sábado, 1 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 60

LECCIÓN 60

El repaso de hoy abarca las siguientes ideas:

1. (46) Dios es el Amor en el que perdono.


2Dios no perdona porque jamás ha condenado. 3Los que están libres de culpa no pueden culpar, y aquellos que han aceptado su inocencia no ven nada que tengan que perdonar. 4Con todo, el perdón es el medio por el cual reconoceré mi inocencia. 5Es el reflejo del Amor de Dios en la tierra. 6Y me llevará tan cerca del Cielo que el Amor de Dios podrá tenderme la mano y elevarme hasta Él.

2. (47) Dios es la fortaleza en la que confío.

2No es con mi propia fortaleza con la que perdono. 3Es con la fortaleza de Dios en mí, la cual recuerdo al perdonar. 4A medida que comienzo a ver, reconozco Su reflejo en la tierra. 5Perdono todas las cosas porque siento Su fortaleza avivarse en mí. 6Y empiezo a recordar el Amor que decidí olvidar, pero que nunca se olvidó de mí.

3. (48) No hay nada que temer.

2¡Cuán seguro me parecerá el mundo cuando lo pueda ver! 3No se parecerá en nada a lo que ahora me imagino ver. 4Todo el mundo y todo cuanto vea se inclinará ante mí para bendecirme. 5Reconoceré en todos a mi Amigo más querido. 6¿Qué puedo temer en un mundo al que he perdonado y que a su vez me ha perdonado a mí?

4. (49) La Voz de Dios me habla durante todo el día.

2No hay un solo momento en el que la Voz de Dios deje de apelar a mi perdón para salvarme. 3No hay un solo momento en el que Su Voz deje de dirigir mis pensamientos, guiar mis actos y con­ducir mis pasos. 4Me dirijo firmemente hacia la verdad. 5No hay ningún otro lugar adonde pueda ir porque la Voz de Dios es la única voz y el único guía que se le dio a Su Hijo.

5. (50) El Amor de Dios es mi sustento.

2Cuando escucho la Voz de Dios, Su Amor me sustenta. 3Cuando abro los ojos, Su Amor alumbra al mundo para que lo pueda ver. 4Cuando perdono, Su Amor me recuerda que Su Hijo es impeca­ble. 5cuando contemplo al mundo con la visión que Él me dio, recuerdo que yo soy Su Hijo.

¿Qué me enseñan estas afirmaciones?

Os dejo una batería de preguntas, a título de ejemplo, que nos pueden ayudar a reflexionar sobre cada uno de los apartados.

Dios es el Amor en el que perdono.
  • Amor y perdón son la expresión de una misma Fuerza: la Unidad manifestada por el Padre. Cuando vemos desde la Unidad, el perdón no es necesario, pues no percibiremos la culpa. En cambio, cuando vemos desde el ego, desde la división, el perdón es la única vía para retornar a nuestro verdadero origen. ¿Condenas o perdonas? Cuando perdonas, ¿lo haces porque te sientes superior al que consideras pecador? ¿Por qué necesitas perdonar? ¿Ves la inocencia? Si la ves, ¿por qué perdonas?
Dios es la fortaleza en la que confío.
  • Has recuperado tu verdadera identidad. Ya reconoces tu condición divina. Te has
    liberado de las cadenas que te mantenían prisionero de los falsos valores y ahora te ves como un ser poderoso, capaz de dirigir cada latido de tu corazón y cada emanación de tu mente. Ves tu Ser Divino. Bendito seas. ¿Permitirás que el miedo te prive de la paz? ¿Dudas de que nadie podrá hacerte daño si tú no le das ese poder? ¿En quién tienes puesta la confianza, en el ego o en Dios?
No hay nada que temer.
  • Mientras duermes, las pesadillas te producen temor. Te identificas con un mundo ilusorio e irreal. Te sientes atrapado y perdido en un laberinto de pensamientos y sentimientos divididos. ¡Despierta! y permite que la Luz penetre en todo tu Ser. Te verás tal y como eres; conocerás tu herencia y nunca más sentirás temor, porque eres un Hijo de Dios. ¿Cuáles son tus temores? ¿Qué miedos amenazan tu sueño? ¿Eres consciente de que eres el soñador de tus sueños? ¿Sabes que tienes el poder de elegir tener sueños felices?
La Voz de Dios me habla durante todo el día.
  • Acalla tus voces, esas que proceden de tus instintos, del mundo que has fabricado, al que has dado valor. Pon atención a la única Voz que no te confunde; la Voz que te revela quién eres; la Voz que te susurra el verdadero camino; la Voz que te permite salir de tu ignorancia. No te dejes confundir, pues esa es la única Voz. Es la Voz del Amor y el Espíritu Santo es su interlocutor. ¿Qué voz guía tus pasos? ¿Acaso crees que Dios no te habla permanentemente? ¿Acaso crees que tu vida sería posible sin el aliento de tu Creador? 
El Amor de Dios es mi sustento.
  • Decidiste ver por ti mismo y el conocimiento del mundo material se mostró a tus ojos. Desde entonces, quedaste embelesado por lo que ese mundo te ofrecía. Sentiste hambre y te saciaste con su alimento; sentiste sed y te embriagaste con sus licores; sentiste frío y te arropaste con sus prendas. Sentiste miedo y te vengas de él, atacándole. Nada de eso es amor, pues el amor da cohesión a la vida, y lo que atesoras como tus riquezas se autodestruye permanentemente. ¿Has probado crear un mundo donde el amor sea la única moneda de cambio? ¿Por qué te ves un ser necesitado y escaso, cuando tienes toda la abundancia y la plenitud del Creador a tu disposición? ¿Has olvidado que eres su Hijo? ¿Crees que Dios se encuentra separado de ti?

viernes, 28 de febrero de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 59

LECCIÓN 59

El repaso de hoy abarca las siguientes ideas:

1. (41) Dios va conmigo dondequiera que yo voy.

