrimiento, no podremos ver la única realidad. No es el efecto el que debemos sanar, sino la causa y, para ello, debemos mirar todos y cada uno en nuestro interior y buscar dónde se encuentra en nosotros la ira, el odio, el miedo, esos mismos sentimientos que han llevado a los demás a causar esa experiencia.

Desde la visión del Espíritu, nuestra respuesta ante tales hechos tan sólo tiene un camino: ponerlo en manos del Espíritu Santo.

“El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. No importa cuál sea la forma del ataque, eso sigue siendo verdad. No importa quién desempeñe el papel de enemigo y quién el de agresor, eso sigue siendo verdad. No importa cuál parezca ser la causa de cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue siendo verdad. Pues no reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño” (T-27.VIII.10:1-6).

“Basta con que aprendas esta lección para que te libres de todo sufrimiento, no importa la forma en que éste se manifieste. El Espíritu Santo repetirá esta lección inclusiva de liberación hasta que la aprendas, independientemente de la forma de sufrimiento que te esté ocasionando dolor. Esta simple verdad será Su respuesta, sea cual sea el dolor que lleves ante Él. Pues esta respuesta elimina la causa de cualquier forma de pesar o dolor. La forma no afecta Su respuesta en absoluto, pues Él quiere mostrarte la única causa de todo sufrimiento, no importa cuál sea su forma. Y comprenderás que los milagros reflejan esta simple afirmación: "Yo mismo fabriqué esto, y es esto lo que quiero deshacer" (T-27.VIII.11:1-6).

“Lleva, pues, toda forma de sufrimiento ante Aquel que sabe que cada una de ellas es como las demás. Él no ve diferencias donde no las hay, y te enseñará cuál es la causa de todas ellas. Ninguna tiene una causa diferente de las demás, y todas se deshacen fácilmente con una sola lección que realmente se haya aprendido. La salvación es un secreto que sólo tú has ocultado de ti mismo. Así lo proclama el universo. Pero haces caso omiso de sus testigos porque de lo que ellos dan testimonio es algo que prefieres no saber. Parecen mantenerla oculta de ti. Sin embargo, no necesitas sino darte cuenta de que fuiste tú quien eligió no escuchar ni ver” (T-27.VIII.12:1-9).

“¡Qué diferente te parecerá el mundo cuando reconozcas esto! Cuando le perdones al mundo tu culpabilidad, te liberarás de ella. Su inocencia no exige que tú seas culpable, ni tu inocencia se basa en sus pecados. Esto es obvio, y es un secreto que no le has ocultado a nadie salvo a ti mismo. Y es esto lo que te ha mantenido separado del mundo y lo que ha mantenido a tu hermano separado de ti. Ahora sólo necesitas reconocer que los dos sois o inocentes o culpables. Lo que es imposible es que seáis diferentes el uno del otro; o que seáis ambas cosas. Este es el único secreto que aún te queda por aprender. Mas no será un secreto que has sanado” (T.27.VIII.13:1-9).

Hemos dicho a lo largo de esta lección que la santidad nos sitúa más allá del espacio y del tiempo. Aplicar la santidad ante vivencias de sufrimiento y dolor se convierte en una oportunidad para acelerar el final de los tiempos. La santidad se expresa a través del perdón, la única puerta que nos conduce a la salvación.

“¿Cuán dispuesto estás a perdonar a tu hermano? ¿Hasta qué punto deseas la paz en lugar de los conflictos interminables, el sufrimiento y el dolor? Estas preguntas son en realidad la misma pregunta, aunque formuladas de manera diferente. En el perdón reside tu paz, pues en él radica el fin de la separación y del sueño de peligro y destrucción, de pecado y muerte, de locura y asesinato, así como de aflicción y pérdida. Éste es el "sacrificio" que pide la salvación, y, a cambio de todo ello, gustosamente ofrece paz” (T-29.VI.1:1-5).

Reflexión: Soy el Santo Hijo de Dios y mi Santidad me hace un Ser Ilimitado.

