¿Qué me enseña esta lección?
Situado en la parcela del ego, identificado con la individualidad, con la separación de Dios y del Hijo de Dios -nuestros hermanos-, no podemos más que percibir el error, pues nos encontramos identificados con lo perecedero y temporal, lo que nos lleva a tomar decisiones inspiradas por el miedo, por la culpa y por la necesidad de redención.
El ego
se percibe a sí mismo como temporal y eso le produce un profundo miedo que
condiciona toda su estructura mental. El miedo se encuentra implícito en todos
sus pensamientos y emociones y lo comparte con el mundo exterior creando
confusión, ataque y destrucción.
Es por
ello que la percepción debemos ponerla en manos del Espíritu Santo, para que
Él, que conoce la Verdad, nos aporte la visión de la Unidad y de lo Eterno.
Nuestra voluntad
debe ser la Voluntad del Padre, de este modo, estaremos actuando en la certeza
de la única visión verdadera, la visión del Amor Incondicional.
Ejemplo-Guía: "Me
desespera el comportamiento de mi hijo".
Esta
situación la hace real nuestra mente, con su peculiar y particular manera de
ver las cosas. Interpretamos las vivencias y las catalogamos como buenas o como
malas. Nuestra mente está condicionada por el mundo que ha proyectado, el cual
le da argumentos "sólidos" que son utilizados para ratificar su falsa
creencia en que el mundo material es la verdad absoluta.
Si estoy experimentando el conflicto en las relaciones con mi hijo, no es fruto de la imaginación -argumenta nuestra mente-, pues estoy siendo víctima, es decir, estoy percibiendo sus continuos ataques. ¿Cómo no me voy a defender máxime cuando tenemos la razón?
Si
alguien, ante esa situación, nos preguntase, ¿qué te gustaría que ocurriese
para poner fin a esa situación? ¿Qué responderíamos?
Si
nuestra mente se encuentra identificada con el ego, seguro que aportaría muchos
argumentos para dar respuesta a esa cuestión. Por ejemplo:
“Lo que me gustaría que ocurriese con esa situación
de conflicto es que mi hijo encuentre un trabajo y se pudiese independizar,
dejándonos tranquilos de una vez por todas”.
“Que encontrase una novia y se fuese a vivir
con ella, claro fuera de casa. Así sabría lo que es tener responsabilidades y el
coste que tiene sacrificarse por un hijo”.
Otro
argumento, que podría mostrarnos nuestra mente podría ser el siguiente:
“Lo que me gustaría mucho es que cambiase de
manera de ser. Está todo el día holgazaneando y no ayuda en las tareas de la
casa. Si tuviese otra actitud, más colaboradora y responsable, las cosas serían
diferentes, pero no hace nada de lo que le digo. Cuando le dirijo la palabra
siempre me critica que le estoy reprochando su comportamiento. A penas me
habla, claro, salvo cuando me tiene que pedir algo”.
Si
aplicamos las enseñanzas de esta lección desde la visión de la unidad, dado que
es nuestra voluntad ver las cosas de otra manera, nos diremos que, por muy
consistentes que parezcan ser dichos argumentos, la verdad es que no nos llevan
a percibir lo que más nos conviene, por lo tanto, no nos dejaremos seducir por
sus "cantinelas".
¿Qué es
lo que nos conviene? Sencillamente, percibir la situación verdadera y, para
ello, UCDM nos invita a que pongamos en manos de Su Mensajero, aquel que habla
por su Voz, el Espíritu Santo, la situación que estamos percibiendo y que le
pidamos nos inspire aquello que debemos corregir para que nadie gane, ni nadie
pierda. De su Voz no recibiremos más que palabras de amor y de perdón, de
unidad y de paz. Guiado e inspirado por esa Voz, reconociendo en nuestro hijo,
al Hijo de Dios, ¿cómo vamos a continuar viendo el conflicto, cuando la
experiencia se convierte en una vivencia de liberación?
Reflexión: ¿Tenemos claro
qué es lo que más nos conviene?
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