2¿Cómo puedo estar solo cuando Dios está siempre conmigo? 3¿Cómo puedo dudar o sentirme inseguro cuando en Él mora la perfecta certeza? 4¿Cómo puede haber algo que me pueda pertur­bar cuando Él mora en mí en paz absoluta? 5¿Cómo puedo sufrir cuando el amor y la dicha me rodean por mediación Suya? 6No he de abrigar ninguna ilusión con respecto a mí mismo. 7Soy perfecto porque Dios va conmigo dondequiera que yo voy.

2. (42) Dios es mi fortaleza. 2La visión es Su regalo.

3Hoy no recurriré a mis propios ojos para ver. 4Quiero estar dis­puesto a dejar de lado la lamentable ilusión de que puedo ver, e intercambiarla por la visión que Dios me da. 5La visión de Cristo es Su regalo y Él me lo ha dado. 6Hoy me valdré de este regalo de tal forma que este día me ayude a comprender la eternidad.

3. (43) Dios es mi Fuente. 2No puedo ver separado de Él.

3Puedo ver lo que Dios quiere que vea. 4No puedo ver nada más. 5Más allá de Su Voluntad sólo hay ilusiones. 6Son éstas las que elijo cuando pienso que puedo ver separado de Él. 7Son éstas las que elijo cuando trato de ver con los ojos del cuerpo. 8No obstante, se me ha dado la visión de Cristo para reemplazarlos. 9A través de esta visión es como elijo ver.

4. (44) Dios es la luz en la que veo.

2No puedo ver en la oscuridad. 3Dios es la única luz. 4Por lo tanto, si he de ver, tiene que ser por medio de Él. 5He tratado de definir lo que es ver y me he equivocado. 6Ahora se me concede poder entender que Dios es la luz en la que veo. 7Le daré la bien­venida a la visión y al mundo feliz que me mostrará.

5. (45) Dios es la Mente con la que pienso.

2No tengo pensamientos que no comparta con Dios. 3No tengo pensamientos aparte de los Suyos porque no tengo otra mente que la Suya. 4Puesto que soy parte de Su Mente mis pensamien­tos son Suyos, y Sus Pensamientos son míos.


¿Qué me enseñan estas afirmaciones?

Os dejo una batería de preguntas, a título de ejemplo, que nos pueden ayudar a reflexionar sobre cada uno de los apartados.

Dios va conmigo dondequiera que yo voy.
  • ¿Existe mayor dicha que sentir permanentemente la presencia de tu Padre, junto a ti? ¿Sentirás miedo ahora que sabes que tu Padre vela tus días? Dondequiera que estés, podrás disfrutar de Su presencia. Es más, cualquier pensamiento de soledad es un pensamiento demente. Su presencia está en ti por toda la eternidad, pues eres una extensión de Su pensamiento.
Dios es mi fortaleza. 2La visión es Su regalo.
  • Saber quién eres es tu mayor fortaleza, pues te reconoces como Hijo de Dios, Hijo de la Luz. ¿Qué mayor regalo puedes recibir que la verdadera visión de lo que eres? Reconocer tu condición divina en los demás te permitirá compartir tu fortaleza con el mundo.
Dios es mi Fuente. 2No puedo ver separado de Él.
  • Tienes la capacidad de decidir qué mundo ver. Ahora bien, recuerda que, aunque te
    identifiques con el mundo de la ilusión, no podrás negar la existencia del mundo real. De tu voluntad depende el que permanezcas ciego a la Luz o compartas tu visión con Ella. ¿Crees acaso que, siendo parte de la Mente de Dios, puedes crear separado de Él? ¿No será que te sientes un ser especial? ¿No será que estás tratando de crear sin contar con la esencia del amor?
Dios es la luz en la que veo.
  • ¿Acaso puedes ver en la oscuridad? Te has identificado con los objetos que percibes en ese mundo oscuro, y has alimentado la creencia de que ese mundo es tu realidad. Sin embargo, sientes que ese mundo es precario, y ello te lleva a añorar las verdades eternas. Cuando despiertes a la verdadera luz, comprenderás que la oscuridad es la manifestación de su ausencia. ¿Por qué crees que el mundo que has inventado no te aporta felicidad y sí en cambio te produce un profundo temor? 
Dios es la Mente con la que pienso.
  • Fabricaste un pensamiento que te dio la autoconciencia y decidiste que ese pensamiento era ajeno a tu Creador. Pero tu percepción te llevó a alimentar un error; pensaste que, a partir de ese momento, estabas separado de Dios. ¿Acaso el pensamiento no pertenece a la Mente de dónde emanó? Entonces, ¿cómo puedes pretender que tu pensamiento esté separado del Pensamiento que te creó? 

Capítulo 18. IX. Los dos mundos (2ª parte).