Capítulo 18. IV. La pequeña dosis de buena voluntad (1ª parte).

IV. La pequeña dosis de buena voluntad (1ª parte).

1. El instante santo es el resultado de tu decisión de ser santo. 2Es la respuesta. 3Desearlo y estar dispuesto a que llegue precede su llegada. 4Preparas tu mente para él en la medida en que recono­ces que lo deseas por encima de todas las cosas. 5No es necesario que hagas nada más; de hecho, es necesario que comprendas que no puedes hacer nada más. 6No te empeñes en darle al Espíritu Santo lo que Él no te pide, o, de lo contrario, creerás que el ego forma parte de Él y confundirás a uno con otro. 7El Espíritu Santo pide muy poco. 8Él es Quien aporta la grandeza y el poder. 9Él se une a ti para hacer que el instante santo sobrepase con mucho tu entendimiento. 10Darte cuenta de lo poco que tienes que hacer es lo que le permite a Él dar tanto.

Este punto refuerza dos de los principios que considero más importantes dentro de la enseñanza que nos aporta Un Curso de Milagros. Por un lado, la elección. ¿Por qué es importante esta idea? Sencillamente, porque detrás de ese pensamiento se encuentra el Principio más elevado que hemos heredado de nuestro Creador: la voluntad. 

Si utilizamos la voluntad en la dirección opuesta a la de nuestro Creador, obtendremos una visión diferente a la que compartimos cuando ambas voluntades son una. La consecuencia de elegir ver de manera diferente a la de Dios nos lleva a percibir ilusoriamente y a olvidar nuestra verdadera identidad.

Cuando decidimos hacer la Voluntad de Dios, cuando elegimos ver desde Su Mente, estamos creando la realidad, lo verdadero y eterno. Como bien nos dice este apartado, el instante santo es el resultado de nuestra decisión de ser santos. Es la respuesta de dicha elección.

El otro principio al que me refería más arriba es el amor. La cualidad del amor es expansión. El amor siempre da y no pide nada a cambio, pues el amor es compleción, es totalidad, es abundancia, es plenitud, es infinito. El instante santo es el resultado de elegir amar, y no es necesario que hagamos nada más. El regalo que obtenemos por nuestra pequeña dosis de buena voluntad es la respuesta del Espíritu Santo, o lo que es lo mismo, la Expiación de todos nuestros errores y la visión Crística de la Unidad.

2. No confíes en tus buenas intenciones, 2pues tener buenas intenciones no es suficiente. 3Pero confía implícitamente en tu buena voluntad, independientemente de lo que pueda presen­tarse. 4Concéntrate sólo en ella y no dejes que el hecho de que esté rodeada de sombras te perturbe. 5Esa es la razón por la que viniste. 6Si hubieses podido venir sin ellas no tendrías necesidad del instante santo. 7No vengas a él con arrogancia, dando por sentado que tienes que alcanzar de antemano el estado que sólo su llegada produce. 8El milagro del instante santo reside en que estés dispuesto a dejarlo ser lo que es. 9Y en esa muestra de buena voluntad reside también tu aceptación de ti mismo tal como Dios dispuso que fueses.

La voluntad puede servir al error y lo hace cuando decide no amar, o puede servir a la verdad cuando su visión es la unidad. Cuando este punto nos dice que no confiemos en nuestras buenas intenciones, nos está advirtiendo que la voluntad debe dirigir al deseo, pues si es el deseo el que dirige a nuestra voluntad, nos seducirá para que sirvamos al ego y será entonces cuando todas nuestras buenas intenciones quedarán "en agua de borrajas".

Cuando es nuestra voluntad la que gobierna y dirige al deseo, entonces nuestra elección será firme y aceptada íntegramente, lo que nos permitirá lograr nuestra meta.

