V. El sueño feliz (2ª parte).
Este punto añade a la enseñanza un aspecto interesante a considerar. La felicidad, una
expresión del pensamiento amoroso, aporta realidad a los sueños cuando estos son felices. Podríamos decir que la felicidad es una proyección en nuestra mente del Cielo, donde sin duda nos reencontraremos con esa condición divina al formar parte del Mundo de Dios y de Su Hijo. Cuando en el mundo perceptivo visionemos el estado de la felicidad, es señal de que hemos elegido tener sueños felices y que de nuestra mente han emanado pensamientos de amor.
5. No es un sueño amar a tu hermano como a ti mismo, 2ni tu relación santa es tampoco un sueño. 3Lo único que aún le queda del mundo de los sueños es que todavía es una relación especial. 4Mas le es muy útil al Espíritu Santo, Quien tiene una función especial aquí. 5Tu relación se convertirá en el sueño feliz a través del cual Él podrá derramar Su alegría sobre miles y miles de personas que creen que el amor es miedo y no felicidad. 6Deja que Él lleve a cabo la función que Él le asignó a tu relación al aceptarla en tu nombre, y no habrá nada que no contribuya a ella para que se convierta en lo que Él quiere que sea.
Amar a nuestro hermano como nos amamos a nosotros mismos no es un sueño, como tampoco lo es nuestra relación santa; sin embargo, al tratarse de una relación especial, aún se manifiesta en el mundo de los sueños. Este juego de palabras puede confundirnos un poco.
Debemos recordar que el mundo que percibimos sitúa a nuestra conciencia en un estado de "sueño" al creer ver un mundo cuya realidad es ilusoria. Dicho mundo es una elección de ver desde la ausencia del amor. El miedo ha usurpado dicha visión y se ha proclamado la causa en la que se basa el sistema de pensamiento del ego. En el mundo de los sueños nos enfrentamos a las pesadillas más terroríficas y dementes que podemos imaginar. En el mundo de los sueños no existen la felicidad, ni la paz, ni la dicha, ni la armonía, ni la abundancia, ni la inocencia. En el mundo de los sueños, la temporalidad es la ley que gobierna y hace que los aspectos referidos sean efímeros. En ese mundo ausente de amor, cuando se percibe un pensamiento amoroso, se produce un estado semejante al "despertar" y en ese nuevo estado se toma conciencia de que todo ha sido un sueño. Es por ello que este punto no enseña que la felicidad y el amor no pertenecen al sueño.
6. Cuando sientas que la santidad de tu relación se ve amenazada por algo, detente de inmediato y, a pesar del temor que puedas sentir, ofrécele al Espíritu Santo tu consentimiento para que Él cambie ese instante por el instante santo que preferirías tener. 2Él jamás dejará de complacer tu ruego. 3Pero no te olvides de que tu relación es una unidad, y, por lo tanto, es inevitable que cualquier cosa que suponga una amenaza para la paz de uno sea asimismo una amenaza para la paz del otro. 4El poder de haberos unido a su bendición reside en el hecho de que ahora es imposible que tú o tu hermano podáis experimentar miedo por separado, o intentar lidiar con él por vuestra cuenta. 5Jamás pienses que eso es necesario o incluso posible. 6Pero de la misma manera en que es imposible, es imposible también que el instante santo le llegue a uno de vosotros y no al otro. 7Y os llegará a ambos a petición de cualquiera de los dos.
Me gusta creer y, de hecho, así se lo manifiesto a mis hermanos, que la relación que nos une por un hilo invisible responde a un pacto sagrado de amor que hemos sellado en el Cielo.
A lo largo de los estudios que he venido realizando en temas esotéricos y espirituales, he tenido ocasión de ver confirmada dicha creencia, pues el Hijo de Dios, la Obra Creadora de Dios, la Filiación es Una.
Bajo esa premisa, no podemos pretender que la salvación sea un logro que debamos alcanzar solos. Es más, salvarnos a nosotros mismos es imposible si no nos salvamos junto a nuestros hermanos.
7. Él que esté más cuerdo de los dos en el momento en que se perciba la amenaza, debe recordar cuán profundo es su endeudamiento con el otro y cuánta gratitud le debe, y alegrarse de poder pagar esa deuda brindando felicidad a ambos. 2Que recuerde esto y diga:
3Deseo que éste sea un instante santo para mí, a fin de compartirlo con mi hermano, a quien amo.
4Es imposible que se me pueda conceder a mí sin él o a él sin mí.
5Pero nos es totalmente posible compartirlo ahora.
6Elijo, por lo tanto, ofrecerle este instante al Espíritu Santo, para que Su bendición pueda descender sobre nosotros, y mantenernos a los dos en paz.
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