 IX. Los dos mundos (2ª parte).

4. El círculo de temor yace justo debajo del nivel que los ojos del cuerpo perciben, y aparenta ser la base sobre la que el mundo descansa. 2Ahí se encuentran todas las ilusiones, todos los pensa­mientos distorsionados, todos los ataques dementes, la furia, la venganza y la traición que se concibieron con el propósito de conservar la culpabilidad, de modo que el mundo pudiese alzarse desde ella y mantenerla oculta. 3Su sombra se eleva hasta la superficie lo suficiente como para conservar sus manifestacio­nes más externas en la oscuridad, y para causarles desespera­ción y mantenerlas en la soledad y en la más profunda tristeza. 4Su intensidad, no obstante, está velada tras pesados cortinajes, y se mantiene aparte de lo que se concibió para ocultarla. 5El cuerpo es incapaz de ver esto, pues surgió de ello para ofrecerle protección, la cual depende de que eso no se vea. 6Los ojos del cuerpo nunca lo verán. 7Pero verán lo que dicta.

El Ser Espiritual que somos, el Hijo de Dios, ha sido creado a imagen y semejanza de Su Creador, con quien comparte el vínculo eterno de la Unidad. Su esencia es Luz y Amor y su identidad es verdadera y real. Por tal motivo no está sujeto al cambio. Es inalterable e inmutable. Perfecto como Su Padre es Perfecto. Su poder es semejante al de Su Padre, pues así ha sido creado.

El uso de ese "poder" lo hace libre para crear, pero también lo hace libre para fabricar, es decir, para imaginar una ficticia realidad sujeta a las leyes de la temporalidad y el cambio.

Ese acto de imaginación le lleva a creer imágenes ilusorias de sí mismo. Sucumbir a la "tentación" del deseo (simbolizada por la tentadora serpiente) le llevó a ver de otra manera, lo que propició una visión basada en su imaginación que le llevó a la creencia de que fue "expulsado" del "paraíso" (símbolo de la unidad). Dicha creencia dio lugar al miedo y a la culpa. En esa visión distorsionada dejó de sintonizar la frecuencia de luz para entrar en un estado de soñoliencia del que aún no ha despertado.

El peso de la culpa, junto al miedo, nubla la visión verdadera y lo mantiene prisionero de la percepción errada. La mente dejó de servir al Amor para ser sierva del miedo.

5. El cuerpo seguirá siendo el mensajero de la culpabilidad y actuará tal como ella le dicte mientras tú sigas creyendo que la culpabilidad es real. 2Pues la supuesta realidad de la culpabili­dad es la ilusión que hace que ésta parezca ser algo denso, opaco e impenetrable, y la verdadera base del sistema de pensamiento del ego. 3Su delgadez y transparencia no se vuelven evidentes hasta que ves la luz que yace tras ella. 4Y ahí, ante la luz, la ves como el frágil velo que es.

Sentirse culpable por haber transgredido la Voluntad de Dios dio lugar a pensamientos de temor y a ver a su Creador como un ser vengativo y despiadado. Ocultar lo que interpretó como su pecado le llevó igualmente a ocultar su culpa. Ese temor es una sombra que cobija en su mente y que, cuando es analizada desde la luz de la verdad, se difumina, pues no es más que el fruto de un acto imaginativo de lo que nunca ocurrió.

La pregunta que debemos hacernos es simple de entender y de contestar: ¿Qué padre que crea a su hijo en un acto de amor lo castigaría por sus errores? El castigo nunca puede ser un acto de amor, así como las tinieblas no pueden ser confundidas con la luz. ¿No es más inteligente pensar que ese padre mostrará su rostro amoroso para invitar a su hijo a ver de otra manera aquello que ha malinterpretado? Siendo así, ¿cómo vamos a continuar culpándonos y culpando a Dios de nuestras desgracias?

6. Esta barrera tan aparentemente sólida, y ese falso suelo que parece una roca, es como un banco de nubes negras que flotan muy cerca de la superficie, dando la impresión de ser una sólida muralla ante el sol. 2Su apariencia impenetrable no es más que una ilusión. 3Cede mansamente ante las cumbres que se elevan por encima de ella, y no tiene ningún poder para detener a nadie que quiera ascender por encima de ella y ver el sol. 4Esta apa­rente muralla no es lo suficientemente fuerte como para detener la caída de un botón o para sostener una pluma. 5Nada puede descansar sobre ella, pues no es sino una base ilusoria. 6Trata de tocarla y desaparece; intenta asirla y tus manos no agarran nada.

En este punto, Jesús pone especial énfasis en hacernos comprender que la ilusión de la culpa y el miedo es un pensamiento muy frágil, a pesar de su rocosa apariencia cuando lo imaginamos desde el temor y la vergüenza.

Podemos comprobar la fragilidad del miedo cuando lo llevamos ante la presencia del amor. Así como la oscuridad se difumina y desaparece cuando encendemos la luz, el miedo nos muestra su verdadera esencia cuando lo miramos desde el amor. El amor es nuestra esencia verdadera y se convierte en nuestra fortaleza cuando lo expandimos a través de nuestra mente, compartiéndolo con los demás.

jueves, 27 de febrero de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 58

LECCIÓN 58

El repaso de hoy abarca las siguientes ideas:

1. (36) Mi santidad envuelve todo lo que veo.


2De mi santidad procede la percepción del mundo real. 3Habiendo perdonado, ya no me considero culpable. 4Puedo aceptar la ino­cencia que es la verdad con respecto a mí mismo. 5Cuando veo el mundo con los ojos del entendimiento, sólo veo su santidad por­que lo único que puedo ver son los pensamientos que tengo acerca de mí mismo.

2. (37) Mi santidad bendice al mundo.