3. La humildad jamás te pedirá que te conformes con la peque­ñez. 2Pero sí requiere que no te conformes con nada que no sea la grandeza que no procede de ti. 3La dificultad que tienes con el instante santo procede de tu arraigada convicción de que no eres digno de él. 4¿Y qué es eso, sino la decisión de ser lo que tú quisie­ras hacer de ti mismo? 5Dios no creó Su morada indigna de Él. 6si crees que Él no puede entrar allí donde desea estar, debes estar oponiéndote a Su Voluntad. 7No es necesario que la fuerza de tu buena voluntad proceda de ti, sino únicamente de Su Voluntad.

El ego es un experto en manipular el pensamiento de modo que nos lleva a dudar de nuestra santidad utilizando argumentos y argucias propias de su sistema de pensamiento. 

Las tentaciones procedentes de la naturaleza instintiva que gobierna: la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza, nos las presenta nuestra mente, invitando a nuestra naturaleza santa a dudar de ella. Ello nos lleva a confundir la humildad con la soberbia; la generosidad con la avaricia; la castidad con la lujuria; la paciencia con la ira; la templanza con la gula; la caridad con la envidia y la diligencia con la pereza.

¿Acaso Dios no es poderoso? ¿Acaso no hemos sido creados a Su imagen y semejanza? Entonces, ¿por qué dudas de tu grandeza?

4. El instante santo no procede únicamente de tu pequeña dosis de buena voluntad. 2Es siempre el resultado de combinar tu buena voluntad con el poder ilimitado de la Voluntad de Dios. 3Te equivocabas cuando pensabas que era necesario que te preparases para Él. 4Es imposible hacer arrogantes preparativos para la santi­dad sin creer que es a ti a quien le corresponde establecer las condiciones de la paz. 5Dios las ha establecido ya. 6Dichas condi­ciones no dependen de tu buena voluntad para ser lo que son. 7Tu buena voluntad es necesaria sólo para poder enseñarte lo que son. 8Si sostienes que no eres digno de aprender esto, estarás interfi­riendo en la lección al creer que tienes que hacer que el alumno sea diferente. 9Tú no lo creaste ni tampoco puedes cambiarlo. 10¿Cómo ibas a obrar primero un milagro por tu cuenta, y luego esperar a que se haga uno por ti?

Así es, por mucho que nos cueste creerlo. Yo me encuentro entre los que movilizan su voluntad y sus deseos para elegir el camino que ha de llevarme a la salvación, que ha de permitirme sentir una persona buena, mejor que aquellos a los que juzgo malas personas, lo que me lleva a erigirme como su salvador, como su guía. Mis pasos me han llevado a formar parte de grupos de estudios que se proclaman seguidores de unas enseñanzas que les exigen hacer las cosas de una manera determinada para ser aceptados como parte del grupo. Tras esos muchos gestos, en ocasiones ritualísticos, se evidencia lo esencial: la ausencia de autoconocimiento.

Cuando se alcanza ese estado de consciencia en el que sabemos lo que realmente somos, nuestra ignorancia, la venda que cubre nuestros ojos, se cae, permitiéndonos ver nuestra desnudez, nuestra esencia, nuestra naturaleza espiritual, nuestra divinidad. En ese instante, nuestra voluntad no es otra que hacer la Voluntad de nuestro Padre. Ninguna otra verdad puede sustituir a esta verdad. 

jueves, 6 de febrero de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 37

LECCIÓN 37

Mi santidad bendice al mundo.

1. Esta idea contiene los primeros destellos de tu verdadera función en el mundo, o en otras palabras, la razón por la que estás aquí. 2Tu propósito es ver el mundo a través de tu propia santi­dad. 3De este modo, tú y el mundo sois bendecidos juntos. 4Nadie pierde; a nadie se le despoja de nada; todo el mundo se beneficia a través de tu santa visión. 5Tu santa visión significa el fin del sacrificio porque les ofrece a todos su justo merecido. 6él tiene derecho a todo, ya que ése es su sagrado derecho como Hijo de Dios.

