Todos mis compañeros se quejan de mí
porque me consideran una persona egoísta. Yo no puedo estar de acuerdo con
ellos, aunque considero que soy muy mía. ¿Qué puedo hacer para mejorar esta
situación?
En este mes estamos tratando la dinámica del signo Escorpio,
y no podíamos desaprovechar la ocasión para tratar de cerca uno de los
principales aspectos de la personalidad de los nacidos bajo este signo, nos
estamos refiriendo al "egoísmo".
Por lo general, suele resultar muy difícil el vencer esta
tendencia de la personalidad, ya que cuando actuamos egoístamente, lo hacemos
como si estuviésemos “cegados". Una venda nos impide ver con claridad, lo
que para los demás es evidente. La razón de este comportamiento lo encontramos
en las características psicológicas de los nacidos bajo la tutela del signo
Escorpio. No podemos obviar que dicho signo, se especializa en la dura labor de
amarse a sí mismo. Existe un sabio refrán que nos refiere que el amor bien
entendido comienza por uno mismo.
Este dicho popular se lo aplica al pie de la letra el
Escorpio, dando lugar a una mala interpretación del dicho, es decir, tanto se
ama a sí mismo, que no ama a nadie más, con lo cual se considera el
"ombligo" del mundo y los demás deben rendirse a sus encantos.
El egoísmo surge como una necesidad imperiosa de conquistarse
emocionalmente. Bien es verdad, que difícilmente podríamos dar lo que no
tenemos, por lo que, Escorpio trabaja en el logro de atesorar todo el amor que
pueda. Si algo le gusta, con tan solo desearlo, despliega un fuerte impulso que
la mayoría de las ocasiones desencadena una profunda ansiedad, ya que no
siempre es posible conseguir lo que se desea.
Para vencer el egoísmo es necesario amarse "bien" a
uno mismo, y con ello tratamos de decir, que cuando deseamos lo mejor para
nosotros, difícilmente podremos desear lo malo para los demás. Si nos amamos,
amaremos a los demás; si en cambio, nos odiamos, odiaremos a los demás.
Quizás se estén preguntando, ¿cómo podemos odiarnos? En
verdad, estamos tan hambrientos de atenciones, de sentimientos, que en el
momento en que no damos la talla, nuestros prejuicios nos lleva a maltratarnos,
creyéndonos merecedores de castigo. El merecimiento del castigo tiene un arraigo ancestral que ejerce una fuerte influencia en nuestro inconsciente y en el Inconsciente Colectivo de la humanidad. La transgresión de Adán y Eva en el Paraíso Terrenal, la causa que, según las Escrituras, dio lugar al "Pecado Original", aún nos acompaña como un recuerdo que nos condiciona y nos vincula con la necesidad de "pulgar" nuestra culpa. Ello, nos lleva a creer, consciente e inconscientemente, en que somos hijos del pecado!,
y aun caminamos con esa “pesada y errada loza” hasta tal punto que justificamos el castigo como vía de redención.
Sin duda alguna, cuando el hombre actúe con amor y se perdone a si mismo, ese tratamiento lo compartirá con los demás y entonces no tendrá lugar
el egoísmo en su mundo.
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