2La percepción de mi santidad no me bendice únicamente a mí. 3Todas las personas y todo cuanto veo en su luz comparten la dicha que mi santidad me brinda. 4No hay nada que esté excluido de esta dicha porque no hay nada que no comparta mi santidad. 5medida que reconozca mi santidad, la santidad del mundo se alzará resplandeciente para que todos la vean.

3. (38) No hay nada que mi santidad no pueda hacer.

2El poder curativo de mi santidad es ilimitado porque su poder para salvar es ilimitado. 3¿De qué me tengo que salvar, sino de las ilusiones? 4¿Y qué son las ilusiones sino falsas ideas acerca de mí? 5Mi santidad las desvanece a todas al afirmar la verdad de lo que soy. 6En presencia de mi santidad, la cual comparto con Dios Mismo, todos los ídolos desaparecen.

4. (39) Mi santidad es mi salvación.

2Puesto que mi santidad me absuelve de toda culpa, reconocer mi santidad es reconocer mi salvación. 3Es también reconocer la sal­vación del mundo. 4Una vez que haya aceptado mi santidad, nada podrá atemorizarme. 5Y al no tener miedo, todos comparti­rán mi entendimiento, que es el regalo que Dios me hizo a mí y al mundo.

5. (40) Soy bendito por ser un Hijo de Dios.

2En esto reside mi derecho a lo bueno y sólo a lo bueno. 3Soy ben­dito por ser un Hijo de Dios. 4Todo lo que es bueno me pertenece porque así lo dispuso Dios. 5Por ser Quien soy no puedo sufrir pérdida alguna, ni privaciones ni dolor. 6Mi Padre me sustenta, me protege y me dirige en todo. 7El cuidado que me prodiga es infinito y eterno. 8Soy eternamente bendito por ser Su Hijo.


¿Qué me enseñan estas afirmaciones?

Os dejo una batería de preguntas, a título de ejemplo, que nos pueden ayudar a reflexionar sobre cada uno de los apartados.

Mi santidad envuelve todo lo que veo.
  • Decido ver la realidad y mis ojos me muestran un mundo perfecto, libre de culpas; un mundo abundante y pleno; un mundo feliz y armonioso. Veo la santidad en cada uno de mis hermanos y reconozco mi propia santidad reflejada en sus rostros. ¿Qué harás hoy con tu abundancia? ¿Compartirás tus dones y talentos con los demás? ¿Extenderás tu santidad con el único propósito de liberar al mundo de la prisión de sus miedos y de sus culpas? 
Mi santidad bendice al mundo.
  • Recuerda que das lo que tienes; si tus pensamientos son santos, expandirás santidad
    en cada uno de tus actos y el mundo será bendecido por ello. Comparte tus pensamientos santos con el resto de la filiación y estarás creando una confraternización de Amor. ¿Qué harás hoy para compartir con el mundo tus bendiciones? ¿Qué pensamientos sembrarás? ¿Qué sentimientos despertarás? ¿Qué verdades transmitirás? ¿Qué realidades construirás?
No hay nada que mi santidad no pueda hacer.
  • Tu despertar te mostrará quién eres y, entonces, te descubrirás como un Ser Santo. Esa Santidad es tu condición natural; siempre has gozado de ella, aunque decidiste olvidarlo. La salvación del mundo es tu propia salvación. Sálvate tú, viviendo tu santidad, y el mundo se liberará. ¿Qué te mantiene atado a la culpa? ¿Qué miedo paraliza tu corazón?
Mi santidad es mi salvación.
  • Recuperar tu verdadera identidad te permitirá renunciar al mundo de perdición, donde tu visión se identifica con la ilusión. No eres un cuerpo; no estás sujeto a la temporalidad; libérate del temor de no tener; no te regocijes en el dolor, en el sufrimiento, en la enfermedad, no le des el valor del castigo. Eres un Ser Santo y eres Perfecto, como Perfecto es el Pensamiento Divino. ¿Aún percibes desde la necesidad? ¿Aún crees que fuiste expulsado del Paraíso Terrenal por desobedecer a Dios? ¿Aún piensas que has pecado y que eres merecedor del castigo redentor?
Soy bendito por ser un Hijo de Dios.
  • ¡Que así sea! No creas que eres maldito por haberte identificado con tu cuerpo. No caigas en el error de otorgarle esa potestad al vehículo material. En cambio, dirige tu atención hacia tus pensamientos y libérate de la creencia errónea que te mantiene prisionero del cuerpo. Utilízalo para expandir tu santidad y bendícelo por los servicios prestados. No te apegues a él, creyendo que es tu morada. Eres el Hijo de Dios y tu origen es divino y eterno, no terrenal y temporal. ¿Te sentirás feliz? ¿Te regocijarás al conocer que eres el bendito Hijo de Dios? ¿Qué harás con esa heredad? ¿En qué emplearás tu divinidad?

Capítulo 18. IX. Los dos mundos (1ª parte).

 IX. Los dos mundos (1ª parte).

1.   Se te ha dicho que lleves la oscuridad a la luz, y la culpabili­dad a la santidad. 2Se te ha dicho también que el error tiene que ser corregido allí donde se originó. 3Lo que el Espíritu Santo necesita, por lo tanto, es esa diminuta parte de ti, el insignificante pensamiento que parece estar separado y desconectado. 4El resto está completamente al cuidado de Dios y no necesita guía. 5Pero ese pensamiento descabellado e ilusorio necesita ayuda porque, en su demencia, cree que él es el Hijo de Dios, completo en sí mismo y omnipotente, único gobernante del reino que estableció aparte para forzarlo, mediante la locura, a la obediencia y a la esclavitud. 6Ésa es la pequeña parte que crees haberle robado al Cielo. 7¡Devuélvesela! 8El Cielo no la ha perdido, pero tú has per­dido de vista al Cielo. 9Deja que el Espíritu Santo la saque del desolado reino donde tú la confinaste, rodeada de tinieblas, pro­tegida por el ataque y reforzada por el odio. 10Dentro de sus barricadas todavía se encuentra un diminuto segmento del Hijo de Dios, completo y santo, sereno y ajeno a lo que tú crees que le rodea.