2. No hay ninguna otra manera de poder eliminar la idea de sacrificio del pensamiento del mundo. 2Cualquier otra manera de ver inevitablemente exige el que algo o alguien pague. 3Como resultado de ello, el que percibe sale perdiendo. 4Y no tiene ni idea de por qué está perdiendo. 5Su plenitud, sin embargo, le es restaurada a su conciencia a través de tu visión. 6Tu santidad le bendice al no exigir nada de él. 7Los que se consideran a sí mismos completos no exigen nada.

3. Tu santidad es la salvación del mundo. 2Te permite enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo.

4. Hoy debes dar comienzo a las cuatro sesiones de práctica más largas -las cuales han de tener una duración de tres a cinco minutos cada una- repitiendo la idea de hoy, a lo cual ha de seguir un minuto más o menos en el que debes mirar a tu alrededor a medida que aplicas la idea a cualquier cosa que veas:

2Mi santidad bendice esta silla.
3Mi santidad bendice esa ventana.
4Mi santidad bendice este cuerpo.

5Luego cierra los ojos y aplica la idea a cualquier persona que te venga a la mente, usando su nombre y diciendo:

6Mi santidad te bendice, [nombre].

5. Puedes continuar la sesión de práctica con los ojos cerrados, o bien abrirlos de nuevo y aplicar la idea a tu mundo exterior si así lo deseas; puedes alternar entre aplicar la idea a cualquier cosa que veas a tu alrededor o a aquellas personas que aparezcan en tus pensamientos, o bien puedes usar cualquier combinación que prefieras de estas dos clases de aplicación. 2La sesión de práctica debe concluir con una repetición de la idea con los ojos cerrados, seguida inmediatamente por otra repetición con los ojos abiertos.

6. Los ejercicios más cortos consisten en repetir la idea tan a menudo como puedas. 2Resulta particularmente útil aplicarla en silencio a todas las personas con las que te encuentres, usando su nombre al hacerlo. 3Es esencial que uses la idea si alguien parece causar una reacción adversa en ti. 4Ofrécele la bendición de tu santidad de inmediato, para que así puedas aprender a conservarla en tu conciencia.

¿Qué me enseña esta lección?

Una vez que hemos tomado consciencia del Ser, la acción nos lleva a reconocer, en todos los seres que nos rodean, su verdadera Esencia, y la bendecimos en reconocimiento de hermandad y de unidad.

Bendecir es la expresión del verdadero conocimiento del Ser. Es la manifestación de la certeza de la unidad que relaciona a todos los seres. Es el pleno reconocimiento del Yo Espiritual.

UCDM, en el Capítulo 14, titulado "Las Enseñanzas en favor de la verdad", nos enseña lo siguiente:

“Sí, en verdad eres bendito. Mas en este mundo no te das cuenta de ello. No obstante, tienes los medios para aprender que lo eres y verlo claramente. El Espíritu Santo usa la lógica con tanta facilidad y eficacia como lo hace el ego, salvo que Sus conclusiones no son dementes. Éstas toman una dirección diametralmente opuesta y apuntan tan claramente hacia el Cielo como el ego apunta hacia las tinieblas y la muerte. Hemos examinado gran parte de la lógica del ego y hemos visto sus conclusiones lógicas. Y habiéndolas visto, nos hemos dado cuenta de que tales conclusiones no se pueden ver excepto en ilusiones, pues sólo ahí parece verse claramente su aparente claridad. Démosles la espalda ahora y sigamos la simple lógica que el Espíritu Santo utiliza para enseñar las sencillas conclusiones que hablan en favor de la verdad y sólo de la verdad” (T-14.In.1:1-8).

“Si eres bendito y no lo sabes, necesitas aprender que ciertamente lo eres. El conocimiento no es algo que se pueda enseñar, pero sus condiciones se tienen que adquirir, pues eso fue lo que desechaste. Puedes aprender a bendecir, pero no puedes dar lo que no tienes. Por lo tanto, si ofreces una bendición, primero te tiene que haber llegado a ti. Y tienes también que haberla aceptado como tuya, pues, de lo contrario, ¿cómo podrías darla? Por eso es por lo que los milagros dan testimonio de que eres bendito. Si perdonas completamente es porque has abandonado la culpabilidad, al haber aceptado la Expiación y haberte dado cuenta de que eres inocente. ¿Cómo ibas a percatarte de lo que se ha hecho por ti, sin tú saberlo, a menos que hicieses lo que no podrías sino hacer si se hubiese hecho por ti?” (T-14.I.1:1-8).

