VI. Más allá del cuerpo (1ª parte).
1. No hay nada externo a ti. 2Esto es lo que finalmente tienes que aprender, pues es el reconocimiento de que el Reino de los Cielos te ha sido restaurado. 3Pues eso fue lo único que Dios creó, y Él no lo abandonó ni se separó a Sí Mismo de él. 4El Reino de los Cielos es la morada del Hijo de Dios, quien no abandonó a su Padre ni mora separado de Él. 5El Cielo no es un lugar ni tampoco una condición. 6Es simplemente la conciencia de la perfecta unicidad y el conocimiento de que no hay nada más: nada fuera de esta unicidad, ni nada adentro.
Preparémonos para recibir el regalo del autoconocimiento. Este apartado ofrece a nuestra mente, quizás, lo que llevamos tiempo buscando: conocer lo que realmente somos.
La percepción es el resultado de colapsar la energía en partículas y esto ha sido posible al elegir ver de manera diferente a cómo Dios ve, esto es, desligándose de la fuente del amor, cuya esencia hace real la compleción de la Filiación.
La percepción nos lleva a la creencia en la separación y a la identificación con el mundo externo. El pilar básico del sistema de pensamiento del ego se fundamenta en la creencia de que lo real es lo que percibimos.
No hay nada externo a nosotros, o lo que es lo mismo, no hay nada separado de nosotros. Esa verdad es el reconocimiento de que el Reino de los Cielos, el símbolo de la unicidad, ha sido restaurado en nuestra mente.
2. ¿Qué otra cosa podría dar Dios, sino el conocimiento de Sí Mismo? 2¿Hay algo más que se pueda dar? 3La creencia de que puedes dar u obtener otra cosa -algo externo a ti- te ha costado la conciencia del Cielo y la de tu Identidad. 4Y has hecho algo todavía más extraño, de lo cual ni siquiera te has percatado: 5Has transferido la culpabilidad de tu mente a tu cuerpo. 6El cuerpo, no obstante, no puede ser culpable, pues no puede hacer nada por su cuenta. 7Tú que crees odiar a tu cuerpo, no haces sino engañarte a ti mismo. 8Odias a tu mente, pues la culpabilidad se ha adentrado en ella, y procura mantenerse separada de la mente de tu hermano, lo cual no puede hacer.
Cada maestro enseña lo que es. Cada padre guía a su hijo según sus creencias. Cada ser cree según el anfitrión que le permite entrar en su hogar.
Dios, nuestro Padre y Creador, comparte Su Fuente con Su Creación. El conocimiento de Sí Mismo forma parte de nuestro ADN espiritual. Siempre nos ha acompañado. Pero nuestro ser ha invitado a otro anfitrión a compartir nuestra mente y de este modo, el miedo ha sustituido al amor y la ignorancia al conocimiento.
Fruto de esa relación con la creencia en la separación, con el miedo, con la ignorancia, hemos olvidado nuestra identidad espiritual y hemos adoptado la falsa identidad del cuerpo, al que hemos declarado culpable de nuestro "pecado original", cuando en verdad ha sido nuestro pensamiento al servicio de una voluntad mal dirigida lo que ha dado lugar a la percepción del cuerpo. Esa dimensión tridimensional tan solo es un nivel de vibración más denso que la espiritual, pero la naturaleza egoica la ha considerado nuestra verdadera identidad y ello es una ilusión, un error.
3. Las mentes están unidas, los cuerpos no. 2Sólo al atribuirle a la mente las propiedades del cuerpo parece posible la separación. 3Y es la mente la que parece ser algo privado, y estar fragmentada y sola. 4Proyecta su culpabilidad, que es lo que la mantiene separada, sobre el cuerpo, el cual sufre y muere porque se le ataca a fin de mantener viva la separación en la mente e impedir que conozca su Identidad. 5La mente no puede atacar, pero puede forjar fantasías y ordenarle al cuerpo que las exteriorice. 6Mas lo que el cuerpo hace nunca parece satisfacer a la mente. 7A menos que la mente crea que el cuerpo está realmente exteriorizando sus fantasías, lo atacará proyectando aún más culpabilidad sobre él.
La mente que crea es como el Reino de los Cielos, pues crea unidad; la mente que fabrica es como el infierno, fabrica división, miedo y culpa.
La mente es el canal a través del cual expandimos o multiplicamos el amor o el miedo. Cuando expande el amor, crea paz y felicidad. Cuando fabrica desde el miedo, proyecta ataque e infelicidad.
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