El pensamiento sigue a su fuente. La fuente de donde emana toda creación es la Voluntad, el Amor y la Inteligencia. Esos tres Principios no están separados, sino que forman la unidad de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todo pensamiento creador sigue la estela de esos tres Principios. Esos tres Principios se manifiestan bajo la Ley del Libre Albedrío, pues están más allá de cualquier límite imaginable.

La unidad de la que gozan esos tres Principios establece la dirección correcta para expandir la creación. La Voluntad debe unirse al Amor para crear inteligentemente, es decir, para crear desde la Unidad. Cuando la voluntad no se une al amor, la mente nos muestra una visión distorsionada de la unidad, lo que se traduce en una visión carente de amor y, por lo tanto, una visión ilusoria de la verdad.

La dirección del uso de la voluntad nos lleva, bien a crear la verdad o bien a fabricar la ilusión. La diferencia entre ambas radica en que, mientras la verdad es eterna, la ilusión es temporal, o lo que es lo mismo, es irreal.

Este punto nos invita con su enseñanza a que redirijamos nuestra voluntad y la pongamos al servicio del amor. Con ello estaríamos haciendo la Voluntad de nuestro Padre, es decir, estaríamos creando desde la unidad.

2. No te mantengas separado, pues Aquel que sí lo rodea te ha brindado la unión, y ha llevado tu minúscula ofrenda de oscuri­dad a la luz eterna. 2¿Cómo se logra eso? 3Muy fácilmente, pues está basado en lo que ese mísero reino realmente es. 4El árido desierto, las tinieblas y la falta de vida, sólo se ven a través de los ojos del cuerpo. 5La desolada visión que éstos te ofrecen está dis­torsionada, y los mensajes que te transmiten a ti que la inventaste para poner límites a tu conciencia son insignificantes y limitados, y están tan fragmentados que no tienen sentido.

Identificamos la visión como la capacidad que tienen los ojos físicos para percibir lo externo. Sin embargo, la verdadera visión no se encuentra en la capacidad de nuestros ojos físicos, sino en nuestra mente. Es posible que esta afirmación nos invite a reflexionar sobre esta cuestión. Si lo hacemos y ponemos en práctica su mensaje, no tendremos más remedio que confirmar su certeza.

Observemos cualquier objeto que se encuentre ante nuestros ojos. Elijo un objeto para desarrollar este ejercicio. En estos momentos, estoy frente a la pantalla del ordenador. Lo sé porque mis ojos me lo están mostrando y no he podido confundirlo con otro objeto, como por ejemplo la taza de café que se encuentra justamente a su lado. No tengo dudas, nos diremos, pues sé distinguir lo que mis ojos me están mostrando. Pienso que la pantalla es una pantalla y que la taza es una taza porque me lo muestran mis ojos. Sin embargo, el significado de ambos objetos es identificable porque en mi mente se encuentra la información adquirida en un pasado sobre sus significados. ¿Pero podemos decir que el verdadero significado de esos objetos es el que nosotros pensamos que es?

Si elegimos ver al otro desde nuestra visión corporal, lo que haremos será decidir verlo como nosotros creemos que es, no como en realidad es. Lo juzgamos por su apariencia externa y decidimos proyectar sobre él toda la culpabilidad que atesoramos en nuestro interior y que no estamos dispuestos a aceptar. De este modo, el cuerpo se convierte en la barrera que ponemos entre nosotros y la salvación, la cual tan solo puede ser real cuando decidimos ver a nuestros hermanos desde la unidad.

3. Parece como si desde el mundo de los cuerpos, al que la demencia dio lugar, se le devolvieran a la mente que lo concibió mensajes descabellados. 2esos mensajes dan testimonio de dicho mundo, y lo proclaman real. 3Pues tú enviaste a esos mensajeros para que te trajesen esos mensajes. 4De lo único que dichos mensa­jes te hablan es de cosas externas. 5No hay mensaje que hable de lo que está subyacente, pues el cuerpo no podría hablar de ello. 6Sus ojos no lo pueden percibir; sus sentidos siguen siendo completa­mente inconscientes de ello y su lengua no puede transmitir sus mensajes. 7Pero Dios puede llevarte hasta allí, si estás dispuesto a seguir al Espíritu Santo a través del aparente terror, confiando en que Él no te abandonará ni te dejará allí. 8Pues Su propósito no es atemorizarte, aunque el tuyo lo sea. 9Te sientes seriamente tentado de abandonar al Espíritu Santo al primer roce con el anillo de temor, pero Él te conducirá sano y salvo a través del temor y más allá de él.

El término "demencia" que utiliza Jesús en este apartado, así como en otros del Curso, puede ser interpretado por muchos de nosotros como inapropiado al pensar que se está realizando un juicio en los términos propios del ego. Si así lo estamos interpretando, deberíamos sopesar que el significado etimológico de dicho término procede del latín dementis, que se traduce en "el que se sale de su mente", o lo que es lo mismo, que no utiliza su mente bajo el Principio de la Inteligencia Divina, la cual expresa la verdad de la unidad.