No podemos dar lo que no tenemos, no podemos bendecir al mundo si no encontramos nuestra conexión permanente con Dios, nuestro Creador, pues en esa visión recibimos la bendición de nuestra propia santidad. Sí, somos benditos porque Dios comparte su condición bendita con su Hijo. En este sentido, en el ámbito de la Filiación, todo pensamiento benévolo que cualquiera de nuestros hermanos abrigue en cualquier parte del mundo nos bendice. Lo que debería llevarnos a querer bendecirles, como muestra de agradecimiento.

¿Es necesario conocer a ese hermano? No, no es necesario que lo conozcamos personalmente, pues la luz del amor es tan potente que irradia a través de toda la Filiación.

La bendición es la manifestación de nuestra santidad y nuestra santidad es el reconocimiento de nuestra Divinidad. Recordar nuestra Esencia nos lleva a la visión de nuestro estado natural de grandeza y esa visión se traduce en el acto de bendecir porque nuestra grandeza es nuestra abundancia. Al bendecir, la conservamos en nuestra mente y nos mantenemos en plena conexión en la Mente de Dios.

¿Acaso ves alguna debilidad en el acto de bendecir a tu hermano? En respuesta a esta cuestión, UCDM no indica:

"No tengas miedo de bendecir, pues Aquel que te bendice ama al mundo y no deja nada en él que pueda ser motivo de miedo. Pero si te niegas a dar tu bendición, el mundo te parecerá ciertamente temible, pues le habrás negado su paz y su consuelo, y lo habrás condenado a la muerte" (T-27.V.4:5-6).

 

Ejemplo-Guía: "Todos los políticos son unos ladrones y unos mentirosos".

¿Estaríamos dispuestos a bendecir a los políticos que juzgamos como ladrones y mentirosos?

Para muchos, esta pregunta les puede parecer una tomadura de pelo y puede llevarlos a pensar que el que la ha hecho no puede estar bien de la cabeza. Sus argumentos son sólidos, pues tienen pruebas, más que evidentes, que los sitúan como dueños de la razón. El que la hace la paga es una reflexión compartida por ese pelotón humano que elige proyectar sobre el comportamiento ajeno su propio comportamiento interno.

Y pensarán: ¡Vaya!, esa afirmación ya es la gota que hace rebosar el vaso de la paciencia. Después de que somos las víctimas de las injusticias de los políticos, también tenemos que aceptar que nuestra crítica nos lleva a reconocer que somos tan culpables como ellos.

No es mi intención acusar a nadie. De hacerlo, estaría utilizando la visión de la mente dual que nos lleva a creer en la separación entre los seres. Yo practico la visión de la unicidad y elijo por voluntad propia ver a mis hermanos como partes de una misma Unidad, la que conforma la Filiación. Respeto todos los comportamientos, en la misma medida en que no condeno mis propios actos. Soy totalmente consciente de que cada uno de nosotros nos encontramos en una fase distinta dentro del proceso conciencial, pero en esencia, todos somos perfectos Hijos de Dios.

Esa visión me lleva a reconocer el juego de la mente dual, que nos lleva a proyectar sobre el mundo exterior el contenido de nuestros pensamientos. Esos pensamientos encuentran su misma onda vibratoria en los espejos representados por nuestros hermanos, los cuales, con su comportamiento, nos llevan a reconocer la calidad de nuestros propios pensamientos y sentimientos.

