martes, 11 de febrero de 2025

Capítulo 18. V. El sueño feliz (1ª parte).

 V. El sueño feliz (1ª parte).

1. Prepárate ahora para deshacer lo que nunca tuvo lugar. 2Si ya entendieses la diferencia que existe entre la verdad y las ilusio­nes, la Expiación no tendría objeto. 3Él instante santo, la relación santa, las enseñanzas del Espíritu Santo y todos los medios por los que se alcanza la salvación no tendrían ningún propósito. 4Pues todos ellos no son sino aspectos del plan cuyo fin es cam­biar tus sueños de terror a sueños felices, desde los cuales puedas despertar fácilmente al conocimiento. 5No te pongas a ti mismo a cargo de esto, pues no puedes distinguir entre lo que es un avance y lo que es un retroceso. 6Has considerado algunos de tus mayores avances como fracasos, y has evaluado algunos de tus peores retrocesos como grandes triunfos.

Entiendo que el sueño feliz es la visión que alcanzaremos en el nivel de conciencia llamado sueño, es decir, es lo que el Curso denomina "percepción verdadera". Dicho estado de conciencia se produce en el nivel perceptivo, o lo que es lo mismo, en el nivel físico. Se podría decir que es la antesala que nos lleva ante las puertas del Cielo, donde nos fundiremos con nuestro Creador y con Su Obra, la Filiación.

Para tener un sueño feliz, tenemos que tener claro que no es fruto del azar. Se requiere un deshacimiento de nuestros pensamientos errados, los cuales dan identidad al ego y a su sistema de creencias.  Dejar de creer en la separación nos acercará a una nueva percepción y a la comprensión de que las imágenes que hacemos reales son ilusiones. Este avance en nuestra conciencia nos sitúa en condición de reconocer que estamos soñando y, lo más importante, que somos los soñadores del sueño. 

Llamamos a ese nuevo estado de percepción "despertar"; sin embargo, su significado alude al cambio de conciencia descrito, reconocer que somos los soñadores del sueño y no víctimas del castigo divino en venganza de nuestros pecados.

Ser los soñadores del sueño movilizará nuestra voluntad en la dirección correcta. Saber que nuestra identidad no es pasajera ni temporal, sino espiritual y eterna, nos lleva a poner nuestra mente al servicio del Espíritu Santo, cuya luz alumbrará nuestros sueños felices y nos guiará hasta las puertas del Cielo.

2. Nunca solicites el instante santo después de haber tratado de eliminar por tu cuenta todo odio y temor de tu mente. 2Ésa es Su función. 3Nunca intentes pasar por alto tu culpabilidad antes de pedirle ayuda al Espíritu Santo. 4Ésa es Su función. 5Tu papel con­siste únicamente en estar dispuesto, aunque sea mínimamente, a que Él elimine todo vestigio de odio y de temor y a ser perdo­nado. 6Sobre tu poca fe, unida a Su entendimiento, Él establecerá tu papel en la Expiación y se asegurará de que lo cumplas sin ninguna dificultad. 7Y con Él construirás los peldaños, tallados en la sólida roca de la fe, que se elevarán hasta el Cielo. 8Y no serás tú el único que se valga de ellos para ascender hasta él.

Creernos separados de Dios nos ha llevado a la creencia de que hemos perdido la luz que nos ha de permitir compartir el Conocimiento de la creación de nuestra identidad. En la conciencia perceptiva, la luz brilla por su ausencia, lo que ha propiciado que no distingamos la realidad de la ilusión. Nuestra mente proyecta fuera nuestra oscuridad interior y ello nos impide reconocer en los demás la unidad que nos une a nuestro Creador.

Desde esa conciencia de oscuridad identificada con la ilusión, con lo irreal, no podremos dar la respuesta adecuada a la cuestión de la salvación. Desde la ausencia de luz, no sabremos reconocer lo que somos y nos juzgaremos como pecadores que claman ser redimidos de sus pecados. La culpa nos atormentará al creernos escindidos de la protección de Dios y la ira sustituirá al amor, el único antídoto que nos curará del miedo.

Dejemos que sea el Espíritu Santo, cuya Mente es Luz, la que nos guíe hacia el instante santo en el que podremos cantar las alabanzas de la salvación junto a nuestros hermanos.

3. A través de tu santa relación, renacida y bendecida en cada instante santo que tú no planees, miles de seres ascenderán hasta el Cielo junto contigo. 2¿Puedes acaso planear tú eso? 3¿O puedes prepararte a ti mismo para tal función? 4Sin embargo, ello es posi­ble porque es la Voluntad de Dios. 5Él no va a cambiar de pare­cer al respecto. 6Tanto el propósito como los medios le pertenecen a Él. 7Tú has aceptado el propósito, los medios se te proveerán. 8Un propósito como éste es inconcebible sin los medios. 9Él proveerá los medios a todo aquel que comparta Su propósito.

Este punto es toda una invitación a que reconozcamos nuestro papel en el plan de salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo. A diferencia de cómo pensamos, no tenemos que hacer nada para planificar el encuentro del instante santo; no tenemos que tomar la decisión de quién o qué persona será la que compartirá con nosotros ese instante sagrado. A veces podemos confundir las relaciones especiales, motivadas desde la culpa inconsciente, a la hora de elegir a la persona con la que realiza ese camino.

Dejemos al Espíritu Santo esa decisión. Él tiene la información integral de lo que necesitamos, pues dicha necesidad es compartida con el resto de la Filiación. Si no fuese así, no formaría parte del Plan de Salvación. Nuestro papel en este Plan es aceptar el propósito del Plan y lo demás, los medios, se nos proveerá.

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