Por lo tanto, el término demente no es un juicio condenatorio del uso de la mente, sino la comprensión del uso de la voluntad en una dirección errónea que la conduce al encuentro con una realidad imaginada que da lugar a la creencia en la separación.

El pensamiento es demente cuando nos lleva a la creencia en la separación o, lo que es lo mismo, cuando nos lleva a identificarnos con el cuerpo y con la conciencia perceptiva. 

miércoles, 26 de febrero de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 57

LECCIÓN 57

El repaso de hoy abarca las siguientes ideas:

1. (31) No soy víctima del mundo que veo.


2¿Cómo puedo ser la víctima de un mundo que podría quedar completamente des-hecho si así lo eligiese? 3Mis cadenas están sueltas. 4Puedo desprenderme de ellas sólo con desearlo. 5La puerta de la prisión está abierta. 6Puedo marcharme en cualquier momento sólo con echar a andar. 7Nada me retiene en este mundo. 8Sólo mi deseo de permanecer aquí me mantiene prisio­nero. 9Quiero renunciar a mis desquiciados deseos y caminar por fin hacia la luz del sol.

2. (32) He inventado el mundo que veo.

2Yo mismo erigí la prisión en la que creo encontrarme. 3Basta con que reconozca esto y quedo libre. 4Me he engañado a mí mismo al creer que era posible aprisionar al Hijo de Dios. 5He estado terriblemente equivocado al creer esto, y ya no lo quiero seguir creyendo. 6El Hijo de Dios no puede sino ser libre eternamente. Es tal como Dios lo creó y no lo que yo he querido hacer de él. 8El Hijo de Dios se encuentra donde Dios quiere que esté y no donde yo quise mantenerlo prisionero.

3. (33) Hay otra manera de ver el mundo.

2Dado que el propósito del mundo no es el que yo le he asignado, tiene que haber otra manera de verlo. 3Veo todo al revés y mis pensamientos son lo opuesto a la verdad. 4Veo el mundo como una prisión para el Hijo de Dios. 5Debe ser, pues, que el mundo es realmente un lugar donde él puede ser liberado. 6Quiero con­templar el mundo tal como es y verlo como un lugar donde el Hijo de Dios encuentra su libertad.

4. (34) Podría ver paz en lugar de esto.

2Cuando vea el mundo como un lugar de libertad, me daré cuenta de que refleja las leyes de Dios en lugar de las reglas que yo inventé para que él obedeciera. 3Comprenderé que es la paz, no la guerra, lo que mora en él. 4percibiré asimismo que la paz mora también en los corazones de todos los que comparten este lugar conmigo.

5. (35) Mi mente es parte de la de Dios. 2Soy muy santo.

3A medida que comparto la paz del mundo con mis hermanos empiezo a comprender que esa paz brota de lo más profundo de mí mismo. 4El mundo que contemplo ha quedado iluminado con la luz de mi perdón y refleja dicho perdón de nuevo sobre mí. 5En esta luz empiezo a ver lo que mis ilusiones acerca de mí mismo ocultaban. 6Empiezo a comprender la santidad de toda cosa viviente, incluyéndome mí mismo, y su unidad conmigo.


¿Qué me enseñan estas afirmaciones?

Os dejo una batería de preguntas, a título de ejemplo, que nos pueden ayudar a reflexionar sobre cada uno de los apartados.

No soy víctima del mundo que veo.

  • Tienes la capacidad de elegir. No lo recuerdas, pero elegiste ver el mundo a tu manera. Eliges ver el miedo. Eliges ver un mundo de separación. Eliges la culpa y eliges el dolor como vía de expiación. ¿Hasta cuándo seguirás eligiendo la vía del rigor? ¿Hasta cuándo estarás culpando a los demás de tus experiencias de sufrimiento y dolor?

He inventado el mundo que veo.
  • Ya lo recuerdas. Sí, elegiste ver el mundo a tu manera y fabricaste tu propia realidad, la
    misma que te lleva al sufrimiento y al padecimiento. Puedes hacerlo. Ahora sí conoces por qué te sientes víctima del mundo que has fabricado. Lo elegiste tú. Ahora eres consciente de que puedes ver las cosas de otra manera y liberarte del mundo de perdición con el que te habías identificado. ¿Qué valor darás al mundo que has inventado? ¿Te seguirás dejando seducir por los cánticos de sirena procedentes del mundo que has inventado?
Hay otra manera de ver el mundo.
  • Has sembrado y has cosechado. Elegiste ver el mundo a tu manera y ese mundo te ha llevado a contemplar el riguroso rostro del dolor. ¿Seguirás sembrando la misma semilla? ¿O elegirás ver el mundo con la visión que te legó Dios? Eres tú el sembrador. ¿Qué frutos deseas recolectar?
Podría ver paz en lugar de esto.
  • ¿Paz? ¿Es ese el fruto que deseas cosechar? Pues, siembra paz. ¿Unidad? ¿Es ese el fruto con el que te deseas alimentar? Pues, que tu pensamiento deje de ver la separación y en su lugar, vea unidad. ¿Amor?, ¿es ese el fruto que deseas compartir? Descúbrelo en tu interior, pues el Amor siempre ha formado parte de ti.
Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.
  • Eres Amor, pues el Amor forma parte del Pensamiento de Dios, y tú fuiste creado como una expansión de Su Mente. Experimentar ese Amor te permitirá reconocer y conciliarte con tu santidad. Cuando tu cuerpo se manifieste en la totalidad de tu santidad, de ti emanará la dulce fragancia de un perfume que atraerá a todo aquel que necesite ser reconfortado. ¿Seguirás experimentando temor a pesar de que sabes que tu mente forma parte de la de Dios? ¿Negarás tu santidad?