Como bien expresa UCDM: “O bien vemos la carne, o bien reconocemos el espíritu. En esto no hay términos medios. Si uno de ellos es real, el otro no puede sino ser falso, pues lo que es real niega a su opuesto. La visión no ofrece otra opción que ésta. Lo que decidimos al respecto determina todo lo que vemos y creemos real, así como todo lo que consideramos que es verdad. De esta elección depende todo nuestro mundo, pues mediante ella establecemos en nuestro propio sistema de creencias lo que somos: carne o espíritu. Si elegimos ser carne, jamás podremos escaparnos del cuerpo al verlo como nuestra realidad, pues nuestra decisión reflejará que eso es lo que queremos. Pero si elegimos el espíritu, el Cielo mismo se inclinará para tocar nuestros ojos y bendecir nuestra santa visión a fin de que no veamos más el mundo de la carne, salvo para sanar, consolar y bendecir” (T-31.VI.1:1-8).

Si condenamos a los políticos que hemos juzgado culpables, lo que realmente estamos haciendo es proyectar nuestra propia condena y, lo que es más importante, estamos compartiendo la creencia de que somos tan solo carne y la creencia en la separación.

Si en cambio elegimos bendecirlos, lo que estamos haciendo es reconocer nuestra gratitud hacia ellos, por servirnos como espejos en los cuales podemos ver reflejadas nuestras propias proyecciones.

Reflexión: ¿Mi manera de amar al mundo, es exigente?

Capítulo 18. III. Luz en el sueño (2ª parte).

III. Luz en el sueño (2ª parte).

4. Tú que tomas de la mano a tu hermano tomas también la mía, pues cuando os unisteis no estabais solos. 2¿Crees acaso que yo te iba a dejar en las tinieblas que acordaste abandonar conmigo? 3En tu relación radica la luz de este mundo. 4Y el miedo no puede sino desaparecer de tu vista ahora. 5No caigas en la tentación de arre­batar el regalo de la fe que le ofreciste a tu hermano. 6Lo único que conseguirías con ello sería asustarte a ti mismo. 7El regalo se dio para siempre, pues Dios Mismo lo aceptó. 8No puedes quitárselo ahora. 9Has aceptado a Dios. 10La santidad de tu relación quedó establecida en el Cielo. 11No entiendes lo que aceptaste, pero recuerda que tu entendimiento no es necesario. 12Lo único que se necesitó fue simplemente tu deseo de entender. 13Ese deseo fue el de ser santo. 14La Voluntad de Dios se te concede, 15pues lo único que deseas es lo que siempre tuviste o lo que siempre fuiste.

Si el uso de la voluntad fue el origen que dio lugar a la sustitución del amor por el miedo, de la luz por la oscuridad, del entendimiento por la ignorancia, igualmente, será por el uso de la voluntad dirigida correctamente que alcanzaremos nuestro verdadero estado de ser; es decir, el amor, la luz y el entendimiento sustituirán al miedo, a la oscuridad y a la ignorancia.

Proyectemos nuestra voluntad para satisfacer el cumplimiento del único deseo que es lícito, el de entender, el de conocernos tal y como Dios nos ha creado.

5. Cada instante que pasemos juntos te enseñará que este objetivo es posible, y fortalecerá tu deseo de alcanzarlo. 2en tu deseo reside su logro. 3Tu deseo está ahora completamente de acuerdo con todo el poder de la Voluntad del Espíritu Santo. 4Ningún paso corto y vacilante que des puede hacer que tu deseo se aparte de Su Voluntad o de Su fortaleza. 5Puedes estar tan seguro de que yo te llevo de la mano como de que tú estuviste de acuerdo en llevar de la mano a tu hermano. 6No os separaréis, pues yo estoy con voso­tros y camino con vosotros en vuestro avance hacia la verdad. 7Y dondequiera que vamos, llevamos a Dios con nosotros.

En apariencia, el acto de conocernos puede confundirse con una acción que potencia la individualidad. Pero es precisamente la ignorancia de lo que realmente somos lo que da lugar al egoísmo y a la falsa creencia en la separación. Cuando conozcamos nuestra verdadera realidad, descubriremos a nuestra divinidad, la cual alcanza su compleción en la Unidad de la Filiación.

6. Te has unido a mí en tu relación para llevarle el Cielo al Hijo de Dios, que se había ocultado en la oscuridad. 2Has estado dis­puesto a llevar la oscuridad a la luz, y eso ha fortalecido a todos los que quieren permanecer en la oscuridad. 3Los que quieran ver verán. 4Y se unirán a mí para llevar su luz a la oscuridad cuando la oscuridad que hay en ellos haya sido llevada ante la luz y eliminada para siempre. 5La necesidad que tengo de ti que te has unido a mí en la santa luz de tu relación, es la misma que tienes tú. 6¿Cómo no iba yo a darte a ti lo que tú me diste a mí? 7Pues en el momento en que te uniste a tu hermano, me respon­diste.

Al conocernos, descubrimos que nuestra meta, la salvación o retorno a Dios, tan solo es posible cuando vamos de la mano con nuestros hermanos. Ese estado de conciencia resume nuestra meta. No hay otro camino. Ese sello certifica que es el camino correcto, el único y verdadero. Cualquier otro camino, que no nos lleve a tomar consciencia de esta realidad, será un camino falso y servirá a la escuela de pensamiento del ego.

7. Tú que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar la luz a la oscuridad. 2La oscuridad en ti se llevó ante la luz. 3Lleva esa luz ahora a la oscuridad, desde el instante santo a donde llevaste tu oscuridad. 4Nos completamos cuando desea­mos completar. 5No dejes que el tiempo te preocupe, pues todo miedo que tú y tu hermano podáis experimentar procede real­mente del pasado. 6El tiempo ha sido reajustado para ayudarnos a lograr, juntos, lo que vuestros pasados separados habrían impe­dido. 7Habéis transcendido el miedo, pues dos mentes no pueden unirse en su deseo de amor sin que el amor se una a ellas.

El camino que hemos elegido, acompañado de nuestros hermanos, ya no está amenazado por el miedo, lo que significa que el tiempo deja de ser un obstáculo, pues ya no lo concebimos como el tránsito del pasado al futuro. Ahora, se colapsa en el instante presente, el único que nos brinda la oportunidad de nacer de nuevo espiritualmente. Cuando dos mentes se unen en el amor, ¡todo se ha consumado!

8Ni una sola luz en el Cielo deja de acompañaros. 2Ni uno solo de los rayos que brillan para siempre en la Mente de Dios deja de iluminaros. 3El Cielo se ha unido a vosotros en vuestro avance hacia Él. 4Si se han unido a vosotros luces tan potentes que infun­den a la pequeña chispa de vuestro deseo el poder de Dios Mismo, ¿cómo podríais vosotros seguir en la oscuridad? 5Tú y tu hermano estáis retornando a casa juntos, después de un largo e insensato viaje que emprendisteis por separado y que no os condujo a ninguna parte. 6Has encontrado a tu hermano, y cada uno de vosotros alumbrará el camino del otro. 7Y partiendo de esa luz, los Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la os­curidad y hacia adelante hasta Dios, para desvanecer con su res­plandor el pasado y así dar lugar a Su eterna Presencia, en la que todo resplandece en la luz.

La fuerza de la luz es expansiva y se extiende sin límite, contagiándolo todo a su paso. Si no se percibe dicha luz, es porque estamos eligiendo la oscuridad y no la dejamos entrar.

En muchas ocasiones, no somos receptores del amor que nos brindan aquellos que nos aman desinteresadamente. La única razón para que esto ocurra es porque no nos amamos. La fuerza de atracción requiere que las mentes se unan. Cuando ese estado se alcanza, sabremos aceptar el amor de los demás, sencillamente porque ese amor está en nuestro interior, o lo que es lo mismo, porque nos amamos y sabemos reconocer lo que es el amor.

Cuando un hermano responde con desprecio a nuestro amor, o simplemente lo rechaza, está mostrándonos el rostro del miedo. Por tal motivo, en estas situaciones nuestra mente no debe responder en su tonalidad, es decir, no debe rechazarlo igualmente, sino que debemos continuar llevándole nuestra luz. Los que quieran ver, verán.