Capítulo 18. VIII. El pequeño jardín (4ª parte).

VIII. El pequeño jardín (4ª parte).

10Sal a su encuentro, pues traen a tu Ser consigo. 2condúcelos dulcemente a tu plácido jardín, y recibe allí su bendición. 3De este modo, tu jardín crecerá y se extenderá a través del desierto, y no dejará afuera ni un solo mísero reino excluido del amor, dejándote a ti adentro. 4Y tú te reconocerás a ti mismo, y verás tu pequeño jardín transformarse dulcemente en el Reino de los Cielos con todo el amor de su Creador resplandeciendo sobre él.

Cuando miremos al exterior, no percibamos al otro separado de nosotros, diferente a nosotros; no lo juzguemos como a un adversario que pretende apoderarse de aquello que poseemos. Por encima de todo, verlo de otra manera, sin juicios, y pídele al Espíritu Santo que te muestre su verdadero significado, su verdadero propósito, su verdadera identidad. Piensa que no puede ser distinto a ti. No te dejes confundir por las diferencias de su ropaje físico cuando lo ves como un cuerpo. Que tu mirada perciba los rayos de luz que une tu mente a la suya. Comprobarás que esa luz se une asimismo a la Fuente Creadora de la cual procedemos. Dale la bienvenida desde tu corazón y el amor que emana de este hará el resto.

11. El instante santo es la invitación que le haces al amor para que entre en tu desolado y pesaroso reino y lo transforme en un jar­dín de paz y de bienvenida. 2La respuesta del amor no se hace esperar. 3Llegará porque tú viniste sin el cuerpo y no interpusiste barrera alguna que pudiese obstaculizar su feliz llegada. 4En el instante santo, le pides al amor únicamente lo que él ofrece a todos, ni más ni menos. 5al pedirlo todo, recibirás todo. 6tu radiante Ser elevará el ínfimo aspecto que trataste de ocultar del Cielo, directamente hasta éste. 7Ninguna parte del amor puede invocar al todo en vano. 8Ningún Hijo de Dios se encuentra excluido de Su Paternidad.

El feliz y glorioso encuentro que se produce en el instante santo es una expresión de júbilo en el que el amor triunfa sobre el miedo; donde la unidad transforma la creencia en la separación; donde la relación especial se libera de la culpa y se consolida en una relación santa; donde lo real sustituye a lo ilusorio; donde lo eterno trasciende lo temporal y donde todas las lenguas se unifican en una sola.

12. Puedes estar seguro de esto: el amor ha entrado a formar parte de tu relación especial, y ha entrado de lleno en respuesta a tu vacilante solicitud. 2Tú no te das cuenta de que ha llegado porque aún no has levantado todas las barreras que construiste contra tu hermano. 3Y ninguno de vosotros será capaz de darle la bienve­nida al amor por separado. 4Es tan imposible que tú puedas conocer a Dios solo como que Él pueda conocerte a ti sin tu her­mano. 5Mas juntos no podríais dejar de ser conscientes del amor, del mismo modo en que el amor no podría no conoceros ni dejar de reconocerse a sí mismo en vosotros.

Toda relación especial tendrá un final feliz, pues el amor siempre vence al miedo y a la culpa. Ese final dará lugar a la relación santa en la cual se recuerda el pacto de amor que la humanidad selló en el Cielo en nombre de la Unidad. 

Como bien recoge este punto, el amor es cosa de dos, entendiendo con ello que el amor no se alcanza por separado. Igualmente, la ausencia de amor hará imposible que podamos conocer por nuestra cuenta la naturaleza de Dios, tan imposible como que Él pueda conocerte a ti sin tu hermano.

13.  Has llegado al final de una jornada ancestral, y aún no te has dado cuenta de que ya concluyó. 2Todavía estás exhausto, y el polvo del desierto aún parece empañar tus ojos y cegarte. 3Pero Aquel a Quien has dado la bienvenida ha venido a ti y quiere darte la bienvenida. 4Ha estado esperando mucho tiempo para hacer eso. 5Recíbela de Él ahora, pues Su Voluntad es que lo conozcas. 6Sólo un pequeño muro de polvo se interpone todavía entre tu hermano y tú. 7Sóplalo ligeramente con gran alborozo y verás cómo desaparece. 8Y entrad en el jardín que el amor ha preparado para vosotros dos. 

Tengo la sensación de que he llegado al final de una larga jornada, en la que he permanecido perdido, desorientado, buscando metas inalcanzables, no porque no tuviese fuerzas para ello, sino porque no eran reales. Me siento muy cansado, agotado y deshecho. El miedo consume la energía y juzgar consume la luz del pensamiento. He olvidado mi procedencia y he viajado por todos los confines de la tierra buscando mi origen, mi identidad, mi verdadero hogar.

Toda jornada tiene su final y todo sueño su despertar. Hoy lo sé, porque tengo la certeza de que he llegado al final del camino. Hoy sé que el camino soy yo mismo y que la verdad que buscaba se encuentra en mi interior. 

Hoy me enfrento al juicio final, porque sé que será el final de los juicios. Hoy descubro que no hay nada ni nadie a quien culpar, pues no hay pecado que purgar, ni condenar.

Hoy me libero del miedo, pues al mirar fuera de mí me reconozco en la mente de mi hermano y juntos hemos recordado el pacto de amor que nos une a la Fuente que nos ha creado.

Te doy la bienvenida, hermano, a mi pequeño jardín. En él podremos celebrar nuestra unión en honor a la Unicidad que reina en el Cielo. 

martes, 25 de febrero de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 56

LECCIÓN 56

El repaso de hoy abarca las siguientes ideas:

1. (26) Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad.


2¿Cómo puedo saber quién soy cuando creo estar sometido a con­tinuos ataques? 3El dolor, la enfermedad, la pérdida, la vejez y la muerte parecen acecharme. 4Todas mis esperanzas, aspiraciones y planes parecen estar a merced de un mundo que no puedo controlar. 5Sin embargo, la seguridad perfecta y la plena realiza­ción constituyen mi verdadera herencia. 6He tratado de despojarme de mi herencia a cambio del mundo que veo. 7Pero Dios la ha salvaguardado para mí. 8Mis pensamientos reales me enseña­rán lo que es mi herencia.

2. (27) Por encima de todo quiero ver.

2Al reconocer que lo que veo es un reflejo de lo que creo ser, me doy cuenta de que mi mayor necesidad es la visión. 3El mundo que veo da testimonio de cuán temerosa es la naturaleza de la imagen que he forjado de mí mismo. 4Si he de recordar quién soy, es esencial que abandone esta imagen de mí mismo. 5medida que dicha imagen sea reemplazada por la verdad, se me conce­derá la visión. 6con esta visión contemplaré al mundo y a mí mismo con caridad y con amor.

3. (28) Por encima de todo quiero ver de otra manera.

2El mundo que veo mantiene en vigor la temerosa imagen que he forjado de mí mismo y garantiza su continuidad. 3Mientras siga viendo el mundo tal como lo veo ahora, la verdad no podrá albo­rear en mi conciencia. 4Dejaré que la puerta que se encuentra detrás de este mundo se abra, para así poder mirar más allá de él al mundo que refleja el Amor de Dios.

4. (29) Dios está en todo lo que veo.

2Tras cada imagen que he forjado, la verdad permanece inmuta­ble. 3Tras cada velo que he corrido sobre la faz del amor, su luz sigue brillando sin menoscabo. 4Más allá de todos mis descabe­llados deseos se encuentra mi voluntad, unida a la Voluntad de mi Padre. 5Dios sigue estando en todas partes y en todas las cosas eternamente. 6Y nosotros, que somos parte de Él, habremos de ver más allá de las apariencias y reconocer la verdad que yace tras todas ellas.

5. (30) Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente.

2En mi propia mente, aunque oculto por mis desquiciados pensa­mientos de separación y ataque, yace el conocimiento de que todo es uno eternamente. 3Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de haberlo olvidado. 4Ha sido salvaguardado para mí en la Mente de Dios, Quien no ha abandonado Sus Pensa­mientos. 5Y yo, que me cuento entre ellos, soy uno con ellos y uno con Él.

¿Qué me enseñan estas afirmaciones?

Os dejo una batería de preguntas, a título de ejemplo, que nos pueden ayudar a reflexionar sobre cada uno de los apartados.


Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad.
  • ¿Cómo podrás lograr la paz, si le das valor a la guerra? ¿Cómo podrás vivir la felicidad, si le das cobijo a la tristeza? ¿Cómo podrás experimentar la unidad, si albergas la creencia de la separación? Atacas porque te percibes atacado. Perdona, y serás perdonado.
Por encima de todo quiero ver.
  • Cuando tienes apetito, comes. Cuando estás sediento, bebes. Cuando deseas ser libre,
    te apegas a tus instintos. Cuando tus ojos creen ver, vives la ilusión del que sueña. Tus necesidades claman ser satisfechas para así convencerte de que eres real, sin embargo, permaneces ciego a tu verdadera realidad. ¿Qué quieres ver tú?
Por encima de todo, quiero ver de otra manera.
  • Es mi decisión. Elijo ver la unidad. Elijo no dar significado al miedo, a la culpa, al castigo. Elijo dar y ser abundante. Elijo dar, no para tener, sino porque es mi condición natural. Elijo amar y no poseer. Elijo la luz y no las tinieblas. Elijo ver. Elijo Ser. ¿Cómo vas a ver las cosas en tu presente actual? 
Dios está en todo lo que veo.
  • Veo a Dios en mi hermano y, a través de él, en toda la Filiación. Veo a Dios en cada amanecer; en cada inspiración y en cada exhalación; lo reconozco en cada acto de amor; en cada expresión de gozo, de alegría, de salud, de comprensión, de perdón; lo veo en las miradas; en las palabras; en los escritos; en los símbolos y en las señales; veo a Dios en mí y lo reconozco como mi Creador. ¿Dónde no ves a Dios?
Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente.
  • Dios está en mi mente, pues he sido creado a su “imagen”, como una extensión de su Mente; como una emanación de su Pensamiento. Tengo la certeza de que soy Hijo de Dios y que mi heredad me invita a ocupar su trono cuando haya alcanzado mi mayoría de edad, cuando junto a mis hermanos de Filiación, hayamos conquistado la condición creadora. La Mente de Dios es Una y mi mente es Una con Dios y con Su Creación. ¿Ves a Dios en la mente de tu hermano? ¿Ves a Dios en la mente de aquel a quien llamas enemigo?